Mason
Mason, el chico de la rima poderosa
Marcos Rafael García Valera, más conocido por Mason, es vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en nuestra provincia, pero se conoce especialmente por su defensa del rap. Este joven es capaz de sorprender por su estilo variado y la soltura con la que improvisa sobre cualquier tema a una velocidad asombrosa. Recientemente, incluso, participó en la Jornada Lenguaje de Adultos, con sede en Guantánamo, resultando ganador en el taller-concurso de freestyle Barra y verso, organizado como parte de la cita. Se le acerca 26 para desentrañar un poco esos misterios que le unen al hiphop.
El diálogo inicia hablando de sus orígenes, de esos referentes tan necesarios: su familia. «Por parte de madre abundan los músicos, entre ellos los Valera Miranda, reconocidos boleristas de Santiago. También existen cantantes de la vertiente tradicional. Y, aunque nací en Las Tunas, siempre estuve envuelto en ese mundo, iba a presentaciones y actividades semejantes, pero no me lo tomé muy en serio hasta cumplir 18 años de edad», comienza.
Rimar junto a algunos amigos en un parque u otro lugar sería ese motor que, un buen día, sin apenas proponérselo, lo llevara a escena. Así nos cuenta: «Esperando el cumpleaños número 18, debuté con una improvisación en la Casa del Joven Creador de nuestra ciudad. Curiosamente, fue el resultado de una trampa que me tendió mi amigo Frank Céspedes, quien me inscribió sin decirme nada en una peña de rap. Cuando dijeron mi nombre, tuve que asumir. Al final, resultó en motivación. Me gustó la atmósfera, el ambiente», asevera.
A partir de ahí, cualquier entorno podía convertirse en campo de adiestramiento. «Seguí superándome. Observaba ‘batallas’ realizadas en diferentes países y entrenaba hasta cinco horas diarias en casa. Si salía al patio, rapeaba con todo lo que había allí, desde plantas, perros, personas que pasaban por la calle… Si debía ir desde mi hogar (en el reparto Pena) hasta el de mi abuela (detrás de la Universidad de Ciencias Médicas), iba a pie practicando. Si tenía tiempo libre en el trabajo, rapeaba. Y, una vez consolidado el circuito de los que asumían este arte en el territorio, nos encontrábamos los fines de semana en el parque Vicente García», explica.
Cuando empieza toda esa efervescencia en su interior, él trabajaba en una escuela primaria, pues es graduado de Español-Literatura. Por ese entonces, aunque le gustaba la docencia, su vida ya tomaba otro vuelo; necesitaba pasar de ser «Marcos, el profesor» a convertirse en Mason.
También afirma que provenir del campo de las letras le ha aportado mucho. «El rap es poesía sobre ritmo. Está plagado de recursos literarios como hipérbole, hipérbaton, antítesis… Cuando esta expresión artística llegó a mi vida, me dije: ‘Pero… ¿esto se hace aquí?’ También incluye el mundo de las métricas, lo más difícil que hay; dominarlo en toda su dimensión requiere años. Por solo citar un ejemplo, hay que saber rimar palabras con el mismo orden vocálico. Si se trata del vocablo fuego, le podrían suceder: luego, ruego, suelo, ruedo… Y todo ello sin perder el hilo argumental», destaca.
Pasados dos o tres meses de iniciado en ese universo, en el año 2018, García Valera supo de una competencia nacional y puso todo su empeño en formar parte. «Se trataba del Festival Potaje Urbano, gran evento de hip hop de nuestro país. Para ello, previamente se hace una decantación a nivel de provincia, luego una regional y, quien gane hasta ahí, va a la lid a escala de país. Así, fui venciendo cada parte del proceso hasta llegar al magno encuentro, donde contendían los 16 mejores de la Isla, ante unas 600 o 700 personas», recuerda.
Aunque nuestro coterráneo perdió en primera ronda, le sirvió bastante la experiencia, pues compartió con artistas experimentados. «Después participé en el Festival Traqueando, en Camagüey, también con carácter nacional, donde gané. Además, llegué hasta las semifinales a nivel de país en la eliminatoria que se realizó con vistas a la Red Bull Batalla Internacional».
Desde entonces, Mason no se estaría quieto. «Iba a Holguín, a Santiago de Cuba y a otros territorios, para intercambiar saberes con diferentes colegas. Me satisface apreciar un crecimiento en la cantidad de raperos en Cuba. He aportado lo que he podido. En Granma antes escaseaban los cultivadores, pero -a partir de que alguien hablara conmigo- fui allá y me encontré con jóvenes que tenían el talento, solo que no lo habían desarrollado. Fue lindo que, pasada una semana, ya compartían videos y se sentían parte de este movimiento», añade.
Así camina por la vida este joven de rimas cronometradas, cuyo destino hoy le hace afirmar: «Sin el rap, Mason no hubiera existido». Al preguntarle sobre esa especie de Matemática que ronda su quehacer, comenta: «El freestyle permite desarrollar el cerebro. Tienes un segundo para escuchar lo que dice el rival, otro para pensar lo que vas a responder, otro para pensar la manera en la que lo vas a hacer y, luego, velozmente ejecutarlo. Debes reaccionar rápidamente. A ‘las batallas’ cada quien va con ‘su arma’; todos queremos ganar».
Confiesa que la gente siempre le dice que se vive «complicando la vida», pues le gustan los estilos difíciles. Y explica un poco la «mecánica» de rutinas afines: «Las batallas tienen diferentes formatos. Se encuentra el libre, donde no ponen ningún tipo de pie forzado, están los minutos con temáticas, los minutos con objetos… En este último te ponen una caja cerrada, con objetos dentro, y debes rimar con el objeto que salga. También está el caso donde tu contrario te hace una pregunta y tienes que respondérsela improvisando. Asimismo, figuran los rounds de palabras, que debes introducir cada cierta cantidad de segundos».
Sin embargo, «cuando entrenas todos los días tu cerebro se adapta al mecanismo», aclara. «Es interesante cómo convives con un alter ego. Yo soy una persona introvertida, que habla poco y siempre estoy observando, pero cuando estoy ‘en combate’, la adrenalina me cambia», agrega.
Leer, cultivar la dicción, saber sobre psicología…, muchas pueden ser las herramientas de las que se apropia para ampliar sus horizontes. Por eso, con apenas cinco lustros de vida, ha conquistado algunos escenarios y, sobre todo, a un público siempre dispuesto a sorprenderse. No en balde -confiesa- hace unos calendarios, durante el Festival Entre Música, Tony Ávila lo escuchó en plena ejecución artística y lo invitó a acompañarlo en una gira por Cuba.
Mason considera que uno de los secretos de los resultados alcanzados radica en ser impredecible en su quehacer, en su capacidad de respuesta. «Me gusta dominar diversos estilos, temas, zonas… Como la rima consonante es común, también me gusta utilizar la asonante. Y, como respeto todo tipo de música, de vez en cuando me gusta salir de mi zona de confort e interpretar un bolero, una balada… No me gustan los límites. Esos los ponemos nosotros mismos».
Además, posee sus propias composiciones en diferentes géneros y hasta ha firmado algún que otro contrato con productoras cubanas y foráneas. Según cuenta, posee dos discos en su haber, nombrados En el norte siempre hay sur y Jahman cuban boy, cuyos temas ha compartido en Telegram. «Ahora trabajo en otra propuesta, llamada Séptimo round, que abarca siete canciones, con igual cantidad de temáticas y géneros musicales», anuncia.
Mason abraza la frase «acá no importa el género, sino lo que genera», del rapero argentino Wos. Cada cuarto sábado de cada mes suele compartir su arte en la peña de rap Palabras de Corazón, de nuestra AHS, porque, como bien afirma: «Más que nada se trata de vocación».