Estados Unidos
Pride
Nací en 1997, a finales de la peor crisis económica en la historia nacional. No obstante, crecí, fui a la escuela, aprendí a leer. Devoré libros, visité museos, también me enamoré de cosas, de gente, que ya ni veo, ni escribo y aún sigo amando. Un día me miré al espejo, me vi cubano y me enamoré de mí. Así comencé a ahondar en mi propia historia, como reflexión profunda de mi propio país. En una ocasión una amiga estadounidense me dijo que la primera palabra que debo aprender del inglés era PRIDE, y le hecho caso, esa palabra brilla en mi pecho porque también he escogido ser cubano.
Como no creo en las casualidades y soy un amante de la historia, desde hace tiempo, viendo la situación de Cuba he pensado mucho en Etiopía. Esta nación se defendió del más feroz y genocida imperialismo europeo, ese que destruyó la carne y alma de muchas de las naciones más antiguas de la tierra, que devoró África, y humilló como nunca antes se había visto, a millones de seres humanos. La monarquía absoluta de Haile Selassie tuvo miles de defectos, más fue la forma de resistir frente al invasor. Etiopía sigue siendo un país muy pobre y, como siempre he dicho, no hay nada de dignidad en la pobreza, no obstante, la dignidad etíope está en poder decir, tengo Patria, porque la PATRIA lleva implícito el concepto de LIBERTAD. Es esa palabra tan volátil y abstracta, Patria, lo que permite mirar de frente al otro, y asumir nuestras lenguas, nuestras razas, nuestros credos, con la misma dignidad y orgullo que el ofensor, porque también tenemos historia. Hoy en un continente plagado de lenguas oficiales anglófonas y francófonas, en Addis Ababa se habla con orgullo amhárico.
Es innegable que nuestro primer proyecto de país fue convertirnos en una república dispuesta a la anexión. Pero también es innegable que un día miramos nuestras manos, pieles, luz, tierra, mar, y en un convulso despertar de sentires muchas veces plagados de racismos, discordia, diversidad de credos y religiones, también de nacionalidades, nos dimos cuenta de que éramos cubanos, así en 1868 nuestra tierra ya fertilizada parió la nación. Innegable también es, la primera intervención militar, y el vil chantaje de tener una república mediatizada o prolongar la intervención. Optamos irremediablemente por la primera opción, tuvimos que aceptar que Leonard Wood, que se había desempeñado como gobernador general, nos clasificara como… una verdadera dependencia de los Estados Unidos, que naturalmente se anexaría a la nación…
Vivimos en un país donde al mismo Batista se le negó la entrada a clubes privados, porque su mulatez pesaba más que sus cargos políticos. Donde las sobras de los restaurantes se les vendían a los mendigos. Que se llenaba de rascacielos, hoteles, contrastando con una economía netamente azucarera y enteramente dependiente de las fluctuaciones y coyunturas del mercado internacional. El campesinado cubano tenía un índice de desnutrición de 91%, menos de 1% consumía pescado, solo el 11.22% tomaba leche, solo el 45% comía carne, solo el 8% recibía atención médica gratuita. Estos datos no los inventé, revisen la encuesta de la Agrupación Católica Universitaria de 1956 y 1957.
Llegó enero de 1959 con el triunfo de la revolución iniciada en 1868. Nos negaron refinar el petróleo y nacionalizamos a las empresas. Así, en nuestro justo batallar, exigimos todas nuestras tierras, playas, minas; reclamamos también nuestro derecho a aprender a escribir y leer. Hubo bandidos, bombas, invasión, terrorismo, nace la Patria y es ella o la muerte. Es en ese tremendo discurso inicial, digno, justo, descolonizador y emancipador que nos olvidamos de un gran detalle que en mi opinión debe ser el primer principio del socialismo, liberar al hombre, no convertirse en su dueño. Fue ese pequeño gran detalle que nos hizo pasar por alto la humanidad de nuestra comunidad religiosa, minorías sexuales, que no comprendió que temer, pensar diferente y disidir, también es humano. Hemos arrastrado ese error hasta nuestros días y hoy nuestra supervivencia depende de sumar, tenemos la misión de que nuestro concepto patrio sea cada vez más amplio, inclusivo, sin olvidarnos de nuestro máximo deber y legítimo derecho de hoy más que nunca, defender a Cuba. Para eso también tenemos que discernir, porque ser cubano y ser parte de Cuba no da derecho a destruir.
Cuba es obra, luz, las sombras como ausencias que son, no existen en la Patria, digo esto aún a sabiendas de lo complejo que son estos conceptos. Las manchas de nuestra estrella tendrán derecho a existir, pero todos sabemos que son incapaces de iluminar. Es nuestra obra constante revelarlas, pero también trabajar diariamente en los brillos, en ser mejores, solo así tendremos un país mejor. Para eso tenemos que asumir nuestra condición actual e independientemente del tremendo grado de dificultad que representa para muchos y me incluyo, hemos de aprender a amarla. En nombre de este sentimiento se ha dicho mucho, se hace mucho, pero pocos conocen que amar es construir, y efectivamente en un mundo de tan poca inteligencia emocional pocos saben hacerlo. Cuba hoy más que nunca necesita ese genuino amor que en muchas ocasiones, pasadas, recientes y en la actualidad, todavía le negamos.
Lleva implícito la Patria, y lo reitero, la libertad, la vida, en sus expresiones más dignas, más humanas, por eso, en estos días tan tristes de julio, en estos tiempos tan tristes, llenos de manipulaciones, de viles intereses, de post verdades, hemos de amarla más que nunca.
Digamos Patria y decimos VIDA O MUERTE.
Cuba, para pensarla
Dos imágenes, cual rostros de Jano, nos interpelan más allá de cualquier juicio de valor sobre el curso de nuestra civilización y su huella en la tierra. Luego de la caza furtiva más despiadada e irracional posible, los elefantes hembra del Parque Nacional de Gorongosa, en Mozambique, nacen sin colmillos. Durante los 15 años de guerra civil desplegada entre 1977 y 1992 el marfil fue utilizado como fuente de riqueza para el suministro bélico, hecho que provocó una reducción drástica del 90% de la población. Como respuesta a la masacre se produjo una mutación del genotipo que expresa, entre otros elementos, la violencia descomunal ejercida y la fuerza telúrica del más grande de los mamíferos terrestres por sobrevivir.
No obstante, la realidad advierte en la mutilación el camino de las almas que devienen desnudas e inermes ante la determinación del nuevo e inequívoco hegemon. Mas otra vez el elefante se yergue en su decoro perseverante. El mismo que había elogiado el hombre solar de la nación cubana a fines del siglo XIX ante la negativa biológica a reproducirse en estado de cautiverio.
Del otro lado, la dolorosa súplica de ayuda de aquel que mientras moría por la presión aplicada de la rodilla del policía sobre su cuello, sus tenues exhalaciones apenas le permitían decir, no puedo respirar. George Floyd fue asfixiado por un agente de policía que debía protegerlo, ampararlo, cuidar de su seguridad pública, mientras una audiencia, aún más culpable, presenciaba casi inalterable el acontecimiento. Su único delito probado en los marcos de la discrecionalidad institucional norteamericana había sido su propia condición de hombre negro.
Estas dos tragedias, rostros de la infecundidad del nuevo dios de las puertas, se encuentran estrechamente ligadas por un mismo núcleo. Se trata de la producción y reproducción de la vida que a escala universal determina y apuntala el capital. Ante su voracidad no existe condición o situación geográfica de excepcionalidad posible. El capital es una –falsa– divinidad todopoderosa que invierte la jerarquía de valores, impone su código moral y cosifica todo cuanto encuentra a su paso. Oponerse a esta lógica o pretender una alternativa implica desafiar fuerzas en apariencia omnipotentes que vigilan y se organizan para ampliar la aniquilación del otro que ha logrado pensarse como agente de cambio, o simplemente como vehículo de la vida.
De ahí toda la estructura imperial diseñada para castigar con dureza la herejía imperdonable de la revolución cubana. Sin embargo, no se trata simplemente de hacernos desaparecer, de erradicar de un golpe la utopía de vivir sin cadenas, sino más bien de una muerte lenta, extremadamente dolorosa, consciente, que nos mutile por todas partes y a cada instante hasta que no nos lleguemos a reconocer y la asfixia termine absolutamente con la memoria de lo que somos. No es otra cosa que una condena ejemplarizante que no dé lugar a dudas sobre las consecuencias nefastas que podrían acarrear solo por la voluntad de trascender la estandarización que borra nuestras identidades y nos concibe como autómatas al servicio irrestricto del mercado.
La única opción que nos depara la realidad histórica, para ser al menos tan decoroso como el elefante, es profundizar y afianzarnos en el camino de la diferencia; en la vida íntima, informe, heterogénea y auténtica de Caliban. Pero su aún incompleta liberación definitiva, que constituye la dignificación plena de la vida cotidiana del cubano, es mucho más compleja de lo que a simple vista puede percibirse. En Cuba se desarrolla una lucha que trasciende lo local, que va más allá de sus fronteras culturales y territoriales. Consiste en un enfrentamiento de mayor envergadura que adquiere forma bajo el aspecto material y simbólico de oposición y negación radical entre dos occidentes.
A fuerza de sacrificios, que pueden también llegar a desgarrar, el cubano sostiene sobre sus hombros una lucha civilizatoria entre una civilización que puja, que pretende nacer y establecerse en el respeto y la libertad de la diferencia, de otra que aún no muere, que se sabe en peligro pero que posee todos los resortes de los poderes económicos y militares a nivel global. Este proceso se torna más enrevesado a partir del hecho de que todos los occidentes en pugna nacen o son atravesados por un mismo tronco y patrón de poder moderno, sostenido sobre la ilusión del desarrollo infinito de las fuerzas productivas y sobre la falsa necesidad de control y dominio absolutos del ser humano sobre la naturaleza.
En consecuencia, no es suficiente negar la progresión del capital en tanto totalidad sistémica. Es preciso acotar, sin embargo, que esta negación no representa descalificación vulgar o rechazo mecánico irreflexivo de esa totalidad, sino la asunción crítica y selectiva del conjunto de creaciones que en su producción humanizan la vida y de la eliminación de todo aquello que enajena y esclaviza. De todas formas, la negación dialéctica del capital constituye, aunque extremadamente difícil, solo la mitad del desafío. Es imprescindible, del mismo modo, negar todo lo que dentro de la alternativa reproduce y conserva elementos del mismo patrón de poder que sobrevive no solo como fundamento del orden en tanto raíz común. Asimismo, es de vital importancia erradicar los vicios y sedimentos prácticos-culturales ortodoxos que aparecen en el proceso; sobre todo las conductas defensivas institucionales que si bien juegan un rol determinante en un momento específico su permanencia e inalterabilidad pueden llegar a no permitir la incorporación del cambio como racionalidad fundante del otro y como estática social.
La alternativa solo puede permanecer como tal si niega los fundamentos sociometabólicos y reproductivos del capital y logra adquirir la capacidad de negarse a sí misma en tanto necesidad de transitar hacia estados diferentes –superiores– de mejoramiento y dignificación de la vida cotidiana. Las experiencias de alternativas europeas fracasaron no solo por el acecho y la subversión capitalista sino y fundamentalmente porque no fueron capaces de superar sus propias contradicciones. Se percibían aparentemente como una opción que superaba al capitalismo, clausurando casi absolutamente la posibilidad de constituirse en una alternativa para sí misma al extender el mismo patrón de poder que encubría por todas partes la presencia del dios-capital.
Crear nuevas formas de producción de la vida y de socialización entonces no es opcional. Representa una condición sine qua non para establecer una sociedad próspera, feliz, libre y sostenible. De ahí la permanencia del llamado del Presidente de la República de Cuba Dr. Miguel Díaz- Canel a crear, a sostener la unidad, la resistencia y la creatividad como fundamentos de la nueva sociedad. Pero crear nuevas formas colectivas de producción de la existencia demanda de esfuerzos de inteligencia nunca antes vistos por la humanidad, que solo podrán satisfacerse desde el ejercicio y la voluntad consciente de la inteligencia colectiva y de su diversidad enriquecedora.
De ahí el papel trascendente de la participación popular protagónica en el socialismo, pues no debe reducirse al rol residual o de adorno en el que la sumergen el capital y todas las formas de autoritarismo que han existido. Para ello se ha de retornar a nuestras raíces humanistas y desalienadoras que dieron origen y los primeros pasos de nuestra nación. Pues hemos creído casi con total e impune ingenuidad el dogma incuestionable de que la sociedad nueva –en nuestro caso socialista– tiene como fin construir los sujetos históricos necesarios para el cambio social, capaces de dar forma y permanencia a una nueva realidad; que a veces se nos extravía en el horizonte y parece diluirse en las fauces del postmodernismo.
El fin del socialismo –en cuanto a sociedad alternativa a la cosificación de todos los sistemas sociales y políticos que ha creado la humanidad–, consiste a nuestro juicio en crear las condiciones estructurales de existencia para una vida que haga posible la felicidad y plenitud de los seres humanos, y no a la inversa. Puede llegarse a ser sujeto y no ser feliz, y no reconocerse en la plenitud de sus potencialidades humanas. Sin embargo, no es posible alcanzar la felicidad y la plenitud sin constituirse como sujeto de su propia realidad, de su propia historia.
Este cambio de perspectiva significa rechazar y expulsar radicalmente la lógica del capital que hace del ser humano un medio canjeable, desechable si es preciso para alcanzar sus propósitos. En necesario, en este ámbito, insistir en el hecho de que tanto los medios como los fines deben estar y articularse como una misma totalidad armónica no contradictoria. Con medios coyunturales que aumenten la desigualdad social, la discriminación y la precariedad material y espiritual no se alcanza una sociedad de seres humanos felices, paritarios, participativos y plenos.
Cada medio ha de ser irremediablemente consecuente con la lógica y las aspiraciones del proyecto de sociedad emancipada, hecha de individuos prósperos, libres, plenos y felices. Que cada estrategia, curso de acción o movimiento contenga y aumente de manera gradual, en pequeñas proporciones, el buen vivir para nuestras familias, comunidades y territorios. Pues solo así los proyectos individuales podrán tener un lugar y afianzarse en una totalidad definida como proyecto global de nación socialista. De lo contrario, acudir a los mecanismos del capital supone incorporar en el metabolismo de la entonces aparentemente nueva ecología los pivotes que necesita para su reificación el dios-profano. El mismo que para su reproducción no dudará en morder nuestra tierra, perforar nuestras certezas, y asfixiar lenta y brutalmente a los seres humanos, tal y como hizo por medio del artefacto policial a George Floyd.
Esto implica, entre otros aspectos, que la felicidad y la plenitud para el cubano no nos caerá del cielo, o vendrá por correspondencia como un paquete salvador de fuera. Se ha de forjar aquí y con nuestros propios esfuerzos, con todo lo que seamos capaces de pensar y de hacer por nosotros mismos. Esta es una idea que nos constituye ontológicamente como nación, como cubanos y como seres humanos. Su materialización no es otra cosa que el devenir de este pueblo en el camino de la libertad, de la justicia social y de la soberanía. No es casual que emergiera a través de aquella figura enjuta hecha virtud, de crucifijo, toga negra y espejuelos marcados, que enseñaría primero a pensarnos como una realidad posible e independiente. Y que adquiriendo densidad por todos los tejidos de nuestro espíritu nacional alcanzara forma de juicio para apuntalar el concepto de revolución que nos acompaña, retorna a lo que somos, y a lo que podemos ser como cubanos dignos.
El desafío mayor ante todo este panorama, que la humanidad sin embargo no ha dado solución definitiva y espera atenta, se encuentra posiblemente en el trato que seamos capaces de dar y en la forma de metabolizar en una unidad orgánica la diversidad constituyente de lo real. Sobre todo, la parte más contradictoria y conflictiva, que en nuestro caso particular segmentos de esa porción se manifiestan desde el siglo XIX como hijos avergonzados de lo que somos, como sietemesinos que se niegan y desnudan al servicio de la anulación de su propia identidad y liberación, de su propia existencia. Con estos o a pesar de estos, el socialismo en Cuba tendrá que seguir transformándose significativamente, despojarse de dogmas y de malas prácticas, regenerarse con el esfuerzo y la voluntad creadora de los nuevos actores.
Solo podrá reproducirse y afianzarse con todos y para el bien de todos los seres humanos que de buena voluntad contribuyan conscientemente a la dignificación plena de nuestras condiciones de vida. A la erradicación de la desigualdad, de las injusticias, de la discriminación y a todas las formas de mutilación y cosificación que degradan la condición humana. Pero ha de volver con todas sus fuerzas y trabajar contra el desencanto, la apatía y la mediocridad, contra el nihilismo juvenil y el escepticismo irracional que asume el dejar hacer como una conducta adecuada de los no tan jóvenes. Para que nuestro socialismo continúe y sea próspero y sostenible tiene que ver, en palabras de Cintio Vitier, en cada ser humano desmoralizado, escéptico político, marginal o antisocial, un innegable y doloroso fracaso. En trascender esta condición y refundar una nueva ecología de oportunidades crecientes a partir de una integración en la diversidad que dignifique la vida reside la meta del proceso revolucionario cubano, el fundamento para su paz pública y el goce de sus ciudadanos.
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*El autor es Máster en Ciencias Políticas. Miembro de la Sección de Crítica de la AHS en Sancti Spíritus. Profesor de Filosofía Marxista y de Teoría Sociopolítica en la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, Cuba.
Un encuentro desde y por la resistencia
Durante tres días la Casa de las Américas reunió desde las plataformas digitales a activistas, estudiosos y representantes de distintas organizaciones, quienes abordaron temas relacionados con la actual realidad económica, política, social y cultural de las comunidades nativas americanas, afrodescendientes y latinas en los Estados Unidos.
El evento, que se convocó desde una perspectiva descolonizadora, permitió analizar los desafíos que en la actualidad enfrentan estas poblaciones en el país norteño.
Winona LaDuke, especialista en desarrollo rural, soberanía energética y justicia ambiental, economista y educadora, comentó sobre su amplia experiencia de lucha contra la minería de uranio en el suroeste de los Estados Unidos; en las reservas Navajo y en la Pine Ridge en Dakota del Sur, y posteriormente en la White Earth, donde el pueblo ha batallado para evitar que su arroz silvestre sea modificado genéticamente por la Universidad de Minnesota y las corporaciones.
Compartió también sobre la lucha contra los oleoductos de arenas bituminosas que son desde el principio, según manifestó, “petróleo de sangre para los indígenas del norte”, donde –luego de ocho años– lograron que se cerrara una de estas tuberías que importaba el combustible fósil hacia Canadá. A pesar de ello, apuntó que ahora han instalado otro en Minnesota; de ahí su lucha y la de muchos otros por sus derechos y el privilegio de la vida, para “tener un buen futuro en el que podamos respirar el aire y beber el agua y comer pescado y tener nuestras frutas y verduras locales de nuestros huertos”.
“Estoy agradecida por este momento en que puedo hablar con ustedes en un país diferente y podemos compartir nuestras luchas. Y lo que quiero decir es que estaremos peleando por estas rocas, tuberías y petróleo por el resto de nuestras vidas”, afirmó LaDuke, quien agradeció el liderazgo de Cuba en el mundo desde su posición como una mujer indígena del lejano norte en el sur global: “Les agradezco su valentía y les pido que sepan que, en mi corazón, pienso a menudo en ustedes”.
Por su parte, el periodista e historiador Nick Estes expuso también sobre su experiencia, y abordó acerca de The Red Nation, movimiento social que cofundó en 2014 en Albuquerque, Nuevo México, cuyo fin era estudiar cuántos indígenas habían emigrado de la reserva debido a problemas económicos y de seguridad laboral, así como el acceso a la atención médica y la vivienda.
Comentó acerca de la batalla de este movimiento contra una compañía de oleoductos canadiense llamada Enbridge, que construyó un oleoducto de arenas bituminosas a través del norte de Minnesota, y el cual atraviesa a más de 200 vías fluviales diferentes, específicamente de agua dulce.
Detalló que el conducto filtró cinco veces diferentes lo que ellos llaman fluido de fracturación hidráulica hacia ecosistemas altamente frágiles, lo que no solo es un problema indígena, sino de todos, pues incluía el agua potable, dijo.
Especificó que solo en lugares como Flint Michigan durante el mandato del expresidente Obama enfrentaron una crisis de agua potable que afectó a los niños pequeños pobres, concretamente a los niños negros en los Estados Unidos. “Esta crisis causó todo tipo de problemas, de daños irreparables debido al envenenamiento por plomo. Entonces, beber agua en los Estados Unidos es lo que llamamos un problema de clase”, aseveró.
Estes también se detuvo en los impactos de la pandemia para las comunidades indígenas, los cuales han sido devastadores, y no porque estos pueblos fueran biológicamente inferiores, como se describió en los principales medios de comunicación.
El III Seminario de estudios sobre las comunidades nativas americanas, afrodescendientes y latinas en los Estados Unidos se efectuó online –debido a la situación epidemiológica– después de 40 años de que la Casa de las Américas efectuara un encuentro de este tipo y reuniera a más de 50 creadores, sociólogos, activistas y expertos provenientes de varios países, principalmente de esa nación norteña y Puerto Rico, para analizar y discutir aspectos y desafíos de las comunidades mal llamadas “minoritarias” en esa nación.
Amanda Sánchez Vega, especialista del Programa de Estudios sobre Culturas Originarias de América de la Casa, puntualizó a la prensa que el evento –con el auspicio también del Centro de Investigaciones de Política Internacional– tuvo el objetivo de visibilizar la realidad de estas comunidades de los Estados Unidos.
Sánchez Vega especificó que en esta ocasión se contó con la participación de una treintena de investigadores, activistas, artistas de diferentes área de estudios; y reconoció el apoyo de varios amigos de la Casa como la escritora cubana Sonia Rivera Valdés, radicada en Nueva York y presidenta y una de las fundadoras de Latino Artists Round Table (LART), a la intelectual afrodescendiente Rosemari Mealy, al director ejecutivo del People´s Forum (New York) Manolo de los Santos, así como a la activista norteamericana Winona LaDuke.
Destacó que en el contexto del Seminario hubo dos presentaciones de libros del Fondo Editorial Casa de las Américas, la antología Aniversarios de Resistance. Reflections from the CSUN (Si ES IU EN) Chicana/o Studies. Department, una compilación de Martha D. Escobar, Alicia Ivonne Estrada y Melisa C. Galván; y el poemario en edición bilingüe Madrigal para un príncipe negro, de la poeta cubana Nancy Morejón, con traducción de María Rodríguez-Alcalá y Juanamaría Cordones–Cook.
En el Portal Informativo La Ventana, de la Casa, así como su sitio web www.casadelasamericas.org y su canal de YouTube, se encuentran disponibles las video-presentaciones que recogió el programa durante los tres días en que sesionó, además de otros detalles de la cita.
En Casa de las Américas sesiona seminario de estudios de comunidades en Estados Unidos
Desde este miércoles, la Casa de las Américas acoge el III Seminario de estudios sobre las comunidades nativas americanas, afrodescendientes y latinas en los Estados Unidos, un evento que regresa, esta vez desde las plataformas digitales, cuando han transcurrido 40 años de que en esta misma institución se reunieran más de 50 creadores, sociólogos, activistas y expertos provenientes de varios países, principalmente de esa nación norteña y Puerto Rico.
Jaime Gómez Triana, vicepresidente de la Casa, recordó en las palabras iniciales de la cita precisamente ese momento, en que, justo este día, se efectuara la inauguración del I Seminario sobre la situación de las comunidades negra, chicana, cubana, india y puertorriqueña en los Estados Unidos (1981), que «buscó mirar a los desafíos de las comunidades mal llamadas “minoritarias” en los Estados Unidos en un esfuerzo por conectar con el pueblo estadounidense y que contó con la participación de figuras de enorme liderazgo en sus comunidades que llegaron para debatir y propiciar el análisis científico, pero sobre todo para conseguir el mutuo conocimiento entre nuestros pueblos».
El embajador José Ramón Cabañas, quien se desempeña actualmente como director del Centro de Investigaciones de Política Internacional, aseguró que a pesar de los años de aquel primer encuentro, está seguro que se abordarán problemas comunes y peligros por enfrentar, mucho más cuando el discurso político al interior de los Estados Unidos se polariza aún más.
El también Doctor en Ciencias recordó que durante su estancia por más de ocho años al frente de la misión diplomática de Cuba en Washington, tuvo la oportunidad de apreciar muy de cerca los problemas que enfrentan las comunidades afrodescendientes, chicana, india y puertorriqueña, y que no muchas personas conocen en los Estados Unidos que alrededor de 200 jóvenes estadounidenses se han graduado como médicos en la Isla sin costo alguno, la mayoría de ellos pertenecientes a las comunidades de las que trata este seminario.
Compartió que constituye un acontecimiento participar en el Festival Anual de Jazz (en New Orleans) –y más cuando Cuba fue país invitado en 2017–, «donde más de 150 artistas y creadores se fundieron con la población local para desentrañar las raíces de una mezcla que se remonta al primer obispo que tuvo aquella ciudad proveniente de Santiago de Cuba, o al momento en que soldados de ocupación afrodescendientes permanecieron por varios meses en el extremo oriental de la Isla, absorbieron la influencia de los ritmos musicales locales y después regresaron a casa para crear el jazz».
Se refirió además a otros hechos que permiten hablar sobre «cuán cerca (o lejos) estamos y cuánto nos parecemos», razones que justifican –afirmó– que se organice ahora un tercer seminario sobre este tema, aunque hayan transcurrido 40 años.
«Estamos seguros que los resultados del intercambio que tendremos en estos días nos permitirá llegar a ciertas conclusiones, entre otras, que el intercambio debe ser más frecuente y que el diálogo entre comunidades de Cuba y los Estados Unidos es un factor insustituible para el mejoramiento de la relación oficial bilateral», concluyó Cabañas.
El Doctor en Ciencias Antonio Aja, director del Programa de Estudios sobre latinos en los Estados Unidos de la Casa de las Américas, abordó aspectos importantes sobre la migración latina hacia ese país, y su inserción en el escenario político, económico y cultural.
Puntualizó sobre los grandes retos y problemas migratorios relacionados con este tema, y ejemplificó que solo en el año fiscal que recién concluyó en los Estados Unidos fueron apresadas más de un millón 700 mil personas en las fronteras entre México y esa nación, fundamentalmente centroamericanos y haitianos.
Detalló que desde 2018 comienza a formarse de manera organizada caravanas de emigrantes, utilizando la ruta del sur para llegar al norte. «En octubre pasado una caravana de más de seis mil personas se dirige desde Centroamérica para arribar a la frontera México-EE.UU», dijo.
Y es que es imposible analizar la población latina en los EE.UU sin examinar la inmigración hacia ese país, «una inmigración que no concluye porque tiene causas, en primer lugar, en los elementos disfuncionales de las políticas de Latinoamérica, en particular en el área de Centroamérica y el Caribe que esperan que la población utilice su derecho a emigrar, y no su derecho a no emigrar, que también es un derecho humano», refirió.
Afirmó que entre otras causas están las redes sociales que viabilizan este proceso, el transnacionalismo, en el papel de las remesas en las economías latinoamericanas que cada vez son más dependientes de estas cuotas de dinero, así como la separación de las familias.
Se detuvo en el caso particular de Cuba, muy singular en las Américas en comparación con el resto de los latinos, y comentó brevemente acerca de las posturas de las últimas administraciones estadounidenses en relación con la política migratoria de la mayor de las Antillas hacia su país, que hace que sea un escenario complejo y diferente, aunque la Isla no es una de las principales naciones que le aportan migración latina, aclaró.
Explicó que los latinos es la principal minoría étnica de ese país, por encima de los afronorteamericanos, al sobrepasar los 50 millones de personas, lo que tiene una impronta en la economía y en las relaciones culturales, aunque no así en el poder político-legislativo norteamericano.
Manifestó la relevancia del Programa de Estudios sobre latinos en los Estados Unidos de la Casa –creado por el escritor e intelectual Roberto Fernández Retamar–, el cual «se interesa por cada una de las relaciones de estos análisis y la presencia de cada uno de estos procesos en el quehacer artístico-literario, en general, de los latinos en los EE.UU», de ahí la importancia de las relaciones académicas y culturales con los latinos de ese país y con los que estudian esta presencia allí, aseveró.
En el Seminario se abordarán, desde diferentes disciplinas, aspectos relacionados con la actual realidad económica, política, social y cultural de estas comunidades; las estrategias propias de comunicación y diálogo; los procesos educativos y de formación desde una perspectiva descolonizadora; y la resiliencia frente a la Covid-19.
En el Portal Informativo La Ventana, de la Casa, así como su sitio web www.casadelasamericas.org y su canal de YouTube, estarán disponibles los detalles del programa previsto para estos tres días, en el que destaca la presentación de dos libros editados por el Fondo Editorial Casa de las Américas: Aniversarios de Resistance. Reflections from the CSUN (Si ES IU EN) Chicana/o Studies. Department, una compilación de Martha D. Escobar, Alicia Ivonne Estrada y Melisa C. Galván; y el poemario en edición bilingüe Madrigal para un príncipe negro, de la poeta cubana Nancy Morejón, con traducción de María Rodríguez-Alcalá y Juanamaría Cordones–Cook.
Entre los participantes estarán la activista Ojibwe Winona LaDuke, la profesora afrodescendiente Rosemari Mealy, y Sonia Rivera Valdés, escritora cubana que vive en Nueva York, mujeres de gran activismo social y cultural.
Serie Madame C. J. Walker, entre ficción y realidades (+ Fotos, video y tuit)
La serie Madame C. J. Walker: Una mujer hecha a sí misma, basada en hechos reales y transmitida los sábados por el canal Cubavisión, rápidamente ha ganado adeptos en el público cubano, por la fuerza de su historia y la buena construcción dramática.
José Martí, un guerrero de todos los tiempos (+ Dossier)
La imagen más habitual de José Martí, Héroe Nacional de Cuba, suele ser la de un poeta, un intelectual, acostumbrado a discursos y escribir, especialmente durante horas de la noche. Algunos hasta han intentado presentarlo como hombre incapaz de soportar las exigencias de una contienda en la manigua. Pero el Apóstol de la Independencia era un verdadero guerrero. ¡Qué nadie lo dude! Durante toda su vida libró guerras, luchas constantes en las que nunca cedió.
Muchos fueron los desafíos que enfrentó durante sus 42 años de edad, demasiadas las críticas y privaciones, lo dolores de diversos tipos, las heridas en el alma, pero siguió fiel a sus principios. Solo alguien con enorme fortaleza mental y física podría enfrentar tantos molinos, y mantener su alma poética, la pureza de sus ideas y acciones, la confianza en la verdad y el sueño de Patria.
Nos parece verlo encarcelado con apenas 16 años de edad en las Canteras de San Lázaro. Desde la madrugada, trabaja y arrastra cadenas y grilletes por un pedregoso camino, excava y desbarata piedras a golpe de pico. Aquello le provocó lesiones en los tobillos y la cintura, por el roce del grillete. Eso le afectó su caminar y le generó dolores para toda la vida. Desde muy joven sufrió de lesiones en su piel y de un sarcocele (tumor de testículo, de tipo quístico), como consecuencia del roce constante de la cadena en el Presidio, del cual fue operado al menos en cuatro ocasiones.
Padeció también sarcoidosis, detonante de otras afecciones del tracto digestivo, respiratorio y cardiovascular. Sufrió, además, laringitis aguda y en más de una ocasión los médicos le recomendaron reposo absoluto de voz, pero era mayor su voluntad, y respondía: “Cuba no puede esperar”. Ahí están también las tristezas del exilio, la lejanía, las incomprensiones de la familia, las tormentas con su esposa Carmen Zayas Bazán, la separación de su hijo amantísimo, los disparos verbales de muchos…
A pesar de todo eso y otras lesiones del alma continuó incesante a favor de una Cuba totalmente independiente. En la preparación de la Guerra de 1895, superó con inteligencia y carácter diferencias con grandes jefes militares, como Antonio Maceo.
Su aporte como principal organizador de la Guerra de 1895 es incuestionable, con una visión integradora en cuanto a estrategia y unión de las generaciones participantes. Cada uno de sus discursos previos es fuente de civismo y claridad política. La creación del Partido Revolucionario Cubano y el periódico Patria también favorecieron las posibilidades de éxito.
En esos preparativos y en la concepción de la lucha demostró también tener un pensamiento militar fruto de análisis de otras experiencias, como la resistencia aborigen a la conquista española, las guerras de independencia de Hispanoamérica, La Guerra de los Diez Años, la Guerra de Independencia de las Trece Colonias, la Guerra de Secesión en los Estados Unidos (1861-65), la Guerra Chiquita, el plan Gómez-Maceo, la guerra de independencia española contra la invasión napoleónica y la guerra franco-prusiana. Se nutrió también de conversaciones con patriotas de contiendas anteriores, como Máximo Gómez, Antonio Maceo y Flor Crombet. Era un estudioso constante.
En su corazón palpitaba el deseo de pelear con los fusiles y las balas, sentir el volcán del campo de batalla. Va sobre su caballo, resuenan los disparos…, pero él sigue de manera impetuosa. Todavía parece cabalgar, con ese coraje indefinible.
Incluso, ahora 126 años después de su desaparición física, Martí continúa siendo un guerrero muy actual. Algunos repiten frases suyas, mencionan su nombre, hasta se atreven a decir cómo actuaría hoy ante determinados hechos, pero la verdad es que nuestro Héroe Nacional jamás traicionaría su amor verdadero a Cuba, su dignidad y antimperialismo. Debemos mantenerlo muy vivo junto a nosotros, palpitante, como parte esencial del corazón de esta nación y su pueblo.
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Martí nos enseña el camino del bien
Por Doctor en Ciencias Históricas Pedro Pablo Rodríguez
¿Vieron todos en la televisión los personajes que les echaron la sangre a los bustos de Martí? Hay uno de ellos, que dice que él lo hizo porque el otro vino y le dijo que tenía una “pinchita” para ganar dinero. No sabemos cuánto.
Estas personas no tienen realmente ni la menor idea de quién es Martí, no lo sienten, no comprenden su dimensión. Solo así se entiende un poco que hagan semejante cosa.
Entonces yo pienso: ¿y cómo es posible que en Cuba, con todo lo que hablamos de Martí y todo lo que se publica y se hace, pues haya personas que, como esas, no conozcan la obra ni las esencias de José Martí, no sientan suficiente admiración y respeto?
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La política para Martí: Un asunto del alma
Por Lil María Pichs Hernández
Gracias por la invitación a este espacio. Deseo comenzar con referencias al texto de Cintio Vitier José Martí en la hora actual de Cuba, escrito en 1994, el cual me parece vital para entender fenómenos de aquel momento y el presente. El engranaje social no funciona todo lo bien que debería. La fórmula martiana “con todos y para el bien de todos” no ha llegado a todos los que tiene que llegar en nuestro país, y son, efectivamente, la educación y la cultura campos esenciales para revisarnos como país.
Es en el campo de la cultura donde Cintio ubica la solución a muchos de nuestros problemas. Y, de hecho, hace una comparación entre la Campaña de Alfabetización de 1961 y la nueva campaña de alfabetización o de culturización que haría falta entonces en 1994, según sus palabras.
Dijo Cintio entonces: “La campaña de alfabetización martiana que ahora necesitamos, en un pueblo que ya sabe leer y escribir, y que ha alcanzado niveles científicos admirables, pero que en su mayoría desconoce más su historia y por lo tanto el argumento de su propia vida, es una campaña de espiritualidad y de conciencia. Hoy nuestro mayor problema espiritual, sin excluir los campos, está en las ciudades, y la ignorancia que hay que remediar es de otra especie, es en verdad la ignorancia de sí mismos, de la propia historia, de la propia naturaleza, de la propia alma.”
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Martí en nuestros días, ¿un diálogo con el pasado?
Según Gabriela Mistral, Martí es un clásico sin sombra de vejez. Quien accede a su obra, independientemente de su formación académica, queda seducido por ese verbo proteico, profundamente poético, y portador, a la vez, de los más altos valores humanos. La hondura de su pensamiento, la riqueza de sus reflexiones, motiva al análisis histórico, filosófico o político. Siendo un hombre de su tiempo en toda la extensión de la palabra, Martí es un hombre para todos los tiempos.
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Un Martí para ahora mismo
Por Dr.C Fabio Fernández Batista
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José Martí, un símbolo en disputa
Por Yasel Toledo Garnache
El proyecto inconcluso de José Martí
El día anterior a caer en combate, Martí comienza a escribirle una extensa carta a su “queridísimo hermano” Manuel Mercado. Su inesperada muerte la dejó inconclusa. El texto es suficiente para conocer las esencias y las estrategias del proyecto revolucionario martiano. Una gran incógnita se levanta con la última palabra escrita. Por lo pronto, el texto desmitifica la romántica y especulativa idea de que el Maestro buscara la muerte en el encuentro de Dos Ríos. Como guía de un pueblo que ha lanzado a la guerra, debía ser el primero en enfrentar al enemigo, pero no desconoce los riesgos necesarios. Con orgullo escribe: “Ya puedo escribir (…) Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice y haré, es para eso”. No hay desanimo ni tristeza y, lo más importante, piensa con entusiasmo en la que hará.
El proyecto martiano ha transitado por varias etapas. Primero, unir lo que imperiosamente ha de estar unido; segundo, organizar y concientizar las fuerzas todas del país para la guerra necesaria y la creación de un nuevo modelo de república que no perpetúe “con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud”; la República Cubana sería “justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la concordia, levantada con todos y para el bien de todos”.
La tercera etapa es la creación del Partido Revolucionario Cubano, instrumento real y práctico preparador de la guerra, creador y unificador de revolucionarios, batallador frente a los partidos coloniales y a la peligrosa corriente anexionista. La cuarta etapa apenas se iniciaba cuando cae en combate, la guerra de independencia y la creación de la república “en medio de la guerra”. Todo lo hecho hasta Dos Ríos apenas era el preámbulo de la construcción de la Cuba pensada y soñada por Martí.
Si la lucha inicial era contra el dominio colonial español, los profundos cambios operados en los Estados Unidos convierten a esta nación en la más poderosa potencia, ante la cual, llegado el momento, la propia España rendiría sus banderas. Desde 1889, Martí advierte: “¿Por qué han de pelear sobre las repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres su sistema de colonización?”; “Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte (…) y cuando un pueblo rapaz de raíz, creado en la esperanza y certidumbre de la posesión del continente, llega a serlo, con la espuela de los celos de Europa y de su ambición de pueblo universal (…) urge ponerle cuantos frenos se puedan fraguar, con el pudor de las ideas, el aumento rápido y hábil de los intereses opuestos, el ajuste franco y pronto de cuantos tengan la misma razón de temer, y la declaración de la verdad”.
Y he ahí la razón de Cuba; su lugar en el mundo: “En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas mero pontón de la guerra de una república imperial, contra el mundo celoso y superior que se prepara para negarle el poder”. Y sentencia: “Es un mundo lo que estamos equilibrando; no solo dos islas las que vamos a libertar” y Cuba sería la república “indispensable al equilibrio americano”.
Iniciada la guerra de independencia, quedaba un paso importante, crear la República de Cuba. En la carta inconclusa a Manuel Mercado ya habla de ello. Después de la Mejorana, su papel en la Constituyente fundadora y reguladora de la república era fundamental y él lo sabía. Su ausencia en Jimaguayu desfiguró parte del proyecto de preparar la república en medio de la guerra. Al producirse la intervención de Estados Unidos en la contienda independentista cubana, Máximo Gómez expresaba las terribles consecuencias de la ausencia de Martí, porque él sí sabía cómo enfrentar la nueva situación. Los tiempos nuevos eran muy complejos. Se confrontaban peligros externos e internos. Uno de ellos era, según había escrito el Maestro:
“En Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirla. Esa clase de hombres, ayudados por lo que quieren gozar de los beneficios de la libertad sin pagarlos en su sangriento precio, favorecen vehementemente la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Todos los tímidos, todos los irresolutos, todos los conservadores ligeros, todos los apegados a la riqueza, tienen tentaciones marcadas de apoyar esta solución, que creen poco costosa y fácil. Así alagan su conciencia de patriotas, y su miedo de serlo verdaderamente”.
El proyecto inconcluso de José Martí se convirtió en el de las generaciones del siglo XX; es el proyecto revolucionario de creación, retomando las palabras de José Antonio Saco dos años antes de nacer Martí, de “una Cuba cubana y no anglosajona”. Ha pasado el tiempo, 125 años después de la desaparición física del Apóstol, su pensamiento vivo es nutriente, sabia, para pensar y crear la Cuba futura. Brújula cuando baten aires de tormenta.
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The Politician: otro divertimento de Ryan Murphy para hablar de cosas muy serias
Ryan Murphy ha creado una marca. Su nombre tiene un precio y Netflix lo ha determinado. Un contrato de exclusividad —firmado en 2018—, con la compañía de streaming por 300 millones de dólares, ha atado a uno de los reyes Midas de la ficción norteamericana durante cinco años, en una de las jugadas maestras dentro de la industria del entretenimiento.
Como una estratagema política, muy al estilo de la primera serie que creó el cotizado artista para su nuevo empleador, esta transacción se inscribe dentro de la batalla por captar públicos y ganancias entre las cadenas generalistas (FOX, CBS, ABC o HBO) y las plataformas de pago (Disney+, Netflix, HBO o Amazon Prime Video).
De esta ambiciosa relación ya se cuentan las series Hollywood, Ratched y los filmes The Boys in the Band y The Prom junto a una extensa lista de proyectos que generan gran expectativa entre sus críticos y seguidores. No obstante, queda el mérito a The Politician de ser la primera apuesta del grupo creativo que lidera Murphy en su “era netflixiana”.
Payton Hobart, un adolescente millonario y privilegiado, con una crisis de identidad y delirios de grandeza, se arma de toda la maquinaria histórica y el discurso político norteamericano en su testaruda meta por convertirse en Presidente de los Estados Unidos de América. Su primer objetivo: presidir a los estudiantes de su elitista instituto, y ahí arranca la primera temporada.
Pasados los dramas de la highschool, la segunda temporada nos muestra a un Payton que juega las cartas de la brecha generacional para obtener un asiento en el senado de Nueva York enfrentándose, nada más y nada menos, que a la prestigiosa e inderrotable líder de la mayoría.
Un divertimento para hablar de cosas muy serias. Una revisitación al entramado político estadounidense mediante el código de los seriales juveniles donde nada queda afuera: manipulación, fraude, fake news, sexo, escándalos, dinero, dobleces morales, corrupción, intentos de magnicidio y más, mucho más.
En busca de lo auténtico, los personajes se debaten entre las exigencias que impone el contemporáneo vicio de validar nuestro éxito con el aplauso o los likes de los otros y el desafío de encontrarse a sí mismos en un mundo que regurgita las máscaras que no han acompañado por siglos. Una suerte de paralelismo con la búsqueda que siempre ha emprendido Ryan Murphy, la de encontrar la verdadera esenciade las cosas, recreándose en lo caricaturesco y la parodia.
Aquí se analiza no solo a la clase política, sino que en una especie deejercicio de índole sociológico los guionistas apuestan por escudriñar en las motivaciones y capacidad de reacción de los votantes frente a un ámbito de representación política que no fomenta la capacidad crítica del electorado o de la gente, de modo general.
A través de la aparente ligereza del argumento y de los diálogos, vamos transitando por un mundo de ficción que engarza con las tramas de decenas de películas y series con temática similar, y lo que es aún más inquietante, con la realidad que se proyecta en las noticias de la TV, la radio o Internet. Quizás lo más desconcertante sea percatarnos que el absurdo no lo es tanto y se convierte en norma, en abrumadora certeza.
En un arriesgado rejuego entre la frivolidad y un discurso social con no pocas implicaciones, esta sátira se va transformando en una exposición crítica —para algunos velada, para otros mordaz—, sobre el ambiente social y político de los EE.UU. en los últimos años. Será inevitable no reconocer el paralelismo que se establece entre las campañas que emprende el protagonista con los resortes de las lides políticas en Estados Unidos, o la representación que tenemos de ello.
Primero las elecciones de un instituto y luego las de un distrito neoyorquino, contadas en un entorno distendido y satírico, funcionan por varios capítulos pero por momentos se torna irregular un relato que quiere decir muchas cosas en una apoteosis de gags y referencias que pueden “desconectar” al seguidor menos fiel o a quienes aspiran a ver algo cercano a House of Cards o El ala oeste de la Casa Blanca.
The Politician aspira a ubicarnos en un punto intermedio entre el excéntrico Murphy de Glee y American Horror Story y el más “serio” realizador (como le exigía la crítica especializada) de American Crime Story o Feud. Sin embargo, nos devuelve una y otra vez a la cosmogonía de Glee. Vuelven las constantes referencias culturales, el reflejo de las otredades, la música, la denuncia social, las ambigüedades morales y sexuales, la búsqueda y defensa la identidad, el miedo y sus extensiones, entre otros temas y estéticas recurrentes del autor.
Y en esa estética que regresa también veremos una cuidada puesta en escena, profusión de colores, vestuario y maquillajes exquisitos, primeros planos, grandes angulares que amplían la profundidad de campo, excelente iluminación, así como otras firmas de Murphy, Brad Falchuck e Ian Brennan, como la presencia de mujeres complejas y empoderadas; el “rescate” de icónicas actrices (aquí veremos a Jessica Langey Bette Midler) o una tejida banda sonora.
Un punto aparte para el reparto de la serie (ya está demostrada la eficacia de Murphy en la dirección de actores) donde coinciden consagrados y noveles como Gwyneth Paltrow, Judith Light, Bob Balaban, Zoey Deutch, Lucy Boyntony David Corenswet. Aconsejo no perder de vista la carrera del joven Ben Platt, si no se malogra en el camino puede llegar a ser uno de los actores más completos del futuro, algo quede seguro vieron los creadores más allá de su ascendente carrera en Broadway.
Para los fanáticos de este tándem creativo, su equipo creativo, no creo que sea esta una obra rotunda, pero si lo que Netflix quería con su millonario contrato de exclusividad era una serie con la marca artística y las obsesiones intelectuales de Ryan Murphy, aquí la tiene.
Ficha:
Creadores: Ryan Murphy, Brad Falchuk e IanBrennan
Dirección: Brad Falchuk, Tamra Davis y otros
Reparto: Ben Platt, Judith Light, Bette Midler, Zoey Deutch, Lucy Boynton, Laura Dreyfuss, Jessica Lange y otros.
Género: Melodrama, comedia
País: EstadosUnidos
Plataforma: Netflix
No. de temporadas: 2
Capítulos: 15 episodios
Duración: De 28 a 62 min.
Estreno: 27 de septiembre de 2019
Vean Watchmen, pero…
Ya lo sabemos. En un mundo de extremos, vacilaciones metafísicas y relativismo cultural no es de extrañar que, cada vez más, las personas desconozcan cualquier análisis o proyección de la realidad que no se corresponda con su visión del mundo. De otro modo no podría explicarse cómo el fenómeno serial de la pasada temporada televisiva en Estados Unidos fue perdiendo poco a poco miles de espectadores mientras cosechaba los aplausos de la crítica y la prensa especializada.
Y es que, en cuanto al firmamento audiovisual, a muchos nos gustan los remakes, las adaptaciones, la intertextualidad o las menciones, solo y solo si, no se meten con los miembros de nuestros particulares panteones de culto. Ese era un riesgo que conocían los creadores de la serie Watchmen (HBO), coronada con 11 estatuillas en la primera ceremonia virtual de los premios Emmy, en sus 72 años de existencia.
El polémico productor y guionista de cine y televisión Damon Lindelof (The Leftlovers y Lost) tomó como punto de partida para el ambicioso proyecto del canal HBO una serie de cómics homónima creada por el guionista Alan Moore, el dibujante Dave Gibbons y el entintador John Higgins; publicada durante los años 1986 y 1987 por DC Comics.
Watchmen, la novela gráfica (también adaptada al cine en 2009 por Zack Snyder) es un material de culto que describe a la humanidad en el preludio de una Tercera Guerra Mundial mientras un grupo de superhéroes de ambigua moralidad propician el triunfo en Vietnam de los Estados Unidos para luego ser proscritos. No obstante, la serie televisiva utiliza el universo del comic para crear un contenido completamente nuevo, y es ahí donde despunta, al cimentar su propio camino de fabulaciones y aportes al discurso social, político y artístico de nuestra época.
Algunos argumentan que no es necesario leerse la historieta para ver la adaptación libre de Lindelof, pero algo de información hace falta, pues la carga referencial es muy alta y, sin dudas, dificultaría disfrutar completamente de una serie en la que la complejidad discursiva se va armando entre las consecuencias de los hechos narrados en la historia original y las licencias que se toman los guionistas, siempre en función de un argumento renovador para criticar la sociedad y el poder emulando lo que se propusieron, en su momento, Moore y Gibbons.
Esta “profana” revisitación asienta su relato varias décadas después de los eventos de la novela gráfica con la aparente superación de los traumas causados por el conflicto de Vietnam (que ahora es un estado más de la unión americana), el caso Watergate (Nixon nunca renunció), la Guerra Fría o el cataclismo nuclear. Asume como desencadenante de la acción las tensiones raciales en Tulsa, una ciudad sureña donde en 1921 hubo una masacre de personas negras en manos de supremacistas blancos (hecho real), para luego trasladarnos a un 2019 alternativo en el que un progresista Robert Redford (sí, el mismo) gobierna en la Casa Blanca.
Durante la llamada Noche Blanca, un grupo supremacista llamado La Séptima Kaballería, ―versión moderna del Ku Klux Klan―, ataca coordinadamente a la policía de Tulsa, mientras los agentes deben cubrir su rostro con una banda de color amarillo para evitar ser reconocidos. Tras el asesinato de un oficial se suscita una trama detectivesca, aparente sostén del guion, en la que asume el protagónico una policía retirada y justiciera encapuchada, Angela Abar (interpretada por la oscarizada Regina King), pivote para durante nueve capítulos adentrarnos en el fundamento de la serie: la brecha racial y la situación política actual de los Estados Unidos.
Es de reconocer que los realizadores sostienen con audacia los enigmas de la trama ante la expectativa de una audiencia acostumbrada al desarrollo narrativo clásico, a través de un ejercicio de implicaciones semánticas significativas, apoyado en un empaque visual y sonoro tan atrevido, en ocasiones, como el mismo argumento de la serie.
Entre metáforas más o menos evidentes los creadores se acercan, entre otros temas, a los vínculos entre poder, raza y violencia, la brutalidad policial, la paranoia antiterrorista luego del 11 de septiembre de 2001, las fake news, la pandemia silente de las drogas, la doble moral, el miedo como arma de manipulación, la homofobia, los traumas intergeneracionales, la memoria histórica, el control armamentístico, la identidad y el anonimato en internet.
Se analiza, asimismo, el legado y sus secuelas en el devenir social y personal. Y es que Watchmen es un vuelco al pasado, una lección sobre cómo las acciones de nuestros antepasados hilvana la experiencia colectiva del presente para bien o para mal.
Ciertamente los giros dramatúrgicos pueden ser rocambolescos, pero no desentonan en un entramado argumental que, al igual que el original, apuesta por la densidad temática, la estructura compleja y varias líneas temporales. Si ambas obras coinciden en algo es en el propósito de deconstruir la figura del superhéroe mientras se nos presenta una distopía apabullante.
Simula este ser un ejercicio caótico, pero sociológicamente bien nutrido para situarnos frente a disyuntivas morales muy de nuestro tiempo. En ese sentido diría que es una serie para el público estadounidense. Y, además, imagino que sin proponérselo funge como una suerte de punto de compensación ideológica luego del evidente tufillo antirruso de la muy aclamada Chernóbil (2019), también de HBO.
La crítica audiovisual estadounidense, celosa guardiana de su herencia cultural, que aguijonea sin miramientos cualquier intento magro de acercarse a sus íconos, ―que tantas veces hemos visto encartonados e insustanciales―, se ha rendido ante esta miniserie. Le agradecen abrir nuevamente el debate sobre grandes cuestiones de la identidad americana, siendo arriesgada y entretenida a la vez. Otros, en cambio, le cuestionan su énfasis sociopolítico y destacan, en parte, el fascinante conjunto de personajes que reescriben los guionistas.
Sus detractores, que sobre todo se cuentan entre el gran público, no les perdonan a Lindelof y su tropa la transformación de algunos de los personajes y símbolos del comic ochentero hacia posiciones aún más controversiales. Algunos de los comentarios en redes y webs de votaciones apuntan a cierta saturación con la temática del conflicto racial que, junto al supremacismo blanco, se han convertido en tendencia en el cine y la televisión actuales. Otros señalan que esta revisión transige ante la llamada woke culture.
Yo por mi parte la recomiendo. Vean Watchmen, pero no acudan a ella con el infantil propósito de compararla, ni con el argumento ni la estética del legendario comic, ―hay cosas que no se comparan―, ni mucho menos en la búsqueda de una historia de superhéroes a la medida de las producciones de Marvel. Watchmen es lo que es.
Ficha:
Año: 2019
País: Estados Unidos
Director: Damon Lindelof (Creador), Steph Green, Nicole Kassell, Andrij Parekh
Basado en: Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons
Reparto: Regina King, Jeremy Irons, Yahya Abdul-Mateen II, Don Johnson, Tim Blake Nelson, Louis Gossett Jr., Adelaide Clemens.
Género: Serie de TV. Drama. Thriller. Fantástico. Ciencia ficción. Distopía.
N.º de temporadas: 1
N.º de episodios: 9
Medio de difusión: HBO
Fecha de lanzamiento: 20 de octubre de 2019.
La masonería y la Isla de Pinos. Un conflicto por la soberanía nacional
La masonería es una de las instituciones más importantes y, a la vez, menos conocidas de nuestra historia. El mismo carácter de esta forma de sociabilidad, que excluye a los profanos de un acercamiento profundo a la forma en que funciona, lleva a que el conocimiento que se tiene de la relación entre la masonería y la historia de Cuba sea fragmentario.
Quizás el episodio más conocido de este entrelazamiento sea el de la relación de la masonería y los masones con el proceso independentista cubano en el siglo XIX. Muchos de nuestros grandes próceres de esta etapa eran masones y las logias fueron espacios conspirativos de primer orden, a pesar del apoliticismo que profesa la masonería como institución al menos de forma nominal. Esta impronta, no exenta de contradicciones, fue la que determinó el gran prestigio del que gozaba la sociabilidad en las primeras décadas del siglo XX y un lema que resultaba recurrente en esos años: “Masonería es Patria”.
En el período 1903-1925, la masonería fue actor principal en una de las pugnas más significativas que en torno a la soberanía nacional se dieron en esos años. El esfuerzo por lograr en el senado norteamericano la ratificación del Tratado Hay-Quesada, que reconocía la soberanía cubana sobre la Isla de Pinos, espacio geográfico que desde la firma del Tratado Permanente entre Cuba y Estados Unidos, el 22 de mayo de 1903, había quedado fuera de los límites de la joven nación.
El libro de los investigadores Javier Negrín y Jorge Fernández, titulado La masonería cubana y el tratado Hay-Quesada (Ediciones Áncoras, 2018), nos abre una puerta para adentrarnos en detalle en la confrontación que, durante más de dos décadas, enfrentó a cubanos y españoles residentes en la Isla de Pinos con la boyante comunidad norteamericana establecida en el enclave de Santa Fe. Mediante el acceso a fuentes privilegiadas, que comprenden desde las publicaciones de esos años y otros documentos en el archivo municipal, hasta las actas de las reuniones de la logia cubana La Evangelista (protagonista de primera línea en estos hechos), archivos privados, revistas masonas de la época y un largo etcétera, los autores logran reconstruir acertadamente el clima político y social de esos años en la localidad, así como la multiplicidad de intereses y contradicciones que pesaron en el accionar de los actores involucrados.
El hecho de dejar fuera a la Isla de Pinos de la autoridad cubana responde, según refiere Hortensia Pichardo (Documentos para la Historia de Cuba, Tomo 3, Ciencias Sociales, 1969) a dos causas fundamentales. Primero, a la ambigüedad con que había sido redactado el artículo II del Tratado de Paz entre Estados Unidos y España el 10 de diciembre de 1898, que cedía a Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que estaban bajo su soberanía en las Indias Occidentales sin precisar los límites geográficos de esta cesión.
La segunda causa está en la ambición de especuladores y empresarios norteños que, desde la etapa de la ocupación norteamericana en Cuba habían comenzado a vender y promocionar en la prensa de su país las extraordinarias posibilidades de la que denominaban como Isle of Pines of West Indies.
El gobierno norteamericano, que había entrado en una nueva fase de dominación regional, se mostró desde el principio más interesado en cimentar su dominio económico y militar en la región, que en continuar el proceso anexionista que a lo largo del siglo XIX había llevado a la nación del Atlántico al Pacífico.
El Tratado Hay-Quesada, firmado entre el diplomático cubano Gonzalo de Quesada y el norteamericano John Hay, el 2 de marzo de 1904, había sido una migaja diplomática a cambio de la aprobación por el senado cubano, verificada en el año 1903, del convenio que permitía a la nación norteña establecer estaciones carboneras y navales en Guantánamo y Bahía Honda. Sin embargo, el Hay-Quesada quedó desde esa fecha hasta 1925 pendiente de la ratificación del Senado norteamericano.
En ese contexto de 21 años transcurre la pugna entre colonos norteamericanos y habitantes cubanos y españoles de la Isla de Pinos. Pugna que involucró directamente a la masonería, pues tanto la logia pinera como la norteamericana Santa Fe usaron sus redes fraternales para lograr sus objetivos contrapuestos. El papel de la institución se refuerza por el peso que esta tenía en la sociedad pinera de la época y en la sociedad cubana en general.
Mediante un exhaustivo análisis, los autores de La masonería cubana… demuestran la pertenencia tanto a la logia La Evangelista como a la logia Santa Fe, de las más importantes figuras políticas y culturales de la sociedad pinera de la época. Aunque ambas sociabilidades mantuvieron buenas relaciones durante la mayor parte del período, lo cierto es que desde etapa bien temprana e intensificándose hacia 1924-1925, se dio una lucha simbólica entre ambas referente al estatus de la isla. Para esta lucha ambas logias hicieron uso de los lazos fraternales que las unían con otras logias y las relaciones de fraternidad de sus Grandes Orientes.
Aunque por falta de documentación es mucho más exhaustivo el seguimiento que se da a las gestiones realizadas por la logia La Evangelista y su Gran Oriente La Gran Logia de la Isla de Cuba (GLIC), cuyas gestiones con los Grandes Orientes de Estados Unidos, a los cuales los unían lazos históricos profundos, influyeron en la ratificación del Tratado Hay-Quesada en 1925.
Pero también el libro trasluce la magnitud de las gestiones que debió llevar la logia Santa Fe por su parte. Gestiones que incluso en 1914 habían tenido un momento significativo con la visita de la alta jerarquía de la logia estadounidense al presidente cubano Menocal, donde presumiblemente intentaron ganarse las simpatías del ejecutivo cubano con su causa.
La pugna en torno a la Isla de Pinos iniciada en 1903 tiene su culminación en el período 1923-1925, cuando gracias las gestiones del entonces embajador cubano en Washintong, Cosme de la Torriente, se pone nuevamente sobre el tapete legislativo la ratificación del Tratado.
Es en esa etapa cuando la masonería criolla juega su rol político más importante en el primer cuarto del siglo XX cubano. Sumado a las gestiones de la GLIC con los Grandes Orientes norteños y a los intercambios de diversa índole que verificaron las logias cubanas entre sí, se desata una campaña nacionalista que tiene su punto culminante en la llamada Misión Patriótica, donde una serie de importantes figuras de la masonería, las artes y la política de la época, recorrieron diversos puntos del territorio nacional recabando apoyo para la causa pinera.
Además de la cuidada investigación que nos lleva a conocer una faceta poco visitada de la historia republicana, La masonería cubana… también nos da una visión crítica de las características sociológicas de la masonería cubana en esas décadas que derivó hacia una organización de clase media, del proyecto de país que asumieron (Cuba como la Suiza de América) y de las contradicciones que la dinámica misma de desarrollo del país les fue imponiendo.
Entre los dilemas fundamentales que debe confrontar la institución en esta etapa pudiéramos señalar la contradicción entre su carácter patriótico y los vínculos estrechos con los Grandes Orientes estadounidenses, lo cual llevaba a ser sumamente cuidadosos y políticos a la hora de criticar cualquier faceta de la dominación norteamericana en Cuba.
El carácter popular que debían tener las logias y el carácter de clase media que fueron adquiriendo, producto de las cuotas relativamente altas que debían pagar los miembros y que determinó que aquellos más insolventes no pudieran continuar en la institución o lo pensaran para ser parte de ella.
La contradicción entre el antimperialismo franco de muchos de sus miembros, que se puso claramente en evidencia en los discursos e iniciativas que acompañaron la Misión Patriótica de 1925, y la actitud más moderada de las jerarquías masónicas, comprometidas por sus profundas relaciones con las sociabilidades norteñas.
También resalta el conflicto entre el carácter apolítico defendido explícitamente por la masonería y la participación constante de sus miembros e incluso de muchas logias en los problemas políticos del país. Prueba de estos son los muchos pronunciamientos y llamamientos dirigidos al gobierno y la opinión pública en medio de los muchos conflictos políticos y sociales de esa etapa o el estrecho vínculo que durante varios años la organización mantuvo con el General Machado.
La masonería cubana… nos ayuda a comprender con mayor profundidad la profunda imbricación de esta institución en el proceso de construcción del ideal patriótico nacional. La riqueza y contradicciones de su desarrollo son la riqueza y contradicciones de un país que, frustrado su ciclo revolucionario del siglo XIX, debía rehacerse nuevamente, apresado en las tenazas de la permanente amenaza de invasión que la Enmienda Platt ponía sobre su cabeza y el ímpetu revolucionario que renacía vigoroso en la joven generación.