Moa
Como una luna en pie: sonoridades de la poesía con guitarra de fondo
Hacia finales de los 90 y principios del nuevo siglo viví en Moa. Un movimiento cultural entre el apogeo minero aún bullía por aquellos lares y entre sus gestores Fernando Cabreja despuntaba, haciendo radio.
Fernando fue fundador de la Casa del Joven Creador en Moa, la semilla fértil que hizo germinar a la Asociación Hermanos Saíz en el municipio más oriental de la provincia Holguín, aunque hoy, allí, la joven vanguardia artística no se encuentre vertebrada en esta organización por disímiles motivos.
Volviendo a Fernando Cabreja, radialista empedernido y trovador, no en ese orden que conste, comenzó a colar sus creaciones en la banda sonora de mi existencia, background en el que acompañó, como en la mayor parte de su vida, también a su esposa Edelis Loyola, conocida por su trabajo musical para los niños.
Así el tipo bohemio, torpe, medio loco y que siempre está fuera de foco me conminó, adolescente apenas, a darle un paseo tranquilo a mi ciudad con una canción al desaliento como un himno.
Luego Cabreja y su familia se mudaron a la cabecera provincial, y volvió a poner música a mis tardes, una vez a la semana, en su peña Alta Marea. Desde la Casa de la Trova Faustino Oramas, El Guayabero. También solía llenar de su poesía noches romeras en El Angelote del parque San José, espacio al que asistía cuando cursaba la carrera de Periodismo.
Así que, de alguna manera, este duende utópico ha estado poniendo trova a distintas etapas de mi almanaque. Por eso me dio una alegría enorme la celebración de sus 60 años con un concierto hermoso al que vinieron discípulos de todas partes para acompañar al maestro, esta celebración también fue el motivo de la salida de su libro, Como una luna en pie, cancionero que Ediciones La Luz tuvo a bien publicar en la colección “Quiero una canción” y en el que letras de 60 canciones del juglar nacido en Sagua en 1959, se dejaban disfrutar de otro modo, despacio, tarareando en la mente quizás, paladeando aquel verso, encontrando códigos del que asegura parecer un grabado de Durero, una vieja estampa de Sandokam.
Diseñado por Frank Alejandro Cuesta y con imagen de cubierta de la talentosa Anelí Pupo, llegó hace cerca de cuatro años a las librerías. Adalberto Santos, el editor de este y otros cancioneros del sello me cuenta sobre esta experiencia en particular:
“Editar a Cabreja fue la posibilidad de reencontrarme con su poética de cantautor desde una óptica distinta, más allá de aplaudir y corear sus canciones. Si bien es cierto que la trova nos llega en una compacta emanación de palabras y música, tener la posibilidad de encontrarse con la palabra, con el verso que anima cada canción desde la letra impresa, permite un acercamiento diferente: desnuda la belleza de una canción en las palabras que la forman, por así decirlo. Suerte mía además, que durante el proceso de edición me acompañara José Luis Serrano, quien ejerció como especie de curador del cancionero, labor que me facilitó, y a la larga benefició al cancionero, según mi parecer, otorgarle al libro una dimensión más cercana a lo formalmente esperable de un libro de poesía, desde la conformación del título hasta su estructura interior, aunque debo decir que el original ya contenía en sí la forma casi definitiva de lo que fue finalmente, sospecho otra vez, asistido de un lado por Serrano y por el propio Cabreja, poeta él mismo”.
Después de tal confesión, los lectores trovadictos seguro quedan convidados, quienes no lo conocen habrán sido, probablemente, picados por la curiosidad; los amantes de la poesía tienen entre estas páginas un remanso. Así queda hecha la invitación a la lectura con sonoridades de una guitarra de fondo.
Ultreia: Salutaciones y promesas desde el pincel y el lienzo
En el límite entre Holguín y Guantánamo, una ciudad se distingue, su tierra roja e industrias la ponen en el mapa de Cuba como un esencial enclave minero y sustento económico.
Pero Moa, por encima del valor de su mineral, de su escasamente reconocido tesoro vegetal, diverso y valiosísimo, tiene en su gente el verdadero yacimiento. Nutrido por décadas de personas de todo el país, la población moense es una simbiosis que batalla por dotar a la demarcación de valores culturales imperecederos.
Generaciones de artistas han sostenido el quehacer cultural con mayor o menor auge. La joven vanguardia artística tuvo allí una semilla vigorosa. Tal vez por eso sigan germinando proyectos que buscan ir más allá.
Los instructores de arte Dionnis Justiz y Fidel Silvente junto a Frank Téllez Marzabal, egresado de la escuela de artes plásticas de Holguín, El Alba, conforman el grupo Ultreia.
Fidel Silvente Palacios, quien se ha dedicado al trabajo como instructor de arte por 16 años, cuenta: “el 28 de enero de 2015 nos encontrábamos reunidos y planificando crear un grupo para accionar artísticamente y generar ideas, exposiciones y proyectos. Así, en una conversación informal en medio de un almuerzo ofrecido a la Brigada José Martí decidimos crear Ultreia.
“Ultreia proviene del latín, y significa vamos más allá, un saludo común entre los caminantes peregrinos a Santiago de Compostela. Y como nosotros también pretendíamos ir más allá de las creaciones artísticas características de nuestro territorio, emprendimos viaje a la ardua tarea de crear y comunicar.
“En 2015 debutamos con la exposición La voz de Gea, donde las instalaciones narraron e ilustraron la belleza de la naturaleza, su fragilidad, e hicieron un llamado a proteger las especies en peligro.
“Seguido a esta participamos en las Romerías de Mayo. Abrimos el desfile con el performance llamado Carriolgini. Montados en carriolas y vistiendo uniformes del grupo nos abrimos paso por las calles de Holguín.
“También llevamos la muestra Into Reflejos a los municipios holguineros Antilla y Banes. Esta era una mezcla pictórica de estilos donde la única premisa era exponer y entretener a un público necesitado de ver y compartir.
“Más tarde presentamos en el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín una exposición de 12 instalaciones que llenaron la sala Electa Arenal.
Participamos en el Salón Provincial de Holguín, alcanzamos el premio que otorga la AHS por la instalación Factor 8.”
El proyecto de los tres jóvenes artistas intenta mover el ámbito de la plástica en Moa, así como decir, desde los códigos de los noveles creadores, preocupaciones, mostrar sus influencias, lo aprendido en la academia y por las vivencias propias.
La preocupación tal vez parte de la realidad que revela en su conversación Silvente:
“Las artes plásticas en Moa siempre fueron trabajadas con una óptica naif. La mayoría de los artistas naturales son autodidactas y practican el paisajismo.
“Desde la creación de las EIA y la incorporación de instructores a las filas de creadores, hemos aportado aire fresco y contemporáneo al accionar plástico.”
Instalaciones, miniaturas, paisajes, fantasmagorías que miran desoladas desde el lienzo, retan al perceptor que se enfrenta a las piezas de Ultreia, que camina, en su trayecto creativo yendo más allá, siempre.
La travesía plástica de Fidel Silvente (+Obras)
En Moa y desde hace 16 años, un joven artista defiende su fe en la creación para trascender, de la enseñanza de la plástica para cambiar las vidas de sus alumnos, del trabajo continuo para triunfar: Fidel Silvente Palacios, autor de iniciativas socioculturales, instructor de artes plásticas, miembro del grupo nacional de miniaturistas de Cuba; fundador del proyecto de arte contemporáneo Ultreia y ganador del Premio “Rosa Elena Simeón”, que se otorga anualmente por investigaciones relativas a la flora y la fauna. Así de diversos son sus intereses y su creación, sobre los cuales dialoga con esta reportera.
¿Cuántos años llevas de graduado como Instructor de Arte?
Soy egresado de la primera graduación de la Escuela de Instructores de Artes (EIA), en Holguín, en el año 2004. Inicié mi vida laboral en la escuela Secundaria Interna ESBEC “Punta Gorda”. Luego trabajé en la escuela primaria “Dominador Fuentes Correa”. Y ya en 2009 comencé a laborar como Especialista de Artes Visuales en la Casa de Cultura “Joseíto Fernández”, de Moa.
¿En tu caso la docencia limita la creación artística?
La docencia, más allá de interferir en mi vida artística, ha sustanciado mi obra. Muchas veces cuestioné mi travesía hacia el camino del quehacer profesional, pero más tarde descubrí que cada paso nos dirige a mejorar, a perfeccionar nuestro trabajo.
No es un título quien define nuestra obra, son las creaciones y el público quienes definen y permiten esa tan ansiada conversación visual entre emisor y perceptor, donde la única protagonista es la creación plástica.
De ahí que asuma que desde el momento que puse mis obras en galerías, en paredes de casas y que logré comercializarla, eso me convierte en profesional.
Por su parte, la docencia me ha enseñado que el arte es diverso, que hay colores propios en cada persona, que cada obra tiene vida y que enseñar nuestros conocimientos nos procura un lugar en el corazón de nuestros pupilos.
Callar el saber para uno mismo nos hace egoístas. Exponer los saberes nos permite enseñar, aprender, ser mejores personas.
¿Cuáles han sido los momentos más gratos en tu experiencia como Instructor de Arte?
Guardo como momentos gratos esos espacios que comparto con los instructores en talleres de experiencias, en actividades culturales, en el hecho de pertenecer a un grupo en que tenemos cosas en común, cuando participamos en el evento Escaramujo, cuando convergemos en exposiciones.
Los momentos incómodos han sido los breves en que he sido etiquetado de ´profesorcito´, el no poder optar por un registro de creador que avale mi preparación profesional. No obstante, me siento realizado porque he ganado la admiración de mis compañeros y la gratitud del público que ha acudido a alguna muestra expositiva.
Según declaras en tu perfil de Facebook, eres miembro del grupo nacional de miniaturistas, ¿por qué escoges esta forma de expresión?
En el año 2017, durante el evento ESPINCE que se realiza cada año en Moa, recibimos la visita de José Ángel Naranjo, experimentado artista tunero, y él me introdujo en el movimiento de artistas miniaturistas.
En toda Cuba existen grupos de creadores que practican esta actividad. He participado en exposiciones en Sancti Spíritus, Camagüey, con el proyecto EJO, en Guáimaro y en La Habana.
En Moa diseñé y desarrollé un evento con carácter bienal llamado Cartacuba, donde las artes plásticas desde las miniaturas tocan temas ambientalistas y nos reunimos artistas de distintas ciudades. Es interesante crear grandes obras desde lo pequeño.
¿Cómo consideras que se encuentran las artes plásticas en Moa?
Las artes plásticas en Moa siempre fueron trabajadas con una óptica naif. La mayoría de los artistas naturales son autodidactas y practican el paisajismo.
Desde la creación de las EIA y la incorporación de instructores a las filas de creadores, hemos aportado aire fresco y contemporáneo al accionar plástico.
Fidel Silvente continúa laborando, aunando voluntades creadoras, organizando exposiciones, enseñando, gestionando sus propias piezas para su visibilización en distintos contextos y poniendo al panorama artístico de su municipio otros colores.