promotor
Hombre con sombra de árbol
El libro Nocturnidades, premio Calendario de poesía en el año 2005, fue para mí una pausa de fe. Luego supe que el autor de esos poemas era aquel hombre, eternamente “muchacho”, que sonreía con brevedad en las charlas sobre la editorial Reina del Mar. Estábamos por esos días en Mayabeque, en el evento Ítaca, que coordina la Asociación Hermanos Saíz en el territorio. De ahí en adelante nos hemos visto tantas veces que no recuerdo, o es que Ian Rodríguez está en todas partes (iba a decir “como el arroz”, pero ya sabemos que el arroz ha dejado de estar en todas partes. Así que el término lo acodaré a la poesía: estás en todas partes, como un árbol que, negado al terreno propio, echa sobre sí sus raíces y se avienta al mundo para regalar a todos su sombra). Y precisamente es de esa sombra que das a otros, lo que me interesa que hablemos. Porque sucede que eres de los promotores más incansables que conozco.
Para cuando recibí el premio Calendario residía en Cumanayagua y trabajaba como Asesor Literario. Ya entonces impartía allí un Taller que fue el antecedente de Palabras con sombra de árbol. Aquel se llamaba En el vórtice de la contemporaneidad y era exclusivamente para interesados en apreciar y escribir poesía de ese municipio montañoso. Recuerdo con agrado ese taller, en particular, la incorporación numerosos actores del grupo “Teatro de los elementos”.
En la época de La Pandemia tu curso se volvió algo masivo: escritores de todo el país se sumaron, de un modo u otro, a ese juego de equipos virtuales. Cada día, incluso a las horas más improbables, había alguien debatiendo asuntos relacionados con la literatura. Pero se hacía como parte de un juego competitivo, jocoso, tenso a veces, pero muy amigable.
En realidad yo venía desplegando ya muchas acciones de esas antes de La Pandemia. Para mí Internet y las redes sociales ya eran opciones de trabajo y de promoción habituales y familiares… Entré cómodo al momento que la circunstancia para otros impuso. Con La Pandemia lo que me ocurrió fue que descubrí que la app WhatsApp podía ser mejor empleada por sus bondades y el nivel de accesibilidad que tienen a ella muchos creadores. El Curso Palabras con sombra de árbol se expandió a lo largo del país. Lo más significativo de ese momento de expansión, en la que entran a rivalizar tres equipos con escritores de toda la nación: Invasores del Oriente, La Sociedad Secreta PowerTun y Los Águilas de Sangre, ha sido recogido en la entrega No. 85 digital de la revista cultural villaclareña Umbral, que le dedicó al Curso un número completo, con toda su historia, varias muestras de sus diferentes dinámicas para ilustrar, con un diseño hiperatractivo. El Curso se imparte a través de un juego interactivo de roles donde la poesía, la confraternidad y la amistad son las principales motivaciones, aún cuando haya competencia o rivalidad. Contar, además, con autores de una obra sólida que participan como consejeros o “druidas”, ha sido una fortaleza que agradezco, porque ellos ocupan su preciado tiempo para interactuar sin recibir nada que no sea, eso, mi agradecimiento.
Para el boletín Calle Real, de la Revista Cauce, publicado este mes, hablaste sobre los jóvenes escritores de hoy. El irrespeto por las figuras tutelares se ha masificado. Son más los que buscan la aprobación de los amigos que la corrección de los que tienen una obra formada. He visto de cerca cómo sucede en el curso que impartes por WhatsApp. Me gustaría saber cómo haces para que esto no te derrumbe, para que tus deseos de ayudar a otros no se vean afectados por el desagradecimiento de algunos.
Para que no me derrumbe, como dices, nada: lo primero que hago es no pensar en que existen desagradecidos, yo ocupo mi tiempo en ayudar a otros, por la sencilla razón que hubo autores que antes lo hicieron conmigo, y no encuentro otro modo de reciprocarles, que hacer lo mismo y multiplicar lo que me enseñaron tanto ética como literariamente. Yo creo que si algo nos está faltando hoy en las instituciones culturales es la vocación de entrega, y la sagacidad de asumir los retos nuevos. La institucionalidad cultural ha sido siempre morosa para atemperarse; hoy a mi juicio no está preparada, ni tiene la capacidad moral de dar respuestas a las nuevas prácticas e inquietudes creativas. Siguen actuando a la vieja usanza, van en el último vagón y los creadores son locomotoras que no necesitan abastecimiento de carbón, ni batería. Los creadores vuelan, burlan todo lo que se le antepone, derrumban muros con su quehacer, o sencillamente los ignoran, en pos de alcanzar lo que se proponen.
El trabajo del escritor es silencioso, casi siempre es un adeudo de interiores. Poco importa si aparece un lector mañana o dentro de dos siglos. Si la obra se publica ahora o el año próximo… incluso si no se publicara, seguiríamos escribiendo. Pero no sucede así con el trabajo del promotor. El promotor es una maquinaria de hacer la cultura, casi siempre para el aquí y el ahora. Esto acarrea más contratiempos: a veces las condiciones no son favorables para llevar a cabo un proyecto, y esto puede mediar entre lo que se desea lograr y el resultado final. En tu caso pasas muchísimas horas pensando en los demás, trabajando para los demás… esto sin recibir por ello remuneración. Siempre me ha resultado curioso saber cómo te las arreglas para sentir que eso que haces vale la pena. ¿De dónde nace tanta energía, esa motivación para crear constantemente espacios para que las demás personas sean los protagonistas? ¿Has tanteado la posibilidad de que alguna institución remunere el tiempo que inviertes a favor de la literatura? En definitiva: después del Curso de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso no existe otra preparatoria literaria que haya involucrado a tantos escritores en nuestra isla.
A veces el Curso ha contado con apoyo, un tiempo lo acogió el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Cienfuegos, otro lo encausé por la UNEAC, luego lo acogió la AHS (y fue cuando llegó a su esplendor). Si te soy sincero, hoy no necesito que ello suceda. Un apoyo nunca está de más, pero de la manera que el Curso funciona no es muy necesario, no es imprescindible, funciona y ya vez cómo: con mi tiempo y escasos recursos. Yo sé por lo que estoy apostando. Tengo bien claro de la cosecha jugosa que a lo largo del tiempo un curso con raras características va a dar. Y no lo hago por mí: trabajo para los que dentro de unos años van a estar apuntalando la literatura de este país. De hecho: trabajo con y para muchos que ya hoy la apuntalan.
¿Por qué Paco Mir? Recuerdo tu gira por las provincias, esperada por las “tribus” que se habían formado en el mundo digital en torno al curso que impartes, y que resultó todo un hecho histórico. Y sin lugar a dudas una eficaz campaña promocional en torno a la obra de este importante escritor.
¿Por qué Paco Mir? Porque fue, además de mi mentor, un gran amigo, un padre. Este año estaría cumpliendo 70 años y esa es la razón por la cual he redoblado los esfuerzos al costo que sea, sin importar el tiempo que me ocupe y que podría estar destinando a mi obra personal. Con Paco aprendí que los otros te completan. Yo imparto una buena parte del Curso, y coordinar sus acciones ocupa tiempo de diseño para que al llevarlo a la práctica resulte lo que anhelas, o se acerque al menos a un noventa porciento de lo soñado.
Háblame un poco del poeta, ese hombre silencioso que llevas dentro. ¿Qué ha pasado con tu obra personal? ¿Ha sido afectada por tu trabajo de promotor?
Si Nocturnidades significó para ti una pausa, lo fue para mí también: es el primer libro que escribo una vez radicado en Cienfuegos, y es un poemario donde abandono la práctica intimista de mis tres libros anteriores, para asumir una mirada más colectiva, como si anduviera por el mundo con una cámara fotográfica en las manos, reteniendo paisajes y actitudes. Ese cuaderno tiene una voz más plural. Es un libro que quiero mucho, en tanto significó un cambio visceral en mis procesos creativos.
A la par de los ejercicios que pongo, al mismo tiempo que los matriculados, voy confeccionando mis textos. No he dejado de escribir por dar el Curso, al contrario, el Curso me incentiva, y no solo me estimula: el Curso me enriquece. Dialogar e intercambiar con voces más jóvenes, y en el caso de no tan jóvenes, con otras miradas, es siempre un plus, una bonificación que si sabes aprovechar te ayuda a consolidar tus propuestas. Yo siempre en ese sentido, digo como decía Paquito: “doy menos de lo que recibo y obtengo”.
Mi obra poética por tanto, para responder a tu pregunta, se ensancha, no tengo claro si para bien o para mal, pero de que hoy no se parece a lo que escribía en 1997 cuando publiqué por primera vez, de eso no tengo la menor duda. Hay unos 12 cuadernos inéditos, navegando a concursos y otros poemas sueltos, esperando encontrar uno u otro lugar dentro de ellos.
Hasta aquí las preguntas formales. Me gustaría, antes de concluir esta conversación, interesarme por algo que me resulta curioso. Naciste en Las Tunas, tienes una conexión hermosa con La Isla de La Juventud y vives en Cienfuegos, Santa Clara o donde se te antoje. Cuando termine tu misión de vida, ¿dónde te gustaría ser enterrado?
Ah papi, me gustaría, como Huidobro, que el mar me regalara su música al golpear mi féretro entre arrecifes… pero eso es un imposible… prefiero que mis cenizas sean parte del viento. Así, por fin, volar libre por el mundo y llegar a conocer, aunque sea como átomo, el espacio sideral.