Estuve a menos de tres metros de Alicia Alonso. La vi llegar apoyada de su compañero Pedro Simón. Miré, contemplé a Alicia Alonso. Cómo son sus manos, cómo recibe al público aun en su manera más cotidiana. Ella nunca imaginarÃa que alguien la espiaba, cómo se sentaba, cómo se movÃa, quién la admiraba.
Alicia se paró de inmediato con los primeros acordes de nuestro Himno Nacional, y lo cantó enérgicamente. Cada nota vibraba en lo más profundo de ella. Allà estaba Alicia, con su elegancia y la sencillez de una gran artista. Se emocionó también cuando Zule Guerra cantaba. MovÃa las manos con cada nota del piano. Disfrutaba la música, la ejecución de los muchachos. Daba gusto ver la manera de aplaudir de Alicia, cómo colocaba una mano sobre la otra.
Alicia recibió las rosas rojas y las tocó, las reconoció con sus manos, pétalo a pétalo. ReconocÃa las texturas sin temor a las espinas. Luego olió las rosas en sus dedos.
Yo que nunca vi bailar a Alicia Alonso y jamás he visto una función del Ballet Nacional de Cuba lo vivÃ, lo sentà de cerca. Esta mujer sigue bailando para las cuatro letras que definen a un paÃs, dando lo mejor de ella para todas las generaciones de cubanos.
Imaginé la vida de Alicia, cómo perdÃa la visión de sus ojos, cómo ganaba la visión del mundo y el arte. No fue fácil, pero supo imponer el talento, dejar en la memoria de la gente cada movimiento. Cuando se habla de Alicia Alonso en cualquier parte, se reconoce un pedazo de Cuba.
La imaginé cada mañana haciendo ejercicios fÃsicos, superándose en cada jornada, la imaginé perfeccionando cada paso y cada gesto, la imaginé buscando la mejor sonrisa, y postura de las manos, la imaginé resistiéndose a las tentaciones, sabiendo que cada cosa, cada acto, cada respuesta, tenÃa y tiene un precio. Nos recordaba siempre para quién ponemos a disposición el arte. Imaginé cada vuelo de Alicia.
Eduardo Torres Cuevas, refiriéndose a ella, dijo que Alicia es todo un modo de apreciar la cultura que nació en aquellos primeros años de la Revolución. Y dijo también que fue Alicia quien nos enamoró del ballet.
Era la tarde del 18 de octubre. En el memorial José Martà se entregaba el sello 30 Aniversario de la Asociación Hermanos SaÃz a seis Maestros de Juventudes. Yo estuve bien cerca de Alicia Alonso, quise aproximarme a ella al finalizar el acto, pero me quedé muy cerca por donde iba a salir. La vi dando un paso y otro hasta despedirse.
Me reprimà la emoción y repetà lo que decÃa Torres Cuevas: «Nuestra cultura es extraordinaria, hay que conocerla, hay que divulgarla». Y ahà sigue Alicia, al frente de muchos espejos: proyectándose.
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