Teatro


Respirar con el arte

Pleno verano en Cuba. Se han registrado las temperaturas más altas de la historia. Son las dos de la tarde y el sol está, como refiere cierto dicho, “que raja las piedras”. A simple vista es difícil contar, pero probablemente haya más de medio centenar de personas repartidas entre la sombra de un árbol, la entrada del Teatro Trianón y sus laterales. A algunos les toca aguardar al sol. Este fin de semana serán las últimas presentaciones de la temporada de la obra dirigida por Carlos Díaz, “Réquiem por Yarini”.

Alguien dice que comenzó desde las nueve de la mañana, y quizás no especule, al ver la fila para comprar entradas. La venta inicia a las dos de la tarde. Hay personas sin almorzar, unos que salieron del trabajo y deben regresar, otros que a simple vista parece que vienen directo de la escuela, algunos que organizaron las tareas de la casa para dedicar un par de horas –o más- a comprar sus entradas.

En momentos tan complejos donde la comida o el transporte ocupan gran parte de la cotidianidad y la mente de muchos cubanos, produce satisfacción cómo las personas quieren ir al teatro e invierten su tiempo en comprar los boletos para, durante aproximadamente dos horas, dejar de lado las preocupaciones de la vida y sumergirse en la historia del célebre proxeneta que habitó el país a finales de los ochenta del siglo pasado, Alberto Yarini.

Lo que sucede con la obra del grupo de teatro El Público pudiera ocurrir con una de La Nave Oficio de Isla o la Franja Teatral. La cuestión es que las personas siguen buscando en el arte una escapatoria momentánea de esta rutina acelerada, donde en ocasiones el instinto de supervivencia supera los modales y, otras veces, asisten porque en esa obra se dice lo que ellos sienten; hay actores que escupen eso que a veces se nos atora en la garganta.

En Cuba, el arte se erige como una necesidad vital, un refugio donde la creatividad y la expresión se entrelazan para ofrecer esperanza y superación. Las instituciones y asociaciones que fomentan la creación artística juegan un papel fundamental al organizar talleres y actividades accesibles para todos los jóvenes y aquellos que deseen explorar su potencial. Estas iniciativas permiten que personas de diferentes condiciones económicas disfruten de conciertos y eventos culturales.

De ahí que el agradecimiento sea profundo para todos los que se dedican al quehacer artístico. Cada nota de música que nos envuelve, cada película que toca nuestro corazón y cada obra de teatro que nos hace reflexionar, representan regalos que conectan con la realidad de quienes vivieron en épocas pasadas o que, en nuestros tiempos, han enfrentado adversidades inimaginables.

A través de estas expresiones, encontramos historias que nos permite sentir un poco menos solos en el vasto universo de emociones humanas.

Agradecemos también a quienes eligen quedarse y luchar, y a aquellos que, a pesar de los obstáculos, siguen dedicando su energía a hacer que otros sean un poco más felices, aunque sea por un instante. En palabras de Nietzsche, “el arte existe para que la realidad no nos destruya”, y el eco de esa idea se manifiesta en la Asociación Hermanos Saíz, donde se afirma que “el arte salva”.


Osvaldo Doimeadiós: No concibo la vida sin humor

Para el actor, director teatral, escritor, guionista y profesor cubano Osvaldo Doimeadiós el humor salva, ya sea el realizado a través de un discurso más criollo o con una fuerte carga dramática.

Doimeadiós, a quien se le dedica el Festival Internacional de Teatro Experimental «Desconectado a 969», fundó el grupo Sala-Manca en 1987, siendo uno de los principales exponentes del arte de las tablas en la isla caribeña.

El también Premio Nacional de Humorismo 2012 refirió a la Agencia Cubana de Noticias que el humor lo ha llevado a comprender de otra manera la forma de hacer arte, pues no concibe la vida sin ese género, esencial para entender el mundo, alegrar su cotidianidad y la de quienes lo rodean. 

Destacó el honor y compromiso que representa el homenaje realizado desde la Asociación Hermanos Saíz en la provincia suroriental, pues un evento organizado por jóvenes es muy esperanzador y productivo para el gremio.

El «Desconectado a 969» es espacio obligado para el sector y representa oportunidad, en aras de visualizar y continuar el trabajo realizado en Nave Oficio de Isla, proyecto nacido en 2019 y que resulta una comunidad creativa donde las diferentes manifestaciones artísticas confluyen, con el objetivo de presentarle al público un espectáculo especial.

Comentó que en esa institución se potencian oportunidades, con el propósito de que estudiantes de las diferentes enseñanzas artísticas y jóvenes creadores muestren sus proyectos e intercambien con otros realizadores y artistas.

Según dijo, la experimentación no debe observarse como algo extraño, ya que es consustancial al trabajo de cada grupo y para oxigenar el gremio y la creación de manera general.

En la medida que el actor investigue y entrene, a fin de completar la formación, contribuye a su entrenamiento físico, crecimiento personal y profesional, y al trabajo en equipo, manifestó.

Exhortó a no dejarse vencer por el tiempo y la monotonía, a ser rigurosos con la profesión, y a investigar, entregarse y dedicarle tiempo a la preparación.

Santiago de Cuba constituye un referente importante para las artes escénicas en la nación caribeña, por los aportes del teatro de relaciones y el desarrollado por grandes actores como Raúl Pomares, Fátima Patterson, Dagoberto Gaínza y Nancy Campos, aseveró.

Osvaldo Doimeadiós posee una relevante obra en la televisión y el cine, y ha sido merecedor, entre otros reconocimientos, de la Orden por la Cultura Nacional, y el Gran Premio de actuación masculina Tomás Terry, en el Festival del monólogo, por Santa Cecilia, de Abilio Estévez (2007).


La Caja Negra «tira» la bola 8

Con el compromiso de brindar al espectador un teatro honesto y real, a través de la transdisciplinariedad de las manifestaciones artísticas, el Grupo de Experimentación Escénica “La Caja Negra” celebrará su octavo aniversario de creado el próximo 14 de junio.

Juan Edilberto Sosa, director del elenco, refirió a la Agencia Cubana de Noticias los inicios en el patio de la Asociación Hermanos Saíz en el territorio suroriental y luego en el Cabildo Teatral Santiago con el espectáculo El Deseo.

Señaló que desde la creación el grupo trabaja una estética relacionada con el performance como práctica de lo real y búsqueda de desconstrucción de los personajes, guiados por la escuela clásica y argumentos de un teatro más antropológico, lo cual influye en la forma de abordar las temáticas.

Manifestó la capacidad de adaptación al contexto social cubano, con obras de pequeños formatos con dos o tres personajes, lo que no implica variación en la disciplina de los artistas y en la calidad de las puestas en escena.

Además, destacó la acogida brindada por el público de países como México y de varias provincias de la isla antillana, siendo el santiaguero el más exigente para “La Caja Negra”.

De acuerdo con Sosa, la imagen del grupo para este festejo gira entorno a la bola número ocho del billar y de los conceptos que pueden existir alrededor del juego con cierta teatralidad.

“La Caja Negra” celebrará este nuevo aniversario con la presentación de la obra Porno o fomentar la carne con carne hasta que sepa mejor, y también trabaja en el performance escénico Búnker.


Un teatro convertido en refugio

He de admitir que escribir sobre El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo supone para mí un verdadero reto. Es tan grande la genialidad con la que ha sido concebida y tan trascendental la historia narrada, que temo no llegar a formular un discurso lo suficientemente abarcador acerca de la obra. Cuatro veces he disfrutado de su puesta en escena y aún no consigo elaborar una sola frase que resuma con lucidez mis impresiones.

A mis oídos ha llegado la noticia de que estoy muy lejos de ser la única decidida a repetir una y otra vez el espectáculo. Se trata de una necesidad colectiva, de una obsesión general. La pequeña salita del teatro no deja de inundarse con cada presentación. El equipo lúdico ciertamente tiene un objetivo claro: permitir que la mayor cantidad de personas posibles pueda disfrutar de la obra, con o sin entradas.

En ocasiones me pregunto por qué ese garaje diminuto situado en la calle I y no otro lugar más espacioso; sin embargo, luego de hallarme frente a las luces del escenario y sentir cómo la mirada de alguna actriz me cala los huesos, soy consciente del efecto que produce en nosotros, los espectadores, contemplar la acción dramática a tan pocos metros de distancia.

Es evidente que la pequeña Ana Frank se ha convertido en uno de los nombres más evocados y simbólicos al abordar los trágicos sucesos del Holocausto. No es necesaria una profundización minuciosa en la historia para recordar a Ana Frank como víctima de la masacre contra miles de judíos perpetrada por la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Su diario, editado y publicado por su padre, Otto Frank, en 1947, contiene escritos de Ana que comienzan el 12 de junio de 1942 y concluyen el 1 de agosto de 1944. A través de estas anotaciones, que en total conforman tres cuadernos, la autora describe sus vivencias durante los dos años que se oculta junto a su familia y otros cuatro acompañantes en Ámsterdam, en la parte trasera de una empresa que es propiedad de su padre.

La obra que nace del espléndido trabajo de la dramaturga Agniezka Hernández Díaz y del director Miguel Abreu tiene a sus espaldas la reconocida adaptación de Frances Goodrich y Albert Hackett estrenada en Broadway en 1955, y llevada posteriormente al cine en 1959, bajo la dirección de George Stevens. Sin embargo, El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo va más allá de la historia que ha sido narrada por una adolescente alemana; a pesar de mantener como eje temático central «la diáspora del judío errante», esta obra se consolida como el discurso universal de los oprimidos, de los emigrantes y de los que nacen sentenciados a la perpetua búsqueda de un verdadero hogar.

Es necesario reconocer en la obra de Agniezka la eliminación o renuncia a la participación de algunos personajes presentes en El diario de Ana Frank y analizar la manera en la que esta transformación incide en la historia narrada. En concreto, resulta relevante cómo la dramaturga decide prescindir de la participación activa de Otto Frank y cómo este elemento provoca un cambio en la forma de contemplar a la madre de Ana, la cual se presenta entonces como madre soltera y cabeza de familia. Las decisiones, que antes recaían en la figura paterna, se desplazan hacia el sujeto femenino y hacen del personaje un constante productor de conflictos.

A este personaje, interpretado por la talentosísima Arianna Delgado, lo traspasa una angustia constante; sumergido entre el silencio y el grito, entre la esperanza y el pesimismo, intenta sacar fuerzas por su hija y sufre la pena de no poderle ofrecer un mejor presente que el vivido a escondidas. Además, la incomunicación entre ambas y la falta de entendimiento se muestran como fuerzas que atentan contra la estabilidad de la madre y la pasividad de la joven.

Ana, por su parte, se presenta como el personaje más sensible al cambio, en el que se vislumbran con mayor claridad las consecuencias de la represión y de las críticas condiciones en las que miles de judíos fueron obligados a subsistir. Tiene mucho que ver con esto el hecho de tratarse de una adolescente en pleno proceso de autodescubrimiento y autoevaluación; ella comienza a analizar su cuerpo y a identificar sus necesidades, necesidades que se ven dilatadas en el encierro. Es consciente, además, de que una parte de ella parece poseer cierta independencia de acción y la lleva a comportarse de manera inapropiada. En este reconocimiento del problema hay todo un despliegue de los conflictos internos que atraviesan al personaje, favoreciendo su evidente metamorfosis y dotándolo de un fuerte dinamismo dramático.

Esa Ana pequeña, sonriente, inocente y soñadora que inicia la obra teatral no será la misma que la concluirá. La Ana que contemplaremos en los últimos minutos será una Ana cubierta de lágrimas, despojada de sueños y de ropa, imponente, una Ana que levantará la voz y colocará todas las cartas sobre la mesa. La culpa es de los adultos, afirma ella, los adultos han construido un país fracturado, descompuesto, y le han arrebatado la posibilidad de crecer, de tomar sus propias decisiones, le han robado la libertad y los lazos que la unen con su tierra natal. En un tono fuerte expresa: «No es culpa nuestra que el mundo sea un desastre. No estábamos aquí cuando esto comenzó».

Por otra parte, la inserción de un personaje tan hiperbólico como el Carnicero de Praga dota a la obra de un nuevo símbolo visualmente llamativo que, a través de la ironía y de un humor bastante mordaz, refleja lo más irracional, despótico y aberrante del poder tiránico. Basado en Reinhard Heydrich,[1] e interpretado por la imponente actriz Claudia Alonso, el Carnicero de Praga puede considerarse una representación paródica del dictador, la que no solo se ha personificado en un cuerpo femenino, sino que además este cuerpo femenino está marcado por la provocación y la exuberancia, va vestido de un rojo intenso y mantiene por lo general una conducta lasciva, cargada de comportamientos con alta connotación sexual. Se trata, sin dudas, de un atentado a la virilidad y al patriarcado.

Fotógrafo: Yasser Expósito

Desde la sinopsis de esta pieza teatral, es presentada la analogía que establece un vínculo entre el ocultamiento de los judíos y el aislamiento obligatorio que trajo consigo la COVID-19. Esta y otras problemáticas políticas, económicas y sociales, a pesar de encontrarse enmarcadas en una historia situada en la primera mitad del siglo XX, no se distancian demasiado de las vivencias del espectador cubano del siglo XXI. La incorporación de elementos de la modernidad, como es el caso del teléfono móvil, forma parte de las novedades de esta recontextualización de la obra y acentúan incluso más la cercanía entre el público y la historia representada.

Es necesario admitir que la magia que envuelve a El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo tiene mucho que ver con la elección de la banda sonora. En un escenario desnudo, sobre el que las actrices no se valen más que de sus vestuarios y del juego con las luces, las canciones, compuestas por Lilena Barrientos, concentran en sí gran parte de la tensión dramática al tiempo que transitan a través de las emociones más diversas. La riqueza rítmica producida por la representación de disímiles géneros musicales le ofrece al espectador, a través de los sonidos, un acercamiento tanto al judaísmo como a lo afrocubano. El suelo del teatro vibra cada vez que las actrices marcan con sus pies el tempo de alguna canción, y la melodía de sus voces llega a nuestros oídos de un modo embriagante.

La experiencia que durante meses nos ha ofrecido Miguel Abreu al dirigir El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo no es más que el resultado de un admirable trabajo por parte de un equipo excepcional, y los resultados revelan, sobre todo, la poderosísima arma de intervención social que constituye la obra teatral de Agniezka Hernández. Las lágrimas que no pocos han derramado durante su puesta en escena son la confirmación de que, más allá de reconocerse como los relatos narrados por una adolescente judía, la historia de Ana Frank se ha convertido en la historia de la humanidad, una humanidad que luego de casi un siglo continúa comprendiendo e identificando analogías entre su propia vida y la de viejos oprimidos.

Nota:

[1] Oficial nazi reconocido por su intervención en la Segunda Guerra Mundial y por su colaboración en el proceso organizativo del terrible Holocausto.


Culmina Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa 2024

Con el retorno a la ciudad del Guaso de los artistas que durante 35 días llevaron su creaciones escénicas por más de un centenar de comunidades serranas de esta oriental provincia cubana, concluyó la trigésimo cuarta edición de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa en el céntrico parque José Martí, donde recibieron el abrazo de sus familiares, colegas y del gremio cultural, como ya es tradición.

El homenaje al Apóstol José Martí, con el depósito de una ofrenda floral frente a la escultura en recordación al Héroe Nacional, ubicada en el parque que lleva su nombre, y el reconocimiento del Comité Provincial del Partido a la Cruzada, por su significación artística e impacto comunitario, caracterizaron el encuentro de recibimiento, que contó también con la presencia de las principales autoridades culturales y sindicales del territorio.

Culmina trigésimo cuarta edición de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa

Durante esta jornada, la Dirección Provincial de Cultura en Guantánamo confirió su distinción más importante, Hermandad, al consagrado creador originario de este oriental territorio, y líder del grupo Teatro Andante de Granma, Juan González Fiffe; en tanto el Consejo de las Artes Escénicas entregó el símbolo de la Cruzada, El Quijote de madera, por su participación por vez primera en este periplo, al conjunto escénico villaclareño Teatro Adentro, así como a la actriz colombiana Griselda Ortiz y a la doctorante brasileña Beatriz Gómes.

Culmina trigésimo cuarta edición de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa

De igual modo, merecieron este reconocimiento el Ballet Folklórico Babul, la filial provincial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), los  Periódicos: Venceremos y Granma, el Estudio Multimedial La Guantanamera, y el alumno de la nueva formación de instructores de arte en la especialidad de teatro: Yoilán Acosta, por su acompañamiento como protagonistas de este periplo de esencias martianas y por los aportes en su dimensión comunicacional.

El joven cantautor Claudio Casal y bailarinas del elenco del Ballet Folklórico Babul amenizaron con sus interpretaciones musicales y coreográficas la acogida a los cruzados, y las palabras de recibimiento estuvieron a cargo del periodista Dairon Martínez Tejeda, presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Guantánamo.

Culmina trigésimo cuarta edición de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa

Este 2024 la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa tuvo entre sus novedades el acápite audiovisual Cruzando el Lente, desarrollado en el Cine Sabanalamar del municipio de San Antonio del Sur, donde se proyectó un compendio de documentales alusivos a este recorrido artístico en varias de sus ediciones, además de incluir un taller para socializar prácticas creativas de realización en este ámbito, desde dispositivos móviles y  pensadas para las plataformas digitales.

La trigésima edición de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa se dedicó en esta ocasión a los 171 años del natalicio del Apóstol José Martí, a las tres décadas de devenir profesional del actor, pedagogo, director y titiritero Emilio Vizcaíno Ávila, así como al  65 aniversario de la Primera Ley de Reforma Agraria, y a la República de Colombia.


Teatro Joven: XIII años de Holguín a Cuba (Dosier)

Un “No” lleno de muchas aceptaciones

Presenciar No, del grupo Alas Teatro, es llenar una hora de risas y sonrisas con un espectáculo donde el arte de los títeres alcanza un máximo virtuosismo técnico en la conjugación muñeco–actor y muñeca-actriz, títeres que se conjugan no solo con manos sino también con piernas y, consistentemente con todo el cuerpo, para ser mucho más que “títeres de manos” o “muñecos cargados”.

(SEGUIR LEYENDO)


***

Monólogo de la soledad

 

“Simplicidad” y “hondura” son dos términos claves para Monólogo de la soledad, del grupo teatral El Juglar del Cisne, con la dirección general de Yudian Padrón Pérez. “Simplicidad formal” y de realización general, nunca en el sentido de vacío, banal o primitivo, sino en el de oposición a lo complejo, o mejor en este caso, oposición a lo vana y chillonamente complejo. Puede venir la tentación del término “minimalismo”, pero este acarrea otras significaciones de estilo diversas al tipo de “naturalidad” que caracteriza a este monólogo.

(SEGUIR LEYENDO)

***

 

De querer estamos llenos… y vacíos

 

Tal vez, o mejor, casi seguramente, el que no sea yo un asiduo al teatro –por razones holguineras que no vienen al caso explicar– me provoque cierto desconcierto asistir y valorar una obra como I want, presentada fuera de Matanzas por segunda vez (antes fue en La Habana), y como su dinámica lo exige, en un espacio de pequeñas dimensiones –todo es relativo– en el siempre acogedor sitio que es la ¿cafetería? Las Tres Lucías.

(SEGUIR LEYENDO)

***

El títere es mi salvación teatral

 

Amelia sueña mariposas, puesta en escena de Arneldy Cejas y Erduyn Maza para Teatro La Proa, reconocido grupo de teatro para niños y de títeres de La Habana, llega al Festival de Teatro Joven. Al autor del texto, el dramaturgo, actor y titiritero Erduyn Maza le conozco del/desde el ISA, donde fuimos compañeros de aula en el seminario de Dramaturgia y de quien conservo la imagen de –como refiriera alguna vez Rubén Darío Salazar en una conversación– un “escribidor nato”, alguien que piensa en la escena, trabaja y escribe todo el tiempo para, sobre y por ella. Decidí conocer un poco del Erduyn dramaturgo y sobre el proceso de escritura de sus piezas teatrales, el cómo y el por qué.

(SEGUIR LEYENDO)

***

El perfecto “desastre”

 

Asesinato en la Mansión Haversham es una comedia hilarante donde las cosas van de mal a peor y terminan en un completo desastre. Cuenta el día del estreno de una obra de misterio, en el que se investiga un homicidio perpetrado por alguno de los personajes que desfilan sobre el escenario, todos vinculados, de alguna manera, con la víctima y varios de ellos relacionados también entre sí. 

(SEGUIR LEYENDO)

***

En sordina

Fotos Robert Rodríguez

Según Abel González Melo los protagonistas de sus obras han tenido su edad al momento de su escritura, y en cada texto se vuelven mayores, pues crecen junto a él. “He querido llenarlos de mis dudas, mis afectos, mis dolores. Son la imagen sublimada de mí mismo en medio del mundo en que he crecido: la Cuba de entresiglos…”, confiesa en una entrevista concedida a la pedagoga Bridgette W. Gunnels para la revista académica estadounidense Southern Spaces (Espacios del Sur).

(SEGUIR LEYENDO)

 


Monólogo de la soledad

“Simplicidad” y “hondura” son dos términos claves para Monólogo de la soledad, del grupo teatral El Juglar del Cisne, con la dirección general de Yudian Padrón Pérez. “Simplicidad formal” y de realización general, nunca en el sentido de vacío, banal o primitivo, sino en el de oposición a lo complejo, o mejor en este caso, oposición a lo vana y chillonamente complejo. Puede venir la tentación del término “minimalismo”, pero este acarrea otras significaciones de estilo diversas al tipo de “naturalidad” que caracteriza a este monólogo.

Pensar en un monólogo casi siempre conduce al estereotipo de obras con la temática humanista, de género, intimistas o de carácter social en gen general, dichas por un actor o actriz que representa a un personaje específico como puede serlo una abuela solitaria.

Fotos Robert Rodríguez

Pero, en primera instancia, aquí se nos ofrece un monólogo en cierta medida “desdoblado” mediante un actor que dice el monólogo y una muñeca que sustituye (visualmente) a la correspondiente actriz. Un segundo actor apoyará acciones, situaciones y manejo de objetos escénicos, sin afectar en ningún sentido el carácter e intensidad de la obra como monólogo.

Tal desdoblamiento o conjunción de actor y muñeca para el personaje que monologa es realmente eficaz para los efectos audiovisuales y escénicos generales de la obra y, además, hace a esta más atractiva para públicos de menores edades (a quienes ha de interesar precisamente lo dicho en el monólogo), sin que deje de serlo, quizá todo lo contrario en muchos espectadores, para los de más edades.

Pero ello, lejos de implicar complejidades mayores ni parafernalias innecesarias, se desenvuelve ante nosotros con una real sencillez de recursos y acciones en la construcción del personaje, una anciana que vive sola con su gato y añora la compañía familiar (o, en general, humana).

Fotos Robert Rodríguez

El monólogo, magistralmente dicho por Juan Miguel Plané Serrano, es acompañado con igual maestría por su propia manipulación de la muñeca que permanece siempre debidamente como punto focal de nuestra atención y logra hacérsenos sentir como auténtico “personaje”, auténtica abuela solitaria.

La sencillez de recursos, formas e imágenes generales no solo ha bastado sino incluso se ha hecho óptima para el deseado llamado sentimental y humanista. Simplicidad formal (en el mejor sentido aclarado) y hondura de sentimientos y conceptos se conjugan, así, perfectamente.

Fotos Robert Rodríguez

La labor del sonidista Dayam González se aviene en la justa medida con dichas cualidades del discurso oral y audiovisual, con una musicalización melodiosa y sonidos igualmente simples a la vez que emotivos y agradables.

Simplicidad formal audiovisualmente tan expresiva como agradable y hondura de propuestas sentimentales, conceptuales y, también, estéticas queden reiteradas como cualidades medulares del “monólogo de la soledad”.


En Holguín se reúne el Teatro Joven

El Festival Nacional de Teatro Joven, evento organizado por la AHS en Holguín, regresa del 21 al 24 de septiembre en su XIII edición, con un programa que incluye la confluencia de diversas poéticas en la escena, un encuentro teórico y presentaciones literarias.

Están invitados en esta edición, dedicada a la dirección y producción teatral los colectivos: Teatro La Proa (La Habana) con Amelia sueña mariposas, texto de Erduyn Maza Morgado con dirección artística del propio Maza Morgado y Arneldy Cejas Herrera; Oficio de Isla (La Habana) con Asesinato en la Mansión Havershan, dirigida por Ledier Alonso; Alas Teatro (Pinar del Río) con No, en cuya dirección se encuentra Doris Méndez Lanza y Arasay Suarez Padrón; y El juglar del cisne (Pinar del Río), con la obra Monólogo de la soledad, dirigida por Yadian Padrón Pérez. Se incluyen en el programa de presentaciones escénicas: I Want Teatro (Matanzas), proyecto de María Laura Germán con la obra I Want; y Teatro Alas D´Cuba (Granma) con Por gusto de Abel González Melo, con dirección artística de Juan Alberto Ante Ramírez y general de Fernando Muñoz.  

“El Festival se realizará durante tres días y fuera de marzo, la fecha habitual desde su fundación”, comentó Yasser Velázquez, miembro del Comité organizador, en conferencia de prensa realizada en la AHS. Sin embargo, “resulta una proeza mantenerlo con este empuje y su concreción responde, en buena medida, al apoyo institucional del Consejo Provincial de las Artes Escénicas (CPAE) y la Dirección Provincial de Cultura”, añadió Yasser.

A las habituales salas Alberto Dávalos y Raúl Camayd, del Complejo Cultural Teatro Eddy Suñol, se suman el Café Tres Lucía, sitio para la presentación los días 22 y 23 de I Want, y la Casa del Joven Creador-AHS, con las puestas de El juglar del cisne y Alas Teatro.

“El público podrá disfrutar de poéticas diversas, entre ellas las siempre esperadas funciones infantiles”, explicó Velázquez. A las puestas en escena se potencia un espacio teórico, con el título “XIII años de Teatro Joven, de Holguín a Cuba” y la participación de los directores y productores de las compañías invitadas, quienes abordarán los desafíos de estas especialidades en el contexto cubano contemporáneo. También en la Casa del Joven Creador se presentará parte del catálogo de teatro de Ediciones La Luz, con Outsiders de Alessandra Santiesteban y Ludoteca, de Leonardo Velázquez, por Adalberto Santos.

Palco 13, boletín de crítica teatral que ha caracterizado el Festival, mantendrá su circulación, digital e impreso, durante esos días, con firmas reconocidas y varios jóvenes autores.

La inauguración oficial del XIII Festival Nacional de Teatro Joven, este 21 de septiembre, en la Raúl Camayd del Teatro Eddy Suñol, estará a cargo del Grupo Humorístico Etcétera con su espectáculo DesTintos y DifeRíentes, que cuenta con dirección artística y general de Eider Luis Pérez Martínez. Aunque, a manera de jornada pre-Festival, Etcétera y Yuri Rojas (Zoila) se presentan en este escenario desde el lunes 18.


«No importa», un país en una obra (dosier)

No Importa: Un teatro en tránsito

Por: Isabel Cristina López Hamze

Las puestas en escena van cambiando, como todo en la vida. Cuando uno ve un espectáculo varias veces en lugares distintos, y rodeado de públicos diferentes, no está asistiendo a la misma obra aunque los actores sigan las mismas pautas. Eso me ha sucedido con No Importa, puesta en escena de El Mejunje, sobre textos del libro de crónicas ¿Quién le pone el cascabel al látigo? de Rodolfo Romero Reyes. Es una obra nacida en pandemia, en medio del enclaustramiento y el miedo. Un proceso que comenzó a gestarse a hurtadillas en Santa Clara, cuando no se podía salir a la calle y los actores se reunían para ensayar desafiando al virus y a las autoridades sanitarias. Así nació esta puesta, de la desobediencia y la necesidad profunda del reencuentro, de las ganas de comprender esta Isla a través del teatro.  

Dirigida por el novel Adrián Hernández, la puesta en escena tiene su origen en la lectura comprometida de un libro de crónicas, un género bastante preterido por las editoriales, pero que, históricamente, ha sido del amplio gusto popular. Con el pretexto de una reunión de amigos se va perfilando un espacio para el diálogo, la diversión, los cruces sentimentales e ideológicos de una generación que hoy se encuentra ante la disyuntiva de irse o quedarse. Tres de los amigos, que pasaron juntos su adolescencia y primera juventud, se fueron a otros países y uno se quedó en Cuba. Se encuentran en una fiesta privada y recuerdan momentos de sus vidas que se corresponden con algunas de las crónicas del libro. Cada cuadro se concibe con una estructura interna propia, que posee un inicio, un desarrollo y un cierre y la situación dramática de base, que sería la fiesta de los amigos, va hilvanando toda la acción de la obra.      

No importa surge como una suerte de premonición, pues en el momento en el que se estrena, a finales de 2021, aún no se había desatado en su mayor intensidad la oleada migratoria que estamos viviendo. Es una obra que se adelanta a los acontecimientos. A pesar de su tono de inmediatez y la velocidad de esta época, la puesta sigue estando a la par de la realidad cubana más actual. Esa conexión directa con el momento está determinada, en gran medida, por el carácter evocativo del espectáculo y sus transiciones al aquí y ahora. Los personajes recuerdan episodios de sus vidas y como estrategia escénica se representa esa memoria trayéndola al presente.

El juego del teatro dentro del teatro que se advierte en la estructuración de los diferentes cuadros es el recurso que soporta la teatralidad de la obra. También se advierte un ligero matiz de metateatralidad sugerido a partir de las reflexiones sobre el propio hecho teatral. Esta dimensión se hace muy evidente en el prólogo que recuerda un estilo de obras específicas en las que se le explica al espectador lo que va a ver. Lo interesante es que este rasgo didáctico no se vuelve tedioso, sino que adelanta eficazmente el tono y el color del espectáculo.

Foto: Daniel Álvarez Fernández. / Cortesía de El Mejunje. / Puesta en escena de la obra No importa.

No importa es para mí como un Work-in-Progress. Desde que vi la puesta por primera vez me llevé esa impresión. Me reafirman esa idea la estructura sencilla y la conformación del relato escénico a partir de unos pocos elementos; el recurso de la pizarra sobre la que se van colgando los objetos como residuos de esa historia compartida y el carácter vivo, espontáneo, sujeto a variaciones que tiene el espectáculo. Por eso prefiero las primeras dos funciones a las que asistí: una en la Casa del Alba en agosto, y la otra en el Café Teatro Bertolt Brecht en septiembre de 2022. En aquellas ocasiones los actores vestían con ropa negra similar a las de entrenamiento y sobre ese vestuario neutro que da la impresión de visualidad inacabada, se iban incorporando elementos que caracterizaban a los personajes. Esa propuesta de vestuario tenía mucho que ver con la noción de trabajo en proceso, de búsqueda, de experiencia teatral en tránsito. Con el paso del tiempo los actores incorporaron vestuarios más apegados a lo realista y decoraron las maletas de madera con motivos pictóricos. Esta segunda propuesta, a mi juicio, es menos atractiva que la anterior, desde el punto de vista conceptual, aunque no le resta fortaleza, ni emotividad a la puesta, dos de sus mayores virtudes.   

Los actores logran algo tan difícil como estar en una misma cuerda, mantener un mismo registro a pesar de tener diferentes condiciones físicas y un nivel distinto de organicidad. Uno de los valores de la interpretación es el juego que se establece entre el actor, el personaje del presente y el personaje que se recuerda. Los cuatro actores consiguen un equilibrio perfecto y son partes de una especie de personaje grupal en el que muchos del público se ven representados como grupo generacional. Al mismo tiempo, cada personaje mantiene su identidad propia y juega un rol diferente en el espectáculo.

El tema de la emigración está abordado de manera seria, aunque se trate de una comedia. El problema que tanto afecta a la familia cubana y que tiene tantas aristas se trata sin romanticismos y sin medias tintas, aunque el acento final está puesto sobre el que se queda en Cuba y la felicidad que ha alcanzado aquí. En el largo proceso de la obra que ha implicado su montaje, funciones y cambios en su interior y en el país, han visto partir a amigos, colegas y familiares. Como un ejemplo de ironía dramática el actor que interpretaba al personaje que es el único que se quedó en Cuba, se fue «en la vida real». Ese dato no tan escondido redimensiona el personaje que ahora es interpretado por otro actor.

Quizás uno de los momentos más insólitos de la puesta es el intermedio en el que los actores hacen video-llamadas con amigos que viven fuera y de una forma muy motiva los incluyen en la función. Esa mezcla de la realidad y la ficción está presente en todo el espectáculo y es uno de los ganchos más fuertes para el público. Me resulta muy significativo que el material sobre el que parte la obra, no es un texto teatral, ni siquiera de literatura de ficción, sino un libro de crónicas. La génesis de la puesta está en una fuente que parte de lo real y de experiencias narradas en primera persona. Ese espíritu se conserva en escena y es muy atractivo para los espectadores quienes tienen una participación activa en toda la representación aunque no tengan que hablar, o subir al escenario en ningún momento.     

Cuando la obra está por comenzar, los actores saludan a la gente del público, conversan y abrazan a algún santaclareño ausente, mientras la música nos hace sentir en un lugar cómodo e informal. No están concentrándose tras la pata, no terminan de ajustarse el vestuario, no repasan el texto en su cabeza, sino que fluyen como si se tratara de una fiesta íntima que es en realidad el escenario ficcional del espectáculo.

El ambiente de fiesta que la obra genera y del que enseguida el espectador se hace parte, permite esa condición a la que los griegos llamaron parresía, que significa “decir todo”. Como los comediógrafos antiguos, los jóvenes de No importa asumen el concepto de parresía y lanzan las verdades más duras, otro gesto político y genuino que el público de estos tiempos agradece hasta las lágrimas.

Buscando las repercusiones del espectáculo a casi dos años de su estreno, noto un escaso interés de la crítica especializada en esta puesta. Asumo que, lo que a mí me resulta valioso, que es precisamente esa precariedad de la escena, lo inacabado de la puesta, la asimilación de una estética convencional estructurada en cuadros, a otros les parece un fallo de la dirección o quizás una pobre proyección escénica. Considero que no hay por qué temerle a lo sencillo cuando existe una hondura en lo que se quiere compartir. Aunque cada persona y especialista tiene su propio criterio, lo que nadie puede negar es que la puesta ha sido un suceso de público y eso es digno de analizar. El público ríe, llora, canta, regresa una y otra vez.

Foto: Daniel Álvarez Fernández. / Cortesía de El Mejunje. / Puesta en escena de la obra No importa.

No Importa es coherente y genuina, eficaz en sus proposiciones escénicas. Siento que seguirá mutando con el tiempo y se harán nuevos hallazgos. Es otra de las tantas obras cubanas que abordan el tema de la emigración. La maleta vuelve a ser el símbolo del viaje, del regreso, del escape, de la vida misma del que nació en una Isla. Esta vez, no es un maletín de rueditas “pá que no te pese”, sino cuatro maletas de madera, como las que llevábamos a la escuela al campo. Una maleta pesada, incómoda de cargar, fea, tosca, pero resistente e irrompible.

Yo volvería a ver No importa tres veces más y sé que cada vez será distinta, porque le hablará a un país distinto, a una yo distinta. No se puede augurar la esperanza de vida de una obra que está tan pegada a la realidad y en eso también radica su honestidad. Gracias a Lisandra Martín, Duviel Gutiérrez, Leisy Domínguez, Yuniesky Bermúdez y Adrián Hernández por aventurarse a dar su propio testimonio del país que somos. Gracias siempre al gran Silverio por acompañar a los jóvenes y saber dialogar con ellos desde su altura. Los aplausos de esta puesta son también para él, un líder que ha sabido cobijar muchas maneras de pensar, de ser, de entender esta Isla bella que nos duele, nos alegra, nos oprime, nos libera, pero sobre todas las cosas: nos necesita a todos.    

***

El Mejunje Teatral: Reinventarse por todo lo que importa

Por Claudia Amanda Betancourt Torres

Entrevista a Adrián Hernández Hernández, director de la obra No importa

No importa es la obra más reciente de la compañía teatral Mejunje de Santa Clara, bajo la dirección general de Ramón Silverio. Una obra que ha tenido una repercusión significativa en los públicos de la Cuba de hoy y más aún en los jóvenes. Trata temas como la migración, el respeto hacia la diversidad, la amistad.

La puesta en escena fue ganadora de la Beca El Reino de este Mundo (2020), que otorga la Asociación Hermano Saíz. Han tenido la oportunidad de presentarse en diferentes festivales, sedes y eventos escénicos del oriente, centro y occidente del país. En La Habana ha estado en varias ocasiones con el apoyo de la AHS, de la Articulación Juvenil del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR), del proyecto de cooperación internacional “Juntarte: la cadena creativa que hace la escena inclusiva”, la revista Alma Máter de la Universidad de La Habana (UH) y de Casa de Las Américas.

Con cincuenta funciones realizadas hasta el momento, No importa cuenta la relación de cuatro amigos que se reúnen en un hotel después de un tiempo sin verse, tres de ellos no residen en Cuba, todos tienen puntos de vista diferentes sobre la realidad social que viven, sobre los sentimientos humanos, la política de nuestro país y de los recuerdos que forjaron esa amistad inseparable entre ellos. Una puesta en escena que surge a partir del libro ¿Quién le pone el cascabel al látigo?, de Rodolfo Romero Reyes, que cuenta con cuarenta y cinco crónicas sobre la realidad cubana de las últimas décadas.

¿Cómo surge la idea de llevar a la escena algunas de estas crónicas de Quién le pone el cascabel al látigo?

La idea del montaje de No importa surge en medio de la pandemia. Nosotros regresábamos de un festival en Matanzas, se empezaba a anunciar que se iba a cerrar todo el país y comenzó el confinamiento. Nosotros teníamos la necesidad de trabajar, de seguir haciendo cosas porque salimos muy embullados de aquel festival y ya habíamos colegiado la idea de trabajar juntos un grupo de actores. Creamos un grupo de WhatsApp, que llamamos “La Mejunjancia” y empezamos a cocinar la idea de que debíamos ponernos a trabajar en función de algún espectáculo. Silverio nos convoca y nos orienta que cada cual desde sus casas fuera escribiendo, fuera proponiendo algún montaje para cuando existiera la posibilidad empezar a trabajar, pensando que toda esa situación pasaría rápido y no fue así.

Cuando yo era vendedor en la plaza de artesanías Plaza Apolo de Santa Clara, había comprado en una feria del libro ¿Quién le pone el cascabel al látigo? porque muchos jóvenes que pasaban por el quiosco donde trabajaba hablaban sobre el libro y me llamó la atención. Lo compré en la mañana y en la tarde cuando recogí el quiosco, me había leído el libro casi completo y me gustaron mucho las crónicas porque me vi reflejado en muchas de ellas, fue lo que yo viví en mi etapa del preuniversitario, del servicio militar, de la universidad. Me pareció interesante lo que se contaba en este libro y llevé la propuesta a nuestro grupo. Con todos los reencuentros que se relatan en el libro, pensé que la idea para la puesta en escena podía ir por ahí, sobre un reencuentro.

Cuando tuvimos la oportunidad de vernos, de manera indisciplinada, escapándonos de nuestras casas y cuando Silverio nos permitiera alguna vez utilizar el espacio de El Mejunje, tomando todas las medidas de seguridad, seguimos trabajando para que resultara el espectáculo y también aliviar ese mal rato de confinamiento en las casas. Los muchachos se leyeron el libro y también les gustó mucho. Empezamos hacer un trabajo de mesa con la idea central de un reencuentro de cuatro amigos, de los cuales tres no vivían ya en Cuba. De hecho, la idea inicial era de cinco amigos, lo que hubo uno que nunca pudo llegar a ese reencuentro por razones diversas y no pudo estar. En el trabajo de mesa, éramos pegados al teléfono móvil como medio principal en esos días de pandemia para comunicarnos y me surgió una preocupación. Entre nuestros propios círculos de amigos se desataban discusiones, había desacuerdos sobre algunas de las cosas que estaban sucediendo en el país en cuanto a leyes y política. Era algo que me molestaba mucho y fuimos incorporándolo en la obra.

¿Por qué el nombre de la obra es No importa?

En un principio la obra no tenía el nombre final, se iba a llamar igual que el libro. Seleccionamos los cuentos, aunque por mí hubiesen estado todos los del libro, pero los muchachos y Lisandra, que fue mi asesora, me hicieron entender que había que ajustar todo al lenguaje teatral. Trabajamos el plano de los movimientos, el diseño escenográfico y todos los demás elementos de la puesta. Ahí fue donde me di cuenta que este trabajo podía tener otro objetivo, acercar a un público joven a la sala de teatro de nosotros en la ciudad de Santa Clara, provincia Villa Clara.

La sala de nosotros es pequeña, pero estaba perdiendo a ese público joven, ya el público que asistía a la sala y al festival que hacemos acá, era un público asiduo más adulto, sin embargo, el público joven no conocía la sala de teatro ni nuestra compañía dentro del Mejunje y eso fue otro de los objetivos que nos planteamos de rescatar ese público joven. Como actores también teníamos la necesidad de experimentar incluir en la puesta otros modos o expresiones, buscar un texto para reflexionar, hacer reír, bailar, cantar. Luego contacté a Rodolfo el autor del libro por Facebook y le comenté que nuestra compañía iba a llevar a escena su texto. Él nunca se lo creyó hasta que estuvo con nosotros el día del estreno y realmente aportó muchas ideas, también hizo las notas al programa sin que empezáramos a ensayar, sin ver algún fragmento de la puesta y así reflejó lo que nosotros realmente queríamos que el público se llevara de la propuesta. Ha sido una química perfecta entre los cinco que iniciamos el montaje, incluyendo a Rodolfo, los seis.

El nombre final surgió consultando a Freddys Núñez Estenoz como referente para nosotros y nos dijo que el nombre original del texto estaba muy largo, ya era el nombre del libro y nos incitó a que buscáramos otro más reducido. Un proceso de una mañana y media en la que a Lisandra se le ocurrió el nombrar la obra: No importa, y todos estuvimos de acuerdo. En el diseño del cartel también se refleja porque es parte del cubano pensar “no importa”, si esto está malo seguimos, si pasa esto o aquello, hacia adelante… Como una forma de tomar las cosas y de cómo hemos vivido nosotros. Con el tiempo nos hemos dado cuenta que este título parece algo irónico, pero realmente es bien serio.

Foto: Daniel Álvarez Fernández. / Cortesía de El Mejunje. / Puesta en escena de la obra No importa.

¿Cómo fue el desarrollo del proceso de montaje de la puesta en escena?

Fue un proceso muy divertido, lo disfrutamos muchísimo. Se comenzó a trabajar en pandemia y se estrenó en pandemia, fue realmente un proceso muy bonito. Los cinco que nos involucramos habíamos trabajado juntos, pero no con la química que logramos en este proceso de montaje. En esa idea central de reencuentro, se planteaba que no hubiera diferencias si no aceptar a cada cual como era y como pensara, defendiendo que lo que tenía que prevalecer era la amistad. Esa fue la premisa que quería llevar a escena y a partir de ahí empezamos a construir los personajes, que no están en las crónicas, sino que fuimos poco a poco colocando las crónicas en las vidas de estos personajes y así fuimos creando al amigo que se queda en Cuba y tomamos como referente al mismo Rodolfo que se quedó aquí trabajando, haciendo lo que le gusta, escribir. Así buscamos puntos de contacto con muchas de las personas que viven en el país con otros que ya no viven aquí. Aquel que se fue sin querer irse, el que se fue en busca de un futuro mejor arriesgando mucho y sigue vagando por el mundo dejando atrás a su tierra y a su familia, etc.

Esas historias que nos rodean y se ven reflejadas en algunas de las crónicas. Tuvimos claro hacerlo por bloques. Una primera parte del reencuentro, la segunda parte que cuenta todo lo que pasó en el preuniversitario, en el servicio militar y universidad y el desenlace final de la obra que es cuando cada cual cuenta cómo le va en el presente después de tanto tiempo y cómo piensa en la actualidad. Son muchas crónicas y las fuimos descartando, tomando solo aquellas relacionadas a la idea central para llevarla a escena en frases, adaptando la historia en un proceso de improvisación. Teníamos claro el personaje de la actriz Lisandra Martín iba a ser ese personaje reaccionario, sin miedo nada, que lo iba a criticar todo, algo radical. También la historia del muchacho que se fue del país por una de las crónicas que se llama “Amante por cuenta propia” que cuenta la historia de cómo se junta con una extranjera, una historia de prostitución por la que muchos jóvenes han pasado en la realidad para salir de Cuba. No teníamos clara la historia de Leysi y buscamos en las crónicas algunos elementos, como la enfermedad de cáncer que tanto golpea nuestra sociedad actual, un tema sensible en nuestro país para seguir luchando por la vida a pesar de sufrir esta enfermedad mortal, aunque no lo utilizáramos como gancho.

Cuando hicimos los primeros ensayos con público y le presentamos la obra a Silverio no le gustó para nada, fue un choque tremendo, pero nos replanteamos muchas de las notas de Silverio y analizar su punto de vista nos sirvió para desde su punto de vista a utilizar en la obra en frases como “esto se parece a”, “esto es igual a”, “y si esto es más de lo mismo”, frases de Silverio que utilizamos para la puesta.

La obra también fue la graduación de Lisandra como actriz en la Universidad de las Artes (ISA), creo que la única estudiante de actuación que pudo presentarse presencialmente en su año para graduarse. Hubo una pequeña apertura en esa etapa pandémica, comienza un éxodo masivo en el país. Ahí nos dimos cuenta que la obra había tocado otra zona de nuestra realidad, algo que veníamos rondando desde el trabajo de mesa, pero no la teníamos como fuerte de la obra y era el tema de la migración. Irse y volverse a encontrar, irse y ver qué pasa con esa ida o asumir quedarse. Muchas personas que asistieron a los ensayos y presentaciones en ese momento nos decían después que veían la obra: “mañana me voy y si yo pudiera rompía el pasaporte y no me iba”. Nos dimos cuenta que la obra estaba tocando una fibra que estaba sucediendo dentro de la sociedad pospandemia y en la juventud cubanas.

La migración en un inicio no era el tema central de la obra, sino cómo los amigos se disgustaban y peleaban por temas políticos y a veces por temas sin relevancia. Nunca tuvimos claro de que No importa reflejara la migración en la Cuba actual, ni que destacara el respeto hacia la diferencia de pensamiento. De cuestionarse si somos felices aquí o fuera del país, si lo tenemos todo o no, si hay cosas que realmente deben cambiar. Las formas de pensamiento deben abrirse, pensar en los que se quedan, también en los que se van y quieres seguir apoyando o ayudando a los de aquí. Muchas personas cuando ven No importa tienen otras formas de ver la vida al salir de la sala. Muchas fueron a ver con esta obra, teatro por primera vez en su vida. La obra ha ayudado a través de los temas que trata, con el trabajo de los actores y de la puesta en escena, a que un público que desconocedor de teatro sienta curiosidad e interés por acercarse al teatro. No sé si será una obra que quede como referente por sus características, pero hemos tenido experiencias múltiples como presentar la obra en la escuela nacional del PCC a un proyecto del Centro Martin Luther King, para que los allí presentes entendieran la realidad actual y cómo respetar los pensamientos diferentes, convivir con las diferencias y escuchar todo tipo de pensamiento. Fuimos también la obra invitada a un evento en la Casa de las Américas sobre la migración. Y todo esto ha sido muy bueno. Ha llevado a que las personas reflexionen sobre la diversidad de colores, de pensamiento y cómo esa diversidad hace el desarrollo. Yo creo que No importa ha ayudado a cambiar vidas, a unir familias, a entender estos temas de la separación, de los reencuentros. También ha sido un reto tocar y profundizar en estos temas, el cómo reacciona el público y cómo nos ha cambiado a nosotros también todo este proceso.

Foto: Daniel Álvarez Fernández. / Cortesía de El Mejunje. / Puesta en escena de la obra No importa.

¿Cómo se plantearon el diseño escenográfico y toda la visualidad de la puesta?

La escenografía de la obra siempre pensé que fuera minimalista. Cuatro maletas bien teatrales, que se pudieran mover, que se pudieran crear imágenes con ellas porque me gusta mucho el teatro de imagen, pues una imagen a veces dice más que mil palabras. Me gusta también el teatro de corografía, la limpieza de las escenas y eso se fue trabajando poco a poco con las canciones, coreografías, construyendo las historias de los personajes.

Nos basamos en una gama de colores básicos para la visualidad del espectáculo y nos fuimos dando cuenta de que cada color tenía sin querer su significado respecto al personaje que usaba ese color. Así hemos tenido muchas experiencias, los espectadores han pensado que los colores fueron a propósito por la historia de Harry Potter, o porque el color define a tal personaje por su rebeldía o porque el otro personaje es más pacífico y eso también lo fuimos incorporando al montaje. La banda sonora es de la generación de nosotros los actores, la única música original de nosotros es el último tema que es la canción de los amigos que salió el mismo día del estreno oficial de la obra. Se compuso una semana antes del estreno, el mismo día de este en la mañana se grabó y en la tarde se puso para la función. Muchos amigos nos ayudaron en todo el proceso de montaje dando sus ideas, opinando en los ensayos y presentaciones.

¿Qué fue lo más complejo del montaje?

Que fue durante pandemia. Algo que ayudó, pero también nos limitó de algunas cosas que tuvimos que acelerar cuando ocurrió la apertura. También lograr que los actores involucrados en el montaje se respetaran y entendieran que cada cual piensa diferente, que había que respetar eso. Que cada idea que se propusiera y discutiera, había que llevarla a un consenso entre todos. Lo otro es que como la obra toca temas complejos, actuales y sensibles, podría traerme algún problema a mí como director artístico, pero realmente lo que defiende la obra es la diversidad de pensamiento y la amistad principalmente. Con respecto a la escenografía, vestuario y diseños no fue tan complejo porque logramos ganarnos la beca de El Reino de este Mundo que otorga la AHS y nos aliviamos un poco con respecto a los gastos de producción y todo fue saliendo, fluyó bien.

Según tu experiencia durante las presentaciones, ¿cómo ha sido la recepción del público?

Si No importa ha llegado hasta donde hemos podido llegar y ha logrado gran aceptación, ha sido por el público. Para nosotros ha sido “el fenómeno No importa”. Siempre nos planteamos que fuera una obra que gustara y atrapara al público joven pero no pensábamos que fuera a esta magnitud. Hay personas que han visto la obra más de cuarenta veces de las cincuenta que se ha realizado la función, se mueven con nosotros a ver la obra. Ha habido público que se ha movido de una provincia a otra a ver la obra.

Un muchacho fue en tren de Ciego de Ávila a Santa Clara para grabar la obra y poder mandársela a la novia que se había ido días antes del país y no pudo ver la obra con él cuando la presentamos en su provincia. Hemos tenido muchas más experiencias. La recepción del público ha sido muy buena, hay gente que han ido a despedirse yendo a ver la obra. Hemos tenido en el público familias completas, familias incompletas, personas que han llamado por videollamada a sus hijos para que a través del celular vean la obra. Hemos tenido que marcar tres filas en el suelo para que las personas alcancen a entrar y ver la obra. La gente te abraza, llora, se sienten identificados por vivencias personales similares a las que se muestran en la puesta. Esos intercambios con el público te demuestran que estás haciendo un trabajo que realmente ese público necesitaba. También tenemos experiencia con críticas favorables que han marcado un antes y un después para la compañía. Hemos tenido quienes están en contra de No importa porque les ha molestado el discurso y han salido furiosos de la sala y a veces hasta reconociendo los valores de la obra por su vigencia. Esa diversidad de públicos ha hecho que la recepción sea buena en este año y pico de funciones, porque cuando se cuestiona o se piensa censurar algo, llama aún más la atención de todos.

¿Cómo se han sentido ustedes como protagonistas del proceso creativo de No importa?

Nosotros podemos estar cansados como en un viaje que fuimos a La Habana para presentarnos en el Bertolt Brecht donde llegamos a las 4:00 p.m. y a las 7:00 p.m. era la función. Pero cuando estamos en la sala, hacemos ese calentamiento extraño de nosotros de reírnos haciendo chistes, mirarnos, conversar de cualquier otra cosa, un ritual que tenemos de abrazarnos para empezar a actuar y allí se olvida todo el cansancio, todo lo que puede haber pasado antes de que empiece la música de “Isla Bella”.

Realmente nos hemos sentido muy bien, hemos tenido funciones maravillosas, donde hemos experimentado muchas cosas, siempre he tratado de sorprenderlos en cada función. En el momento de las video-llamada, a veces contactaba con un amigo allegado de nosotros mismos, alguien conocido que se había ido del país. El día de la graduación de Lisandra, por ejemplo, a Freddys Núñez fue quien hicimos la video-llamada. Cuando se me fue uno de los actores en medio del montaje y a los quince días tuvimos la función, la llamada fue con él. Ese proceso que sucede cuando el que ve la obra `duda si somos nosotros mismos o los personajes los que están en escena, no es nada improvisado, sino que es parte del montaje. Disfrutamos cada función, porque siempre sale algo nuevo, un texto nuevo, una imagen nueva, cada función se disfruta como la primera. Cada vez que tenemos función es un reto nuevo, primero porque hay que tomarse una botella de Havana Club completa durante la obra, pues es la marca que nos ha patrocinado y no podía ser otra porque es el ron cubano más reconocido internacionalmente. Cualquier cubano que se tome un sorbo de Havana Club aunque no viva aquí, enseguida le viene recuerdos de su vida en Cuba y así hemos participado también en la campaña de promoción de la bebida. Es una hora y veinte minutos donde no se para, solo para cambiarnos de ropa, algo que logramos por el entrenamiento y la preparación de tantos días de trabajo, pero que disfrutamos a plenitud.


Ser el arte

Leyssy O´Farrill Nicholas es una joven artista multidisciplinaria. Su talento la ha hecho recorrer no pocos escenarios y probarse en creaciones tan diversas como el arte visual, la fotografía, la música, la actuación, por solo mencionar algunas. Conocí de ella gracias a “Padre Nuestro”, obra escrita y dirigida por Agnieska Hernández: en ella, el cuerpo femenino es puesto bajo la lupa de las violencias cotidianas (tantas veces invisibilizadas bajo la manta de día a día). En este espectáculo, Leyssy O´Farrill Nicholas nos permite entrever su disciplina y rigor artísticos.

cortesía de la entrevistada

Eres una mujer del mundo del arte. Artista visual, realizadora audiovisual, músico, teatrista, fotógrafa. ¿Se elige el arte o el arte te elige a ti?

Pienso que el arte no se elige, ni él te elige. Simplemente, se nace artista… se es el arte.

¿Por qué apostar por la creación en tiempos tan difíciles como los que atraviesa Cuba y el mundo? ¿Por qué el teatro?

Comencé en el arte a los cuatro años, ahora tengo treinta y dos; o sea, toda mi vida he estado imbricada en este mundo. El teatro es una manera otra de expresión y como artista y ente social voy de eso, de expresarme todo el tiempo.

A la hora de subir a escena, ¿cómo preparas tu proceso?, ¿qué llevas contigo?

Concentración, una fuerte presencia del aquí y el ahora; el compromiso y sentido de pertenencia que tienes con la obra y el proyecto en el que estás. Creo que la disciplina y el estudio individual es lo único que te salva.

Al ser una artista multidisciplinaria, ¿tienes una idea del arte como fenómeno que suma a todos estos procesos, o ves cada manifestación como un mundo aparte, con sus leyes y paradigmas?

Todo es lo mismo, solo varía el lenguaje. No se puede establecer separaciones arbitrarias entre las manifestaciones creativas, aunque (en mi caso particular) unas te permiten expresarte más que otras; quiero decir, unas son menos abstractas que otras. Cada una tiene sus leyes, pero cuando confluyen, dialogan, se brindan bondades y según una entra en el contexto de la otra se aportan, se enriquecen y evolucionan.

cortesía de la entrevistada

¿Cuáles son tus principales referentes?

En la música: Orlando Sánchez, Herbie Hancock, Yoko Ono, Grace Jones, Michael Brecker, 2Pac, Wu-Tang Clan, B. B. King, Aretha Franklin, J. Hendrix, Erykah Badu, Lauryn Hill, Led Zeppelin, J. S. Bach, Ludwig van Beethoven, Erik Satie, Claude Debussy, entre otros. En el teatro: Grotowski, Artaud, Fernando Arrabal, Teatro Noh, Teatro Butoh, Jodorowsky. En las artes visuales: Vasili Kandinski, Joan Miró, Caravaggio, Edvard Much, Jean-Michel Basquiat, Antonia Eiriz, Belkis Ayón, Paul Klee, Marc Chagall, Gustav Klimt, Alfredo Sosabravo, Olazábal, Miguel Ángel, Kazimir Malévich, Yayoi Kusama. En el cine: Kim Ki-duk, Orson Welles, Emir Kusturica, Andrzej Wajda, Maciej Cuske, Chen Kaige, Aki Kaurismäki, Akira Kurosawa, Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi. Otras muchas voces han sido importantes para mí.

Háblame de tu trabajo con La Franja Teatral y especialmente sobre el espectáculo “Padre Nuestro”, escrito y dirigido por Agnieska Hernández.

Con La Franja vengo trabajando desde el 2016: antes hacía asesoría musical, en escena entro con la puesta anterior, “Los Pájaros Negros de 2020”. La obra de Agnieska Hernández se caracteriza por ser crítica, oportuna, necesaria, por lo que “Padre Nuestro” no está exenta de todos estos valores.

¿Qué puede esperar el público de esta puesta en escena?

No me gusta hablar por los demás, no podría decirte qué va a esperar el público. No obstante, sí sé que “Padre Nuestro” invita a reflexionar; es una de esas tantas obras que nos quita el cartelito de ser los perfectos, intachables y mejores del mundo…

cortesía de la entrevistada

¿Crees que “Padre Nuestro” es un espectáculo necesario para la realidad global que enfrentan las mujeres hoy día?

Realmente esta realidad no es de hoy día, siempre ha existido. La única diferencia es que “ahora” (desde 1969) hay Internet y esa es una herramienta que permite visibilizar. Siempre va a ser necesaria este tipo de denuncia, y el aporte de “Padre Nuestro” consiste precisamente en ser una voz que se suma a otras tantas voces en el mundo.

¿Cuáles son las búsquedas del cuerpo afrodescendiente en escena y sus luchas en la Cuba contemporánea, incluso en el mundo del arte?

El cuerpo negro en escena… Cuba es un país racista, muy racista, es algo con lo que tenemos que convivir, cohabitar todo el tiempo, diría que desde hace eones, ya que el racismo ni es una cosa de Cuba ni es un problema solo de color. En mi caso, mi búsqueda y lucha no es desde el ser negra, sino desde el SER…

No obstante, como negra nunca he tenido problemas u obstáculos para dentro del arte hacer todo lo que he querido y transitar por miríada de escenarios. Siempre se han impuesto mis múltiples talentos, mi disciplina y sobre todo mi calidad humana; me he ganado el respeto siempre de mis compañeros de estudio y trabajo, por tanto, digámoslo vulgarmente, han tenido que comerme con papas. (Risas).

La escena es un lugar de privilegio para transmitir mensajes: ¿qué buscas comunicar al otro?

Mi objetivo es ofrecer a los espectadores una mirada crítica desde todas las manifestaciones que utilizo como herramienta de comunicación, no solo para sensibilizarlos, sino como una forma de comprometerlos con la búsqueda de soluciones a los problemas sociales, a partir de la reivindicación del sujeto y su papel activo en la vivencia, construcción y preservación de su propia cultura.

Más allá del arte, ¿quién es Leyssy?

Leyssy es Leyssy.