Leer a Martí

Tomado de Alma Máter

El primer libro del que tengo memoria es una viejísima edición de La Edad de Oro, de José Martí, que había en casa de mi abuela. La recuerdo, incluso, desde antes de saber leer. Yo me entretenía mirando las imágenes, que eran muy coloridas. Me acuerdo especialmente de las ilustraciones de Meñique y el gigante, las de los anamitas tirando de sus cochecillos, las de la cuchara y el tenedor vestidos de novios y las banderas de «La Exposición de París».

Mi padre de cuando en cuando me leía algunos textos, así que más o menos yo sabía de qué iban las historias. Pero nunca quiso leerme el de la Exposición, o el de las casas, o el de los tres héroes… «Esos los leerás tú solito, cuando seas más grande».

Me hice un poquito más grande, aprendí a leer, y a la altura del cuarto grado ya casi me sabía de memoria los cuatro números de La Edad de Oro. Pero, cosa extraña entre mis compañeros de aula, mis textos preferidos no eran los cuentos, ni las poesías… yo prefería los artículos.

Es más, creo que era el único niño de mi grupo que se había leído completas todas las crónicas periodísticas del libro. Una vez vino una visita de la provincia y preguntó cuáles eran las historias de La Edad de Oro que más nos gustaban y todo el mundo comenzó a decir «Bebé y el señor Don Pomposo», «La muñeca negra», «Meñique», «Nené traviesa», «Los dos príncipes», «Los zapaticos de rosa»… y ahí solté yo: «¡La Exposición de París!»

El visitante no se lo quiso creer. «¿De verdad tú has leído ese texto?» De verdad. «¿Y por qué te gusta?» Porque es como si estuviera dando un paseo junto con Martí por ese lugar. «¿Sabías que Martí nunca estuvo en esa exposición?» No lo sabía, pero, ¿cómo pudo hacer el cuento? «Porque Martí tenía mucha imaginación…».

Mi maestra intervino: «Lo que pasa es que este niño dice que va a ser periodista». El visitante sonrió: «Pues tendrá que estudiar mucho. Y leer mucho a Martí, no solo La Edad de Oro. Martí fue el mejor periodista que ha tenido Cuba, el más grande de todos. Tienen que leer mucho a Martí».

Nunca olvidé el consejo. En cuanto llegué a mi casa busqué una edición de las «Escenas Norteamericanas» que tenía mi papá. Cuando mi mamá me vio con el libro en la mano me lo quitó: «No exageres, espera por lo menos a llegar a la secundaria».

Y en la secundaria me lo leí de punta a cabo, más de una vez. Así que puedo decirlo con orgullo: José Martí fue uno de mis referentes de infancia. Lo leí sin presiones, por puro placer.

Cuento todo esto porque ayer estaba hablando con un vecinito, sobre lo que le gustaba hacer y lo que no le gustaba. No le gusta leer. ¿Pero has leído La Edad de Oro? «¡Na! Ni aunque me obliguen…». Yo quiero creer que es un caso aislado. Ojalá que Martí nunca sea sencillamente una obligación.

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  • A mí me pasó parecido, cuando tenía 11 años leí por primera vez Vindicación a Cuba, como si fuera un caudal, lo disfruté, hasta después debatía con mi papá sobre esas cosas horrendas que decía el imperialismo, quería entender que era el imperialismo, quería que todas esas dudas, que incluso esos comentarios que hacían por la tele acerca de lo hostil y malvado del país vecino convertirlos en mío, primero tenía que entender. Mi padre me dijo, sigue leyendo a Martí, porque el lo explica muy bien, porque lo ha conocido, ha conocido a un vecino monstruoso.
    Sin que siguiera hablando seguí leyendo a Martí, buscar todas sus cosas, y logré en gran parte siendo adolescente enamorarme de sus escritos; tanto crónicas, como ensayos, como el epistolario, los versos y todo lo que aparecía……hasta hoy sigo siendo de esas que busca insaciablemente a Martí, desde esa infancia……

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