Al editor le toca defender el libro

Tomado de Granma

Con el ánimo totalmente iluminado, como si se llevara dentro aquella llama «dulcemente encendida»  de que hablara el poeta, se está en la sede de Ediciones La Luz, un fascinante recinto enclavado en la calle Maceo de la ciudad de Holguín, donde la ya prestigiosa editorial ha hallado definitivamente espacio seguro para  el trabajo que con tanto gusto emprende.

La frescura de sus 20 años, cumplidos en ese mes predilecto de su provincia no es, en modo alguno, señal de ingenuas mocedades. La Editorial, una de las cinco de la AHS, nació el 7 de mayo de 1997, desafiando barreras a ras de un sueño que sin dejar de serlo es hoy una gran realidad, explicita en los proyectos -no solo editoriales- que lleva sobre sus espaldas.

Lejos, aunque no en el olvido, quedó aquel espacio que alguien llamó cuarto editorial, a juzgar por los pocos metros cuadrados de su área, donde asomaron al mundo de la letra impresa –y algunos hasta del sonido–, libros y audiolibros como Retoños de almendros, una compilación de cuentos para niños, de jóvenes escritores cubanos, a cargo del narrador Eldys Baratute; La isla de los peces blancos (antología del Premio Calendario de Poesía); Poderosos pianos amarillos, poemas cubanos a Gastón Baquero; y del propio Baquero los títulos: Una señal menuda sobre el pecho del astro (ensayos) y Como un cirio dulcemente encendido (poesía completa), entre muchos otros títulos.

Aunque el inmueble que le fuera entregado gracias al esfuerzo y la voluntad de las autoridades políticas, gubernamentales y de la cultura de la provincia,  cuente apenas desde el pasado agosto, es otro el aire que se respira en la actual sede de La Luz, desde donde nos habla su director, el poeta y editor Luis Yuseff, a cuyo cargo estuvo la edición, entre otros,  de los libros antes mencionados.  

¿Cómo funcionaba Ediciones La Luz cuando entras en ella?

Entro a dirigirla en el 2005 y trato de aunar voluntades, de intermediar y hay logros, porque en muy poco tiempo sacamos cuatro libros.

Todo un reto en un universo que te era desconocido, no eras aún un editor…

Asumir el trabajo en aquel momento de decadencia fue un desafío, soy escritor, ya tenía libros publicados y estaba entrando en un mundo que me era totalmente ajeno.

El de la edición y  el del autor son dos cosas que van de la mano pero no son lo mismo. Tenía juventud y los jóvenes asumimos las cosas sin pensar demasiado en las consecuencias, quizá esa ingenuidad fue la que me mantuvo bien cerca del proyecto editorial y me hizo defenderlo de todos los vientos que soplaban en contra.

«Por suerte no todo fue malo. Las tres personas que trabajábamos entonces fuimos demostrando que se podían sacar libros. Fuimos creando el terreno, ganándonos la confianza también de las autoridades de la provincia, que debían aportarnos y nosotros convencerlos de que podíamos hacer libros y hacerlo bien».

Pero no solo hacían libros, ustedes fueron por más…

Hicimos campañas de promoción  y creamos espacios dentro de la AHS. Fue la época en que armé por primera vez una selección de poetas, El sol eterno, y me di el gusto de escoger 20 de los jóvenes holguineros que tenían una obra atendible que hoy han demostrado su talento y han ido sumando títulos y premios importantes.

«Después llegó el mejor momento para la editorial. El sector provincial de Cultura comenzó a apoyar el financiamiento de las cubiertas en cuatricromía. Por otra parte, el Instituto Cubano del Libro le dio la posibilidad al Sistema de Ediciones Territoriales de competir con títulos de las editoriales nacionales».

Ediciones La Luz tiene ya muchos títulos trascendentales…

Sí, ha aportado, me parece, títulos bastante importantes como son estos tres tomos dedicados al centenario de una figura como Gastón Baquero, importantísimo poeta del grupo de Orígenes, uno de mis grandes poetas tutelares. Yo digo que es un triunvirato, especie de plano astral que viene a hacer justicia a una de las voces más importantes del ensayo y de la  lírica hispanoamericana.

La Editorial ha tenido dentro de su catálogo en los últimos años, títulos que se han convertido en proyectos, como por ejemplo La Isla en versos, cien poetas cubanos…

Este libro, dedicado a Virgilio Piñera en su centenario, tuvo primero una edición austera, con apenas 700 ejemplares que se agotaron inmediatamente, pero en la AHS de Holguín y Ediciones La Luz, propusimos hacer una gira de presentación, y nos fuimos por diez ciudades de todo el país presentando esta antología. Tuvo después una segunda edición ampliada. Esa antología también es un  audiolibro.

«Otro libro importante como proyecto es Retoños de almendros, el benjamín de la Editorial,  que ya ha tenido dos tiradas de 6 000 ejemplares. En la antología, las obras narrativas están acompañadas por ilustraciones de  jóvenes artistas cubanos. De ellos se ha hecho una selección que integra una exposición itinerante que ha ido circulando por el país».

Generalmente los escritores que dirigen  editoriales carecen de tiempo para escribir. ¿Cómo te las arreglas?

Yo como escritor suelo tener procesos largos de silencio. Pero llega  el día, y surge una especie de epifanía en que tengo la necesidad, la urgencia de escribir, y eso puede terminar en una reacción en cadena que se traduce en un libro escrito en apenas 20 días, eso me ha sucedido más de una vez. Entonces lo hago en las noches porque estoy más concentrado y no tengo el ruido como enemigo. Te puedo decir que desde que estoy trabajando en Ediciones La Luz, he escrito parte de mi poesía y he obtenido  los principales reconocimientos. Ahora también sueño con editar libros, si no se  sueña con el libro que es lo que hace un editor, el libro no sale.

¿Y qué es para ti soñar libros?

Pues mira. Me hablan de un libro y enseguida imagino el aspecto que va a tener, la distribución de textos, las posibles imágenes que lo pueden acompañar,  las acciones de promoción que se le pueden hacer.  Todo eso yo lo veo en apenas unos segundos.

Al editor que ama su trabajo le toca defender el libro siempre, y yo soy autor y sé lo que digo con conocimiento de causa: las peores ideas o las menos completas las tienen los propios autores y el editor está llamado a develarles  nuevamente la magnitud de lo que han hecho y darle el cuerpo definitivo que es ese libro que sale de la imprenta y que en un momento llega a nuestras manos para después tener  el placer tremendo de sentir el  olor de la tinta.

Entrar a La Luz es percibir una familia. Seguramente contribuye con el buen trabajo…

La editorial durante mucho tiempo estuvo trabajando en una pequeña habitación, ahí estábamos casi todos, hacinados en ese lugarcito con un par de computadoras que no tenían la calidad tecnológica para procesar ni siquiera los programas de diseño y ahí nos las ingeniábamos para hacer  libros que hoy nos han traído la mayor alegría; sin embargo, nunca dejamos de soñar, con una sede como la que tenemos ahora.

«Siempre quisimos que el proyecto tuviera una librería, que tuviera una galería, porque la idea es que la editorial mantenga el vínculo con las diferentes manifestaciones artísticas y cuando ya supimos que este era el espacio defendimos cada sueño, cada uno de los rincones, el color de las paredes, los muebles, la disposición de las luces, esto  solo es posible si se trabaja como una familia».

¿Alguna divisa impostergable para que salga el trabajo?  

Para nosotros es vital estar convencidos de que estamos trabajando todo el tiempo con artistas, estamos trabajando con la autoestima de los escritores y somos intermediarios entre ellos y los lectores. Y otra cosa. Nunca dejamos el libro de la mano del otro. Todo se discute, se somete a un criterio. Todos podemos opinar, hasta que finalmente sumamos otro libro a nuestra librería.

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