exposición
La «Iniciación» de Yanetsy
Con un doble sentido, por tratarse del nombre de uno de los capítulos de «Jardín» y de su primera presentación como artista visual en La Habana, este viernes la pinareña Yanetsy Ariste presentará la exposición personal «Iniciación» en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, de la capital.
La muestra rinde homenaje a la novela lírica «Jardín» y a Dulce María Loynaz, su autora, Premio Miguel de Cervantes 1992 y con una profunda huella en la vida y obra de Ariste, también escritora, crítico de arte y periodista.
«Jardín» es pura poesía, uno de los primeros textos que leí en mi adolescencia y me marcaron; el personaje de Bárbara se me quedó muy dentro y esa constituye una de las maravillas de la literatura y las obras de arte: trascienden a los autores y conquistan a los lectores.
Yo también me siento Bárbara dentro del «Jardín»; es un personaje guiado por muchas sensaciones y emociones. Y el jardín llega a ratos a ser refugio, una naturaleza que se convierte en amparo, guardiana; pero también prisión. Es esa comunión de elementos diversos, de los cuales uno no está al margen en la vida.
«Iniciación» está compuesta por 10 experimentaciones gráficas y monotipias, con dimensiones de 70×50 centímetros, todas verticales, «pues siempre imagino lo que pinto como páginas de un libro; no puedo alejarme de la idea de la poesía visual», apuntó.
Dulce María Loynaz ha sido significativa para muchas generaciones de escritores cubanos; y que sea precisamente en el Centro que lleva su nombre, en la casa donde vivió una de las mujeres que más admiro en la literatura cubana, tiene para mí un simbolismo enorme; y este es mi homenaje a ella y a lo que ha representado en mi vida
Los colores que representa «Iniciación» son puros estados de ánimo y una mirada muy subjetiva de lo que yo creo que puede estar sintiendo ese personaje, con sus ojos de asombro ante el mundo que se le revela.
Por eso también opta por la abstracción, «que viene siendo ya mi lenguaje para decir las cosas».
Yanetsy Ariste se distingue por su versatilidad en el mundo del arte, de ahí que sea habitual «sentirla» en el entorno cultural de Pinar del Río, y fuera de él; sobre todo por la constante búsqueda de lo diverso, lo que la distingue y nutre como artista.
Estudié Historia del Arte porque quería ser artista de la plástica, nunca pensé ser escritora, crítico de arte o periodista; y era un sueño que tuve escondido y de alguna manera se desvirtuó con la carrera universitaria y por eso empecé el camino literario.
Pero este año sentía que debía pasar a la frágil posición de exponerme, pues no sabes cómo te recibirá el público; y eso te obliga a conquistar.
Sin embargo, el ejercicio literario está en mí y de ahí parte mi trabajo visual; no me creo artista de la plástica porque soy una escritora que expresa las emociones captadas de una obra literaria.
«Iniciación» constituye la segunda muestra personal de Ariste, ya que en este calendario había realizado la exposición «Ensoñaciones» en la galería Sala Real, de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia más occidental; y participó en la muestra concurso Post- It, en La Habana, con el libro de artista Las Otras.
Entre la cuna, la cura y el sepulcro, un aquelarre
La exposición colectiva Cuna, cura y sepulcro, de la comunidad de ilustradores cubanas El Aquelarre, abierta al público en la Sala Pequeña del Centro Provincial de Arte de Holguín, como parte de la XXIX edición de la Fiesta de la Cultura Iberoamericana, reúne piezas de 30 artistas que se han propuesto ofrecer su mirada sobre la dupla mujer-naturaleza.
Sus creaciones exponen la visión de lo natural como potencia femenina creadora. “Las ilustradoras muestran en sus obras el trabajo con la dualidad: cómo la vida y la muerte son un ente indisoluble; cómo el peligro puede ser parte de la belleza y cómo la naturaleza, concebida como fuerza creadora, contiene a ambos para convertirse en un todo regente del universo”, comenta Lorena Susel Velázquez Fraga en las palabras del catálogo de la muestra.
El título de la novena exposición del proyecto, propuesto por la artista Elís Milián, se basa en lo siguiente: “La tierra da la vida y a la vez la reclama a la hora de la muerte, tiene todo lo que se necesita para sobrevivir y sanar, pero a la vez puede ser oscura y llena de peligros”.
En Cuna… confluyen estilos y se aprecia la diversidad de texturas y paletas de colores, así como de maneras de aproximarse a la dupla mujer-naturaleza (desde lo fantasioso a lo mágico-mítico, con la figura femenina como centro del relato). “Esto posibilita al espectador no solo acercarse al mensaje de cada obra, sino también al mundo interior de cada una de las ilustradoras; donde cada una asume el rol de la madre Naturaleza y se da rienda suelta a sí misma para dar a luz a una creación evocadora que alcanzará su mayor esplendor cuando se posen en ellas los ojos de quien se acerque a observarla”, subraya Lorena.
Nombremos a las artistas integrantes de El Aquelarre, cuyas obras pueden ser apreciadas en la exposición, con curaduría de Roxana La O Sánchez y dirección de Yuricel Moreno: Aleida Pentón, Alessandra Nápoles, Amanda Prieto, Ana Isabel García, Ana Roxana Díaz, Angélica María Slovasevich, Annaliét Escalona, Bertha Andrianis Pérez, Chabeli Farro, Chelsy Escalona, Claudia Moya, Elena Estévez, Elizabeth Fajardo, Elís Milián, Gabriela Chang, Graciela Romero, Irina Gil, Kenia Herrera, Keyla Y. Casas, Lauren Olivera, Leonor García, Linette Cuza, Lorena Velázquez, Marian Domínguez, Mei Lai Contreras, Melissa Benítez, Patricia Rigali, Melissa López, Yanet Prieto y Yulia Rodríguez.
Este proyecto tuvo su génesis en septiembre del 2020, cuando Karla Ruiz se unió a doce ilustradoras para llevar a cabo un reto de dibujo conocido como telephone challenge. Tardaron cinco meses en completarlo y una vez logrado, decidieron mantener el contacto creando un grupo de WhatsApp, para propiciar que, además, se unieran más artistas. Su nombre está vinculado a la estética asociada a un aquelarre: el mito, la brujería, la existencia de una hermandad exclusiva entre mujeres motiva sus búsquedas. Estas ilustradoras comenzaron a “intercambiar por chat sobre nuestro trabajo, nuestra vida diaria y de lo que significa ser una mujer de este ámbito en Cuba. Con la llegada de más integrantes al grupo, surgió esta iniciativa, que siento que es un paso total hacia un futuro donde la mujer cubana hace suyos los canales de expresión”, asegura Ana Roxana Díaz Olano.
El Aquelarre tiene cerca de cien miembros en todo el país. “Cada muchacha posee su sello particular tanto en temática como en estilo. Algunas de las que iniciaron el proyecto ya no están dentro, pero el espíritu de intercambio y camaradería permanece, envolviendo a cada recién llegada con un aroma característico de poción en caldero”, añade Lorena Susel.
Los 80 de Lauro
Lauro Hechavarría es uno de los artistas visuales más reconocidos en Holguín. Pintor, escultor y pedagogo de larga trayectoria, pertenece a una generación –la misma de creadores como Cosme Proenza, Jorge Hidalgo y Armando Gómez en el plano holguinero; y de compañeros de estudios como Tomás Sánchez, Roberto Fabelo, Zaida del Río y Alberto Lescay– que llevó la carrera artística a la par de los procesos de transformación social del país.
“Sinceramente yo nunca sentí la tensión entre tres polos, porque al Lauro creador y profesor siempre lo acompañó el activista político. Sucedió con naturalidad. Mientras estudiaba en La Habana nos dijeron que teníamos un compromiso con la enseñanza artística por dos años y ya voy por 51”, aseguró en una entrevista a Claudia Patricia Hernández en el periódico ¡ahora!
Esas más de cinco décadas dedicadas a la docencia –en las que impartió Escultura, Dibujo Anatómico y Técnicas de representación, entre otras disciplinas, en la Academia Profesional de Artes Plásticas El Alba, de Holguín– fueron homenajeadas en la exposición colectiva 80 lauros, abierta al público en la sala Electa Arenal del Centro Provincial de Arte, a propósito de la celebración de las ocho décadas de vida, el pasado 8 de julio, del multifacético artista y profesor.
Confluye en el mismo espacio galérico la obra de artistas de diferentes generaciones y búsquedas expresivas, desde contemporáneos suyos como Hidalgo y Rolando Salvador Pavón, hasta alumnos y creadores en cuyo trabajo, de una forma u otra, ha influido Lauro, como Eduardo Leyva Cabrera, Luis Ramón Silva, Argelio J. Cobiella Rodríguez, Roger García, Onelio Escalona, Dagoberto Driggs Dumois, Ronald Guillén Campos, César Sánchez, Daikel Hechavarría Reynaldo (su hijo) y Yeniset Hernández. No hay una intensión ex profeso de que las piezas semejen o remeden al maestro, pues las influencias, más allá de técnicas, expresiones y corrientes, en la mayoría de los mejores casos suelen ser como ese rasguño, a veces imperceptibles, en la piedra, que permanece aunque no se note en la superficie.
Escultor por excelencia, Lauro cree que esta debe enfocarse en la forma, el volumen y el espacio. “Me gusta que cada pieza guarde un significado y para ello nada mejor que la Historia. Debo confesar que se trata de una relación espontánea que parte de mi convicción patriótica”.
El pasado año realizó una placa, que se colocó en la Casa del Joven Creador de la AHS en Holguín, a propósito del aniversario 35 de la organización en la provincia. Esta es una pieza escultórica muy significativa, contó, pues en “ella partí de un hecho básico: Sergio y Luis Saíz Montes de Oca eran hermanos de sangre y de pensamiento y dieron su vida a la patria; que mejor fondo para sus rostros que las listas de la bandera y en la base de las estrellas un fragmento de su testamento político. Cinco piezas que se ensamblan con tornillos cuya técnica predominante es el cemento directo”. Aunque cada material tiene un lenguaje propio, trabajó con el cemento, pues es “en estos tiempos la técnica más sencilla y rápida a la que apelamos”.
Piezas suyas también están presentes en 80 lauros, desde caricaturas donde explora la sátira política y diferentes problemáticas sociales, hasta, en similar línea, una selección de carteles creados para conmemorar diferentes fechas, sobre todo las celebraciones del 1ro de mayo. “Citadinas” (acrílico/playwood) y “El baño” (esmalte sintético/lienzo) se incluyen en la muestra con curaduría de Bertha Beltrán Ordóñez y dirección general de Yuricel Moreno Zaldívar.
Miembro de la Uneac, obras suyas están emplazadas en espacios públicos, como los monumentos a Simón Bolívar, Bernardo O´Higgins y Augusto César Sandino, en la Avenida de los Libertadores, y a Jesús Menéndez, en el Bosque de los Héroes, en Holguín. Sobre su trabajo escultórico y la necesidad de potenciar la expresión en la provincia, comentó: “Iniciamos con fuerza, hicimos el Bosque de los Héroes, la Plaza Calixto García, los monumentos a Lucía y a Jesús Menéndez, pero ahí nos quedamos. El próximo proyecto era el homenaje a los 14 generales holguineros que nunca se hizo y corremos el riesgo de perder también el de la Reconcentración de Weyler conformado por siete esculturas monumentales y ya preocupa que de los siete creadores involucrados quedamos cinco. Un proyecto en tercera dimensión y de gran elegancia que debe realizarse, sobre todo, por la historia de la ciudad”. Este interés por la historia nacional, con sus grandes figuras y también con sus héroes cotidianos, recorre la obra de un artista que celebra, entre colegas y alumnos, sus 80 lauros.
Rodolfo Marrero entre mundos paralelos
Rodolfo A. Marrero Tamayo nació en Holguín en 1990 y se formó como instructor de arte, en la especialidad de Artes Plásticas. A la par que trabajaba como especialista en artes visuales en la Casa de Cultura Manuel Dositeo Aguilera, mantuvo un creciente trabajo creativo, como lo evidencia la exposición personal Mundos paralelos, exhibida en el espacio galérico El Zaguán, perteneciente al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) en Holguín.
A Rodolfo le interesa la anatomía humana, cuestión difícil de dominar, mucho más cuando su abordaje mueve los hilos y la estructura del relato sobre el que gravita la pieza. Aquí no encontramos un cuerpo apacible, sosegado, en pose, presto para la contemplación (salvo la serenidad que emanan los retratos de Martí titulados “Utopía”, “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas” y “Romance”; y la pieza “Entre dos mundos”). Los rostros, en cambio, están en rebeldía. Son cuerpos contorsionados, amordazados y en lucha con sus miedos (como sacados de los círculos del infierno dantesco o de la parte inferior de El juicio final de Miguel Ángel, donde habitan las almas atormentados, condenados, en penitencia). Son seres en catarsis, que reflejan el dolor y la soledad, el vacío existencial y lo arduo que resulta salir del círculo donde el yo se debate consigo mismo, pero irradia sus dudas a los demás.
Basta con detenerse en piezas, mayormente en técnica mixta, en las que predominan los tonos ocres, terrosos, sepias, muchas veces sobre el papel envejecido; apenas las figuras humanas, algunos objetos que refuerzan los aspectos psicológicos, y un contorno difuminado, rojizo, que hace a los cuerpos gravitar en la nada, perderse, como en “El silencio de la verdad” II y II, “El náufrago” (de la serie Desmanes de la tierra), “El grito del silencio”, “Para ti que no me entiendes”, “Como marioneta dirigida por manos inexpertas prosigue su camino silencioso” e “Ilusión de un náufrago del tiempo (Sueños de papel)” I y II.
Rodolfo –que trabaja actualmente como atrecista de la Compañía de Narración Oral Palabras al Viento– tuvo una formación autodidacta, aunque de niño participó en talleres en la Casa de Cultura Manuel Dositeo Aguilera, en la que luego se desempeñó como especialista en artes visuales. Al no ingresar en la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, cuenta, “me tocó seguir el camino más largo, visitando galerías, buscando libros e información por la mayor cantidad de vías, hasta que tuve la suerte de conocer a Carlos Gámez de Francisco unos pocos meses antes de partir a Estados Unidos. Me dio pautas y guías, y de ahí en adelante comencé a buscar y experimentar. Luego la universidad de dio otras pautas en cuanto a concepto para seguir esa experimentación y tratar de encontrar mi camino en las artes”.
Cuando le pregunto por su interés en la figura humana, el dibujo anatómico y el retrato, que muchas veces se convierte en autorretrato, Rodolfo asegura: “Desde niño visitaba las galerías y tuve la suerte de crecer viendo las obras de artistas como Cosme Proenza, Miguel Ángel Salvó, Julio César Rodríguez, Víctor Manuel Velázquez, Carlos Gámez de Francisco, entre muchos otros, pero fundamentalmente la obra de ellos en Holguín. Me llamó mucho la atención los escorzos y distorsiones en la figura humana que lograban. En su mayoría eran figuras que tomaban de la historia del arte que incluían en su discurso. Eso me gustó bastante”.
“Trato de reflejar en mi trabajo algún sentimiento, estado de ánimo o pensamiento que en muchas ocasiones me cuesta exteriorizar de otra manera. Cuando fui encontrando el por dónde quiero llevar mi trabajo utilicé referentes de la historia del arte universal, tanto contemporáneos como del barroco principalmente. Pero sentía que no llegaba a lo que deseaba y ahí es cuando comienzo a trabajar con autorretratos y con retratos de familiares y amigos, que les he pedido posen para hacer alguna foto. Y las poses van entre lo que deseo trasmitir y ese reto personal por superarme en cuanto al dibujo anatómico que es bien difícil”.
Las obras que integran Mundos paralelos –una exposición atractiva en su sencillez, con curaduría de Danilo López Garcés y dirección general de Manuel F. Hernández; y con unas 16 piezas que nos muestran el trabajo de un artista joven en crecimiento y aprendizaje a la par del trabajo– dialogan con las dos obras de Oscar García González como artista invitado: “A través de la ventana” y “A través del alma” (bolígrafo/papel) que se muestran en El Zaguán.
“Rodolfo explora en las diferentes técnicas de la pintura y el grabado, aprendiendo sobre la marcha, tomando un poco de aquí y de allá (…) para así ir armando como decimos en buen cubano su muñeco, contextualizando al aquí, al ahora como tantos otros, en la incesante búsqueda de mundos paralelos”, comenta la artista Rosa Leticia Leyva Azze en las palabras del catálogo de una muestra que nos abre la puerta a esos mundos paralelos –que son los territorios poblados de voces y silencios, de cuerpos en trance y sobrecogimiento– en los que también habita Rodolfo Marrero Tamayo. Mundos para creer o descreer, pero mundos posibles.
La luz de los faroles en el arte de Iosvani García
El farol como símbolo atraviesa la exposición personal 1961, del joven artista Iosvani García Pérez, inaugurada en el Espacio galérico El Zaguán, del Fondo Cubano de Bienes Culturales en Holguín, y dedicada el 60 aniversario de la Campaña de Alfabetización y Palabras a los intelectuales.
En la muestra, titulada con el año en que Cuba se decretó Territorio Libre de Analfabetismo, esta lámpara –uno de los símbolos, quizá el más conocido, junto al lápiz y la cuartilla, de la Campaña de Alfabetización protagonizada por el naciente gobierno revolucionario cubano que permitió, en 1961, erradicar el analfabetismo y facilitar el acceso universal a los distintos niveles de educación de manera gratuita, funciona como “condensador semiótico” y mediador entre la sincronía del texto (las obras de arte que la integran) y la memoria de la cultura.
Veinte obras, realizadas en técnica mixta, nos reafirman que “Iosvani García Pérez escoge un objeto trivial por personal código, tal cual Duchamp o el arte pop como alegoría del contexto nacional que invita a preservar la historia y memoria del país”, asegura en las palabras del catálogo Danilo López Garcés, responsable de la curaduría y la museografía de la muestra. Estos son, en la memoria popular, “faroles icónicos para encender la chispa del pensamiento de laboriosos labriegos exhaustos de la ruda faena diurna. Senderos de luz en campos y ciudades para mitificar la épica de la Revolución cultural gestada desde los albores de 1959”, añade.
El farol, alegoría relacionada al campo y a la luz de la enseñanza, es el eje de piezas que poseen desde un claro matiz impresionista, con su fuerte carga expresiva –mis preferidas en la exposición–, hasta la recontextualización del símbolo al apropiarse de elementos del pop y la posmodernidad, en rejuego con la historia del arte (por ejemplo, la reinterpretación de obras clásicas como La dama del armiño, de Leonardo Da Vinci, y Las meninas, de Diego Velázquez). En las piezas de García Pérez, el farol, como hemos visto, no es solo elemento utilitario; su simbología trasciende este plano, incluso el decorativo, y ancla el referente a la modernidad.
Durante un mes quedará expuesta 1961 en el Espacio galérico El Zaguán, del Fondo Cubano de Bienes Culturales, con el ánimo de mostrar al público una parte de la historia nacional, tan importante como otros procesos vividos en los preludios de la triunfante Revolución, donde saber leer y escribir fue una ofrenda nacional popular a inicios de los 60, comentó el artista.
Línea de Kármán
La exposición colectiva online Línea de Kármán, inaugurada recientemente en Telegram, reúne la obra de catorce jóvenes artistas visuales estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA), y deviene sugestivo muestrario de lenguajes, géneros y miradas de la creación joven en Cuba.
“Los senderos del arte se abren paso. Escrutan la sabiduría, declarada en basamento conceptual desde su propia denominación. El impulso creador, en pos de la necesidad de expresión y diálogo con el espectador, atisbado desde las diferentes plataformas digitales”, escribe en las palabras del catálogo María de Lourdes Santana Arcos, y añade que aquí “se entretejen líneas, blindadas por cierta visión de historia en la que el artista no puede sobreexistir al margen del entorno”, por lo que la muestra, “resulta, sin dudas, una propuesta fertilizada por la vivencia personal desde una dimensión colectiva y una complementación de lenguajes, donde dibujo, grabado, instalación, calado, fotografía, performance, y videoarte, devienen en traza del límite entre una atmósfera subjetiva y el espacio público-exterior”, añade.
De esta manera encontramos –en esta exposición que toma el título del límite entre la atmósfera y el espacio exterior, a efectos de aviación y astronáutica, conocido como la línea de Kármán– el trabajo de Daniela Águila, Daniel Antón, Jany Batista, Roxana Bello, Rosa Cabrera, María Fernanda Chacón, Liz Maily González, Yasiely González, Liz Melisa Jiménez, Jhonatan Mario González, Osmany Reyes, Juan José Ricardo, María de Lourdes Santana y Aldo Soler.
Liz Maily González, en “Creación de un vínculo. Homenaje a Margaret Mead” (dibujo sobre imagen impresa) aborda “un proceso de sanación, la creación de un ambiente favorable y un pacto ante el dolor”, que “permitió el mejoramiento para el hombre y nuestro paso para convertirnos en seres verdaderamente humanos” (la sanación de un hueso fracturado resulta evidencia del cuidado y la evolución humana, como mostraron los estudios de esta antropóloga estadounidense). Mientras que Juan José Ricardo Peña, en “Ser libre para ser culto” (grafito y acuarela sobre la pared, intervención a manera de cenefas sobre la pared de una casa), “refleja varios cuestionamientos sobre el valor que le damos al arte y como este valor es característica en determinado espacio social. Hago uso del kitsch, el cual es un fenómeno con el que vivo a diario para establecer con el espectador un diálogo desde lo auto-referencial”.
En “La línea de la vida o composición # 1 en honor al silencio”, performance de tres minutos de duración (pieza de hierro fundido perteneciente a un piano familiar Jhon L. Stowers de 1952 de 11 libras), María de Lourdes Santana “representa el medio idóneo para llevar a cabo una propuesta donde el dolor deviene en traza, y la traza en representación de un gesto efímero”.
En otra de las obras que integra Línea de Kármán, la videoinstalación “Bisar (acto 1)”, Aldo Soler representa “dos videos que inician a la vez, perfectamente sincronizados. Con el paso del tiempo, ambos videos en bucle van perdiendo sincronización, hasta tal punto de que sea muy marcada y los audios se escuchen desincronizados, haciendo inentendibles su contenido. La pieza termina cuando estos videos pasan por todo el ciclo y se vuelven a sincronizar”, explica.
Mientras que María Fernanda Chacón, en “Cabos sueltos” (instalación papel y calado con láser) “profundiza en la idea del paso del tiempo y el deterioro, aludiendo a la representación de patrones de alicatado, como emblema de la arquitectura cubana. Son fragmentos de un pasado próximo, trozos de la memoria colectiva cubana, símbolo del pasado republicano del país”.
Interesantes –como el resto de las piezas y la muestra en sí– resulta la instalación “Paisaje emocional”, a partir de fragmentos de losas, tierra fertilizada y plantas medicinales, de Yasiely González, y “La mañana después”, serigrafía sobre cartulina de la serie “Aisladas” de Daniela Águila. Sin dudas una oportunidad que no debemos desaprovechar para interactuar desde las plataformas digitales con una atractiva muestra del presente (y futuro) de las artes visuales cubanas.
Viaje por los diseños escénicos de Andrés García Benítez
Entre candilejas. Andrés García Benítez y las artes escénicas se titula la exposición que, en sus redes sociales, comparte el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín a partir de una selección de diseños que visualiza el trabajo de este artista como creador para la escena cubana.
“Por lo regular, cuando se hace referencia a Andrés, siempre se recuerda su labor como portadista de Carteles. Es comprensible que así sea, pues las portadas diseñadas por él para una de las revistas más populares de la etapa republicana en Cuba son, indudablemente, un patrimonio del arte nacional”, asegura el investigador Martín Garrido, curador de la misma y quien ha dedicado parte importante de su trabajo al rescate y estudio de la obra de este necesario artífice plástico holguinero, y añade Martín que iniciada en los años 40, su labor para esta esfera de la creación, el diseño escénico, se amplía y enriquece en las décadas del 50 y 60.
La muestra, expuesta en el perfil de Facebook “Artistas holguineros” ante la imposibilidad de su apertura física por la propagación de la Covid-19 en la provincia, hace pública “una parcela de la obra profesional de Andrés relativamente poco estudiada y algo menos conocida”, añade.
Además del teatro, Andrés (1916-1981) realizó incursiones, “siempre brillantes”, en el diseño de vestuario y escenografía para presentaciones de ballet, ópera, zarzuela, danza moderna y cabaret, cada uno con las características propias de la manifestación y que le permitieron mostrar su “talento multifacético”, “su maestría como dibujante, su versatilidad como creador, su conocimiento profuso de la historia del traje y de la historia del arte en general”, dice.
Destaca, además, que “su profesionalidad en la esfera del diseño destinado a las artes escénicas se advierte en todas y en cada una de las piezas que ahora mostramos, demostrando por qué críticos tan exigentes como Rine Leal o Luis Amado Blanco solo tuvieran para él los más encendidos elogios” al reseñar obras donde el creador dejó la impronta de su firma.
Las obras expuestas en esta muestra –que celebra el aniversario 105 de su natalicio y los 40 años de su muerte; además, el vigésimo aniversario de la realización en Holguín de la primera exposición que, tanto en Cuba como en otras partes, se dedicó a vindicar el trabajo del notable artista– pertenecieron a las colecciones particulares de dos destacados artistas cubanos: el maestro Ramiro Guerra, pionero de la danza moderna en Cuba; y el diseñador escénico Eduardo Arrocha, “único discípulo de Andrés, a quien debe su consagración a estas disciplinas”.
“Fundidas en un todo, ambas colecciones se conservan hoy en Holguín por voluntad expresa de Arrocha. Las piezas que las integran son como pequeñas obras maestras de esta disciplina, que por su calidad no desmerecen dentro del conjunto total de la obra de Andrés”, añade, y que nos reafirman a Andrés García Benítez como uno de los grandes diseñadores escénicos de todos los tiempos en nuestro país, y una de las figuras que engrandece nuestro patrimonio visual.
Los artistas abstractos se reúnen
El Centro Provincial de Arte de Holguín inauguró la muestra virtual Todos abstractos, compuesta por obras de 60 creadores exponentes de la abstracción en Cuba, y dedicada al Premio Nacional de Artes Plásticas Pedro de Oraá y al holguinero Armando Gómez.
En esta exposición nacional –que puede ser visitada en el perfil de la institución “Artistas holguineros”– participan artistas de varias generaciones, incluidos jóvenes miembros de la Asociación Hermanos Saíz, y destaca por la variedad de la expresión y la multiplicidad de enfoques, miradas, técnicas y denominaciones estilísticas; funcionando, además, como una espiral de confluencias de las diferentes formas de acercarse a lo abstracto: desde la abstracción geométrica hasta la cromática y distintas denominaciones estilísticas como la abstracción lírica, sintética, analítica, el surrealismo abstracto, el informalismo (expresionismo abstracto, abstracción constructiva, la pintura matérica, la action painting), la abstracción postpictórica, entre otros.
Si bien están consiente que faltan nombres, esta “solo pretende ofrecer un flashazo en el capítulo del arte abstracto cubano contemporáneo, haciendo novedoso el hecho de brindar una mirada amplia a la condición abstracta”, comenta en las palabras de catálogo, su organizador, el artista y profesor Ronald Guillén, y destaca “la alegría de poder compartir con el público internauta, no solamente las obras mismas, sino también el entusiasmo de los momentos vividos mientras recibíamos y seleccionábamos cada pieza, cada dato, cada currículo; el descubrimiento de los sitios, grupos y nombres que intentan aupar y promover la abstracción cubana toda, ocultos algunos y compartidos otros, la conexión mágica y creativa que enlaza a tantos artistas de diferentes creados, generaciones y experiencias de vida” bajo la señal del arte abstracto.
La obra de Pedro de Oraá es bastante conocida, ha marcado impronta en el arte cubano, y es cercana con los pintores holguineros. Por su parte, Armando Gómez, que este 2021 celebra sus 80 años, posee una obra importante en la abstracción matérica. Residente en México, graduado de pintura y escultura de la Escuela Profesional de Arte de Holguín, desarrolló sus primeras piezas basadas en los principios del expresionismo abstracto.
Integran, además, la muestra –con piezas que van desde la fotografía, la cerámica y la instalación a diferentes técnicas pictóricas, y donde encontramos a miembros de diferentes generaciones– artistas como Abenamar Bauta Delgado, Adela González, Aníbal de la Torre Cruz, Carlos (Koky) Trillo, Carlos García de la Nuez, Claudio Sotolongo, Emilsy Pérez, Francisco Núñez, Freddy García Azze, Grettel Arrate, Jorge Luis Hernández, José Ángel Vincench, José Manuel Mayo, José Vega Batista, Juan L. Brouwer, Julia Valdés, Julio Ramón Serrano, Katia Leyva, Leandro Pérez, Lidisbelis Carmenate, Luis Miguel García, Luis Santiago Peña, Mariannis Mirabal Ripoll, Martha Beatriz Castro, Rafael González Morales, Ramiro Ricardo Feria, Ricardo Salgado Arias, Yimer González, Teonila Maltas, Yuliet Aguilar Vázquez y Yuliet Fernández Lluch, entre otros.
Todos abstractos, compendio de un interesante momento de arte abstracto insular, posee curaduría de Ronald Guillén y Bertha Beltrán, y dirección general de Yuricel Moreno, al frente del Centro de Arte, institución que celebra su aniversario 30 este año.
Imágenes de ruralidad en lente citadino
“En honor a la verdad, no existe poesía sin paisaje”; opina el escritor Ricardo Riverón Rojas, coordinador de la exposición fotográfica “Componer otro paisaje”, una muestra que deleita a quienes visitan la sede de la UNEAC en Villa Clara estos meses de junio y julio.
Homenaje, 60 años de El Alba
Cada academia potencia sus pautas, sus concepciones docentes, sus formas de ver, crear y pensar el hecho artístico; que, aunque se asemejen a otras, le permite irradiar cierto fulgor propio. Distintas miradas, rasgos y criterios, unifican la obra de sus egresados. Y al mismo tiempo –en esa especie de sello, de paradigmas asumidos y trasmitidos, de fragua a fuego lento–, cada escuela es un vórtice a la multiplicidad, un espacio abierto no solo a la experimentación sino a la divergencia, a la dialéctica, a la creación.
Esto lo comprobamos al recorrer la amplia muestra virtual Homenaje, a propósito del aniversario 60 de la holguinera Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, dedicada a los artistas y profesores Lauro Hechavarría y José Aguilar, y que, expuesta en el perfil de Facebook de esta institución, reúne piezas de los docentes y de egresados de la misma.
¿Podemos hablar, entonces, de un cuerpo visible o, al menos, caracterizable en la obra de los egresados de El Alba en las seis décadas transcurridas desde su fundación en 1961? Muchos de ellos reconocidas firmas de las artes visuales cubanas, radicados en la isla y fuera de ella. Ellos –asegura el profesor e investigador Fernando Almaguer Rodríguez en las palabras del catálogo de esta muestra– “se distinguen por un aspecto en su esencia, heredan partículas espirituales de sus consagrados profesores”, docentes entre los que se encuentran Fausto Cristo, Ramiro Ricardo, Miguel Mayan, Argelio Cobiellas, Fernando Bacallao, Lauro Hechavarría, Fernando Gómez y José Aguilar.
Estas prácticas –subraya– se caracterizan “por la búsqueda inquisitiva de estéticas que sondean la realidad social. Se advierte en sus obras –aun en la de aquellos que optaron por la abstracción–, un mordaz análisis comprometido con una entrega consensuada de criterios, no simplemente estéticos o artísticos, sino que se perciben posturas éticas disfrazadas de estéticas visuales; iluminados vestíbulos para comprender fenómenos cotidianos o culturalmente trascendentes. Esto indica algo muy importante, las generaciones de artistas plásticos que se formaron en El Alba entre las décadas de los 80-90 estuvo marcada por la necesidad de ese discurso, un arma estética para designar posturas, un ethos del decir desde la imagen plástica, una imagen plástica deontológica”.
Esta generación, más entrada a los 90, se formó en una academia que “re-semantizó su doxología, asumió técnicas y procedimientos de hacer el arte que enriquecían el discurso estético y ponía a tono nuestra visualidad con la del resto del mundo creacional”, y que “sustituyó materiales tradicionales por artesanales, mientras que, se incluía la fotografía, la documentalística y el video-arte, como argumentos procedimentales urgentes y necesarios para administrar los nuevos códigos de la visualidad”.
Ronald Guillén, Miguel Ángel Salvó, Alejandro Aguilera, Alexander Lobaina, Freddy García Azze, Rubén Hechevarría, Elsa Mora, José Ángel Vincench, Magalis Reyes, Néstor Arenas, entre otros, cuyas piezas integran Homenaje, forman parte de esta oleada de creadores que demuestra –como subraya Fernando Almaguer– que el enfoque social y antropológico fue ganando espacio y que los artistas de El Alba inician, o vienen a consolidar, un proceso de búsqueda y reflejo de lo otro, a través de prismas que van desde lo religioso y lo popular, hasta lo étnico y la identidad de género. “Sin embargo, semejantes transformaciones no hubiesen todo posibles sin la ductilidad de un proyecto pedagógico que reorientara la dinámica de los debates estéticos, todo sin abandonar los componentes neurálgicos de una academia”, destaca.
De esta manera, Homenaje agrupa, en esa especie de crisol abierto a concomitancias y múltiples “senderos bifurcables”, pero que parten de una misma génesis, un punto en común, obras, además de los ya mencionados, de artistas reconocidos como Cosme Proenza Almaguer, Alexis Pantoja, Eduardo Leyva Cabrera, Ernesto Blanco Sanciprián, José Emilio Leyva Azze, María del Pilar Reyes y Rosa Leticia Leyva Azze; y de otros, en perfecto diálogo y al mismo tiempo confrontación fructífera, más jóvenes, graduados recientemente, como Liz Mailys González, Alejandro Ortiz, Emilsy Pérez y Hennier Delgado.
Con coordinación de Guillermo Batista del Toro y curaduría de Ronald Guillén y Freddy García Azze, esta muestra refleja las potencialidades del “espacio cultural y pedagógico” que es El Alba, uno de los principales centros de la enseñanza artística en la región. Tanto así que “encontrar estrategias didácticas para encausar la diversidad creativa ante la inercia del discurso posmoderno, es uno de los mayores retos de nuestro colectivo pedagógico. Sin embargo, en medio de tanta confusión, se declara potencialmente útil y fértil, el ejercicio cultural que germina desde El Alba. Si algún propósito enaltecedor junta el alma humana, si alguna sensibilidad artística es capaz de redimir el dolor, encuentra en nuestras paredes hoy día, espacio para abrigar la esperanza”. La exposición Homenaje, a propósito del aniversario 60 de la fundación de la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, es una pieza más para continuar dándole cuerpo a esa esperanza, que es contribuir a darle cuerpo al arte holguinero y cubano.