La «lucha almada» de la Asociación nos permitió fundar…

Cuando una accede al currículo de Elvia Rosa Castro —importante crítica de arte y curadora cubana— es relevante que siempre se coloquen entre sus múltiples premios: los Calendario de Ensayo (ambos en 1997), la Beca de Pensamiento Ernesto Che Guevara (1998), la de Creación Juan Francisco Elso (2000); estímulos creados por la Asociación Hermanos Saíz, de lo que deduzco que esta organización de alguna manera ha marcado la carrera profesional de Elvia. En estos días que la AHS está cumpliendo 30 años —creo necesario y justo a través de personas como ella— indagar lo que ha significado en el panorama cultural la organización que agrupa a jóvenes creadores.

¿Cuándo y cómo llegas a la AHS?

Fue a comienzo de los ’90. Me gradué en la Universidad La Habana en 1991 y fui a dar a Sancti Spíritus, donde constaba que vivía (porque en realidad, vivir-vivir, vivía en F y 3era, la beca). No conocía a nadie pues el preuniversitario no lo había hecho allí pero en un vagón de tren que iba desde esa ciudad a La Habana, de un tiro conocí al núcleo más inteligente del escenario joven y creativo espirituano (faltaban dos o tres nombres, como es lógico): María Mercedes Ruiz, José Miguel Valdivia (Corojo), Fernando Valdivia y Alcides Herrera (Pescao). Y en el andén les decía adiós, el lindísimo Fito (Reidel Bernal). Ellos venían al Festival de Teatro de La Habana y yo iba a Varadero. Muchas horas en el mítico «espirituano» fueron suficientes para entrar en confianza y hacerme creer que Sancti Spíritus no andaba tan mal. ¡Había jóvenes (bellas y bellos) instruidos que pensaban! Comencé a frecuentar la Casa del Joven Creador con un respeto y una curiosidad incomparables. Ese lugar, el de Sancti Spíritus, no otro, tenía un donaire, una clase insuperable. En 1997 Mercy se mudó para La Habana y entonces ocupé la presidencia de la AHS en la provincia que, por default, te hacía miembro del Ejecutivo Nacional.

¿Por qué acceder a una organización como esta, qué buscabas a través de ella?

Para mí era el único asidero. Llegaba desde La Habana con Diploma de Oro, y todo lo que nuestros padres piden de un hijo, a una ciudad muy tradicional, naciendo el Período Especial y sin trabajo. ¡Y sin amigos! La AHS era lo único atractivo y serio que veía en aquel contexto, una organización exenta de populismos (la AHS espirituana era así en los 90), ajena a las concesiones, y llena de inquietudes e ilusiones. A mí me gusta fundar y la AHS me brindó esa oportunidad. Era el espacio ideal para disentir, para minar cualquier noción ortodoxa de la creación y la investigación artística. Estar ahí era mi manera de militar desde un compromiso (casi radical) que apostaba por la «excepción cultural». Si me pidieran que califique a la AHS en esos años sería este mi epíteto: «lucha almada».

¿Los premios y becas otorgados por la AHS cambiaron algo tu vida profesional, influyeron…?

¡Claro! Eso premios significaban venir a La Habana e intercambiar con jóvenes muy lúcidos y nobles residentes en el resto de la Isla, sobre todo la beca Che Guevara. No recuerdo haber sido testigo de tanto respeto y admiración, siendo tan jóvenes y sin currículo alguno. La simpatía era enorme. Está también el tema económico, mi salario era 250 pesos cubanos y ganarme un premio de 2 mil 500 era algo como ¡¡wow!! Era un paletazo financiero. Y por último (y tal vez el más importante), estaba el tema de la publicación. Ahora cualquier recién graduado, e incluso, estudiante, puede publicar. En aquellos tiempos, en que no existía ni siquiera la tristemente célebre «riso», que aparecieran dos títulos tuyos era algo innombrable. Creo que no puedo expresarlo bien. Y a mí me sucedió algo: envié dos ensayos al premio Calendario y una de las bases es que fueran firmados con seudónimos. El jurado no sospechó que ambos ensayos, premiados, pertenecían a la misma persona (pues a pesar de que ahí ya afloraba el mismo estilo de hoy aún carecía de peso supongo). A partir de ahí, los organizadores del premio acordaron poner en las bases que sólo se podía concursar con un ensayo.

Otro dato curioso: Sancti Spíritus era una provincia que publicaba mucho. Antes del fenómeno masificatorio, publicaba bastante. Y allí nunca me publicaron un libro, hasta el 2012, cuando ya vivía en La Habana y ¡a 15 años de que la Editora Abril publicara mis primeros ensayos pasando por Ediciones Matanzas y Aldabón y Ediciones Unión! Con este dato quiero significar que dirigí allí sobre un lecho de espinas, donde mis principales e interesados interlocutores eran, paradójicamente, los dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunista (UJC) y no los de las instituciones propiamente de la cultura. Mi pre-juicio me llevó a no aplicar para ser miembro de la UNEAC cuando viví en Sancti Spíritus. Esa era (hay otras, muchas) una de mis maneras de gritarle al contexto aquel.

Cuando celebrábamos el aniversario 25 de la AHS, recuerdo una intervención de algún ex asociado donde decía que aún conservaba el carné, señal del nivel sentimental que lo ligaba aún a la organización, ¿a ti te ocurre igual, no sientes alguna nostalgia?

No sé si tengo el carnet aún. Debe andar por ahí seguramente pero eso no opaca la nostalgia y la evidencia tajante de que gracias a la AHS conocí el país entero y a sus mejores creadores. Y el país entero me conoció a mí (risas). De ahí y de tan spinozista que soy, viene mi vocación panteísta a la hora de promover o a la hora de escribir o de diseñar algún proyecto. Pasábamos un trabajo enorme pero valía la pena. Tengo una nostalgia inmensa de estar en un tren que iba hasta Oriente (no recuerdo cuál provincia específicamente) e invitar a Jesús David Curbelo al baño del coche para que «ilustrara» su cuento Diez minutos de parada. O de mis complicidades con Zurbano (aún las tengo). O de cuando casi nadie le descargaba a Habana Oculta y al dúo Cachibache y los invité a Sancti Spíritus y algunos durmieron en mi casa porque no conseguí hospedaje. Extraño ese voltaje y esa bomba.

Como es lógico una organización que se renueva constantemente, que además está conformaba por creadores menores de 35 años, tiene que ser contrapartida del sistema institucional —que suele ser algo anquilosado—; en tu época, funcionaba así o había una relación más consensuada o disconforme? ¿Crees que es sano para las instituciones culturales esa confrontación o diálogo discrepante?

Por supuesto que es sano para todos. Mi «época» era muy diferente a la de ahora. Viéndolo en perspectiva, creo que eran años de transición y se nos pedía constantemente demostrar algo, de manera subliminal, creo que teníamos ese reto frente al Estado. No teníamos nada, material quiero decir. En cambio gozábamos del respeto de todo el gremio artístico joven. En ese sentido nuestra posición era muy legítima y al final eso es lo que vale. Nos desgastábamos mucho en cuestiones de bodega y a pesar de ello teníamos un pensamiento robusto. Ahora veo que la tienen bastante fácil ustedes desde el punto de vista estructural y también a la hora de llegar a acuerdos y consensos.

¿Cuáles eventos o espacios recuerdas que se crearon para satisfacer necesidades de socialización de los miembros de aquella época?

Las becas, los festivales de rock, de trova, las guerrillas teatrales, las Casas del Joven Creador, el Almacén de la Imagen, los festivales de poesía, las Romerías de Mayo, que es una de las mejores cosas que puede pasarle al país. Megalómana y todo, es un fenómeno que ha hecho historia.

Sientes que dejaron algo para los que vinieron después, ¿cuáles cosas aportaron, cuántas han sido repetidas?

Aportamos todo el sistema de becas y premios; los estatutos. Dejamos un legado de ilustración y reciedumbre ética.

A 30 años qué crees ¿qué debe conservar la AHS y qué no debe ser?

Debe ser siempre una organización joven, con todo lo que ello implica: ingenuidad, ilusión. Debe historizar lo que nos historiza. Ser honesta. Creo que no debe ser un medio, es decir, la relación de su membresía con ella, sino desterrar el carácter instrumental y oportunista, tanto en lo político como en lo más pedestre. (Me parece que un ejecutivo o miembro de la AHS, por ejemplo, bajo ninguna circunstancia, debe votar en contra de un artista. Entre un artista y una institución X, siempre me decantaré por el artista y luego veremos).

Cero machismo. Cero acomodamiento, que eso nubla. Cero corrección, que eso es imposible, y mucho menos tratándose de jóvenes. A pesar de todos los medios y proyectos alternativos que existen ahora, debe ser el núcleo, la referencia de lo mejor del arte joven del país, creo yo (oye ya que me estoy poniendo normativa).

¿Crees que es idónea en el panorama actual cubano una organización que visibilice el trabajo cultural de los jóvenes?

Absolutamente necesaria.

Alguna anécdota que quieras compartir…

Tengo varias anécdotas y ahora que debo escribirlas estoy sufriendo como un blackout. Espera. Ah, jajaja…Una vez, presentamos en proyecto del artista visual Wilfredo Prieto a la Asamblea del Poder Popular en Sancti Spíritus que consistía en que Comunales nos vendiera unos metros cuadrados de terreno del cementerio de Zaza del Medio pues la idea era construir un panteón que sería estrenado con la propia muerte del artista. Se trataba de un performance póstumo. Y nos vendieron el terreno con la condición de que fuera Wilfre el único que allí sería enterrado. Ajajajaa…Nos costó muy barato, no llegaba a 100 pesos cubanos. Otra: siempre tuve muy buenas relaciones con Rensoli, del Grupo Uno de Alamar e invitaba a Primera base, buenísimo grupo de hip-hop por esos años que luego devino en Cubanito 2002 y fue otra cosa. El caso es que me embullé y fundé los festivales de rap del centro de la Isla, y Sancti Spíritus, tan trovadoresca y tradicional, adquiría otro espíritu por esos días, urbano, agresivo…El fervor era tal que el público joven acudió en masa al cine Principal, abalanzándose sobre los cristales y las puertas para entrar. Entramos en pánico, nos entró claustrofobia e histeria y terminé llamando a las Tropas Especiales quienes, gracias a Dios, no me hicieron caso. Ahí me di cuenta que había otra ciudad que no conocíamos, agazapada, y que sólo necesitaba un pie forzado para emerger como de la nada. La última: en medio de ese festival, un artista visual estaba haciendo un performance en la calle vestido de una manera muy estrafalaria y Dean Luis Reyes, que era vice-presidente de la AHS, estaba filmándolo y una multitud enorme tras ellos. Pasó el 1er Secretario del PCC en la provincia en su carro y no podía pasar jajajaja… Ellos terminaron en la estación de policía y yo también, “entrevistados” por un oficial amable que nos dio un cocotazo verbal. Todos estos, como puedes ver, son cuentos locales. Hay muchos más, pero creo que no debo contar.

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  • Excelente entrevista Carelsy. Elvia genial como siempre. Hace una ilustración exacta de muchas cosas, entre ellas, de lo que fue y es la AHS; y de lo que fue y es Sancti Spíritus.

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