La Luz
Convocan a participar en el Concurso Nuevas Voces de la Poesía
Con el objetivo de promover y visibilizar a poetas emergentes en el panorama literario nacional, la 24ª edición del Concurso Nuevas Voces de la Poesía mantendrá abierta su convocatoria hasta el 15 de diciembre de 2024.
En esta ocasión el certamen estará dedicado al 95 aniversario del nacimiento de la holguinera Lalita Curbelo Barberán (1930-2002), una de los voces poéticas de la Generación del Cincuenta, que ha dejado una huella significativa en la poesía cubana.
El concurso está abierto a todos los autores residentes en Cuba, sean o no miembros de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que sean menores de 35 años y que no tengan obra publicada. Los participantes podrán presentar un poemario de tema libre con un máximo de 15 cuartillas. Las obras deben ser enviadas al correo electrónico premionuevasvoces2024@gmail.com, utilizando un seudónimo. Además, se requiere que los autores envíen una plica en un documento separado con sus datos personales y forma de contacto.
La premiación del Concurso Nuevas Voces de la Poesía 2024 se realizará el 4 de febrero de 2025, en una ceremonia que formará parte de las actividades en homenaje a Lalita Curbelo. El ganador recibirá un diploma acreditativo, una colección de libros y la publicación de su obra por Ediciones La Luz en la colección Analekta. Además, se llevará a cabo la grabación de su obra en formato audiolibro.
Con la realización anual de este concurso, Ediciones La Luz, la sección de literatura de la Asociación Hermanos Saíz y el Centro Provincial del Libro y la Literatura en Holguín reafirman su compromiso con el fomento de la poesía joven y la creación literaria en Cuba, ofreciendo una plataforma para que nuevas voces sean escuchadas y reconocidas.
Cosme Proenza en un juego enorme con el tiempo
Mi primer encuentro con la obra de Cosme Proenza —y creo que también el de parte de mi generación— estuvo marcado por eso que Walter Benjamin definió, en su conocido ensayo, como la “reproductividad técnica”. Las obras de Cosme nos llegaban en fotos, en reproducciones, en imágenes que uno miraba absorto como se mira la maravilla… Resulta, cuando menos, curioso que haya sido así que muchos conocimos su obra antes de verla en una galería y comprobar la reafirmación de ese diálogo inicial, la constatación del prodigio, porque de similar manera, en los campos de su natal Santa Rita, el adolescente Cosme conoció “las obras maestras y los autores que la civilización occidental difundió como universales”. En las páginas de revistas como Carteles y Vanidades, y en los cursos por correspondencia de la Academia Interamericana, inició esta “educación sentimental” que le permitiría ir adentrándose en el uso del color, en las técnicas de dibujo, en el trabajo con el medio y la preparación del soporte; dándole forma a sus herramientas y a su vocación de pintor.
El libro sobre arte, como sabemos, está fuertemente ligado a su trabajo. Para el artista que aseguró que su obra es “pura investigación”, estos constituyeron los soportes básicos para esa investigación inicial que resultó ser la antesala de su inquietud “ante cuestiones como el sujeto, la historia, el Arte, los museos, las máquinas”: el arte y la imagen, la imagen y su reproductibilidad; lo que articuló el amplio discurso que atraviesa horizontalmente su obra. Ahora Cosme nos es devuelto en las páginas del libro Un juego enorme con el tiempo, entrevista realizada por la realizadora audiovisual Alejandra Rodríguez Segura, con la asesoría de Ángel San Juan, para aprehenderlo, para oírlo en cada palabra mientras leemos su testimonio, de similar manera a como él se adentró en esos años en el Bosco y Brueghel, en Da Vinci y en Miguel Ángel, en Velázquez y en Goya, en los impresionistas franceses… trazando un arco que va desde los tiempos del antiguo Bizancio hasta la modernidad, con artistas como Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Pollock, Morris Louis y Barnett Newman, años que coinciden en el ámbito internacional con el agotamiento de la abstracción. Leyéndolos y viéndolos, investigándolos y haciendo un ejercicio de análisis, viviéndolos… así fue conformando su obra. Es como si los ciclos continuaran abiertos siempre, en expansión… Es como si la permanencia de la tradición en la vanguardia no dejara de fluir, porque, justamente, la obra de Cosme Proenza no puede comprenderse sin esos principios que “tienen al menos quinientos años” y que, en su caso, acompañaron la intención de unir la tradición y la vanguardia, e investigar desde Holguín —el sitio donde quiso hacerlo— las capas y profundidades de la Historia del Arte Occidental, que integran la génesis de nuestra identidad.
Resulta interesante —y lo justifica su propia formación intelectual— como Cosme Proenza no partió de las raíces digamos que más inmediatas, las de su origen campesino y las de las vanguardias cubanas, sino que trabajó, estableciendo un diálogo fecundo, desde el análisis de la tradición, con lo más intelectual de la cultura de Occidente. Miró —sin utilizar este “discurso campesino” y desde una esfera pública proletaria— a la universalización del arte desde lo local y fue capaz, asimismo, de transformar estos contenidos a partir de una herencia medular, para devolver una historia otra sobre el arte de Occidente (sobre lo más canónico de este, la pintura), siendo —recordemos a Ortega y Gasset— un transeúnte por la historia del arte.
“No puedo citar a un grande si no puedo ni siquiera asomarme a un diálogo con él”, aseguró en el documental Cosme, un enorme juego con el tiempo, dirigido por Alejandra y al cual no podríamos separar del libro, pues resultó la génesis del proyecto editorial: si el documental fue un homenaje al amigo-artista que, en su Holguín natal, se sabía querido y admirado; el libro, al complementarlo, lo es también. Como dije entonces en las palabras de presentación, Cosme, un enorme juego con el tiempo es un autorretrato de Cosme, quien supo que además de su obra, que ha influido a varias generaciones, este documental sería como esa carta al mundo que lanzó la poeta Emily Dickinson: una carta-testimonio que permite acercarnos, curiosos y motivados también por la admiración, a momentos vitales de su vida: a la génesis y los caminos de un maestro. Por eso este es, sobre todo, un libro necesario y sincero, como sincera es la mirada de Cosme Proenza. Él mismo aseguró que “se es personal en la medida que se es sincero consigo mismo”, como aquel Martí de Jorge Arche que, con la mano en el pecho, le cautivó en su infancia. Este libro publicado por Ediciones La Luz, con edición de Luis Yuseff, corrección de Mariela Varona y diseño de cubierta e interiores de Robert Ráez, es otra carta lanzada al mundo. Aquí también Alejandra nos entrega otro autorretrato de Cosme pintado por Cosme, y por ella, junto con el equipo editorial de La Luz; luego de varios años de profusa investigación y trabajo, y con la humildad del orfebre, o del copista e iluminador que en el claustro medieval, a la luz de la vela, dejaba que la pluma creara maravillas insospechadas, misterios por imaginar. A todo ello —como amplios pórticos de luz que custodian la entrada a mundos que apenas vislumbrábamos, incluso quienes nos habíamos detenido un poco más en su quehacer— nos acerca un libro que, en su valor testimonial, resguarda la memoria de uno de nuestros grandes artífices, y que nos hace agradecer la dicha de haber vivido similar tiempo bajo el sol en la misma ciudad; incluso que podamos decir a nuestros hijos y nietos, con orgullo, que fuimos contemporáneos de Cosme Proenza.
Este libro —producto de largas conversaciones en la etapa de filmación y de disímiles complicidades que unieron (unen) a la directora y al pintor— complementa, como dije, el documental. Podríamos alternarlos y buscar la continuidad de ideas parar ampliar los temas. Este es un material de amplio valor, no solo para investigadores y artistas, sino para todo aquel cuya sensibilidad quede atrapada o rozada por la belleza, pues Cosme no creía en el posible agotamiento, en su devenir histórico, del sistema de valores plásticos establecido por el humanismo renacentista, pues confiaba en su continuidad y expansión, a través de la investigación, la apreciación y el acto creativo; y la fuerza de su plenitud humanista. “La belleza es imperdonablemente adhesiva, no hay manera de escapar de ella”, me comentó una vez.
Todo lo anteriormente escrito (y hasta el libro) es apenas una nota al pie en la obra de Cosme Proenza (como diría Severo Sarduy al comparar su literatura con la de José Lezama Lima): apenas unos apuntes a modo de agradecimiento, unos trazos inconexos, un leve rasguño, imperceptible, en esa roca que Sísifo de Corinto, desde tiempos inmemoriales, continúa levantando cuesta arriba en la empinada ladera; unas líneas que han tratado de estar en sintonía y diálogo con las investigaciones de Ángel San Juan que sirvieron de catálogo para Paralelos. Cosme Proenza: Historia y Tradición del Arte Occidental. Lo importante —y lo que nos muestra este libro, con su voz como interlocutor ideal— se encuentra en su obra plástica, luego de un trabajo de más de cinco décadas. Ese ha sido su rasguño en la roca, su manera, desde la tradición occidental, de convertir la utilidad en virtud; su manifiesto sobre tela. Una vez Cosme me dijo que “la ventaja de ser viejo es que eres como san Juan en el Apocalipsis, que ves desde más alto cada día”. Esta posibilidad nos permite volver, entre los hilos del tiempo, sobre lo pasado. Desde la altura de hoy, al lado de sus ángeles tutelares y de los maestros a los que tanto admiró y con los que dialogó a plenitud, y bajo el manto de la Virgen de la Caridad del Cobre, Cosme Proenza Almaguer nos acompaña, mientras se escucha la Sinfonía no. 4 de Johannes Brahms. Él siempre supo que “lo grande que tiene el arte es su capacidad de expansión” y que si algo podrá permanecer será su belleza divina y humana.
Un tiempo enorme con el arte
Que Cosme Proenza es un gran pintor porque le gusta a muchísima gente es una hermenéutica muy simple.
Que Proenza es grande porque cuadros suyos adornan el Vaticano y el Teatro alla Scala, de Milán, y engrosan colecciones privadas de todo el mundo, sería un criterio reduccionista.
Para definir su grandeza, su máxima medida, se debe contextualizar, ubicar su sitio en la historia del arte cubano y universal, y esto resultaría una tarea tortuosa sin acudir al misterio de su vocación, la bitácora de su formación, la evidencia de su maestría técnica, los avatares de su “leyenda personal” y el testimonio de su obra cuantiosa.
Afortunadamente, existe el audiovisual Cosme, un enorme juego con el tiempo, de Alejandra Rodríguez Segura, que logró el Premio del jurado joven al mejor largometraje documental, en la edición 17 del Festival Internacional de Cine de Gibara, luego de su estreno a finales de 2022, poco después del fallecimiento del pintor holguinero.
Por Alejandra, amiga entrañable, supimos de primera mano acerca del proyecto; luego, sobre las charlas grabadas en dos tiempos a Cosme, al que le unía una amistad singular; andábamos cerca cuando editaban el documental y celebramos su estreno. También conocimos del material recopilado e imposible de utilizar por su extensión.
Por eso, nos alegró saber que Ediciones La Luz se proponía dejar en letra impresa los humanísimos testimonios del maestro, dichos desde la sinceridad y el afecto elocuentes, al punto de permitirnos participar del ameno diálogo con un artista tan grande como sencillo.
El volumen Un juego enorme con el tiempo, publicado por la editorial de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín y presentado durante la reciente Feria del Libro, tuvo su segundo momento durante la última jornada del XXV Premio Celestino, realizada en la ciudad de Gibara. En este espacio amado por Proenza, una pequeña galería atesora una muestra representativa de la presencia femenina en su obra pictórica.
El libro posee un prólogo que no se limita a describir el contenido que le sucede, sino que aporta claves para su comprensión, desde lo histórico y lo metodológico. Como al autor de este prólogo, el periodista y crítico Erian Peña, le asiste la voluntad estética, deviene una suerte de ensayo, colocado a manera de pórtico. Documental, libro y presentación contaron con los buenos auspicios de Ángel San Juan, especialista en la obra de Cosme y su albacea.
Editado prolijamente por Luis Yuseff, con la corrección minuciosa de Mariela Varona y diseñado por Robert Ráez, todos escritores, la obra de Rodríguez Segura posee visualidad atractiva, desde la imagen de cubierta (uno de los autorretratos de Proenza), los colores empleados y la sobria sencillez de la composición y la tipografía elegida, a tono con el formato propuesto.
En la presentación del sábado, en el gibareño hotel Ordoño, el hermoso volumen se acompañó con copias del documental en DVD y separatas contentivas de los versos con que varios poetas holguineros rinden homenaje al gran artista plástico, nacido en Tacajó, Báguanos, en 1948.
Hubo girasoles a montones, luz a raudales y mucho viento bajo el cielo brillante, como un telón azul sobre los techos apizarrados. El resto fue avanzar, andar junto a Cosme por un sendero de imágenes y palabras, tal como se debe leer este libro necesario.
Cuando La Luz abre las constelaciones
Lograr que una editorial alcance su definición mejor, con un catálogo de obras y autores que reúne tiempos y perfiles diversos, asentado en trabajos que aúnan elegancia y belleza, resulta labor para distinguir su presencia en los horizontes de la isla y, de manera especial, lo alentador de ver cómo, frente a adversidades circunstanciales o deterioros materiales, el hecho del libro en formato de papel mantiene su carácter, como nave proa del acervo cultural que representa los más altos tesones de la humanidad.
Fundada en 1997 en Holguín, Ediciones La Luz, con la guía del poeta Luis Yuseff, y un equipo que se renueva sin cesar, constituye lo ya citado, para refrendar un quehacer que se expresa muy bien en el logotipo, una palmatoria que ilumina desde el lomo de sus libros, claridad, puntual y comprometida con los valores de la literatura, guía para adentrarse en nombres provenientes de cualquier sitio de la geografía cubana, o de otras regiones bien de América Latina o cualquier parte, siempre a favor de la calidad más acendrada.
Es así como esas ediciones holguineras de la Asociación Hermanos Saíz han logrado convertirse en una de las constancias más altas del libro cubano, y no sólo dentro de las fronteras insulares, sino mucho más allá, lo cual bien permite definirla también como una editorial cubana de honda vocación latinoamericana: el hecho de que significativas figuras de la creación verbal en ese ámbito acepten publicar en ellas, como el novelista chileno Hernán Rivera Letelier o el poeta colombiano Juan Manuel Roca, lo corroboran.
En tal sentido, resulta igualmente halagüeño ver cómo la obra poética del mexicano José Emilio Pacheco (1939-2014), uno de los grandes en América Latina, Premio Cervantes de Literatura en 2009, se ha publicado en La Luz en una cuidadosa antología, En el último día del mundo, preparada por Erian Peña, y por cortesía de los familiares del poeta —vale añadir que la mexicana Elena Poniatowska, también Premio Cervantes, ofreció su consentimiento para incluir como introducción un texto suyo—.
Línea muy relevante de la editorial es la colección que recoge los libros del Premio Celestino de Cuento, certamen anual de alcance nacional, que ya brinda un muestrario que valida lo más granado del género entre los jóvenes; Umbralismo: una antología, de Rafael Ramírez; Los macabeos, de Abel Fernández-Larrea; Nube oscura alrededor de la cabeza, de Julián Marcel; La máquina de recuerdos, de Evelin Queipo; y Boustrophilia, de Roberto Ráez: que para el autor de esta columna demuestran un nivel encomiable.
Igualmente, el hecho de poner en manos de los lectores lo más reciente del quehacer de jóvenes poetas, resulta una experiencia que coloca, a la versada y perseverante editorial holguinera, en el horizonte más diferente por sus empeños y realizaciones; son muchos, pero a la hora de recordar, el oficio de lector me trae ahora mismo dos: Carne roja, de Reynaldo Zaldívar, y Laminarios, de Camilo Noa, títulos que proponen los comienzos de maneras que se afirman en apremios sostenidos con singularidad y aptitud.
Otra colección a tener entre los logros más estimables de La Luz es Analekta, que ya suma 52 con la reciente antología Castas arenas de la noche, de Emilio Ballagas: se trata de cuadernos elegantes y moderados en su volumen, en un listado que aúna voces recientes y otras del acervo ya establecido, para conformar un abanico tan sugestivo como obsequioso: muestras a distinguir, aparte del ya citado, son Quiero escribir con el silencio vivo, de Fina García Marruz, y Una cantidad misteriosa, de Cintio Vitier.
Capítulo ineludible en estas ediciones es el de proyectos muy especiales, como es el ejemplo de dos libros: Un enorme juego con el tiempo, entrevista a Cosme Proenza por Alejandra Rodríguez Segura —acompañado del dvd que contiene el documental de la realizadora—, un viaje a la intimidad creativa de ese gran maestro de la pintura cubana; y Monstruos. Pequeño inventario, de Maikel Rodríguez Calviño, minucioso título que se acerca al imaginario de culturas y tradiciones literarias diversas, bellamente ilustrado.
Un acontecimiento a resaltar en la suma de fortuna que brinda a los aires del libro cubano La Luz, es la publicación de la poesía completa de Delfín Prats, El brillo de la superficie, con prólogo de Ronel González —esmerado ofrecimiento que incluye un cd, con el autor leyendo algunos de sus poemas—, constancia de gratificante iniciativa emprendida por la editorial, para distinguir el legado de una de las voces legendarias de la poesía cubana —de inalterable arraigo en la admiración de los jóvenes poetas—, Premio Nacional de Literatura 2022.
El ejercicio de la traducción literaria, como vía de acercamiento para acceder a otras zonas de la creación verbal ha sido capital en La Luz —vale recordar lo que apuntaba Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990: “Pasión y casualidad pero también trabajo de carpintería, albañilería, relojería, jardinería, electricidad, plomería; en unas palabras: industria verbal. La traducción poética exige el empleo de recursos análogos a los de la creación, sólo que en dirección distinta”—, y con ella, su camino a los lectores resulta loable.
En tal derrotero, títulos como El mar en un cielo, de Saint-John Perse; Compraremos la ciudad; de Allen Ginsberg; e Instrucciones para dibujar un pájaro, de Jacques Prevert —traducidos, respectivamente, para esta ocasión, por Manuel García Verdecia y Ariel López Home, los dos primeros, y el segundo por Irina Chaveco y Elizabeth Soto—, advierten de la jerarquía que para un empeño de tal índole —faena de primer orden en el diálogo permanente entre lenguas y culturas—, resulta primordial para un ensanche editorial.
Y la reciente colección Abrirse las constelaciones, con atracción muy sagaz en su diseño y exactitud en su propósito —nuevos textos de autores que, como propone el nombre, abren zonas del firmamento a la hora de la lectura—, para entregar primicias que se sitúan en trayectos a tener en cuenta: ejemplos como los poemarios Hojarasca de las formas, de Erian Peña; y Rituales de la culpa, de José Luis Laguarda; la novela Al son de la calavera, de Andrés Cabrera; y la pieza teatral Teoría de las flores salvajes, de Katherine Perzant, lo afirman.
Libros en formato de papel —la heredad que atesora El universo en un junco, para decirlo a la manera de la escritora española Irene Vallejo, al recordar lo entrañable de la civilización lectora—, pero también espléndidos audiolibros, carteles, jornadas literarias, eventos con niños y títulos para ellos, promoción sin tregua en las plataformas mediáticas, recuerdan lo propuesto en los versos de Delfín Prats: “…ellos se asomaron mucho más allá /ellos vieron /del otro lado del horizonte…”. Así se confirma cuando La Luz abre las constelaciones.
Los consejos para no acatar de Miguel Barnet
Los días pasan, arremolinándose, frente al espejo de la vida. Frente a ese espejo se mira el poeta Miguel Barnet para sopesar, sin ánimos de permanencia, como golpes de luz en la memoria, sus horas bajo el sol. Yo nunca fui yo realmente / siempre fui muchos cuando debía ser solo yo, confiesa ante el espejo doméstico y este, acostumbrado a su perfil, le responde que seguramente el olvido será lo único que sobreviva. Por eso ha ido mordiendo el sitio dejado por su sombra, como le corresponde a cada hombre que —le dice Virgilio Piñera— come los fragmentos de la isla.
Consejos para no acatar, poemario de Miguel Barnet publicado por Ediciones La Luz en 2021 y merecedor del Premio del Lector en la reciente XXXII Feria Internacional del Libro de La Habana, no es un libro de la senectud o la provecta edad, como podría pensarse al ser escrito sobre el umbral de las ocho décadas; ni un cuaderno resumen que vuelve sobre temas frecuentes en su obra poética, aunque aquí están presentes varias de las búsquedas del joven autor de La piedrafina y el pavo real (1963). Consejos para no acatar es un libro que se lee como un divertimento gozoso, pues aflora una reposada y, al mismo tiempo, lozana sabiduría del vivir que se detiene en la contemplación de las pequeñas cosas, en el ambiente doméstico donde surge la poesía. Para escribir estos poemas hay, en primer lugar, que haber vivido y acumulado experiencias vitales en el fiel de los días; pues, como sabemos, aquel que ofrece consejos, aunque nos pida no acatarlos, es porque ha experimentado semejantes o parecidas alegrías y dichas, pero sobre todo lances y cuitas, angustias y congojas, ya que suelen ser los consejos, justamente, amables advertencias, luces en el camino… Así el poeta se mira en su espejo y, con una sonrisa de sutil ironía, nos advierte de esa inutilidad, pues solo quien olvida queda libre de toda compasión, insiste y escribe, pues poco a poco se van agotando mis recuerdos / casi estoy en la misma tesitura / de la página en blanco… Estos consejos son también maneras de poblar de palabras —y con ellas, de nuevas experiencias, sentidos y búsquedas— la página en blanco: Pobre del que no sienta en su oído / el dulce crujir de las palabras, asegura en un poema.
De Consejos para no acatar, libro que mereció el Premio del Lector en la reciente Feria Internacional del Libro de La Habana, llaman la atención varias cuestiones: la primera es su tono sentencioso, sin dejar de ser elegante. Se es sentencioso, sin que ello signifique ser enfático o proverbial, porque se acumulan experiencias y existe una voluntad, humanista por cierto, de síntesis y sedimento, de querer resumir y aconsejar, sobre todo al joven lector: La única alegría que tiene la tristeza es la nostalgia; La felicidad casi nunca encuentra su destino. La segunda es cierto desplazamiento al entorno doméstico como epicentro y escenario poético. Es un libro anclado en lo doméstico, en lo hogareño, en los espacios cerrados y al mismo tiempo, abiertos: la casa y sus habitaciones, los objetos de la cotidianidad, la puerta (y también las ventanas) como el umbral que separa un mundo seguro de otro mundo citadino y también escenario llamativo que destruye y construye sus estructuras: Apocalíptica ciudad donde acuno mi tristeza / sálvame de vivir atado a la ventura de los felices, escribe y añade que aquellos que vivimos en zonas de peligro / hemos aprendido a ejercer / nuestros mecanismos de salvación. Barnet se maravilla —como Emily Dikinson en el cerco fecundo de su Amherst natal, con quien comparte, además, esa vocación aforística en su poesía— con las pequeñas y sencillas cosas del hogar. En ellas encuentra los sedimentos para dar cuerpo a la escritura. Solo la soledad tiene el valor / de vivir a la intemperie y él no parece creer en la soledad, aunque sea una soledad dialogante. En estos versos hay, además, un claro rumor nocturno, como si muchos de los poemas se hubiesen escrito en las entrañas de la noche: Es verdad que amo la noche / que nací en la noche / que mi patria es la noche… confiesa el autor de Biografía de un cimarrón y Canción de Rachel. En esa misma noche del trópico insular brota una mirada erótica, reposada, capaz de trasmitir un sabor de pastosa sensualidad que prefiere la contemplación, el roce y el eros frugal más que la posesión y el desborde arduo, pues ya la excelsa voluptuosidad cegó mi vida.
El tiempo —obsesión que hemos visto anclada en la poesía de otros autores de su generación y anterior a ella, como José Emilio Pacheco y Juan Manuel Roca en el catálogo de La Luz— recorre las páginas del libro. El tiempo y su paso indetenible; también el tiempo como historia y el hecho de ser parte de ella: No me he puesto totalmente de acuerdo / con el tiempo… nos advierte, sabiéndonos en buena medida devorados por la urgencia temporal / cuando ya somos historia. No estamos frente a un libro crepuscular, salvo por cierto hálito nocturno que emanan sus poemas. Miguel Barnet reconoce la inutilidad de estos consejos poéticos, por eso insiste en que cada uno muerda el sitio dejado por su sombra, esa menguante pero segura compañera; en que cada uno recoja, esparcidos en el mar, los fragmentos de su isla y con ellos, como resumen de experiencia, moldee las formas de sus propios consejos, esos que también será mejor no acatar.
Cintio Vitier, poemas para una cantidad misteriosa
La poesía de Cintio Vitier suma a la tradición lírica cubana —quien lo tiene, además, entre sus principales investigadores— uno de sus procesos poéticos más intensos, ávidos y fecundos, al portar una “gran intensidad cognitiva” y una mirada “intelectual” pocas veces vista en nuestras letras.
Si la poesía de ambos —la de Cintio y la de Fina García Marruz— recorren senderos y temas similares, al mismo tiempo logran, como ha escrito Jorge Luis Arcos, tonos y búsquedas diferentes. Si la de Fina, más conocida por el lector contemporáneo, puede ser como una evocación de profundas fibras, como una cancioncilla primaveral y prístina susurrada al alma, la de Cintio “activa” directamente el pensamiento y porta un anclaje intelectual, aunque no es exactamente el mismo que enarbolan sus ensayos sobre literatura, sino otro más natural e intuitivo. Si el poeta Vitier no hizo concesiones con su manera de asumir el hecho poético, ese conocimiento lírico que se concreta en la escritura desde su primer libro, Poemas, de 1938; el ensayista Vitier pudo, en cambio, sostener ideas que el tiempo enrumbaría hacia nuevos senderos en su propia obra. El poeta, como no depende del análisis o no de la constatación o verificación de las ideas, nos deja siempre una “intensidad fulgurante” y a veces desconocida para muchos, como flor oculta que, en algún momento del día, se abre a la plenitud del misterio poético.
Pero “desconocido y oculto [escribió Cintio] no son nociones negativas, términos de una búsqueda, sino presencias” y esas presencias, en ecos reconfortantes, se pueden rastrear en las voces que escuchamos en Una cantidad misteriosa, el audiolibro homenaje que Ediciones La Luz dedica a Cintio Vitier, como homenaje a uno de los escritores más importantes de nuestra literatura y en el que diez jóvenes poetas hacen suyos igual cantidad de textos del autor de Extrañeza de estar, Vísperas, Conjeturas y Canto llano. En estos poemas, seleccionados por Elizabeth Soto, más de un Cintio refulge y al mismo tiempo, una poética original vibra: Desde aquel joven ávido —como quienes hoy, asombrados, ponen sus voces a estos versos— que se pregunta, imantado por María Zambrano y Juan Ramón Jiménez: “¿Qué es el mundo?”, desplegando “una extrañeza que no lo separa de la realidad, sino que lo rodea de ella”, porque el poeta siente “lo extraño-natural, la cotidianidad de la extrañeza”; a aquel que en La ráfaga escribe las eternas preguntas: “¿Y esto? ¿Y esto que me conmueve? ¿Y yo qué voy a hacer con esto?”.
O aquel que incorpora otras experiencias poéticas igualmente decisivas, como las obras de Lezama Lima y César Vallejo, y en Capricho y homenaje insiste: “¿Qué es preguntar, qué es estar, qué es esto?”; o el de después escribiría una obra de un “mayor acendramiento discursivo, más detenida y lúcida frente a la realidad que le circunda”, y, a la vez, de una “mayor espesura verbal”. O el escritor cuya literatura ilustra “un movimiento hacia una mayor claridad y cierto despojamiento intelectivo”, en el que “la oralidad se adueña del tono predominante” e irrumpe, además, lo histórico o la necesidad de la unión de la poesía y la historia (como comprobamos también en ese clásico felizmente reeditado que es Lo cubano en la poesía). El carácter testimonial reaparece, asimismo, en “una poética afirmativa que es fecunda en la eticidad y el sentido trascendente de las realidades más inmediatas”. O el Cintio que, en la década del 60, suma a su mirada un compromiso político y social que se sumerge en el torbellino epocal con los ecos de la poética del nicaragüense Ernesto Cardenal y también el filo luminoso de la obra martiana.
La poesía de Cintio refuerza su condición abierta, ávida, por sobre complacencias formales y conformidad intelectiva. ¿Qué Cintio encuentra ecos en las noveles voces de Andrés Cabrera, Camilo Noa, Elizabeth Soto, Erian Peña, Idania Salazar, José Alberto Pérez, Lilian Sarmiento, Liset Prego, Norge Luis Labrada y Robert Ráez? ¿Qué hallazgos realizan estos jóvenes que, en un estudio de la emisora Radio Holguín, graban los versos de un autor cuyo centenario celebramos, precisamente, con este audiolibro? Ante nosotros se nos presenta un Cintio personal y al mismo tiempo poliédrico, y por tanto, abierto a múltiples miradas. Su poesía enarbola la lucidez y en ella nos es dado rastrear —acota Arcos— temas recurrentes como la pobreza, lo cubana, la extrañeza de lo real, la luz del imposible, la poética de la memoria y el olvido, el desnacer y el renacer constantes, la Poesía, la sustantividad de lo desconocido, el misterio de la encarnación —expresado a través del brillo hiriente y alucinado de lo real—, la intemperie, la aridez y la lejanía, y también la alegría, las relaciones de la poesía y la historia, el mundo de los valores morales y cristianos: la verdad, la justicia, el amor, la amistad… Todo ello da cuerpo a una sobrecogedora lección de autenticidad creadora, fiel y consecuente con sus preguntas iniciales, desde que abrió la conciencia a los límites de la palabra. En este audiolibro de la colección Quemapalabras cada voz hace suya un texto en diálogo con las sonoridades del Dj productor Artemio Viguera (DjArte). Diez poemas y diez jóvenes poetas dan forma a esa cantidad misteriosa que nos subraya la apreciable vitalidad poética de Cintio Vitier.
Ciego que lee
Ciego de Ávila es la próxima parada del periplo, luego de participar junto a Ediciones La Luz en la Feria del Libro de Matanzas. Algunos de la editorial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) bajarán en Camagüey, otros seguirán hasta Holguín.
Breve odisea el descenso con maletas y cajas de libros, aunque la inefable avileña Lourdes ha seguido el trayecto de nuestro tren desde Matanzas y nos aguarda. Realismo mágico: el bicitaxista que nos transporta rumbo al amanecer es un banense aplatanado. La representante del Instituto Cubano del Libro a la feria, Mildred Patterson es también holguinera, lo cual nos hace casi ronronear.
En corto tiempo han tenido que organizar los avileños su feria, donde se esperan ansiosamente las novedades de La Luz, con sus poemarios laureados en la reciente FILH: El árbol del mundo. Selección de autores holguineros, y Consejos para no acatar, escrito por Miguel Barnet especialmente para el sello de la AHS aquí; los nuevos títulos de la colección Abrirse las constelaciones y otras propuestas, como la bellísima edición de Cuentos nuevos que parecen antiguos, de Luis Caissés con hermosas ilustraciones de Alberto Díaz de León. La escritora Dania Sorí, natural de Jicotea, me permitirá que lo presente en su peña Mi sol, del pabellón infantil.
De vuelta a mis orígenes, participo en panel sobre ciencia ficción y fantasía cubanas, junto al avileño Yasmany Rodríguez Alfaro, la holguinera Mariela Varona y el habanero Erick Motta, voz principal de esos géneros en la Isla y bromista consumado. Su taller sobre fantaciencia se colma con los jóvenes «cronopios», admiradores que le siguen a todas partes en «modo grupie», fascinados. Motta, de sombrero de ala ancha y bastón tallado, se deja querer.
Subdirector del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, trae el libro de cuentos La casa de la discreta despedida, de la Varona, publicado hace una década por la editorial Cajachina, de esa institución fundada por el legendario Eduardo Heras León.
La feria se dedica a una mujer fascinante e irreverente, la escritora y editora Carmen Hernández Peña, suerte de hechicera celta, que ha declinado recibir el Premio provincial por la obra de la vida, porque le parece muy «definitivo», como un cierre a su creación literaria. En su caserón asaltado a deshora, cuyo patio huele a madreselvas, bebemos café de medianoche merodeados por gatos inquietantes.
También Ciego tiene sus arcanos, sus misterios insondables, tras su apariencia de ciudad llana y apacible, cuyo ecléctico bulevar invita a andar en medio del trasiego de transeúntes y el vértigo de los patinadores adolescentes.
La feria incluye, además de paneles, presentaciones literarias y homenajes, sesiones sobre escritura de haikus y décimas y la premiación de varios concursos en el espléndido café literario Estaciones, de la librería «Juan Antonio Márquez», una coherente simbiosis entre comercio de libros y servicio gastronómico.
La noche de apagón frente a la librería nos depara sorpresas, más allá de la típica canchánchara. Una competencia de danzantes callejeros se sucede en el portal, vertiginosa, dinámica, esquizofrénica, exquisita. La gente les hace coro y, para sorpresa nuestra, también los transeúntes devienen bailarines en una coreografía inesperada.
Son jóvenes que se juntan en la librería para bailar, algunos provienen del mundo de la danza, otros la llevan en la sangre y es bastante. El espíritu de la noche contagia y nos vamos al hospedaje, gozosamente sorprendidos de que, en medio del áspero contexto, la juventud baile sabrosamente amnésica, optimista, transpirando alegría.
Los holguineros hemos llevado los audiolibros y libros electrónicos de Ediciones La Luz, que no se presentarán pues fallará la corriente en el área digital, mas se agradece el esfuerzo de los organizadores, encabezados por dos guerreras: Natacha Cabrera, la poetisa y profesora de música que dirige Ediciones Ávila, y Yanelis Santos, al frente del Centro Provincial del Libro.
Habrá momentos emotivos como el encuentro con el narrador Félix Sánchez en perenne batalla con la memoria, o la presentación del best seller de Ediciones Ávila, Guardianes de Cassinga, cuyos autores, Yeniska Martínez y Dagoberto Massip, recopilaron durante tres lustros la información necesaria acerca de esa epopeya, donde perecieron ocho internacionalistas avileños.
El libro, cuya cubierta huele a tinta del poligráfico de Villa Clara, se terminó de encuadernar y cortar a mano esa madrugada, en una interminable jornada de esfuerzo altruista, encabezada por un hombre orquesta, Daniel Cruzata.
El presentador Rafael de Águila luce su emotiva oratoria épica, los ancianos sobrevivientes no disimulan las lágrimas, agradece el embajador de Namibia: a la sazón, un niño sobreviviente de la matanza sudafricana.
Momento jocoso sobreviene previo al lanzamiento de la novela de Mariela Varona, Las puertas de la perversión, cuyo espacio, la plaza Ciego del Ánima, se colma de niños ante el azoro de la narradora holguinera, que corre a prevenir a las maestras acerca de su obra plena de inquietante erotismo. Pronto se aclara que allí se iba a presentar una danza escolar, momento aplazado por el apagón, y que los niños solamente desean ver cómo sus compañeritas bailan un estilizado mambo.
La fraterna emulación entre el evento provincial y la anunciada Feria de Morón pondrá una nota de color, cuando Miguel Ángel Lanz, bailarín y librero, fantasee sobre futuras ediciones de la cita del libro.
Partimos con el amanecer de un día raro para la Isla, pero algo se nos queda en Ciego de Ávila, reteniéndonos, como el afecto de nuestro anfitrión, el descendiente de sefardíes Manolo Castro, y su familia, y la amabilidad de tanta gente buena y sencilla, de donde emana la mística fascinante de esta tierra.
Premios para editoriales de la AHS en la Feria del Libro
En la reciente XXXII Feria Internacional del Libro de La Habana, realizada del 14 al 24 de febrero, los sellos editoriales de la AHS protagonizaron importantes jornadas del programa, donde presentaron las novedades de sus catálogos, principalmente en el Pabellón Cuba, la fortaleza San Carlos de la Cabaña y la Casa de la Poesía, en la Habana Vieja, esta última sede del XII Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y del VII Encuentro Internacional de Promotores de la Poesía.
Títulos de poesía, narrativa, ensayo y teatro, sobre todo, fueron presentados por sus autores e invitados, como muestra del trabajo de Ediciones La Luz (Holguín), Sed de Belleza (Villa Clara), Ancoras (Isla de la Juventud), Reina del Mar (Cienfuegos) y Aldabón (Matanzas). A ello se suma, en el caso de La Luz, el lanzamiento de la campaña de promoción literaria “La claridad avanzada”, dos capítulos de la serie documental homónima y la convocatoria del 25 Premio Celestino de Cuento.
Precisamente La Luz recibió, en la Sala Nicolás Guillén de La Cabaña, el Gran Premio del Lector con el poemario Consejos para no acatar, del también narrador, ensayista y etnólogo Miguel Barnet, Premio Nacional de Literatura y Maestro de Juventudes de la AHS. “Siempre he tenido en mi mente y en mi corazón la palpitación, la vibración de la poesía. Al saber de este premio me doy cuenta de que la gente la ama. ¡Qué peligro vivir sin poesía, qué riesgo! Este es un triunfo de la poesía”, afirmó Barnet poco antes de recibir el Premio. Consejos para no acatar cuenta con la edición de Luis Yuseff, diseño de Frank Alejandro Cuesta e imagen de cubierta de Ernesto Rancaño.
Esta es, además, la primera vez que un poemario obtiene el Gran Premio del Lector, reconocimiento que se otorga a aquellos títulos con mayor índice de ventas o de más rápida circulación, tras consultar las estadísticas comerciales y las preferencias de los lectores en el año, obtenidas a través de la red de librerías y el Observatorio Cubano del Libro. El Premio del Lector implica, también, la reimpresión de los libros en el plan editorial del año 2025, como expresan sus bases.
Además, La Luz mereció el reconocimiento La Puerta de Papel con la antología El árbol del mundo. Selección de poetas de Holguín, compilada por el joven poeta Norge Luis Labrada y con prólogo del intelectual holguinero Manuel García Verdecia. Este es un libro que destaca por su calidad artística, edición y diseño, al reunir la obra de 23 jóvenes con una calidad indiscutible y además por su coherencia generacional que resulta un aporte a la crítica literaria en la actualidad, resaltó el jurado presidido por Elizabeth Díaz e integrado por Darling Reyes y Jesús David Curbelo. El árbol del mundo. Selección de poetas de Holguín cuenta con edición de los poetas Luis Yuseff y Elisabeth Soto, y diseño de cubierta e interiores del escritor y artista gráfico Robert Ráez.
Aldabón, de Matanzas, también sello de la AHS, recibió otro de los premios La Puerta de Papel, con la antología personal de poesía para niños y jóvenes de José Manuel Espino, Rosa de los vientos.
El premio La Puerta de Papel es entregado cada año a casas del Sistema de Ediciones Territoriales (SET). El Gran Premio, este año, lo recibió Horario abierto, de Marta Valdés, por Ediciones Matanzas.
Premios para Ediciones La Luz en Feria del Libro de La Habana
Dos galardones recibió Ediciones La Luz, editorial de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín, durante la jornada de viernes en la XXXII Feria Internacional del Libro de La Habana.
Uno de ellos es el premio La puerta de papel, máximo reconocimiento que otorga el Instituto Cubano del Libro (ICL) al trabajo de diseño, ilustración y acabado del libro, así como al autor, concedido a la antología «El árbol del mundo. Selección de poetas holguineros».
El poemario, compilado por el escritor Norge Luis Labrada, reúne la obra de 23 jóvenes autores, en su mayoría pertenecientes a la AHS y varios miembros también de la Uneac, quienes nacieron entre 1985 y 1997.
«El árbol del mundo» cuenta con edición de los poetas Luis Yuseff y Elizabeth Soto, y diseño de cubierta e interiores del escritor y artista gráfico Robert Ráez.
Por su parte, el poemario «Consejos para no acatar», del destacado intelectual Miguel Barnet, logró categoría de Gran Premio entre los Premios del Lector, que entrega el ICL a los títulos más vendidos durante el año anterior a nivel nacional, aunque se tienen en cuenta su calidad y trascendencia.
El libro del Premio Nacional de Literatura cuenta con edición de Luis Yuseff, diseño de Frank Alejandro Cuesta e imagen de cubierta de Ernesto Rancaño.
Ediciones La Luz ha tenido una destacada participación en varios espacios de la FILH 2024.
La Luz y su “claridad avanzada” en la Feria del Libro
La Feria Internacional del Libro de La Habana, del 15 al 25 de febrero, cuenta con la presencia de Ediciones La Luz, sello de la AHS en Holguín, con la presentación de varias de las novedades de un amplio catálogo que la distingue entre las casas editoras cubanas más importantes y en el que confluyen los reconocidos autores con jóvenes voces.
La obra de escritores miembros de la sección de Literatura de la AHS en la provincia caracteriza parte de la propuesta de La Luz para esta Feria, dedicada a la República Federativa de Brasil. En ella destaca El árbol del mundo. Selección de poetas en Holguín, antología compilada por Norge Luis Labrada que pone en circulación los hallazgos líricos de veintitrés autores, en edades comprendidas entre los veinticinco y los treinta y siete años. Esto “le confiere ese tono de frescura y aptitud irruptora. Todos ya tienen alguna obra publicada y muchos han recibido premios diversos, lo que nos advierte de que no se trata de balbuceos iniciales, sino labor de crecimiento”, asegura en el prólogo el reconocido intelectual holguinero Manuel García Verdecia. Entre los autores reunidos encontramos a Karina Mora, Elizabeth Soto, Liset Prego, Camilo Noa, Ana G. Ramos, Rebeca Torres, Alejandro Batista, Frank Alejandro Cuesta, Erian Peña, Reynaldo Zaldívar, Andrés Cabrera, Katherine Perzant, Susel Legón e Idania Salazar. Sus voces le confieren a esta selección “una coherencia escritural y una unidad sustancial que la convierte en crónica emotivo-reflexiva de este tiempo”, subraya García Verdecia.
Precisamente a varios de estos jóvenes escritores antologados en El árbol del mundo pertenecen los libros que La Luz presentará en sitios como el Pabellón Cuba, sede nacional de la AHS, el Complejo Morro-Cabaña, la Casa de la Poesía y la Casa Vitier García Marruz, como: Análisis de la forma, de Ana G. Ramos, “espléndido y terrible” cuaderno donde “lo grotesco, incluso lo de mal gusto, posee una solapada dosis de belleza que a muy pocos poetas les importa exponer”; Hojarasca de las formas, de Erian Peña, poemario con una “escritura impecable, intertextual, casi narrativa”, en el que la “efectividad de las herramientas de su autor radica en el empleo de la metapoesía, y por lo tanto en la creación del poeta a modo de protagonista de su obra”; Rituales de culpa, de José Luis Laguarda, quien “es capaz de crear un sistema para que la poesía simplemente suceda” en un cuaderno donde “hay una manifiesta exactitud en sus versos, un aparente orden en el caos donde el contrasentido avanza hacia lo razonable, y lo cósmico interactúa con lo doméstico”; y la novela Al son de la calavera, de Andrés Cabrera, en el que la ciudad de Holguín y sus habitantes “viven en un futuro distópico que provoca risa y reflexión” y “el humor negro y el absurdo se confabulan para narrar acontecimientos que distorsionan nuestra realidad y nos hacen mirarla con el ojo crítico necesario”.
Además de impresos como parte de la colección “Abrirse las constelaciones”, los cuadernos se presentarán en formato digital (e-book) y una selección de sus textos integra un audiolibro, en la colección Quemapalabras, para llevar a un número mayor de lectores y formatos la obra de los autores incluidos en el plan de este reconocido sello cubano.
Teoría de las flores salvajes, obra de teatro de la holguinera Katherine Perzant incluida en la colección Abrirse las constelaciones, es una de las novedades de La Luz que se presentará en la Feria del Libro habanera. El mismo es “una operación poética sobre la memoria: eventos tipográfiados en su agendita para no olvidar, notas de voces en el teléfono para fechas señaladas. En él encontrará dos obras: Cabo de Hornos y Cempasúchil, que ensayan desde el sustrato memorioso de la luz o la sinastría de las almas gemelas”. Además: Girasoles en el fin del mundo, de Elaine Vilar Madruga, que obtuvo el Premio Celestino de Cuento y posee un “logrado lenguaje, profundidad y a la vez elegante hechura, y un regalo para sus necesarios lectores, con personajes que resonarán en la memoria posterior a su lectura con el cimbrar de lo humano”; y Traducción apócrifa, de Mailín Valdés, en la colección Analekta, poemario que mereció el Premio “El árbol que silva y canta”, certamen organizado por la AHS del municipio Báguanos.
Otro título es Camino de herejías. Acercamiento a la historia de la Asociación Hermanos Saíz, de Yasel Toledo, presidente nacional de la AHS, que resulta “una excelente compilación donde se encuentra la evolución crítica de la AHS a través de entrevistas a sus presidentes y un enfoque de los congresos y encuentros con artistas. Cuenta con planteamientos estéticos relacionados con el arte en el país; y se trata, igualmente, de una recopilación de las vicisitudes que ha tenido la misma en más de 30 años”.
Varios libros incluidos en la colección Quemapalabras están incluidos en el programa de presentaciones: Un cuento diferente cada noche. Voces de Celestino, propuesta compilada por Luis Yuseff a propósito de 24 Premio Celestino de Cuento y a los ochenta años del natalicio de Reinaldo Arenas, autor de la novela Celestino antes del alba, en la que “varios escritores premiados en este certamen aparecen reunidos en este audiolibro que, si no se aproxima todavía a una antología, es por mucho, una muestra exquisita de la joven literatura cubana que contiene los presupuestos más altos de la narración”; Quiero escribir con el silencio vivo, poemas de la Premio Nacional de Literatura Fina García Marruz, también impreso en la colección Analekta; y Una cantidad misteriosa, versos del también novelista y ensayista Cintio Vitier, Premio Nacional de Literatura, un audiolibro que contiene diez textos en la voz de igual número jóvenes poetas. En esta propuesta se mezclan las sonoridades electrónicas del Dj productor Artemio Viguera (DjArte), que experimenta con sonoridades insertando las voces de los jóvenes poetas holguineros de la selección que declaman versos de Cintio Vitier.
En la misma colección encontramos: Carne roja, poemario de Reynaldo Zaldívar; En busca de la piedra verde, cuaderno para niños de la estadounidense Alice Walker; Él y yo sumamos dos, de la pinareña Nersys Felipe, reconocida con el Premio Nacional de Literatura; La casa de los gatos perdidos, de la holguinera Liset Prego; El final de los finales felices, del narrador Rubén Rodríguez; y Cuentos nuevos que parecen antiguos, del importante autor para niños y jóvenes Luis Caissés, presente también en formato impreso.
Como parte de las iniciativas que realiza la editorial se presentará, asimismo, la campaña de promoción de la lectura “La claridad avanzada”; dos capítulos de la serie documental homónima de Luis Yuseff y Gerardo Perdomo sobre la historia del sello editorial, y la convocatoria del 25 Premio Celestino de Cuento que se celebrará del 10 al 15 de junio y dedicará sus espacios a los 25 años del cuento “Flora y el ángel”, de Rubén Rodríguez, ganador de su primera edición en 1999, al argentino Julio Cortázar en los 40 años de su muerte y al cubano Onelio Jorge Cardoso, en el 110 aniversario de su natalicio.