La historia del cine cubano está ligada indisolublemente a la gráfica, pero esta unión no significa dependencia, cada uno de los miembros puede perfectamente funcionar de manera autónoma.
En el caso del cartel cinematográfico tiene como propósito no solo promocionar la obra en cuestión sino también enriquecer la educación visual del espectador en función de los valores culturales que defiende un arte que con libertad formal y creativa expresa la premisa de un filme. A decir de la crÃtico de arte estadounidense Susan Sontag: «el cartel efectivo… lleva siempre en sà la dualidad que enmarca propiamente el arte: la tensión entre el deseo de decir (claridad, exactitud literal) y el deseo del silencio (mensaje trunco, economÃa de medios, condensación, evocación, misterio, exageración)».1
A pesar de que la producción gráfica cubana sufrió una depresión a partir de los años 90, no ha dejado de realizarse y se revitaliza en eventos importantes que se suceden en el panorama cultural cubano, como es el caso de la Muestra Joven ICAIC. Este acontecimiento aglutina a los creadores jóvenes no solo para concursar con realizaciones cinematográficas sino también con carteles que identifican estas pelÃculas. Una verdadera muestra de la vida que tiene este arte.
La Muestra Joven ICAIC, desde su propio cartel, defiende los presupuestos propios de una obra arte, en tanto se sintetizan los puntos de vista que defiende este encuentro de jóvenes. Como objeto central una crisálida, sÃmbolo de la gestación, de la fertilidad, de lo que está a punto de nacer y aun cuando se desconoce sus caracterÃsticas futuras se presagia un vuelo. También se enuncia su eslogan SERÃ, un enigma en positivo, un espacio que se busca, una proyección de futuro que se avecina participativo, no importan los colores, las formas, todos serán mariposas y volarán.
Con este precedente se convocan a los diseñadores de menos de 35 años a concursar con sus carteles sobre las realizaciones cinematográficas. Buena respuesta y con una amplia gama de creaciones, unas más provocadoras, otras más tradicionales pero todas convergen en la pluralidad de miradas que caracterizan el arte contemporáneo cubano.
Con propuestas interesantes que van desde el recurrido uso de un fotograma, ya sea de un primer plano del protagonista, el momento de mayor tensión en la resolución del conflicto o un hito importante del discurso audiovisual que marca toda la obra. Otros apuestan por la representación del objeto que genera el conflicto y que hasta puede dar nombre al audiovisual. Y están los más atrevidos, los que se convierten en verdaderas metáforas visuales, que buscan una mayor complicidad con el espectador, una mayor indagación que puede continuar con el visionaje del material cinematográfico y terminará con esa tercera obra de arte que construye el público luego del proceso perceptivo, al final la más importante, lo que cada quien se lleva consigo.
Ahondan en temáticas como la niñez no feliz, las nuevas tecnologÃas, la homosexualidad, la soledad, las introspecciones, la historia, las relaciones humanas, todo un abanico de temas que desbordan la creatividad de artistas jóvenes.
Entre los carteles más atractivos están Belleza, Un instante, Ornitorrinco, Conmigo…
Por suerte, eventos culturales como este seguirán impulsando a este mal llamado «arte menor». Potenciar su desarrollo significa también provocar a artistas y retar a la creación a superarse y mostrar que la verdadera obra de arte es la que logra comunicar, provocar y transformar al espectador que la sigue. Larga vida al cartel cinematográfico cubano, esos objetos de lujo.
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