Rubén Darío Salazar


Festival y taller; fiesta y laboratorio

Luego de cumplir 30 años de existencia, Teatro de Las Estaciones conserva la lozanía y la frescura. Rubén Darío Salazar Taquechel, al frente de la agrupación que se empeña en mantener las tradiciones titiriteras con una visión renovadora; cuenta entre sus distinciones la de Premio de Juventudes de la Asociación Hermanos Saíz. Un compromiso que se asume con las nuevas generaciones y los convierte en referente para los que aman y defienden este arte, aun cuando los tiempos intenten subestimar el teatro de figuras. Mucho se ha escrito sobre la labor artística y de docencia de Las Estaciones, y yo, cual periodista curiosa; en el mes de mayo tuve la posibilidad de viajar a Matanzas y constatar lo que afirman los colegas que han reseñado el valioso trabajo desarrollado desde su creación en 1994. La Ciudad de los puentes, convertida en disímiles retablos con la imagen de Pelusín del Monte en varios de sus espacios, me recibió en medio de un incesante calor atmosférico siempre menor (por suerte) que el calor humano. Busqué a Rubén Darío, el inquieto, persistente, constante, disciplinado, comprometido con nuestras infancias y juventudes, el absoluto responsable de mi participación en el Festitaller Internacional de Títeres de Matanzas (FESTITIM), lugar que acoge hace 30 años al evento más antiguo de la isla y reúne a titiriteros de Cuba y el mundo. Debo confesar que me sentí halagada por formar parte de las mujeres que prestigiaron con su presencia ya que se les dedicaba la XV edición, denominándolas Flores titiriteras.

El Premio Nacional de Teatro me invitó a realizar un recorrido por las distintas sedes en esta nueva edición. En el camino me contó de los orígenes del Festitim. Su voz, más que autorizada; pues perteneció desde 1987 hasta 1999 al equipo que organizó la primera edición en el año 1994, como parte de Teatro Papalote, agrupación auspiciadora del evento.

  • Comenzó nombrándose Taller Internacional de Teatro de Títeres. El Consejo Provincial de las Artes Escénicas de Matanzas, se convertía en el órgano ejecutor de una idea que nació bajo el alma siempre inspirada del maestro René Fernández, al frente de Teatro Papalote.

Fue él quien le propuso su realización al entonces Ministro de Cultura Armando Hart, en pleno apogeo del llamado “Período especial”, y en medio de las acciones que se realizaban en Matanzas, que fungía como subsede del Congreso Mundial de la ASSITEJ (Asociación de Teatro para la Infancia y la Juventud), en 1993.

Tras los diez primeros años, en 2004, el evento dio un vuelco organizativo y comenzaron a ser reconocidas las instituciones que laboraban desde el propio arranque del Taller, en el núcleo generador de las principales tareas artísticas y logísticas (el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, Teatro de Las Estaciones y la Galería El Retablo). Fue la sexta edición un parte aguas en la concepción creativa del evento, que a partir de ese momento dio un giro necesario en su ascendente evolución.

La primera parada: “Entre las candilejas y la carpa”, una ofrenda amorosa por los 25 años de Teatro Tuyo y los 30 de Teatro de Las Estaciones. La galería Esteban Chartrand, en la Casa Social de la UNEAC, fue testigo de las fotografías tomadas por Sonia Almaguer como muestra de la amistad que no conoce fronteras entre Ernesto Parra y Rubén. Este último no esconde la admiración por su clown preferido, el que hace que se desborde el brillo de sus ojitos chinos y expone lo lindo de esos dos seres, hacedores de sueños. Son la risa y la tristeza, las sombras y las luces, ellos, bajo los vestuarios de Búster y Chaplin, hacen notar que también nacieron para retar a la quietud. (Como se lee en una de las imágenes)  

“Recuento” dio la bienvenida en el emblemático Teatro Sauto. Fotografías del pasado Festitim en el lobby con las evidencias de lo ocurrido. Rostros que se repitieron este año para regalar su arte al público matancero y en el Salón de los espejos, en los altos, sesionó el taller “Metamorfosis” con la guía del mexicano José Luis Cruz. Los talleristas construyeron ejercicios que demostraron el manejo de la energía, la relación con la música basada en elementos percutivos y, aunque es un proceso que lleva tiempo, quedó demostrado que en nuestro país se cultiva el entrenamiento y sentido del cuerpo.

El Museo Farmacéutico y las galerías Jesús del Castillo, La vitrina y La unión, también recibieron exposiciones que dan fe de retrospectivas titiriteras de colectivos participantes. Simultáneamente funcionaron otros dos talleres para profesionales donde Rubén, consciente de mi formación como instructora de arte, insistió que debía ver. “Titiriturgia”, es el título que se le asignó al encuentro realizado con Reynado Disla, dominicano que llegó, entre otros roles, para acercar al pueblo mediante la escritura. Sus reflexiones giraron sobre la necesidad de tener el oído puesto en las personas, pasarlo por el dramaturgo y devolverlo convertido en obra literaria. El taller Mano a mano en la ACAA, devino en laboratorio para ahondar en la importancia que reviste conocer sobre “La estructura mecánica y articulación de los títeres”. Encabezado por la canadiense Mylene Leboeuf-Gagné, se aprovechó cada material dándole un nuevo uso y sentido.

Otros dos espacios de formación fueron los dirigidos a los aficionados “Títeres de fábula en Matanzas” (Centro Cultural Abraham Lincoln) y “Títeres corporales” (Centro Tecnológico Cultural Maisha) impartidos por los profesores Federico de Cauich y Liz Castro respectivamente, ambos de procedencia mexicana.  

Consideré momento oportuno de hablar de alcances, de alianzas… 

  • Importante esto… el evento se sumó a las carreteras de internet con una web informativa que abrió mucho más el diapasón de la cita matancera, a tono con los tiempos y a punto de dar otro salto de crecimiento, al acoger en 2010 el regreso de Cuba a las filas de la Unión Internacional de la Marioneta (Unima). El décimo Taller, en 2012, fue una gran fiesta. La comisión Unima Norteamérica desarrolló su reunión en nuestros predios, y eso significó que Cuba fuera nominada ese mismo año, en el Congreso Mundial de Unima, en China, para acoger el Consejo Mundial de esta organización en 2014. La Unima, el ALBA y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, se sumaron a los auspiciadores del evento, que a partir de esa edición comenzó a ser reconocido en el orbe como el Titim (Taller Internacional de Títeres de Matanzas).

En 2016, Unima Cuba toma fuerza en el evento, que comienza a realizar un resumen de debilidades y fortalezas, a tono con los matices sociales y económicos de Cuba y el mundo; lo cual no hizo peligrar la duodécima edición, pero si recibió el estremecimiento de una realidad cambiante e insegura. El 13 Titim de 2018, acogió las colaboraciones imprescindibles del Ministerio de Cultura de Cuba, el Gobierno Provincial de Matanzas, la Asociación Hermanos Saíz, el Teatro Sauto, la marca nacional para niños Gabi y Sofi, la comisión Unima 3 Américas y el Teatro SEA, de Puerto Rico/Nueva York. A esas alturas, el Titim ya había acobijado a más de 100 agrupaciones y personalidades de todos los continentes del planeta y precisaba urgentemente nuevos movimientos internos para sobrevivir sin perder la fuerza tras un cuarto de siglo de existencia.

Aprovechamos para beber una refrescante limonada en el patio Vagos rumores perteneciente a la Casa de la Memoria Escénica, que es desde el 2008 otra de las instituciones auspiciadoras de la fiesta de los muñecos. Esta vez sus espacios fueron ocupados por el Foro teórico Freddy Artiles, conferencias, paneles, y la presentación de obras al aire libre. Allí buscamos con el grupo de teatro Andante al ″Hada de las canciones″. Buena selección del lugar pues, guitarra, pandereta, claves y las voces de actrices y el joven actor bastaron para volver a la magia de las canciones y picarescos personajes de la música hecha por Teresita Fernández. Ni siquiera se notó la falta de fluído eléctrico, algo que quiso entorpecer el desarrollo del Festitaller;  pero se resolvió sin tener que suspender nada de lo planificado. 

  • Son los tiempos Yoa, nuestra realidad. ¿Nos vamos?

II

“Festival y taller, fiesta y laboratorio”

Retomo la plática con Rubén… Volvimos a la calle y nos sentamos en un banco del Parque de La Libertad donde recibieron “Un regalo gráfico para Las estaciones”. Me explica que fueron 8 carteles para festejar. Las salas Pepe Camejo, Papalote y El mirón cubano se prepararon para recibir las agrupaciones cubanas y foráneas. Me mencionó otros lugares cómplices del evento: la biblioteca Gener y del Monte, Café Teatro Biscuit, la sede de la AHS y la Sala de Conciertos White donde resaltó “Una tarde con Lecuona”. La música, la danza, la poesía y los diseños se complementaron en el significativo momento para entregar la Distinción Hermanos Camejo y Pepe Carril, (Idoya Otegui y Maribel López) el Premio de Dramaturgia femenina Reneé Potts (María Laura Germán por el libro Miss Drama) y los premios otorgados a Teatro de Las Estaciones como parte del Festival Internacional de Teatro Para la Infancia y la Juventud 2023 que convoca la Fundación Teatro Cúcara Mácara en República Dominicana.

Se sabe que en ese camino asumiste responsabilidades como director del Teatro Nacional de Guiñol y de la Unidad Docente Carucha Camejo, que, como es de suponer te ocupaban tiempo… ¿cómo llevar este evento internacional que de hecho implica una gran resposabilidad?

  • Sí, habían transcurrido 25 años de intensa labor y debido a la asunción de esas nuevas responsabilidades a las que haces referencia y otras tareas profesionales, le dije adiós tras finalizar la edición de 2018. Comentaba que fui fundador del evento, junto a René, Mercedes Fernández y el diseñador Zenén Calero, y tras el pedido del propio creador del Titim y del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, como centro ejecutor de la logística del evento, regresé.

Este recuento nos lleva a pensar que en 30 años el evento ha tenido que renovarse, atemperarse al contexto…

  • Con la edición número 14, en 2022, comenzó otra etapa, acorde con la actualidad que vivimos. La nueva denominación es Festitaller Internacional de Títeres de Matanzas (Festitim). La terminología es la mezcla de festival y taller, de fiesta y laboratorio, que ese ha sido el sello en todos estos años de nuestra cita bienal.

Háblame de esos momentos especiales que sé reservas con los amigos…

  • En realidad, todos los momentos son especiales. Prohijar un evento como el Festitim en medio de las carencias materiales que tenemos, que no son espirituales, es un acto hermoso que el pueblo, los profesionales y los aficionados de Cuba y el mundo agradecen.

Este año de manera particular podría mencionar que llegaron novedades en la imagen y en la estructura interna de la organización del Festitaller, que se rigió por una Junta creadora y no por una jefatura o presidencia, como lo era en sus inicios. Doy las gracias a todos los que han trabajado durante estos años de manera concreta, solidaria y con un sentido colectivo. Esos son amigos. No he mencionado a Enid Rosales, Rita del Prado, Rochy Ameneiros, la Orquesta Faílde y Teatro Tuyo que nuevamente se sumaron al jolgorio que se dedicó a los 80 años del Maestro René Fernández Santana y a los 30 años de Teatro de Las Estaciones. Esos también son amigos. Doy así mismo las gracias a los que vendrán en el futuro. Imprescindible la entrega del Premio XIOMARA PALACIO al espectáculo que desde su historia promueve mejor la igualdad de género, intentando poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas, este fue un momento especial dedicado a las amigas.

En materia de asuntos culturales, recibir como hija una idea ajena hasta las últimas consecuencias, es acoger, patrocinar y protegerla de todas las influencias negativas e inoperantes, respetando siempre el origen, la esencia primera, la raíz. Un respeto que no tiene que ver con reverencias pomposas o inclinaciones vacías, sino con muchísimo trabajo y responsabilidad, en pos de un evento que va a la búsqueda de una marca sociocultural con veteranía y frescura.

El diálogo termina con quien tiene la enorme responsabilidad de la regiduría artística del FESTITIM. Comprendo que es hora de revisar lo pendiente, fue mucho el tiempo que me dedicó y agradecí.

Este artista es un soñador que impregna su don para crear, su voluntad para aunar, que exhorta a no sentarse a mirar, a reconocer los talentos, la empatía, que propone no cansarse, pensando siempre que el triunfo está en el próximo combate. Ahora se alista para convertirse en Don Pantalón, su personaje dentro de la obra Carnaval.

No me queda más que desear larga vida a Teatro de Las Estaciones, multiplicado en sus presentaciones en la escena nacional e internacional. Una agrupación que mantiene sus esencias como digna representante del arte titiritero y que conserva su vitalidad fortalecida con el vínculo que han sabido crear con otras agrupaciones e instituciones dentro y fuera de nuestro país. Las gracias a sus integrantes por aliarse a pintores, músicos, escritores, poetas, arquitectos, realizadores de cine, videos e investigadores para (parafraseando a Rubén) ″construir nuestra casa con mil ventanas cuya realización todavía no concluye. El día que casi concluya buscaremos agregarle un área nueva, un espacio infinito que torne siempre interminable la culminación de ese edificio llamado teatro″.


Guantánamo invita, los títeres responden

Abril convida a celebrar otra edición del encuentro nacional Titereando en la ciudad, evento que auspicia la Asociación Hermanos Saíz en Guantánamo para aunar exponentes de varias partes de Cuba y el mundo con el ánimo de intercambiar experiencias respecto al teatro de marionetas y promover el quehacer de jóvenes artistas de las más diversas líneas estéticas.

foto archivo

Cerca de una veintena de creadores ya han confirmado su participación en esta séptima edición, que se desarrollará del primero al 4 de abril de forma virtual, en aras de cumplir los protocolos sanitarios establecidos ante la pandemia de la COVID-19. La experiencia promete ser otro capítulo memorable en la historia de este evento que, como muchos otros, apuesta por un uso más proactivo de las nuevas tecnologías y las redes sociales

Entre los convidados estarán Teatro Papalote, de Matanzas; Alas y Titirivida Cuba, de Pinar del Río; Teatro sobre el Camino, de Villa Clara; la Compañía Teatro Océano; Charlot Teatro, de Venezuela; La Mandrágora, de México; la Corporación Artes Gato Negro, de Colombia; la Casa del Títere Cubana-Argentina, y otros elencos profesionales cubanos y extranjeros con propuestas para todo tipo de público.

La edición virtual del Titerando se prestigiará además con la participación de varias personalidades como los maestros René Fernández y Rubén Darío Salazar Taquechel (Premio Nacional de Teatro), así como los teatristas argentinos Pablo Aguiar y Sara Don, de Alquimia Títeres, quienes impartirán talleres al igual que Edwin Salas Art, de Estados Unidos.

Entre los atractivos del evento estará la serie Un minuto con Pelusín del Monte, el noticiario El Porrazo (con la actualidad noticiosa de cada jornada), y las cápsulas promocionales El taller del creador, con las actrices Claudia Deyanira Martí (Teatro Andante ), Nara Virelles Puertas ( Guerrilla de Teatreros) y Lisbet González Tejeda (Teatro Tiempo), un regalo de la Productora Audiovisual KijoteFilms.

foto archivo

Con la complicidad de Charabia Production, los del Guaso han montado en formato audiovisual también sus propias obras, que junto a espectáculos como Calabazin streaming, a cargo de Teatro Circular de Títeres y el Titiritero Ivo Siffredi (de Argentina), nutrirán el programa digital previsto para este Titereando 2021 que continuará recibiendo propuestas hasta el 20 de marzo vía WhatsApp, wetransfer, google drive.

En la convocatoria oficial, lanzada desde los perfiles institucionales en Facebook del Grupo Teatro Guiñol y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, se detallaron las modalidades para formar parte del evento en línea. A partir de entonces agrupaciones, directores, productores o investigadores han enviado promocionales en video, de unos cinco minutos, donde comentan particularidades del trabajo en los conjuntos defensores de esta manifestación artística.

Igualmente se socializarán Tutoriales de Construcción de Títeres (de 10 minutos) que muestren la construcción de figuras, así como la capacidad de invención de cada creador; Números titiriteros, o sea, audiovisuales músico- danzarios cortos de actos o números que relacionen estos elementos escénicos; así como charlas titiriteras, con 30 minutos como máximo, para abordar temas de interés para las agrupaciones, asociados al diseño y la realización de escenografías y de muñecos.

El Titereando 2021 estará dedicado de manera especial al aniversario 35 de la AHS y a los 65 años de creado el títere nacional Pelusín del Monte.


Soñar despierto

En Soñar con los ojos abiertos, todos giran alrededor de la joven soprano Lucelsy Fernández, quien acaba de ser distinguida con el Premio de Actuación Adolfo Llauradó 2020, de la Asociación Hermanos Saíz. Rubén Darío Salazar ha creado para ella un concierto que, de la mano del director de Teatro de Las Estaciones, resulta, por supuesto, un espectáculo teatral.

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Rubén Darío Salazar y Zenén Calero, celebración de la fantasía

Dupla creativa como pocas, el trabajo de Rubén Darío Salazar y Zenén Calero al frente de Teatro de Las Estaciones, en Matanzas, personifica hoy la vanguardia del teatro de títeres en Cuba. Y no solo el de títeres, sino de todo el teatro cubano en sí (en la amplitud de su diapasón creativo).

Después de un año en que se pensó no habría Premio Nacional de Teatro al proponerse bienal, la decisión unánime del jurado de entregarlo a ambos –¡no podía ser de otra manera!– ha causado tanta alegría en Cuba y en otras partes de mundo donde se encuentran amigos y discípulos, como en pocas ediciones, un Premio Nacional, cualquiera que haya sido, lo ha hecho.

El jurado, integrado por los también Premios Nacionales Carlos Pérez Peña, Gerardo Fulleda León, Verónica Lynn y Carlos Díaz, como presidente, y la diseñadora y profesora Nieves Laferté, destacó a este “binomio de creadores de la escena que han aportado al Teatro para niños y de títeres en Cuba valores apreciables en cuanto a su labor artística, investigativa y docente”.

“Ellos se han hecho símbolos vivos y actuantes, en especial, del arte titiritero como parte del movimiento teatral cubano”, escribió Omar Valiño en su columna “Cenital” del periódico Granma. Y como este, han sido muchos los textos de elogio y admiración hacia ambos (aunque algún que otro comentario, relativo a sus edades, ha visto las manchas y no la luz del sol).

Vivos y actuantes, es cierto, y merecidísimo el Premio Nacional de Teatro 2020 además:

Porque han hecho de Teatro de Las Estaciones, ese “espacio de libertad absoluta” fundado por ambos en 1994, después de trabajar en Teatro Papalote bajo la tutela del maestro René Fernández, uno de los colectivos con un quehacer más serio y sistemático, más sensible y gustado en el panorama insular, que se expande en las posibilidades creadoras del trabajo del títere.

Porque Las Estaciones ha sido, lo es, un colectivo docente que sigue formando desde la creación perenne (en la Unidad Docente Carucha Camejo se forjan los jóvenes titiriteros del mañana, y son, además, los anfitriones del Festitaller Internacional de Títeres de Matanzas, Festitim).

Porque es un espacio para la experimentación, el diálogo con las demás artes, el trabajo en equipo (Rochy Ameneiro, William Vivanco, Alfredo Sosabravo, Liliam Padrón, entre muchos otros artistas, han sido cómplices de diferentes aventuras creativas lideradas por Rubén y Zenén).

Porque aseguran que conocer el pasado, investigarlo, saber de dónde se viene, es también proteger el futuro de la manifestación (recordemos Mito, verdad y retablo: El Guiñol de los hermanos Camejo y Pepe Carril, Ediciones Unión, 2014, firmado junto al dramaturgo y poeta Norge Espinosa, y tantas investigaciones, artículos, entrevistas, publicadas en diferentes medios).

Porque han hecho soñar a tantos niños dentro y fuera de Cuba, y lo siguen haciendo cada día, con obras como La niña que riega la albahaca, Pelusín y los pájaros, La caja de los juguetes, La virgencita de bronce, Federico de noche, Alicia en busca del conejo blanco, Por el monte Carulé

Porque los diseños de Zenén, únicos en su imaginería, dan vida y cuerpo a estos sueños (su amplio trabajo es reconocido como referente ineludible del diseño, no solo escénico, en Cuba).

Rubén Darío Salazar y Zenén Calero. Foto: Facebook de Abel González Melo.

Porque han roto muros, uniendo con el arte escénico en cualquier parte del mundo. Y porque defienden un teatro plural, donde la diversidad de estéticas creadoras y la calidad, justifica la creación.

Por los tantos premios, dentro y fuera del país, que acumulan por la calidad de su trabajo (responsabilidad y excelencia que han hecho que Rubén Darío dirija, además, el Guiñol Nacional).

Porque no se cansan de crear –incluso a pesar de la Covid-19 idearon acciones desde las redes sociales– y recorrer la isla llevando sus puestas enigmáticas, sonoras, llenas de magia y fantasía.

Incluso hoy, a pocos días del Premio, sin acostumbrarse a la noticia, actuaron en su sede en la apertura veraniega; porque el compromiso primero es con el público, y, está claro, con el teatro.

Porque El Retablo no es solo una sala de teatro común en el No. 8313 de la calle Ayuntamiento, sino un espacio de múltiples confluencias, un proyecto sociocultural (el Centro Cultural Pelusín del Monte) donde la música, las artes visuales, y claro, siempre el teatro, convergen (y uno de los sitios más hermosos en una ciudad, Matanzas, que destila arte por doquier).

Porque tantos quieren ser como ellos…

Zenén Calero. Foto: sitio web de Teatro de Las Estaciones.

Entregarlo todo a la escena, con humildad, con belleza, y hacerlo con “fe de vida”…

Ver el teatro, digamos que martianamente, como ara, no pedestal.

Premiarlos a ellos es reconocer una tradición que viene desde los hermanos Camejo (su admirada Carucha) y Pepe Carril, Dora Alonso, Armando Morales, René Fernández, entre tantos.

Es reconocer el trabajo, la trayectoria, amplísima por demás, aun en amplia plenitud creativa.

Rubén Darío y Zenén juntos, en el amor y en el trabajo, es también, para mí, además de Las Estaciones: Lorca, Pelusín del Monte, Bola de Nieve, Martí, los Camejo, Matanzas, Salvador Lemis, el abrazo después de la función, el almuerzo y la conversación en El Retablo, la amistad… Ver las obras, escribir sobre ellas. Ya sea en Matanzas, La Habana, el Festival de Teatro Joven en Holguín, o el Internacional de Cine de Gibara, donde se presentaron en la iglesia San Fulgencio y en varias comunidades, y donde fueron reconocidos por el comité organizador.

Los títeres están de fiesta; decirlo parece una anfibología, una boutade, sino fuera porque todavía, desde Matanzas y varios rincones de nuestra isla, se escuchan las fiestas de alegría y vida.


Rubén Darío Salazar y Zenén Calero, Premios Nacionales de Teatro 2020 en Cuba

El Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba otorgó este 8 de julio el Premio Nacional de Teatro 2020 al director de teatros para niños Rubén Darío Salazar y al diseñador Zenén Calero.

Salazar, director general del Teatro Guiñol Nacional, posee una vasta trayectoria en el teatro para niños y ha trabajado como profesor e investigador de la dramaturgia cubana para niños y sus principales exponentes, entre ellos, la vida y obra de los hermanos Camejo, y la escritora Dora Alonso.

Fundador del Teatro de Las Estaciones, el actor titiritero mereció antes los galardones Villanueva de la Crítica, Caricato de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), así como, la distinción por la Cultura Nacional en sus más de 25 años de labor.

Recientemente, el artista representó a Cuba durante la conferencia online del proyecto ResiliArt de la Unión Internacional de la Marioneta.

Igualmente, el jurado otorgó la distinción al diseñador Zenén Calero, quien ostenta una sólida carrera por su trabajo junto a la compañía teatral Las Estaciones y resultó premiado en el Concurso Nacional de Diseño Rubén Vigón, convocado por la Uneac.

Ambas figuras son el alma y el corazón de Teatro de Las Estaciones, agrupación líder del arte de la figura animada en nuestro país, que ha distinguido a la creación infantil de la isla en numerosos eventos teatrales del Caribe y Centroamérica.

El jurado estuvo, integrado por personalidades del teatro en la isla caribeña, entre ellos, el director Carlos Díaz, la actriz Verónica Lyn, Gerardo Fulleda, Carlos Pérez Peña y la diseñadora, Nieves Laferté.


«El teatro es ante todo acción»

Por esas tantas coincidencias de la vida nos conocimientos en los días difíciles de las pruebas de actitud para el Instituto Superior de Arte, entre los exámenes para las carreras de Dramaturgia y la FAMCA, en esos días extraños en los que la complicidad crea lazos de amistad para toda la vida y hace que en cada reencuentro vuelvas a tener 19 o 17 años y la misma frescura y los sueños tatuados sobre el rostro. Desde esa época me llamaba la atención su forma de acercarse al proceso creativo, de percibir la vida, de observarla, con la certeza de haberla vivido intensamente y, al mismo tiempo, con la sonrisa limpia de quien no conoce nada todavía.

Manuel Hurtado López (La Habana, 1993) se graduó en 2013 de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, en la especialidad de Escultura, pero sus inquietudes artísticas lo impulsaron a continuar estudios en la Universidad de la Artes (ISA) en el perfil de Dramaturgia, especialidad que culminó en 2019. Para este muchacho el arte es en sí un proceso de constante movimiento y búsqueda, donde lo visual, lo poético, lo extraño, lo genuino, lo vivido, lo absurdo, lo inevitable, lo atrevido, lo efímero… se conjugan siempre para dar forma a eso que él llama sus “obsesiones”, en el espacio multiforme de una mente sin fronteras que navega siempre entre las diversas aguas de la creación.

Recientemente has culminado tus estudios en el Instituto Superior de Arte en la especialidad de Dramaturgia. ¿Cómo recuerdas esta importante etapa de tu vida? ¿Qué aportó a tu visión como escritor?

El ISA es ante todo un contexto, más allá del símbolo académico que representa. Es un lugar para encontrarse con personas que comparten tus intereses, de ahí que sienta que es un espacio vital para todo creador joven. Por eso lo recuerdo con un amor celoso –como de familia mal llevada–, por las personas que habitaron ese espacio conmigo, y no solo compañeros de facultad, no solo alumnos.

Y sobre mi visión como escritor… ahí entra la parte académica. En primer lugar, entender el teatro es un ejercicio complejo, que precisa deslindarse de ideas que uno trae fijadas, sobre todo si se viene desde una práctica narrativa o poética. Y es que el teatro es ante todo acción, y en un primer momento la metáfora o la descripción pueden atentar contra el ejercicio dramático ya que la “narratividad” es sustituida por la representatividad, y la lírica por el drama. Claro que esto es totalmente violentable, y debe serlo –de ahí la narraturgia y el teatro posdramático– pero genera un nivel de conciencia en las etapas de aprendizaje… te permite saber qué debe quebrarse para innovar.

La misma lógica se aplica en las artes visuales respecto al arte abstracto, expresionista, naif, etc… Hay que conocer las reglas antes de romperlas. Es un poco cognocentrista, pero tiene lógica. Y este proceso es bien entendido por los maestros del Seminario de Dramaturgia: Roberto Viña, Yerandy Fleites y Maikel Rodríguez de la Cruz; que son por demás excelentes escritores.

Ellos, desde sus visiones particulares, te ayudan a crear una voz propia, y más importante aún, crean en ti un oficio y una estrategia para enfrentar el papel en blanco (el viejo trauma del escritor). Y para mi vieja obsesión con lo teórico aportó especialmente tener excelentes pensadores como José Alegría y Eberto García como maestros.

Cortesia del entrevistado

Además, eres egresado de la Academia de Bellas Artes San Alejandro… ¿Qué lugar ocupan las artes visuales en tus procesos creativos?

Creo que en general yo sigo pensando como artista visual. Es lógico, puesto que dediqué toda una vida a ello, y comúnmente encuentro en el arte mis referentes más ágiles. Pero no tengo conciencia, al menos a la hora de la escritura, de hacer un uso eficaz de esas herramientas. Sobre todo, tomando en cuenta que hice mi especialidad en escultura y que el uso del espacio teatral en mis textos nunca ha sido particular, sino más bien evasivo.

En cambio, a la hora de pensar “escénicamente” soy incapaz de desligarme de la experiencia del performance, el happening, la instalación, etc. Lo cual se traduce a que mis pocas creaciones “escénicas” (valgan las comillas) funcionen esencialmente como dispositivos –extraño híbrido útil al teatro. Claro que en términos dramatúrgicos soy bastante dado a reflejar mi experiencia con el arte conceptual; la necesidad de un statement, un concepto, un referente. Estos procedimientos –inconscientes en gran medida– puede que generen la extrañeza y lo poético de mis obras, pero no son ajenos de ninguna manera al proceder de cualquier escritor.

¿Cuáles son tus referentes artísticos y literarios?

Hace años que vengo trazando la misma respuesta, y es en cierto modo tramposa. Yo coloco en el edificio de mis referentes dos columnas principales: Marcel Duchamp y Heiner Müller. Por una razón esencial: el gesto. Estos artistas son quizás los culpables de la revolución del siglo XX en las artes visuales y la dramaturgia, fundamentalmente por haber borrado las fronteras en ambos medios.

Sobre ellos es fácil pisar y emancipar tu creación artística, lo cual no lo hace automáticamente algo bueno (sobre todo pensando en resultados), pero sin dudas es útil. En ese edificio multifamiliar también viven otros nombres como Cabrera Infante y Joyce, Luis Britto y Cortázar, Sergio Blanco y Rodrigo García, Nara Mansur y Dulce María, Beckett y Virgilio, Calderón de la Barca y Shakespeare, Piero Manzoni y Rauschenberg, Charlie Kaufman y Tarantino, Agamben y Harold Bloom. Es un solar, como puedes ver.

¿Qué temáticas prefieres abordar desde tu obra?

Como decías, recientemente me gradué del ISA, y fue en mi obra de tesis donde volqué gran parte de mis obsesiones. Una de ellas se resume en la siguiente frase de Lyotard: “Para hacer visible que algo es representable es necesario martirizar la representación, llevándola a sus límites”, y es este cuestionamiento a la representación y la teatralidad, de conflicto entre el ejercicio de representar y el dramatúrgico el que interesa a gran parte de mi trabajo, y pienso, debe ser implícito a todo acto teatral.

Las temáticas varían, incluso las estrategias textuales, pero los intereses son los mismos: las obsesiones con el Yo; con el teatro documental –como dice Barrientos: de fricciones más que de ficciones–; con la narraturgia y lo posdramático como herramientas. Elementos todos que forman parte de una experimentación y una búsqueda que no pretendo se divorcien de una tradición aprehendida, sino que se sume a esta.

Cortesia del entrevistado

A partir de tu participación en el Festival de las Artes y en otros proyectos comunitarios. ¿Qué espacios consideras adecuados para tus puestas en escena?

Yo vivo enamorado del teatro como espacio arquitectónico y de comunión. Mi primera y única obra teatral representada fue en la Sala Adolfo Llauradó y fue una experiencia desgarradora, sobre todas las cosas por la humildad que genera la relación público-escena. De ahí en adelante mis proyectos han ido a explorar otros espacios: habitaciones de hotel, derrumbes, garajes, almacenes, barrios, galerías.

Ha sucedido así porque estos proyectos, sin dejar de aspirar a la “teatralidad”, se han acercado al ámbito del performance y el dispositivo escénico. En estas tres obras que refiero, *99 (cobro revertido), Área de Meditación Escénica (A.M.E.), Oleyloleyloleylole Oleyloleyloleylolay, he tenido la suerte de trabajar también con dos amigos, Sofía Arango y Luis Carricaburu, de los que he aprendido mucho sobre esta otra interrelación donde el material hace “ejecutor” al espectador. Por eso pienso que todo espacio es útil, solo depende del proyecto, él es el que elije.

Recientemente estuviste escribiendo para el espectáculo C.C.P.C (La República Light), temporadas I, II y III de Teatro El Portazo. Háblanos de esta experiencia.

C.C.P.C es una obra que es coral en todo sentido. Yo apenas escribí tres pequeños textos por encargo para el espectáculo, escrito en su mayor parte, y dirigido por Pedro Franco y María Laura Germán. Lo más importante de esta experiencia fue participar de una dinámica de grupo, ver el proceso de construcción del espectáculo desde los cimientos y acercarme a una agrupación que admiro y sigo desde sus inicios. Ha sido una escuela, sin dudas, y el resultado principal de esta experiencia es estar trabajando con ellos actualmente y tratar de aportar lo recibido.

Muchos consideran que en los tiempos actuales las puestas en escena han sido desplazadas por el cine y la televisión ¿Cómo definirías el estado actual del teatro cubano?

Cortesia del entrevistado

No quiero decir que es un tiempo extraño para el teatro, porque siempre lo es. Y sin dudas el cine y la televisión son el epítome de su caída a un arte de minorías cuando hasta principios del siglo pasado era El arte de masas, y hasta la llegada del romanticismo, el género literario por excelencia desde el siglo IV a.C.

Pero recientemente leí un artículo sobre teatro contemporáneo que comentaba que en la última década ha habido un resurgir de asistencia a las salas en comparación a la última mitad del pasado siglo, lo cual habla de un creciente interés hacia las propuestas novedosas en el ámbito internacional. Y sobre Cuba, no soy quién para dar un parte médico.

Puedo decir que los grandes directores como Celdrán, Carlos Díaz, Raúl Martín, Nelda Castillo y Rubén Darío Salazar continúan haciendo grandes obras, y que jóvenes agrupaciones y directores, como Pedro Franco, José Ramón Hernández, Yunior García y Jazz Martínez-Gamboa siguen demostrando la calidad de sus propuestas.

Sin embargo, pienso que la salud de nuestro teatro se mide en las obras que asaltan inesperadamente las salas, y en los últimos tiempos hemos disfrutado mucho estas experiencias. Como la más reciente obra teatral dirigida por Osvaldo Doimeadiós, Oficio de Isla, uno de los ejemplos más certeros de un teatro inteligente, vivo y profundamente cubano.

Perteneces a la generación de escritores nacidos en los 90. ¿Qué rasgos crees que definen a tu generación?

La tecnología es gran parte de nuestra identidad, eso es un hecho. Incluso en Cuba, donde hemos llegado tarde al mundo del Internet y las redes sociales. Recientemente he descubierto, en un espacio tan frívolo como Instagram, una comunidad de poetas jóvenes de gran calidad, los cuales seguramente sean más leídos a través de estos medios de lo que podrían con impresiones a papel. Claro que el papel es la validación de esos esfuerzos, pero es un espacio que nuestra generación ha sabido aprovechar.

Casi cualquier cosa que nos defina se podría relacionar con esto, la referencialidad, la intertextualidad, la hipertextualidad, incluso, más profundamente: la muerte de los metarrelatos justifica mi sospecha de que somos una generación dada a hablar fríamente de y desde la intimidad, pero no tanto como que esa intimidad ya no exista puesto que se exhibe de antemano en nuestras redes.

Cortesia del entrevistado

¿Cuáles son tus aspiraciones en el plano creativo?

Seguir escribiendo, ante todo. Pero me interesa también dirigir teatro, dedicar mis esfuerzos futuros a eso y entrar a esa larga lista de dramaturgos-directores.


Cúcara, Mácara, títere es

Los Hermanos Camejo encontraron un camino –su estética, su forma de ser– que después no fue retomado en la creación titiritera nacional. Un camino artístico multidisciplinario que bebió de la interacción con grandes figuras de las artes en Cuba como Raúl Martínez, Abelardo Estorino, Leo Brouwer, Rogelio Martínez Furé, Iván Tenorio, Martha Valdés… y que ha enriquecido el mundo del teatro, el mundo de las figuras. Fueron ellos quienes dinamitaron el ambiente titiritero en la isla, este arte milenario que surgió cuando las sombras del fuego se reflejaban en las cavernas del hombre primitivo, luego con las enigmáticas sombras asiáticas, hindúes… hasta nuestros días.

Rubén Darío Salazar, titiritero-periodista, se ha convertido, junto a su compañía Teatro de Las Estaciones, en vanguardia de la creación artística titiritera cubana. Su trabajo se enrumba hacia el rescate de la dramaturgia del teatro de figuras. Es un niño que juega en cada espectáculo, lo disfruta y nos hace disfrutar porque trabaja “desde la ciudad de Matanzas como si pusiera sus obras en París”, pero además agradece el virtuosismo de los grandes titiriteros, ya que, según nos confiesa, “la vida es también eso, agradecer”.

foto: Ernesto Herrera Peregrino

Rubén es un hombre que “fantasea” con los sueños de otros y que conquista desde su retablillo la superación humana. Es un “joven” díscolo que “donde innova, quiere sentirse como un continuador”, un seguidor de la obra de los grandes titiriteros: de los Hermanos Camejo, de Stanislavski, maestro de la actuación en vivo, o del teatro lorquiano,… siente la necesidad de “compartir, porque eso también te hace crecer”.

¿Cuánto toma Las Estaciones del teatro iniciático de títeres de los Hermanos Camejo?

Lo primero que quise hacer cuando comencé en el teatro de títeres fue saber sobre qué terreno estaba pisando. Una vez me encontraba en Francia con una amiga rumana, Margarita Niculescu, y me pregunta por los hermanos Camejo, y yo solo tenía una referencia leve sobre el Guiñol Nacional en los años 60. Ahora son una referencia potente para mí.

Algunos profesores me hablaban de ellos, pero no de la impronta que tenían y creo que fue resultado de años de silencio, pero eso me dejó muy curioso. Al llegar a Cuba comencé a investigar y a descubrir que estaba sobre “cadáveres exquisitos”, pues eran gente que habían hecho a Fernando de Rojas, a Zorrilla… y me di cuenta, además, que mi profesión era de nivel y que estaba siendo continuador de algo inalcanzable. Me sentía orgulloso de saber que tenía un linaje potente.

Esa fue mi vida hasta la publicación, en conjunto con Norge Espinosa, del libro sobre la historia del teatro guiñol en Cuba, pues habíamos entregado al país, a mi profesión, un legado testimonial, gráfico, investigativo; y entonces me sentí titiritero con orgullo.

Las Estaciones – Un niño llamado Pablo. /Foto: Sonia Almaguer, cortesía de Las Estaciones.

Yo fui una persona antes del libro y otra después. Carucha ya no estaba viva cuando el libro fue impreso, pero sí estuvo en el proceso de creación y estaba al tanto de lo que sucedía con su arte en la isla. Desde entonces, para salvaguardar su legado, el concurso Uneac se llama Hermanos Camejo, y mi sala lleva el nombre Pepe Camejo…

Tengo en mi proyecto creativo ese vínculo que da la investigación y he hecho muchas obras que ellos hicieron: El patico feo, La caperucita roja, Pinocho, La caja de los juguetes… porque su teatro tenía un componente clásico y famoso que le aporta mucho a lo que hago.

Me llama la atención revisitar ese repertorio que ellos hicieron y saber por qué lo hacían, qué tenía de interesante y atractivo. Era meterme en esa camisa y ver qué se sentía, y se sentía bien difícil, pero no imposible, porque en ellos encontré el sentido esencial de la cubanía. Asumir el riesgo de comenzar un proyecto exploratorio de su obra y no tenerlo todo tan claro, tener algunas zonas de misterios que uno debe ir conquistando, eso es lo importante.

Las Estaciones – Un niño llamado Pablo. /Foto: Sonia Almaguer, cortesía de Las Estaciones.

 Sobre todo aproveché la experiencia que ellos asumieron de trabajar con personas como Leo Brouwer, Martha Valdés, Miriam Ramos, Iván Tenorio, Raúl Martínez, y eso era el completamiento de la profesión, era enriquecer la profesión, y es lo que yo también he hecho al trabajar con la soprano Bárbara Llanes, con el trovador William Vivanco, el cineasta Marcel Beltrán, con el pintor Alfredo Sosabravo, porque las buenas influencias hay que defenderlas, asumirlas y superarlas, y en eso estamos, porque la superación lleva tiempo.

 Acompañar la obra de los Camejo, defenderlos, continuarlos, es para mí es un ejercicio tremendamente hermoso.

¿Cómo asume Rubén Darío el “atrevimiento consciente” del teatro de figuras para adultos?

El mundo entero, o casi en su mayoría, a nivel artístico respeta y tiene consideración por el teatro de figuras, que es una potencia artística en cuanto a los elementos que utiliza. Ver el espectáculo de El Rey León de Julie Taymor con un nivel artístico y tecnológico impresionante, óperas como La isla encantada o Alicia en el país de las Maravillas, del Royal Ballet, que son espectáculos concebidos con títeres grandísimos obrados por los mismos bailarines, es un riesgo consciente creativo que se tiene que asimilar, que se debe probar…

Desconocer hoy el títere para adultos es como perderse una gran parte de la teatralidad rica e imaginativa que tienen los muñecos; y creo que ha sido un proyecto que no he querido abortar nunca y por eso me he tomado mi tiempo. Además, para este tipo de teatro se debe trabajar mucho y, además, equivocarte trabajando.

 Para eso hay que investigar, enamorar al colectivo con el cual trabajas para que sueñen contigo, para que viajen en ese mundo infinito de los títeres.

Las Estaciones protege las tradiciones del teatro para títeres, pero al mismo tiempo asume las técnicas de animación más experimentales y novedosas. Hablemos de dos cuestiones que no necesariamente tienen que contraponerse: tecnología y asiduidad al teatro.

Con la tecnología la tenemos difícil, competir con eso es casi imposible. He visto muchos espectáculos donde existe un derroche de tecnología y he quedado anonadado. En esos mismos espacios he presentado espectáculos donde los más adelantado ha sido la luz negra, que es de los años 50, y otros elementos convencionales como títeres planos, sombras, máscaras… y nos han elogiado mucho el hecho de presentar un espectáculo artesanal en medio de un espacio donde se presentan obras totalmente auxiliadas por la tecnología.

foto: Ernesto Herrera Peregrino

A veces quisiera contar con la tecnología para hacer cosas nuevas, pero a la vez la tecnología se come al ser humano y crea para su vida cosas que él pudiera crear de manera natural. El punto está en aprovechar lo hermoso que tiene el títere artesanal, lo tradicional.

La tecnología hay que asumirla poco a poco en la medida que puedas tenerla realmente. Esta es una especialidad de riesgos, sueños, investigación; de esa forma podrás lograr cosas que ni te imaginas. En las contradicciones a nivel creativo va el riesgo de equivocarte o acertar, y para suerte nuestra, hemos acertado bastante, porque hemos trabajado y experimentado mucho.

Teatro de Las Estaciones se mantiene a la vanguardia del teatro de figuras en la isla, con un estilo inconfundible y una límpida e irrepetible iconografía. ¿Cómo asume este reto?

Siempre que escucho la palabra vanguardia para referirse a Las Estaciones siento que el pecho me palpita porque es un compromiso bastante grande mantenerse a la vanguardia, pues significa mantenerse joven eternamente.

Los premios que hemos alcanzado han sido un resultado muy subjetivo de un jurado muy real, pero también hay que aprender que siempre no se puede tener un galardón en la mano, que cuando no lo tienes debes luchar por alcanzarlo.

Viajar también ha sido un privilegio para Las Estaciones, y eso lo hemos aprovechado. Además, nos mantiene en la vanguardia nuestras aproximaciones a la danza, la pintura, la música, el cine, el circo… Pero el teatro de adultos con actores te da también una coordenada diferente que te permite no enraizarte sobre ciertos patrones preestablecidos.

Pero lo que nos hace vanguardia es también no subvalorar nada y tomar de diferentes estéticas teatrales. Ser vanguardia es no aferrarte a nada y conocerlo todo del teatro de figuras, es ser auténtico en lo que haces. Pero lo más importante, es saber sentarte y levantarte y saber saltar, ver el mundo a distancia y verlo también de cerca, porque para la vanguardia no hay fórmulas, y también saber que la vanguardia dura poco.

Las Estaciones – Un niño llamado Pablo. /Foto: Sonia Almaguer, cortesía de Las Estaciones.

Es también exploración de la cubanidad…

No imaginas cuánto… Yo le debo a Dulce María Loynaz hacer un espectáculo con el Bestiario que ella escribió cuando adolescente, son poemas perfectamente representables. Le debo a Eliseo Diego hacer teatro con sus cuentos y sus poemas. Le debo de alguna manera a Virgilio Piñera hacer una Electra Garrigó con títeres. En el mundo de lo “cubano” todavía hay cosas que estoy dispuesto a realizar y defender, y de ese cocinar constante salen las obras más bellas, aunque decididamente la vida no me alcanzará para hacer todo lo que sueño.

¿Cómo logra la fusión del muñeco del retablo con la presencia en vivo del actor?

Stanislavski creo que le puso un reto al actor: actuar bien en vivo, y eso marcó a la profesión, la mezcla de un buen actor y un buen titiritero, son cosas que no pueden estar en contradicción, y si no eres buen actor, difícilmente serás buen titiritero.

Puedes manipular bien y lo harás brillantemente, pero vas a tener que salir en algún momento fuera y contactar con el público, intercambiar, y tienes que hacerlo bien.

 Hay que demostrar siempre que los titiriteros no somos menos y que somos excelentes actores y titiriteros. La esencia está en saber aplicar una cosa en la otra.

El actor titiritero debe disfrutar con el títere, lo que no es sinónimo de robarse el protagonismo del muñeco, la gracia está en creerte que el muñeco existe y es quien te está hablando. Hay que tener, además, una imaginación poderosa y eso, yo se lo robo a los niños, porque mantienen una organicidad tremenda cuando juegan y creen en la animación de los objetos como si fueran de verdad. Ellos son los mejores maestros.

foto: Ernesto Herrera Peregrino

La imaginería literaria de Norge Espinosa siempre se desdobla ante el público a través del títere de Teatro Las Estaciones, entre ellas la multipremiada obra Por el Monte Carule… ¿Qué simboliza este acercamiento a Bola de Nieve en la trayectoria de Teatro …?

Uno tiene figuras en la vida que va conociendo y te van moviendo el alma; uno es Martí, que siempre vuelvo a él. Otra figura es Lorca, que leerlo es único, y ya he hecho cuatro espectáculos sobre sus textos.

Dora Alonso, otra figura que conocí, con la que compartí, amé y amo todavía. Y está también Bola de Nieve, un artista completamente titiritero, oírlo cantar es como oír a un títere. Las letras de sus canciones son un retablillo.

Ese es un espectáculo (Por el Monte Carule) dedicado a Raquel Villa, hermana del Bola, a quien conocí y quien nos acompañó en el público en una de las puestas.

Las Estaciones – Un niño llamado Pablo. /Foto: Sonia Almaguer, cortesía de Las Estaciones.

El Bola es muy rico de interpretar por sus fraseos y sus interpretaciones en inglés, francés, italiano y hasta en chino. En la cultura cubana hay personajes perfectamente representables en el mundo de los muñecos y hay que enmarcar bien la mirada en esos personajes para representar, para promocionar, porque el teatro no puede ser algo estático, tiene que promover otras cosas.

Con la representación del Bola le estás legando al mundo un diapasón grandísimo de la cultura cubana y al mundo del títere, porque el retablo es para aforarse, no para ocultarse, y el retablo de Las Estaciones nunca ocultará nada, porque no podemos ir por la vida ocultando sensaciones, ni inspiraciones, hay que compartir con los demás lo que te hace palpitar, es de alguna manera, quizás una utopía, la forma de que no te olviden.

Hablemos del Taller Internacional de Títeres de Matanzas con más de dos décadas de creado…

Si realmente crees en el arte titiritero tienes que crear un espacio donde confluyen referencias mundiales para el desarrollo de este arte en la isla. Cómo puedes exigirle a la gente desarrollo y crecimiento si no le facilitas, en mi caso que conozco a grandes personalidades, esa experiencia.

 Durante muchos años luché para que viniera Fabrizio Montecci, uno de los grandes directores del teatro de sombras en el mundo, para que enseñara este arte en Cuba, pues lo traje y lo compartí con mis compañeros. Y el taller es eso, un espacio para dialogar, compartir, conocer, difundir… Es también abrir un proyecto como “Nuevos rostros del títere cubano”, para jóvenes de 18 a 35 años, básicamente proyectos working in progress de jóvenes interesados en hacer teatro de figuras.

El Taller abre también una zona para la Unión Internacional de Marionetas (Unima) y la proyección de documentales y otros materiales relacionados al arte titiritero.

¿Cree que el teatro para títeres en estos momentos es subvalorado?

Siento mucha lástima de las personas que lo subvaloran, porque es desconocimiento. No me gusta cuando mis colegas lo maltratan y no se dan cuenta de que el primer responsable de que el arte no se valore es el artista, ahí está el secreto.

Si tú no te quieres a ti mismo, nadie te querrá, sino te respetas, nadie te respetará. El arte debe superarse y el éxito de uno está en uno mismo, porque la vanguardia, esa que tanto me atemoriza por efímera, es siempre inabarcable.

Las Estaciones – Un niño llamado Pablo. /Foto: Sonia Almaguer, cortesía de Las Estaciones.

Si Rubén reencarnara en uno de sus personajes, si tuviera la oportunidad de insuflarle vida a uno de sus títeres, en cuál lo haría… ¿Qué personaje interpretaría a Rubén Darío?

La pregunta del siglo… No tengo hijos, mis hijos son mis muñecos y los quiero a todos por igual. Tal vez en término fantasioso y metafórico, si reencarnara en alguno, me encantaría ser Pelusín del Monte y tener una abuela como María Pirulín que me hiciera boniatillo, dulce de frutabomba y mantecados, que la molestara y ella me devolviera con besos y décimas.

Me gustaría poder entrar en esa imaginería fabulosa que Dora Alonso logró trasmitirle a un niño como Pelusín sin existir. Eso es una mentira entre comillas, quien conoció a Dora Alonso, sabe que Pelusín era Dora: sin miedo a nada, osada, simpática, dicharachera.

Es que uno es también un personaje, no hay que olvidar que estamos en el gran retablo del mundo. Pienso que debo ser un títere bastante díscolo, pues siempre estoy creando y haciendo cosas. Y quisiera ser todos mis personajes, quiero vivir una vida: hoy Federico, y mañana Martí, luego Bola de Nieve, seguidamente Dora Alonso… Es que soy un personaje, un personaje que me disfruto mucho.