Danza de cuatro esquinas

Al guantanamero Julio César Rodríguez Azahares el destino lo colocó entre el deporte y el arte, y aunque nunca sospechó cambiar los bates por las zapatillas, hoy día, la danza es toda su motivación.

Si bien la propuesta de su entrenador de béisbol para ingresar a la Escuela de Iniciación Deportiva de la provincia, le atraía, fue más fuerte la insistencia de una vecina del barrio que veía en Julio César Rodríguez Azahares, condiciones para el baile; y lo convocó a realizar las pruebas de aptitud en la Escuela Vocacional de Arte (EVA), de Guantánamo.

Amante de la danza teatro, el histrionismo y la corporalidad danzante, Julio César apuesta en escena por los sucesos dramáticos y las situaciones por las que atraviesa el ser humano.
Amante de la danza teatro, el histrionismo y la corporalidad danzante, Julio César apuesta en escena por los sucesos dramáticos y las situaciones por las que atraviesa el ser humano.

«Ella lo diría porque me veía bailar reggaetón con los muchachos de la cuadra y siempre estábamos preparando algo para las fiestas del CDR», me comenta jocoso el joven bailarín nacido en la tierra del Guaso, y acreedor en 2016 del Premio Ramiro Guerra que otorga la Asociación Hermanos Saíz, a la Mejor Interpretación Masculina en la categoría de Danza Contemporánea.

Aunque a sus 23 años, Julio César acumula varios galardones, menciones y reconocimientos especiales en prestigiosos certámenes nacionales, y se encuentra realizando estudios superiores en la Universidad de las Artes (ISA), reconoce que su entrada «al mundo de la danza» en la antigua EVA del territorio, fue solo por embullo.

«Pasaron varios meses antes de que me empezara a gustar la especialidad, incluso sentí complejo», rememora.

¿Entonces comenzaste por curiosidad?

«Puedo decir que sí. Imagina que en mi familia era el primero que se encaminaba en el arte, todos pensaban que seguiría en la práctica del deporte. La danza era un ámbito totalmente diferente a lo que conocía. Ni siquiera sabía si tenía talento o condiciones para desempeñarme, pero decidí arriesgarme y hacerlo».

Y parece que aquella vecina tenía razón, o quizás desde ese momento vislumbró en el pequeño pelotero que lideraba «grupitos» de baile, una carrera arriba del escenario.

«La danza es mi lenguaje. Siempre que deba decir algo, trataré de hacerlo con la danza. Siempre que respire trataré que sea a través de ella, porque es mi motivación», expone sinceramente Rodríguez Azahares, mientras me confirma que fue la rigurosidad de sus docentes, en las clases que empezó a recibir, las que avivaron sus dotes -naturales- como bailarín.

Al término del Nivel Elemental continuó estudios en la Escuela de Arte Manuel Muñoz Cedeño, de Bayamo; pero retornar a Guantánamo para concluir el Nivel Medio, fue definitivo en la formación del novel danzante.

«Que las máximas figuras de las compañías profesionales del territorio me impartieran clases, fue grandioso. Cada sesión de Composición y repertorio, Técnica de la danza y Folclor recibidas por los maestros Ladislao Navarro, Alfredo Velázquez y Ernesto Llewellyn marcaron y solidificaron todo lo que sé y lo que me interesa de la danza», no vacila en responder.

Y habla con orgullo de su etapa final de estudiante, de regreso al extremo más oriental, como también de su entrada como bailarín profesional en la compañía Danza Fragmentada.

«Es mi escuela madre, mi segundo hogar. Fue determinante estar ahí junto al profe Ladislao y bailar con primeros bailarines como Esteban Aguilar, y otros muy talentosos como Ernesto León, Aurelio Planes, Aliyannis Gómez, Lowert Elliot…, que me apoyaron mucho. En Fragmentada me apropié de códigos y herramientas que solo aprendes en las tablas, frente a un público».

También en Fragmentada empiezas a explorar la coreografía…

«El trabajo de la compañía y la concepción del Espacio Interior que cada semana presenta al público, deja abierta las puertas a la creación y estimula el montaje de las piezas. Lo hice, resultó, y hasta ahora mantengo ese bichito», jaranea.

¿Entonces qué discursos te gustan manejar?

«Me mueve el ser humano y las situaciones por las que atraviesa, y más allá de eso me gusta hacer cosas nuevas. Seguir contemporaneizando mi cuerpo y experimentando, y nutriéndome tanto de mis referentes en la danza como de otros buenos coreógrafos que puedan ir apareciendo.

No supiera decir si prefiero bailar o coreografiar, pero sé que cuando finalizo una obra me libero un poco más…creo que las dos cosas van a la par…», acotó Rodríguez Azahares, quien en octubre del pasado año se agenció con la obra Unánime, el Gran Premio de Coreografía y el de Interpretación Masculina, durante el Concurso Nacional de Coreografía e Interpretación DanzanDos, en Matanzas.

Que le hayan otorgado también durante el 2016 una Beca de Creación en el certamen Tecnologías que danzan que auspicia el Festival Internacional DV Danza Habana, Movimiento y Ciudad, refleja muy bien su tránsito por la academia que rige las artes en Cuba, y una nueva vocación que descubrió durante el segundo año de la Licenciatura.

«El proyecto consiste en lograr hacer la Videodanza con personas que no sean bailarines. Por eso le llamo Perspectivas. La propuesta es que el sujeto dance pero en su propio medio, con lo que tenga a mano. Si es chofer, desde el carro frente al timón, un vendedor ambulante con sus frutas, o un afilador de cuchillos, un mecánico…; siempre desde su punto de vista», explica Julio.

«Yo solo intervengo como director y el resto del equipo se encarga de la cámara, la fotografía y la producción. Pienso que para el mes de julio esté concluido el proyecto…aunque en el futuro quisiera seguir incursionando en este género audiovisual».

¿Qué otras cosas tienes en planes?

«Bailar…y coreografiar, y tratar de vincularme a alguna compañía o proyecto danzario de La Habana. Pero siempre que me lo permita el tiempo, regresar a mi tierra a compartir mis conocimientos con Fragmentada y el público guantanamero», concluye.

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