Dios no me tiene en cuenta o el pretexto para no dejar de soñar

Este autor, aunque joven, trae entre sus manos numerosos premios literarios nacionales y foráneos, convirtiéndolo en una de las voces más seguidas en el panorama escritural de la isla. Afirma conocer lo “duro” de participar en concursos, pero aun así se lanza cada vez y le ha ido bien.

Yonnier Torres Rodríguez (Placetas, 1981) ha publicado varios libros cuyos referentes —confiesa el autor— son más culturales que vivenciales, no se encariña demasiado con sus personajes pues suelen dejarle un vacío cuando llegan al público, a quien ofrece la mayor responsabilidad como escritor y, a pesar de no reconocer un trabajo sustancial de la crítica, expresa no haber tenido una relación autor-editorial desastrosa.

Le propuse esta entrevista a propósito de su reciente Premio Calendario de Poesía, intentado que el lector —jurado más exigente— conozca un poco más allá de sus personajes y versos a un autor a quien, según el título de su poemario, Dios no tiene en cuenta, pero el tribunal de los certámenes apuesta por él.

16387091_10206765963866306_7898462788387153996_nRecientemente, tu cuaderno Dios no me tiene en cuenta recibió el Premio Calendario de Poesía 2017, convirtiéndote en uno de los pocos autores cubanos que ha logrado alzarse con ese galardón en diferentes géneros. ¿Qué significado adquiere para ti, como autor, este hecho?

Sin dudas, el Premio Calendario es uno de los reconocimientos más importantes para los escritores jóvenes en Cuba, obtenerlo dos veces, en el año 2011 con mi libro de cuentos Esto funciona como una caja cerrada, y este año en la categoría de poesía con Dios no me tiene en cuenta, me llena de alegría y satisfacción. Esto funciona…reúne mis primeros cuentos «decentes», que escribí mientras cursaba el Taller de Técnicas Narrativas del Centro Onelio Jorge Cardoso, esto fue, digamos, un punto importante en mi propia concepción creativa, antes de entrar al centro sólo era un muchacho a quien le gustaba contar historias, de allí salí con la convicción de que «era» y sería escritor. Así que mi Calendario del 2011 de algún modo se lo debo al Centro Onelio. Dios no me tiene en cuenta también reúne mis primeros poemas «indecentes» que fui puliendo de a poco entre certámenes, convenciéndome de que podía escribir poesía, aunque la etiqueta aún no me atrevo a colgarla en mi camisa.

16425993_10206765968426420_8638893713120327788_nTu trabajo escritural se ha visto reconocido con diferentes premios tanto en narrativa como en poesía, lo cual le ha dado —digamos mayor visibilidad— a tu voz creadora dentro de la efervescencia literaria en la isla. Sin embargo, ¿ha sido cada certamen para Yonnier Torres lo que esperaba? ¿Qué debe tener en cuenta un autor —desde tu propia experiencia— a la hora de participar en cualquier concurso?

Participar en concursos es un proceso duro, sobre todo porque tienes la enorme posibilidad de no obtener el premio y las pérdidas, de por sí, dejan un gran vacío en el ánimo, en la intención y en la auto-confianza. Yo recomiendo enviar a los certámenes casi que con los ojos cerrados y olvidar que has enviado, así te sorprenderá un mensaje electrónico de felicitación (donde un amigo te adelanta la buena nueva antes que lo hagan los organizadores) o una llamada telefónica, justo antes de que te eches en la cama a lamentar la derrota literaria. Eso sí, aún con los ojos cerrados, debes ponerle empeño a tu obra y tener en cuenta que ningún concurso es justo (ni siquiera en los que ganamos). Los resultados dependen de un mecanismo engorroso, de una fórmula donde se combinan decenas de variables, intenciones, como diría un amigo: un tejemaneje de grueso calibre. Los concursos son quizás la vía para obtener visibilidad, publicar la obra y quizás, invitar a tu pareja a cenar a un restaurant de tercera categoría, pero también puede ser el camino al vicio, a la fiebre, a la perdición.

Por los resultados que alcanzas se puede intuir tu constante participación en certámenes literarios, pero, ¿se trata acaso de una cuota establecida, o es sólo necesidad de expresarte y exorcizar emociones, quizás una mezcla de ambas?

Los concursos, como dije en la pregunta anterior, no son más que una vía para publicar, para darle a conocer a otros lo que estás haciendo, el reconocimiento como el dinero es efímero, lo que queda, cuando se apagan las luces artificiales, es la obra (y quizás esa foto que publicamos en Facebook con el diploma o el ramo de flores en las manos). En el peor de los casos, ser un concursante empedernido te puede convertir en un animal rabioso, al que le brillan los ojos cuando recibe en su buzón electrónico las bases de un certamen, hace malabares para enviar su obra, se le ensucian las manos mientras convierte cuentos en poemas, novelas en obras de teatro y recortes de la prensa en artículos periodísticos. Yo, de momento, me ando vacunando.

Al saberte uno de los escritores jóvenes más reconocidos y, por ende, más seguido por los lectores en estos momentos, me atrevo a preguntar,¿implica esta realidad para ti un reto, tal vez responsabilidad?

Mi responsabilidad, y lo tengo claro, está con los lectores. A raíz de la publicación de Cerrar los puños (Editorial Gente Nueva, 2015) sentí que algo había cambiado, que lo más gratificante en este ingrato oficio, es que se te acerquen las personas (de diferentes edades, sitios y profesiones) y te digan que el libro les encantó. Hace un par de semanas se me acercó un niño de doce años para hablarme de la novela, de lo mucho que le había gustado y para discutir conmigo los posibles derroteros de un final abierto. Ya te digo, no existe sensación más gratificante.

¿Cómo percibes el movimiento creativo actual de narradores y poetas en la arena nacional? ¿Cuál de estos dos géneros crees que goza de mayor vitalidad, autenticidad?

Yo juego en los dos equipos, y se me hace difícil tomar partido. Disfrazado de narrador soy parco, reservado, asisto a lecturas o tertulias si me pagan, regateo derechos de autor y me muestro hosco en las reuniones sociales.

Con la máscara de poeta soy temerario, arriesgado, abrazo a los amigos, muerdo a los promotores para que me inviten a sus espacios, no hay selección de poemas que me corra diez metros, y de vez en cuando les digo a las chicas: «belleza, tus poemas son magníficos».

Algunos autores, editores, incluso lectores, conjeturan que el proceso editorial en el país es aún insuficiente, debido a atrasos, pobre promoción y divulgación, la no apreciación del libro como objeto venal, entre otras causas. ¿Consideras válidas estas opiniones? ¿Cómo ha sido tu relación autor-editorial?

Los autores, editores y lectores, somos algo así como una horda de sobrevivientes. En las entrecalles nos contamos nuestras penas: que si la cartulina seca se tragó los colores de la portada, que si la imprenta no saca mi libro hasta que la editorial no salde las cuentas pendientes, que si la camioneta se rompió y hasta que no la arreglen mis libros van a dormir la siesta eterna del almacén. Tan ardua empresa lo que necesita es voluntad y reflejos entrenados. Mi relación autor-editorial no ha sido desastrosa (conozco casos peores) he corrido con suerte y he tenido, además, la dicha de trabajar con editores excepcionales de los cuales he aprendido mucho.

Apelando a tu condición de autor joven, ¿opinas que existe en Cuba un trabajo sólido, sustancial, en cuanto a crítica literaria se refiere?

Ni sólido, ni sustancial, apenas existe.

¿Cuáles esencias, arquetipos, nutren la obra de Yonnier Torres?

Mis referentes son más culturales que vivenciales, bebo de lo que veo, lo que escucho, lo que me hiere. Soy un alto consumidor de películas y series de televisión, leo cincuenta páginas diarias, los fines de semana voy al teatro, me alimento como una planta trepadora.

De todos los personajes que habitan tus historias ¿cuál te ha marcado en alguna manera?

Aunque no acostumbro a inmiscuirme, personalmente, en las historias que construyo, en cada personaje hay algo de mí, algo de lo que soy, de lo que he sido, o de lo que me gustaría ser. Poseo un modelo femenino, se llama Claudia, permea la mayor parte de mis historias, aunque se vista siempre con un traje distinto. Por otra parte, trato de no encariñarme mucho con mis personajes, cuando el libro sale publicado dejan de ser míos y me dejan un agujero en el pecho.

Si parado frente a un espejo —alejándote un momento de tu realidad objetiva— tu otro yo preguntara qué clase de escritor eres, ¿qué le responderías?

Uno que no deja de soñar.

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