Tomado de Bohemia
San Juan y Martínez vivía a mediados de 1957 momentos tensos, incluso se habían suspendido las festividades del santo patrón por las acciones insurreccionales emprendidas en esa localidad pinareña. Pero a nadie extrañó, el 13 de agosto de ese año, cerca de la casa de la familia Saíz Montes de Oca, la presencia de dos guardias mal disfrazados de civiles, pues se les veían las botas y el arma debajo de la camisa. Se desconocía por la población que ya se había cursado la orden de asesinar a los jóvenes hermanos Luis y Sergio. Para los aparatos represivos de la tiranía batistiana, ellos constituían un peligro para la estabilidad del régimen.
Meses atrás, los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río se habían proclamado en huelga por solidaridad con los universitarios, tras los sucesos del 13 de marzo y la muerte en combate de José Antonio Echeverría. Ante los consternados profesores del centro vueltabajero, la mayoría reaccionarios o batistianos, Sergio había leído, en nombre del alumnado, un alegato de su autoría titulado ¿Por qué no vamos a clases?
En él se expresaba: “Ser estudiante no es repetir en un examen materias, la mayor parte da las veces aprendidas de memoria: ni asistir todos los días a clases y hacer de vez en cuando una trastada […] es algo más que eso, es llevar en la frente joven las preocupaciones del presente y el futuro de su país, sentirse vejado cuando se veja al más humilde de los campesinos o se apalea a un ciudadano. Es sentir muy dentro un latir de patria, es cargar bien pronto con las responsabilidades de un futuro más justo y digno”.
En la noche de aquel 13 de agosto, Luis y Sergio se dirigieron al cine Marta. Mientras el mayor se quedaba charlando con unos amigos, Sergio se adelantó a comprar las entradas. Uno de los dos matones, al reconocerlo, se acercó a él. Abusando de su superioridad física, lo llevó hasta la acera y trató de pegarle. Al advertir lo que estaba pasando, Luis le gritó al hombretón que no continuara abusando de su hermano.
El soldado disparó su arma. Primero cayó el mayor de los Saíz Montes de Oca, que iba a cumplir el 4 de noviembre siguiente los 19 años. Luego, el más joven, a quien le habían agasajado el 8 de enero último por sus 17.
Siempre en la vanguardia
Desde sus años en el Instituto de Pinar del Río, Luis se destacó por la rectitud de sus principios, su talento y su definida oposición al régimen batistiano. Cuando matriculó Derecho en la Universidad de La Habana en noviembre de 1955, por esas cualidades, sus compañeros lo eligieron delegado de la FEU en su curso. Según el combatiente Osmel Francis, quien le conociera entonces, “siempre estaba presente en las manifestaciones estudiantiles contra la tiranía […] Fue fundador del Directorio Revolucionario y uno de sus miembros más activos, era de la vanguardia. Había que verlo en las manifestaciones, era un joven inquieto que despuntaba como un gran líder revolucionario”.
Al igual que su hermano, Sergio cursó la enseñanza primaria en la escuela pública de San Juan y Martínez. En noviembre de 1955, ya en el bachillerato, fue electo secretario de la Asociación de Alumnos del Instituto de Pinar del Río. Para su profesor, Abel Prieto Morales, “tenía un magnetismo personal asombroso, irradiaba simpatía. Era muy buen estudiante en Ciencias y en Letras. Aunque hablaba siempre de ser médico, hubiera podido seleccionar cualquier carrera universitaria y sobresalir”.
A finales de 1956, Luis y Sergio se incorporaron al M-26-7. Francisco González, quien fuera su coordinador provincial en Pinar del Río, ha testimoniado sobre el papel activo que desempeñaron los hermanos Saíz Montes de Oca en San Juan y Martínez durante la huelga por la muerte de Frank País (inicios de agosto de 1957): “Por ello nos reunimos (entonces) con los compañeros de este municipio, siendo nombrados coordinador y responsable de acción respectivamente Luis y Sergio”.
Poco tiempo antes de ser asesinados, los hermanos Saíz escribieron lo que hoy se considera su testamento político, ¿Por qué luchamos? Aunque solo firmada por Luis, todos sus compañeros de lucha aseguran que en su redacción también intervino Sergio.
Desde las primeras líneas de ¿Por qué luchamos?, los dos jóvenes pinareños definen muy bien su posición de principios: “No luchamos sin un por qué, o por el mero afán de aventura o como escape de ímpetus juveniles. Consideramos que son motivos incontables los que nos señalan como único medio de vivir dignamente, la vía revolucionaria –demostrado como está que nada se puede esperar de politiqueros ambiciosos, inescrupulosos–, además tenemos la firme creencia del cometido generacional nuestro, ya que el destino nos obliga a cumplir –cueste lo que cueste– la gran Revolución que Cuba espera hace siglos”.
Análisis profundo y coherente de la situación cubana en el momento en que fue escrito (mayo de 1957), proponían además soluciones para, después que la Revolución triunfara, implantar “un régimen de genuina justicia social, donde se recuerde a José Martí con la frente bien alta”. Uno de sus planteamientos cardinales sería el afán de conquistar toda la justicia social, la igualdad entre todos los cubanos y la eliminación de la discriminación racial, tema que ya Luis había abordado en Las razas: el problema racial en Cuba, una conferencia que impartiera mientras cursaba Sociología en el Instituto de Pinar del Río durante su último año de bachillerato.
Para ellos, la escuela estatal es la única forma de promover “una cultura libre en una República Socialista”. Abogaban por la eliminación del analfabetismo, la creación de escuelas técnicas y la existencia en cada provincia de “una universidad formada por facultades que respondan a las necesidades de cada región”.
“La Reforma Agraria ha de ser el renglón primero de la Revolución Cubana”–afirmaban. El Estado “luchará por la diversificación agrícola” y “la creación de una Marina Mercante para llevar nuestros productos y comerciar con todo el mundo”. Señalaban la necesidad de nacionalizar toda la minería, las compañías de teléfonos, gas, electricidad y agua.
“La medicina ha de ser socializada. Entendiéndose por ello que con la creación de numerosos hospitales modernos, todo ciudadano tiene derecho a recibir los servicios de los más afamados médicos, hasta los más humildes, por el solo hecho de pertenecer a una nación libre y socialista”.
La influencia del ideario del Apóstol fue determinante en su formación y a través de él, llegaron al marxismo. No es de extrañar entonces la presencia del internacionalismo en su pensamiento: “Las dispersas repúblicas americanas, unidas en haz fortísimo, con conciencia de destino común, es una labor que debemos emprender tan pronto liberemos a Cuba de la tiranía. Y esta ha de empezar con la intervención decidida en los pueblos que padecen dictaduras cobardes”.
En lo que pudiera bien llamarse su testamento político, estos dos jóvenes concluían: “No tenemos más que nuestras vidas, avaladas por un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento, las hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana –justa, grande, renovadora, honrada, socialista–, sin más esperanza que ver algún día cumplidos estos sueños”.
Fuentes consultadas
La compilación Cuerpos que yacen dormidos. Obras de los hermanos Saíz, de la Editorial Abril.
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