La gran fiesta de las tradiciones: Olorum -en lengua Yoruba significa Sol- nucleó a una decena de agrupaciones músico-danzarias, que invadieron con su autóctono folclor, plazas y parques de Camagüey, ciudad legendaria.
Los consagrados y noveles artistas, cultivadores de las raíces más populares de la nación, defendieron su arte en insignias culturales como Bonito Patuá, Endedans, Andarte y Ballet Folclórico de Camagüey (BFC), todas del territorio anfitrión; Babul, de Guantánamo; el Conjunto Folclórico Nacional y Nataly y su Latino Show -joven agrupación que explora para encontrar propios caminos-, ambas de la capital.
Además una meritoria trayectoria profesional exteriorizaron los estudiantes de la Escuela Nacional de Danza y el Instituto Superior de Arte (ISA), jóvenes talentos, quienes respetan el género.
DEBATE POR LA TRADICIÓN
El acontecimiento cultural liderado por el director del emblemático BFC, el maestro Reinaldo Echemendía Estrada, tiene como esencia preservar la identidad popular de la nación desde el intercambio entre profesionales y de estos con su público.
Paralelo a las clases magistrales y presentaciones danzarias se desarrolló el evento teórico, que enalteció a la recién concluida octava edición del Olorum, pues en sus talleres prestigiosas figuras, cultivadoras de las más genuinas tradiciones de esta Isla, como los premio Nacionales de Danza Silvina Fabars y Manolo Micler, junto a investigadores del país, dialogaron en torno a Las Expresiones del Patrimonio músico-danzario de la cultura cubana.
El intercambio marcó pautas por sus atinados enfoques y por la acentuada preocupación de la academia cubana por su cultura popular, la cual hasta hace poco fue considerada marginal.
Lo cierto es que Olorum 2017 trasciende como un escenario que fue más allá del espectáculo. Legitimó un pensamiento que tiene la responsabilidad de enaltecer al folclor, como expresión nativa y fecunda de la identidad cubana.
Meritoria por su impronta, novedad y defensora de la mujer dentro de la realización de documentales del país fue la ponencia de la estudiosa de la cultura y la educación, la Doctora en Ciencias Olga García Yero.
Con maestría Yero García rescató de los archivos del ICAIC una de las «voces femeninas» más comprometida con la cultura popular de la nación: Sara Gómez Yera, primera mujer en la industria cinematográfica cubana que en 1974 dirigió un largometraje de ficción: De cierta manera, el cual fue su única película, concluida por Tomás Gutiérrez Alea, Julio García-Espinosa y Rigoberto López, debido a su fallecimiento ese mismo año.
García Yero en su estudio —a convertirse en un tesoro literario de crítica cinematográfica— vindica a Sara por su visión acertada y adelantada sobre la cultura popular de la nación. El documental … y tenemos sabor, de la autoría de Sara, permitió aprehender de la mirada aguda de la realizadora sobre las raíces del cubano.
«Ella no se agotaba en su búsqueda constante por los orígenes, ella va al folclor donde está; al solar habanero y a las viviendas donde está esa música», aseveró la experta, al tiempo que sumó una nueva perspectiva sobre la humillante interpretación que se tenía acerca de esta expresión genuina: «Ella estaba convencida de que la cultura popular había sido excluida. Ella fue capaz de reflejar, a través de sus imágenes, elementos relevantes y vibrantes de nuevas expresiones culturales y musicales, y no de una cultura mal llamada «subalterna»».
… y tenemos sabor, valorada por la también ensayista como «una obra de arte dentro de otra mucho más profunda»; la documentalística de Sara trasciende por su belleza fílmica y sus planos irreverentes, donde la realizadora es protagonista y convida al espectador a desentrañar los misterios de instrumentos legendarios. «En sus imágenes se reflexiona sobre una cultura popular integrada por blancos, negros, chinos, y sus mezclas, que conforman la identidad del cubano», aseguró García Yero.
La investigadora Ángela María Benítez Quevedo, del Centro de Estudio Nicolás Guillén de Camagüey (CENGC), reveló el empoderamiento de las raíces del Proyecto Cultural Grupo Vocal Desandann, expresión única de las tradiciones haitianas en la identidad cultural cubana.
Desandann, que mereció en el 2014 el Premio Memoria Viva, por el Instituto Cubano de Investigación Juan Marinello, «es un referente en el mundo por su manera de trasmitir en creole y a través de una metamorfosis lírica de lenguas los saberes y costumbres de ese hermano país», dijo Benítez Quevedo.
Vocal Desandann —afirmó la especialista— se ubica en un lugar cimero en el mosaico identitario caribeño, por su exquisita selección de su oralidad, trajes, y por su complementación con bailes y gestos en el escenario que atrapan al público y que trasmite el significado de sus canciones. «Estamos frente a una agrupación —signifió— que tiene como patrimonio una pedagogía única para comunicar mensajes y una haitianidad innata en su identidad cubana», sentenció.
Desde un análisis musicológico del repertorio de las agrupaciones Caidije, Bonio Patuá y Desandann, atendiendo a sus cantos, toques y conjuntos instrumentales, la joven investigadora Heidy Cepero Recoder, ofreció las herramientas para entender los componentes culturales provenientes de las raíces haitianas insertadas en la cultura musical cubana.
La joven profesora visibilizó además la necesidad de asumir esta cultura como auténtica para «no perder la memoria del referente histórico, de la cual las tres agrupaciones son depositarias, herederas y trasmisoras».
«Tradiciones y festividades camagüeyanas del siglo XIX y XX», de la doctora en Ciencias sobre Arte, Verónica Elvira Fernández, investigadora auxiliar de la Universidad de las Artes y del CENGC, y «La Rumba auténtica de Cuba: de baile lascivo a Patrimonio Cultural de la nación cubana», de la doctora en ciencias Bárbara Balbuena Gutiérrez, profesora titular de la Universidad de las Artes (ISA), mostraron el abanico cultural que es esta Isla, preñada de tradiciones festivas y sus músicas.
Novedosa resultó la ponencia: «Vaqueros del Blanquizal: siete décadas al lomo del son montuno», en la que su autora, Jezabel Naranjo Tamayo, especialista de proyectos culturales en la localidad de Guáimaro, desentrañó el acervo de esta agrupación familiar, de 77 años de fundada. «Su quehacer se enfoca en el más genuino son cubano. Ellos constituyen una viva expresión de la música tradicional campesina», acentuó Naranjo Tamayo.
Un homenaje para la música campesina y sus bailes convocó el Instructor de Arte, Yulier Espert, quien estableció los principales rasgos de este género en el antiguo Camagüey; así como, su presencia en agrupaciones emblemáticas del territorio: Conjunto Artístico Maraguán, de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y Loynaz, y el BFC.
La investigación del maestro Reinaldo Echemendía: «La conga camagüeyana: nuevos aportes», reveló aspectos autóctonos de esta manifestación camagüeyana, la cual se distingue de sus hermanas: a oriental y occidental.
En su análisis musicológico el profesor Echemendía descifró los toques armónicos y distintivos de este masivo y popular baile, interpretado erróneamente por surgir en una región mal llamada de blancos solamente. «Nuestra conga es espontánea, posee instrumentos musicales distintivos, artesanales y rudimentarios, los cuales se templan con fuego, utiliza el paso arrollador para bailarse y tiene como esencia la mezcla que creó Antonio Izaguirre, entre los redoblantes militares, los tambores y los toques africanos», subrayó.
LA RUMBA CUBANA SE VISTE DE GLORIA
A tono con el Premio Olorum 2017 concedido al cantante, compositor y director del grupo Rumbatá, Wilmer Joel Ferrán —por haber aglutinado, sostenido, expandido y llevado al gran público la cultura popular tradicional y el Folclor—, la especialista Cepero Recoder se acercó a la historia de la rumba en Camagüey.
Cepero enalteció a los primeros cultores, intérpretes y a las agrupaciones que mantienen el género dentro de su repertorio, como Maraguán, Camagua, Conjunto Arlequín, Los de Leonel y Rumbatá; considerada la revelación de la rumba cubana del siglo xxi, por la afinación de sus coros y la polirritma de su percusión.
«El proyecto se distingue también —dijo— por ritmos e instrumentos que no se apartan de la auténtica rumba —declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad—, los cuales llegan a los escenarios nacionales e internacionales con una forma contemporánea de defender ese género de raíces afrocubanas», comentó.
El respecto y vínculo de Ferrán con los géneros más tradicionales de Cuba, especialmente con la música hecha por trovadores de la talla de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Raúl Torres, a quienes les ha regalado en tiempo de rumba creaciones excepcionales, es también sello distintivo de la agrupación, aseveró.
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