premio de décima escrita El Cucalambé
“No soy de los que dejan la obra en remojo”
Es un artista total: escritor, diseñador, artista plástico. Junior Fernández Guerra encontró en las Fabulaciones del verbo la posibilidad de (re)crear la realidad y sus dinámicas sociales. Su obra está llena de composiciones líricas cargadas de intertextualidad y simbolismo. La sutil ironía y la agudeza del lenguaje son otras características que identifican a este autor.
Miembro de la AHS y de la UNEAC, egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, su versatilidad temática y narrativa lo hacen merecedor de varios premios: de décima escrita, El Cucalambé (2015), con el libro Extraños ritos del alma. Antología de voces en la niebla; Calendario (2018), con Cantábulas y Epopemas del bardo Pul Salalira, y el Fundación de la Ciudad de Santa Clara (2018), con el poemario Ejercicios de Contaminación.
Ganaste el premio Calendario 2018 en el género de literatura infantil con Cantábulas y epopemas… El libro va más allá de una obra para niños, retrata las miserias y motivaciones de seres mitológicos que se parecen mucho a nosotros. ¿Cómo lograste recrear esta realidad desde esa mirada lúdica que acompaña a todo libro infantil?
En realidad, ni siquiera me propuse conscientemente ese “carácter lúdico” que el libro posee. Eso lo descubrí mucho después de haberlo escrito. Con Cantábulas y epopemas… sucedió que estaba a punto de ser padre por segunda vez y me di cuenta de que no había hecho nada al respecto (desde la literatura, claro está).
Lo escribí una semana antes de que naciera mi hijo. Fue una catarsis tremenda, y en lo único que realmente pensaba en el momento de escribir, era en lo que me hubiera gustado leer a mí en mi infancia y adolescencia. Enseguida aparecieron en mi mente esas incansables lecturas de F. Mond, Gianny Rodari, Tolkien e incluso, algunas cosas tan lejanas a la niñez como pueden ser Les Lutiers.
Creo que el resultado es una canalización de todas esas cosas, una reinvención de esas cosmologías para construir la propia. El resto fue solo la necesidad de tener algo importante que contarles a mis hijos (el libro es para ellos, sin duda), algo que pudiera servirles desde mi literatura.
Debido a la complejidad en cuanto a los temas tratados por algunos autores. ¿Piensas que existe una literatura infanto–juvenil y una literatura para adultos, o es una sola?
Ese tema es la semilla de la discordia de la mayoría de los escritores en el mundo. Es evidente, que muchas de las obras que se consideran clásicos de la literatura infanto-juvenil, no fueron concebidas originalmente para niños. Pienso en Julio Verne, en Emilio Salgari e incluso en Los Hermanos Grimm. Creo que de alguna manera los niños se apropian de la literatura que les interesa y ya está. Lo que no les interesa no lo leen.
En algún momento discutimos sobre la cantidad de literatura infanto-juvenil que se publica y la cantidad de esos títulos que realmente los niños leen, que asumen suyos, con los que se identifican y que no se quedan a merced de las polillas y el polvo en una librería o almacén.
En realidad, son los mismos escritores los que jerarquizan esos libros, no lo niños. Muchas veces intentamos, en nuestro afán de ser absolutamente modernos, de cargar esa literatura de conflictos, conceptualizaciones y técnicas que son alabadas por otros escritores, pero que a los niños no les interesan.
Creo que el niño necesita, más que aprender algo o recibir una charla de civismo, divertirse. Dentro de la diversión está el descubrimiento y en el descubrimiento, el saber, y creo, además, que cualquier temática puede ser encausada hacia ese público. La cuestión es cómo lograrlo sin violentar, sin preocupar y sin hacerles perder la inocencia.
Muchas veces se considera el género infantil como menor dentro de la literatura. ¿Cuál es tu visión al respecto?
Los que han logrado ese tipo de conclusiones, no creo que hayan escrito alguna obra literaria encausada en ese sentido. Todos los que sí lo han hecho y lo han hecho bien, saben que no es así. Es muy fácil hablarle a un adulto, por ejemplo, de la muerte, pero… ¿Cómo se lo explicas a un niño? Eso es muy difícil de lograr.
Un caso que para mí es magnífico en ese sentido es la novela de Luis Cabrera Delgado, ¿Dónde está la princesa? No creo que alguien pueda considerarla una obra menor dentro de la literatura cubana, como tampoco puede considerarse una obra menor El Señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, o un cuento como El oso que no lo era, de Frank Tashlin.
- Cuervo es el escritor que descubre la obra de Pul Salalira, un bardo olvidado. ¿Es también F. Cuervo la voz que se inventa Junior Fernández para revelar su propia obra?
- Cuervo podría ser más bien una proyección mental, una suerte de forma de pensamiento que me inventé para descubrirme en este tipo de literatura. Si dentro de Cantábulas y epopemas… se encuentra mi alter ego, sería sin duda Pul Salalira, aunque en realidad no me considero un olvidado, sobre todo porque todavía tengo el tiempo a mi favor en esta carrera hacia la trascendencia que es el acto de creación.
Extraños ritos del Alma…, Ejercicios de contaminación y Cantábulas y epopemas… a simple vista parecen ser libros muy diferentes. ¿Son diferentes visiones desde un mismo motivo?
Algunos motivos literarios son como estigmas para mí, y son muy recurrentes en cualquier cosa que haga, pero, sobre todo, mi literatura parte de la ignorancia. Ese momento en que algo llega y te descubres impotente frente a eso. Te das cuenta que no lo habías pensado y necesitas pensar en eso porque es importante para ti desde el momento de su descubrimiento. Parece un trabalenguas, pero es así.
Es la necesidad de explicarte a ti mismo algo que no comprendes bien y lo exteriorizas con la intención de encontrar complicidad en un tercero. Casi todos mis libros parten de una necesidad intelectual o espiritual de comprender algo. El libro, como arte final, es una cronología del proceso de asimilación.
¿Fuentes o influencias literarias?
Demasiadas para enumerarlas. Creo que uno construye su imaginario personal a partir del imaginario colectivo, y ser consciente de eso ayuda mucho.
¿Cuál es tu libro de cabecera, ese que F. Cuervo no dudaría rescatar?
Dos con el mismo nivel de prioridad: El Señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien y Las Flores del mal, de Charles Baudelaire.
Escritor, artista plástico, ¿que identifica la obra artística de Junior Fernández en cualquier manifestación?
No sabría qué contestar desde la objetividad. Desde una visión más subjetiva, creo que la sinceridad. Siempre trato de ser sincero en lo que hago, decir o mostrar lo que pienso, lo que me preocupa de verdad, lo que creo que a alguien más pueda servirle.
Toda mi obra, tanto la visual como la escrita, es una revelación real de mi pensamiento, de mis inquietudes, de mis miedos, de mis contradicciones. Creo que definir un sello único, algo indiferenciable, eso no podría hacerlo. Me parezco demasiado a todo lo que admiro.
¿Con qué te quedas, con un buen libro o un gran premio?
Con un buen libro. El premio es un valor añadido, una consecuencia que en ocasiones tiene que ver más con la suerte, con una circunstancia favorable, que con la calidad de una obra. No soy de los que dejan la obra en remojo a la espera de un concurso. Cuando termino un libro, mi prioridad es publicarlo.
¿El próximo libro o el próximo premio?
En cuanto a los libros, tengo varios proyectos en los que trabajo activamente, entre ellos, mi atrevida incursión en los territorios de la novela. No puedo revelar nada más. Los premios, solo Dios lo sabe.