Nunca habÃa estado en un festival de cine. A pesar de mis 31 años y de haberme graduado en Historia del Arte, nunca pude ver una pelÃcula en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, a mi ciudad natal, Bayamo, no llega ni la brisa de este evento cultural.
Pero por suerte, como reza el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena, y en esta edición, la 38ª, vivà la experiencia de la elección de la pelÃcula, un poco a ciegas, un poco guiándome por mis instintos. Del pasaporte, de la cola para entrar y luego, de vivir a la gente, a tanta gente, de tantas edades diferentes, que busca a oscuras la imagen de la pantalla grande.
Me estrené con Desierto, una producción mexicano-francesa realizada por el director Jonás Cuaron en el año 2015. Una excelente pelÃcula que trata sobre el ser humano y sus lÃmites, sus sueños, sus miedos, sus realidades y circunstancias, ubicadas en el contexto de la migración y la búsqueda del sueño americano. Un verdadero reto a la creatividad, que vence con creces Cuaron, con una estética realista, la utilización del recurso sorpresa y con la expresividad de los planos de un desierto. Indaga en las relaciones humanas dominante-dominado, cazador-presa, yo-nosotros, todo un entramado que se pone a prueba si de sobrevivir se trata.
Un final abierto pero bien sugerente. El espectador decide a dónde llegan los personajes: cumplen su tan ansiado sueño, regresan a casa o simplemente llegaron… a la vida.
Una pelÃcula digna de todos los premios ya alcanzados: Festival de Sitges: Sección oficial largometrajes, Premios Fénix: Nominada a Mejor sonido, Festival de Toronto: Premio FIPRESCI – Special Presentations.
Pero yo, además de vivir esta historia, me emocioné con la gente que gritó alentando al protagonista positivo, Moisés (Gael GarcÃa Bernal), que desaprobó al negativo, Sam (Jeffrey Dean Morgan ), que brincó en las butacas con el primer disparo y que aplaudió cuando el bien triunfó con todas sus manchas de humanidad.
Cuando salà del cine y miré todas las encuestas entregadas, vi que la mayorÃa marcó «muy buena», y yo no fui la excepción, pero mi «muy buena» llevaba la intención de la primera vez: de una de lujo.
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