Francisco López Sacha
Premios Calendario: Poder de la letra joven (+Fotos)
Muchos volvemos a las páginas durante estas jornadas de coronavirus y aislamiento, conscientes de que la literatura también salva, con su poder para cultivar el espíritu, transmitir conocimientos y hacernos soñar. Decenas de autores ahora mismo escriben en sus casas, conforman mundos con mezclas de fantasía y realidad. Seguramente en el futuro tendremos libros, nacidos durante esta etapa de temores y esperanza, que conquistarán concursos y llegarán a nuestras manos con el encanto de lo auténtico.
Los textos ganadores del premio Calendario, uno de los más importantes en Cuba, siempre son buenas opciones para adentrarnos en lo mejor de la literatura de jóvenes en el país. Hoy les proponemos acercarnos a varios que tal vez ya usted adquirió en las ferias del libro del 2019 ó el 2020, o puede encontrar en diferentes librerías. Todos fueron publicados por la Casa Editora Abril y sus autores son miembros de la Asociación Hermanos Saíz. Estas son obras con el poder de lo atrevido y el talento, pasos de quienes desean crecer siempre.
HÉROES MÁS HUMANOS
El mensajero (2020), escrito por la villaclareña Leidy González Amador, tiene el encanto de lo ágil y preciso, el humor y la historia. Narra las peripecias de un niño llamado Manu Tejeda, hijo de un mambí a las órdenes de Antonio Maceo, que murió como consecuencia de heridas de guerra. El pequeño, delgado y algo “entrometido”, también se suma a las tropas insurrectas empeñado en cumplir la voluntad de su padre.
El infante, fruto de la imaginación de la autora, al igual que otros personajes como Julián Planazo y el negro Cebiche, nos muestra su visión de sucesos y hombres reales de la contienda de 1895, como el propio Maceo, Quintín Banderas, Máximo Gómez y Panchito Gómez.
Ahí va él, caminando entre los demás, lleva cartas como mensajero, siente hambre, cansancio, pero sigue en la invasión hacia Occidente, disfruta las anécdotas y bromas de los más viejos, prueba el aguardiente, es curado con hiervas de una herida en la pierna, pierde a su mejor amigo en la manigua, tiene dolor y orgullo…
González Amador, ganadora también de los premios nacionales Hermanos Loynaz 2013 y 2017; Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2015; Eliseo Diego (2016), Fundación de la Ciudad Fernandina de Jagua 2017 e Ismaelillo 2019, vuelve a demostrar su fuerza como escritora, a pesar de tener solo 31 años de edad.
Los lectores cubanos, especialmente los infantes, necesitarán siempre de propuestas literarias como esta. Ojalá El mensajero, texto para pequeños y adultos, esté en las escuelas primarias, tenga una versión digital suficientemente atractiva y pase también a la vida como audiolibro, con la certeza de que en las creaciones más recientes de la narrativa cubana hay personajes con suficiente fuerza para encantar a los más pequeños y ser referentes muy autóctonos y atractivos.
LAS LÍNEAS Y LA VIDA
Publicada también en el año 2020, la novela Líneas de tiempo, de la granmense Elizabeth Reinosa nos hace reflexionar sobre el significado de la vida misma, en la cual hay tristezas, anhelos y desesperanzas.
Compuesta por 82 páginas, presenta cuatro capítulos o líneas, denominadas Infancia (1939-1955), Juventud (1956-1970), Adultez (1971-2000) y Vejez (2001-2016), con una armónica narración que presenta relatos breves. Desde Patio (1943), fecha en la cual asumimos que el personaje protagónico tenía cuatro años, hasta Retrospectiva (2016), el lector encuentra sufrimiento, miedos, golpes, sueños y también dolor y pesimismo, como en Estragos (1978), con la certeza de que “…la felicidad solo dura unos minutos…”.
Como expresó Rafael de Águila, integrante del jurado que otorgó el Calendario de Narrativa en 2019 junto a Francisco López Sacha y Ahmel Echevarría, Líneas del tiempo es “rotunda, dura, telúrica, viñética, angustiosa, escrita como a zarpazos tristes”.
Reinosa Aliaga consigue una especie de doble sentido entre el título general, los de los capítulos, las partes de la narración y el ferrocarril y los trenes, pues estos dos últimos elementos atraen a su personaje desde la niñez, un ser que no tiene apellidos ni es ubicado en ciudad o poblado específico.
El lugar de los sucesos pudiera ser cualquiera, pero se siente mucho el sabor a Cuba, el ambiente de este país y el vínculo con algunos hechos de la historia nacional, incluidos Balseros (1994) y Presagios (1998). Esta es la vida de un hombre, que pudiera transcurrir en etapas sin definir, más allá de los años marcados. En su estilo preciso y limpio, la novela tiene también poesía; sin dudas una obra que despierta sensaciones agradables durante y después de su lectura.
UN LIBRO PARA CORREGIR
Un sistema inventado para corregir: El discurso penitenciario y la prisión en la Cuba decimonónica (2020), del joven licenciado en Derecho Adrián Jesús Cabrera Bibilonia es sin dudas una obra interesante.
Ganador del Calendario en la categoría de Ensayo, posee un estilo coloquial y tiene de literatura en cuanto a estilo, a pesar de la hondura de sus exposiciones y análisis.
Según las palabras del propio autor, profundiza en la manera en que la prisión logró su existencia, la necesidad de crear espacios de encierro para moralizar y corregir. O lo que es lo mismo: el nacimiento de un fundamento de por qué el estado moderno puede y debe castigar: la “corrección del delincuente”. Que es, además, un fundamento perfectamente reconocible en la contemporaneidad.
Nacido en La Habana en 1994, Cabrera Bibilonia estudia temas penitenciarios desde su etapa como alumno en la Universidad de La Habana, con una visión más cercana a lo humano y lo social. Para él, “un libro siempre debe tener como máxima transformar comportamientos cotidianos”, por eso considera esencial transcender el campo académico y calar en las personas.
MUNDO DE ROMPIMIENTOS
Cuando despiertes (2018), del también habanero Daniel Burguet es indudablemente una propuesta bien lograda en cuanto a formas y contenidos.
Constituida por 88 páginas y siete relatos, presenta una armónica interrelación entre ellos, con buen empleo de las técnicas narrativas y la variedad de estructuras, con exactitud en los diálogos, y la construcción de personajes y ambientes con un alto nivel de realidad, a pesar de lo suigéneris de los escenarios y sus protagonistas.
Como expresó Eric Flores Taylor, miembro del jurado que le concedió el galardón, esta obra “es una muestra de la literatura de ciencia ficción más humanista y menos tecnológica, donde los gadgets (dispositivos pequeños con un propósito y una función específica) revolucionan el mundo ficticio, mas no por ello son el epicentro de la trama”.
En esta obra hay “tacos” (aparatos para programar como deseas que sea el día…), objetos voladores, un ser con el poder de dirigir guerras desde su casa y verlo todo en una gran pantalla…, pero lo más importante son siempre las personas, sus pensamientos y modos de comportarse, sus amores y desamores, el miedo, las incomprensiones, las traiciones y los sueños en medio de un mundo a veces negro, siempre desafiante.
Daniel Burguet, un muchacho delgado con el pelo largo, recrea dos “realidades” paralelas: la de los conectados y la de los desconectados, ambas con diversos puntos confluyentes, conflictos y anhelos.
Desde el primer cuento, Anatomía de la melancolía, hasta el último, El ojo cosmológico, gravita una especie de metafísica que va creciendo con cada página, dentro de una dramaturgia en la que a veces hay aparente tranquilidad, pero también sangre, muerte, sorpresa y sensibilidad hasta en los seres más impensados.
Llama la atención como el final del último relato cierra también el libro y aporta un elemento que enriquece historias anteriores. Cuando despiertes tiene algo de novela, pero sobre todo de sensibilidad en dos mundos de rompimientos y coincidencias, como es a veces la existencia de los seres humanos.
CONFLICTOS ENTRE NÚMEROS Y LETRAS
Los impares, de Claudia Damiani Cavero, cautiva por la diversidad de formas narrativas y cierta singularidad de las historias. Compuesta por 14 cuentos, la obra abarca cierta experimentación en la relación entre las matemáticas, la vida y los temas de conversación de sus personajes, con diálogos que, en ocasiones despiertan sonrisas.
Los argumentos de ellos en leves disputas verbales revelan el conocimiento de teorías y particularidades de las ciencias, aunque los sucesos ocurran en lugares como un pasillo durante una guardia escolar en la madrugada.
Su autora aseguró que para escribirlo utilizó por primera vez la búsqueda de información a conciencia en función de la literatura, algo que se nota en sus páginas, sin restar frescura y ritmo a la narración.
El jurado que le concedió el galardón, integrado por Daniel Díaz Mantilla, Atilio Caballero y Aida Bahr, resaltó que presenta una “cambiante gama de conflictos, emanados de las relaciones interpersonales y la cotidianidad”.
Graduada de Diseño Gráfico, su autora, una muchacha de cabello rubio, espejuelos y aparente timidez, logra una buena construcción de los personajes quienes actúan y hablan con naturalidad, en coherentes relaciones entre ellos, sus acciones e ideas. El humor nunca parece ser objetivo, pero sí capa subterránea.
Es interesante como emplea la segunda persona del singular en algunas narraciones, especie de conversación con los lectores o meditaciones en voz alta. Ganadora también del Premio David (2018) la primera gran pasión de Damiani Cavero fueron las historietas, por eso no sorprende que actualmente sea también ilustradora y autora de la imagen de portada.
Líneas de tiempo desde las letras de Elizabeth Reinosa
*Tomado de Cubahora
La vida es un conjunto de líneas o una sola, a veces enrevesada, confeccionada por nosotros mismos y las circunstancias, una sucesión de pasos y decisiones, sueños, metas que no siempre se alcanzan.
En estos tiempos de coronavirus y aislamiento en las casas, leer es una de las opciones que salva, por eso les proponemos la novela Líneas del tiempo, de la joven escritora granmense Elizabeth Reinosa Aliaga (Bayamo, 1988), miembro de la Asociación Hermanos Saíz y graduada del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
Desde la ficción, ella nos hace reflexionar sobre el significado de la vida misma a través de este libro, ganador del Premio Calendario 2019 y publicado por la Casa Editora Abril en 2020, en el cual hay tristezas, anhelos y desesperanzas con el reflejo de la existencia de su personaje protagónico desde la infancia hasta el fin.
Compuesta por 82 páginas, esta novela, se estructura en cuatro capítulos o líneas del tiempo, denominadas Infancia (1939-1955), Juventud (1956-1970), Adultez (1971-2000) y Vejez (2001-2016), con una armónica narración que presenta relatos breves, muchos de los cuales podrían funcionar de manera aislada, pero en verdad van creciendo con la trama.
Desde Patio (1943), fecha en la cual asumimos que el personaje tenía 4 años, hasta Retrospectiva (2016), el lector encuentra tristezas, miedos, golpes, sueños y también dolor y pesimismo, como en Estragos (1978), con la certeza de que “la felicidad solo dura unos minutos. Al final todo es sangre, todo raja la piel de un modo irreparable”.
Como expresó Rafael de Águila, integrante del jurado que otorgó el Calendario de Narrativa en 2019 junto a Francisco López Sacha y Ahmel Echevarría, Líneas del tiempo es “rotunda, dura, telúrica, viñética, angustiosa, escrita como a zarpazos tristes”.
La autora nos presenta un ser humano que conoce el sufrimiento desde pequeño, cuando es abandonado por su madre con el pretexto de un suicidio, crece y trabaja en el lugar que deseaba, pero no logra su mayor propósito. Elizabeth consigue una especie de doble sentido entre el título general, los de los capítulos, las partes de la narración y el ferrocarril y los trenes, pues estos dos últimos elementos atraen a su personaje desde la niñez, un ser que no tiene apellidos ni es ubicado en ciudad o poblado específico.
El lugar de los sucesos pudiera ser cualquiera, pero se siente mucho el sabor a Cuba, el ambiente de este país y el vínculo con algunos hechos de la historia nacional, incluidos Balseros (1994) y Presagios (1998). Esta es la vida de un hombre, que pudiera transcurrir en etapas sin definir, más allá de los años marcados. En su estilo preciso y limpio, la novela tiene también poesía; sin dudas una obra que despierta sensaciones agradables durante y después de su lectura.
Ganadora de diversos reconocimientos, como los internacionales de poesía Voces Nuevas (España, 2016) y Décima al filo (Cuba, 2015); y los nacionales Francisco Riverón (2015) y Ala Décima (2017), Reinosa Aliaga es también autora de los libros Formas de contener el vacío (Samarcanda, España, 2016), Striptease de la memoria (Ediciones Montecallado, 2016), Las seis en punto (Editorial Sed de Belleza, 2017) y Brújulas (La Luz, 2018).
Francisco López Sacha: Encantador de serpientes
Francisco López Sacha no sabe vivir sin la música. Eso es lo primero. Todo lo que piensa, lo que dice, lo que crea…tiene su banda sonora, porque es adicto al rock and roll y a la música cubana, y a cada género musical en el que descubra los toques ancestrales de nuestros padres africanos.
En cuanto supe que este hombre nació en Manzanillo, ¡en Granma!, me fasciné con la idea de saberlo todo sobre su vida, y lo que pude conocer fue suficiente para querer más conversaciones como esa, que tuvo lugar este 11 de julio en el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba, sede de la Asociación Hermanos Saíz, organización que auspicia cada verano el espacio Encuentro con, al que asisten relevantes personalidades de la cultura en la Isla.
Es narrador, ensayista, Maestro de Juventudes y crítico de arte, aunque él mismo sostenga la idea de Cintio Vitier de que los críticos no sirven para nada, a menos que “sepan crear y sean capaces de ejercer la crítica cuando dominan a plenitud el ejercicio creativo”.
Su creación artística ha estado consagrada en gran medida al crecimiento de los otros, así lo aseguró en la conversación Magda Resik, anfitriona del encuentro, quien fue su alumna en el Instituto Superior de Arte, y conoce profundamente la capacidad inspiradora de este hombre, que como lleva la música dentro, encanta y despierta el intelecto de quienes se aproximan.
El pueblo con mar donde nació le regaló su primer aire intelectual, y no pudo parar de respirar, aunque para ello tuviera que alzar las alas y conquistar otros horizontes. Fueron Pablo Neruda, Manuel Navarro Luna, y la voz de Nicolás Guillén (que todavía retumba claramente en su cabeza), su primer contacto en directo con la poesía, en un recital realizado en el Teatro Manzanillo.
En un momento determinado y por arbitrarias decisiones, supo que no podía crecer allí, Sacha tenía demasiado dentro y tuvo que romper los límites impuestos; como tanta gente “de campo”, a veces es imprescindible salir del pedacito que se ama para poder crecer.
“Mi amor por La Habana fue amor a primera vista, llegué de madrugada, salí caminando por la calle Zulueta (que en ese entonces no sabía cómo se llamaba) y descubrí un mundo azul”. Y como buen explorador, el joven Sacha comenzó a descubrirlo todo, lo primero fue el teatro porque “el arte no espera”. Se le coló desde la llegada en todos sus sentidos, era un arte vivo con el cual sentía ese maravilloso deslumbramiento de una sola vez solo perceptible frente al escenario. Mientras aprehendió cada sensación y se apropió de mil lecturas comenzó a dialogar con el lector que lleva dentro, y al cual nunca traiciona fabricando estructuras o historias forzadas, “eso nunca me lo permito como escritor”, asegura.
“Si no tengo nada personal que decir, no escribo. Y si no hay música, no escribo”. Tampoco renuncia a la belleza, “que tanta falta nos hace”. Ríe y, como experimentado orador, interrumpe sus ideas con un chiste; son evidentes su sonoridad y falta de vanidad; este hombre encanta, y no solo a las serpientes.
El espacio Encuentro con se mantendrá cada jueves, a las cuatro de la tarde, durante los meses de julio y agosto en el Pabellón Cuba, una oportunidad para conocer más a grandes de nuestra cultura.
Acerca de Ensayos en clave de sol
Ensayos en clave de sol, publicado por Ediciones Unión en 2015 de Francisco López Sacha, es un libro singular. El autor utiliza la música como hilo conductor hacia los clásicos de la literatura cubana de autores como José Martí, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y Cintio Vitier los que convergen de manera insospechada y peculiar con procedimientos sincrónicos de Mick Jagger, Miguelito Cuni, Bob Dylan y George Harrison.
Para López Sacha, música y literatura corresponden a un mismo género: la melodía. Cada una de estas artes concurren armónicamente como piezas que al integrarse conceden un mayor sentido de la estética.
Ante esta lectura se devela un misterioso vínculo que abarca de manera más amplia la visión del mundo y el arte.
El ensayista valora desde una perspectiva en la que se unifican melodía y narrativa “La Edad de Oro”, de José Martí. El análisis de esta obra aporta una nueva visión al acercar, pletórico de estilo y lógica, la narrativa a la música.
Sucede igual con “Cuentos soñados”, de Cintio Vitier, “Concierto Barroco” y “El viaje a la semilla de Alejo Carpientier, en ellos Sacha, con gran sagacidad, vislumbra la melodía, la particular melodía de cada una de estas obras.
Los cinco ensayos contenidos en este libro demuestran la presencia del equilibrio entre sistemas artísticos:
[1]Alejo Carpentier será el cantor de América. Sus grandes catedrales sinfónicas Los pasos perdidos (1953), El acoso (1956) y el Siglo de la luces (1962) tendrán su basamento más antiguo en aquel simple juego del apwon y el griot, en aquella extraordinaria fusión que él realizó entre lo culto y lo popular, como un mérito que nunca se atribuyó, pues el gran narrador-músico logró la comunicación entre las complejas estructuras fijas de poco movimiento y cambio con la celeridad percutiva, reiterativa y armónica de la música bailable.
Refiere el autor al describir la sinfonía de la literatura de Carpentier.
Y convencido de que la literatura es una prolongación de la música[2], asegura: «Creo que cuando un texto nos seduce es porque ha conseguido, sin que sepamos,el encanto y el secreto de su melodía[3]
[1] López, Sacha Francisco. Ensayos en clave de sol. Editorial Unión. 2015. Pág. 62.
[2] Ibídem. Pág. 7
[3] Ibídem. Pág. 10