Guitarra a luz
«He tenido novias celosas con mi guitarra»
Entrevista al joven trovador guantanamero Pedro Antonio Sánchez Zapata
Lo conocí cuando estudiábamos en la Universidad de Oriente. Nunca le gustaba peinarse y una guitarra convertía a este joven creador en un itinerante juglar. Muchas veces leí poesía en su peña Guitarra a luz. No probé ninguno de sus platos cuando fue cocinero en varios paladares, pero he admirado desde siempre su compromiso con la música. Recibí clases de narratología de él, sin embargo, no he leído ninguno de sus cuentos. Casi por casualidad, nos encontramos nuevamente en la Universidad de Oriente. La entrevista que habíamos ensayado vía digital, la realizamos en un ambiente particular. Una casa tranquila, un piano, dos guitarras que servían como una invitación a tocar. Pedro cogió un colchón, lo tiró al suelo, y nos sentamos a tomar café. Me sentí como si estuviéramos en la beca en la etapa universitaria. No sabía por dónde empezar. Aunque conozco a este amigo universitario y rebelde, hacía varios años que no hablábamos de libros, música o del mundo “patas arriba”. Más que una entrevista, es un regalo envuelto en palabras, en los acordes de una guitarra.
¿Cuál fue tu primer acercamiento a la música?
Soy de Guantánamo y mi primer acercamiento a la música como espectador fue gracias a mi papá. En casa desde pequeño se consumía la nueva trova. Él tenía un gusto musical muy bueno. Escuchaba mucho a Steve Wonder, Van Van, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Bob Marley, Alejandro Sanz, y eso de alguna manera me fue formando. La conciencia de la musicalidad y de lo que era bueno no lo tenía. De hecho, recuerdo cuando estaba en la primaria, llegaba a casa cantando reguetón, entonces mi padre hacía un ejercicio educativo y me hablaba de una particularidad musical, de algo que me pudiera parecer curioso. Por ejemplo, este músico se hizo importante gracias a un hecho y lograba motivarme hasta el punto de hacerme sentir curiosidad e indagar sobre eso. A partir de ahí, fui buscando la variedad de música que me gustaban, pero confieso que ese inicial acercamiento por la música fue gracias a lo que escuchaba de mi padre.
Sin embargo, ¿cómo a los 17 años te iniciaste en la trova?
Recuerdo que a esa edad se escuchaba mucha música romántica, pop rock latinoamericano y estaba muy pegado Buena Fe. Hice algunas canciones que luego no me gustaban, pues cuando pasó el tiempo me di cuenta que eran canciones ingenuas, construidas a partir de una fórmula de la cual yo no era consciente, pero era la fórmula utilizada por los compositores para hacer sus canciones.
Luego llegas a la Universidad de Oriente y creas la peña Guitarra a luz en el que se generaba un ambiente favorable para los jóvenes ¿Cómo surgió esa idea?
Sí, cuando llegué a Santiago conocí al trovador Jorge Noel Batista. Gracias a él intercambié con otros compositores que hacían cosas atrayentes y no se parecían a lo escuchado por mí anteriormente. De ahí nació un proyecto en común, en el cual tener un lugar para tocar nuestras canciones. Hay una persona maravillosa e importante que es Roberto Tremly, quien nos abrió las puertas de Extensión Universitaria, y de alguna manera nos colocó en el panorama musical de Santiago de Cuba.
En aquel momento había peñas en la AHS, en el Cabildo Teatral, existía una vitalidad muy importante no solo para mí; también para Jorge Noel Batista y Reynier Fernández era muy bueno sentirse parte de eso. Yo que no soy santiaguero estar en la cuna de la trova y tener un espacio con un nivel de condiciones decorosa para hacer mis canciones, con audio, con un público muy acogedor, interesante y activo, era mágico.
Recuerdo que la peña tenía un público muy fiel…
Tienes toda la razón. La gente repetía la asistencia, incluso había quienes tenían a la peña como parte de su vida.
Ustedes tocaban muchos temas del trovador Josué Oliva…
Sí, de hecho la peña se llamó Guitarra a luz en homenaje a un tema de este trovador. Él fue la primera persona que admiré desde la trova. Es un trovador no muy conocido pero con una obra musical, a mi juicio, impecable. Incluso en unos de los aniversarios de la peña estuvo con nosotros allí.
¿Cómo conjugaste la carrera de Letras con la trova?
Entré estudiando en la Universidad de Oriente la carrera de Ingeniería Eléctrica, porque mi formación académica era de la Escuela Vocacional de Guantánamo, en un aula de concurso, donde entrenaba Física y me gustaba mucho la programación, las matemáticas. En Ingeniería Eléctrica me iba súper bien, pero hice el cálculo mal hecho y sin experiencia, de que si me dedicaba a una carrera de Humanidades tendría mucho más tiempo. Tenía el prejuicio de muchos ingenieros, que una carrera de humanidades es fácil. Y la realidad es que le dedicas el tiempo a lo que quieras hacer; eso depende de ti y no solo de lo que estudies. Entonces me cambié para la Facultad de Humanidades, revisé los planes de estudio gracias a la ayuda de amigos y la carrera más acorde con mi formación como compositor fue Letras. Lo que pasó luego es que le dediqué muchísimo tiempo, pero fue un accidente feliz, porque mi gusto por la lectura y mi gusto crítico por la literatura, tenían tanto en mi vida como la música. Disfruté esa etapa, mis composiciones cambiaron, logré sintetizar las canciones, y lo otro es que el panorama literario permitió rodearnos de escritores, estar muy cerca de los eventos literarios en algo que se llamó la Chagotrovancia.
Cuando sales de la universidad, ¿cómo logras establecer un equilibrio entre la vida laboral y la música?
Equilibrio realmente no hubo. Empecé a trabajar cuando estaba en cuarto año de la carrera para pagar la renta en una casa, porque tomé la decisión de alquilarme fuera de la residencia estudiantil de la universidad. Recuerdo que fui custodio, luego estuve en una brigada de construcción y ya el trabajo más estable fue cuando trabajé en restaurantes. Eso lo continué haciendo durante cuatro años más o menos, luego de graduarme de la universidad. Pero en el afán de mantener un status económico y vestir, comer, ese trabajo consumió todo el tiempo que debí dedicarle a la música. Por ejemplo, estaba 16 horas como cocinero y eso limitaba mucho mi actividad como músico, pero no mi creatividad como compositor. Yo seguía escribiendo, investigando aunque no me presentaba ya en ningún festival.
¿Consideras que fue un tiempo de espera, de maduración tuya como músico y compositor?
Creo que fue un tiempo necesario. Mira, cuando tienes 19 años y alguien te dice que haces buenas canciones, ese peso está sobre ti todo el tiempo. Eso crea una ilusión de paradigmas, de lograr metas, te llega ese afán de ir para La Habana, hacer giras y eso le pasa a mucha gente joven, es decir, visualizar una meta y no el camino. Entonces al verme apartado de todo eso, vi mi música como lo que quería decir y lo que quería hacer, no como un fin para ser famoso que supongo es bueno. Pero empecé a madurar en esa idea de uno joven de cogerte el mundo para ti, y lo aprendí por hacer canciones que me aliviaran en el día a día. No buscando pautas comerciales.
Es como el creador que no solo crea para sí, también está presente el público que lo va a recibir. ¿Eso lo lograste entender mejor en este tiempo de aparente impasse?
Sí. Hay mucho de lo que me ayudó a lidiar con el trabajo y con la vida, hay mucho en las canciones. Esa transparencia, esa honestidad cuando haces esa canción que te rehabilita es fundamental. Y me ayuda a valorar el espacio que estoy teniendo para hacer música.
En Camagüey tienes más espacio, más tiempo para crear. ¿Esta provincia es más propicia para un creador?
En Camagüey tengo más tiempo. No tengo la inmediatez que tenía en Santiago de trabajar y trabajar. También he tomado la decisión de priorizar mi música aunque tenga menos solvencia económica. Es algo difícil pero me siento contento.
¿Al parecer la decisión de priorizar tu música ya brinda sus frutos?
Sí, tuve el privilegio de conocer a Wilmer Ferrán, el director de Rumbatá. Y en el momento que lo conocí yo estaba grabando un DVD modesto en los estudios Caonao de la EGREM en Camagüey. Esta pequeña producción fue financiada por la AHS, la cual me ha apoyado muchísimo, lo cual agradezco de todo corazón. En ese proceso Wilmer, muy humildemente, me pide grabar dos canciones con Rumbatá, cosa que agradeceré toda mi vida. Hubo una excelente química hasta el punto de grabar cuatro canciones y Wilmer fungió como productor del disco. Existió una gran complicidad musical. Gracias a eso mi DVD es mucho mejor, porque no tengo esa experiencia de enfrentarme a un estudio de grabación. Lo que se graba queda, y para que eso funcione debe haber una dirección musical y eso lo logramos gracias al apoyo de Rumbatá.
¿Qué opinas de la trova que se hace en Cuba hoy?
Mira, yo no veo la trova como género, la veo más bien como un estilo, similar al jazz. Y desde ese estilo asumes géneros como el son, el blues, el funky, aunque de manera abierta, sin restricciones musicales, lo cual hace de un trovador, un creador muy ecléctico y bastante universal. Entonces lo que diferencia a la trova de esos géneros puros es la búsqueda del lenguaje. Por ejemplo, cuando escuchas a Carlos Varela o Santiago Feliú puedes hallar diferencias o saltos poéticos mayores o menores, pero el ejercicio del lenguaje va en una búsqueda determinada, no es estable, no es fijo. Hay códigos en la música popular que en la trova no es una fórmula. Los trovadores tienen tantas formas de decir como trovadores hay. Pero a nivel musical no creo que la trova sea un género.
Quizás esa libertad creativa lleva intrínseca una rebeldía desde el punto de vista conceptual y formal.
Sí, creo que la formación de la idiosincrasia trovadoresca va sobre una figura que puede ser vista como ambigua y rebelde. Esta búsqueda que no permite al crítico o al académico encasillar al trovador, y que no se sabe qué esperar de él en cuanto a su propuesta, puede ser complicado de entender, pues no te pueden parametrar.
¿Cómo es el proceso creativo?
Es complicado, pero hay dos consejos importantes por los cuales llego a la canción. Una vez Raúl Torres me dijo que él escribía todo lo que se le ocurría. Eso es un ejercicio súper difícil porque debes estar alerta todo el tiempo. Lo que la gente le llama la musa pasa en cualquier momento, entonces hay que estar preparado siempre y es difícil de asumir. Roly Berríos me dijo que cuando él compone se imagina a un Roly que está ahí escuchando. Y en una entrevista de Fito Páez expresó que si a uno no le gusta algo es que no estamos preparados para entenderlo. La ignorancia nos hace restrictivos. Si no tienes las herramientas para entenderlo, es difícil que te guste. Por eso, trato de trabajar en todo lo que hago, de hacerlo para mí, y de ser abierto a lo que estoy haciendo, no despreciar matices, géneros, palabras.
¿Qué quisieras lograr cómo trovador?
Sabes, ya no proyecto mis búsquedas musicales como trovador, me interesa la música y hacer música porque ese es mi karma. Creo que no me puedo restringir a la trova. Quiero ser músico y lograr un pacto comunicativo con quien la escuche. Eso lleva a un nivel de transparencia y honestidad muy difícil, porque cualquiera escribe acerca de lo que él supone que los demás quieren oír; sin embargo, es difícil escribir de lo que uno no le diría a nadie jamás, o sea, mostrarte a la gente, ser sincero y honesto con cosas que guardas y no eres capaz de soltar afuera. Deseo que mi crecimiento musical, popular o no, priorice esa sinceridad, ese pacto comunicativo con el oyente.
La guitarra, ¿complemento o complicidad?
He estado experimentando con otros instrumentos como el bajo, el tres o la percusión que me llama mucho la atención, pero siempre vuelvo a la guitarra. Ya es algo inseparable que no depende de las canciones. Hay mucha complicidad con ella, como si me conociera de antes. De hecho, existe tanta conexión que he tenido novias celosas con mi guitarra.