Yainier Salazar
Capítulo #9: Geometría Interior
(apuntes sobre la poesía de Yainier Salazar Benítez)
La joven literatura cubana es un Cubo de Rubik. Un rompecabezas mecánico tridimensional que posee seis colores uniformes. Donde un mecanismo de ejes permite mezclar y girar de manera independiente sus caras. El objetivo: las caras deben volver a quedar en un solo color.
De esta manera se articula la escritura contemporánea cubana. Los mismos colores y los mismos propósitos. Un resultado que marca una pluralidad de voces similares sin la intención juiciosa de marcar estilos ni vanguardia. Un buen amigo me dice que es el resultado de nuestra amplia gama de concursos y las bondades del sistema editorial cubano, y que de esa mezcla deben surgir voces para la posteridad.
Durante este debate diario entre colegas del gremio me he asomado con ahínco a la obra de algunos escritores de mi generación. Una búsqueda que me ha traído grandes sorpresas.
Entre mis asombros está Geometría interior, el primer poemario de Yainier Salazar Benítez (Manzanillo, 1987) publicado por la editorial Sed de Belleza en 2018. El libro editado por Idiel García y con diseño de cubierta de Héctor Gutiérrez es un golpe al facilismo. Entre sus páginas aparecen tres conceptos contundentes: la introspección como recurso del lenguaje, la sencillez como hábito y lo infinito como representación.
Yainier es una anomalía en el engranaje literario de la Cuba actual. Sus caras y colores representan un catálogo espiritual de las acciones del individuo. La poesía no es un juego, es un llamado singular y persigue las normas sensibles de la memoria. Ve el mundo a través de figuras vivas. Porque para él todo puede engendrar y poseer la vida. No circunscribe el concepto de la vida a ningún otro, su percepción es ilimitada al igual que sus definiciones.
No es de extrañarnos que su intuición lo lleve a involucrarse con normas conceptuales que rigen el infinito. Su poesía son cuerpos geométricos sincronizados desde las matemáticas. En su libro los números nombran lo insospechado, habitan como seres de permanencia eterna y modifican cada valor. Yainier no puede escapar de las disposiciones conceptuales de su escritura y se arrastra junto a ellas en una dinámica afín con la meditación. Se re-interpreta, acude a la experiencia de los sentidos y explora. No hay victimización, se asume. Entonces presenta lo insólito como un milagro poético.
Geometría interior se estructura en tres partes: AB Lluvia poligonal, BC Vegetación y CA Vértigo de las aguas. Tres momentos que denotan las condiciones: autor vs memoria/autor vs contexto/autor vs espíritu.
Al nombrar cada uno de los segmentos del libro, saltan a la vista los enunciados: AB, BC y CA. Elementos que hacen referencia a conceptos básicos y criterios de congruencia en la geometría. En esta ocasión nos remite a un triángulo isósceles. Una figura con dos lados iguales y un tercero desigual. Una figura imperfecta y a la vez armónica/virtuosa.
El triángulo constituye por su naturaleza, la primera de las superficies geométricas y la base adoptada para conocer todas las medidas. Nuestros antepasados consideraban de origen sagrado las propiedades de esta figura. Su simbología tiene un lugar de preferencia en los preceptos filosóficos y esotéricos.
¿Dónde radica la geometría de este cuaderno?
¿Transcurre al interior de un triángulo?
¿Por qué isósceles?
¿Cómo leer más allá de las palabras?
Yainier Salazar nos muestra las dos primeras partes del libro como líneas de pensamientos paralelos. Ambas conceden la misma longitud pero distintos rostros del autor.
AB Lluvia poligonal posee la duda del acróbata. Está contaminado por parajes existenciales e imágenes concretas. Voces del hombre que es y del dibujo que será. Hay pena pero no lamento.
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Minuto de silencio. Una cruz en cada ojo. Nubes que parten hacia parajes oscuros. ¿Fumar salva del marasmo? Toda esa furia es hambre. En el cenicero caen dientes como pétalos. Cadalsos. Irreversiblemente cadalsos. (P. 13)
BC Vegetación milita en sucesos destilados por la experiencia poética. Son motivos que no puede evadir en medio de su tratado existencial. Motivos que rellenan espacios sensoriales desde su explicación franca. Un ejemplo es el poema Instalación.
III
Bajo el océano
permanece
el árbol de los cosenos.
En los cables de alta tensión
crecen las azucenas. (P. 53)
Al final el poeta nos deja una gran metáfora: CA Vértigo de las aguas. Un fragmento del libro que complementa las partes anteriores. Se trata de la base del triángulo isósceles. Esta fracción denota una consecuencia de la primera parte del libro. Parece un mismo cuerpo. Pudiera ser el principio como mismo ejerce de final. A este momento se le adhieren búsquedas más genéricas. Intenta que el universo entre en el ojo de una aguja, un ojo triangular.
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Cada segundo vamos hacia la tierra. Cada segundo, la tierra viene un poco hacia nosotros. (P. 69)
Geometría interior puede leerse de manera intuitiva. Pero una lectura ejercida desde todos los significantes que componen el libro podría abrirnos a un sinfín de interpretaciones. En su composición habitan elementos (transcendentes) que no pueden ser comprendidos a plenitud, sin la aprehensión previa de las normas conceptuales que lo regulan. Esta es una capacidad que viene implícita en su exploración.
Su ejercicio exige conectar/ascender/fluir. Transita por áreas que serían desdeñables para otros poetas y sobrevive. Se desmarca a través de conceptos amplios/ideológicos/ ¿metafísicos? No evade la construcción sociocultural del mundo pero su búsqueda pertenece a otro estado.
Algunos de los preceptos más determinantes de la poesía metafísica se pueden encontrar en su escritura. Donde tanto la naturaleza como el arte son desnudados/desmantelados en busca de la ilustración, la comparación y la alusión.
Sin llegar a ser páginas abstractas, sí hay un componente visible de esta categoría entre sus versos. Una herramienta que utiliza para filtrar la realidad.
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¿Existe el salto? ¿Las cárceles son tan estrechas? La flotabilidad de los peces continúa siendo gris. (P. 15)
El poeta no oscurece. Hay una variedad de colores que matizan las imágenes dentro de la metáfora. No le basta con la identidad visual de cada elemento de la naturaleza, necesita agregarles otros relieves.
Mandarria
Dicen que la noche no es azul.
¿Qué saben los sabuesos
de atrapar un conejo?
Dos golpes sobre la testa
y bailar.
Pero la expansión ocurre adentro.
La mandarria es una mancha.
El conejo persiste. (P. 36)
Como una pintura íntima, su paleta se compone de aquellos pigmentos más personales. Sus dudas nacen de aquello que solo ofrece perplejidad por su estatus, pero que convida a re-interpretar/codificar. En ese dilema todo elemento adquiere una nueva voluntad y con esta un nuevo color.
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Arroyos de sangre bajo la piel del universo. Piedra azul. Los cúmulos son historia. Caen hacia la gravedad. (P. 69)
Geometría Interior es un paisaje poético donde los elementos de la naturaleza, encuentran significados filosóficos. En él convergen distintos modos de relación/interpretación/obsesión del autor con los hechos que lo circundan. Sus influencias provenientes de las artes visuales y cinematográficas son evidentes. Desde ahí puede guiar al lector, por un espacio donde el tiempo se expresa a otro ritmo. No es difícil leer este libro y sentirse en una película de Terrence Malick o de Carlos Reygadas. ¿Poética de la contemplación? El ciclo natural de las cosas. La edad como una estación inmortal.
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El señuelo del pescador es un regaliz envuelto en capas infinitas y doradas. El pescador es un niño. (P. 69)
El poeta necesita encontrar una explicación a la existencia de la belleza. Medita sobre la extensión humana del mundo/el cosmos/el tiempo. Lo atormenta la modificación de los objetos (piezas sensibles). ¿Qué es la existencia? ¿Cómo sobrevivimos a ella? En esas interrogantes se puede descubrir que todo lo que existe es bello por condición natural. La existencia es la palabra que utilizamos para eternizar la belleza. Un gran poeta debe platearse la eternidad desde la belleza, nada compite con semejante sentencia.
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Los barrotes no son de acero. Más bien de inercia. (P. 72)
Otro elemento perceptible, es la sintonía con el yo espiritual. Un término delicado a la hora de definir debido a sus diferentes acepciones. Pero que conjuga cuatro conceptos ineludibles en Geometría Interior: psique, ser, alma y conciencia.
Se trata de uno de los cuestionamientos más antiguos de la humanidad y que Salazar Benítez introduce desde pequeños detalles. ¿Ambiciona? Claro que sí. Pero a partir de su relación espacial con los objetos/la memoria/la naturaleza. Así provoca un lenguaje simbólico y concluyente.
El agua, los peces, los colores, la lluvia, un niño, un árbol, la cárcel y la tierra, son conceptos repetitivos. En su conjunto crean imágenes poderosas y auto-referenciales. No son de naturaleza externa al autor, más bien actúan como representación de sus estados emotivos-conscientes.
Para Yainier Salazar Benítez, la poesía puede ser un gesto instintivo. Un instrumento capaz de echar abajo los límites mientras su expansión lo trasciende todo. Sus vivencias habituales son traducidas en figuras, cuyos significados necesitan explicarse mediante la palabra. No miente. Transgrede categorías científicas y de asociación. Intenta re-orientar la percepción lógica, sensible y emocional en un mismo discurso. Lo sublime y lo ordinario asumen la misma presencia/permanencia. Se muestra próximo y sincero, aunque en su poesía todas las orillas son equidistantes.