Historiar y entender el conflicto Cuba-Estados Unidos en su dimensión es una tarea crítica para nuestro país, máxime en estos momentos de aparente relajación en las tensiones. Solo siendo capaz de adelantarse a los movimientos del adversario y diseñando políticas coherentes y eficaces para contrarrestar la injerencia y la penetración, apuntan los entrevistados, es posible garantizar la sobrevivencia de nuestro proyecto social.
Esteban Morales (EM) y Elier Ramírez (ER) desde hace varios años estudian la compleja dinámica en las relaciones bilaterales entre la pequeña isla del Caribe y el imperio hegemónico global. Ambos accedieron generosamente a conversar y debatir en La Caldera.
Elier, el diferendo Cuba-Estados Unidos se remonta a los orígenes mismos de ambas naciones. ¿Qué características ha tenido este proceso y cuáles son las etapas por las que ha atravesado?
ER: En las cosas que hemos escrito respecto a Cuba y Estados Unidos (EEUU), decimos que es un conflicto más que un diferendo. Es el término más adecuado. Diferendo existe entre casi todos los países por cuestiones de frontera, etc. Pero un conflicto de naturaleza sistémica como es el caso de Cuba y EEUU va mucho más allá e incluso su esencia es hegemonía versus soberanía y así ha sido durante casi dos siglos.
Alrededor del conflicto se han construido varios mitos. Uno de ellos es que surgió en 1959 o cuando Cuba se alió a la URSS, luego de la visita de Mikoyan en 1960. Esto es muy fácil de desmontar, contando incluso con los documentos norteamericanos que se han ido desclasificando. Antes incluso de la visita de Mikoyan ya la decisión de cambiar el régimen en Cuba había sido tomada.
Estados Unidos no es un actor racional único, lo cual también hemos señalado con frecuencia. Muchas veces se establecen conflictos entre el Departamento de Estado y los restantes organismos que tienen que ver con la política exterior. En el momento del triunfo de la Revolución habían contradicciones, se estaba dando una fase de exploración a ver cuál iba ser el camino que iba a tomar la Revolución, si bien, como ha señalado Esteban en múltiples trabajos, desde antes del triunfo EEUU había buscado vías para evitar que el Movimiento 26 de Julio llegara al poder. Habían optado, incluso, por la llamada tercera vía: ni Batista ni Fidel Castro.
Luego de la Primera Ley de Reforma Agraria, hay un consenso entre las distintas estructuras de poder de EEUU en el hecho de que era imposible sostener otra política que no fuera la del cambio de régimen. Ya a fines de 1959 hay un documento de la CIA que plantea que la única política que podía dar algún resultado era la eliminación física de Fidel Castro. Otro documento revela que en noviembre del 59 Allen Dulles, director de la CIA, se reúne con el embajador británico en EEUU y le pide por favor que su gobierno no le venda los aviones Hunter a Cuba, para que así la isla se viera obligada a comprárselos a la URSS. Esto daría un pretexto para la confrontación. Algo parecido a lo hecho en la Guatemala de Jacobo Arbenz. Ya en 1960, cuando se produce la visita de Mikoyan, se estaba preparando lo de Girón y en marzo se aprueba el Plan de Acción Encubierta contra el gobierno de Fidel Castro.
Si miramos en la historia, vemos que el conflicto se remonta a una época anterior a la existencia de EEUU como una nación independiente. Hay pronunciamientos de Benjamín Franklin, a finales del xviii, planteándole a Inglaterra la necesidad de tomar Cuba, por la importancia que tenía desde el punto de vista geoestratégico para los EEUU. Muchos colonos norteamericanos participaron en la toma de La Habana en el año 1762 y fueron los que más se opusieron a que Inglaterra devolviera Cuba a España.
La mayoría de los documentos norteamericanos de inicios del siglo xix, demuestra que Cuba era para EEUU más importante que Puerto Rico, lo que explica sus intentos de bloquear la independencia de aquella. Asumieron también una actitud amenazante contra el plan de Bolívar y Guadalupe Victoria, el presidente de México, quienes querían lanzar una expedición para liberar ambas islas. Hicieron todo lo posible porque el tema no fuera siquiera tratado en el Congreso de Panamá. Presionaron mucho.
Esta postura en contra de la independencia de Cuba se explica por la convicción de EEUU de que no tenía aún el poder para enfrentar a ninguna potencia europea, por ejemplo Inglaterra, que quisiera apoderarse de la isla. Por tanto, ellos preferían que estuviera en las manos más débiles, las de España en este caso. De ahí la política de la «Fruta Madura», que fue la que guió a Estados Unidos en su actitud hacia Cuba, hasta finales del siglo xix que es cuando se concretan sus planes.
Es decir, no ha habido una relación normal entre ambos países desde el inicio de las relaciones mutuas. No se puede hablar de normalidad en la colonia y mucho menos en la república neocolonial burguesa. No la hubo en la Revolución y todavía está por verse si, a raíz de los cambios que están ocurriendo, la habrá.
En el conflicto Cuba-EE UU es evidente un sentido de continuidad entre las diferentes etapas. Esto es algo que Esteban ha abordado en diferentes trabajos, por eso me gustaría preguntarle ¿En qué contexto y escenario se desenvuelve la política norteamericana actual? y ¿cómo determina esta situación general la política particular de Estados Unidos hacia Cuba?
EM: Uno de los fenómenos con que yo me he tropezado en el proceso de estudio de las relaciones entre ambos países, es el fenómeno de no guiarnos única y exclusivamente por la coyuntura, es decir, por lo que está ocurriendo en el momento. Es preciso, en el análisis interpretativo, ser capaces de predecir los futuros comportamientos de la política norteamericana hacia la isla. Esto es extraordinariamente difícil, porque por lo general los análisis que se hacen son de coyuntura, qué está ocurriendo hoy o qué ocurrió ayer, pero esto no es suficiente. Para nosotros predecir lo que pueda ocurrir con la política norteamericana es una cuestión de vida o muerte y eso necesariamente nos lleva a la predicción y a la necesidad de la modelación política.
Existe la modelación económico-matemática, pero hay menos desarrollo en la modelación política. Esta última significa adquirir en el proceso de análisis la capacidad de pronosticación. Y para poder tener la capacidad de pronosticación hay que echar mano de instrumentos que, a veces, nuestras Ciencias Sociales no han sido capaces de emplear en el proceso de análisis. A partir de1997-1998 comenzamos a formular un modelo de análisis para la confrontación entre Cuba y EE UU. Dicho modelo implicaba la necesidad de usar un conjunto de instrumentos de trabajo que incluyeran la planificación. Este modelo de análisis es incluso un modelo matemático, pero yo les puedo asegurar que al leer el análisis se pueden olvidar de las matemática y enfocarse en lo que dicen las letras. Nosotros lo que hacemos es sencillamente formular un conjunto de variables que son los asuntos que hay que seguir para entender la problemática de las relaciones entre Cuba y EEUU. Esto quiere decir que nosotros definimos cuáles son los elementos centrales a seguir para entender la dinámica futura de las relaciones entre ambos países. Esa es la razón por la cual formulamos una serie de variables. Entre esas variables, la más importante es la realidad interna de Cuba.
La capacidad que tiene cualquier país para enfrentar las relaciones internacionales se mide, en primer lugar, por sus fuerzas internas. Las fuerzas externas pueden ayudar, pero las internas son las determinantes. Esto quiere decir que la capacidad de Cuba para enfrentar las relaciones internacionales y para enfrentar cualquier fenómeno se mide en primer lugar por su fortaleza interna, nuestra capacidad de resistir y dar respuesta a cualquier proceso. La dinámica de la situación nacional de Cuba, determina que todo lo que vaya en contra de nuestra capacidad como país va en beneficio de la política norteamericana y su capacidad de subversión interna.
En su discurso del 17 de diciembre de 2014, el presidente Obama reconoció de forma valiente e inteligente dos cosas extraordinarias. Lo primero que reconoció es que los últimos cincuenta años de política agresiva de EEUU hacia Cuba ha sido un fracaso. Y, en segundo lugar, reconoció que quienes habían quedado aislados con esa política eran los EEUU. Con este discurso Obama inauguró una agenda política en relación con Cuba que es la más inteligente que ha esgrimido un presidente de ese país. Lo primero que uno debe reconocer es la capacidad del enemigo para ser valiente, para lograr con inteligencia sus propósitos. El 17 de diciembre marcó un cambio de estrategia.
Podemos mencionar tres factores fundamentales que incidieron en este cambio. En primer lugar la política interna norteamericana. Cuando viajé a EEUU por primera vez en 1977, no se hablaba de Cuba. La única información sobre este tema venía por los canales de la derecha. Cuando unos cuantos años después, mediados de los ochenta, viajé de nuevo, mis artículos salían en la prensa, me llamaban a entrevistas y había un amplio intercambio académico, político y religioso entre ambos países. Eso trajo como resultado que la imagen de Cuba en los propios EEUU empezara a cambiar. Ya Fidel Castro no podía ser representado como «el monstruo rojo» ni la situación de Cuba como la simple «situación terrible», sino que debía ser presentada de manera un tanto más objetiva. Por tanto, a la hora de analizar la decisión política del 17 de diciembre, debemos tener en cuenta que Obama tuvo que considerar que la imagen de Cuba en su país había cambiado.
El segundo factor que explica el cambio de política de Obama se deben a sus propias ideas, desde que era senador, sobre la necesidad de un cambio en la política hacia la isla. Nunca fue partidario de la política tradicional hacia Cuba pues la consideraba inútil y fracasada.
La política internacional a la que se ha visto abocado EEUU, en aras de su restauración hegemónica, ha traído como resultado múltiples guerras y varios frentes abiertos por todo el mundo. En medio de esta situación, llegó un momento en que Obama decidió que el conflicto cuya solución podía resultar más ventajosa políticamente y menos costosa era el que sostenía su nación con la mayor de las Antillas. Cuba pasó al centro de la política norteamericana y se planteó una negociación. Siempre se decía, por parte de los políticos norteamericanos, que para cambiar las relaciones con la isla esta debía dar señales. Obama en su discurso del 17 de diciembre no pidió señales de ningún tipo. Dejó claro que era EEUU quien debía cambiar la política hacia Cuba.
El tercer factor, muy importante y determinante para ese cambio de política es que, a pesar del sostenido asedio, la Revolución ha resistido cincuenta y cinco años. Esto hizo comprender definitivamente a un individuo inteligente como Obama que por ese camino no iba a poder lograr los objetivos que buscaban. Básicamente lo que el presidente norteamericano planteó en su discurso es que hasta ese momento habían hecho política de una forma y no habían obtenido resultados, no tenía sentido persistir en ese camino y esperar obtener resultados diferentes. Vemos entonces un cambio de práctica, pero no de estrategia.
Este cambio de práctica se debe también a que Obama tuvo que enfrentar el hecho de su retroceso político en América Latina. Tuve el privilegio de estar en la Cumbre de Panamá y nunca había visto a la diplomacia norteamericana girar tan rápido y tan profundamente buscando el consenso como lo vi en Panamá. Nunca había visto a un presidente de EEUU hacer tantas concesiones y tragarse los discursos que se tragó. Lo cierto era que Obama iba a la cumbre con dos hándicaps importantes. En primer lugar el cambio de política hacia Cuba y en segundo lugar la acusación a Venezuela de ser una amenaza para la seguridad nacional de EEUU.
A pesar de todo lo dicho, a pesar incluso de la victoria política que implicó el hecho de que en la Cumbre de Panamá toda América Latina se pusiera de nuestro lado, no podemos, creer que doscientos años de intención imperialista sobre Cuba desaparecen de la noche a la mañana. Tampoco podemos desaprovechar la oportunidad que se nos da, por temor a no estar preparados. Lo único que podemos hacer es darle el frente a la situación, encajar el golpe y manejarlo en nuestro beneficio. El interés norteamericano siempre será la subversión interna de Cuba, pero la oportunidad que significa poder negociar nuestras relaciones con EEUU no la podemos perder..
Este proceso de diálogo que se está dando con los EEUU no es un proceso inédito en la historia del conflicto entre ambos países. Incluso en la década del setenta hubo un punto alto con la presidencia de James Carter. ¿Qué características tuvieron estas negociaciones?¿Qué similitudes y diferencias tienen con el proceso que se está dando en la actualidad?
ER: Como bien decías no es primera vez que las dos naciones se sientan a negociar, aunque este proceso tiene algunos elementos inéditos que señalaremos más adelante. Tampoco es primera vez que EEUU se plantea avanzar hacia un proceso que permita la normalización de las relaciones, normalización que se entiende desde diferentes maneras para nosotros y ellos. EEUU siempre ha entendido la normalización desde la dominación. Muchos en el gobierno norteamericano consideran que para llegar a esta normalización, Cuba debe ceder en determinados aspectos de su política exterior o interna.
Durante todas las administraciones norteamericanas, exceptuando la de Bush hijo, ha habido negociaciones de temas puntuales que son de interés para ambos países. Por ejemplo el tema migratorio se negoció con Johnson, después de Boca de Camarioca. El acuerdo contra secuestros aéreos y marítimos se negoció en la época de Nixon. Con Reagan, una administración de las más agresivas contra Cuba, hubo negociaciones migratorias. Es decir, en todos los momentos ha habido negociación. Ahora bien, antes del 17 de diciembre, nada más dos administraciones se habían planteado en el diseño de su política exterior avanzar hasta la normalización de las relaciones con Cuba. Esto fue en la etapa de Gerard Ford del 74 al 77, un gobierno republicano, y en la de Jimmy Carter del 77 al 81, un gobierno demócrata.
También hay otro antecedente, que fue el año 63, con Kennedy. En ese año, aunque venía desde antes, la administración Kennedy empezó a recibir señales de Cuba, incluso de Fidel, que evidenciaban la voluntad de llevar a cabo negociaciones y Kennedy, dentro del amplio abanico de opciones que tenía en su política hacia Cuba aceptó un acercamiento secreto a la isla. Ahí se establecieron contactos diplomáticos. Fidel incluso le comunicó la disposición de que viniera algún representante del gobierno norteamericano; por supuesto, con extrema discreción. Este proceso se dio en los meses de septiembre, octubre y noviembre de ese año 1963. Precisamente el día que asesinan a Kennedy, Fidel estaba reunido en Varadero con Jean Daniel, el periodista francés que venía con un mensaje conciliador del presidente norteamericano, un mensaje de paz. Así lo había entendido el periodista y así lo entendió el propio Fidel.
Johnson, el sucesor de Kennedy, se negó rotundamente a cualquier tipo de acercamiento a Cuba. Nixon también. Sin embargo, en el 74, en los últimos días de Nixon, Henry Kissinger, el secretario de estado, manda un mensaje a Fidel a través de otro periodista. Un aspecto curioso de estos procesos de diálogos en la historia de la Revolución, que van desde periodistas hasta el Director Ejecutivo de la Coca Cola. Esto permitía burlar la burocracia y mantener los intercambios en el más alto secreto.
Durante la presidencia de Ford, Kissinger, quien siguió siendo secretario de estado, se ocupó de continuar este proceso de acercamiento, aunque condicionándolo al retiro de las tropas cubanas de Angola. Carter, un gobierno demócrata, lo sucede y avanza como nunca antes hacia una normalización. El año 1977 es el más interesante, pues en septiembre de ese año es cuando se crean las Secciones de Intereses de ambos países, pero a raíz de la entrada de las tropas cubanas en Etiopía, a finales del mismo año, ese proceso se congeló. A pesar de esto, durante el año 1978 continuaron las negociaciones, que fueron tal vez las más extensas que se habían realizado, antes de estas últimas que duraron dieciocho meses y acabaron con la liberación de los antiterroristas cubanos y las declaraciones mutuas de Raúl y Obama.
Entonces, ¿cuál es la diferencia que podemos ver entre anteriores procesos de diálogo y el proceso actual? Bueno, en aquel momento estaba la Guerra Fría. EEUU, a la hora de diseñar su política hacia Cuba, siempre tenía en cuenta el conflicto este-oeste y en muchos casos la política hacia la isla era vista por el lente de la política hacia la URSS. No es casual que todos estos procesos de diálogo coincidieran con momentos de distensión entre la URSS y EEUU. En el año 63, cuando Kennedy aceptó conversar, había una distensión entre las dos superpotencias. Se había instalado el teléfono rojo y aprobado la venta de trigo de la Unión Soviética a los EEUU. En la etapa de Ford y Carter ocurrieron procesos similares.
Otra diferencia está en las variables que incidían e inciden en el proceso. Una de ellas es América Latina. En la etapa de Ford, por ejemplo, EEUU plantea un nuevo tipo de diálogo con la región, producto del desprestigio en que estaba sumida su política exterior. Recordemos Vietnam, Watergate, Chile, la comisión Church, es decir, toda una serie de factores que hacían indispensable recomponer la política de EEUU hacia la zona y dicha política pasaba por Cuba. Esa es una similitud con el proceso actual.
Pero del 78 al 81 las variables América Latina, distensión con la URSS y situación interna de los EEUU comenzaron a cambiar. Una nueva derecha sube al poder y se da un deterioro rápido de las relaciones con los soviéticos. El triunfo de la Revolución nicaragüense en el 79, de la Nueva Joya en Granada, la invasión soviética de Afganistán, el papel de Cuba en África, todos fueron elementos que llevaron a un cambio en la situación. El consenso que se había logrado dentro de la clase dominante norteamericana en función de un avance entre las relaciones Cuba-EEUU, comenzó a modificarse.
Todo esto nos da una serie de lecciones para el proceso que estamos viviendo hoy. Una de las diferencias es que en aquellos diseños de negociación con Cuba, en la etapa de Ford y Carter sobre todo, el restablecimiento de relaciones diplomáticas era el último paso de un largo proceso de negociaciones, incluso después del levantamiento del bloqueo. En este caso, la administración Obama invirtió el orden, restablecimiento de las relaciones diplomáticas de inicio, lo cual es muy interesante y responde a una estrategia. Es positivo por un lado, pero tiene una intencionalidad marcada. Positivo porque establece una vía de comunicación directa que no existió en aquella etapa y reconoce además la legitimidad del gobierno cubano, algo que no sucedió en la época de Ford y Carter. Por otro lado, responde a una estrategia de estar cada vez más presentes en nuestra realidad e incidir sobre ella. Lo dijo Obama dos días después del restablecimiento de las relaciones en una entrevista en CNN: «Queremos estar presentes, sobre todo en el momento en que va a haber un cambio generacional. Tenemos intención de influir en los acontecimientos y vamos a intentar por todas las vías hacerlo».
El anuncio de Obama de restablecer las relaciones cogió por sorpresa a todos los que pudieran oponerse al diálogo, principalmente a la extrema derecha. Esto es positivo, ya que allana un tanto el camino hacia el diálogo. Nunca antes un presidente norteamericano se había manifestado contra el bloqueo siendo presidente, muchos lo hicieron al dejar el cargo y menos aún se había reunido a dialogar con un presidente cubano de igual a igual.
Esteban, un elemento de peso a la hora de estudiar el proceso de diálogo entre Cuba-EEUU tiene que ver con el papel que juega o jugará en él la contrarrevolución interna. Me gustaría entonces que me hablaras sobre qué características tiene esta contrarrevolución, qué grado de legitimidad goza tanto al interior como al exterior de la isla y el rol que jugará en el contexto actual.
EM: Hay un artículo en el que digo que la contrarrevolución cubana no existe y nunca existió. A muchos los sorprendió que dijera eso, pero es verdad. La contrarrevolución puede ser legítima, pero lo que hemos llamado contrarrevolución cubana no existe ni nunca existirá. EEUU la ahogó en la cuna, en el sentido de que la convirtió en «su» contrarrevolución. En el sentido de que la gente que se opone al gobierno desde supuestamente una oposición contrarrevolucionaria, no son contrarrevolucionarios.
Contrarrevolucionarios son aquellas personas que se oponen a un régimen político con un programa, con una ideología política, por la cual combaten y en la cual preparan a sus líderes. Nuestra contrarrevolución no tiene programa, no tiene ideología y no tiene líderes. Tampoco tiene una clase que defender, porque la burguesía cubana nunca existió. Por tanto, dicha contrarrevolución no es legítima.
Una de las primeras cosas que ocurrió al triunfo de la Revolución, es que cuando la contrarrevolución estaba actuando aquí internamente, EEUU intentó convertir su actividad en un enfrentamiento civil, para darle legitimidad internacional y eso no triunfó. Los supuesto contrarrevolucionarios, no son tales, sino que son mercenarios al servicio de una potencia extranjera.
Es por eso que cuando Obama anunció el cambio de su política exterior hacia Cuba, ellos quedan descolocados y, por supuesto, se oponen a dicho cambio.
Con esa actitud de oposición a la política del actual presidente norteamericano lo único que logran es desacreditarse, puesto que ellos defienden la vuelta atrás. Esto se explica por el hecho de que la contrarrevolución cubana, a todo lo largo de su existencia, ha sido un gran negocio. Un negocio que dio dinero, dio congresistas, dio senadores, dio institutos de investigación y como el negocio se les acaba, lógicamente su posición debe ser mirando hacia atrás. Pero esa vuelta atrás no es posible.
Hay que decir también que esa actitud es estúpida. Porque Obama, aunque declaró que no considera el cambio de régimen como una prioridad en su política, este sigue siendo uno de los objetivos a los que apunta el proceso actual. En realidad, Obama no ha cambiado la estrategia fundamental. Sin embargo, su gobierno sabe que la contrarrevolución no tiene posibilidades, porque no tiene público en Cuba. No tienen como conquistar un espacio en la isla. Esa es la razón por la cual la administración está tratando de negociar derechos humanos, libertades civiles y democracia para tratar de dotar a esos grupos de un espacio político legal interno que le haga la contra al sistema cubano.
La administración Obama y los que apoyan su línea de acción hacia Cuba saben que estos elementos disidentes no tienen capacidad ni legitimidad interna para poder llevar adelante un proyecto de subversión pacífica. La intención entonces es buscar otros actores políticos. Y estos los encuentran entre los intelectuales, los políticos, los mismos funcionarios del estado, que llegan a ser partidarios de este proceso. Pretenden comprarlos a través de privilegios, prebendas, posibilidades. Porque ya hay conciencia dentro de la misma administración de que la contrarrevolución clásica no sirve. Que lo único que ha buscado siempre es dinero y una visa para EEUU.
Entonces, esa llamada contrarrevolución no tiene futuro, porque no es capaz de desempeñar el papel que, en un momento determinado, se le adjudicó. Es preciso, entonces, reemplazarla con nuevos actores. Y no podemos subestimar las capacidades del imperio para lograr esta tarea. Si lo logran, si fracasan, va a ser por nuestras capacidades. Pero es preciso, ante todo, hacer que la economía avance, que la gente gane más, viva mejor, que los precios bajen. Que la gente pueda satisfacer mejor sus necesidades, porque un pueblo descontento, con necesidad, con problemas, no es precisamente un pueblo en condiciones de dar respuesta a las amenazas que se nos vienen encima. Yo no estoy preocupado por la contrarrevolución. La preocupación mayor mía está en nuestra capacidad para responder a estos problemas.
Quería hacer una última pregunta a los dos, que está sobre la base de lo que conversábamos: la necesidad de, al igual que en el ajedrez, adelantarse tres o cuatro jugadas a los que piensa el rival. ¿Cuál creen entonces que sea la posible evolución de este proceso de diálogo?
ER: El proceso está planteado en dos etapas. La primera etapa es la que comprendía el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, que como todos saben era una decisión tomada por ambos gobiernos. Aun así demoró muchos meses en concretarse. Esto demuestra la dificultad de materializar muchas de las decisiones que se tomen en este proceso de diálogo. La segunda etapa es esta, que inició con el restablecimiento de las relaciones y que se extenderá indefinidamente.
Hay muchos temas complejos en las conversaciones. Estamos hablando de más de doscientos años de enfrentamiento, aunque las contradicciones más profundas son relativamente recientes. Hablamos de temas como la Base Naval de Guantánamo, la subversión, los derechos humanos, el bloqueo.
Otros factores son la extrema derecha y la mafia cubano americana, que goza de posiciones fuertes dentro del Congreso y que pueden sabotear o frenar el proceso de acercamiento. También la llamada diplomacia quid pro quo, la idea que tienen algunos de los que están vinculados a este proceso del lado norteamericano de que a cada medida que tomen los EEUU, Cuba debe responder con algo, con algún tipo de concesión. Sin embargo, ya se ha señalado que ante el desmontaje de la política agresiva y extraterritorial de los EEUU, la isla no tiene una política equivalente. Cuba no tiene ninguna base militar en los EEUU, no tiene ningún tipo de bloqueo, por lo que ese enfoque, el del quid pro quo, sería completamente contraproducente si es el que se instaura en el proceso de acercamiento.
También está el escenario internacional. Por ejemplo, lo que podría suceder si EEUU arrecia su política agresiva contra Venezuela. Y en una escala mayor la contradicción Nación-Imperio o los intereses de la seguridad nacional de Cuba frente a los intereses de la seguridad imperial norteamericana.
Si EEUU realmente priorizara en este acercamiento los temas que competen exclusivamente a su seguridad nacional, podría ver a Cuba como una garantía. Una garantía en materia de terrorismo, tráfico de drogas, tráfico de personas. Una serie de temas con los cuales EEUU tiene grandes conflictos con países que son sus aliados en la región, tales como México y Colombia.
Pesa también la contradicción pragmatismo-idealismo. A la hora de diseñar su política hacia Cuba piensan a veces de una manera pragmática, que les impide ver cómo Cuba va a responder. Así sucedió en la etapa de Ford y Carter. Ellos pensaron que, porque Cuba estaba en un proceso de acercamiento a los EEUU, de normalización, Cuba iba a aceptar retirar sus tropas de Etiopía, de Angola, de todas esas posiciones de su política exterior que tienen un carácter idealista, pero que es lo que ha marcado también las características de la proyección internacional de la isla y esta jamás ha aceptado que eso esté en la agenda de negociaciones. Eso se manifestó nuevamente en la reciente Cumbre de Panamá, donde Raúl fue muy enfático en el apoyo de Cuba a Venezuela y a la independencia de Puerto Rico.
El otro tema es el factor tiempo. A Obama lo que le queda de mandato es hasta noviembre del 2016. Esto dificulta el avance, ya que no sabemos lo que pueda ocurrir al producirse un cambio de administración. Consideramos que lo que está sucediendo es resultado de un consenso muy fuerte dentro de la clase dominante de los EEUU y que si esas variables que incidieron en el cambio de enfoque del 17 de diciembre se mantienen y se consolidan, sobre todo la variable de la situación interna de Cuba, sea demócrata o republicano el próximo presidente debe mantenerse la misma línea política.
¿Cómo ve Esteban Morales el futuro de este proceso de diálogos?
EM: El tema de Cuba yo diría que comprende múltiples aspectos. En alguna medida algunos de estos elementos que Elier ha planteado tienen que ver con una confrontación interna que existe en EEUU entre Nación e Imperio. Hay quienes quieren llevar a EEUU hacia un violento proceso de restauración de la hegemonía norteamericana, pagando el precio que sea necesario. Hay otros sectores dentro de la sociedad que plantean, por el contrario, la supervivencia de la nación, salvando del imperio solo aquello que no la perjudique y que le permita adaptarse a los cambios que están teniendo lugar en el mundo actual. Porque ya EEUU no es el hegemon principal en su totalidad. Ya EEUU se ve obligado a compartir el poder con muchos sectores, sobre todo desde el punto de vista económico.
Cómo EEUU reaccione con respecto a Cuba en una serie de temas, va a estar entonces condicionado por este proceso del que venimos hablando. Tiene que ver con cómo EEUU se enfoque a sí mismo hacia el futuro, como Nación o como Imperio.
Lo segundo que quiero decir es que el reto más importante que tiene EEUU en la negociación con Cuba es realmente que esa negociación se haga en condiciones de igualdad y respetando la soberanía y la independencia de Cuba. Porque EEUU nunca ha negociado en condiciones de igualdad con nadie, ni respetado la soberanía y la independencia de nadie.
Es preciso tener muy en cuenta que las cosas con Cuba se deben hacer a nuestro ritmo. Nosotros nunca podremos igualar la capacidad que tiene EEUU para imponernos un ritmo de hacer las cosas. Ni política, ni económica, ni militarmente, a causa de la gran asimetría que media entre ambos países. Son países bien diferentes, con capacidades bien diferentes. Entonces debemos ser cuidadosos, para que EEUU no pueda convertir esa asimetría en un elemento negativo para nosotros, porque entonces no va a ser nunca una negociación, va a ser un aplastamiento.
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