Recobrando un paseo por el jardín

Los primeros años del proceso revolucionario cubano han sido tratados por varios autores de la narrativa cubana. Pueden citarse obras memorables como Los animales sagrados, de Humberto Arenal; Memorias del subdesarrollo de Edmundo Desnoes; La última mujer y el próximo combate, de Manuel Cofiño y Los pasos sobre la hierba, de El Chino Heras. A este selecto grupo pertenece Un rey en el jardín, de Senel Paz, quizás más conocido como guionista de cine.

Nacido en la antigua provincia de Las Villas en 1950 dentro de una familia campesina pobre, logró realizar sus estudios gracias a las transformaciones sociales de la Revolución. Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana en 1973, trabajó para diferentes órganos de prensa y entidades del sistema de Cultura. Entre sus obras narrativas se encuentran además En el cielo con diamantes (2007) y colecciones de cuentos como El niño aquel (1980), Los becados se divierten (1989) y Las hermanas (1993).

Su creación literaria ha estado siempre vinculada a su faceta como guionista y escritor teatral. La adaptación en 1993 de su cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo en la película Fresa y chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, es tal vez su obra más reconocida. Pero también ha realizado los guiones de Una novia para David (1985), Adorables mentiras (1992), Malena es un nombre de tango (1995), Un paraíso bajo las estrellas (1999), Lista de espera (2000), entre otras.

Un rey en el jardín le hizo merecer a su autor el Premio de la Crítica 1983. Un aval certificado para invitar a su lectura. Lo que nos ofrecen las páginas de esta novela es una nueva visión sobre el proceso vivido en Cuba tras el triunfo revolucionario, que contrasta con las anteriores formas en que se habían venido tratando estos temas.

Si bien las obras anteriores estaban orientadas desde el punto de vista del adulto, del intelectual, del campesino o desde la óptica de la persona que de momento se ve envuelta en un proceso cambiante, pero que es capaz de analizarla con una perspectiva adulta, enriquecida por la experiencia. No es el caso de esta novela, en la que el personaje principal es un niño de nueve años que asimila la nueva realidad desde su visión infantil, pero sensible.

La historia de Un rey en el jardín está articulada desde los puntos de vista de tres personajes centrales: el niño, la abuela y la madre. El hecho de narrar desde estas tres caracterizaciones la diferencia de la mayor parte de la producción literaria que se dedicó a abordar este periodo. No solo porque se centra en una familia campesina muy humilde que no vive de trabajar la tierra – la madre lava o trabaja de doméstica, la abuela vende remedios, el padre abandonó la casa y el abuelo ha fallecido–, o porque su espacio de acción esté ubicado en un jardín imaginado por el infante; imaginación con la que este niño supera las penurias de la pobreza en que vive, que además alterna un ambiente temporal lineal que es interrumpido por el triunfo de 1959. Sino que también está vista desde una perspectiva que conjuga el humor más fino del criollo, con la profundidad del análisis, aun cuando es una elaboración de un niño.    

De especial atractivo resultan los pasajes en los que el autor describe las figuras femeninas, sobre todo en la voz del personaje del niño cuando se refiere a su madre, una figura que es idealizada a los ojos infantiles, pero que resultan de una llamativa sensualidad desde la óptica del lector. Mantiene así una lógica con la tradición cubana en la que existen personajes femeninos muy bien caracterizados, tanto desde la apariencia física hasta los aspectos morales. 

En este sentido, la narración parte de un estudio o conocimiento de la literatura hecha por sus contemporáneos. Casi todos los narradores abordan la temática social desde una solemnidad o seriedad que se constituye en una especie de lección didáctica, desde una especie de imagen idolatrada o idealizada, que también incluye a las personalidades. Senel Paz juega con el carácter jocoso del cubano sin abandonar el compromiso, social y artístico. Sin embargo, en la novela no se enjuicia el proceso cubano de esa etapa. Uno de sus logros es que se comenta desde las vivencias de los personajes y del desenvolvimiento de las tramas de la estructura que sigue la obra, expone sus experiencias, no las impone.

Desde esta concepción, Un rey en el jardín es un testimonio acertado sobre una etapa que continúa en el centro de la polémica. El no involucrarse en debates sobre el funcionamiento del sistema o de orientación política, le confiere a la narración un aliento fresco que se añade a su carácter lúdico. Se convierte así esta obra, en un diálogo con un fragmento cotidiano de historia.

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