Fotografía
El lente de Ernesto Fernández más allá de la épica
Ernesto Fernández Nogueras es un clásico de la visualidad cubana, un referente indiscutible de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX, cuando, muy joven, comenzó sus estudios fotográficos a la par que trabajaba como ayudante de dibujo en Carteles, la misma publicación en la que sería diseñador, dibujante y fotógrafo hasta 1958.
Luego, en la siguiente década, para el periódico Revolución y otros medios, realizó imágenes que —en esa época dorada del fotoperiodismo cubano que fueron los años sesenta, con nombres como Korda, Liborio Noval, Salas y Jesse Fernández— contribuyeron a dar cuerpo a la épica del proceso revolucionario. Su trabajo como corresponsal de guerra en Venezuela, Girón, la Crisis de Octubre, la lucha contra bandidos, Angola y Nicaragua, contribuyó a que buena parte de su obra sedimentara esa épica, con fotos que son estandartes de esos años, momentos y del propio proceso social cubano.
Por eso la exposición Más allá de la épica, abierta al público en la Sala pequeña del Centro Provincial de Arte de Holguín, como parte de Babel, en las 31 Romerías de Mayo, muestra fotografías del Premio Nacional de Artes Plásticas 2011 que se alejan de los momentos históricos que su lente captó de tan precisa manera, para mirar la cotidianidad palpable en escenas de la calle, festejos populares, el corte de caña y retratos de varios artistas.
En ellas está presente el “instante decisivo” que definiera el francés Henri Cartier-Bresson. Él mismo lo aseguró en una entrevista con el crítico Héctor Antón en 2005: “Creo que en el momento decisivo está todo. Cuando se toma una foto, el tiempo se detiene. Todo sigue envejeciendo, pero ella permanece allí para siempre. Por lo tanto, lo más importante es ese momento de creación, en que uno lo pone todo para lograr una buena imagen. Si es política o histórica, la vida lo dirá”. Sus fotografías de la serie Las Yaguas, de 1958, Congreso Católico, de 1959, y Peña de Sirique, de 1964, son ejemplo de ello, como también “Columna juvenil del Centenario”, “Calle Reina”, “31 de diciembre”, “La Habana 1979”, “Anselmo”, “Cenas en la calle”, “1ro de Enero” y los retratos de Chori, Celina González, Félix Chapotín, Sinome de Beauvoir y Carilda Oliver Labra. La muestra —con obras tomadas entre 1952 y 1989— incluye, además, una de las más impactantes fotos de Fernández y de la fotografía cubana: “José Martí”, realizada en 1952.
“Consciente de su valor como archivo, Fernández ha trabajado en una obra que aúna tanto aspectos estéticos y formales, como las dimensiones históricas de los fenómenos representados. De esta manera, los dispositivos estéticos que conforman la presente exposición muestran el intento de tejer los fragmentos que le ofrece su memoria”, escribe en el catálogo de María Alejandra Martínez. Y añade la curadora que Ernesto “percibe cuanto le rodea y se ha desarrollado captando instantes trascendentales de nuestra historia, por ello su línea estilística fluctúa entre los preceptos del foto-reportaje y el ensayo fotográfico”.
Así “composiciones épicas, cotidianas, populares, de calidad innegable, hacen de su repertorio visual una mixtura de testimonio y experiencia estética, prueba irrefutable de su decursar por las sendas del indetenible tiempo”. Estas piezas nos muestran —en esa relación entre los valores testimoniales y la experiencia estética de sus imágenes— a un artista cuya mirada traspasó la épica, donde dejó una huella insondable en la iconografía cubana, pero que supo detenerse y buscar ese “instante decisivo” en momentos aparentemente sencillos de la cotidianidad nacional y su gente, donde posó su perspicaz mirada.
Como inventarios de la memoria
“Coleccionar fotografías es coleccionar el mundo”, escribió Susan Sontag. Con su invención, la imagen se convirtió en “un objeto, ligero, de producción barata, que se transporta, acumula y almacena fácilmente”. Así ha sido desde 1839 cuando comenzó el inventario de lo fotografiado. La fotografía vendría a aportar uno de “los objetos más misteriosos que constituyen, y densifican, el ambiente que reconocemos como moderno”, pues resulta, en efecto, “experiencia capturada” y portadora de un nuevo código visual. “Son una gramática y, sobre todo, una ética de la visión”, cuyo resultado más imponente —subraya la ensayista en ese clásico que es Sobre la fotografía— es darnos la impresión de que podemos “contener el mundo entero en la cabeza, como una antología de imágenes”.
En esta “antología” –que democratizó las experiencias traduciéndolas a imágenes– el ser humano ha sido, si no el más fotografiado, sí parte importante de este “cuerpo visual”. Tanto así que la “conmemoración de la familia” es el primer uso popular de la fotografía. Cada familia construyó (y lo sigue haciendo) “una crónica-retrato de sí misma, un estuche de imágenes portátiles que rinde testimonio de la firmeza de sus lazos”. La fotografía se transformó en rito de la vida familiar, para conmemorar y restablecer simbólicamente sus pautas. Hoy —mientras observamos las imágenes del álbum familiar o coleccionamos piezas que ofrecen una conexión visible con la época en la que fueron realizadas, permitiéndonos vislumbrar el ayer de una manera auténtica e íntima— sus huellas espectrales constituyen la presencia tangible del pasado, anclada a las páginas de la memoria.
En ese inventario estamos frente a rostros que nos observan desde el umbral del tiempo: rostros que miraron a aquel objeto moderno, maravilloso y cargado de misterio que era la cámara fotográfica; rostros que observaron también al fotógrafo que les indicaba cómo colocar la mano, dónde el rostro, qué sostener entre los dedos… Rostros que fueron, además, mirados y atrapados, pues “fotografiar es apropiarse de lo fotografiado”. La imagen fotográfica es, al mismo tiempo, imagen histórica y sociológica, mapa abierto en conversación con el pasado desde el presente; cuando recostado al mueble como elemento de apoyatura y con el sombrero o el libro como signo de distinción y/o educación, el fotografiado se deja atrapar por la imagen y su rito. Los muebles de mimbre de cuidadoso trenzado acompañan, como reflejo de la moda, la belleza del vestido femenino y de su portadora. La inocencia de los primeros años es también el elegante caballito de madera que, entonces quieto, ahora comienza a balancearse y trotar. La familia —quizá aún temerosa del poder de la cámara para “atrapar el alma”— se reúne, posa y sonríe con los zapatos blancos ella y la mejor corbata, él. Todos esperan ansiosos tener en sus manos las imágenes que llevarán cerca, las mismas que obsequiarán al ser querido como “pruebas de cariño” para palpar el recuerdo del otro, pues poseer la fotografía, de alguna manera, es también apropiarse de esta imagen y de quienes la “habitan”. Atesorarlas. Insuflarles vida.
Hagamos nuestro —en este diálogo con el pasado fotográfico en Pruebas de cariño, exposición inaugurada como parte de Babel, en Romerías de Mayo— este inventario de la memoria que alguien ayer (y hoy) atesoró e intentó “salvar” del tiempo y su indetenible paso.
Palabras de catálogo de la muestra fotográfica Pruebas de cariño, inaugurada en el Complejo Cultural Teatro Eddy Suñol, de la ciudad de Holguín, como parte de Babel, evento de las artes visuales en las Romerías de Mayo, en su XXXI edición.
Gritos desde el silencio
Afuera de la galería
cada noche duerme un hombre, uno más.
Un hombre duerme a tres metros de su foto,
a un paso de nuestra inacción.
Andrés Castellanos.
Las personas sin nombres, los que transitan o deambulan. Los desposeídos de sus virtudes juveniles porque el tiempo no se detiene a observar las arrugas y las hebras blancas de cabello que van surgiendo. La tercera edad se anuncia como el tiempo de la calma y la sabiduría, pero ¿hasta qué punto es valorado por la sociedad? Sin lugar a dudas, se requiere de sensibilidad para analizar estas cuestiones del envejecimiento y las problemáticas a la que se enfrentan, en un mundo cada vez más cambiante y dinámico, en el cual se precisa tomar conciencia del valor que tiene el cuidado de la ancianidad.
En este sentido, resulta atinada la propuesta del joven creador villaclareño Andrés Castellanos con la exposición personal Sedimentos. En ella se puede vislumbrar dos enfoques: por un lado, se exponen una serie de personas mayores vulnerables y desprotegidas, donde la soledad, los recuerdos anhelados u olvidados de épocas que ya no volverán y los abandonos familiares. En contraposición, retrata las risas ingenuas, el movimiento de cuerpos que bailan, siendo el símbolo del sublime ocaso de una vida fértil y enérgica, de luz en las almas. Basta decir que, llegar a esta edad en plenitud de las capacidades físicas y mentales es una fortuna.
Esta exposición es la representación de lo que somos capaces de ver en nuestra cotidianidad, y a veces sufrimos de impotencia por no poder hacer más, principalmente, aquellos que ahora son parte de los espacios públicos como las calles. Personajes anónimos que podrían ser familiares, vecinos, conocidos o tú que estás en camino, porque es el ciclo natural de la vida humana: nacer, desarrollarse, envejecer hasta morir.
Castellanos indaga sobre el tema de la longevidad desde una visión antropológica y sociológica de la Cuba actual, reconocida por su población en ascenso al envejecimiento. Del trabajo excesivo, de las carencias materiales y afectivas, el aislamiento social, incluso, la poca consciencia de sus valores históricos en la construcción de que vemos y disfrutamos y que para ellos representó épocas de sacrificios, de trabajo. Por lo tanto, Sedimentos es una contundente crítica social.
En una suerte de voyeurisme ha sido válido aproximarse a sus actores y lograr captar la crudeza de sus historias cotidianas. Son fotografías realizadas en la gama del claroscuro, que realza con fuerza imágenes tristes y desgarradoras de vidas errantes. Para esta ocasión, ha sido válido la selección del color, ya que permite depurar las escenas de elementos que puedan afectar la visual al contemplarlas. De igual forma, es un medio que sirve para demostrar la seriedad que se requiere para ser abordado.
Llama la atención un elemento interesante en varias instantáneas, la conexión entre el hombre y el perro. Animal que también suele deambular y entre sus características se encuentra la fidelidad y protección hacia aquel simpatizante. Es por ello que forman un equipo inseparable, de ayuda mutua. Esto me remite a la imagen icónica de San Lázaro.
Sedimentos es la primera exposición personal del artista, inaugurada en la Galería Pórtico de la ciudad de Villa Clara. En estos momentos, se encuentra exhibida en la Galería Ramiro Ricardo del Centro de Superación para la Cultura, de Holguín, como parte del proyecto Babel por el evento Romerías de Mayo. Consta de dos series: La Tercera Ciudad formada por un conjunto de fotografías; y Los Hijos del Sudor, conjunto de expedientes laborales de carácter instalativo como muestra de una vida llena de experiencias y de trabajos. La acumulación de saberes, pero también de cansancio, de frustraciones, de sueños y de energías.
A pesar de estar ubicada en un espacio verdaderamente reducido, con diversidad de funciones, entre ellas para proyectos curatoriales, la disposición de la muestra estuvo aceptable, dado a que por esta causa bien podría sufrir algunas alteraciones y crearse ruidos conceptuales o formales. No obstante, estos detalles no pudieron minimizar el atractivo y la importancia que lleva en sí, desde la temática hasta las soluciones que Andrés ideó para darle una buena finalidad a la exposición.
*Fotos de la autoría del artista Andrés Castellanos.
Taller fotográfico en Las Romerías
Holguín no sólo es “La Ciudad de los Parques”, también es conocida por sus fotógrafos, que se encuentran en cada barrio y de todas las generaciones. Durante las Romerías de Mayo, a cada paso uno se los topa captando las imágenes para el recuerdo.
La fotografía tiene presencia en este festival de juventudes artísticas prácticamente desde sus inicios. Durante la XXX edición de las Romerías de Mayo en este 2023, esta manifestación estará asociada al gran evento de las artes visuales que es Babel, cita que concentra sus acciones en el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín, pero se irradia hacia toda la ciudad.
En esta ocasión, el Centro Provincial de Artes Plásticas acogerá el día 3 de mayo, a las 10:00 a.m., en la Sala Transitoria, un Taller de fotoperiodismo, el cual será impartido por el fotógrafo y profesor universitario Kevin Manuel Noya.
El taller está compuesto por un componente teórico y acciones prácticas con un recorrido de acción fotográfica por los diferentes espacios donde los miembros de la Asociación Hermanos Saíz e invitados muestran su arte. Allí los participantes entrenarán las habilidades adquiridas, a la vez que con sus fotos dejarán en las redes sociales las instantáneas del evento.
Asimismo, todo aquel interesado puede participarar también junto a los miembros de los clubes de fotógrafos holguineros y de Fotografía Universitaria de la Universidad de Holguín. En ese espacio se realizará además la premiación del concurso La UHo en Fotos, auspiciado por la casa de altos estudios holguinera.
Alcides D Portal y la fotografía de lo humano
“Le debo un poema al circo de mi infancia”, escribió Carlos Galindo Lena poco antes de confesar la causa de su temor a la aparente fragilidad del trapecista: “pienso que alguien puede cortar el hilo que va de la vida a la muerte”. Yo también siento que debo (no un poema, sino) una nota a las fotografías de Alcides D Portal, joven artista visual espirituano devenido cienfueguero, con un trabajo que demuestra el compromiso de un creador serio, maduro, arriesgado. Yo también siento “que alguien puede cortar el hilo que va de la vida a la muerte” cuando miro algunos de sus ensayos fotográficos.
El conjunto Del Escambray a la Sierra, por ejemplo, transmite una serenidad que amenaza (y pienso que de eso se trata) con transformarse en tedio. Vemos una mano cubriendo una cara, un puño sosteniendo una barbilla, unos brazos cruzados sobre el pecho, un campesino que se enfrenta a un horizonte cerrado por la neblina. Así nos miran los pobladores que habitan, como pueden, las zonas montañosas de las instantáneas de Portal. “Con esta muestra, el fotógrafo […] explora temas tradicionales en las artes visuales cubanas, pero aristas poco exploradas de la fe de estos cubanos del siglo XXI”, publicó en Cubadebate la crítica de arte Elianet Medina Abreu.
Entonces llega el mar, y llegan los niños. El autor busca en este segundo grupo de instantáneas, Gente de mar, la infancia que él no tuvo. Busca su historia perdida, “la que pudo haber sido y no fue”, en el júbilo de muchachos que saltan, se sumergen, incluso disfrutan ser capturados por esa red en forma de cámara que Portal les lanza con inesperada habilidad de pescador. Esos muchachos, que parecen nacer de la bahía cienfueguera, nacen por segunda vez en los retratos del artista.
Humano animal se titula otro de los ensayos fotográficos de Alcides D Portal. El más cotidiano, en este caso, porque refleja una preocupación nada novedosa: la humanidad en su relación con la naturaleza (a la que pertenece y no viceversa), pero actualizada con acierto en fotografías que saltan el blanco y negro para regalarnos una calidez sobrecogedora. Aunque algunas como la del hombre que sostiene la jutía o la mujer que empuja la ternera pierden valor si se observan individualmente, integradas al conjunto demuestran que, en este caso, la preminencia de la idea central resulta para el autor una máxima inviolable.
El interés del ensayista visual por las artes escénicas se expresa en la muestra Sobre el alma humana, nada superficial indagación en las emociones de un ser tan peculiar como el actor. Al ver las imágenes recuerdo aquella frase shakespeariana que se refiere a la vida como un pobre actor que se pavonea sobre el escenario hasta que ya no se le escucha más.[1] También pienso en el libro Humano, demasiado humano, donde Nietzsche habla del “comediante”, que “aun en medio del más profundo dolor” no puede dejar de pensar en “su persona y en el efecto del conjunto escénico”, incluso “en el momento de la inhumación de su propio hijo”, y esta idea me sirve para regresar al tema del arte como línea entre la eternidad y la intrascendencia, como cuerda floja sobre la que el trapecista (el equilibrista, corregirían Eliseo Diego y Raúl Hernández Novás) se sostiene con la aparente inseguridad que tanto asustaba a Galindo.
Como dije al principio, en las fotografías de Alcides D Portal enfrento la sensación de que en cualquier momento “alguien puede cortar el hilo que va de la vida a la muerte”. Ese alguien es el artista, por supuesto. Y más que artista, equilibrista que se aventura a cruzar por la cuerda floja de un mundo sin red que pueda proteger su cuerpo humano, demasiado humano, de la inminente caída al vacío.
En la obra de Portal, el ser humano vuelve a estar en el centro del universo; pero no para ser exaltado, sino para que podamos entender los claroscuros de ese lugar sereno, recobrado y dulce llamado humanidad.
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[1] “Life’s but a walking shadow, a poor player / That struts and frets his hour upon the stage, / And then is heard no more”.
Jornada Fotográfica Caja de Luz: nuevo proyecto de la AHS en Camagüey
Como parte de las opciones veraniegas de la sección de Artes Visuales de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), por primera vez en Camagüey se realizará la Jornada Fotográfica Caja de Luz, un proyecto que pretende sumar nuevos miembros a la vanguardia artística lugareña.
Ihordan Torres, presidente de la filial agramontina de la AHS, en conferencia de prensa explicó que el evento será el punto de partida para que dentro de la Asociación pueda coexistir una sección más atractiva y llena de juventud.
Previsto para la segunda quincena del mes de agosto, el encuentro contará con invitados nacionales como los fotorreporteros Enrique González, del diario Juventud Rebelde, y Alejandro Basulto, del periódico Tribuna de La Habana; y estará dedicado de manera especial a la fotografía de naturaleza y documental.
“En Caja de Luz desarrollaremos dos dinámicas: en primer lugar, un recorrido al conocido Paso de los Paredones, en el municipio de Sierra de Cubitas, y en segundo lugar, una caminata por la ciudad agramontina tomando como referencia sus valiosos elementos arquitectónicos y peculiaridades sociales”, precisó Liannys Montalván, jefa de la sección de Artes Visuales de la AHS en la provincia.
La primera edición de la Jornada Fotográfica Caja de Luz tendrá como objetivo el intercambio de conocimientos y herramientas de trabajo, impulsada por el amplio movimiento fotográfico camagüeyano y la voluntad de capturar la realidad diaria, hecha imagen para la posteridad, a través del lente.
Paranoia en la Sala Real
La buena fotografía llama la atención sobre sí misma, es un panteón de visualidades en el que cohabitan discursos. Atrapa y sacude. Paranoia cumple esa máxima. Ernos Naveda y Barbarito Walker se han unido en la galería Sala Real para exorcizar, desde el lente, el pandemonium de la ignorancia: la sentencia de que “lo nuevo” es inmaduro… porque el arte joven no tiene bridas y no permite ser espoleado.
He aquí una fotografía que genera diversas capas de experiencias desde la composición y lo insinuado. Se puede leer a través de los distintos planos expresivos; revela historias y personajes.
Naveda es un provocador: cataliza la violencia, la lascivia, construye el miedo y lo venera. Ha dicho que su serie, El beso rojo, “es un dolor en el pecho, una necesidad de explotar, crear; un desnudo en imágenes. Es amar todo lo que puede ser rechazado o cuestionado.”
Toma la realidad, la intensifica exponiendo el lado oscuro de la razón, con un apetito deshonesto y perturbador. Convida a la agresión contemplativa, porque el espectador es un cómplice voyerista.
Su fotografía es teatral. Ernos Naveda es un dramaturgo visual que manipula y recrea escenarios; sus sujetos fotografiados se vuelven actores a merced de un erotismo sin censura, como pretexto para discursar sobre violencia de género, cosificación y mercantilización del cuerpo.
Walker es un documentalista. Las imágenes, suscitadas por la novela Memorias del subdesarrollo, traducen su contexto cultural, el aquí y el ahora. Sergio es su alter ego; pensado en él y su telescopio, Walker salió con su cámara a cazar realidades tropezadas. Es un testimoniante. Trae diversos personajes de la pluralidad de isla que somos, con o sin poses; porque la pose es también una actitud ante la existencia. Estamos habituados al subdesarrollo; el fotógrafo solo lo explicita.
La psicología de los sujetos es uno de los elementos más explotados. Sergio es un diseccionador de la sociedad, Walker puede serlo también. Antes de presionar el obturador conversa con las personas, establece una compenetración espiritual que lo ayuda a apropiarse de la energía del momento. Hay en su obra un aliento filosófico y una forma poética de descubrir el contexto social.
Paranoia expone, desborda, increpa. Conecta con el público porque apela al inconsciente, al hecho íntimo y punible o al hoy colectivo. Es una fotografía que recién emerge pero se abre paso en la palestra con la fuerza pujante del derrumbamiento.
La fotografía como aliciente de vida
(Entrevista a Lourdes Guerra Mesa)
Cierto es que el artista posee una sensibilidad inherente a su personalidad que le lleva a escoger determinados caminos por los cuales expresarse desde el arte. Lourdes Guerra (La Habana, 1956), precisamente con esa sensibilidad y alma de artista, incursionó con pie certero –o, mejor dicho, con ojo certero– en el universo de la fotografía con una capacidad para concebir imágenes que remueven los sentimientos.
Su producción no es fortuita. Ella lleva a cabo un proceso de realización a conciencia, meticulosamente pensado y enfocado para establecer un diálogo con el receptor. No intenta imponer un criterio, sino persuadir a partir de la sutileza y dulzura que emanan de sus piezas, para apreciar en nuestro contexto, en nuestra cultura, en nuestro devenir flashazos que recogen lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno, la quietud y el movimiento, la belleza en aquellas zonas destruidas u olvidadas.
He aquí los testimonios de una carrera en ascenso, que procura un desarrollo y alcance exquisitos dentro del panorama de la fotografía cubana. Sigamos de cerca los criterios y las imágenes que emanan de esta artista del lente.
Coméntame un poco cómo y cuándo comenzaste en la fotografía.
Creo que ya sea un arte, un oficio, una profesión, incluso hasta un hobby, todos tenemos un denominador común y es el hecho de habernos valido de personas cercanas que nos han ayudado a dar los primeros pasos. En casa siempre hubo cámara fotográfica –una Kodak– que mi padre utilizaba para dejar constancia de eventos familiares. Con el transcurso del tiempo, vinieron otras como la Vilia, una Smena, una Praktica y allá por los 90´s llegó a mi mano una Ricoh que para mí constituyó un puente entre la época analógica y la era digital dadas las prestaciones que esta cámara tenía y con la cual pude documentar viajes de trabajo que hice a Alemania y Namibia en esa misma época.
Definitivamente, fue mi madre quien determinó esa inclinación dado su gusto por repasar con cierta regularidad todas las fotos de la familia y las artes en general. Ahí comenzó el hechizo, aun sin tener conocimientos de fotografía. No puedo dejar de mencionar a un querido amigo y gran fotógrafo cubano, Leonel Fernández Delgado, quien también contribuyó mucho a mi formación académica al tenderme su mano de forma desinteresada e incondicional.
Por lo que explicas, podemos decir que eres una fotógrafa de vocación autodidacta, pero quisiera que me comentaras brevemente cuáles han sido tus experiencias desde un aprendizaje académico. ¿Cómo ello ha influido en tu carrera como artista?
Luego de mis primeros pasos de la mano de Leo, como te decía, llegaron Tomás Inda, Rogelio Durán, Márgel Sánchez, todos de la Escuela de Fotografía Creativa de La Habana (EFCH); Rufino del Valle, el Dr. Ramón Cabrales, ambos de la Academia de Arte y Fotografía (hoy Casa del fotógrafo); El Chino Arcos con su magnífico Taller de la UNEAC; y, Grethell Morell, una extraordinaria mujer, curadora, historiadora del arte y Premio Nacional de Crítica, quien definitivamente vino a marcar la diferencia entre un antes y un después en la búsqueda por la distinción de ese rasgo que identifica tu trabajo y los detalles que resultan invisibles a otros ojos.
Tienes una exquisita producción fotográfica donde has abordado la danza con un halo preciosista y elegante, y una delicadeza visual y técnica en el trabajo con las luces, los movimientos, las puestas en escena, los bailarines, que han sido para ti motivos de lauros –de lo cual hablaremos más adelante–. Este halo poético también siento que emerge en otras de tus series, por ejemplo, en Travesías de Madrid a La Habana, Poesía del sujeto o Con La Habana a cuestas. ¿Cómo entablas esa relación entre tus fotos y lo poético?
Como bien expresara Eusebio Leal, hay que conocer de dónde venimos para saber a dónde vamos. Tanto la educación que me dieron mis padres, como la formación que tuve de ballet, y mi trabajo como traductora, hicieron que me convirtiera en la persona que soy hoy.
En mi casa siempre se ha escuchado música clásica; mi padre fue abogado, mi hermano médico, mi esposo economista: todos apasionados de la literatura con una sed casi desmedida por la lectura; por eso hoy día cuando entro en una casa y no veo un libro se me enfría el alma. También mi desempeño como traductora/intérprete en un centro de investigaciones políticas me dio la oportunidad de trabajar con intelectuales, académicos, diplomáticos y, con todos, se abrieron en mí nuevos horizontes. Con ello quiero decir que estos múltiples lenguajes aprehendidos a lo largo de la vida me han permitido crear el mío propio y como consecuencia navegar en aguas mansas para buscar y hallar lo poético a través del lente, pero sobre todo con perseverancia, que la creo mucho más importante que el talento.
De igual modo, eres una artista que trabaja la cuestión social, antropológica y sociológica en tus fotografías, con ese marcado acento poético, lírico que le otorgas a tus imágenes, como ya estuvimos dialogando. En ese sentido, ¿cómo decides escenas y encuadres? ¿Hay una concepción previa, un análisis consciente antes de disparar el obturador?
Para llegar a ello es indispensable primero mucho estudio, ver muchas imágenes, buena filmografía, mucha práctica y lecturas tanto de literatura en general como aquellas, casi obligadas, relacionadas específicamente con la fotografía, digamos Historia de la fotografía, Estética fotográfica, El instante decisivo, La cámara lúcida y muchos otros títulos. Una vez que logras interiorizar toda esta información teórica además de conocer tu cámara para explotarla al máximo, el ojo ya entrenado te permite componer y por tanto decidir los elementos que conformarán la escena teniendo en cuenta para ello iluminación, color, textura, etc.
En mi caso, como tiendo mucho al detalle, a la simplicidad y a los encuadres cerrados, efectivamente hay un análisis previo, consciente: me valgo de la teoría del in y el out para destacar el centro de interés y dejar fuera el resto de la historia con el objetivo de que sea el espectador quien la complete. Dentro de la escena, también me ayudan aquellos elementos que representen figuras geométricas sobre todo las líneas: tengo un amigo que acostumbra decir que soy euclidiana.
Quien observa tu trabajo en conjunto puede apreciar que hay, en tu modus operandi, una inclinación especial por las luces y sombras, por reflejar un tratamiento minucioso y delicado con las zonas iluminadas o ensombrecidas, lo cual en muchos casos es el toque fundamental de la escena. ¿Cómo ha sido tu trayectoria y crecimiento en este sentido?
Creo que el manejo de las zonas de sombras y luces es algo que lo tengo incorporado desde la infancia teniendo en cuenta mi formación. Mi madre, aunque indocta, tuvo la suficiente inteligencia natural para inculcarme su ascendencia artística: José Vilalta y Saavedra, importante escultor del siglo XIX y principios del XX con una vasta obra tanto en Cuba como en Italia, país donde tuvo su propio taller, y donde lamentablemente falleció olvidado y en la más absoluta pobreza. Además, sembró en mí lo que acostumbro a llamar “un pensamiento semilla” que se traduce en la búsqueda continua de las luces y las sombras: fíjate siempre en las luces y las sombras, me decía incesantemente. Hoy por hoy, constituye mi leitmotiv y esto me permite captar escenas con sensaciones tensas, misteriosas, melancólicas, según el espacio que se presente ante mí o el mensaje que quiera transmitir con la imagen.
El fotógrafo español Fernando Guerra expresó en una entrevista: El simple hecho de que la luz cambie hace que la fotografía también cambie. Lo que era banal hace media hora, se convierte en la fotografía.
¿Cuáles artistas, sobre todo del lente, ya sean cubanos o extranjeros, consideras que son referentes de cabecera para ti y tu trabajo?
A medida que uno transita este largo camino creo que los referentes van cambiando teniendo en cuenta los trabajos realizados y la madurez alcanzada. Cuando me preguntan por los referentes siempre viene a mi mente la idea de un río que, en la medida que avanza su cauce, va nutriéndose de diversos afluentes que enriquecen su caudal. Por tanto, trasplantando esto al plano fotográfico, digamos que los referentes han tributado al desarrollo y madurez de todo el trabajo.
En mi caso particular, como creo nos pasa a todos, han sido varios: en un principio me identifiqué con la obra de Rosemarie Klausen, fotógrafa alemana especializada en teatro; Josef Koudelka, fotógrafo checo quien en sus inicios también desarrolló este género y Sonia Almaguer, gran amiga y fotógrafa cubana con una vasta obra dedicada a este género.
En el caso de la arquitectura, pues los clásicos Alfred Stieglitz y su discípulo Paul Strand, además de José Grandal y Lissette Solórzano. Si hablamos de danza no puedo dejar de mencionar a Robert Doisneau, André Kertesz, Alexey Brodovitch, Leysis Quesada y Jorge García Alonso.
Actualmente, mencionaría a Torben Eskerod, fotógrafo danés con un exquisito trabajo de interiores; Italo Zannier, considerado el padre de la fotografía moderna italiana; Todd Hido, quien destaca por el trabajo de la luz y la limpieza del color; la danesa Trine Sondegaard; Inge Morath, maestra del blanco y negro, llamada “la fotógrafa de la calma”; Marc Riboud, francés, de encuadres muy concentrados en la relación de los lados; Chauncey Hare, maestro en dividir las escenas y aprovechar ventanas y toda puerta abierta; Diana Markosian y Vanessa Pallotta quienes también van por esta línea y la Pallota en particular lleva los elementos al borde del encuadre; la alemana Cándida Hofer y sus ambientes laborales que van desde la opulencia hasta lo minimalista; y por supuesto, Sabine Weiss, suiza naturalizada francesa, aun en activo, considerada la fotógrafa de la luz y la ternura, enmarcada dentro de la corriente de la fotografía humanista. Hay muchos otros, pero la lista se haría interminable… y espero que muchos referentes más lleguen y continúen enriqueciendo mi caudal.
En tu carrera artística has sido merecedora de varios premios y reconocimientos. Coméntame sobre algunos de estos lauros, en el marco de cuáles eventos han sido entregados y qué han significado para ti dichos reconocimientos.
Efectivamente, han sido varios, y estoy muy agradecida por cada uno de ellos. El premio más reciente, fue el pasado mes de diciembre (2020), durante la VI edición del concurso “Lente Artístico”, evento que organizó la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos del Centro de Patrimonio Cultural de La Habana, así como la mención especial que en este mismo concurso me otorgó el Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA).
Anteriormente, en 2017, me premiaron en el Salón “Ciudad sin Límite”, concurso que se celebra anualmente dentro de las conmemoraciones por el aniversario de la Villa de San Cristóbal de La Habana.
En 2016 obtuve otros dos: el Premio “La Academia”, por toda la obra realizada, otorgado por la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle y el premio entregado en el I Salón de Mujeres Fotógrafas “Tina Modotti”, auspiciado por la Galería Angelus.
También he recibido a lo largo de todos estos años varias menciones y reconocimientos entre los cuales se incluyen varios organizados por grupos de fotografía que circulan en las redes sociales con sede en India, Estados Unidos y España dadas las nuevas condiciones impuestas por la Covid-19.
Por naturaleza soy una persona discreta, que intenta mantener un perfil bajo sin ánimos de sobresalir ni ser el centro de atención. Muchos han llegado a pensar que es arrogancia cuando en el fondo no saben que soy profundamente tímida. No persigo concursos ni premios, mucho menos trabajar en función de estos últimos. No obstante, cada vez que recibo alguno o me veo “colgada” en una pared –que éste es siempre mi fin– es la prueba de que las horas de desvelo, el esfuerzo y la dedicación han valido la pena y como consecuencia el compromiso con mi trabajo y el respeto por el espectador es cada vez mayor.
Como sabemos, la COVID-19 ha impuesto nuevas dinámicas de vida y de realización profesional; nos ha llevado a replantear cuestiones que van desde lo íntimo, lo familiar, lo social, y ello ha influido, de manera cardinal, en nuestros modos de ver y enfrentar la vida. Háblame sobre tu experiencia a raíz de esta circunstancia: proyectos, reformulaciones en el trabajo fotográfico, superación, etc…
Innegables son las difíciles circunstancias que ha impuesto la Covid-19, tanto en Cuba como en el resto del mundo, en todas las esferas de la vida, y mi trabajo fotográfico por supuesto también se vio ralentizado provocando incluso un largo momento de impasse.
Primero que todo, porque me aterré al pasar de una vida dinámicamente normal a la interpretación de un protagónico de ciencia ficción. Con el paso del tiempo y resignándome a esta “nueva dinámica”, en lo personal pienso que ha resultado positivo: he aminorado la marcha, pues soy una persona que siempre ha estado al límite, y la actual situación me ha permitido un mayor tiempo para estudio, lecturas pausadas e incluso, como bien dices, reformular el trabajo fotográfico, orientarlo hacia otra línea que desde el mes de febrero desarrollo y me desvela –como la serie de los interiores–, permitiéndome llevar adelante tres trabajos al unísono que de alguna manera se relacionan: Saba, una historia de vida compartida entre memoria y recuerdos de una mujer extraordinaria cuyo universo íntimo me permitió penetrar y en el que me vi atrapada entre sus luces y sus sombras; Interiores, donde reflejo ambientes y objetos habaneros desde lo más general hasta lo mínimal; y, El ojo en vigilia, una serie donde la presencia humana directa, sin rostro, me permite descubrir sujetos en situaciones muy privadas pero confiados y cómplices ante la cámara. Estas dos últimas aún en proceso, así que no adelanto nada más.
Henri Cartier-Bresson afirmó “fotografiar es como gritar, pero no para dar uno pruebas de su originalidad, es una forma de vivir”. ¿De qué manera y hasta qué punto vives y te involucras en tus trabajos fotográficos?
Como te comentaba anteriormente, soy una persona que siempre ha estado al límite desde temprana edad pues el ballet es una disciplina muy fuerte, de mucha entrega, sacrificio, incluso restricciones y eso, como quiera que sea, te va forjando. Todo ello hoy lo veo reflejado en mis trabajos; una vez que decido llevar adelante un proyecto es porque ya desde el momento inicial me siento involucrada y que va desde el primer encuentro con mi retratado o su espacio hasta el día en que veo las piezas colocadas, listas para la inauguración. Realmente, la fotografía es una forma de vivir y de sentir, de mirar con sensibilidad y en busca de nuevos caminos. Es un aliciente para mí en todo momento.
Leyenda de obras:
- La Quinta, 2016. De la serie Yo tengo un sueño, 60×80 cm
- Entrega, 2019. De la serie Poesía del Sujeto, 30×40 cm
- Isadora, 2015. De la serie XXX Retazos, 60×50 cm
- Somos uno solo, 2021. De la serie Interiores (serie en proceso), 30×40 cm
- Amanecer, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm
- Haciéndose a la mar, 2016. De la serie Con La Habana a cuestas, 60×80 cm. Esta obra fue premiada en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020
- Indiscreción, 2015. De la serie Con La Habana a cuestas, 50×70 cm. Obra que recibió mención en la VI edición del concurso “Lente Artístico”, en diciembre de 2020, otorgada por CODEMA
- Ya no somos los mismos, 2021. De la serie Saba, 30×45 cm
Derechos con flash
¿Alguna vez has captado tus derechos en una foto? ¡La Red de Jóvenes por la Salud y los Derechos Sexuales te retan!
Se trata de una iniciativa para celebrar el Día Mundial de la Salud Sexual, de conjunto con el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Entre los requisitos sobresalen: No se admiten selfies, debes postear tu fotografía este 4 de septiembre y usar las siguientes etiquetas: #FEUPorLosDerechosSexuales, #Cenesex, #DMSS ,#DaleLikeATusDerechos, #RedDeJóvenesPorLaSaludSexualYLosDerechosSexuales.
Además, se requiere copiar el enlace de tu publicación de Facebook y publicarlo en el grupo de Telegram: https://t.me/dale_like_a_tus_derechos
De acuerdo con el reto promovido en las redes sociales del Cenesex, se premiarán las tres publicaciones más originales y con mayor cantidad de reacciones.
Las instantáneas pueden reflejar los siguientes temas:
-Derecho a decidir de forma libre, autónoma e informada, sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.
– Derecho a decidir libremente con quién o quiénes relacionarnos afectiva, erótica y socialmente.
– Derecho a que se respete nuestra privacidad e intimidad y se resguarde confidencialmente nuestra información personal.
– Derecho a la vida, a la integridad física, psicológica y sexual.
– Derecho a la Educación Integral de la Sexualidad.
Tus derechos son memorables: ¡Haz que sean luz!
Camuflaje de la virilidad
Apropiándose de la función habitual del maquillaje de los payasos, como máscara que proyecta alegría, Annia Leyva Ramírez la descontextualiza y simplifica “la representación de la sonrisa, como camuflaje que simula felicidad y guarda dentro heridas de batallas por la utópica virilidad que protegería a los modelos contra la violencia psicológica marcada por burlas, insultos, amenazas y maltrato físico que sufren muchas personas de la comunidad LGBT+”.
Camuflaje de la virilidad, expuesta por el Centro Provincial de Arte de Holguín en el perfil de Facebook Artistas holguineros, y como parte de las celebraciones por el aniversario 30 de la institución y de la jornada cubana por el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, reúne diez fotografías digitales, parte de una serie mayor del 2015, que “muestran dos modelos masculinos representando de manera performática, escenas de lucha de poder, violencia psicológica, entre otras manifestaciones que podemos identificar como respuesta de la comunidad LGBT+ ante el difícil enfrentamiento con la sociedad homofóbica”, asegura Annia.
Esta representación performática captada por su lente, precisamente descontextualiza la sonrisa del payaso, que junto a la peluca, los zapatos, el vestuario y la nariz roja son reflejos de esa falsa alegría edulcorada para complacer al otro (a la sociedad) sobre un contrato común, y una tradición. Annia convierte esta simulación –con toda la laceración que contiene– en denuncia y reflejo de un camuflaje cotidiano (aceptación personal y social) para enfrentarse a las múltiples adversidades, tamizadas por la violencia psicológica y también física frente al otro (no casualmente “persona” viene del griego “personaje” o sea, “máscara de actor”).
Sus personajes –el actor Reinier Parra y David Nieves, baterista de la banda Tópoc– corporizan/escenifican estas “respuestas” sociales en obras como “Simetría”, “Libertad”, “Lucha de Poder”, “Ma-Dura”, “Locked”, “Sentimientos encontrados”, “Domo” y “Be your self”. Aquí determinados objetos “calzan” también los significados: el candado y las llaves para simbolizar el secreto, el silencio y la posibilidad de apertura, de libertad o más bien de la liberación deseada; la sombrilla como elemento protector, como domo contra el desamparo; las corbatas para subrayar poder, estatus social (versus cierta marginalidad condicionada con el vestir, y además estereotipos de las modas para “caracterizar” visualmente a la comunidad LGBTI+). Todo ello como camuflaje, en una lucha de poder con el otro y también consigo mismo.
Cuando le llega la musa –cuenta Annia, quien reconoce entre sus motivaciones haberse encontrado con la obra del fotógrafo estadounidense Robert Mapplethorpe (1946-1989), sobre todo por el empleo de los altos contrastes en las figuras de fondo y en la selección de los modelos de buena parte de su trabajo– viene junto “con una imagen panorámica de lo que tengo que hacer, los tonos que llevaría, los objetos de apoyo y el discurso. Necesitaba hablar del tema con imágenes y para ello busqué un actor que desde su interpretación y expresión corporal me diera la imagen que necesitaba. Así lo hago siempre, armo una composición: modelo-objeto que habla en todos los idiomas. Sin muchos equipos técnicos, solo dispongo de la cámara y las luces son experimentos… Necesito lograr una imagen con la cámara y tenemos que innovar para lograr sacar y que otros vean lo que tenía guardado en mi cabeza”.
Las piezas de Camuflaje de la virilidad –metáforas para, desde el arte y sus posibilidades, comprendernos y crecer como seres humanos– forman parte de las obsesiones de esta artista, quien es metodóloga de Artes Visuales en el Centro Provincial de Casas de Cultura de Holguín. Y al mismo tiempo, resultan detonantes, esquirlas, fragmentos (de realidades) a su imán.
Annia Leyva Ramírez (Santiago de Cuba, 1986) es graduada de la Escuela de Instructores de Arte en 2004 y de la Licenciatura en Educación, perfil Instructor de Arte, en 2008. Ha realizado acciones performáticas en varias provincias y expuesto en más de una treintena de muestras colectivas en Cuba, Ecuador y Venezuela. En este último país participó en el VI Evento Internacional de Arte Corporal, 2011. Entre las exposiciones personales se encuentran: Compartiendo paredes, Casa del Artista, Caracas, 2011; Silencio roto, Centro Provincial de Artes Plásticas, Holguín, 2013; y Cambio de mentalidad, Casa del Joven Creador, Guantánamo, 2015.