José Luis Serrano
Paquidermos y otros textos poéticos abren las constelaciones
El 7 de mayo de 1997, en el Salón de última espera del aeropuerto Frank País de Holguín, un joven autor, José Luis Serrano, con su libro Bufón de Dios, inició el trayecto de Ediciones La Luz por el mapa editorial cubano, un camino lleno de obstáculos, alegrías y de libros que hoy conforman el corpus literario nacional y de apuestas, como aquel día prístino, por los noveles autores.
Veinticinco años después, cerrando de alguna manera un ciclo y como una especie de homenaje bien ganado a un autor referencial dentro de la décima y la estructura clásica, merecedor entre otros del Premio Nicolás Guillén de Poesía, y cercano amigo de este sello de la AHS en Holguín, La Luz publica Paquidermos, de Serrano, en formato Epub. La primera presentación fue en Romerías de Mayo, y ahora regresa en las andanzas de la 30 Feria del Libro.
José Luis Serrano presenta otro libro que, aunque lleno de sentencias, se abre en múltiples preguntas… En las páginas de Paquidermos continúa construyendo su universo en forma de sonetos. Esa es la urdimbre de un tapiz al que añadirá las disímiles tramas, mezcla de preocupaciones conocidas de sus obras anteriores con obsesiones más desarrolladas y nuevos matices. La forma estrófica sigue siendo la columna vertebral del cuerpo fragmentado que es su poesía; espejo de la contemporaneidad refractada y expuesta en pequeños sintagmas, concisos y mortales como puñales bien dispuestos, escribe Cecilia Garcés en el prólogo.
En este libro –presentado por Ronel González en el espacio Abrirse las constelaciones, de La Luz– “la objetividad seca y corrosiva que lo caracteriza se ha contaminado de una subjetividad cargada del «sentimentalismo que desparrama /un líquido viscoso». Se siente en el lirismo que aflora, instantes que se desmarcan del resto por la propia belleza que los caracteriza, por la melancolía que llega a ellos como gotas de lluvia o por el dolor subyacente, añade y subraya que Paquidermos tiene, otra vez, el afán de J.L. Serrano por capturar en sonetos el mundo cual fotografía, y la intención de comprender en el proceso algo que funcione como sedante ante todo lo visto. Busca la belleza, la vive, la reconstruye; se redefine, él y su poética, con ella”.
En la jornada fueron también presentados otros títulos de la colección de poesía: Estática milagrosa. Listas para vencer y no para ser vencidas, de Isabel Cristina López Hansen, por Liset Prego; En el último día del mundo, antología del Premio Cervantes mexicano José Emilio Pacheco, por Erian Peña; Instrucciones para dibujar un pájaro, de Jacques Prévert, por sus traductoras Irina Chaveco y Elizabeth Soto; las analektas 40 y 41, Contumaces, de Susel Legón, y Notas al margen de la lluvia, de José Miguel Santiesteban, respectivamente, por Reinaldo Zaldívar, Yo es otro, de Frank Alejandro Cuesta, y Carne roja, de Reinaldo Zaldívar, por Luis Yuseff.
Perdona, Lobachevski…
¿Qué obsesiona a un escritor contemporáneo? ¿Qué ideas pueblan su psiquis y cuáles convierte luego en imágenes, metáforas, y finalmente en literatura? ¿Acaso pueden ser cognoscibles sus pensamientos, miedos, pasiones, mediante la lectura y posible interpretación de sus libros? Y más si añadimos que este creador, digámoslo así, es un escritor que se arriesga doblemente (ser escritor ya es de por sí un riesgo con cierto mérito) con el arte de la versificación clásica: el soneto como género que exige ciertos rigores y pertrechos idiomáticos y técnicos no siempre fáciles de dominar y usar en su justa medida.
Eso pienso cuando leo Geometría de Lobachevski, publicado por Ediciones Holguín en 2016, con el cual el poeta holguinero José Luis Serrano (Estancia Lejos, 1971) obtuvo el Premio Adelaida del Mármol en 2015, con un jurado integrado por Daniel Díaz Mantilla, Lourdes González Herrero y Luis Yuseff, y además, el valorado Premio de la Crítica.
- Instrumentos que explotan en redondo.
- Incursiones al centro de la Tierra.
- El edredón que el moribundo aferra.
- La soledad del corredor de fondo.
- Lo mismo da Comala que Macondo.
- Valles de Irlanda. Costas de Inglaterra.
- Cae el telón. El círculo se cierra.
- Acaban de ajustar el tirafondo.
- El criminal ha revelado el móvil.
- Los átomos colapsan en Chernóbil.
- Hay mil vacas paridas en Holguín.
- ¿Campos de fresas? ¿Campos de exterminio
- donde la muerte no tendrá dominio?
- Led Zeppelin or Yellow Submarine? (“Átomos”).
¿Qué pasa por la cabeza de J. L. Serrano cuando escribe sus poemas? Poemas estiletes, podríamos decir. Poemas revólveres (para jugar a la ruleta rusa). Poemas AK-47, bazucas, T-34. Amnésico. Poemas botellas de ron, varias cervezas largas. Alcohol en sangre. Poemas tragos ríspidos, cortantes. Aritmética. Matemática. Poemas insurgentes y peliagudos. Indóciles. Pero también gentiles, delirantes. Eso difícilmente lo sabremos, pues quizás ni el mismo poeta haya llegado a conjeturar (a pensar seriamente en ello) la cantidad de flashazos poéticos que visitan/atraviesan/surcan cada segundo su mente. Flashazos inevitables como los que surcaban la cabeza –la cabeza de un creador es cosa compleja sin dudas– de aquel saxofonista de jazz llamado Johnny Carter, inspirado en Charlie Parker, adicto a la marihuana y con una percepción del mundo y del espacio-tiempo muy particular, aquel saxofonista que Julio Cortázar nos entregó magistralmente en su conocido cuento “El perseguidor”.
Como Johnny Carter, J. L. Serrano escribe él mismo su biografía, que sin dudas está en su obra, como si escribiera variando las estructuras y los acordes del jazz más experimental, rompiendo las improvisaciones, insolventes, eléctricas, furiosas, del bebop tradicional.
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Blanco país de la anestesia. Limbo
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de los pacientes operables. Aspa
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vertiginosa (helicoidal) que raspa
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los cirros, los estratos y los nimbos.
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Nervios de acero. Músculos de mármol.
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Imperio epidural de la raquídea.
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El tumor se transforma en una orquídea
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que con cuidado se le extirpa al árbol.
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¿Labrar bisontes en la piedra pómez?
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Acaba de morir Máximo Gómez.
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Harta la Toga del veneno tirio.
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Hacia país inaccesible. Blanco
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país de la anestesia. Hay un barranco:
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¿saltar o proseguir en el martirio? (“Cirros”).
Este es un libro diferente, han dicho muchos, en el panorama de la mecánica clásica en Cuba y probablemente en el ámbito hispanoamericano. Y no es menos cierto, pero es al mismo tiempo un “cuaderno total” que viene a resumir (aunar en su medida si es posible usar el término) el trabajo de J. L. Serrano como versificador en un género que domina como pocos desde que publicara en 1997 Bufón de Dios, libro prístino también de la holguinera Ediciones La Luz.
“José Luis Serrano es un arquitecto que conoce a la perfección de las reglas para construir edificios a partir de un dominio técnico, razón por la cual suele jugar desde la provocación. (…) Geometría de Lobachevski es un libro estremecedor. Su esencia está en aprovechar al máximo las posibilidades que ofrecen las lecturas acumuladas a lo largo de su carrera por un campo minado y con sus poemas como brújula para asumir tamaña empresa. Su extraordinaria capacidad para convertir frustraciones, caídas y raros silencios en sonetos demoledores le permite estar fuera de toda clasificación en Cuba”, escribe a propósito el poeta tunero Frank Castell.
Serrano incorpora en su poesía temas, contextos y situaciones que afectan (centrífugamente, podríamos decir) al hombre contemporáneo, donde se inscribe el ser cubano de hoy. En ocasiones es como si delante de nosotros, de nuestros asombrados ojos, pasaran múltiples titulares periodísticos o breves leads de agencias de prensa (actuales y antiguos) que terminan siendo pura poesía a quemarropa, sin contención. Es, apoyándome en Frank Castell, como si nos encontrarnos ante un vertiginoso y violento zapping donde “mientras más avanzan los textos es mayor la velocidad de imágenes ofrecida a través de múltiples canales”.
Publicado en la colección Ítaca de Ediciones Holguín, con edición de Lourdes González y un atractivo diseño a cargo de Roddier Mouso Bahr, a partir de la obra Nido (Land Art, 2015) de Rubén Tomás Hechavarría Salvia, Geometría… es parte de un proyecto mayor llamado “Trilogía acéfala”, que cuenta con el poemario Más allá de Nietzsche y de Marx, por la santiaguera Editorial Oriente, en 2016, y Los perros de Amundsen, con el cual Serrano ganara los codiciados Premio Nicolás Guillén y su correspondiente De la Crítica.
En Geometría… J. L. Serrano apoya sus “conjeturas poéticas”, sus “carreteras, cadalsos, calabozos”, en la figura y la obra del matemático ruso Nikolái I. Lobachevski (1792-1856) para articular un “libro de alguien que sin artificios ni figuras planas establece un diálogo muy atractivo con(tra) el lector. Ha contaminado ritmos, recupera contornos culteranos saludables; voces que no entenderíamos propias de la mecánica clásica germinan aquí. La poesía hay que entenderla de modo imperfecto, como creía Coleridge; por tanto, el pervertido y ardiente deseo de imperfección que asoma en los textos de J. L. Serrano, concierne a una manera de asumir un nuevo territorio: la apuesta radical a creer que no existen tradiciones porque todas se convocan en el espectáculo de la ruptura, o tal vez, esa misma ruptura, esa experimentación, no sean otra cosa que la más importante tradición creada”, añade el tunero Carlos Esquivel en el prólogo.
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¿Cuerpos astrales? ¿Cuerpos cavernosos?
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¿Desproporción? ¿Arritmia? ¿Desmesura?
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¿Contrarrevolución? ¿Contracultura?
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¿Alcanzar el nirvana o el reposo?
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Perdona, Lobachevski, es tan morboso
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confiar en tus precarias herramientas.
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Hiperbólicas bestias fraudulentas
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vendrán a cercenarnos los testículos.
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Ya están muy cerca. A dos o tres cubículos.
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¿En qué oprobios sumirnos? ¿En qué afrentas
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desvanecernos, Nikolái? Ridículos
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axiomas y sofismas argumentas.
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En la bandeja están los adminículos.
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Las manos entran en el látex, lentas (“Látex”).
Quizás con ese diálogo lírico y trasgresor, acumulativo, logrado también consigo mismo, diálogo perturbador y contaminante en los terrenos expansibles de la mecánica clásica, como si pensáramos en la expansión del universo y sus contornos a través del propio verso y sus múltiples posibilidades, el holguinero J. L. Serrano nos entrega en Geometría de Lobachevski sin dudas uno de sus mejores poemarios. Poemas que vienen a ser estiletes. Poemas revólveres (cargados) para jugar a la ruleta rusa. Amnésico. Poemas AK-47, bazucas, T-34. Poemas botellas de ron para empatar los días y las noches. Poemas acordes de jazz. Poemas alcohol en sangre. “Otra cerveza, por favor”, amigo Lobachevski. Pero antes dime qué debo hacer: “¿Cortar el cable azul o el cable rojo?”.