Moisés Mayán
Los “conductores suicidas” y su viaje con la “Riso”
En la sala Abrirse las Constelaciones suena Joaquín Sabina hablando de callejones sin salida. Los asistentes atraviesan la alfombra roja y se ubican distantes y previsores en un ambiente de alarmas sanitarias, para hablar de imposibles, como los locos. Es agosto de 2020, Holguín, Cuba. Comienzan las remembranzas.
El primero, libro monocromático en editorial de provincia, fue el principio de lo que hoy alcanza dimensiones que superan y desbordan su origen; el primero, El cuaderno de Aliosha, de Roberto Méndez, fue la génesis del Sistema de Ediciones Territoriales (SET), al cual se nuclearon proyectos preexistentes y permitió que se visibilizaran las obras de quienes, desde sitios distantes de la capital, persistían en sus aspiraciones. El primero llegó un 13 de agosto hace 20 años.
“La risográfica parte de una empresa de mimeógrafos creada en Japón en 1946 con el nombre de Riso Kagaku. Desde entonces se comenzó a emplear en el mundo. Cuando en 1998 Fidel Castro es alertado en el 6to. Congreso de la Uneac, de la necesidad de la masificación de la cultura literaria, apuesta por este proyecto, porque estas máquinas se usaban para imprimir planillas en las empresas, pero también en otras partes del mundo las utilizaban para hacer libros”, explica Moisés Mayán, poeta multipremiado y especialista de la Promotora Literaria Pedro Ortiz.
Desafiados por la cordura, los que apostaron por este viaje ya en los primeros años contaban 530 autores publicados por primera vez y 250 por segunda, riesgos que pocos en el universo de los libros se atreven a asumir.
Cuando el SET surgió ya Ediciones Holguín tenía 14 años posicionando a los autores del territorio en el panorama de las letras cubanas, por momentos la idea parecía un retroceso, luego vendría a ser un beneficio. También había nacido Ediciones La Luz y daba sus primeros pasos desde 1997. Entonces se enrolaron en la aventura por los aparentes imposibles.
Muchos de los escritores que hoy exhiben decenas de títulos y premios, reputadas figuras asentadas en el contexto nacional; jóvenes que aspiran a publicar sus primeros textos, se han puesto al amparo de estos sellos que hasta el día de hoy se consideran entre los más importantes del país.
Lo ratifican el trabajo sostenido, el reconocimiento con diversos premios, la calidad de sus propuestas, que en los últimos años se ha beneficiado de la policromía, la diversificación de temas, géneros, formatos, y el perenne cuidado del trabajo editorial.
Por ello el Centro Provincial del Libro en Holguín les reconoció en una suerte de homenaje realizado hace algunos días en la Casa de la Trova de la Ciudad de los parques. Y es que ellos, los de entonces, son hoy tan distintos…
Luis Yuseff Reyes, director del sello holguinero de la Asociación Hermanos Saíz, explica: “Este sistema fue creado en medio de la Batalla de Ideas, y en el transcurso de estos 20 años las dinámicas, aspiraciones y necesidades de las editoriales han cambiado.
“Los planes editoriales son más serios, el trato a los autores es respetuoso, y escritores reconocidos prefieren apostar por pertenecer el catálogo del SET, lo cual hace que sobresalga nuestro trabajo. A ello se suma que, por suerte, Zuleika Romay, quien fuera presidenta del Instituto Cubano del Libro, favoreció que desde el SET hicieran propuestas de planes especiales y Fondo de Población, mediante los cuales los libros podían tener mayor tirada y paginado, así como interiores en policromía, ventajas que comenzaron muy tímidamente, pero la dirección del Instituto entendió que nuestras editoriales podían aportar propuestas más interesantes que las nacionales, lo que ocurrió con Sed de Belleza, Ediciones Matanzas, Capiro, La Luz y Holguín. Estos planes han aportado muchos libros a nuestros catálogos.
“Ahora bien, la idea con que fue pensad en el año 2000 el SET, no puede ser la misma después de 20 años, ni son las mismas aspiraciones o normas, porque lectores y escritores se han modificado”.
Lourdes González, reconocida autora y directora de Ediciones Holguín, opina sobre el contexto inmediato: “Veo ahora una inclinación hacia el plano del libro digital, pero ¿dónde los vendes? ¿dónde los exhibes si no tienes plataformas para ello?”.
A pesar de lo difícil de estos tiempos, afirma, “los escritores no han dejado de escribir, siguen sumándose los jóvenes y las editoriales continuamos trabajando. Con la pandemia todo es un callejón sin salida. Hay que unirse y ser muy solidarios, porque nuestro empeño puede ayudarnos”.
En tanto, Ediciones Holguín no se detiene, pues desarrolla iniciativas como los sueltos Poesía para llevar, que acercan textos de reconocidos poetas holguineros en cuartillas para atesorar, o persiste para que, al fin, salgan de la industria títulos que esperan por más de un año para llegar a sus lectores. Además, está pendiente la remodelación de su sede, para lo cual ya se posee un proyecto interesante y hermoso que espera por presupuesto para su ejecución.
Así los “conductores suicidas” que anunciaba Sabina al comienzo del diálogo continúan su bregar. Luis Yuseff propone cambiar el curso cuando asegura: “Es momento de replantearse todo el sistema editorial cubano, pues cada vez hay menos compradores de libros. Estamos aspirando a cambiar muchas cosas, a implementar nuevos paradigmas”.
Mayán deja una sentencia de peso que aquilata el valor real del proyecto nacido hace dos décadas: “Si ahora se nos realizara un examen de nuestra bibliografía personal y se nos quitaran los libros «Riso», nos íbamos a quedar bastante huérfanos de literatura. Tenemos una deuda impagable con ellos.
“Es hora de pensar en las editoriales y no en sus sistemas de impresión. Mientras, qué otra cosa podemos hacer que no sea apoyar, agradecer y acompañar al SET, pues qué fuera, por ejemplo, de mí, si Ediciones La Luz no se hubiera arriesgado en poner en papel sobre tinta mi primer libro, ya que los escritores tenemos ese sueño y el de rogar porque desde el otro lado exista siempre un lector”.
El panorama del libro cubano se presenta complejo. Conducir en medio de carencias materiales que afectan todas las esferas de la vida dentro y fuera del país, toca sensiblemente esta arista de nuestra realidad, ya dañada por la precariedad de infraestructura y suministros, aunque persiste el talento de los equipos creativos y los autores.
El libro digital y sus retos asociados al comercio electrónico, la promoción eficaz, la distribución, resultan cuestiones que todavía precisan una mirada acuciosa y un actuar concreto para que el sueño que nació un 13 de agosto madure junto a su tiempo y sus hijos, y sobrevivan, no de la locura fecunda, sino de los callejones sin salida y los obstáculos en la vía, los “conductores suicidas”.
El factor discriminante de Moisés Mayán
Moisés Mayán Fernández inicia y termina su Premio Calendario de Poesía 2018, El factor discriminante, con dos poemas que, de alguna manera, articulan casi cíclicamente el libro y, en ellos, dos versos que pueden ser, asimismo, ejes del poemario, engranajes que mueven otros en la aceitada maquinaria de la creación lírica: Lo único que puede llevarse a un hombre hasta el mismo fondo del abismo, es la discriminación, y ¿Alguien puede explicarme la sutil diferencia entre un hombre blanco y un hombre negro?
Moisés nos pone a pensar en ello varias veces, pero nos recuerda que este no es el libro de las respuestas. Todo lo contrario, en todo caso el libro de las interrogantes, las dudas…
Cuál es esa diferencia entre un hombre negro y otro blanco, un judío y un ario, un hombre y una mujer, un practicante de una religión y uno de otra, un comunista y un ateo, una cultura y otra… Eso que el martiniqués Frantz Fanon llama “la relación del colonizado y el colonizador”, observándolo desde el punto de vista del blanco por el negro.
Hemos basado nuestro orden social –cualquiera que fuese este– en la discriminación del otro. La piel, la religión, la pertenencia a un partido político, la orientación sexual… En la superioridad de un grupo de elegidos por sobre otro grupo de excluidos. Pero cuando los marginados toman las riendas, se enseñorea entonces la segregación sobre el otro.
Pero el otro puedes ser tú. Y el término otredad de por sí porta el factor discriminante.
La historia nacional ha sido, en buena medida, la historia del factor discriminante. No hay opción: Fuera de los imperios del álgebra, el discriminante puedes ser tú o puedo ser yo. Esa historia patria –aderezada por migraciones, tratas, esclavitud, guerras, luchas internas– ha ido amasando nuestra psicología. La psicología discriminador-discriminante.
La caza, el viaje, el mercado abierto a las monedas sonantes, el escrutinio, el cepo, la escalera, las plantaciones, el látigo del mayoral, un verso como un latigazo sobre la espalda del castigador, una abolición donde nadie enseñó los rudimentos de la libertad. Esa vibración que puede hacer estallar los pulmones de los inadaptados.
La historia como constructo y como resultado. Como suma de condiciones arraigadas…
¿De qué color es la harina y la levadura con que aprietas constantemente la masa poética, Moisés Mayán? ¿El resultado final –el olor expandiéndose fuera del horno– dependerá de esto? ¿Sobre qué metal martilleas la palabra hasta domeñar sus posibilidades? ¿La ductilidad del metal encendido influirá en la esperada eficacia del poema?
Desde la prosa poética, Moisés ha metido los brazos hasta los codos. Se ha sacudido, para esa zambullida, de toda posible pasividad, manteniendo cierta dosis de agresión escritural, sin florituras ni circunloquios que mellen el efecto del poema. Trata de ser exacto, pues quiere manejar conceptos puntuales, temáticas específicas, mediante una construcción absolutamente cerebral, arquitectónicamente intencionada del poema en sí.
Letra negra (piedra) sobre superficie blanca (piedra). La poesía como danza de las palabras hermosas, según Alfonso Reyes. Lo bello no existe más que en la poesía, remata Schiller. Pero el poeta –desde los tiempos del rapsoda y el juglar– también ha sido un ser marginado. Ejemplos sobran.
El factor discriminante ha sobrevolado su cabeza como un ave rapaz. Le hace guiños, lo observa… Aun así el poeta no ha dejado de crear palabras: atenazado, dependiente de las tantas circunstancias, sumergido en otras variaciones, es un perpetuador desde los tiempos, nos dice Robert Graves, en que la poesía tomaba cuerpo en los hombres y los versos eran dedicados a la “diosa blanca”.
Un verso puede privarte de tu libertad con una sencillez sorprendente. No lo subestimes. Pero hay textos que son una legítima carta de independencia, advierte el poeta.
El factor discriminante –al que se opone Moisés con su arma más afilada, la poesía– porta esa carta de independencia. Independencia escritural, además. La ondea como bandera. La sabe libre, pero la libertad tampoco es como la pintan. Duele respirar en libertad.