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Pico Turquino: Por Cuba, la historia y el arte

Dijo el Apóstol que subir montañas hermana hombres, y la Asociación Hermanos Saíz consolidó aún más la hermandad de sus miembros por la Cuba nuestra, por la rebeldía de los jóvenes Sergio y Luis Saíz -asesinados hace 65 años a manos de la dictadura de Fulgencio Batista- y por la eterna guía de Fidel Castro, a 96 años de su nacimiento.

ascenso al pico turquino por jóvenes creadores (AHS, 2022)

La jornada que cada agosto desarrolla la joven vanguardia artística contó con el espíritu de 29 integrantes de la organización en representación de todas las provincias, movidos por sentimientos de cubanía, amor patrio y respeto al arte y a la historia.

El abrazo entre semejantes que se quieren bien, las notas del Himno Nacional, la trova, las lágrimas…, resultaron la culminación de 13 intensos kilómetros de ascenso, que se pudieran imaginar fáciles pero requieren mucho empeño y compañerismo.

Oilet, uno de nuestros guías y residente en el municipio de Bartolomé Masó, en Granma, lo advertía a cada paso del camino empinado: esta travesía demanda de un 90 por ciento de convicción. Y perfectamente lo comprendimos una vez finalizado el trayecto, porque fueron varias las certezas de este viaje iniciado el día 8 y que concluyó en el punto más alto de la geografía nacional, a mil 974 metros sobre el nivel del mar: la mayor de las Antillas se vislumbra más hermosa y fértil, y el amor a un ideal todo lo puede.

En cada loma, llano o pendiente encontrados a nuestro paso afloraron los verdaderos sentimientos de unidad y solidaridad que durante 35 años han distinguido a la AHS, y los cuales sus miembros mantienen vivo en su accionar cotidiano.

ascenso al pico turquino por jóvenes creadores (AHS, 2022)

En este calendario tampoco faltaron las visitas a lugares imprescindibles de la nación, como el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, en el que se rindió tributo a Martí, Carlos Manuel de Céspedes, Mariana Grajales y Fidel. Y el Monumento Nacional La Demajagua, en Granma, donde comenzaron las gestas libertadoras el 10 de octubre de 1868 y Céspedes asegurara a sus esclavos que Cuba necesitaba de sus mejores hijos para conquistar la independencia, y desde ese momento todos serían libres e iguales. Asimismo, destacó el encuentro en la Fundación Caguayo con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2021 Alberto Lescay, Maestro de Juventudes de la Asociación.

A trabajar en equipo, ser permeables para que las inteligencias broten con ética y alejados de intereses personales y económicos, exhortó a los jóvenes artistas el autor de emblemáticas obras como la Plaza de la Revolución Antonio Maceo de Santiago de Cuba, la escultura de Mariana Grajales en el cementerio Santa Ifigenia o el monumento al Cimarrón.

Y esa sinergia seguirá impulsando la creación en la Asociación Hermanos Saíz, que no deja morir el legado político e intelectual de dos revolucionarios que constituyen referente para las presentes y futuras generaciones de cubanos.


Tributo a los Hermanos Saíz

«Estos son días de dejar a un lado el pincel, los tiempos de ensayo, el lápiz, para poner en primer plano la solidaridad. Son días para estar más cerca de las esencias de la Patria».

Así reflexionaba este sábado Rafael González Muñoz, presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que aglutina a la vanguardia joven artística del país, en el homenaje a Sergio y Luis, asesinados por la tiranía batistiana el 13 de agosto de 1957.

Con sus muertes «el movimiento perdía a dos de sus más prometedores líderes, la Revolución a dos intelectuales brillantes, dos adolescentes con una fuerte vocación creativa y Esther perdía a sus muchachos», sentenció y agregó que más de 3 000 escritores y artistas integran la AHS en toda Cuba, comprometidos con su historia y su arte.

En el acto se recordó el cumpleaños de Fidel y al decir del Presidente de la AHS, «celebrar a Fidel es también homenajear a los Hermanos Saíz». Poco después, hasta el cementerio municipal, donde descansan los restos de la familia, llegó el tributo de todo el pueblo sanjuanero.

Presidieron el homenaje Roberto Pérez Jiménez, jefe del departamento de Organización del Comité Central del Partido; Yamilé Ramos Cordero, primera secretaria del Comité Provincial del Partido en Pinar del Río, y Meyvis Estévez Echeverría, miembro del Buró Nacional de la UJC.


Hermanos Saíz: Dignos en su pensar y actuar

Al referirse a Sergio y Luis Saíz Montes de Oca, en carta difundida por la emisora venezolana Radio Continente, en agosto de 1958, la madre escribió: «(….) eran mis hijos, niños si se quiere en el orden cronológico, pero hombres dignos en su manera de pensar y actuar; que se irguieron verticales en la vida, como lo hicieron ante la muerte”.

En ese párrafo se advierte su admiración y  respeto a la memoria de sus dos únicos hijos,  vilmente asesinados ante la taquilla del cine Marta, en San Juan y Martínez, localidad perteneciente a la provincia de Pinar del Río, el 13 de agosto de 1957, por el  soldado Margarito Díaz, quien pretendió registrar a Sergio, a lo que este se resistió y en el forcejeo cayó al piso.

Al percatarse de ello, su hermano Luis, que muy cerca conversaba con una muchacha, acudió en su auxilio y  fue baleado por el militar.. Lo mismo sucedió con Sergio, quien tras abrirse la camisa le espetó al militar: “Asesino, has matado a mi hermano, hazlo conmigo también».

El soldado se refugió en el cuartel Domingo  Montes de Oca ―coronel del Ejército Libertador ascendiente de la madre de las víctimas―, donde el jefe de la instalación castrense obvió levantar las actuaciones y en lugar de detenerlo lo envió al regimiento Juan Rius Rivera, de Pinar del Río.

La repulsa popular no se hizo esperar  y en masiva manifestación, el pueblo sanjuanero acompañó a Luis y Esther hasta el cementerio de la localidad para dar sepultura a los heroicos jóvenes.

 

Respetuosos, estudiosos, decididos…

Luis Rodolfo había nacido en La Habana, el 4 de noviembre de 1938, y  Sergio Enrique en San Juan y Martínez, el 8 de enero de 1940. La madre, Esther Montes de Oca Domínguez, era maestra de instrucción primaria, y el padre, Luis Saíz Delgado, juez en esa localidad, los criaron en un ambiente amoroso, pacífico y solidario, y les inculcaron el gusto por la lectura, en especial de las obras de José Martí, sin dudas fuente de sus ideales revolucionarios.

El amor al estudio los llevó a no contentarse con las clases recibidas en las escuelas, si no a aprender mecanografía e inglés, idioma que llegaron dominar. Además, cultivaron la prosa y la poesía, mediante las cuales expresaron sus sentimientos patrióticos e ideales políticos, los cuales les condujeron a enfrentar la tiranía instaurada en el país por Fulgencio Batista, tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

Cuando fueron asesinados, Luis cursaba el segundo año de la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, y Sergio se disponía a matricular Medicina, una vez concluido el bachillerato.

 

Casa Museo Hermanos Saíz en San Juan y Martínez

 

Ambos fueron dirigentes del estudiantado en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río, donde Luis fungió como vicepresidente de la Asociación de Estudiantes en el curso 1953-54, actividad en la cual se caracterizó por sus firmes decisiones políticas. Ingresó en la universidad en septiembre de 1955, donde su actitud revolucionaria le ganó el respeto y la simpatía de sus condiscípulos, quienes no tardaron en elegirlo su delegado ante la Federación Estudiantil Universitaria, e integró el Directorio Revolucionario.

Siempre estuvo entre los estudiantes que, conducidos por José Antonio Echeverría, bajaban la escalinata del centro de altos estudios en franco desafío al  régimen.  Cerrada la universidad en noviembre de 1956, retornó a San Juan y Martínez,  donde se incorporó al Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), del cual fue electo coordinador municipal en agosto de 1957.

En noviembre de 1955  Sergio fue electo secretario de la  Asociación de Alumnos del Instituto, y a la defensa de los derechos de los estudiantes sumó la lucha por la erradicación de los fraudes en los exámenes, la venta de notas y el amiguismo con los profesores en busca de buenas calificaciones. Desde allí dirigió una huelga estudiantil en solidaridad con los participantes en el asalto al Palacio Presidencial y la toma de Radio Reloj, el 13 de marzo de 1957.

A inicios de agosto de ese año, ambos participaron en las protestas generadas por el asesinato de Frank País García, el 30 de julio del mes precedente, en Santiago de Cuba. Sergio fue, asimismo,  jefe de acción y sabotaje del MR-26-7 en San Juan y Martínez, por lo cual era muy buscado por los esbirros de la tiranía.

Bajo el influjo de las enseñanzas obtenidas con la lectura de las obras de José Martí, los hermanos Saíz Montes de Oca eran aliados natos de los trabajadores del campo y de la ciudad. Plenamente identificados con ellos, disfrutaron sus victorias y sufrieron sus reveses.

Como secretario general de la Asociación de Estudiantes del Centro Especial de Inglés, de San Juan y Martínez, Sergio, en unión de otros compañeros, impulsó la apertura de una escuela nocturna para obreros y campesinos de la localidad y sus contornos, donde, además de impartirles los primeros grados de la enseñanza elemental, les aportaban nociones sobre Derecho Constitucional, Moral y Cívica, y Economía Política, lo cual bastó para que el gobierno decretara su cierre.

 

El reino de la impunidad

«No temas, algún día te sentirás orgullosa de nosotros», le aseguraron Luis Rodolfo y Sergio Enrique Saíz  Montes de Oca a la madre, cuando al anochecer del 13 de agosto de 1957, salieron del hogar dispuestos a ejecutar una acción dedicada a  celebrar el cumpleaños 31 de Fidel Castro Ruz, quien desde diciembre del año anterior dirigía la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.

 

Monumento erigido en la Universidad de Pinar del Río como homenaje a los Hermanos Saíz

Transcurridos unos cinco minutos de la partida,  aquellos valientes  y decididos muchachos, que  apenas habían traspasado el umbral de la juventud, fueron vilmente asesinados. El entierro fue acompañado por una  masiva manifestación del pueblo sanjuanero en demostración de solidaridad con los padres de las víctimas y de repudio al abominable crimen.

Acerca de la postura del jefe del cuartel, en carta publicada el 7 de febrero  de 1958 por  el periódico pinareño Vocero Occidental durante un breve levantamiento de la censura de prensa, el padre denunció que el jefe del cuartel  acudió al lugar «(…) no para investigar los hechos y tratar de restablecer la justicia escarnecida, sino para amedrentar a los vecinos de esta villa que en las aceras circundaban la casa de socorros y lloraban con nosotros la pérdida de nuestros hijos. El crimen se engalana con la vejación».

Desde entonces, el hogar de Luis y Esther fue uno más entre los miles que sufrieron la definitiva ausencia de padres, hijos, hermanos…, víctimas del oprobioso régimen al cual se empeñaron en combatir hasta su exterminarlo total.

En carta a su amigo, el juez Saíz, el 17 de agosto de 1957 Raúl Roa García aseguró:

 

«(…) Las circunstancias los han convertido en símbolo y como mártires pasarán a la historia. No en balde la conciencia toda del país se ha sublevado contra tan abominable crimen, rompiendo el silencio de espanto en que vivimos sumidos».


Los muchachos de Esther y Luis

Cuando ella le explicó que no lo había invitado a la fiesta de su hermana, porque sería una ceremonia humilde, muy distinta a las de su clase social, Luisito le respondió: “Está bien, María Luisa”, y se fue molesto.

Pero para sorpresa de toda la familia, él llegó ‘de cuello y corbata’ a la hora de iniciar la celebración, y fue quien sacó a Oneida del cuarto luciendo por primera vez maquillaje y galas de mujer crecida, como dictaba entonces la costumbre en aquellas tierras vueltabajeras.

“Yo me pensaba que era la cenicienta en el baile del príncipe, yo me sentía así”, contaría años después, Oneida Áurea Acosta, amiga de los muchachos de Saíz, el juez bueno del pueblo, y la maestra Esther Montes de Oca.

Al hablar sobre el otro hijo del matrimonio, no puede evitar sonreír y contar la anécdota de cuando Sergio le enseñó a bailar rocanrol. “Después de haber aprendido algunos giros y algunas cosas, pretendió hacer ese de pasarme por debajo de las piernas de él y casi que me fractura la columna”.

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Los muchachos de Esther y Luis.
Cuando fueron asesinados Luis (a la izquierda) tenía tan solo 18 años, y Sergio (a la derecha) apenas 17, prácticamente unos niños. (Foto. / Autor no identificado.

Quienes los conocieron confirman que el primero era muy serio y reflexivo, no así su consanguíneo, irremediablemente impetuoso e inquieto. Pero alguna que otra vez, intercambiaban papeles porque la ecuanimidad no le menguaba la valentía al primogénito ni la efusividad restaba madurez política al de menor edad.

A principio del curso escolar 1954-1955 correspondía elegir la presidencia de la Asociación de Alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza en Vueltabajo. El grupo a favor de Antonio Roig, al encontrar varios carteles en diferentes partes del centro que decían: “Vote por Luis Saíz para presidente”, decidió hacerle la guerra a sus contrarios.

La oposición violenta sucedió en el acto de revelación de las candidaturas, cuando Sergio presentó la de su pariente. El altercado terminó casi en una riña tumultuaria. Hasta un tiro lanzaron los partidarios de Roig. Al día siguiente, el hermano mayor y Segundo Rodríguez se entraron a golpes frente al propio plantel. La disputa acabó una jornada después, cuando se volvieron a encontrar en una céntrica calle pinareña.

“Yo pensé que la pelea se iba a reanudar –evocaría años después Rodríguez– y me acerqué preparado para lo que fuera. En eso, sin esperar mucho me dijo: ‘La bronca de ayer fue un mal entendido, nosotros luchamos por tumbar a Batista y somos revolucionarios. Hemos averiguado y sabemos que ustedes están en lo mismo. Por eso lo que tenemos que hacer es unirnos y luchar por la misma causa’.

“Aquellas palabras dichas en un tono enérgico y convincente me causaron una magnífica impresión. Yo le contesté que teníamos conocimiento de que nos iban a acusar, pero él me respondió: ‘Esos son cosas de los padres, pero ya yo hablé con el viejo y le dije que este era un asunto de nosotros, así que no hay problemas’”.

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Los muchachos de Esther y Luis.
El cuarto de los hermanos Saíz permanece hasta hoy como lo dejaran ellos la noche en que los atacaron. Foto. / Osbel Benítez Polo.

Eran unos bonachones los dos retoños de la casa número 41 ubicada en la calle José Martí del poblado de San Juan y Martínez. También tenían un abolengo de bondad admirable.

El conocimiento debía llegar a todo el pueblo, pensaba el segundo descendiente de los Saíz, especialmente a obreros y campesinos, por lo que en unión de otros compañeros creó una escuela popular donde se impartían nociones sobre Derecho Constitucional, Economía Política, Moral y Cívica.

Entre las anécdotas de solidaridad y humanismo de Luis Rodolfo y Sergio Enrique, no puede faltar aquella contada por su propia madre, acerca del destino que a veces sus hijos les daban a los obsequios.

“Al ingresar Luisito en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, y llegar el invierno, le di dinero para que se comprara un traje negro. El tiempo pasó y no lo llevó a casa. Yo le pregunté varias veces, hasta que me dijo: ‘Mami, no me hagas mentirte más, el dinero se lo di a Pablo Silva, mi  compañero, que no tenía con qué pagar la mensualidad’”.

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Esos eran los muchachos de Esther y Luis, que en vida los llenaron de orgullo, y después de muertos, también. Porque tras el crimen, los mensajes de condolencias enviados a la familia sanjuanera por amigos, incluso por desconocidos, les revelaban con mayor nitidez la grandeza de sus hijos.

Aquellas líneas escritas desde Marianao por Juan Oscar Alvarado, compañero de su primogénito en el primer año de Derecho, seguramente les rociaron cariño al recuerdo sempiterno de las ausencias.

Los muchachos de Esther y Luis.
El 13 de agosto de 1982, el matrimonio Saíz Montes de Oca donó su vivienda al Estado cubano para organizar en ella un museo dedicado a sus hijos. Se ubica en la calle principal de San Juan y Martínez. Foto. / Abel Padrón Padilla.

“Pude apreciar su valor juvenil, su calidad de amigo y su decidido entusiasmo por las causas justas y dignas. Llegado el momento de separar a tantos jóvenes mediocres que en Cuba padecemos de los verdaderamente buenos, él se hallaba imprescindiblemente entre estos últimos”, decía el mensaje del joven poeta, asesinado por la dictadura batistiana meses después.

Igual de emotiva es la misiva llegada del extranjero a nombre de Juan Manuel Rivero, el compinche del inquieto Sergio en los mítines relámpagos en San Juan y Martínez, a quien el primero cargaba sobre sus hombros para que arengara al público y luego ayudaba a virarse el abrigo reversible, de modo que la policía nunca encontrara al “del jacket verde” [así lo tenían fichado].

“Dolor, dolor mortal nos embota el espíritu al pensar en  aquellos los hermanos vivaces, amadores del bien, luchadores de la libertad, que por culpa de salvaje bestia [Margarito Díaz] han desaparecido de este mundo material… que no del otro, del eterno.

“Hoy hace un año que murieron para el mundo y nacieron para la gloria. Han muerto aunque presumimos que viven más desde que murieron… El culpable ha hallado en su impiedad el castigo, cuando se ha matado.

“Hoy como nunca veo al bueno de Sergio con la candidez de su espíritu mirarme con sus ojos llenos de esperanzas e ilusiones y diciéndome: ‘Cálmate Oriente, cálmate’”.

Otra carta les arropó el alma a los progenitores, fue la de Raúl Roa, fechada cuatro días después de aquel sangriento 13 de agosto de 1957, noche en la que los dos jóvenes fueron baleados en plena calle, cerca del cine Martha, por un soldado batistiano, con la complicidad de otro uniformado.

“No puedo ni podría aconsejarte resignación. No puedo ni podría proporcionarte consuelo alguno. La resignación y el consuelo son vana retórica en trances como éste. Baste decirte que, como padre, lo siento, siento como propia tu desolación; y como padre, sólo cabe desear que esté cercano el día en que la sangre inocente de tus hijos ―semilla generosa― deje de clamar justicia e irradie luz serena en el recuerdo.

 “Las circunstancias los han convertido en símbolo y como mártires pasarán a la historia. No en balde la conciencia toda del país se ha sublevado contra tan abominable crimen, rompiendo el silencio de espanto en que vivimos sumidos”.

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Los muchachos de Esther y Luis.
Esther y Luis tuvieron por hijos a cada joven que llegaba hasta ellos deseoso de conocer la historia de su prole. Aquí la vemos con 105 años, junto a miembros de la UJC y la AHS. / Foto: Autor no identificado.

Probablemente por ese cariño manifiesto, el matrimonio  pasó mucho tiempo sumido en un ensueño creyendo que sus niños estaban en una misión muy importante y que en cualquier momento regresarían al hogar.

Dicen que durante años el cuarto de los adolescentes permaneció intacto. La casa y los padres de los mártires, estuvieron siempre abiertos a la gente deseosa de conocer sobre sus pequeños.

Aunque no felices, Esther y Luis sí vivieron orgullosos de sus muchachos. Nunca dejaron de llamarlos así. “¡Qué belleza! Se las dedico a mis hijos. Ponlas en las camas de los muchachos”, era el agradecimiento habitual de esa madre a quienes le obsequiaban flores.

Fuentes consultadas

El libro Brisa Nueva, de Luis Beiro Álvarez, Sergio Suárez López, Luis A. Figueroa Pagé y Reinaldo López Medina. El documental Por qué luchamos, de la Asociación Hermanos Saíz. Los textos periodísticos Estoy llena de juventud, de José Luis Estrada Betancourt (Juventud Rebelde, edición digital del 11 de mayo de 2013) y Esther Montes de Oca, educadora de generaciones, de Yanet Medina Navarro (Blog Isla al Sur, edición del 9 de agosto de 2009).