Ópera
El Viaje, Zule Guerra
*Tomado de Cubarte
Por segunda ocasión llega a este espacio Zule Guerra, vocalista y jazzista cubana que nos presenta este año su última producción fonográfica y primer CD de estudio: El Viaje, perteneciente a la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales, Egrem. Consecuente con su incursión dentro del llamado Nu jazz, es este un fonograma que se perfila como un fuerte contrincante dentro del género en el próximo Cubadisco 2020.
El talento de Zule Guerra como cantante y vocalista ha sido reconocido con un premio JoJazz de Interpretación en 2013, Gran Premio y Premio de la Popularidad en el Festival Slavianski Bazar 2014 y un Premio de Oro en el Festival de las Artes Baltic Stage, Letonia, 2015. Ya sabe lo que es ganar un Premio Cubadisco en Ópera prima fonográfica y audiovisual con Blues de Habana (Egrem, 2016), además de ser nominada en el 2018 con su EP independiente Sesiones de Vitrola. Su participación ese último año en el Festival Artes de Cuba, organizado por el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas de Washington, fue de las más ovacionadas por el público y la crítica especializada.
A la exquisitez musical e interpretativa de este disco, debe añadirse la autoría de todos los temas a cargo de la propia Zule. El Viaje nos propone eso: el andar por la vida de una artista que devuelve sus vivencias en trascendentes imágenes musicales, que coquetea con una amplia variedad de estilos, desde el palo monte a la canción afrocubana (excepcional sentido del tempo en «Canción para que Luis se duerma», que recuerda por momentos el «Drume negrita» de Bola de Nieve), pasando por el latin jazz y las obvias influencias de la música cubana. Vuelve a poner de manifiesto sus dotes interpretativas, su amplio rango vocal y el poderío técnico y expresivo de su voz; sobre todo, el dominio del ska que tan certeramente utiliza en temas como «Criolla en blues» o «Sweet and big orange hope».
Disco acústico este, donde la improvisación llega en acordes más claros, sobre todo de la mano de la guitarra y el drums. En ese sentido, se deben destacar los arreglos de Jesús Pupo y la producción musical de Ernán López-Nussa. Elenco acompañante de lujo con el propio Pupo en el piano, Héctor Quintana en la guitarra, Samuel Burgos al bajo, Denis Boffil en la percusión, Marcos Morales en la batería , Emir Santa Cruz en el saxofón y Alejandro Delgado en el fliscorno. Con Yoana Grass en la producción general, completan el equipo de realización Alfonso Peña en la grabación y mezcla; Siavash Mozaffari en la masterización; Arien Chang y René Rodríguez en las fotos; y Marla Cruz en el diseño gráfico.
Para la promoción de este disco en las plataformas digitales, hace unos días se lanzó el EPK que acompaña su presentación. En él su autora explica las interioridades y motivaciones de este viaje:
Recuerde: si va a viajar, que sea con buena música.
En cualquier universo, la música
Aunque no conozco, cara a cara, a Luis Ernesto Doñas, la obra de este creador y director escénico forma parte de mi universo de referencias como espectadora. Una amiga en común hizo posible el contacto y así fluyeron estas preguntas sobre sus procesos y su mundo artístico, sobre el diálogo entre modernidad escénica y tradición musical. Este es un diálogo que aborda su utopía creativa.
¿De qué manera encuentras el camino de la dirección escénica? ¿Cómo llegas al mundo de la ópera?
Al finalizar la EICTV (Escuela Internacional de Cine y Televisión), mi maestro de Técnica Meisner de actuación, Sthepen Bayly, me invita a co-dirigir juntos Bent, que tuvo una temporada exitosa en el Teatro Bertolt Brecht en el verano del 2014. Mientras ensayábamos la obra coexistimos con las audiciones y primeros ensayos de la obra musical Rent.
Aquí entré en contacto con los cantantes/actores involucrados, que en muchos casos devino en profunda amistad, como con Teresa Yanet Senra, excelente cantante y actriz, rostro popular entre otras cosas por su participación en Sonando en Cuba.
Fue ella quien me sugirió que el Teatro Lírico Nacional estaba buscando un director para una nueva producción. Me presenté y surgió así la idea de hacer un laboratorio con jóvenes cantantes como inicio de lo que llegó a ser Alcina, primera vez que una ópera barroca de gran formato venía incorporada al catálogo de la Compañía.
¿Cómo dialoga la dirección escénica de la ópera, en la actualidad, con los conceptos de tradición y modernidad? ¿Cómo se ha podido apreciar esto en algunas de tus puestas más recientes?
La ópera es un género vivo, no solo porque los teatros del mundo constantemente potencian la producción contemporánea con jóvenes compositores y libretistas, sino porque los grandes clásicos aún tienen mucha vigencia y dialogan de manera muy directa y orgánica con los públicos y los panoramas actuales.
La increíble obra que ha perdurado de los grandes compositores —pilares de la historia de la música— siempre tiene una esencia, un núcleo temático y humano que brinda muchas posibilidades de desarrollar y de reinterpretar desde visiones y maneras más actualizadas. Creo que concentrarse en esto podría ser punto de encuentro entre la tradición y la modernidad.
En el caso de Alcina, por ejemplo, nos centramos en el juego de fuerzas amor/poder y apariencia/esencia. Desde aquí construimos, junto con la escenógrafa Denia González y la diseñadora de vestuario Celia Ledón, toda la imaginería de la obra, la cual se distanció de la propuesta estética barroca que el propio libreto propone.
En Rita, mi más reciente colaboración con la Fondazione Donizetti, por el contrario, juego hasta el punto del choteo con la propia tradición. Los personajes emergen de la bidimensionalidad de la escenografía y no se desarrollan en profundidad, permitiéndome asumir un posicionamiento ético y personal sobre lo que el propio texto propone. Tomar a la ligera de manera radical, si se logra hacer bien, es un fuerte cuestionamiento al texto y es una actitud para nada tradicional.
¿Crees que existe manera de acercar al público a la ópera? ¿Existe una concepción errónea del mundo de la ópera como un universo elitista y cerrado?
Es increíble cuánto la ópera ha sabido integrarse y reinventarse para poder mantenerse en el gusto popular en el panorama europeo. Los festivales cada vez le dan mayor importancia a sus eventos colaterales, OFF, priorizan espacios no habituales y potencian dinámicas didácticas para involucrar también a los más jóvenes. Son canales nuevos que, cuando la buena música los transita, salen ganando todos, desde los propios artistas hasta los espectadores. Es cierto que hay élites, es cierto que hay estructuras que no apoyan, es cierto que se destinan pocos recursos, pero aun así no perece. La buena música es y tiene que ser un derecho de todos.
Creo que en Cuba estamos en un buen momento de reinvención del arte lírico y de las estructuras que lo rigen. Hay que aceptar e investigar todas las maneras posibles de hacer la lírica, sin olvidar la gran tradición y los grandes errores que nos antecedieron. Pero con un legado musical, escénico y de programación cultural tan rico, solo puedo ser optimista si veo el futuro del arte lírico cubano.
La videodanza ha ocupado tu tiempo como director audiovisual. Coméntame sobre esa experiencia.
Mi formación musical primero y audiovisual después, sumadas a mi pasión por el universo oscuro que habita la escena, parece que encontró un punto de reunión en este género del video arte. Me estimula mucho pensar en términos de múltiples lenguajes: no concentrarme en el lenguaje audiovisual o el lenguaje teatral, sino mezclar y crear una gramática compleja. Esto lo permite el videodanza, donde cuerpo-cámara-montaje pueden abrazarse y pelear entre sí. Es raro, pero en la ópera me pasa algo parecido.
¿Cuán difícil es concebir una imagen escénica basada en un discurso musical? ¿Cómo transcurre tu proceso creativo y por qué diversas etapas pasa?
Ante todo me dejo llevar por la música y sentir. Luego, teniendo como experiencia esas sensaciones, me acerco más conscientemente al texto musical y al libreto. Trato de desentrañar la gramática utilizada por el compositor y entender las relaciones entre los personajes y el arco dramático individual de cada uno. Al final, trato de proponer imágenes, situaciones y actitudes a los cantantes, pero siempre busco que ellos se sientan libres de seguir también sus impulsos. El espectáculo final es obra de todos.
En la actualidad, ¿qué nuevas indagaciones dirigen los ejes de tu creación?
Siempre me cuestiono qué podría como artista cubano proponer que sea distintivo dentro del panorama lírico, incluso en el audiovisual. Luego aterrizo un poco y me olvido de los conceptos grandes: ARTE, CUBA, PANORAMA, y trato simplemente de conectar con los cantantes y establecer complicidades. De esta manera se crean tantos puentes y, sin proponerlo, se encuentra la manera más orgánica entro todos para hacer que la experiencia sea única.
En tu trabajo con cantantes y actores, ¿qué buscas?
Es aquí donde he encontrado el espacio de investigación personal entre mi formación audiovisual y mi actual desarrollo en el arte lírico. No veo diferencia entre un cantante que se sube a un escenario para defender un dramma in música y un actor.
Es cierto que tienen necesidades y estructuras diferentes, pero ambos deben defender una verdad en la escena. Trato de trabajar con los cantantes que estén totalmente disponibles a recibir y reaccionar a cualquier estímulo que les llegue en escena. Arribar a este punto ya es un logro, y tanto ellos como el público lo agradecen.
En tu experiencia docente, ¿qué consideras es lo esencial que debe transmitirse?
Sinceramente, nunca pensé que me haría tan feliz estar frente a otros artistas y compartir lo poco que he podido experimentar y lo mucho de todo lo que me apasiona. Vuelvo otra vez a la complicidad: ese abrazo transparente y horizontal con cierta dosis de humor y mucha autocrítica. Funciona muy bien también en el aspecto académico.
Yo simplemente hablo y dialogo de la manera que me hubiera gustado aprender mientras estuve de ese lado. Sin pretensiones. Lo importante es transmitir y potenciar la pasión y la voluntad. El conocimiento está pero sobre todo está por llegar siempre. Y repito: muchas de las alegrías últimas las he recibido de quienes, por azar, han sido mis estudiantes.
La ópera, como arte global que incluye a otras muchas artes, requiere de la coordinación de diferentes cuerpos y mentes creativas. ¿Cómo lo logras?
El trabajo colectivo que conlleva hacer cine, teatro y en este caso se amplía al adentrarse en el montaje de una ópera, es lo que más me apasiona de lo que hago. Dirigir no es ocupar un lugar en una pirámide (¡qué aburrido todo desde allá arriba!).
Dirigir es estar hombro a hombro, cabeza a cabeza, y corazón a corazón (cursilería incluida) con los demás especialistas y artistas que tienen que defender tu idea primigenia. Ahí sí hay vida, conflicto, bronca y abrazo. Esto es lo que me gusta de lo que hago: #lolindoldelomío.
¿Cuál es tu utopía creativa?
Simple pregunta de compleja respuesta. Echo a volar la imaginación y mi corazón late más fuerte si pienso en la creación en total complicidad, cualquiera sea la circunstancia.
Lo importante siempre será el calor humano del proceso, no la visión distanciada del resultado. Aterrizando más, incluiría que en mi utopía creativa no podría faltar la música, las noches sin dormir a base de café, la famosa tormenta antes de la paz, la revelación y de alguna manera u otra, Cuba.
Y en un estado aún más pragmático del asunto, diría que sería importante que las estructuras y las condiciones sean flexibles, y soporten y estimulen la utopía creativa de todos.