De lejos Carlos Alejando parece uno más entre un millón, con sus nombres de príncipes (el de Gales y el de Macedonia) es un personajillo sui generis dentro del gremio periodístico. También de esas personas con las que entablar diálogo se vuelve algo mejor, incluso, porque media la complicidad.
Al menos desde esta parte del teclado, ahora que transcribo, quiero empezar agradeciendo por aquella comida y por tenerlo entre mis allegados no únicamente virtuales. Y ¡claro!, también por estas respuestas.
¿Cómo llega un muchacho de Guaracabulla al periodismo?
Tuve la suerte de estar decidido por el periodismo desde muy temprano. No podría decirte de manera exacta por qué. Me gustaba escribir y llegué a pensar que la única manera de conciliar esa vocacióncon mi futuro profesional sería mediante el periodismo, una carrera de la que entonces yo sabía muy poco.
Una vez publiqué mi dirección en la revista Pionero y comencé a recibir y responder cartas al estilo más anticuado y gris posible: «Al recibo de estas líneas espero que te encuentres bien…». No sé por qué escribir cartas, poemas, composiciones —lo que fuera— a esa edad se asociaba con el periodismo.
Al final, creo que me decidí por esta profesión gracias al periodista Guillermo Cabrera Álvarez, un hombre que llegó a reunir a cientos de sus lectores una vez en Guaracabulla. Después de ver su poder de convocatoria, escribí: Periodismo, sin ninguna duda, en la boleta de ingreso a la Educación Superior.
Es posible que todas estas situaciones casuales —y poco trascedentes— me hayan hecho pensar en el periodismo.
¿Quién es Carlos cuando no está redactando?
Casi siempre soy amo de casa. O estoy en un camión viajando hacia al periódico Vanguardia, donde trabajo desde que me gradué. A veces me dedico a cuidar a mi perro, a limpiar, a cocinar o a leer algún libro —poesía o periodismo—. Mientras hago todo eso pienso, naturalmente, en los reportajes, crónicas o entrevistas que me gustaría escribir.
¿Prefieres las temáticas culturales? ¿Por qué?
Otra vez no sabría decirte por qué siempre me gustaron los temas culturales. No me propuse nada, igual que siempre estuve lejos de los deportes, me hallé muy cerca de la cultura. ¿Será un estereotipo? Y quiero decir periodismo sobre cultura, porque yo no tengo ninguna vocación artística.
Ahora, soy bastante feliz cuando me dedico a temas culturales. En una de mis mejores semanas de trabajo entrevisté a una actriz feminista galesa, a una rapera francoalemana de 92 años, a una payasa vasca y a un cantante pop cubano. Esa efervescencia de trabajo solo me anima a conseguir otras entrevistas, a escribir otras crónicas, a pensar en otros reportajes.
Por supuesto, yo no quiero ser, nada más, un periodista de temas culturales. Como profesional de la prensa me interesan todos los temas (sociales, económicos, políticos…). Pero me parece que todo lo que yo vaya hacer —mucho o poco— aún está por venir.
¿Cómo «afecta» a un joven periodista obtener un reconocimiento nacional como el Rubén Martínez Villena de periodismo cultural?
No me afecta mucho: no me siento mejor periodista después que recibí el premio, sino el mismo de antes. Ahora, eso no quiere decir que la noticia no me haya provocado cierta felicidad. Todo lo contrario.En primer lugar, fue muy gratificante que el jurado reconociera el conjunto de trabajos que presenté al concurso. Y por otro lado, ese premio demostró, de alguna manera, que mis evaluadoresno tenían razón cuando me «concedieron» —después de mi primer año de trabajo— la categoría de Aceptable.
—¿Qué retos crees que encaran las nuevas generaciones de periodistas?
En Cuba hay que reinventar el periodismo, bebiendo de las mejores fuentes de la prensa nacional y extranjera. Hay que revolucionar los moldes, las fórmulas. Tenemos que dar paso al discurso de la originalidad y aceptar, por fin, que la sacrosanta objetividad no existe. Los periodistas anunciamos, sugerimos, comprobamos según hechos y datos, exhortamos y —en el mejor de los casos— conmovemos; pero no podemos asumir que somos portadores de la verdad definitiva. Creo que todo lo que tenemos que cambiar es una sola cosa: la idea de prensa que tenemos. Siento que estamos sometidos a formas muy estrechas de creación. Y yo quisiera, por ejemplo, leer reportajes o perfiles en la prensa nacional como los que escribe la periodista argentina Leila Guerriero.
¿Y el tratamiento de las temáticas culturales?
Por ahora me conformo con abogar por que los temas culturales sean valorados en la misma medida que laproducción, la industria o la agricultura. Por lo menos, en el periódico provincial donde trabajo he visto muchas veces cómo lo relacionado con la cultura sucumbe bajo esas otrascategorías sagradas.
¿Crees que los jóvenes cubanos se sienten identificados con la prensa de su tiempo?
No podría hablarte por todos los jóvenes cubanos. No sé qué opinarán todos. Pero yo, que también soy joven, no me siento identificado con la prensa de mi tiempo. Cuando pienso en los reportajes que publicó Leonardo Padura en Juventud Rebelde o Enrique de la Osa en Bohemia, por ejemplo, siento que nuestro periodismo —el que se publica hoy en los medios tradicionales— no satisface las inquietudes ni las necesidades de la mayoría de los lectores cubanos.
De no haber sido periodista, ¿qué serías?
No lo sé. No lo he pensado mucho. Pero me figuro que si tuviera los recursos económicos me dedicaría a cuidar perros.
¿Cuánto hay en Carlos (ahora, con 26 años) de aquel Carlos que creció enGuaracabulla?
Yo quisiera decir que hay lo mismo. Quisiera pensar que el que era sigue siendo el mismo o que, por lo menos, no ha perdido nada. Creo que sigo siendo rural, que sigo siendo feijoseano. Me gusta decir que soy una criatura de los campos de Cuba. Pero, ¿no será mejor que les preguntes a los demás por mí?
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