Casi siempre está de espalda a los públicos, en el teatro o en la pantalla de televisión. Su figura se deja ver poco entre la orquesta que dirige con precisión de otro mundo. Cuando el presentador de turno diga el nombre de quien conduce a los músicos pocos sabrán que ese hombrecillo de azabache es un exitoso productor discográfico y arreglista cotizado, que ha controlado espectáculos de Olga Tañón y pantagruélicos shows de Tropicana. Es además un sensible compositor, maestro de varios de los instrumentistas y directores del momento, quienes triunfan tanto en clubes de jazz, como en las pistas de baile.
Se llama JoaquÃn Betancourt Jackman y comparte sus experiencias con amigos, alumnos y admiradores en el reciente Encuentro con…, espacio promovido por la Asociación Hermanos SaÃz (AHS) durante los meses en que el Pabellón Cuba acoge a la feria Arte en La Rampa. En el Salón de Mayo conocemos a una persona laboriosa y humilde que responde con gracia al diálogo propiciado esta vez por la periodista Marleidy Muñoz.
Gracias a la rumba
Nació en Camagüey, el 27 de mayo de 1951. En sus calles escuchó músicas populares y de la llamada “culta†mezcladas en similares proporciones.
A su abuelo, tallador de mármol en un cementerio, le encantaba la sinfónica y cuando descubrió que al pequeño le gustaba la música lo sembró todos los dÃas a su lado para oÃr Radio Musical Nacional.
JoaquÃn recuerda: “Me crié en un barrio de obreros, donde tocaban rumba en las esquinas, y me escapaba a escucharla. Abuelo, aunque de origen pobre, negro, era alérgico a ella. Solo me miraba con severidad, y entonces yo regresaba a la casa. Él fue el primero que me llevó a un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional. No olvido que entonces conocà el Concierto de Mendelssohn y me impresionó tanto que mi abuelo me compró mi primer violÃn. Lo utilicé durante muchos añosâ€.
También lo influyó su padre, instrumentista de la Orquesta Sinfónica de Camagüey y músico popular. “Él y sus compañeros eran pobres –continúa rememorando– y ensayaban en la sala de mi casa. Allà aprendà a disfrutar de aquellos discos grandes de Celia Cruz, Louis Amstrong, Benny Moré…â€
De esa manera fue armándose su personalidad. Luego llegó a la Escuela Nacional de Arte e integró una generación importante para la cultura cubana. Allà tuvo compañeros brillantes que se convirtieron en grandes amigos.
“Éramos más de 500 alumnos y todos conocÃamos de varias manifestaciones. Los músicos aprendimos a apreciar las artes plásticas, el teatro, la danza. Nuestra graduación, además del talento, tuvo una formación muy fuerteâ€.
Orgulloso, recuerda algunos de sus compañeros de entonces: Adalberto Ãlvarez y José Luis Cortés, quienes se dedican a la música popular bailable cubana; el violinista sinfónico Alfredo Muñoz; del ballet, a Jorge Esquivel, los hermanos Salgado, los Carreño; a la actriz Adria Santana, y al inolvidable Alberto Pedro.
Allà nació Opus 13, la agrupación que lideró y recuerda como un gran taller, donde experimentaron e hicieron muchos sacrificios para sostenerse en el escenario. La experiencia acabó cuando arreció la crisis económica en los años 90. La disyuntiva era alimentar a sus familias o hacer la música que les gustaba.
“Fue como en una epidemia, donde hay quien se salva y quien se enferma. Opus 13 no sobrevivióâ€, se lamenta, pero razona que luego de aquel difÃcil momento pudo concentrarse en otras aristas de su creación. La producción discográfica, por ejemplo, le ha bendecido.  Â
Entre sus mayores logros está la superproducción La rumba soy yo (2000), junto a la musicóloga Cary Diez, donde reunieron a todas las estrellas cubanas de ese complejo genérico.
“Me sorprendió que me lo propusieran, no me sentÃa preparado, pero acostumbro a trabajar con rigor profesional y estudié mucho. La llevo por dentro porque nacà en un barrio de rumba y le reconozco el mismo valor de la 5ta sinfonÃa de Beethoven. La polirritmia que se logra con ella es genial, su energÃa es algo sin precedentesâ€.
¿Qué hubiera pensado su abuelo?
Profesor Betancourt
En tiempos de maestros instantáneos, a este que ha ganado el tÃtulo a trabajo limpio parece no gustarle que lo llamen asÃ. Lo único que espera de sus alumnos es un agradecimiento Ãntimo por el esfuerzo de poner en sus manos todos sus conocimientos.
“Fui formado como violinista por profesores europeos y nunca me puedo desprender de la enseñanza académica. Todo lo que hago se imbrica con la música popular cubana, pero también con la llamada música cultaâ€.
Como parte de su método se escucha diariamente, se autoanaliza como aprendió del gran músico cubano Emiliano Salvador. Es la manera de no repetirse.
Aunque hace ocho años no pensaba retomar la dirección de ningún proyecto musical, armó una agrupación para algunas presentaciones especÃficas y decidió continuarla como la Joven Jazz Band, con la que ha grabado dos discos y tocado hasta para el gran Wynton Marsalis. La concibió para hacer todo tipo de música, a su imagen y semejanza.
“Antes de jazzista me considero un músico amante del jazz, pues no improviso. En sentido general me he preocupado por ser todoterreno, estudio para estar preparado para cualquier situaciónâ€.
Con semejante filosofÃa da ejemplo a sus alumnos, a quienes por ser jóvenes e inexpertos no los exime del máximo rigor. “Trato de inculcarle a las nuevas generaciones a cumplir con los compromisos, eso es fundamental también en el arteâ€, explica.
Asà ha contribuido a la carrera de los jóvenes músicos, entre ellos Eduardo Sandoval, Michel Herrera, Alexander Abreu, Rolando Luna, Harold López-Nussa. ¿Por qué tanto interés por la obra de quienes empiezan?
“No puedo ser menos para la juventud de hoy, que como fueron mis maestros conmigoâ€, responde.
Músico a tiempo completo
Le molesta la vulgaridad y el irrespeto. Se acuesta tarde, luego de componer. Se levanta muy temprano, porque le gusta mirar amanecer. Su único pasatiempo es la propia música, si no la disfrutara tanto se podrÃa decir que siempre está trabajando.
“Diariamente escucho cinco o seis CDâ€, revela. Las placas oÃdas en más de 40 años de carrera no cabrÃan en el salón donde lo recibió la AHS.
A JoaquÃn le place intervenir en los discos de otros músicos, los siente como suyos también. “Los arreglistas y orquestadores tenemos el deber de hacer bien cualquier encargo que nos encomienden, aunque no sea de nuestro gustoâ€, afirma.
Sin embargo, algunos los hace de corazón. Entre ellos el que produjo para su esposa Zunilda Remigio, A mi tierra, en el cual realizaron un homenaje a intérpretes cubanas de siempre.
Prefiere trabajar a un nivel profesional muy alto: “Si dejamos de ver tanto las ventajas económicas que pudieran dejar los discos, y nos centramos en hacerlos bien, tendrÃamos un mejor panorama discográfico. Para ello necesitamos un equipo de arreglistas, como sucede en el mundo, no puedes tener una concepción muy personal del discoâ€.
JoaquÃn Betancourt no puede irse de un espacio como Encuentro con… sin decir su preocupación por la enseñanza de la música en Cuba. Esta expresión, según el maestro, nunca ha perdido su buen momento, pero en su instrucción y promoción hay errores:
“Aunque disfrutamos de magnificas escuelas de arte, no existe en ellas una cátedra de música popular. El tiempo pasa y será difÃcil recuperar algunos saberes que podrÃan perderse si no ponemos en nuestras aulas, como profesores, a los mejores creadores cubanosâ€.
Habrá que escuchar a quien tiene en su record personal más de cien discos producidos, una nominación al Grammy por São Vicente di Longe (Cesária Évora, 2001), y la responsabilidad legada por Juan Formell de traducir a Los Van Van en arreglos sinfónicos. Tiene mucho que enseñarnos para que nuestro paÃs conserve la potencia cultural de la auténtica música cubana.
Opus 13: Te olvidé. Canta Jackeline Castellanos
JoaquÃn Betancourt y su Joven Jazz Band: Homenaje a La Rumba
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