Nicolás Guillén
La rueda dentada: un movimiento desde la memoria
La rueda dentada constituye un constante revisitar el pasado. No resulta, sin embargo, una empresa forzada: de todo eso que ha sido y que se ha sido emanan el sujeto actual, y por supuesto, su realidad. En el caso particular de Nicolás Guillén y su sino –me refiero a la cubanía- el pasado no existe como umbral ajeno y cerrado, sino que se actualiza constantemente. No puede ser de otra manera cuando se habla de colonialismo, de racismo. O mejor dicho, de su marca, de su reconstrucción y apropiación en forma de identidad, y puesto ante nosotros nada menos que por un mestizo 13 años después del gran giro en términos de libertades que significó el triunfo de la Revolución cubana.
En este sentido, la Dra. Denia García señala sobre los tres últimos poemarios de Guillén -entre ellos La rueda dentada-: «son consecuencia y culminación de una experiencia lírica de casi medio siglo; y son, al mismo tiempo, la demostración poética del triunfo de Guillén –el hombre, el político, el poeta- consustanciado con el triunfo de la Revolución».[1]
No fue Guillén un simple optimista en cuestiones políticas, sino un firme convencido de que un día llegaría la victoria en la lucha por la verdadera felicidad de su pueblo[2]. En este sentido, que sea un poeta hecho al áspero tumulto ciudadano[3] quien conozca, de quien provenga al fin la palabra venganza –que traducida a la lengua general de nuestros pueblos quiere decir VICTORIA– no resulta fortuito. El Dr. Ángel Augier diría de la obra de Guillén que «entronca con esa poesía actuante que identifica al poeta y la revolución (…) Guillén puede afanarse de haber podido vivir en el pleno ámbito de su propia poesía, en la pura atmósfera creadora de la Revolución antiimperialista y socialista que proclamó y reclamó su verso resonante.»[4]
La esperanza entonces de que lo logrado con el triunfo revolucionario no se perdiera se aprecia, y reverdece hoy, en «A la Bodeguita del medio»:
Brindo porque la historia se repita,
y porque lo que es ya la bodegona
nunca deje de ser La Bodeguita.
Se asume Guillén como uno de estos poetas que habla el idioma simple y compañero[5]. Dijo el Dr. Salvador Bueno: «Toda la obra creadora de Guillén está destinada a la confirmación de una auténtica poesía de hondo sentido popular.»[6] Llama la atención en este sentido que, en La rueda dentada, ya no son los negros quienes se expresan con su prosodia, como en poemarios anteriores. La óptica se mueve, de espacios interiores y de folclore hacia una perspectiva demandantemente social. La lucha de Guillén no pierde, sin embargo, la primera persona, porque es el propio autor como negro, como cubano, como poeta, quien pasa a ser protagonista.
La actitud de denuncia social –en especial de la situación económica y cultural del negro- y de reivindicación de un sector popular tradicionalmente marginado[7] que distingue la obra de Guillén desde sus comienzos, continúa siendo una marca en La rueda dentada.
Resulta muy ilustrativo que la obra comience con el poema «El cosmonauta». Esta elección pareciera un aviso al lector sobre todo lo demás que va a ser o debe ser desmontado al adentrarse en la lectura. Tratándose de Guillén se desprende que uno de estos mitos a romper es el de la supremacía blanca, la imperfección de lo negro. El poema con que continua «¿Qué color?» apunta directamente a ello. ¿Quién dijo que el alma del buen pastor solo podía ser blanca? ¿Acaso fue ese mismo Dios que se vio forzado a abandonar su lugar de poder, destronado por la ciencia que llegó de la mano de un cosmonauta? El hombre puso un pie en un terreno que le era desconocido, demostró que podía ir más allá de su ignorancia.
Sin embargo, no ha llegado tan lejos como para deshacerse también de los prejuicios raciales. Si ese butacón que ocupaba Dios, como lugar de poder, debe ser ocupado por la equidad, la empatía, la justicia y conciencia sociales, aún queda mucho por andar y hacer en ese camino… Y Guillén lo sabía: el butacón sigue vacío. Y es que no basta con el cambio de unos pocos –como no bastó para el abuelo de Fabio ser un blanco angelical ni para el de Guillén rebelarse como negro[8]-. Con un fenómeno que se mueve, reproduce y reconstruye a nivel de subjetividades solo una verdadera revolución de la conciencia podrá generar transformaciones.
La postura de Guillén con respecto a esta herencia y su presencia constante queda explicitada en el poema homónimo. De la herencia, vista como un sello, no se puede huir. Puede buscarse una Habana más fácil -Miami-[9], o jugar en París a la calma mientras América espera[10]… Puede escogerse ser un salto atrás perfecto. Pero los ayeres sifilíticos acaban inevitablemente emergiendo[11]. Y es ahí donde:
Uno se siente más tranquilo
con Maceo allá arriba,
ardiendo en el gran sol de nuestra sangre,
que con Weyler, vertiéndola a sablazos.
¿Suerte? Quizás. ¿Orgullo? ¡Definitivamente!
Y es que en esta reconstrucción étnica y cultural no hay olvido ni perdón para el pasado. La discriminación sufrida por la población negra es muy claramente descrita en «Burgueses». A estos, como encarnación y responsables históricos de que su piel fuera prohibida y sus días largos, Guillén aclara que, ahora que cayeron, no les tendrá la pena que ellos nunca nos tuvieron. Y aquí, esa huella implacable del tiempo que marca la obra, es reconocida abiertamente. La memoria, la imposibilidad de olvidar, se presenta casi como un peso. Y no solo para quien intenta ser magnánimo, o debiera serlo: es también condena para los propios burgueses:
En fin, que todo lo recuerdo.
Y como todo lo recuerdo,
¿qué carajo me pide usted que haga?
Pero además, pregúnteles.
Estoy seguro
de que también recuerdan ellos.
No hay margen entonces para culpa alguna.
Sin embargo, Guillén sabe que esta revancha, en algún momento e inevitablemente, deberá tomar el mismo escenario donde nace y vuelve todo: la cultura. La imposición de lo que es para los colonialistas más excelso y su burla por nuestra incomprensión serían devueltas cuando tuvieran que enfrentarse con el verdadero espíritu de América: hablarnos siempre en español, decir cacarajícara y (des)conocer en qué lugar de este planeta murió Martí.[12]
Toda la propia escritura de Guillén constituye, en definitiva, una respuesta a esa esperanza americana, una fundación del «color cubano» que siempre anhelara y una herencia de honestidad intelectual y artística irrenunciable. En este sentido, Guillén como poeta consiguió la fundación de una nueva expresión, una nueva palabra que no se limitara a la mimetización pulcra de modelos foráneos, tal y como se reclama en el poema «París».[13]
Sin embargo, los dientes de la rueda habrían de tener en cuenta no solo lo popular, inevitable en Guillén, sino también lo íntimo[14], ofrecido con una lírica loable. Refiere la primera edición del poemario, publicada por la UNEAC: «El rigor formal que caracteriza toda la obra de Guillén, alcanza en La rueda dentada su más alto nivel. Esa calidad artística en tan avanzado punto de decantación, se manifiesta en una rica variedad de temas, desde la vibración inmediata del sentimiento solidario de los pueblos y la presencia poderosa del espíritu revolucionario del nuestro, hasta la más delicada prosa lírica.»[15]
Un poema cargado de simbolismo e intimidad resulta «El árbol». En él, el tiempo ya no es la dimensión en la que trascurre aquello que se narra, sino que resulta el verdadero protagonista:
Las amarillas hojas
cayeron, y en mi tronco
vuelven los novios trémulos
a entrelazar sus cifras,
y hay corazones fijos
por flechas traspasados,
vivos en esa muerte.
Todo en el poema remite una y otra vez a la fugacidad de la vida, a la fragilidad de los sentimientos y a lo artificiosos que resultan los intentos humanos por perpetuarlos. El árbol, como quien ha vivido mucho, reflexiona sobre ese amor de los novios, tan almidonado como los corazones que fijan en su tronco. Ofrece él mismo, en cambio, un amor que es sinónimo de libertad: repetido por el viento y llevado por los pájaros. Sin embargo, el poema desprende un matiz de nostalgia, de tristeza: ¿será porque este árbol, que dice amar libremente, está a fin de cuentas inmovilizado por su propia naturaleza? ¿O porque por ella misma ese tiempo que ha visto transcurrir, inevitablemente en algún momento, ya no lo reverdecerá más? Estas confesiones hechas en primera persona y desde una postura de apacible y resignada experiencia hacen pensar, de manera inequívoca, en el propio autor, quien ofreció este poemario por sus 70 años.
Con la Rueda dentada Guillén nos llama a no olvidar. Con ironía, con insistencia, desde el humor… con dolor, Guillén nos convoca a no olvidar. Y en este sentido, La rueda dentada no solo asombra por cómo resulta habitada y revivida por el pasado, sino también por cuánto ese presente visto por Guillén adquiere vigencia en el nuestro, más de 50 años después.
En La rueda dentada confluyen lo íntimo y lo popular, lo nuevo y lo viejo, lo sobrio y lo satírico –no por ello menos serio-… lo que es marca en Guillén y todo lo que es reflejo de su madurez como artista y persona. Confluyen, como en aquella noche onírica en la catedral[16], pasado y presente, negros y blancos, de distintas procedencias, ocupaciones, vivos o muertos. Cubanos todos. Dientes todos sin los cuales esta rueda en que vivimos, esta rueda que somos, se detiene[17].
«¡Al combate corred, bayameses…!»
¿Y por qué no: corramos?
(He pensado en esto algunas veces.)[18]
Notas
[1] García, Denia: El diario que a diario: la otra historia. En Nicolás Guillén, El diario que a diario, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2022, pp 6-7
[2] García, Denia: La paloma de vuelo popular: exilio y vísperas. En Nicolás Guillén, La paloma de vuelo popular, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2017, p. 5
[3] Las frases en cursiva de este párrafo pertenecen al poema «Poetas». Todos los poemas que se citan en el texto pertenecen a La rueda dentada.
[4] Augier, Ángel. Palabras de Ángel Augier. En Nicolás Guillén, La rueda dentada, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2022, pp. 7-8
[5] Poema «Poetas».
[6] Bueno, Salvador, Introducción. Nicolás Guillén, cubano y universal. En Antología de la poesía cósmica de Nicolás Guillén, México D. F., Frente de Afirmación Hispanista, 2001, p. VII
[7] García, Denia: Sóngoro cosongo: confirmación y preludio. En Nicolás Guillén, Sóngoro cosongo con Motivos de son, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2020, p. 14
[8] Poema «Ancestros».
[9] Poema «La herencia».
[10] Poema «París».
[11] Poema «La herencia».
[12] Poema «Problemas del subdesarrollo».
[13] Millares, Selena, «La vanguardia como nostalgia: los últimos poemarios de Nicolás Guillén». En Selena Millares, De Vallejo a Gelman: un siglo de poetas para Hispanoamérica, Murcia: Cuadernos de América sin nombre, p. 52
[14] Bueno, Salvador, Introducción. Nicolás Guillén, cubano y universal. En Antología de la poesía cósmica de Nicolás Guillén, México D. F., Frente de Afirmación Hispanista, 2001, p. XIII
[15] Guillén, Nicolás, La rueda dentada, La Habana, Contemporáneos, 1972.
[16] Poema «Noche de negros junto a la catedral»
[17] Poema «Prólogo»
[18] Poema VII, Epigramas.
Tributo a Martí desde las artes (+post)
Martí no cabe en un mes del calendario, pero decir enero en Cuba es hablar de honores, homenaje, colorido, inmensidad. De múltiples maneras, estudiantes y trabajadores honran al Apóstol ante el advenimiento de su cumpleaños 170 y los artistas, por supuesto, lo hacen también.
Solo usted y la luna es el título de la exposición colectiva, recién inaugurada, en la galería La Jungla, perteneciente a la Filial Provincial de la Fundación Nicolás Guillén (FNG). Más de una veintena de artistas comparten desde el lienzo su visión de El Maestro, en un multiplicidad de técnicas y estilos.
«Todo tiene su tiempo, todos tienen su manera particular de ver la humanidad, y el actuar del hombre en ella (…). Pero se dejan ver los que tuvieron, tienen y tendrán un pensamiento, una visión, fuera de esquemas, una visión alternativa, o periférica. Ese es Martí, Martí el que dijo: ‘Con todos y para el bien de todos'», así resumió su sentir el joven escritor y artista de la plástica Raúl Leyva Pupo.
En la muestra se aprecian caricaturas, pinturas, dibujos y otras expresiones pictóricas, que vislumbran la belleza que emana de esa figura patriótica, de su alma y cosmovisión. Pepe en el pecho de un niño, con la rosa blanca en mano, con la bandera cubana en el pecho, cerca de la luz y las palmas, cerca.
Las narradoras orales Verónica Hinojosa y Lesbia de la Fe, el trovador Richard Gómez y otros creadores se sumaron al tributo durante la inauguración. Como sembrar su legado en las nuevas generaciones constituye derrotero imprescindible, allí estaban infantes del proyecto Un largo lagarto verde, alumnos de la escuela primaria Israel Santos que contaron al público La Cucarachita Martina a través de un kamishibai o teatrico de papel.
Otras entidades también desarrollan acciones en saludo al onomástico. La biblioteca provincial José Martí, por ejemplo, se ha destacado en la realización de conferencias, paneles y conversatorios, con la participación de doctores como José Ignacio Reyes González y Frank Arteaga Pupo.
Asimismo, las actividades caracterizadoras de instituciones como el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), las sedes de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y la Asociación Hermanos Saíz (AHS), durante este mes han intencionado su agenda en agasajo al autor de La edad de oro.
En el programa de la Jornada De Vicente García a José Martí, que comenzó el 19 de enero y se extenderá hasta el 28 (fecha del natalicio del Héroe Nacional), constan la inauguración este viernes del XXVIII Salón Provincial De Donde Crece la Palma, en la galería taller Rita Longa; la premiación del Concurso Leer a Martí, en la biblioteca provincial y variadas iniciativas.
Además de las tradicionales citas, figuran otras como el concierto Estoy seguro, del cantautor Amaury del Río, que se acometerá en la noche sabatina, en la Casa del Joven Creador, justo el día del cumpleaños del Más Universal de los Cubanos. A ello se suma el cuarteto Sultasto y el trío Trovarro, que también estarán homenajeando los 50 años del Movimiento de la Nueva Trova y dedicarán sus interpretaciones, igualmente, al IV Congreso de la AHS.
Nicolás Guillén en el caldero poético de la transculturación
En el prólogo de Sóngoro cosongo (1931) Nicolás Guillén escribe que “el espíritu de Cuba es mestizo”[1]. Es un mestizaje visto desde la poesía, en un libro que trata “asuntos de los negros y del pueblo”, que prefigura la búsqueda de un “color cubano” y subraya que “la inyección africana en esta tierra es tan profunda, y se cruzan y entrecruzan en nuestra bien regada hidrografía social tantas corrientes capilares, que sería trabajo de miniaturista desenredar el jeroglífico”[2].
Los versos de Guillén –no solo a nivel de lenguaje, sino rítmico, como síntesis de lo cubano– comparten los elementos que integran la composición étnica de la isla mayor de las Antillas. Ya el caldo –al que se le siguen añadiendo elementos compositivos– ha cuajado y queda, en el fondo del caldero, la mulatez criolla. Don Fernando Ortiz encuentra en los versos de Motivos de son (1930) y Sóngoro cosongo una revelación de la cubanidad, una condensación de las ideas que plasmó en su concepto de transculturación y además, en la metáfora del ajiaco.
Incluso Guillén podría darle, para esta última, una pista, cuando en “Canción del bongó” leemos:
A ése, le digo:
–Compadre,
ya me pedirás perdón,
ya comerás de mi ajiaco,
ya me darás la razón…[3]
Aquí el ajiaco –caldo espeso, suculento, diverso, donde el componente africano es esencial– es sinónimo de mulatez y de herencia, de identidad, en esta tierra, mulata/de africano y español…[4] Guillén escoge este y no otro alimento para resaltar su identidad mulata, criolla: su cubanía. De la misma manera que el bongó –instrumento que para Ortiz es “la más valiosa síntesis en la evolución de los tambores gemelos lograda por la música afrocubana”[5]– es metáfora de lo criollo: sus antecedentes africanos se han transculturizado en Cuba a la par del surgimiento del son montuno, y su evolución y conformación definitiva en La Habana de inicios de siglo. El bongó, como ningún otro instrumento, sintetiza la evolución del son cubano y su montuno –que en la década del 20 llena salones en toda Cuba–, visible en la poesía de Guillén.
“Canto negro”, poema de Sóngoro cosongo, está marcado rítmicamente al compás del bongó:
¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.
(…)
Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambo, yambambé![6]
Cuando Fernando Ortiz utiliza por primera vez el término transculturación, en “El fenómeno social de la transculturación y su importancia en Cuba” (Contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco, 1940) y asegura que “la verdadera historia de Cuba es la historia de sus intrincadísimas transculturaciones”[7], ya el sabio cubano había leído y estudiado la obra poética de Nicolás Guillén, como lo evidencian textos como “Más acerca de la poesía mulata. Escorzos para su estudio”, aparecido en las páginas de Revista Bimestre Cubano, en 1936 (sobre este tema publicó también “La poesía mulata”, 1934, y “Los últimos versos mulatos”, 1935).
En este texto, donde repasa la obra mulata o afroantillana de Luis Palés Matos, Regino Pedroso, José Zacarías Tallet, Gustavo Sánchez Galarraga, Emilio Ballagas y el propio Guillén, Ortiz escribió que “en los versos mulatos se advierten todos los elementos lingüísticos que han entrado en la estratificación del mestizaje; voces y formas blancas y negras, vocablos pardos y giros amulatados. Pueden observarse versos mulatos con lenguaje blanco, con lenguaje mestizo y con lenguaje negro”[8]. Para Ortiz Sóngoro cosongo es un “cataurito” de poemas mulatos donde pueden hallarse versos pardos por el tema, pero con un lenguaje blanco (“Canción del bongó”, “La mujer nueva”, “Chévere” y “Velorio de Papá Montero”. Mientras que otros versos “son también mulatos por el habla entrecriada en la conjunción de dos razas”[9] (“Negro bembón” y “Mulata”). “Sus palabras son mulatas beddá, blanconazas tiernas, con la blandicia de la tierra”, escribe, y añade que “este lenguaje mulato del día es un avance en el proceso histórico de fusión o mestizaje lingüístico entre el idioma castellano tal y como se ha hablado en Cuba y los numerosos lenguajes africanos traídos por los esclavos”[10]. Mientras que versos como estos: Yayambó, yayambé; / Mamatomba, / serembe cuserembá son negros, “traídos de la espesa fronda lingüística de África y forjadas aquí para evocar su recuerdo”[11].
Mientras que en versos de “Rumba”, Fernando Ortiz ve los ecos de las características musicales de la rumba, que “es el gran tema de la lírica cubana, no solo porque es de lo más típico y a la vez universal en lo afrocubano, sino porque bajo su tipismo encierra una profunda expresión”[12].
No ha de ser larga la espera,
rumbera
buena;
ni será eterna la bacha,
rumbera
mala;
te dolerá la cabeza,
rumbera
buena;
cabeza dura y sudada,
rumbera
mala…
Último
Trago!
Quítate, córrete, vámonos…
Vamos![13]
Sóngoro cosongo es la continuidad de los versos de Motivos de son. Ya aquí, “asumido el negro, que en el caso de Guillén es asumirse, la búsqueda se proyecta hacia una autoctonía gozosa, pero alcanzada desde sus capas más populares. El ámbito no es ahora el solar, sino el país. Este no se expresa desde un punto de vista social general, sino desde el ojo amoroso y temperamental de la cultura de abajo, en una crítica implícita a la cultura de arriba (…) Ahora lo desemejante abre camino a la unicidad lírica/política, que había mostrado débiles signos en la vanguardia inicial, ha adquirido cierta resonancia en lo negrista y ya es audible en lo social cubano de Sóngoro cosongo. Esta unicidad mueve ahora las ruedas de la polaridad, y alcanzará mayor plenitud en la misma medida que la crítica abarque demoledoramente el terreno político de la existencia nacional y luego, en sucesivos ciclos, se proyecte desde la clase proletaria hacia un partidismo acerado”[14], escribe Roberto Manzano, y añade que el poemario es la “expresión de lo social cubano, del sentimiento cálido y liberador de nuestra nacionalidad”[15].
Fernando Ortiz no cree que la “recién influencia poética [la poesía negrista, suceso lírico que alcanzó su máximo esplendor de 1928 a 1937 y que ha sido llamada también poesía afrocubana, poesía negra y poesía mulata] que emana de lo hondo de nuestro pueblo sea negra, sino sencillamente mulata, hija de un abrazo inextricable de África y Castilla en la emoción, en el ritmo, en el vocablo, en la prosodia, en la sintaxis, en la idea, en la tendencia. (…) en los versos mulatos se advierten todos los elementos lingüísticos que han entrado en la estratificación del mestizaje: voces, formas blancas y negras, vocablos pardos y giros amulatados”[16]. La poesía mulata hierve en el ajiaco de la transculturación. El negro para ser poeta tuvo primero que ser mulato, sentirse criollo, aplatanado en nuevo suelo, en el suelo cubano.
Ángel Augier, biógrafo de Guillén, al abordar los vocablos transculturados de origen africano en “Sóngoro cosongo”, los cataloga como “estribillo sonoro”[17]. Y para Mirta estos fonemas del estribillo como “puros hechos sonoros”[18]. Mientras que el poeta y ensayista Roberto Manzano destaca en esta primera etapa de la obra de Guillén, “la elegante y rigurosa factura del modernismo, con su léxico tamizado por el espíritu, de fecunda flexibilidad rítmica; la proyección del lenguaje hacia la vida cotidiana, conservando aun la rigurosidad versal; la ejecución polifónica, libre de rimas ortodoxas, y distribución versal y estrófica de índole psicológica; el registro de los accidentes del habla popular, y en especial de la estructura rítmica del son; la elaboración de este son a un alto nivel artístico y su inserción en la poesía de la lengua; la fusión de la voz popular y la del poeta en un sistema expresivo de cuajados logros, capaz de asumir con dignidad artística lo diario y lo singular de la experiencia temporal objetiva”[19].
En las primeras décadas de la República lo negro causaba un terror explícito, a la par de que el proyecto intelectual, social y político era modernizar la nación sobre las bases de la civilización blanca europea. La estrategia de segregación y discriminación racial abierta, fomentada primero por las antiguas autoridades coloniales y luego por los estadounidenses, dieron resultados en la edificación de una nación donde “los negros eran culpables del atraso reinante en la sociedad cubana y para tenerlos bajo control había que implementar políticas de mano dura y sobre todo acudir al fomento del bochorno, al fomento de su inferioridad racial y cultural, recordándoles su pasado esclavo, haciéndoles tomar conciencia de su estado de salvajismo”[20], escribe el investigador David López Ximeno. La poesía de Guillén –cuando, a partir de la década del 20 y el auge de las vanguardias, a la par del pensamiento del propio Ortiz, en un movimiento recíproco y de retroalimentación, entre vanguardias y etnografía, se busca “imaginar” la nación a partir de la incorporación a su sustrato de las raíces más primarias de lo nuestro– es transcultural, mestiza, y reivindica no solo lo negro, sino también lo cubano. La idea de “reconstruir la nación” pasaba por el folclore y la búsqueda de lo cubano esencial.
Por su parte, autores como Roberto González Echevarría hablan del predominio del barroco en la poesía del autor de West Indies, Ltd. (1934), que al hacer una ruptura con la tradición, con los cánones de la métrica de la poesía española tradicional al introducir múltiples voces y giros, hace que proliferen los bordes, los extremos; altera el equilibro, la simetría, y caracteriza lo americano[21]; y del cual se sirve Guillén para “montar su drama sobre la vida de los negros urbanos”[22]. La poesía mulata no solo creó una nueva literatura, sino que descubrió una literatura que ya existía, y reveló que su característica principal es que estaba centrada no solo en la cultura afrocubana, sino en la mulatez trasculturada que somos. Los textos de Ortiz, la obra inicial de Alejo Carpentier, la música de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, la poesía de Guillén y José Zacarías Tallet, entre otros, demostraron que la cultura cubana es suma y que en ella el componente africano es primordial, también como acto de resistencia.
Para González Echevarría, Nicolás Guillén practicó en Motivos de son “una especie de catarsis cultural, una purga o descarga pública que reveló a la sociedad cubana su propio ingrediente africano, ingrediente que era visible en todas partes, pero que generalmente se reprimía o disimulaba. (…) es un libro teatral a causa de las diferentes y contrastantes voces que «hablan» en sus poemas, la presencia temática del color y el disfraz en los personajes que hablan y actúan, y por sus vínculos con la tradición teatral cubana”[23]. Y subraya el académico cubano residente en Estados Unidos que “al valerse del discurso clandestino de la liturgia afrocubana, Guillén está denunciando la situación sociopolítica de los negros en el Caribe, y a la vez destacando que el carácter subversivo inherente a las manifestaciones religiosas de origen africano en el Caribe está en el centro mismo de todas las luchas por la independencia de la región. En breve, la cohesividad y cohesión de la cultura afroantillana, que le permitieron resistir la brutalidad de la esclavitud, se debieron a la tenaz supervivencia de creencia y rituales. (…) De modo que entonar un canto ritual como «Sensemayá», tiene una dimensión política, porque fortalece el vínculo que une a los oprimidos e inflama su espíritu de lucha, de la misma forma que solidarizó a los negros en sus luchas contra la esclavitud durante el siglo pasado”[24].
De todos los autores que la practicaron, sería Guillén el autor más mulato, pues la poética del camagüeyano, “por su contenido mestizo, expresaba las «producciones anónimas», e introducía una nueva visión de la cultura, nacida de la íntima colaboración afrocubana. En la voz del poeta comenzaba a hablar, según Ortiz, un solo pueblo en proceso de su mulatez”[25], asegura José A. Matos en el prólogo de Epifanía de la mulatez. Historia y poesía, publicado en 2012.
Las investigaciones sobre la mulatez en la poesía cubana lo inspirarían para definir, en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, el concepto de transculturación. “La poesía, su lenguaje, la forma y el ritmo había expresado, con mayor claridad que otras artes, los intersticios, la aportación y afirmación del negro en Cuba. El discurso poético se convirtió para Ortiz en un campo de estudio eficaz de experimentación e interpretación antropológica”[26], añade José A. Matos, un campo “donde la aportación africana ha sido más libre y por tanto más prolífera y personal”[27] como encontramos en libros como Motivos de son y Sóngoro cosongo, poemarios que colocan la lírica de Nicolás Guillén borboteando a fuego lento en el caldero poético de la transculturación, en ese resumen y síntesis de lo que somos como cubanos.
[1] Nicolás Guillén: Obra poética 1920-1958, Tomo 1, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1972, p. 114.
[2] Ibídem, pp. 113-114.
[3] Ibídem, p. 118.
[4] Ibídem, p. 117.
[5] Fernando Ortiz: Los instrumentos de la música afrocubana, Publicaciones de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, La Habana, 1952.
[6] Nicolás Guillén: Obra poética 1920-1958, ídem, pp. 122-123.
[7] Fernando Ortiz: “El fenómeno social de la transculturación y su importancia en Cuba”, en Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, p. 211.
[8] Fernando Ortiz: “Más acerca de la poesía mulata. Escorzos para su estudio”, en Williams Luis: Las vanguardias literarias en el Caribe: Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. Bibliografía y antología crítica, Iberoamericana/Vervuert, 2010 p. 265.
[9] Fernando Ortiz, “Más acerca de la poesía mulata. Escorzos para su estudio”, ibídem, p. 566.
[10] Ibídem, p. 566.
[11] Ibídem, p. 567.
[12] Ibídem, p.578.
[13] Nicolás Guillén: Obra poética 1920-1958, ídem, p. 124.
[14] Roberto Manzano: “Vida y verdad en los primeros versos de Nicolás Guillén”, Anatomía del trabajo artístico, Ediciones La Luz, 2019, pp. 123-124.
[15] Roberto Manzano: Ibídem, p. 126.
[16] Fernando Ortiz. “La poesía mulata”, en Revista Bimestre Cubana, vol. XXXIV, nos. 2-3, La Habana, 1934, p. 210.
[17] Ángel Augier: Nota a Obra poética 1920-1958, Nicolás Guillén, Instituto Cubano del Libro, La Habana, Tomo 1, p. 485.
[18] Mirta Aguirre: “El cincuentenario de Motivos de son”, prólogo a Nicolás Guillén, Motivos de son: Edición especial 50 aniversario, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980, p. 13.
[19] Roberto Manzano: Ibídem, p. 110.
[20] David López Ximeno: Fernando Ortiz ante en enigma de la criminalidad cubana, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2011, p. 40.
[21] Roberto González Echeverría: “Nicolás Guillén barroco: el significado en Motivos de son”, Lecturas y relecturas. Estudios sobre literatura y cultura. Editorial Capiro, Santa Clara, 2015, p. 129.
[22] Roberto González Echeverría: Ibídem, p. 138.
[23] Ibídem, p. 134.
[24] Ibídem, p. 147-148.
[25] José A. Matos: “Prólogo”, Fernando Ortiz, Epifanía de la mulatez. Historia y poesía, Compilación José A. Matos, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2012, p. 22.
[26] José A. Matos Arévalos, ibídem, p. 23.
[27] Fernando Ortiz: “Los últimos versos mulatos”, en Revista Bimestre Cubana, vol. XXXV, no. 3, La Habana, 1935.
Recorriendo los trechos de mi Camagüey
Camagüey es una tierra rica en tradiciones culturales, reconocida por su historia, tierra de vaqueros al estilo criollo, criadores de ganado, de pastizales llanos que han perdido con el tiempo su color verde intenso pero donde aún mantiene latente la cultura rural de cada poblado.
DJ Arte, de la poesía a la música electrónica, una Entrada de emergencia
Estábamos reunidos y no era muy informal la cita, estábamos como de costumbre en ese sitio de Luz, conversando con Luis Yuseff sobre cómo queríamos, los más jóvenes, en calidad de espectador, que fueran a partir de ahora las peñas de literatura que celebramos cada semana en los espacios habituales: Abrirse las constelaciones, Oda a la joven Luz y el más reciente Entrada de emergencia, con la intención de darle un enfoque más entretenido por los que apuestan por escuchar literatura y para que de cierto modo, tuviera más adeptos que de costumbre. Lo cierto es que todos los planes de estrategia de promoción cultural que nos hemos estado trazando hasta el momento en las redes van teniendo muy buena acogida en cuanto al alcance de las publicaciones, las interacciones y los registros de visita, gestión que realiza Lilian Sarmiento, una desenfadada y moderna estudiante de Periodismo que conjuga sus estudios con la estancia casi diaria dentro de las actividades que prepara también el equipo creativo de la editorial.
Tal parece que este propósito se transmite de manera natural en esas vidas que alimentan su rutina con versos, y porque la sensibilidad es una manera de ser y otra forma de ver la vida. Así irrumpe de pronto en nuestra oficina Artemio Vigueras, un hombre tan cortés como sus principios, y nos habla con profunda pasión de sus deseos de conjugar la música electrónica con los textos en las voces de los más recientes poetas publicados bajo nuestro sello editorial. DJ Arte, como es conocido en el gremio, tiene 32 años y no para de soñar como productor de actividades en el Centro de Arte, o como miembro del Laboratorio Nacional de Música Electroacústica: la poesía me viene de la música y viceversa, de Lorca, de Alejo Carpentier, de Nicolás Guillén, en el caso de ustedes (refiriéndose a las nuevas voces de la poesía en Holguín) es la frescura de una poesía que dice mucho de mi tiempo, textos que me inspiran melodías, y zonas de confort para mi creación.
La música electroacústica que desde sus inicios ha sido netamente experimental, surgió a través de experimentos entre musicólogos e ingenieros de sonido, pero lo que estamos trabajando ahora son ondas electrónicas que se modulan a través de sintetizadores virtuales, porque también existe la modulación electrónica en sintetizadores físicos, analógicos que trabajan solos y se escuchan solos, pero principalmente en nuestro país que no disponemos de muchos equipos se trabaja con computadoras y softwares. El software que trabajo Ableton Live, sirve para producir música y reproducirla en vivo.
Hay dos tipos de expresiones de música electrónica: el DJ de sala, el que mezcla que tiene también un arte, una forma de expresión para el club para bailar, es el ejercicio de la mezcla en vivo, de música preelaborada, una sesión creativa, algunas para entretener y otras para el culto de la propia música electrónica, por tanto este proyecto que estamos defendiendo es más de producir música en vivo se llama Live At, presentaciones logradas a través de este programa, clips patrones sonoros que van desde la percusión, la armonía, un sintetizador, una estructura que puede durar alrededor de una hora y se van intercalando con el controlador de ese programa que da la posibilidad de trabajar en vivo y estructurar una sesión logrando con esto una sesión puramente creativa con la incorporación en este caso de las voces de los poetas, de los cantantes…
DJ Arte desde el 2013 ha tenido un trabajo consolidado con la EGREM y ha estado trabajando en los centros culturales de la propia entidad, Casa de la Música, Centro Cultural Bariay, haciendo mezclas en vivo, en la AHS también se ha presentado, pero sus proyectos más inmediatos tienen que ver con escenas que conjugan artes visuales, literatura. La acogida en las salas indican el termómetro de una idea que va marcando la diferencia, el concepto mismo.
Aquel día, en la hora gris sobre las cinco de la tarde para ser más exactos, en un espacio tremendamente bohemio
Arrastramos la poesía por la ciudad, desmenbrándola
lo que inquiero / ya no le llaman ciudad / pero la busco igual
mira la cicatriz por donde sangro / es pura analogía
no duermo más sola / me repito
Yo no sé qué tiene este hombre que te deja soñar, que pone en los versos la música que quizás les falte, que termina la estructura con un sonido que el poeta lo consume en silencio. Yo no sé, quizás él tampoco sabrá, todo es cuestión de tiempo y ensoñaciones.
Por una universidad cultural
El sociólogo Alain Basail planteó en una ocasión que la Revolución cubana “ha sido un profundo cambio cultural”. Y es que el primer hecho cultural importante fue la Revolución misma, porque recogió lo mejor de nuestra tradición cultural, abrió el camino y sembró las semillas para lograr una transformación integral que se comenzó a gestar de manera inmediata en su seno y que auguró la construcción de un futuro pleno para todos los cubanos.
Inmediatamente después del Triunfo, se inicia el proceso de democratización de la cultura y de institucionalización en el que se sucedieron un conjunto de acontecimientos culturales, siendo los más relevantes en este ámbito la campaña de alfabetización, la nacionalización de la enseñanza y reforma universitaria.
La Revolución, triunfante y popular, constituyó una nueva oportunidad para todos. Se reconoce la Historia y tradiciones del pensamiento social cubano más progresista como los cimientos de la nueva sociedad. Puede apreciarse así un encuentro entre la voluntad política de promover el desarrollo de la ciencia y su democratización, y el compromiso social y profesional de los actores de ese sector que permanecieron en el país (en su mayoría estudiantes y profesores universitarios).
En ese sentido, la década del 60 y en alguna medida los primeros años de los 70, están marcados por una efervescencia romántica, en la que la articulación entre gobierno y ciencia operaba de forma prácticamente directa. Se iniciaba así un proceso de construcción –que se sabía largo–, de capacidades científicas nacionales con una consciente orientación de respuesta a las necesidades sociales, donde la Universidad se distinguía como un actor primordial.
Es notorio mencionar que se plantea un salto cualitativo en la inserción de la cultura en instituciones universitarias pues desde sus inicios han sido de vital importancia para la educación y el desarrollo del joven universitario. Destacándose intelectuales y personalidades de la cultura cubana formados en las aulas de las casas de altos estudios en sus diferentes etapas históricas, tales como Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Raúl Roa García, Jorge Mañach, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, entre otros tantos quienes, a su vez, fueron las personalidades que podrían ser consideradas forjadores de la universidad cubana.
Carlos Rafael Rodríguez compartía la tesis según la cual el socialismo solo sería posible con el nacimiento de una nueva cultura y por eso le atribuyó a la universidad tal misión. Esa misma concepción sobre la necesidad de un cambio cultural y científico de la sociedad cubana estuvo muy presente en el ideario de Ernesto (Che) Guevara, quien propugnaría la necesidad de la formación de un hombre nuevo, motivado por valores humanistas y altruistas muy diferentes a los gestados por el egoísmo y el individualismo, prevalecientes en la sociedad capitalista.
Lo más significativo de la formación de la cultura radica en que el desarrollo del proceso docente-educativo va más allá de la posesión de los conocimientos profesionales del individuo, porque ello implicaría un perfil cultural y espiritual sumamente estrecho y es preciso enriquecer al ser humano y a la sociedad para reconocer y apreciar los mejores valores creados por la humanidad, desde su surgimiento hasta nuestros días, pero no en un sentido solo interpretativo, sino para poder actuar en la transformación de la sociedad.
Por lo que formar la cultura del profesional que egresa de la universidad cubana implica atender la cultura integral y desarrollar la de su objeto profesional, desde el conocimiento de la historia del mismo, las diversas aristas que la componen, la contextualización cultural. Cada carrera universitaria tiene sus retos específicos, además de aquellos que son generales.
La sociedad cubana necesita que sus ciudadanos y de modo particular sus profesionales se formen en el rechazo a la discriminación, la injusticia, en la preparación para valorar a los demás sin extremismos, prejuicios o perfeccionismos, además de educar para la solidaridad, la comunicación afectiva entre los seres humanos, basada en una ética de las relaciones interpersonales; la comprensión mutua que incluye un proceso de empatía, abrirse a los demás, superar los prejuicios y el egocentrismo.
En el acertado artículo La universidad en la encrucijada de Antonio Alvar Ezquerra (2011), aunque hace referencia al contexto de España, nos hace reflexionar oportunamente a los desafíos de la Universidad que aspiramos edificar en el siglo XXI cuando expresa que “el modelo universitario de ahora (…) sufre algunos de los males que aquejaron a la universidad del XVIII (…): exceso de Universidades, escasa exigencia en el otorgamiento de títulos, insuficiente conexión con las demandas sociales y con los centros de desarrollo del conocimiento.”
Más adelante afirma que si “no asume ese modelo como propio y si la sociedad no le concede ese papel con todas sus consecuencias, la Universidad quedará reducida a una oficina de expedición de títulos, todo lo glamourosa que se quiera, pero lejos ya de su esencia y de su histórica razón de ser.”
En distinto modo, durante la trayectoria de los jóvenes universitarios cubanos en todos los tiempos, han demostrado tener un elevado compromiso social y se identifican con las costumbres de su época. Es por ello que en el presente se debe evitar la tendencia individualista de los jóvenes, asunto directamente relacionado con la formación universitaria, y ésta se ve en la necesidad de formar comprometidos ciudadanos además de excelentes profesionales.
El día a día nos demuestra que dicho riesgo puede ser real, que determinados comportamientos de personas con estudios universitarios no contemplan la dimensión cultural en el sentido más amplio. La Educación Superior no es solamente la educación que se encuentra en el nivel más alto de un determinado sistema educativo, sino que también es la educación que permite alcanzar el nivel superior de perfeccionamiento humano.
Las máximas autoridades del sector cultural en nuestro país se han pronunciado ante la imperiosa necesidad del fomento de valores, por lo cual le atribuyen a la cultura un papel preponderante.
Tal es el caso de Miguel Barnet, presidente de honor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, quien en la gala por el aniversario 50 de esa institución, en 2011, destacó que “el arte tiene un papel esencial en el quehacer cotidiano, garantiza la calidad de vida y potencia los valores espirituales que sostienen la estructura básica de la nación”.
Asimismo, señalaba la política del gobierno cubano de oponerse a la mercantilización de la cultura y a la “banalidad la creación de los más puros valores estéticos”.
Recordó además, cuando Fidel dijo, en los momentos más agudos del período especial, que la cultura era lo primero que había que salvar, ya que “es la cultura la que nos garantiza todas las libertades, entre ellas la capacidad de pensar y razonar y nos convierte en seres humanos”.
Por otra parte, Miguel Díaz-Canel, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, en la clausura del Segundo Congreso de la Asociación Hermanos Saíz (en 2013), se refirió al papel de los jóvenes, ya sean universitarios o no, ante la influencia de “un frívolo e injusto modelo civilizatorio, cuyos mensajes, aparentemente diferentes, forman parte de un discurso único, hegemónico, que asocia juventud y frivolidad, felicidad y consumo, éxito y dinero”.
Valoró el papel de la AHS al expresar que era “bueno tener una vanguardia artística que pueda ser decisiva camino a una sociedad socialista próspera y sostenible, donde lo que distinga no sea la posesión material sino la riqueza del conocimiento, cultura, sensibilidad”.
También llamó a revertir la deformación del gusto y recuperar “el sentido estético que siempre distinguió al pueblo cubano. Debemos actuar, por encima de cualquier espíritu de feudo, con mayor intencionalidad e integralidad”.
En la actualidad está el reclamo de formar profesionales competentes, comprometidos e identificados con la Revolución, pero también, profundamente humanos, así como sus valores y retos actuales, adaptados al conjunto de normas de convivencia, lo que constituye una necesidad para que pueda subsistir la sociedad organizada, caracterizada por la cooperación y ayuda en la lucha por la existencia y adaptación al entorno.
Referencias bibliográficas:
- Alvar Ezquerra, A. (2011). La universidad en la encrucijada. España. Universidad de Alcalá. Disponible en http://www.google.com.cu/url?q=https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3897578.pdf&sa=U&ved=0ahUKEwjvvLn6i-rRAhVE72MKHUWVCGoQFggTMAA&usg=AFQjCNGDJ6UN–5HikV9hKjF2tR7SKp1uw Consultado el 21/11/2016
- Basail, A. (2005): Sociología de la cultura, Tomo 2. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, p 540.
- Monte Horruitiner, G. del y Gómez Morales, M. (1985). “Los especialistas jóvenes y el trabajo cultural”. En Revista Temas, 7, pp. 105-128.
Vuelven Los días de Guillén a Camagüey
Camagüey vuelve a ser el de antes poco a poco. Se recupera de las ausencias, de los abrazos guardados y de sus plazas y parques vacíos.
Así llega este julio, con aires de esperanza y la satisfacción de los reencuentros; un día ideal para redescubrir la ciudad a través de la visión de Nicolás Guillén, a la que llamó «suave comarca de pastores y sombreros».
Y es que, como cada séptimo mes del año, vuelven Los días de Guillén, jornada con la que sus coterráneos celebramos su natalicio. Serán, pues, seis días para observar una urbe a través de los espejuelos del Poeta Nacional de Cuba; quererla y hacer de versos y crónicas, hechos y esencias.
El Centro Provincial del Libro y la Literatura y las filiales camagüeyanas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y la Asociación Hermanos Saíz, se unen otra vez para conmemorar la efeméride con variadas iniciativas.
Hoy, la Sala Emilio Ballagas, del Centro Cultural Librería Ateneo-Vietnam acoge el inicio de la jornada con una lectura de poemas del escritor, a cargo de diferentes escritores agramontinos.
El mismo espacio será testigo el próximo lunes de la presentación de un audiovisual sobre el autor de Poemas de amor, El gran zoo, y La rueda dentada, a cargo de Armando Pérez Padrón.
Asimismo, en Los días de Guillén reabrirá sus puertas el Centro Cultural-Librería Antonio Suárez, regalo para la urbe y para quienes le debemos al poeta, ir junto a él de aprendiz de su exquisita obra periodística y literaria. Sean bienvenidos entonces estos y todos los días, por la suerte de tenerlo eternamente. (Yusarys Benito Deliano/ Radio Cadena Agramonte) (Foto: Archivo)
«El fin último de la poesía es dejar un testimonio»
Es una de las jóvenes voces de la poesía actual que sobrevivirá al paso del tiempo. Hacer una puesta semejante puede resultar arriesgado o polémico ya que, en materia de escritura, en materia artística, es difícil anticiparse al paso del tiempo y de las miradas, siempre subjetivas, de la crítica y el público.
Sin embargo, el arte también posee objetividad. Objetividad que asume el sinónimo de talento, persistencia, memoria y vibración. Quienes recibieron con sorpresa la noticia de que Antonio Herrada se había alzado con la Mención Única del Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén, en su más reciente edición, tal vez se han perdido a uno de los poetas cuyo testimonio, en los caminos de lo creativo, vale la pena escuchar y sentir.
¿Crees que hay una necesidad de definir qué es la poesía en los tiempos que corren (o en cualquier otro tiempo)?
Una definición siempre presupone una frontera. Una marca que delimita el esto sí y aquello no. Creo que a veces hace más daño definir. Lo mejor de los avances siempre ha sucedido en los márgenes. Si me arriesgara a esbozar un concepto empezaría cada línea con la palabra NO. (Criterios de forma): NO hay que escribir en rima, NO hay que escribir en versos, NO hay que evadir las formas narrativas, NO hay que evadir la rima, NO hay que evadir los versos, NO hay que escribir con moldes narrativos… y así un largo etcétera. (Criterios de contenido): NO quiero extenderme en esto, pero me gustaría proponer un concepto físico, la resonancia, y hacia allí que camine el texto, que la poesía NO sea un rebaño de temas que sale a pastar todas las mañanas, sino que cualquier asunto humano provoque una vibración, una igualdad de frecuencias que hagan al texto y lector oscilar.
La poesía es una materia, asociada muchas veces a la palabra escrita, pero que claramente se transmuta y asume cuerpo no solo en muchas manifestaciones artísticas, sino también en la vida cotidiana. En términos canónicos está la tradición, la historia de la literatura, las escuelas, los estilos. Sobre eso volvemos, negamos o asentimos. Y nos ponemos en diálogo con personas que ni siquiera conocimos, y de las cuales a veces nos separan siglos. Otra muestra más de la teoría de las vibraciones. Si me pidieran una definición, me arriesgaría a esa frontera difusa, y que la libertad expresiva tenga la última palabra.
¿Cómo transcurren tus procesos creativos?
Hay dos etapas. La primera es una etapa permanente, es la búsqueda, la lectura, el estar atento a todo lo que el ojo del poeta ve en su día a día. Muchas veces esa mirada está condicionada por el proyecto que escribo en esos momentos, aunque no desatiende otras imágenes no relacionadas con esto pero que pudieran formar parte de algo futuro. Por eso digo que soy poeta a tiempo completo.
Una película, un libro, una noticia, un resultado científico, una canción, el paisaje que observo cuando me traslado por la ciudad, una frase dicha al aire, cualquier cosa que me provoque una mínima vibración. Muchas veces acompaño estas experiencias de notas. Y esas notas son la materia prima de la segunda etapa. A veces paso meses sin revisarlas y cuando lo hago encuentro poemas completos. Soy un escritor de notas y a veces hago poemas.
Cuando maduran, surgen los libros. Me gusta hallar relaciones infinitas y la idea del proyecto de libro. En esto contradigo la posición de Hemingway, y aunque a veces la musa me agarra escribiendo, nunca comienzo un texto como una invocación.
Esta segunda etapa lleva el corrientazo de la escritura y un larguísimo proceso de revisiones, donde trato que cada palabra tenga su justo lugar. Este modus operandi arriesga por la calidad antes que por la cantidad. Me permite disfrutar como un escolar sencillo y no como un asalariado. Y a veces se reconforta con lecturas como la de Pound, cuando dice que más vale legar una buena imagen que no un conjunto silencioso de obras voluminosas. No obstante, siempre queda el riesgo, la apuesta por la idea fallida, el tiempo dedicado a lo que no concretará en página impresa. Para eso solo queda el desprendimiento y el placer que provoca la contemplación.
Amén de las lecturas, ¿indispensables? para cualquier escritor, ¿de qué manera se forma un poeta hoy en día?
Hay que entrenar la sensibilidad como un atleta. La lectura sigue siendo la fuente nutricia fundamental, pero la poesía empieza en todas partes (Nogueras, ob.cit). Me gustaría que existiera un reglamento de estricto cumplimiento para todos los poetas o aspirantes: y que empezara con una orden de alejamiento. Nuestro gremio sigue siendo como un gueto, nadie sale y nadie entra.
Ojalá pudiéramos orientar una hora de conversación profunda por cada hora de lectura. Y una libreta donde reflejemos el tiempo dedicado al intercambio con otras artes y artistas. Además pudiéramos disponer de planes de internamiento en zonas naturales, práctica de deportes extremos, unas cuantas materias científicas, clases de baile, idiomas y filosofías orientales, y por qué no, el contacto con niños(as) y con comunidades en desventaja social.
Después de estas sesiones, la sensibilidad del poeta tendrá buenos músculos. NO me gusta la imagen del bardo ensimismado. Prefiero el camino del conocimiento profundo de toda obra humana. Por ese camino quiero llegar a la poesía.
Algunos de mis entrevistados me han hablado de la existencia de una supuesta crisis de lo poético en el pensamiento de la nación cubana, ¿opinas de igual manera?
Si la crisis consistiera en que el peso de la poesía en los círculos artísticos, políticos y mediáticos de la nación ha disminuido, pudiera estar de acuerdo. La poesía se ha retirado un poco del imaginario del cubano. El pensamiento (como cuerpo creado desde instancias de poder) ya no la tiene tan en cuenta. Pero esto no tiene nada que ver con la calidad de la poesía. Pocas veces se ha escrito tanta poesía y tanta poesía sobre Cuba. Esa parte del pensamiento que también es marginal tiene una salud increíble, es rebelde, heterodoxa, criolla. Claro que no podremos esperar un coro.
El propio sistema cultural ha hecho que crezcan exponencialmente los poetas publicados, las editoriales, los concursos. Y el propio sistema es un atentado contra la calidad de la poesía. Porque la poesía es una industria de la exclusividad, no de la reproducción continua.
Claro que no es el objetivo del sistema, está hecho para todo lo contrario, para crear incentivos y dar apoyo, pero a veces los resultados no acompañan. Lo podemos ver en los cientos de libros que se publican cada año. Si al escritor y al lector no les molestan estas escrituras desechables, pues no habrá contradicciones, esperaremos cada año los nuevos libros como se esperan las nuevas versiones de los celulares.
Pero si por el contrario están buscando un producto único, habrá que cambiar las estrategias. Pienso en un pequeñísimo grupo de poetas contemporáneos cuyas obras valen para negar esa crisis. Habrá que abrirles más espacio, llevar sus obras a otros circuitos, argumentar sus valores. Sacarlas del gueto.
¿Creamos poesía en Cuba con miradas únicamente regionales y signadas a un momento en específico o se busca lo universal? ¿Es ese “lo nuestro”, de alguna manera, sinónimo de “lo universal”?
Esta contradicción entre lo universal y lo local me da siempre algo de risa. ¿No estaban escribiendo los griegos sobre sus dioses, sus hazañas y sus problemas cotidianos? ¿No estaba Guillén hablando de lo que nos define en el imaginario del mundo? El verdadero desafío está en evitar la repetición, en aportarle algo nuevo a lo que tantos han dicho. La clave está en el olfato que debe tener el escritor para identificar la universalidad de un tema local o en cuántas sensibilidades pueden abarcarse desde la íntima realidad de un solo hombre. A veces desespera no solo que sean los mismos temas sino que no hay nuevas formas de tratarlos. Y eso sí es la huella de una crisis creativa.
Eres codirector del proyecto Coliseo Poético. Háblame un poco de esta experiencia.
Pudiera hablar de esta experiencia como de un embrión. Surgió de una manera muy inesperada, en una conversación, intentando simplemente hacer una lectura de poesía de forma diferente. Y ha cambiado mucho. De participantes, de espacios y de patrocinadores. Invariable se ha mantenido Osmel Almaguer, el otro poeta culpable, y quizás algo del espíritu. Ha intentado, sobre todo después de la segunda edición, unir varios temas de interés del ámbito poético nacional: los mundos virtuales (todo, excepto el día de la competición, sucede a través de Internet), una buena remuneración económica (los premios por la lectura de varios poemas superaron en cuantía lo que cualquier premio que se otorga en la mayoría de los concursos nacionales), el resurgir del interés por la lectura del poema en público, la adrenalina de todo concurso en vivo, la participación del público en las decisiones y no solo del jurado, y en cierta medida la democratización y diversificación de la forma de jerarquización literaria más extendida en el panorama literario actual: los concursos.
Después nos enteramos que en el mundo proliferan muchas acciones de este tipo, bajo reglas más o menos parecidas, y hay varios circuitos importantes de slam poéticos, aunque nuestra propuesta gladiadora nos gusta pensarla con nuestros propios intereses.
Solo hemos realizados dos ediciones, la última tuvo también un público considerable (diría que unas diez veces o más de las personas que normalmente participan en una lectura de poesía), y además activo en cada decisión que tomaba. Tuvo mucho apoyo y resistencia sobre todo de poetas. Algunos nos pensaron guerreristas o pretenciosos tejedores del canon. Cosa que nos dio mucha risa, y que obviamente es un síntoma del purismo inútil que aún persiste. Claro que es una obra en perfección. Múltiples causas han retrasado la realización de la tercera edición, pero la idea no ha muerto.
¿Crees que existen líneas/propuestas estéticas comunes dentro de las diversas voces que conforman la poesía de los nacidos en los años 90? ¿Hasta qué punto es infructuoso ya estudiar las poéticas de los creadores ateniéndose solo a la coincidencia temporal de haber nacido, o no, en una década?
Como NO me gustaría que nadie viniera a quitarme mi trabajo, creo que sería bueno dejarle estas preocupaciones a la crítica, y si no existe, pues a los creadores que quieran aventurarse. Como escritor aún no diviso esas líneas, o será que no logro insertarme en las que existen. Quizás desde fuera alguien pudiera venir a iluminarme y a cambiar mi opinión. Ya habrá tiempo.
Particularmente no me interesa el tema, más allá de lo que puedo descubrir leyendo a mis contemporáneos o intercambiando criterios. En ese sentido, cuando varios comulgan en intereses, la línea o el grupo emergerá solo. Lo que sí no puede perderse de vista es que para trazar líneas deben existir voces. Y una voz no es publicar libros o ganar varios premios. Hay que establecer la diferencia. Una voz es un sonido muy difícil de imitar.
Se ha hablado mucho de la poesía como lenguaje revolucionario, que por necesidad obliga a que se revolucionen pensamientos, estéticas e, incluso, criterios artísticos de una época. ¿Es esta la función, así sea adyacente, de la poesía? ¿Se percibe esto en nuestro cuerpo poético nacional?
Ojalá toda poesía fuera revolucionaria. Hace poco oí de una joven historiadora del arte que la poesía era la base de todo hecho artístico, como la ciencia básica que experimenta horas y horas en laboratorios para en el futuro desarrollar un producto. Hay sobrados ejemplos de lo que la poesía ha revolucionado, incluso como himno de transformaciones y luchas sociales.
Me gusta pensar la poesía como una forma elevadísima del pensamiento, como un acto del conocimiento. Incluso la más contemplativa. Pudiera hasta establecer una cadena de consecuencias, a mala poesía corresponderá mal arte, como al pobre desarrollo de un guion corresponde un mal cine. Asumo esta posición determinista. Pongo esta regla en mi tintero y recuerdo algunas voces. ¿Todavía tengo que hablarte del panorama nacional?
En la poesía, ¿es mesurable una relación con el lector? ¿Hasta qué punto un poeta debe escribir para dialogar con potenciales “otros”, e intentar ser comprendido por ellos?
La relación con el lector que eres es vital para el escritor que intentas ser. No se trata de complacer a nadie. Pero tampoco puede perderse de vista la función fundamental: el poema es un medio de comunicación. Hay que definir los públicos a los que quisiéramos conquistar, o al menos escribir pensando en el lector ideal, que es el modelo de uno mismo. Todo lo que traicione esto (escribir para concursos, para el mercado, para sacar un libro tras otro…) va a tener un rápido final, feliz para los que prefieren la Literatura (en mayúsculas quiero decir).
Me consta que eres un autor que madura sus libros con extrema paciencia. ¿Por qué?
Voy a ponerte un ejemplo doméstico. En poesía me gusta el ritual de revisar obras completas. Analizar el volumen. Hace poco me percaté que la poesía de un poeta ¿local? que respeto, Delfín Prats, tenía unas 200 páginas. Ya he escrito esa cantidad en poemas. Acabo de pasar mis 27 años, lo que limita totalmente la posibilidad de ingresar en el club de las leyendas. Podríamos preguntar a muchos lectores y recordarán más versos de Delfín que los de muchos Premios Nacionales de Literatura. Esto tomando en cuenta que ni es un poeta mediático ni ha escrito como Buesa para el “gran público”. Algo dice esto de su poesía.
Autores han muerto muy jóvenes con considerables (en cantidad y calidad) de páginas escritas, hay otros que acumulan grandes volúmenes en sus largas vidas. Están los Rimbaud y los Nicanor Parra. Estos ejemplos me sirven para enunciar que el fin último de la poesía es dejar un testimonio, una huella que nos trascienda. Un ensayo de lo que sería la vida después de la muerte. Claro que la paciencia no es la clave. Es apenas una estrategia para intentar hacer las cosas lo más sedimentado posible.
A veces lo mejor de la producción se da en una corta estación de escritura. Y a veces el tiempo permite entregar obras reposadas. Ya he dicho que soy poeta a tiempo completo, soy un remunerado de la vida académica y científica, a veces escribo.
Paso mil veces más tiempo editando mis textos que poniéndolos en hojas. Cuando uno aprende a desprenderse de florituras la paciencia es apenas la evidencia de que el texto es lo que vale, la búsqueda, la escritura, la poesía es lo que vale. Ya para entonces, la vida propia del poema, separada de la emoción del poeta, habrá empezado esa lucha por quedarse.
Morón es un centro para el jazz
A ocultas del conocimiento generalizado del público mundano, parte de este, gustoso incluso del buen arte; cerca de los días veintitantos de marzo se celebra en Morón, ciudad del Gallo, el Jazz Centro. Organizado por el quinteto La Familia; parte importante de la jazz band compuesta por 13 músicos, con un sobresaliente predominio de instrumentos de viento en las noches de concierto, tales como: la trompeta, la familia del saxofón y el trombón. La eventualidad gana espacio en el teatro Reguero, local que, en futuros años, se estima no alcance para suplir las necesidades de la audiencia.
En una provincia como Ciego de Ávila que para nada es la más destacada en la proyección artística, Morón se muestra como una alternativa cultural de excelencia, gracias al Jazz Centro. El festival surge desde el seno de la familia de músicos Oney. La necesidad de extrapolarse de los cayos turísticos, que, a pesar de ser una excelente oportunidad de trabajo para los artistas, es una prisión de la libertad musical y enriquecimiento del alma. Nace en el año 2015 un nuevo espacio para la música en vivo de orquesta, teniendo sus raíces en una peña representativa del género, con sede en la Fundación Nicolás Guillén de la localidad.
La longevidad no es una característica de dicho espectáculo, pero la calidad sufre sus más altos extremos en el seno de su celebración, justo una semana antes del Piña Colada. A pesar de su corta vida, no se ha dejado reposar la costumbre sobre el mismo, la participación de invitados como, el de su tercera edición, Alfred Hubert Thompson Grinion, director de Caribbean Emsemble; el grupo moronense Dharma, indefinible en un género en específico a pesar de la línea audiovisual que proyectan; Mestizaje, grupo de jazz de Matanzas con jóvenes y virtuosos representantes, y Liván Tartabull y su quinteto de saxofones, son una variable indefinible hasta su llegada cada año.
El anhelo de tener en la eventualidad sin precedentes, a músicos de la talla de Alain Pérez, es un deseo que no se le pasó por alto a Dairon Oney, gran amigo del trinitario, en el festival Piña Colada 2019 durante la clase magistral del sonero en la Asociación Hermanos Saíz en Ciego de Ávila. Su cuarta y próxima edición estará dedicada a un multiinstrumentalista moronero, integrante de la agrupación Bellita y Jazz Tumbatá, Miguel Antonio Miranda López, alias El pulpo; nombre ganado por su capacidad para ejercer varios instrumentos a la vez.
Miranda, es también padre del baterista integrante de Dharma, Dairon Miranda Valladares, quien es bien recordado por protagonizar una extraordinaria guerra de baterías en la segunda edición del evento, en 2018. Magnífico sería presenciar en una segunda parte, tal derroche de talentos, esta vez padre e hijo.
Varias locaciones han recibido al elenco en su trayectoria, adaptado a la organización de cada año, tales como la sede Nicolás Guillen, la presentación especial en el cine Higuera del municipio Bolivia (en 2019) y la habitual descarga del último día en el Centro de Casas de Morón, manteniendo su sede principal en las primeras dos noches. No es secreto que, público del municipio cabecera anhela la extensión del festival hacia su territorio, lo cual sería magnífico, si descartamos el miedo a que nos sea extirpado y nunca más vuelva a ser Morón y su reguero un centro para el jazz.
Historia y amistad a través del lente
Cuando Juan Manuel Rivas era apenas un muchacho que incursionaba con su voz y gestualidad sobre el escenario nadie calculaba que terminaría siendo Luis Carbonell su maestro en el arte de la declamación.