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The Politician: otro divertimento de Ryan Murphy para hablar de cosas muy serias
Ryan Murphy ha creado una marca. Su nombre tiene un precio y Netflix lo ha determinado. Un contrato de exclusividad —firmado en 2018—, con la compañía de streaming por 300 millones de dólares, ha atado a uno de los reyes Midas de la ficción norteamericana durante cinco años, en una de las jugadas maestras dentro de la industria del entretenimiento.
Como una estratagema política, muy al estilo de la primera serie que creó el cotizado artista para su nuevo empleador, esta transacción se inscribe dentro de la batalla por captar públicos y ganancias entre las cadenas generalistas (FOX, CBS, ABC o HBO) y las plataformas de pago (Disney+, Netflix, HBO o Amazon Prime Video).
De esta ambiciosa relación ya se cuentan las series Hollywood, Ratched y los filmes The Boys in the Band y The Prom junto a una extensa lista de proyectos que generan gran expectativa entre sus críticos y seguidores. No obstante, queda el mérito a The Politician de ser la primera apuesta del grupo creativo que lidera Murphy en su “era netflixiana”.
Payton Hobart, un adolescente millonario y privilegiado, con una crisis de identidad y delirios de grandeza, se arma de toda la maquinaria histórica y el discurso político norteamericano en su testaruda meta por convertirse en Presidente de los Estados Unidos de América. Su primer objetivo: presidir a los estudiantes de su elitista instituto, y ahí arranca la primera temporada.
Pasados los dramas de la highschool, la segunda temporada nos muestra a un Payton que juega las cartas de la brecha generacional para obtener un asiento en el senado de Nueva York enfrentándose, nada más y nada menos, que a la prestigiosa e inderrotable líder de la mayoría.
Un divertimento para hablar de cosas muy serias. Una revisitación al entramado político estadounidense mediante el código de los seriales juveniles donde nada queda afuera: manipulación, fraude, fake news, sexo, escándalos, dinero, dobleces morales, corrupción, intentos de magnicidio y más, mucho más.
En busca de lo auténtico, los personajes se debaten entre las exigencias que impone el contemporáneo vicio de validar nuestro éxito con el aplauso o los likes de los otros y el desafío de encontrarse a sí mismos en un mundo que regurgita las máscaras que no han acompañado por siglos. Una suerte de paralelismo con la búsqueda que siempre ha emprendido Ryan Murphy, la de encontrar la verdadera esenciade las cosas, recreándose en lo caricaturesco y la parodia.
Aquí se analiza no solo a la clase política, sino que en una especie deejercicio de índole sociológico los guionistas apuestan por escudriñar en las motivaciones y capacidad de reacción de los votantes frente a un ámbito de representación política que no fomenta la capacidad crítica del electorado o de la gente, de modo general.
A través de la aparente ligereza del argumento y de los diálogos, vamos transitando por un mundo de ficción que engarza con las tramas de decenas de películas y series con temática similar, y lo que es aún más inquietante, con la realidad que se proyecta en las noticias de la TV, la radio o Internet. Quizás lo más desconcertante sea percatarnos que el absurdo no lo es tanto y se convierte en norma, en abrumadora certeza.
En un arriesgado rejuego entre la frivolidad y un discurso social con no pocas implicaciones, esta sátira se va transformando en una exposición crítica —para algunos velada, para otros mordaz—, sobre el ambiente social y político de los EE.UU. en los últimos años. Será inevitable no reconocer el paralelismo que se establece entre las campañas que emprende el protagonista con los resortes de las lides políticas en Estados Unidos, o la representación que tenemos de ello.
Primero las elecciones de un instituto y luego las de un distrito neoyorquino, contadas en un entorno distendido y satírico, funcionan por varios capítulos pero por momentos se torna irregular un relato que quiere decir muchas cosas en una apoteosis de gags y referencias que pueden “desconectar” al seguidor menos fiel o a quienes aspiran a ver algo cercano a House of Cards o El ala oeste de la Casa Blanca.
The Politician aspira a ubicarnos en un punto intermedio entre el excéntrico Murphy de Glee y American Horror Story y el más “serio” realizador (como le exigía la crítica especializada) de American Crime Story o Feud. Sin embargo, nos devuelve una y otra vez a la cosmogonía de Glee. Vuelven las constantes referencias culturales, el reflejo de las otredades, la música, la denuncia social, las ambigüedades morales y sexuales, la búsqueda y defensa la identidad, el miedo y sus extensiones, entre otros temas y estéticas recurrentes del autor.
Y en esa estética que regresa también veremos una cuidada puesta en escena, profusión de colores, vestuario y maquillajes exquisitos, primeros planos, grandes angulares que amplían la profundidad de campo, excelente iluminación, así como otras firmas de Murphy, Brad Falchuck e Ian Brennan, como la presencia de mujeres complejas y empoderadas; el “rescate” de icónicas actrices (aquí veremos a Jessica Langey Bette Midler) o una tejida banda sonora.
Un punto aparte para el reparto de la serie (ya está demostrada la eficacia de Murphy en la dirección de actores) donde coinciden consagrados y noveles como Gwyneth Paltrow, Judith Light, Bob Balaban, Zoey Deutch, Lucy Boyntony David Corenswet. Aconsejo no perder de vista la carrera del joven Ben Platt, si no se malogra en el camino puede llegar a ser uno de los actores más completos del futuro, algo quede seguro vieron los creadores más allá de su ascendente carrera en Broadway.
Para los fanáticos de este tándem creativo, su equipo creativo, no creo que sea esta una obra rotunda, pero si lo que Netflix quería con su millonario contrato de exclusividad era una serie con la marca artística y las obsesiones intelectuales de Ryan Murphy, aquí la tiene.
Ficha:
Creadores: Ryan Murphy, Brad Falchuk e IanBrennan
Dirección: Brad Falchuk, Tamra Davis y otros
Reparto: Ben Platt, Judith Light, Bette Midler, Zoey Deutch, Lucy Boynton, Laura Dreyfuss, Jessica Lange y otros.
Género: Melodrama, comedia
País: EstadosUnidos
Plataforma: Netflix
No. de temporadas: 2
Capítulos: 15 episodios
Duración: De 28 a 62 min.
Estreno: 27 de septiembre de 2019
Dark: todos frente a un espejo determinista
Agujeros de gusano, el eterno retorno, el mito de Ariadna, error en la matriz, universos paralelos o el Gato de Schrödinger. Si no sabes de qué trata esta caótica enumeración pues auxíliate rápidamente de alguna fuente de consulta, de otro modo no podrías ver Dark, la serie web alemana que ha devenido fenómeno cultural en los últimos años.
Ciencia ficción, misterio y drama se entremezclan en las tres temporadas de la ficción de Netflix, creada en 2017 por el matrimonio de Baran bo Odar y Jantje Friese, y que ha logrado seducir a miles de fanáticos en todo el orbe.
Una tríada de fatídicos acontecimientos perturban la tranquilidad de Winden, un pueblo ficticio al norte de Alemania que vive y trabaja en torno a una añeja planta nuclear. La desaparición del niño Mikkel Nielsen; el suicidio del padre de Jonas, uno de los protagonistas, y la aparición del cadáver de otro chico en el bosque, desencadenan varias líneas argumentales para adentrarnos en una trama tan compleja como desafiante para el espectador.
Poco a poco se va desentrañando una sombría conspiración de viajes en el tiempo que abarca tres generaciones, mientras salen a la luz los secretos y las conexiones ocultas entre cuatro familias del lugar. Esta indagación sobre el tiempo y sus implicaciones en la naturaleza humana se presenta como una batalla entre el libre albedrío y el determinismo donde los personajes transitan constantemente en un bucle temporal cerrado de 33 años que los lleva a distintas épocas en el desarrollo de Winden.
Un argumento que no es nuevo, —los viajes en el tiempo—, capitaliza en una ficción totalizadora y compleja que entrelaza algo más que conflictos hogareños o pueblerinos con un túnel que permite moverse entre diferentes épocas o mundos. Se abandona aquí la linealidad clásica del relato para sumirse en una historia circular, sin embargo, los temas abiertos se van cerrando con soluciones creíbles a pesar de lo insólito de la tesis.
A medida que avanzan los 26 capítulos aumenta el peso de la ciencia ficción para introducir o resolver conflictos, sin dejar de lado los conceptos científicos y teorías que son parte de su discurso. Un punto a favor de los creadores es la habilidad para que en el tránsito entre cada temporada, —aun entregando un número importante de respuestas a las interrogantes abiertas—, asomen armónicamente nuevos misterios a resolver.
En ese sentido, pareciera que en su última temporada Dark se avoca al caos, algo que no ha pasado desapercibido para algunos espectadores y críticos. Y es que se van descartando los límites temporales tan definitorios en las primeras entregas para adentrarse en el tema de las dimensiones paralelas, el destino, la muerte y el arrepentimiento. No obstante, muchos coinciden en que el cierre de la serie, al apostar por una solución dramática sencilla, se ajusta a la filosofía de la trama y se aleja de los finales contraproducentes o cuestionables de otras producciones similares.
Difícil resultaba sostener un puzzle conformado por una amplia cofradía de personajes, lo que nos obliga a apelar a árboles genealógicos o guías. Tan embarazoso es seguir los pasos este itinerario que Netflix creó una página específica para acceder a los nombres de cada personaje, su función, sus vínculos familiares y los cambios que van sufriendo en las diversas travesías.
La producción fue capaz de crear una ambientación opresiva (por momentos me recordó la sensación que sentí al leer el clásico orwelliano 1984) que acrecienta la intensidad de un relato pausado e inquietante, certeza incontestable cada vez que vemos la entrada de la cueva donde todo tiene inicio y fin.
En ello resalta la fotografía que refuerza la tensión dramática mediante encuadres precisos, en locaciones sumamente evocadoras con el uso de una paleta de colores más que funcional. Mientras la iluminación se vuelve protagónica en la recreación del ambiente, la belleza formal de los planos y el montaje acompañan la evolución de unos personajes atormentados por los constantes puntos de giro que introducen los creadores. A esa atmósfera subyugante contribuye igualmente una banda sonora acoplada al texto fílmico con una precisión escalofriante.
La labor del reparto resulta idónea y compacta ante el reto de interpretar diferentes versiones del mismo personaje en distintas líneas temporales y espaciales. Los guionistas parecen decirnos que en esta historia no hay ni bueno ni malos, y en eso el casting no defraudó. Aquí la empatía con los personajes no se establece desde las fórmulas manidas de las series estadounidenses o latinoamericanas, sino desde un diseño que recaba de los protagónicos y secundarios el sometimiento constante a situaciones límites, muchas veces frente a las mismas disquisiciones que agobian a la sociedad contemporánea.
Hay buen hacer detrás de Dark y eso se agradece en un contexto donde prima la simplificación argumental y formal de los audiovisuales, casi siempre pensados para un supuesto público generalista y subestimado. Por eso es de destacar que el empaque de este serial nos introduce en una experiencia sensorial apremiante y provocadora. Mantenerse frente a la pantalla es la opción de cada cual.
Se reafirma entonces que dentro de la variopinta oferta de las multinacionales del entretenimiento descuellan producciones de probada calidad. Dark catapulta al universo audiovisual teutón, casi siempre visto como magro, gris o encartonado. Puede que ese halo impasible y enrevesado de las relaciones humanas, el acercamiento al pensamiento filosófico germano (Nietzsche, Einstein, Schopenhauer) y los detalles característicos de su cultura conformen parte del éxito de la serie, al ubicarnos en ambiente sociológico no habitual en las producciones anglosajonas.
Todavía sorprende a muchos que la primera serie original de Netflix producida y hablada en alemán, que se acerca a la física cuántica, los viajes en el tiempo y las paradojas, haya tenido tanto éxito. El sitio más influyente de crítica de series y películas, Rotten Tomatoes, luego de una encuesta realizada a 2,5 millones de usuarios, determinó que esta ficción era “la mejor serie original de Netflix”. No es poca cosa si tenemos en cuenta que atrás quedaron icónicos títulos como The Crown, Peaky Blinders, la endiosada Stranger Things o Black Mirror.
No les diré que la aclamación ha sido universal, hay quien la acusa de ser demasiado aleccionadora, de la escasez del componente humorístico, de tener un enfoque demasiado severo, de incorporar subtramas innecesarias, de presentar un libreto ampuloso o de regodearse en imágenes bellamente filmadas pero anodinas.
Ciencia, filosofía, mitología y parte de la cultura pop sustentan las ambiciones narrativas de Baran bo Odar y Jantje Friese, que hasta el desenlace de la serie indagan sobre la posibilidad o no de transformar nuestro futuro. Adelanto que la impronta determinista de esos minutos finales no deja espacio a dudas sobre la postura de ambos al respecto.
Dark es un reto, uno muy exigente, por lo tanto no se acerque a ella desde la anhelo maratónico de ver una serie light de fin de semana. Esto es algo más. Es una serie para rumiar, pensar, revisitar.
Ficha:
Género: Ciencia ficción y Suspenso
Creado por: Baran bo Odar y Jantje Friese
Guion: Jantje Friese, Baran bo Odar, Martin Behnke, Ronny Schalk, Marc O. Seng
Reparto: Louis Hofmann, Anna König, Roland Wolf, Oliver Masucci, Jördis Triebel, Sebastian Rudolph, Mark Waschke, Karoline Eichhorn, Stephan Kampwirth, Anne Ratte-Polle, Helena Abay, Harald Effenberg, Sebastian Hülk, Deborah Kaufmann, Ella Lee, Andreas Pietschmann, Walter Kreye, Peter Benedict, Christian Steyer, Leopold Hornung, Tatja Seibt, Lisa Vicari, Hermann Beyer, Angela Winkler, Peter Schneider, Stephanie Amarell, Carlotta von Falkenhayn, Arnd Klawitter, Anatole Taubman, Luise Heyer, Lena Dörrie, Julika Jenkins, Michael Mendl, Gwendolyn Göbel, Lisa Kreuzer, Hannes Wegener
Productora: Wiedemann & Berg Television. Distribuida por Netflix
Música: Ben Frost
Fotografía: Nikolaus Summerer
País: Alemania
Idioma: Alemán
Temporadas: 3
N.º de episodios: 26
Primera emisión: 1 de diciembre de 2017
Última emisión: 27 de junio de 2020