Juventud Rebelde
Feminista, comunicadora y sin frenos
Si a algo no puede renunciar la espirituana Lisandra Gómez Guerra, Doctora en Ciencias de la Comunicación, es a la madrugada sustanciosa en ideas y a la palabra lista para ser expresada sin tapujos ni dobleces. Son dos hábitos que forman parte de su personalidad, como su modo desinhibido de vestir y de hablar. Por eso, si alguien le pide una opinión, no puede esperar menos que la verdad pura y dura (si lo es); y si le solicitan ayuda con la revisión de un artículo, un proyecto de tesis o, incluso, que responda un cuestionario, ella —que nadie se explica cómo logra cumplir con tantas responsabilidades— dirá que sí, que claro, pero que tienes que esperar hasta mañana.
«A las 6:00 a.m. lo tendrás en tu buzón» —escribirá la noche anterior antes de irse a dormir, poco más de seis horas, para que le alcance el tiempo. Un tiempo que parece estar cronometrado, pues está dedicado a cumplir con sus múltiples obligaciones como corresponsal de Juventud Rebelde, periodista de la página cultural del semanario Escambray, profesora de la carrera de Comunicación Social en la universidad de la central provincia; reportera y directora del noticiero Al día, de Radio Sancti Spíritus; y también investigadora y vicepresidenta de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en ese territorio.
Ella dice que sí, que llevarlo todo a la vez «es muy complicado. Intento acomodar las tareas por prioridades en el tiempo. Me levanto todos los días a las 5:00 a.m. y eso me permite adelantar, sobre todo, en los procesos de escritura. Aunque si pudiera ponerle más horas al día, lo hiciera con sumo placer».
De cada uno de sus empeños diarios enumera lo que le enamora o le reta, y aunque ha recibido numerosos reconocimientos en cada área en la que labora, Lisandra asegura que no está satisfecha: «y creo que jamás lo estaré. Soy extremadamente autocrítica, tanto que a veces voy al extremo de la inconformidad».
Quizás de ahí haya nacido una obra periodística tan prolífica que ni ella misma sería capaz —si se lo propusiera— de recordar cada uno de los textos publicados tanto en radio, periódicos, revistas, sitios web o televisión, en los 12 años de experiencia laboral acumulados, luego de graduarse de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central «Marta Abreu», de Las Villas. No obstante, confiesa que es el mundo de las ondas sonoras el que la tiene totalmente atrapada.
«Desde el segundo año de la carrera, la prensa radial me enamoró. Contar mediante los sonidos y las palabras es tan intenso que cuando intento hacer una obra compleja me deja sin aliento. Además, la adrenalina de la inmediatez es una de las mejores sensaciones experimentadas como profesional —dice, totalmente segura de su elección—. Radio Sancti Spíritus me ha posibilitado hacer casi todo lo que me he propuesto.
»La dirección de programas es otro placer y mucho más el noticiero Al Día, porque me permite crear un gran producto con la obra de otras muchas personas. Por eso siempre digo, ante cualquier reconocimiento, que no es solo mío, sino de todo un colectivo. Además, he logrado crear una empatía y complicidad con el equipo más pequeño (grabador, redactora, realizador de sonidos y locutores), porque hablamos un mismo idioma. Basta una sola mirada para saber lo que queremos. Y eso, cuando se dirige, es fundamental».
Entre los primeros retos que la profesión le puso delante estuvo el periodismo cultural, una tarea inesperada que se convertiría en pasión, al punto de que hoy lo toma como trabajo, pero también como placer.
«Cuando me gradué, en Radio Sancti Spíritus no había quién asumiera los temas cul-turales; así que fue una imposición, más que una elección. Pero estuve súper agradecida porque desde adolescente intentaba estar presente en cuanto suceso cultural ocurría en la ciudad. Desde ese instante, aprendo de la mano de artistas e intelectuales. Creo fiel-mente en la idea de que lo primero que hay que salvar es la cultura, porque es el sostén del resto de los procesos. Por eso, interpretarla y analizarla me desvela». En esa suerte de vigilia alerta, su posición como vicepresidenta de la AHS le sirve de puntal, porque le ha permitido «estar del otro lado del escenario cultural, mucho más cerca de los creadores —explica—. Eso ha contribuido a que comprenda mejor los procesos culturales espirituanos, lo que incide directamente en cómo hacer un periodismo más cercano a las luces y sombras de la vida sociocultural de la provincia y de Cuba».
Cinco años después de salir de las aulas universitarias, otra sorpresa le esperaba a la apasionada periodista de temas culturales: la comunicación desde la perspectiva de género.
«En 2013, mi jefe me envió a un taller sobre género, pensando que era sobre géneros periodísticos. Le agradeceré eternamente aquella equivocación. Bastó el primer encuentro con el tema para impulsarme a buscar información, en el afán de aprender más de lo que desconocía. Eso me ha servido para crecer como ser humano, al dejar a un lado prejuicios, estereotipos e intentar entender a quienes me rodean desde la multiplicidad.
»Al llegar la posibilidad del doctorado, muchas personas me dijeron que para la aprobación del tema debía ser algo poco estudiado y que me motivara, pues exigiría de mí horas de entrega. Pensé enseguida que solo existía una tesis doctoral sobre Género y Comunicación, referente para cualquier investigación: la de Isabel Moya. Se unieron así dos cosas: pasión y objetividad, ingredientes que me acompañan siempre».
-¿Cuánto se transformó tu vida profesional y personal luego de obtener el grado científico de Doctora en Ciencias de la Comunicación?
-He sentido que las personas intentan probarme, a veces con intención y otras no, como si tener el grado de Doctora me hiciera experta en todo o incapaz de equivocarme. Para mí es solo el inicio de un gran proceso en mi vida: superarme como profesional y persona. Cuando la Doctora en Ciencias Literarias Yanetsy Pino Reina aceptó ser mi tutora, me dijo que lo asumía si le aseguraba que ayudaría a otros, luego de obtener mi grado. Y con mucho placer lo hago. Alumnos, amigos, desconocidos… siempre intento guiar desde mis saberes, eternamente abiertos a nuevos horizontes.
Hago periodismo de a pie, ese que intenta auscultar la vida de una provincia. Claro que, más allá del título que guardo con cariño y orgullo, hoy soy una mejor persona y profesional por la experiencia adquirida en la investigación del Género y la Comunicación en Cuba.
-¿Carece el periodismo cubano de un enfoque ajustado a las corrientes, paradigmas y estudios de género en Latinoamérica y el mundo?
-Sí, predomina la ausencia de la perspectiva de género en nuestro periodismo. Se debe, en buena medida, a que en nuestras redacciones están hombres y mujeres herederos de una milenaria ideología y cultura patriarcales. Que no reproduzcan en sus materiales periodísticos sus roles y estereotipos es muy difícil. Transformar esas representaciones sociales implica sensibilizar y recibir educación desde la perspectiva de género, y eso debe comprenderse y hacerse cumplir como política nacional. Hay muchas intenciones, hemos ganado conocimientos en cursos y talleres, pero aún son mayoría quienes reproducen las diferencias entre hombres y mujeres, ancladas en el patriarcado, y se niegan a comprender la multiplicidad de las feminidades y masculinidades.
-¿Te ha traído sinsabores esa postura inclusiva, democratizadoramente feminista, con la que defiendes tus ideas?
-Muchos. Recuerdo que varios colegas espirituanos me cuestionaron el por qué dedicarme a realizar un doctorado sobre el tema y otros (no pocos) aún me dicen que son «exquisiteces» mías, cuando les explico cómo logramos mejores productos comunicativos si asumimos la perspectiva de género. De forma general, no se concibe como importante y vital para el ejercicio de un periodismo más comprometido con su contexto.
-Y a ti, como mujer, ¿cuánto te ha aportado y transformado ese conocimiento?
-Soy una mujer mucho más fuerte, confiada, resiliente, segura y capaz de comprender conductas, pensamientos, actitudes desde la multiplicidad misma de los seres humanos.
-¿A quiénes tienes como paradigmas de mujeres periodistas?
-Es difícil, porque son varias. Todas las que de forma ética y valiente defienden en sus creaciones sus puntos de vista con la responsabilidad social que exige esta profesión, no siempre bien comprendida.
-Defiendes con vehemencia tus criterios y gustas de imponerte desafíos constantemente… ¿Te consideras una periodista libre de tabúes?
-Intento. A veces choco con alguno y me obligo a sacarlo del camino, pero es difícil. Por eso cuando estudias sobre género, lo primero que aprendes es que estás en un constante aprendizaje.
-¿Qué te retiene en tu terruño, aun cuando te han invitado a cruzar fronteras interprovinciales?
-Nunca he pensado en irme de Sancti Spíritus. Aquí crezco como profesional. Los medios solo tienen la condición de municipal, provincial y nacional para el sistema de pago. Desde que conquistaron Internet, ya el mundo rompió esas fronteras. Aquí he escrito sobre lo que he querido; mientras que, por ejemplo, en Juventud Rebelde más de un tema me ha sido censurado porque nacionalmente no es considerado acertado. Aquí también está mi familia y tengo mi comodidad. Quizás en eso último deba trabajar para que no se convierta en un freno en mi vida.
Dice «freno» y la palabra suena fuerte, como si no estuviese hecha para ella, una mujer de 35 años a la que ni los más duros rigores de la profesión le han podido imponer límites.
Esa seguridad que se proyecta hasta en su forma de mirar está asentada en la búsqueda constante de un modo de hacer que es unas veces impetuoso y otras, más reflexivo, pero nunca un freno.
*Tomado del libro El compromiso de los inconformes. Entrevistas a jóvenes periodistas cubanos (Ocean Sur, 2021)
El periodismo cultural y el reto de lo digital
Muchos son los retos del periodismo cultural en Cuba. A los tradicionales se suman otros relacionados con plataformas digitales, redes sociales y un complejo entramado comunicativo y social, que demanda un ejercicio de la opinión y la crítica sobre temas artísticos y culturales en general cada vez más profundo.
Lo primero será siempre el conocimiento, la superación y la capacidad de análisis de las obras y los sucesos creativos. Resulta muy difícil que un profesional de la prensa tenga todas las herramientas para el reflejo profundo y el análisis del teatro, la danza, la literatura, el cine, el patrimonio, las artes visuales, etc.; por eso es tan pertinente el trabajo conjunto y la inclusión de personas que ya ejercen la crítica en otros espacios —o tienen la formación para hacerlo— como dramaturgos, musicólogos o autores con prestigio —aunque ello implique que deban aprender las dinámicas de los medios de comunicación y el periodismo—.
Su realización con calidad tiene vital importancia para los creadores y la formación de los públicos. No se trata de decir “voy a ser crítico” o “haré un buen periodismo cultural”, no depende solo del propósito ni de apretar botones mágicos. Es primordial tener en verdad el conocimiento y las competencias profesionales para hacerlo, porque con intentos desacertados podríamos tener efectos negativos, como confusión e imaginarios erróneos.
En el presente contexto resulta esencial impulsar el periodismo cultural en plataformas digitales, con el aprovechamiento máximo de la gramática hipermedial, por los debates que suelen ocurrir en esos espacios desde posiciones diversas. Ahí resulta cardinal también el ejercicio profundo y argumentativo de la crítica.
Tenemos mucho por hacer en ese sentido. En Cuba el reto de aprovechar al máximo el mundo web es doble por las dinámicas desfavorables que persisten en lo tradicional, con profesionales, creadores y audiencias poco acostumbrados al ejercicio del criterio “incómodo”. La crítica siempre va a molestar. Resulta casi imposible que algún autor aplauda de felicidad al escuchar o leer críticas a una de sus obras. Y a eso se le suma la necesidad de dominar otras herramientas y códigos de lo digital. El trabajo en equipo parece ser la manera más efectiva de dar pasos más rápidos en ese sentido, aprovechando las potencialidades de cada uno.
Alegra ver algunos ejemplos positivos de iniciativas como podcasts y perfiles hipermediales en medios como el periódico Juventud Rebelde y la revista El Caimán Barbudo, pero falta muchísimo. Aquí todavía no hay experiencias como youtubers o grandes influencers sobre esos temas en las redes.
Nosotros consideramos que cualquier acercamiento desde lo comunicacional al arte o a los sucesos artísticos no debe ser considerado periodismo cultural, porque eso implica también un conocimiento, una ética, un análisis.
Ya en el artículo “Hacer un mejor periodismo cultural no depende únicamente de las formas”, publicado en junio de 2020, comentamos la necesidad de cambiar rutinas productivas y encontrar maneras más atractivas en la presentación de los contenidos, aunque hay otras esencias principales.
Durante la edición más reciente del Taller y concurso Rubén Martínez Villena, convocado por la Asociación Hermanos Saíz, profesionales de varias generaciones debatimos muchísimo sobre este tema y otros retos del panorama comunicativo en Cuba. No basta con intentos aislados, debemos articularnos con estrategias que favorezcan también la superación y la multiplicidad de visiones. La AHS y la Uneac son fundamentales en ese empeño.
El periodismo cultural adquiere cada vez más importancia, como lupa que analiza, desentraña, orienta y guía. Rebasa el arte, la literatura… Es transversal a fenómenos de la sociedad toda, por eso debemos cultivarlo y enarbolarlo siempre de la mejor manera posible.
*Publicado orginalmente en La Jiribilla
Tablas-Alarcos, el mismo espíritu de 20 años atrás
Tablas–Alarcos, esa Casa Editorial que ha acompañada desde las letras el acontecer del teatro nacional, este 2020 celebra dos décadas de unión y vida, con la acertada imagen de un elefante como metáfora de resistencia, esa que como dijera el editorial de Juventud Rebelde, no solo había estado a prueba muchas veces, sino que había sido el soporte de cada una de nuestras acciones.[1]
Ningún obstáculo impidió que se compilara el teatro cubano y se ganaran los derechos de autor de los internacionales. Tampoco que se realizaron coloquios, concursos disímiles y otros intercambios con críticos, dramaturgos, actrices y actores.
La revista Tablas, por su parte, se consolida cada vez más como esa publicación por excelencia de las artes escénicas, y que a su vez la dimensiona dentro del imaginario social y cultural cubano.
Entonces, poco de asombro tiene el hecho de que, por celebrar su cumpleaños, el equipo de comunicadores haya salido de casa una vez más para compartir los triunfos y los sueños, conquistados o por rediseñar, junto a los hacedores del arte dramático del centro de la Isla.
“Lograr que el teatro se mantenga actualizado ha sido una impronta de la Casa Editorial”, dijo para el Portal del Arte Joven Cubano la editora Taimí Dieguez Mallo, durante la visita a Santa Clara del equipo de comunicadores.
“Fue un programa apretadito y nutrido porque hemos visitado varios grupos. Estamos muy contentos con el intercambio que hemos logrado con los diferentes grupos; como Teatro Laboratorio, Estudio Teatral, Ojalá, Alánimo y Teatro sobre el Camino.”
Dieguez Mallo explicó también que “es muy importante mantener el vínculo con los grupos teatrales y acompañarlos en sus procesos creativos, uno de los objetivos de la Casa Editorial Tablas-Alarcos.”
¿Cómo puede, el mundo del libro en Cuba, seguir el camino abierto por Tablas-Alarcos, que ha dado tanta visibilidad a lo que sucede sobre las tablas tanto en provincia, como en la capital y el resto del mundo?
En realidad, los procesos editoriales en Cuba pueden ser lentos o complejos, por las cuestiones materiales a que nos enfrentamos constantemente, entre estas la escases del papel y demás. Por eso estamos muy enfocados en la producción digital. Queremos enrumbarnos hacia lo virtual, por supuesto, sin abandonar el libro, porque es importantísimo, y eso lo tenemos muy claro y presente en nuestro trabajo.
¿Cuál es el desafío, a la vuelta de 20 años, y la publicación de unos 200 títulos de cotizados autores?
El desafío es el hecho de constantemente estar publicando, no solo el teatro cubano, sino también a los autores extranjeros, ¡los clásicos del teatro a modo general! La Editora se mantiene en vínculo con el quehacer teatral internacional.”
Según el artículo de JR: Tablas-Alarcos celebra sus veinte aniversarios, Alarcos cuenta ya con más de 60 libros de dramaturgia cubana contemporánea en su colección Aire Frío, casi 30 teóricos y de investigación escénica nacional acopiados en La selca oscura, cerca de 40 imprescindibles de las artes escénicas de todos los tiempos en Biblioteca de Clásicos, casi 20 de dramaturgia y teoría contemporánea internacional Escenarios del Mundo, y diez manuales o testimonios de directores y actores que, dentro de la colección Cuadernos Tablas, redondean algunas de las vertientes editoriales que se propone la casa.
Se suman a este arsenal otras publicaciones como Antologías, Completos, Ediciones Especiales, además de la revista Oralia, dedicada a la narración oral; y varios materiales digitales de la colección Multimedia.
Y es que durante estas dos décadas, no solo ha sido posible el sello Tablas-Alarcos por esa suerte de resistencia, sino también por la fuerza de la magia que emerge sobre un escenario y que este equipo, liderado por el crítico Omar Valiño, ha ido a libar, de un modo u otro, hasta un improvisado retablo de la periferia en las sedes de provincia, o en los diferentes escenarios de La Habana.
Nota:
[1] Tomado de http://www.juventudrebelde.cu/suplementos/el-tintero/2020-08-08/la-medida-y-el-ritmo. EN LINEA 08-08-2020.
José Luis Estrada: «Un tipo eminentemente feliz»
Me hubiera encantado entrevistarlo en persona, tomarnos un café, verlo reír con la sonrisa amplia que le imagino. Tutearlo desde el minuto uno, porque hay una calidez en su trato, que ni el chat a kilómetros puede enfriar. Me hubiera gustado abrazarlo al terminar la conversación. Pero las confesiones de José Luis Estrada Betancourt, el tunero, el periodista, el autor, el multipremiado entrevistador de las estrellas, me llegaron vía email. Me he divertido, emocionado, llenado de orgullo por alguien a quien quiero llamar amigo, mientras leía su historia de vida, el testimonio del azar y la vocación, del talento y la entrega, de la buena energía y la calidad humana, que ahora les entrego.
¿Qué remembranzas guardas de Las Tunas?
Guardo en un lugar muy custodiado de mi memoria las reuniones familiares de los domingos, presididas por mi abuela, la Niña, y su hermana Gloria, quienes se hacían rodear de sus hijos, nueras, nietos, parientes lejanos y cercanos… Nunca más he visto juntos tantas botellas de cervezas metidas en tanques colmados de bloques de hielo que parecían un trozo de la Antártida y tantos carneros colgando de una mata de ciruela, puercos chillando ante el presentimiento de la última hora, gallinas azoradas presagiando el peligro.
Adoraba bañarme en el aguacero, perderme en el “bosque” que se extendía detrás de las casas de la cuadra; jugar ajedrez, convertirme en los personajes principales de las aventuras de turno, ir al cine, pasarme horas montado en lo que fuera con tal de zambullirme en la playa La llanita (Puerto Padre); seguir el rodeo en la Feria, practicar esgrima; estar entre los privilegiados que en el cine-teatro Tunas fueron testigos de los conciertos de Estela Raval y los Cinco Latinos, del grupo vietnamita Flor de Loto, de la mexicana María de Lourdes, antes de que le robaran su sombrero de mariachi y los botines…; aprenderme tres acordes de la guitarra con Bertica Maestre con los que cantaba un millón de rancheras y clásicos de la trova tradicional…
Ahora mismo le haría un monumento a la Casa de Cultura Tomasa Varona donde me perfeccioné como bailador popular. Pueden tirarme lo que sea: lo mismo un danzón o un mambo, que un chachachá o una cumbia. ¡Y si es un casino, apártate! Le haría otro a la comparsa Zabala y a la conga Mau Mau, al Dancing Lights (discoteca), a la Fonoteca en los altos de la Fuente de las Antillas, de la Longa, donde bebía menta y, lejos del tapaboca de Juana (“cuando usted trabaje…”), fumaba con total libertad. También a El Cornito, la querida guarida de El Cucalambé, de los bambúes y de los tuneros que se dejaron arrebatar la tradición de hacer sus picnics los fines de semanas, en el lugar más espléndido de la árida naturaleza tunera.
No obstante, la maravilla mayor para mí fue el IPU Luis Urquiza Jorge. Mis compañeros de entonces, mis hermanos de hoy, consiguieron el milagro de engendrar la amistad que no se destiñe, que no cree en distancias ni en años que pasan, que no filtra atendiendo a posibilidades económicas o estatus social. Inventaron un calor persistente que no entiende de vendavales ni fríos.
¿El niño José Luis soñaba con escribir o con grandes inventos y ecuaciones?
El niño José Luis quedó fascinado primero con el mundo de los números. Era excitante ver un problema matemático y que la solución se fuera dibujando en mi mente a medida que avanzaba en la lectura. Me encantaba que me mandaran a la pizarra a resolver los ejercicios y explicarlos para toda el aula. Mi casa se pasaba todo el tiempo llena de mis compañeros a quienes repasaba una y otra vez. Ellos adoraban los batidos que le tumbaban a mi mamá. Decían que yo siempre les salvaba la vida. Todavía me lo dicen cuando me encuentran por la calle y me abrazan.
Siempre fui un niño muy aplicado. Todo se me pegaba en el aula con tremenda facilidad y después no necesitaba volver a la libreta para recordar un paso, un dato, una explicación de un fenómeno… Me fascinaba la escuela, sin embargo, no era muy consciente de esa capacidad para aprender. Me percaté en el IPU Luis Urquiza Jorge, cuando me encontré, de repente en aquel grupo 1, donde reunieron a los primeros 50 estudiantes del municipio. Estaban todas las papeletas para que el experimento resultara insoportable, pero me encontré con las personas más nobles, humanas, solidarias, integrales, que existían en todo Tunas, y luego divertidas, tan auténticamente jóvenes. Imagino que para los profesores haya sido un dolor de cabeza entrar al grupo 6 pero las clases en el 1 eran tan espléndidas…
En el preuniversitario tuve los mejores profesores del mundo. Este 2020 se cumplen 35 años de que nos graduáramos y todavía recuerdo sus nombres, sus rostros, sus clases. La gramática que me enseñó la profe Maribel es la que me ha acompañado hasta hoy, con la que me he defendido “a la cara”. Te aseguro que el profe Denys jamás eligió mis composiciones para leerlas en voz alta como hacía con las genialidades que escribía mi socia Gisela Paredes para que los demás aprendiéramos.
Imaginé que sería científico, ingeniero, abogado, economista… mas el Periodismo no clasificó ni en la última casilla. Confieso que, lleno de vanidad, me propuse elegir una carrera que fuera difícil de alcanzar. Era consciente de que había nacido para ser maestro, pero, pobre de mí, pensaba que merecía algo superior y desdeñé la profesión más hermosa y esencial del universo.
En una actitud autosuficiente, cuando las pruebas de ingreso eran para casos excepcionales (entonces se otorgaban según los resultados académicos), me decidí por las únicas que exigían requisitos casi extraordinarios, las llamadas “Nucleares”, impulsado además por el convencimiento que siempre tuve de que haría la universidad fuera de Cuba. Así me vi viajando para Bulgaria con el propósito de convertirme en uno de los ingenieros físico nucleares que desde la Ciudad Nuclear de Juraguá transformarían a Cuba en un país poderosamente desarrollado.
Son Bulgaria y la Universidad de Sofía amores distantes, ¿cuáles son los motivos de ese “enamoramiento”?
Parece que es imposible rememorar y no idealizar el pasado. Pero creo que, si pusiera en una balanza las felicidades y los momentos tristes, amargos, abundaron más las risas que los llantos. No obstante, fui víctima del miedo. Es cierto que el miedo paraliza. Lograba disimularlo, cubriéndome con máscaras, pero ahí estaba: vivo. No me atrevo a imaginar qué hubiera pasado conmigo si algunos de mis compañeros en la Preparatoria hubieran convencido al decano de la Facultad haciéndole ver que alguien como yo no era digno de representar a la Revolución cubana en el extranjero. ¿Cómo habría enfrentado a mis padres, a mi familia, a mis vecinos, a mis compañeros? ¿Qué harían con tanto orgullo? No sé… Imagino que solo se enterarán de este hecho que me marcó para siempre, que pisoteó mi inocencia, si leen esta entrevista…
No haré la historia. Solo te diré que el miedo me sacó todas las lágrimas que habían acumulado mis ojos. Y mencionaré un nombre: Gladys Nexys Martínez, la gordita del aula que estaba protagonizando ella misma, en carne propia, todas las escenas de la Ofelia de Una novia para David, mas dejó a un lado su mal de amores para contarles a mis profesores búlgaros por qué su alumno con Título de Oro de pronto se negaba a participar en las celebraciones por el 24 de Mayo, Deniat na Slavianskata pismenost i cultura (el Día de la Escritura y la Cultura Eslavas). Ellos se pusieron en sus 13. O yo o ninguno.
¿Por qué me enamoré perdidamente de Bulgaria? Porque lo que había conocido hasta esa fecha era, por decirlo de una manera, una “caricatura” de la felicidad. Mi increíble profesora de idioma búlgaro, Zdravka Georguieva, lo predijo: “Cuando llegues a Bulgaria todos te amarán. Mi país se pondrá a tus pies”. ¡Palabra santa! ¿Qué les atraía de mí? Imagino que les llamaba mucho la atención encontrar en aquel contexto un negro que hablara su lengua con una fluidez tremenda y, bueno… uno tiene su simpatía personal, la verdad (risas).
No, en serio, creo fue haber descubierto la libertad. No la sensación de libertad, sino la certeza de la libertad. Me refiero a la libertad personal, no a otra; a soltar amarras, a respirar el aire a todo pulmón, a vivir como si cada día fuera el último. Ellos, los búlgaros y las búlgaras, me echaron a perder.
Supe por tus estados de Facebook que fuiste el primer negro de tu Alma Mater ¿cómo fue esa vivencia? ¿dramática, divertida, rara?
Divertida, divertidísima. ¡Una mosca dentro de la leche! Ese era yo en aquel auditorio. El primer día de clases llegué un poco cortado y todos me miraban con disimulo. Al segundo, ya andaba repartiendo besos como buen cubano y como si nos conociéramos de toda una vida. Algunos aprovecharon la cercanía para rozarme el brazo con las yemas de los dedos para luego revisar si se les habían manchado. A otros les dio por evaluar la consistencia de mis pasas… Tu juro que el filin fue inmediato. En Bulgaria dejé a mi otra gran familia.
Suele pensarse que las personas son óptimas o talentosas en un solo ámbito del conocimiento. Así, ser bueno en las Humanidades, excluye las habilidades para las Ciencias Exactas, sin embargo, transitaste de la Ingeniería al Periodismo. ¿Cómo y por qué?
La vida. El regreso de Bulgaria fue traumático para mí. La caída del campo socialista me obligó a dejar aquella tierra sin poderme despedir. Todo me tomó por sorpresa. Creí que, en quinto año, avanzando ya en la tesis, terminaría allí mi carrera… Nada sucedió como lo preví.
A mi regreso tomé una decisión: me quedaría en La Habana, la única ciudad de Cuba donde consideraba que podía seguir siendo feliz. El sueño de Juraguá había muerto para mí. Permanecía intacto el amor por Las Tunas, pero mi espíritu se había ensanchado tanto que necesitaba de teatros, cines, conciertos, peñas…, y solo la capital podía saciar ese enorme apetito…
Por el año 91, 92, comenzaba a vislumbrarse un serio problema que luego se agudizaría: la escasez de profesores. En un tiempo en que era obligatorio para los graduados universitarios retornar a su lugar de origen, dar a un paso al frente para sumarme a los que darían clases en secundaria básica posibilitó que me librara de que me aplicaran dicha resolución. Y fue así como me volví a conectar con la profesión de mi vida: el magisterio.
De mi madre heredé, para bien o para mal, un sentido de la responsabilidad, una pasión y un compromiso por cada proyecto que emprendo, que mi entrega se torna algo enfermiza. Así ha sido con todo: cuando amo, amo. Y con el amor no tengo límites. No me importa si la otra parte se percata y se aprovecha de mi “debilidad”. Estoy incapacitado para darme a medias.
De poco valía que un profesor se ausentara de la escuela, porque los muchachos sabían que con “el Físico” no había turnos de clases perdidos. Daba lo mismo que tocara Matemática, Español, Química, Inglés…, de séptimo, octavo o noveno, que estuviera libre o en otra aula. Ahí me aparecía lleno de tiza de la cabeza a los pies, haciendo de esos 45 minutos un show (yo creo que Fidel se inspiró en mí para idear a los Profesores Generales Integrales). Porque, además, tenía un control absoluto sobre la escuela. Ahí están muchos de esos alumnos entre mis amigos de Facebook. Si les preguntas dirán que no miento: que me tenían “terror” y me amaban. A cada rato les da por sacarme las lágrimas, me agradecen por esa obsesión mía de convertirlos en hombres y mujeres de bien.
Pero las personas como yo, que se levantan a las seis de la mañana y llegan primero a la escuela para limpiar sus tres plantas cuando el esposo de la compañera encargada de la limpieza recibe tratamiento de hemodiálisis, o se toman muy en serio eso de ser Guía Base, de preparar muchachos para concursos nacionales y que con el primer lugar consigan elegir la carrera de sus sueños…, cuando se decepcionan son como el burro negado de Van Van, que ni a palo sube. A mí me pasó alrededor del año 2000, justo en el momento en que, vencido el período especial, los medios de comunicación se sintieron en condiciones de retornar a la normalidad, solo que una buena parte de los periodistas hacía rato que habían decidido buscar otros horizontes.
Fue una gran amiga, Ana María García Salvador, extraordinaria profesora de Historia, quien me habló del Diplomado de Periodismo en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí: un curso emergente e intenso dirigido a egresados universitarios que, de aprobar los exámenes de aptitud, se formarían en un año. Cuando quiso embullarme para que juntos nos presentáramos, me negué de plano. “Mija, si yo no sé ni escribir una oración compuesta”, le dije para que me dejara tranquilo. “Además, jamás me ha pasado por la mente ser periodista”, proseguí con mis argumentos, pero no entendió. Cuando vine a ver, el 64 fue pasando cada una de las rondas eliminatorias hasta que mi nombre apareció en uno de los dos primeros grupos que protagonizaron esa experiencia, que luego tendría dos o tres ediciones más.
Cuando recibí la primera clase con el profe Luis Sexto quedé fascinado. ¿Dónde había estado el periodismo que jamás me había fijado en él? ¿Cómo hasta ese momento le había mirado fijo a los ojos para saber que otro amor verdadero tocaba a mi puerta? Desde el principio esta profesión me conquistó. Y se lo debo a esos profesores, verdaderos “monstruos”; lo más grande: José “Pepe” Alejandro Rodríguez, Manuel González Bello, Ariel Terrero, Víctor Joaquín Ortega, Julio García Luis, Antonio Moltó, Herminia Sánchez, Isabel Moya, Caridad Carrobello, Toni Prada, Dixie Edith. Ellos son los primeros culpables.
Me esforcé mucho, también debo decirlo. Recuerdo que a mi grupo le correspondió, desde el primer día, hacer prácticas en las mañanas y recibir clases en las tardes. Empezamos el recorrido por prensa escrita, pero ¿quién encuentra un alma periodística en un periódico a las nueve, diez de la mañana? Ni siquiera a las 12 m. Me quejé, y fui a dar a la Agencia de Información Nacional (AIN), hoy Agencia Cubana de Noticias (ACN), siento que como un castigo, y resultó un regalo. Aprendí a escribir notas informativas de hasta lo “innoticiable”. Quería estar en todas partes, cubrirlo todo. Tremendo entrenamiento. Luego vino Radio Reloj, otra etapa que me marcó. Me dio la síntesis.
Juventud Rebelde era para mí lo inalcanzable. Tanto que ni siquiera me imaginé en el medio que considero el reino del periodismo cubano. No fui uno de esos alumnos sobresalientes del Diplomado, más bien creí por momentos que los profesores no notaban mi existencia. Por tanto, te confieso que jamás esperé terminar en la “pecera” (redacción de promiscuidad total delimitada por cristales). Estaba feliz imaginándome en la AIN o Reloj, pero el destino lo tiene todo muy bien planeado.
¿El Periodismo es para ti un modo de vida o un medio de vida?
Vivo para el periodismo desde que se instaló con firmeza en todos mis poros. Le dedico 48 horas al día. Me desvela pensando en la entrevista que tendré mañana, en la palabra con la cual intentaré atrapar al lector como si se tratara del néctar irresistible con el cual las plantas carnívoras hipnotizan a los insectos. Yo no quiero “tragármelos”, pero sí que busquen mi nombre en las páginas del periódico cada día, que me lean y hasta que decidan escribirme, ser mis nuevos amigos.
Las entrevistas son un género en el que se te descubre cómodo, resuelto, y pese a que te acercas a grandes de la escena o del arte en general, no eres presa del “efecto halo” o las peculiaridades de los entrevistados, ¿cuál es la fórmula para conectar con ellos?
Disfrutar del placer de una buena conversación. Creo que fue Chéjov quien, comparando a los libros con la conversación, dijo que los primeros son las notas, y la segunda, el canto. Pero para mantener una buena conversación hay que saber respetar y escuchar. Interesarse en verdad por lo que te están contando. Solo así compartirán, a corazón abierto, lo que sienten o piensan, y se establecerá esa esencial empatía cuando estén convencidos de que eres alguien seguro, ético, cuando estén convencidos de que lo cuidarás, de que te transformarás en “tumba” si fuese necesario.
Si algo he tenido muy claro es que en las entrevistas que hago no soy el protagonista y mucho menos me interesa que el lector perciba un supuesto elevado nivel intelectual ni que note cuán vasta puede ser mi cultura. Para mí lo más importante es tener la humildad de mostrarme como un propiciador de la abundante virtud de los otros. Que sean ellos quienes tejan la historia, con sus satisfacciones, sus frustraciones, sus ansias.
¡Por supuesto que me preparo bien! Pero cuando tengo a mi entrevistado al frente jamás me verás leyendo una guía, más interesado en la próxima pregunta que le voy a soltar que en lo que me están diciendo. Y es justo en ese instante cuando se deja escapar la gran historia. ¡Ocurre con tanta frecuencia! A veces ni siquiera lo dejan que concluya una idea.
Me parece que en otra vida debo haber sido algo así como un confesor (lo que sin dudas me ayuda hoy) pero sin confesionario de por medio, que no juzgaba ni castigaba.
La crítica de arte es casi siempre un tema espinoso. Hay quienes claman porque se haga y quienes exclaman cuando se hace, ¿cuál ha sido tu experiencia?
Resulta complicado ejercer la crítica, máxime en un país donde se le tiene fobia. Da lo mismo el campo en que se mueva. En el caso del arte, los creadores abogan por ella hasta que los afecta. Entonces se acusa el análisis de ser superficial, de no haberse acercado al proceso creativo, de no reconocer el esfuerzo con el que se ha realizado la obra en tiempos de tantas carencias… ¿Existirá algún creador que esté consciente de que su obra tiene fallos y que además lo reconozca?
¿Es necesaria la crítica de arte? Vital. Y será más en la medida en que sigamos asistiendo a una banalización del arte cada vez más creciente y esté menos de moda un pensamiento complejo. Pero no basta con ser periodista cultural para expresar un juicio de valor con argumentos. La academia no ofrece las herramientas que se requieren para llevar adelante una tarea que exige responsabilidad.
En mis inicios, con esas ganas de comerme al mundo, hubo ocasiones en la cuales tal vez se me fue un poquito la mano. O al menos eso pensaron quienes me estuvieron llamando por teléfono para decirme: “Te salvas que vives en Cuba, porque en otro país hubieras amanecido con la boca llena de hormigas”. Desde entonces me mido un poquito más (risas).
El Periodismo Cultural bien hecho supone conocimiento plural y casi enciclopédico ¿cómo logras prepararte, sedimentar toda la información para abordar las distintas expresiones artísticas?
Leyendo lo que me cae a la mano, viendo lo que me gusta y lo que me recomiendan, intentando mantener una vida cultural bien activa, lo que no siempre logro conseguir porque el diarismo representa una rutina productiva verdaderamente fuerte, sobre todo cuando quieres que en cada edición aparezca, como mínimo, un trabajo digno. Es lo que menos se puede hacer en un país con una cultura tan poderosa.
A ver, seamos claros: yo soy el tipo más “cojo” que existe sobre la faz de la tierra. Hay tantas lagunas en mí que si todas esas “aguas” se unen se va a desbordar mi río de desconocimiento. Posiblemente “ustedes son unos corte y pega” sea la frase más exacta que encontraron algunos profesionales del periodismo para definirnos a los “reorientados”, lo cual se traduce, en el argot popular de Las Tunas como: “ustedes son unos caraepapas”, y quizá tenían razón. En mí no está ese conocimiento enciclopédico al cual te refieres. Por eso me cuido mucho de abordar manifestaciones artísticas que siento más lejanas, al menos desde la crítica de arte. Lo que te aseguro es que amo mi profesión e intento ser digno de ella todo el tiempo.
Hay en tu trabajo un evidente apasionamiento por el ballet, ¿qué lo motiva y nutre?
Nunca me fue difícil entender esa expresión tantas veces utilizada de que la cultura es escudo y espada de la nación (aunque en nuestros medios lo olviden con frecuencia cuando esa es la primera página que “se va del aire” a la hora de los ajustes, cuando casi nunca constituye un titular de portada o de nuestros noticiarios, etcétera.). Porque la nación, la patria, a “pequeña” escala termina siendo uno mismo. Y a mí, desde que he tenido uso de razón, la cultura me ha salvado, me ha hecho feliz, me ha dado fuerza para resistir, me ha llenado de esperanzas.
La toma de La Habana por este tunero en los ya lejanos años 90 fue dura, dolorosa. Y aunque los guajiros somos fuertes, como dicen mis queridos “habaneros”, no escasearon los períodos en que pensé rendirme y regresar al calor de mi hogar, a la protección de mi Juana, esa madre a la que tengo un altar, obstinado de dormir en parques, de “velar” muertos ajenos en funerarias, de tandas especiales en el cine Yara, de alquileres de los que me desalojaban sin previo aviso… Entonces decidía ir a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana por última vez, solo que el que salía nada tenía que ver con el tipo abatido que entraba. Este José Luis se llenaba de tanta energía, de tanta belleza, de tanta fuerza interior que podía venir la fiera que él la estaba esperando.
Claro, lejos andaba de imaginarme que mi vida tomaría este rumbo. Cuando en JR demostré “que servía para algo” y creyeron no solo que podía escribir de temas culturales sino además intentar encaminar esa Redacción Cultural que privilegiaron firmas como Ángel Tomás, Emilio Surí, Leonardo Padura, Soledad Cruz, Rufo Caballero, Joel del Río, Magda Resik, Tania Cordero, Joaquín Borges-Triana…, me acerqué al Ballet Nacional de Cuba ansioso por contar una historia llena de gloria de cara al escenario y tras bambalinas. Y de paso, darle las gracias.
Sobre esto has escrito y publicado dos libros, ¿cómo fue esta experiencia de involucrarte en procesos editoriales no periódicos y con otras rutinas productivas y tempos? ¿Hay algún libro en progreso?
Excitante. Quizá a mí no se me hubiera ocurrido nunca esa idea. Respeto tanto a los escritores. Las entrevistas que recoge De la semilla al fruto. La compañía, vieron la luz primero en mi querido Juventud Rebelde, aunque muchas de ellas aparecieron aquí enriquecidas con confesiones que por cuestiones de espacio no pudieron salir en el diario. Por tanto, no fueron escritas pensando que llegarían a conformar un libro.
La idea comenzó a adueñarse de mí después que publiqué mi diálogo con José Manuel Carreño, gracias al cual me llegó un correo de un muy joven lector holguinero, Jorge Santiago. En su mensaje, este amigo me hacía partícipe de la gran satisfacción que había sentido leyendo la historia de ese notable bailarín cubano. Casi me rogó que le mandara las anteriores, y después de un tiempo me envió otro correo suyo donde me aseguraba que los lectores merecían conocer de cerca el fabuloso quehacer de la agrupación danzaria más importante de Cuba a través de las voces de quienes la sustentan.
Así nació De la semilla al fruto. La compañía (por ese título se extravió entre los estantes de la imprenta dedicados a textos de agricultura, a pesar de que en su portada aparecen unas fabulosas piernas fotografiadas por Nancy Reyes, que comienzan en unos blanquísimos tutús). Fue un proyecto con prólogo del irrepetible Rufo Caballero que me sonroja, aunque sea difícil notarlo.
El libro fue acogido con entusiasmo por la Casa Editora Abril y la Editora Juventud Rebelde para luego echar una larga siesta en el almacén del periódico que no termina hasta hoy. Ahí está todavía rendido ese libro que me llena de orgullo y que se propuso tasar los primeros sesenta años de una de las instituciones culturales más prestigiosas de Cuba y el mundo: nuestro Ballet Nacional.
Como si no hubiera sido suficiente mi tributo a la Alonso y su Compañía, regresé a atreverme con El mundo baila en La Habana. Se lo debo nuevamente a esos amigos, muchos, que no han dejado de estimularme. Cuando le conté a una de ellos, Teresa Plaza, que en De la semilla… no había logrado publicar todas las entrevistas que había conseguido realizar a no pocas de las principales estrellas del ballet mundial me preguntó: “¿Y por qué no lo haces? ¿Qué esperas?”, y me mostró un posible camino: Logística del Arte y su director Enrique Martínez, Quique.
Gracias a esa empresa española, al diseñador estrella Jorge Méndez Calas que permitió que pusiera a volar mi imaginación, a la respetada editora Ana María Muñoz Bachs, a la genial correctora Marvelis Artigas, al superamable prólogo de Eduardo Heras León, a las fotografías más artísticas del universo, a Iris Gorostola que me impulsó a querer más, a soñar sin freno…, resultó un libro hermosísimo, una obrita de arte. ¡Hasta con afiche salió!
El mundo baila en La Habana me dejó la satisfacción de que el único día en que se pudo vender en moneda nacional, el de la presentación en medio de una de las ediciones del Festival Internacional de Ballet de La Habana, parecía que se estaba regalando carne de res. El Museo Nacional de la Danza no alcanzó para reunir a tantas personas. ¿Podrá sentir un escritor felicidad mayor? A veces me lo encuentro en alguna que otra librería de moneda “semidura” (juro que no recibí por él ni un medio picado por la mitad), lo tomo en mis manos y me emociono por lo que conseguí. Las vendedoras que ni siquiera han curioseado mirando las solapas donde destaca una foto mía (ese día estaba bello), no logran entender a fe de qué saltan mis lágrimas. Entonces me las seco, lo vuelvo a colocar en su estante y sigo mi camino.
Tengo muchos libros en mente. De entrevistas todos, en tanto me lleno de coraje para ver si se me da la narrativa.
¿Cómo ha sido tu experiencia laboral en Juventud Rebelde? ¿Es este medio tu zona de confort?
El mejor lugar que pude soñar para realizarme profesionalmente y sentirme pleno como ser humano. Mi otra casa. Puedo considerarlo mi zona de confort pues allí me siento cómodo, libre, como si anduviera descalzo bañándome otra vez en el aguacero. Pero yo me exijo infinitamente. Para mí no hay diferencia entre un texto para las ediciones de martes a viernes mientras te reservas y otro para el buscado dominical, nuestra propuesta de lujo. Me creo en serio que estoy llevando adelante la labor que merece la rotunda cultura cubana, mostrando a sus principales hacedores: los consagrados y los que hoy la sostienen y mantienen en un sitial de honor.
Tu talento ha sido reconocido en concursos nacionales. ¿Qué sabor dejan premios como el «26 de Julio»?
Uno muy dulce. Pienso que todo el que envía una obra a concurso es porque considera que se ganará el premio. Evidentemente la mayoría de las personas está equivocada o el jurado es incapaz de apreciarla en su justa medida. Tengo la corazonada de que poseo el récord de ser el periodista más “mencionado” de la prensa cubana. Por un buen tiempo dejé de enviar al concurso y este año regresé. Fue un doblete. Yo también considero que he madurado mucho.
¿Qué opinión te merece la joven vanguardia artística cubana?
¡Qué país el nuestro para tener talentos! ¡Qué manera de haber escritores y artistas tan admirables como jóvenes! Verdaderos virtuosos capaces de imponerse en cualquier escenario del mundo. La Asociación Hermanos Saíz posee una fuerza brutal como organización. Lo más importante es que sus miembros creen en ella, confían en ella. Es una lástima que en las escuelas de arte, por ejemplo, no se conozca suficientemente su importantísimo papel. Esos muchachos podrían hacerla más poderosa, porque eso de que en la unión está la fuerza, no falla. No obstante, aunque podría ser más numerosa, no existen dudas de que se trata de una vanguardia viva, rigurosa, que apuesta por la belleza.
Superar 50 años implica para algunos hacer un inventario de sus logros vitales, ¿cuáles integrarían tu lista?
He sido un tipo eminentemente feliz. Un gozador de la vida. He vivido con intensidad máxima cada segundo. Cada paso ha sido dado desde el amor. Esa es una gran suerte.
Por favor, define en frases breves lo que representan para ti estas palabras:
- Cuba: mi amante más fiel.
- Cultura: el alma, la energía, mi salvación.
- Ballet: mi paseo por las nubes.
- Familia: ¡me gané la lotería!: así fue como me la pedí.
- Amigos: Mis piernas, mis brazos, mi pecho… la luz.
- Escribir: la felicidad.