La ausente cultura y sus bocanadas

Siempre me ha alarmado algo: la orfandad, casi total, en los medios de comunicación cubanos de las figuras literarias, o de cualquier ámbito de las ciencias humanas, de especialistas fuera de los profesionales internos de cada sitio, pues aunque estos puedan alcanzar un nivel alto en el análisis de determinados fenómenos culturales les es imposible lograr la nitidez de pensamiento de alguien dedicado exclusivamente a ello, o alguien con un talento más delineado. Por ello las reflexiones profundas, reseñas profundas, ensayos profundos sobre la realidad de la cultura en los medios de comunicación en Cuba, son tambaleantes.

Es cierto que los periodistas hacen un esfuerzo, hasta triple, por defender los espacios de la cultura, ya sea en un noticiero televisivo, radial o en las páginas de los diarios; es cierto la pasión con que muchos se involucran en una supuesta especialización en dichos temas y abordan, cubren y critican los eventos de danza, trova o las ferias del libro; pero esa apariencia no es suficiente si se quiere lograr, de verdad, un trabajo serio. Sobre todo, porque a la par de ello deben escribir sobre la zafra, la llegada de las papas a los mercados y sobre el salidero eterno de la esquina (quizá sean los periodistas culturales de la televisión los más respetados en este sentido, los menos lanzados hacia otros temas, sin embargo, los trabajos de este medio son los menos agraciados). No es la entrevista atrapada por los pelos in situ, no es el reportaje armado cuando se llega al lugar del hecho sin conocer de a lleno a todos los personajes, no es la promoción de un libro que no se ha leído…, lo necesario para cubrir los espacios culturales en los medios. Eso es penoso.

Existen islas. Espacios aislados de esa fea realidad. Cráteres donde alguien se ha dado cuenta del ideal funcionamiento de las cosas, pero siguen siendo solo eso: islas. El mar que las separa del resto no permite la real difusión, la verdadera integración para que pueda decirse que en los medios cubanos se trata la cultura como se debe. Entonces se asiste a ese cuadro apenas descriptivo, a ese cuento vacío de lo que sucedió en tal o más cual lugar, a esa nota apurada porque ya es tarde para el cierre del noticiero, o esa falsa difusión del rock o la trova que no se escucha cotidianamente. Tampoco sería justo generalizar, hay profesionales que logran muy buenos trabajos, pero estoy hablando de la consistencia, del rostro real de la cultura que estamos mostrando en los medios aunque existan excepciones.

Una de esas islas es La Jiribilla (con sus limitantes temáticas, pero con un trabajo mucho más serio y profundo que logran mediante los dossier) que anima a disímiles escritores, dramaturgos, etc, a colaborar en su espacio; otro intento de isla es el Noticiero Cultural, muy buen proyecto que también aúna a quienes están ausentes en otros espacios, aunque los reportes llegados de las provincias para llenar el resto del espacio siguen padeciendo de lo que antes narraba.

El caso del sitio web de la AHS me parece otro ejemplo, otro intento de ruptura con lo mal hecho. En primera, es un privilegio que una asociación como esta haya abierto una página digital (si lograra circular impresa fuese mucho mejor) para difundir, en especial las acciones de los jóvenes creadores, así como otros temas culturales. El perfil nació apegado al funcionamiento de un medio de comunicación y quizá las faltas vengan dadas por esas erróneas manías de los propios periodistas que colaboran, pues una gran parte aún trabaja en los medios a lo largo del país. La ventaja es que han logrado promocionar diariamente las opciones, sucesos culturales y artistas de todas las ramas; que han logrado movilizar a colaboradores en todas las provincias sin tener plantilla u obligaciones para ello, y eso solo es posible gracias al prestigio que significa para muchos publicar aquí y a la merecida remuneración por ello. Han logrado, también, contar con la presencia de varios escritores que colaboran asiduamente, cosa que no sucede mucho en otros medios (Heriberto Machado, Elaine Vilar, Eldys Baratute, Yunier Riquenes, etc.). No voy a hablar de revistas como Amnios, La siempre viva u otras, porque su dinámica no es la periodística.

Luego de todo esta reflexión que solo pretende que pensemos juntos en este fenómeno, también me pregunto las causas, los porqués. Irremediablemente aparece la siempre injusta o polémica tarifa de pagos a los colaboradores; aparece el prestigio (bueno o malo) que han ganado los medios de comunicación y que provoca que los mejores autores (en este caso solo estoy pensando en las cuestiones culturales) no quieran aparecer en esas páginas, en ese espacio televisivo o radial.

Históricamente, en cualquier lugar del mundo, en cualquier época, notorios escritores, críticos, editores… han escrito para los diarios (y no solo los especializados en temas culturales exclusivamente). Si hago un paneo fugacísimo, pienso en García Márquez, Octavio Paz, Vargas Llosa, Jorge Ibargüengoitía, José Martí, Margo Glantz, Joseph Brodsky, Mark Twain; y eso, en la Cuba de hoy no ocurre, no quieren escribir ni comparecer en los medios, con puntuales anomalías. «Para Goethe la lectura de los periódicos era un rito; medio siglo después, para Baudelaire, era una abominación»1.

Mientras eso no se solucione, mientras el interés de los medios por cambiar esa realidad no sea visceral y verdadero, seguiremos asistiendo a un parco panorama, a una simplista muestra, a solo una enunciación de la cultura.

1 Paz, Octavio (1993). Itinerario.

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