Perotá Chingó o la espiritualidad sonora de la tierra

Uno de los placeres más hermosos de la vida son, precisamente, los amigos. Esos locos maravillosos que se las ingenian para buscar cualquier pretexto y convocar a una reunión extraordinaria. Café, cervezas, cigarrillos, ron —o ninguno de estos mediante— y se arma la mejor de las tertulias. Fue bajo una situación como esta donde descubrí al grupo  argentino Perotá Chingó. Exactamente, los escuché en una deliciosa interpretación del tema La Complicidad, de los portorriqueños Cultura Profética. Desde entonces, y para mi asombro, me encontré con un número considerable de jóvenes en toda Cuba, atrapados en la libertad musical de estos cuatro suramericanos.

Primeramente, fue un dúo arropado en los deseos de recorrer el mundo de Julia Ortiz y Lola Aguirre. Lo que jamás imaginarían ellas era que luego se convertiría en un «proyecto de vida» con la firma de una frase tan cálida como: «amigos, pero bueno», que es en realidad lo que significa Perotá Chingó. A estas chicas se les sumaron más tarde en la guitarra Diego Cotelo, y en la percusión Martín Dacosta siendo Pocho el encargado de registrar las imágenes que revolucionarían las redes sociales.

Las voces de estas dos jóvenes ofrecen bellas melodías de su propio repertorio y otras de clásicos antiguos o contemporáneos abordadas desde una libertad sensitiva  y una intensidad extraordinaria.

Sencillas, espontáneas, sin maquillajes ni ánimos de lucro Perotá… disfruta tocar en la calle y compartir, entre amigos nuevos o por llegar, el asombro de las canciones que aman. Nunca pensaron que sería de otra forma. Por eso, cada presentación es diferente. Los arreglos son armados entre todos aportándole al resultado final una frescura y organicidad envidiables.

Existe una especie de complicidad público-banda que va más allá del intimismo de sus letras y música. Canciones como: Ando ganas de los piojos  o Ríe chinito, una preciosa canción de cuna de su propia firma, se convirtieron en éxitos descargados y visitados en plataformas como Youtube.

Los mensajes en Facebook no se hacían esperar y así comenzó la carrera indetenible de Perotá Chingó, a quienes los jóvenes cubanos amantes de la buena música le profesamos un cariño particular.

Independientes, haciendo una música que ellos mismo definen como viajera, mochilera, sin ningún estilo, de repente incursionan en un chamamé de Paraguay y lo deforman, o emprenden un viaje hacia una corrida mexicana, una cumbia o un bolero a lo Perotá. Más que algo encasillado buscan, desde la experimentación de nuevas formas y colores musicales, esa sensación que sea capaz de liberarnos a todos en este viaje infinito.

Con más de diez años en escena, Perotá… se arma lejos de cualquier andamiaje mercantil y, contrario a lo que otros pudieran pensar, logran abrazar el éxito de un público inteligente, sensitivo, comprometido y diverso. Esperemos tener la dicha de que visiten nuestro país para retribuirles tantos buenos momentos y mejores amigos. Ojalá la Asociación Hermanos Saíz, el Centro Pablo de la Torriente Brau  y demás defensores de lo bueno, experimental, de la vanguardia cultural y ejercicio transformador de personas capaces de sentir la espiritualidad sonora de la tierra vuelvan realidad a Perotá Chingó en Cuba.

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