La rueda dentada


La rueda dentada: un movimiento desde la memoria

La rueda dentada constituye un constante revisitar el pasado. No resulta, sin embargo, una empresa forzada: de todo eso que ha sido y que se ha sido emanan el sujeto actual, y por supuesto, su realidad. En el caso particular de Nicolás Guillén y su sino –me refiero a la cubanía- el pasado no existe como umbral ajeno y cerrado, sino que se actualiza constantemente. No puede ser de otra manera cuando se habla de colonialismo, de racismo. O mejor dicho, de su marca, de su reconstrucción y apropiación en forma de identidad, y puesto ante nosotros nada menos que por un mestizo 13 años después del gran giro en términos de libertades que significó el triunfo de la Revolución cubana.

En este sentido, la Dra. Denia García señala sobre los tres últimos poemarios de Guillén -entre ellos La rueda dentada-: «son consecuencia y culminación de una experiencia lírica de casi medio siglo; y son, al mismo tiempo, la demostración poética del triunfo de Guillén –el hombre, el político, el poeta- consustanciado con el triunfo de la Revolución».[1]

No fue Guillén un simple optimista en cuestiones políticas, sino un firme convencido de que un día llegaría la victoria en la lucha por la verdadera felicidad de su pueblo[2]. En este sentido, que sea un poeta hecho al áspero tumulto ciudadano[3] quien conozca, de quien provenga al fin la palabra venganza –que traducida a la lengua general de nuestros pueblos quiere decir VICTORIA– no resulta fortuito. El Dr. Ángel Augier diría de la obra de Guillén que «entronca con esa poesía actuante que identifica al poeta y la revolución (…) Guillén puede afanarse de haber podido vivir en el pleno ámbito de su propia poesía, en la pura atmósfera creadora de la Revolución antiimperialista y socialista que proclamó y reclamó su verso resonante.»[4]

La esperanza entonces de que lo logrado con el triunfo revolucionario no se perdiera se aprecia, y reverdece hoy, en «A la Bodeguita del medio»:

Brindo porque la historia se repita,

y porque lo que es ya la bodegona

nunca deje de ser La Bodeguita.

Se asume Guillén como uno de estos poetas que habla el idioma simple y compañero[5]. Dijo el Dr. Salvador Bueno: «Toda la obra creadora de Guillén está destinada a la confirmación de una auténtica poesía de hondo sentido popular.»[6] Llama la atención en este sentido que, en La rueda dentada, ya no son los negros quienes se expresan con su prosodia, como en poemarios anteriores. La óptica se mueve, de espacios interiores y de folclore hacia una perspectiva demandantemente social. La lucha de Guillén no pierde, sin embargo, la primera persona, porque es el propio autor como negro, como cubano, como poeta, quien pasa a ser protagonista.

La actitud de denuncia social –en especial de la situación económica y cultural del negro- y de reivindicación de un sector popular tradicionalmente marginado[7] que distingue la obra de Guillén desde sus comienzos, continúa siendo una marca en La rueda dentada.

Resulta muy ilustrativo que la obra comience con el poema «El cosmonauta». Esta elección pareciera un aviso al lector sobre todo lo demás que va a ser o debe ser desmontado al adentrarse en la lectura. Tratándose de Guillén se desprende que uno de estos mitos a romper es el de la supremacía blanca, la imperfección de lo negro. El poema con que continua «¿Qué color?» apunta directamente a ello. ¿Quién dijo que el alma del buen pastor solo podía ser blanca? ¿Acaso fue ese mismo Dios que se vio forzado a abandonar su lugar de poder, destronado por la ciencia que llegó de la mano de un cosmonauta? El hombre puso un pie en un terreno que le era desconocido, demostró que podía ir más allá de su ignorancia.

Sin embargo, no ha llegado tan lejos como para deshacerse también de los prejuicios raciales. Si ese butacón que ocupaba Dios, como lugar de poder, debe ser ocupado por la equidad, la empatía, la justicia y conciencia sociales, aún queda mucho por andar y hacer en ese camino… Y Guillén lo sabía: el butacón sigue vacío. Y es que no basta con el cambio de unos pocos –como no bastó para el abuelo de Fabio ser un blanco angelical ni para el de Guillén rebelarse como negro[8]-. Con un fenómeno que se mueve, reproduce y reconstruye a nivel de subjetividades solo una verdadera revolución de la conciencia podrá generar transformaciones.

La postura de Guillén con respecto a esta herencia y su presencia constante queda explicitada en el poema homónimo. De la herencia, vista como un sello, no se puede huir. Puede buscarse una Habana más fácil -Miami-[9], o jugar en París a la calma mientras América espera[10]… Puede escogerse ser un salto atrás perfecto. Pero los ayeres sifilíticos acaban inevitablemente emergiendo[11]. Y es ahí donde:

Uno se siente más tranquilo

con Maceo allá arriba,

ardiendo en el gran sol de nuestra sangre,

que con Weyler, vertiéndola a sablazos.

¿Suerte? Quizás. ¿Orgullo? ¡Definitivamente!  

Y es que en esta reconstrucción étnica y cultural no hay olvido ni perdón para el pasado. La discriminación sufrida por la población negra es muy claramente descrita en «Burgueses». A estos, como encarnación y responsables históricos de que su piel fuera prohibida y sus días largos, Guillén aclara que, ahora que cayeron, no les tendrá la pena que ellos nunca nos tuvieron. Y aquí, esa huella implacable del tiempo que marca la obra, es reconocida abiertamente. La memoria, la imposibilidad de olvidar, se presenta casi como un peso. Y no solo para quien intenta ser magnánimo, o debiera serlo: es también condena para los propios burgueses:

En fin, que todo lo recuerdo.

Y como todo lo recuerdo,

¿qué carajo me pide usted que haga?

Pero además, pregúnteles.

Estoy seguro

de que también recuerdan ellos. 

No hay margen entonces para culpa alguna.

Sin embargo, Guillén sabe que esta revancha, en algún momento e inevitablemente, deberá tomar el mismo escenario donde nace y vuelve todo: la cultura. La imposición de lo que es para los colonialistas más excelso y su burla por nuestra incomprensión serían devueltas cuando tuvieran que enfrentarse con el verdadero espíritu de América: hablarnos siempre en español, decir cacarajícara y (des)conocer en qué lugar de este planeta murió Martí.[12]

Toda la propia escritura de Guillén constituye, en definitiva, una respuesta a esa esperanza americana, una fundación del «color cubano» que siempre anhelara y una herencia de honestidad intelectual y artística irrenunciable. En este sentido, Guillén como poeta consiguió la fundación de una nueva expresión, una nueva palabra que no se limitara a la mimetización pulcra de modelos foráneos, tal y como se reclama en el poema «París».[13]

Sin embargo, los dientes de la rueda habrían de tener en cuenta no solo lo popular, inevitable en Guillén, sino también lo íntimo[14], ofrecido con una lírica loable. Refiere la primera edición del poemario, publicada por la UNEAC: «El rigor formal que caracteriza toda la obra de Guillén, alcanza en La rueda dentada su más alto nivel. Esa calidad artística en tan avanzado punto de decantación, se manifiesta en una rica variedad de temas, desde la vibración inmediata del sentimiento solidario de los pueblos y la presencia poderosa del espíritu revolucionario del nuestro, hasta la más delicada prosa lírica.»[15]

Un poema cargado de simbolismo e intimidad resulta «El árbol». En él, el tiempo ya no es la dimensión en la que trascurre aquello que se narra, sino que resulta el verdadero protagonista:

Las amarillas hojas

cayeron, y en mi tronco

vuelven los novios trémulos

a entrelazar sus cifras,

y hay corazones fijos

por flechas traspasados,

vivos en esa muerte.

Todo en el poema remite una y otra vez a la fugacidad de la vida, a la fragilidad de los sentimientos y a lo artificiosos que resultan los intentos humanos por perpetuarlos. El árbol, como quien ha vivido mucho, reflexiona sobre ese amor de los novios, tan almidonado como los corazones que fijan en su tronco. Ofrece él mismo, en cambio, un amor que es sinónimo de libertad: repetido por el viento y llevado por los pájaros. Sin embargo, el poema desprende un matiz de nostalgia, de tristeza: ¿será porque este árbol, que dice amar libremente, está a fin de cuentas inmovilizado por su propia naturaleza? ¿O porque por ella misma ese tiempo que ha visto transcurrir, inevitablemente en algún momento, ya no lo reverdecerá más? Estas confesiones hechas en primera persona y desde una postura de apacible y resignada experiencia hacen pensar, de manera inequívoca, en el propio autor, quien ofreció este poemario por sus 70 años.

Con la Rueda dentada Guillén nos llama a no olvidar. Con ironía, con insistencia, desde el humor… con dolor, Guillén nos convoca a no olvidar. Y en este sentido, La rueda dentada no solo asombra por cómo resulta habitada y revivida por el pasado, sino también por cuánto ese presente visto por Guillén adquiere vigencia en el nuestro, más de 50 años después. 

En La rueda dentada confluyen lo íntimo y lo popular, lo nuevo y lo viejo, lo sobrio y lo satírico –no por ello menos serio-… lo que es marca en Guillén y todo lo que es reflejo de su madurez como artista y persona. Confluyen, como en aquella noche onírica en la catedral[16], pasado y presente, negros y blancos, de distintas procedencias, ocupaciones, vivos o muertos. Cubanos todos. Dientes todos sin los cuales esta rueda en que vivimos, esta rueda que somos, se detiene[17].

«¡Al combate corred, bayameses…!»

¿Y por qué no: corramos?

(He pensado en esto algunas veces.)[18]

 

Notas

[1] García, Denia: El diario que a diario: la otra historia. En Nicolás Guillén, El diario que a diario, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2022, pp 6-7

[2] García, Denia: La paloma de vuelo popular: exilio y vísperas. En Nicolás Guillén, La paloma de vuelo popular, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2017, p. 5

[3] Las frases en cursiva de este párrafo pertenecen al poema «Poetas». Todos los poemas que se citan en el texto pertenecen a La rueda dentada.

[4] Augier, Ángel. Palabras de Ángel Augier. En Nicolás Guillén, La rueda dentada, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2022, pp. 7-8

[5] Poema «Poetas».

[6] Bueno, Salvador, Introducción. Nicolás Guillén, cubano y universal. En Antología de la poesía cósmica de Nicolás Guillén, México D. F., Frente de Afirmación Hispanista, 2001, p. VII

[7] García, Denia: Sóngoro cosongo: confirmación y preludio. En Nicolás Guillén, Sóngoro cosongo con Motivos de son, La Habana. Ediciones Sensemayá, 2020, p. 14

[8] Poema «Ancestros».

[9] Poema «La herencia».

[10] Poema «París».

[11] Poema «La herencia».

[12] Poema «Problemas del subdesarrollo».

[13] Millares, Selena, «La vanguardia como nostalgia: los últimos poemarios de Nicolás Guillén». En Selena Millares, De Vallejo a Gelman: un siglo de poetas para Hispanoamérica, Murcia: Cuadernos de América sin nombre, p. 52

[14] Bueno, Salvador, Introducción. Nicolás Guillén, cubano y universal. En Antología de la poesía cósmica de Nicolás Guillén, México D. F., Frente de Afirmación Hispanista, 2001, p. XIII

[15] Guillén, Nicolás, La rueda dentada, La Habana, Contemporáneos, 1972.

[16] Poema «Noche de negros junto a la catedral»

[17] Poema «Prólogo»

[18] Poema VII, Epigramas.