Rasta danza desde el corazón

Ser fiel a sus creencias y crecer cada día más como bailarín forman parte de las prioridades de Yaser Domínguez Oquendo, un guantanamero integrante de Acosta Danza, novel compañía del bailarín y coreógrafo Carlos Acosta.

Rasta Rasta, así se hace llamar en Facebook, porque lo Rastafari forma parte de sus convicciones de vida, pues asegura que hasta sus dreadlocks le han enseñado a reafirmar que gracias a su apariencia física y creencias ha crecido como artista.

Temeroso por la entrevista, Rasta Rasta refiere que nunca había sido interpelado por un periodista: «soy mejor danzante que orador, trataré de hacerlo lo mejor posible», me comenta Yaser mientras le pido que piense que está bailando.

El principio en la danza: la formación

«De pequeño ya estaba vinculado con la danza pues formaba parte de la academia para niños en la compañía Danza Fragmentada. Una instructora de arte en la primaria, tal vez vio en mí un futuro bailarín, y me llevó a hacer las pruebas en la Escuela Vocacional de Arte Regino Eladio Boti en esa especialidad, pasé los exámenes y entré a la escuela.

»En el nivel elemental pasé un poco de trabajo, era un muchacho gordo, por eso tenía que trabajar el doble y los profesores así me lo exigían. Con un duro entrenamiento mejoré mucho, tanto que llegué a ser el monitor de la clase técnica, que para un estudiante es algo importante.

»Ya en el segundo año, que sería octavo grado, mi cuerpo se fue adaptando a la idea de ser bailarín con las preparaciones físicas y las diferentes clases. En ese momento, los profesores fueron los que armaron todo, a esa edad uno se deja llevar, todavía no eres consciente de lo que puedes hacer y lograr; los profesores son los que te van sacando el ángel de bailarín que llevas dentro.

»Para el tercer año a mi grupo lo atendió Alfredo Velázquez, en la clase técnica, él fue el que puso el detalle, fue quien dijo: “esto va a ser para ti, de ese modo” —refiere Yaser emocionado— siempre me decía que tenía un ángel y debía explotarlo, que no me podía quedar en la forma, tenía que superar los límites.

»Realicé los exámenes para el pase de nivel y entré en la Escuela Provincial de Arte de Bayamo. Uno iba allí a comerse el mundo, no era momento de amedrentarse.

»En el tercer año, a mitad de curso, no teníamos profesores en Bayamo y Alfredo Velázquez dijo que nos llevaran para Guantánamo… las raíces llamaban nuevamente, y para acá nos trajeron a los 26 estudiantes que conformaban mi grupo.

»Alfredo tuvo el apoyo de los maestros Ernesto Llewelyn, director del Ballet Folklórico Babul y Ladislao Navarro, director de Danza Fragmentada, con ellos tres ya no hacía falta nada más, eran los facilitadores de las herramientas necesarias para salir de la academia con un excelente nivel, era momento de arriesgarse o simplemente quedarse en tu zona de confort.»

Danza Contemporánea de Cuba: crece el bailarín

«Estando en el tercer año del nivel medio participé en la primera edición del concurso Ernestina Quintana y allí me vio bailar el maestro Miguel Iglesias, director de Danza Contemporánea de Cuba (DCC), me propuso formar parte de ese proyecto.

»Llegar a DCC fue un privilegio, allí yo veía siempre grandes bailarines que admiraba. Estábamos en un mismo espacio y yo muchachito al fin, imagínate, al verlos era mucha la pena, pero al mismo tiempo las ganas de llegar a ser como ellos se multiplicaban.

»Mi cuarto año del nivel medio fue en DCC, una etapa muy difícil. Estaba becado y muchas veces no tenía qué comer, no cobraba, vivía prácticamente de lo que mandaba la familia, y esa situación en ocasiones te amilanaba, pero cuando me paraba en el tabloncillo uno miraba a su alrededor y crecían las ganas de llegar a ser como esos grandes bailarines y representar en cualquier lugar a DCC.

»Durante los primeros 7 meses estuve en la banca para aprender el repertorio de la compañía y hacerlo bien. Con la coreógrafa Margarita Vilale, y en solo una semana, aprendimos obras del repertorio de la compañía, como Mambo 3XXI y Demo-N/Crazy. Dos meses después yo formaba parte del primer elenco.

»En DCC uno madura mucho físicamente, la experiencia escénica y otras tantas manías de bailarín… y aunque aún me falte mucho tengo que seguir trabajando. Cuando piensas que lo lograste todo, todavía te falta mucho más; Iglesias nos enseñó a ponernos al límite todos los días, para lograr grandes cosas, eso lo he aprendido de él y de mi paso por esa gran familia.

»Danza Contemporánea de Cuba fue ese momento de fogueo, de aprender mucho más sobre la danza, de crecer como profesional en una importante compañía donde llegué a ser primer solista, hasta que decidí irme, aún con las dudas si lo que estaba haciendo era lo correcto.»

Acosta Danza: perfeccionar la danza

«Estuve dos meses sin hacer nada luego de irme de DCC, supe entonces que Carlos Acosta estaba en La Habana y que recién había comenzado su propia compañía, así que fui a verlo. Le dije que estaba sin hacer nada, él me miró y me pidió que me cambiara e iniciara los ensayos.

»A Carlos Acosta lo conocí en una gira con DCC en Londres. Bailamos juntos su obra Tocororo Suite; pieza en la que él pudo verme como bailarín.

»Sabía que al incorporarme en Acosta Danza tendría que lidiar con el ballet clásico y a mí nunca me gustó. Lo mío siempre fue la danza contemporánea tírate pa´ aquí y pa´ allá, pero me di cuenta que el ballet hace falta y con él mi danza ha evolucionado más, el ballet ha limpiado mis movimientos.

»Uno nunca debe restarle valor a nada, debe enriquecerse con varias tendencias y formas de bailar, y eso es lo me que sucedió en Acosta Danza.

»Cuando entré a la compañía ya había un repertorio montado, por lo que tuve que aprender rápido. Pude bailar en Carmen y en las últimas presentaciones en el Gran Teatro obras como Hokiri, de Mickael Marso Riviere.

»Solo tengo 23 años pero hay bailarines en el mundo que con 55 años siguen bailando, porque se cuidan, y en Acosta Danza he tomado conciencia de mi cuerpo. He aprendido que es mi herramienta de trabajo y no se puede dañar, hay que estirarse, ponerse hielo, y estar en… sino ni a los 30 llegas.»

Soy puro Guantánamo….

«Cuando me preguntan de dónde soy, lo digo bien alto, soy puro Guantánamo. La Habana está contaminada de orientales y guantanameros específicamente, quienes hoy son protagonistas de grandes compañías danzarias de este país.

»A Guantánamo le debo el ser bailarín, la oportunidad de tener grandes profesores que me inyectaron el bichito, que ha permitido que me mantenga danzando y creciendo como artista. Aquí la danza se hace de corazón y por eso es que hay que volver a las raíces para no olvidar de dónde vienes.

»Lo que sale de mi boca, de mi danza es puro Guantánamo, yo bailo y expreso de donde soy, sale esa guapería guantanamera.

»A Guantánamo le agradezco haber conocido a Alfredo Velázquez, para mí el fue lo más grande, hizo que explotara la parte creativa, humana. En la escuela nos sentábamos con él y nos hablaba como profesionales, de cuán difícil y sacrificada es la vida de un danzante, y eso también hizo que nos identificáramos con él, como profesor y persona… que amáramos un poco más lo que hacíamos.

»Bailar es mi esencia de vida, sé a dónde quiero llegar, por eso lo hago siempre… pisando fuerte, a lo grande, a lo Bombo CLAT… esa es mi filosofía.»

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