En Cuba el béisbol y el cine no han tenido el juego de nueve innings que merecemos los aficionados. El encuentro entre estas manifestaciones de la cultura nacional ha sido, cuando menos, accidentado, lleno de contratiempos, omisiones y bateadores de poca fuerza. Del cine de ficción solo recordamos, si nos ponen en “conteo”, los largometrajes En tres y dos (Rolando Díaz, 1985) y Penumbras (Charly Medina, 2012), aunque este último no podemos ubicarlo estrictamente en el subgénero deportivo. Claro que hay alguna otra cinta por ahí, pero les digo: nada para los records.
Si repasamos los audiovisuales documentales la guía deportiva es poco mejor. ¿Alguien ha visto algo relevante y producido aquí, con la excepción del polémico Fuera de liga (Ian Padrón, 2003)? La televisión cubana graba imágenes de los eventos en el extranjero y las series nacionales; a cada rato las editan con un texto de fondo y le mezclan una banda sonora casi épica y ya está, los anuncian (y los premian) como documentales. Serán reportajes, entrevistas extensas, no sé… Pero documentales no.
Precisamente, la intención de homenajear a un atleta y a su deporte, sin la orfandad de recursos audiovisuales acostumbrada, distingue a El inmortal (2014, 27 min), escrito y dirigido por el joven periodista Yodeni Masó, quien participa con este audiovisual en el IV Concurso y Evento Teórico Ania Pino in memoriam. La obra es un documental histórico-biográfico sobre Martín Dihigo, pelotero negro que entre 1920 y 1947 lanzó y bateó pelotas como un semidiós, y está en los salones de la fama de cuatro naciones, pero sobre el que se ha escrito poco en Cuba y se ha filmado menos.
Para reconstruir su imagen se rastrearon exhaustivamente fotos, fragmentos de viejas películas y artículos de la prensa de entonces, ajustadas luego en un montaje cuyo tempo termina siendo el de un juego de béisbol, a ratos frenético, a ratos (los menos) sin progresión. Todo esto conforma una visualidad de la nostalgia, con un empaque moderno y atractivo, pero que hubiera precisado un uso más discreto de ciertos recursos gráficos empleados en los caracteres o a modo de transiciones entre los bloques temáticos.
El diseño dramatúrgico es sencillo y cronológicamente lineal, lo que favorece la claridad expositiva con la que el realizador rehace el periplo vital de su personaje, apoyado por una selección musical que lo contextualiza: del homenaje póstumo (con aquella elegía de Nicolás Guillén) a su natal Matanzas; los inicios en el béisbol; su consagración en ligas de México, Venezuela y Estados Unidos ―relacionada con procesos sociales como la Revolución Cubana―; la decadencia del ídolo (me hubiera gustado conocer más al respecto); y otra vez la muerte (cámara subjetiva mediante).
En el largo camino no encontrarán a aquel molesto narrador tan a la moda en algunos materiales recientes, que subraya por si el espectador no entiende lo ya evidente según las estadísticas deportivas y las entrevistas: el personaje es un as del músculo, y además un buenazo. Sin embargo no falta el elogio en este documental, se desliza a través del testimonio de historiadores, compañeros de juego y religión y uno de sus hijos. En consecuencia el realizador selecciona quirúrgicamente de sus entrevistados lo que necesita para su fresco de Dihigo, entre el aluvión de historias y honras que suscita un pelotero así.
Con el primer documental de su carrera Yodeni Masó evidencia vocación estética y rigor investigativo, intereses que un ejercicio constante de la realización seguro ajustará en sus goznes. El inmortal también resulta valioso porque pone un rostro al ídolo de nuestros abuelos; intenta revindicar a un personaje que inflamó el imaginario popular en la primera mitad del siglo XX, pero luego ha sido casi olvidado, como sucedió con otros veteranos de la “pelota rentada” en Cuba.
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