Un intenso diálogo suscitó el foro Consumo Cultural y Juventudes, debate pre Décimo Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), que se celebró este lunes 4 de mayo, como parte de la 22 edición del Congreso Memoria Nuestra, evento teórico más importante de las Romerías de Mayo o, como algunos lo nombran, la columna vertebral de este gran festival de juventudes artísticas.
Durante más de tres horas jóvenes artistas, investigadores, académicos universitarios, directivos de instituciones culturales compartieron sus opiniones sobre el tema y expresaron algunos de los retos y desafíos más urgentes en este espacio de lucha ideológica donde está en juego el futuro de la nación, según reconocieron Abel Prieto, asesor del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Julián González, ministro de Cultura, quienes presidieron la polémica.
En el foro también estuvieron presentes Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro; Teresa Viera, directora del Centro de Estudios sobre la Juventud; Luis Torres Iríbar, primer secretario del Partido en la provincia; Marcia Agüero, presidenta del Gobierno en Holguín; Faustino Fonseca, director provincial de Cultura; Alexis Triana, presidente del Comité Organizador de las Romerías; Joan Cabo, miembro del Buró del Comité Nacional de la UJC; Rubiel García, presidente nacional de la AHS; Karina Pardo, presidenta de la AHS en Holguín; así como otros miembros de la presidencia nacional de la AHS y afiliados a la organización.
Para iniciar el debate Liliam Barthelemy y Yolaida Duharte, investigadoras del grupo de trabajo de Participación y Consumo Cultural del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, presentaron algunos resultados de la investigación más reciente que se desarrolló a nivel nacional sobre este tópico. En ese sentido, explicaron el alto consumo de medios de comunicación, especialmente de los audiovisuales, en adolescentes y jóvenes. Asimismo, aludieron al papel protagónico de la educación para la cultura, con el objetivo de formar un sujeto con posturas críticas ante los productos que consume. Además, alertaron sobre la necesidad de la descentralización de las políticas culturales y una mayor participación ciudadana en la concepción de estas.
Por su parte, Teresa Viera comentó algunos aspectos positivos en las prácticas culturales de los más jóvenes, como es el hecho de preferir el consumo de productos nacionales ante los extranjeros, sobre todo los relacionados con la música. También, resaltó la influencia que ejercen los centros escolares para propiciar el acercamiento de las nuevas generaciones a bibliotecas y museos.
El consumo banal, el conocimiento del público para el cual se trabaja, la formación de un sujeto crítico, la mejor distribución de los productos culturales, la disminución de la lectura, la necesidad de abrir los debates a un escenario más amplio y de realizar acciones encaminadas a solucionar las principales problemáticas fueron algunos de los planteamientos más recurrentes en el debate.
Zuleica Romay alentó a los jóvenes miembros de la AHS a «presionar de forma amable, cariñosa, pero persistente, a las instituciones culturales con las cuales trabajan; a ser más propositivos y llevar a esas instancias proyectos concretos para trabajar de forma sostenida durante todo el año».
Por su parte, Julián González aseveró que el destino del país pasa a través de la cultura y que no se debe simplificar nada cuando se trate de un debate cultural. Asimismo, llamó la atención sobre el papel que juega la extensión universitaria y la enseñanza de la historia en los procesos culturales. González se detuvo especialmente en los problemas de dispersión en la promoción e hizo un llamado a apostar por los contenidos, a respetar la diversidad y a reconocer y defender las conquistas de la Revolución.
Asimismo, Abel Prieto impulsó a buscar las causas de la banalidad generalizada en nuestra sociedad, en tiempos en lo que, según algunos teóricos, la cultura está yendo a un abismo. De la misma forma, llamó la atención sobre la necesidad de utilizar las nuevas tecnologías para acercar a niños, adolescentes y jóvenes a los valores patrios.
En su intervención el asesor del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, hizo alusión al conocido “paquete”, una popular iniciativa con múltiples irregularidades legales que se consume en toda Cuba. Las consecuencias de la prohibición de esa práctica no serían efectivas, así que, según sus palabras, es imprescindible «contaminar el paquete en sentido positivo», incluyendo materiales de buena factura y con mensajes que promuevan la cultura nacional. Una alternativa a esta popular propuesta es Mi mochila, aún poco conocida por la población, impulsada y distribuida de forma gratuita desde los Joven Club de Computación en las cabeceras municipales de todo el país, explicó Prieto.
«Nosotros debemos trabajar porque la gente ejerza su libertad de escoger con más referencia. En ese sentido, el papel del maestro es clave, así como el de los medios de comunicación… El problema es con lo comercial, con la idea de que el arte es pura mercancía y que repitiendo algunas fórmulas seguramente tendrás éxito. Es necesario construir una plataforma emancipadora para la libertad y la descolonización», afirmó.
Y justamente, la construcción de esa plataforma debe promoverse desde la base, de forma colectiva y con altos índices de participación ciudadana; quizás este sea uno de los puntos claves para la solución de muchas de las problemáticas que afrontamos hoy en el ámbito del consumo y las prácticas culturales. No basta con que se disfruten los sucesos de este ámbito, es imprescindible lograr una participación más auténtica y activa en ellos, donde los ciudadanos sean, tengan y tomen parte en ese proceso.
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Creo que muy importante para los asistentes al debate fué la idea de contribuir a la formación de un sujeto crítico, como planteara el escritor Eldis Baratute. Ahora bien, pienso que esa formación hay que dirigirla y planearla en virtud de los reales deterioros en el proceso educativo de hoy. Me refiero a la implementación de lineas de trabajo que, sin satanizar el producto cultural compactado en un paquete o el que libremente elige el público, aporten al consumidor elementos críticos valorativos. De modo que se produzca, en los que reciben cualquier material audiovisual, un consumo consciente al conocer los valores y las carencias de lo que está disfrutando.