entrevista
Rubiel González Labarta: del verso a la narrativa
No son los paisajes de la ciudad de Holguín, donde habita, los más recurrentes entre las líneas de Rubiel Alejandro González Labarta. La pluma de este autor visita y revisita los recuerdos de San Agustín de Aguarás, el pueblo donde vivió durante su infancia y adolescencia, en la frontera con la provincia de Las Tunas. [+]
Martha Acosta Álvarez, un laboratorio de ciencia y ficción
Algo hay dentro de Martha Acosta Álvarez. Tal vez es una mezcla de la ambigüedad propia de los treinta —a medio camino entre la juventud y la madurez— con todos los conocimientos y destrezas que puede tener alguien que estudió una carrera de ciencias; sumado eso a pasiones latentes por la literatura. Tal vez, aquello que la distingue resulta de la inquietud propia de las personas capaces de crear poesía, cuentos, novelas… Quizás, sea solo talento. [+]
Luis Emilio Aybar y el deseo de ser útil
Cuando Luis Emilio trata un tema que domina o sobre el que ya tiene conclusiones sedimentadas, solo necesita sentarse a escribir. «Se hilvanan las ideas y se procura la belleza, que suele ser un resultado de la claridad de las ideas mismas, sin adornos», dice. Pero esta vez, el ejercicio es más complejo, «por la densidad de los procesos históricos que se abordan». [+]
Edilberto Sosa: “Todos somos actores”
Personajes
Edilberto Sosa
YoDe niño, Edilberto se recuerda en el intento de escribir canciones. “¿Quieres que te cante alguna?”, preguntaste. [+]
Entre ráfagas de estrellas, Onel
Lo que hace la literatura es lo mismo que una cerilla
en medio de un campo a mitad de la noche.
Una cerilla no ilumina apenas nada, pero nos
permite ver cuánta oscuridad hay a su alrededor.William Faulkner
Resulta común que la gente normal, en su empeñada búsqueda de lo alegre y hermoso, caiga en manos de la poesía. Y en ese camino, llegan las personas a un punto tal de gracia que no les queda más que entregarse a ella como doliente a un remedio santo. Solo que a veces, en un acto de total egoísmo, es la poesía quien se mete en la vida de la gente y, sin preguntar, roba sus noches. [+]
Anibal De la Torre, orgulloso de llevar la isla dentro
Anibal De la Torre Cruz (1985) es uno de los más persistentes artistas visuales holguineros. A fuerza de trabajo y talento –nunca está tranquilo, sino en la búsqueda constante, asegura–, su firma aparece en la mayoría de las exposiciones colectivas realizadas en Holguín en los últimos años. Estas, junto a las personales que ha inaugurado, como la reciente Rostros en la sede provincial de la Uneac, nos reafirman que la poética de Anibal, la cosmovisión que permea sus cuadros, mezcla de elementos identitarios locales y nacionales, con otros de la tradición yoruba, es reconocible a simple vista. Ha logrado con ello lo que muchos artistas buscan: un sello de identidad, una marca visible –que ha evolucionado, pero ha mantenido, como un vía crucis, los mismos sentidos, búsquedas, dudas y preocupaciones, sueños y signos a los que aferrarse como señales de la vida– en el panorama de la plástica holguinera y cubana.
Por un lado, reconocemos en su obra los retratos y la autorepresentación –como un análisis de las “preocupaciones, cuestionamientos, interrogantes, estados anímicos y un modo de representar el yo interior”–; y por otro, la representación de la cultura y el panteón afrocubano, específicamente el yoruba y sus símbolos, como “el resultado de algunas interrogantes sobre la fe en las personas, su influencia sobre ellas”, y como un “camino de conexión entre lo terrenal y lo espiritual, una manera de caracterizar una idea, un concepto”. Su obra, insiste, es un retrato de su vida. Un reflejo del mundo interno que siempre lo acompaña. Raíces, creencias e identidad podrían resumirla, pero dejemos que sea el propio Anibal De la Torre quien nos cuente sobre las formas en las que el mundo se le transfigura en arte.
Vayamos a los primeros pasos… De niños casi todos dibujamos y casi todos queremos ser artistas… Pero, ¿cómo te inclinas a las artes plásticas ya más seriamente? ¿Algún antecedente familiar, o en tu caso sucedió eso que muchos llaman, sencillamente, vocación?
Mi inclinación por las artes plásticas comenzó desde muy temprana edad. Desde pequeño mi familia y amigos de mis padres que frecuentaban la casa, decían que tenía vocación para la pintura. Recuerdo que en la primaria mis compañeros me hacían cola para que les dibujara personajes de dibujos animados que daban en la televisión; mis favoritos a dibujar eran las tortugas ninja y los gatos samurái. Cada vez se hacía más fuerte la necesidad de dibujar y pintar.
Me presentaba a concursos de plástica infantil que se convocaban en la escuela, de los que fui premiado en diferentes niveles. En esa época la Academia de Artes Plásticas abrió un curso para niños (estaba en 6to grado) y me presenté. Allí estuve recibiendo clases de dibujo tres o cuatro meses y aprendí mucho gracias a mi primer profesor y amigo en la actualidad Ernesto Sanciprián.
Luego de concluido este curso, conocí a otro artista que me acogería en su casa para continuar ofreciéndome conocimientos de las artes plásticas, las gracias a Octavio Torres. En mi familia tengo la suerte de tener antecedentes en el mundo de las artes plásticas: mi abuelo, que ya no nos acompaña, recibió estudios de pintura en su juventud y su hijo, mi tío, se graduó de escultura en la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Holguín. Como dicen por ahí, eso va en la sangre. Mi abuelo fue la principal persona que me apoyó y me inculcó desde pequeño mi amor por las artes plásticas. Siempre me llamó la atención un cuadro suyo, unas palomas en su palomar en tonos ocres y sienas, creo que ese cuadro fue el detonante de mi pasión por la pintura.
Te gradúas de la Escuela de Instructores de Arte en Holguín en su primera graduación –luego haces la Licenciatura en Estudios Socioculturales en la Universidad de Holguín–, y al poco tiempo comienzas a participar en muestras colectivas y realizas tus primeras exposiciones personales. Ha sido un camino largo hasta hoy y al mismo tiempo de crecimiento… Comúnmente la docencia en Instructores de Arte está más enfocada a la enseñanza artística y sus metodologías, y no son muchos los jóvenes instructores que, a la par de trabajar en esto, han sostenido una obra personal sólida. ¿Cuánto crees que influyó en tu trabajo, y en tu formación como joven creador, estos años cursados en Instructores de Arte?
Entrar a la Escuela de Instructores de Arte fue un paso para perfeccionar mis conocimientos sobre las artes plásticas. Mis cuatro años en la escuela marcaron una etapa de mucho estudio y dedicación. Debo agradecer muchísimo a mis profesores Luis Santiago, Julio César Rodríguez, Michel Cruz, Carlos Céspedes, Eduardo Padilla, Bertha Beltrán, entre otros. Excelentes artistas que les debo los conocimientos que me inculcaron y lo que he logrado hasta ahora.
Creo y no quisiera ser absoluto, pero mi año tuvo la dicha y la suerte de tener a estos excelentes artistas como profesores. Me gradué en 2004, en la primera promoción de esta escuela creada por Fidel Castro. Me incorporé en una escuela primaria para cumplir con mi servicio social de cinco años. Durante este tiempo llevé al unísono la pedagogía y mi carrera como artista. Traté de superarme cada día más, investigando mucho y presentándome a los diferentes certámenes que se convocan en la provincia. Fue una etapa en la que comencé a despuntar y a proponerme metas a alcanzar. Así apareció mi primera muestra personal, aquella que rompería el hielo, en 2007 en la Galería Holguín. Fue un reto que trajo críticas constructivas, pero marcaba el inicio de lo que realmente quería en mi vida, pintar, y lo primero que me salía era elementos distintivos de Holguín, como la Loma de la Cruz, el reloj del Cine Martí, mezclados con palmas, helechos, girasoles, en una paleta de tonos ocres y sienas.
¿Cuánto sigue influyendo la experiencia docente en el Anibal artista? Coméntame un poco sobre tu participación, en dos ocasiones, en la misión “Cultura Corazón Adentro” en Venezuela.
Venezuela llegó de manera sorpresiva. No me imaginaba ir a un país con una cultura totalmente diferente a la nuestra; fue un peldaño nuevo que subir en mi vida. A penas tenía 24 años, muy joven, para asumir una responsabilidad pedagógica con personas de diferentes grupos etarios; realmente fue una tarea que me exigía superarme cada día más. Llegar a un cerro, realizar un diagnóstico profundo de su población para emprender una labor docente artística fue un reto difícil, pero gracias a cultores venezolanos del área, el trabajo se facilitó un poco.
Es válido destacar que esta hermosa experiencia aportó mucho para mis conocimientos y como persona. Fue una etapa en mi vida que aproveché mucho, pues visité galerías y museos donde disfruté originales de grandes artistas de talla internacional, con solo mencionar a Duchamp, Warhol, Christo, Kandinsky, Botero, Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto, Mondrian, Picasso, entre otros. También compartí con artistas destacados del país, y aprendí mucho de sus experiencias. Tuve la suerte de realizar una exposición bipersonal de fotografía junto a mi esposa en la Galería Elsa Morales, de la Casa del Artista de Caracas. Esa fue mi primera experiencia internacional, que disfruté mucho, y tuvo muy buena acogida por el público venezolano.
Hablábamos de un crecimiento, una evolución… Al revisar tu obra notamos que, sin importar las diferentes etapas por las que ella ha ido transitando, desde las palmas, relojes, los símbolos arquitectónicos de la ciudad de Holguín, de tus primeras series, hasta los recientes Rostros, se reconoce la poética de Anibal De la Torre. ¿Qué rasgos crees que han identificado tu pintura; no ahora, sino en esa especie de recorrido plástico con el sello de tu trabajo?
Mi recorrido, desde mi primera exposición personal, es un retrato de mi vida. De dónde vengo, mis raíces, mis creencias, mi identidad. Este recorrido yo lo vería como un diario en el que cada exposición es una nueva etapa, donde plasmo sentimientos e interrogantes que son constantes en el día a día. Trato de analizar el mundo que me rodea y cómo influye en el paso de mi vida. La obra de Anibal ha sido eso, un reflejo de ese mundo interno que lo acompaña siempre.
¿Qué es la identidad para ti?
La identidad es el conjunto de elementos que hacemos propios, como la forma de hablar, caminar, vestir, pintar; el sello que caracteriza a cada persona. Una persona sin identidad es un alma errante caminando sin presente y futuro. Las personas deben tener bien claro esto para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Hablemos de dos cosas: la autorepresentación (el autorretrato, que sabemos es uno de los ejercicios de análisis más complejos para un artista) y la representación de la cultura y el panteón afrocubano, específicamente el yoruba y sus símbolos (caracoles, herraduras, girasoles, clavos, helechos, incluso en el uso de elementos no convencionales como el saco de yute y los caracoles) en tu cosmovisión. ¿Por qué te interesa el retrato y específicamente el autorretrato, incluso en las fotografías de la muestra “Silencio roto”? ¿Podríamos hablar de asumir la fe también desde las posibilidades de la creación plástica? ¿Y acaso también de una crítica de la religión con fines mercantilistas, a mucha doble moralidad que abunda hoy?
Desde mi tercera exposición personal, Revelaciones, comencé a representarme a mí mismo en las obras. Más bien ha sido un análisis de etapas de mi vida: preocupaciones, cuestionamientos, interrogantes, estados anímicos y un modo de representar el yo interior. En la historia del arte el autorretrato ha sido una herramienta para representar estados y etapas de su vida. Es una herramienta que continúo aplicando, todavía queda mucho por expresar.
La muestra fotográfica Silencio roto, fue el resultado de algunas interrogantes sobre la fe en las personas, su influencia sobre ellas y como ha llegado a la doble moralidad y por qué no, de llevar este ritual sagrado a fines mercantilistas. La utilización de diferentes elementos como clavos, las herraduras, los propios caracoles (Diloggun), entre otros, han sido un camino de conexión entre lo terrenal y lo espiritual, una manera de caracterizar una idea, un concepto.
Hablemos un poco de los maestros. Cubanos y extranjeros, creadores conocidos o no. Artistas a los que admiras y sigues. ¿Quiénes, de una manera y otra, te han influido como artista?
Desde que comencé mis estudios en la Escuela de Instructores de Arte, no paré de buscar, leer e investigar sobre las artes plásticas en el devenir de la historia. A cada artista siempre lo marca alguna tendencia o un pintor en específico; en mi carrera he tenido muchas influencias de varios artistas, siempre experimentando, tratando de buscar un sello propio, o más bien algo que te identifique y que cuando vean tu trabajo, digan: ese es un Anibal. Creo que ese es el anhelo que todo artista desea. Admiro mucho la obra de los artistas cubanos Roberto Diago, José Bedia, Mendive, Ernesto Rancaño, Kcho, los holguineros Yovani Caises, José Emilio Leyva, Ernesto Sanciprián, Jorge Hidalgo Pimentel y Miguel Ángel Salvó, de cuya creación artística he bebido.
La exposición Persistencia del uso (2014) se caracterizó por la “acogida de la oscuridad, un tratamiento escabroso, poco colorido, abrupto…”. Coméntame, Anibal, un poco sobre esta muestra.
Esta fue una exposición diferente a las demás, en cuanto a la tonalidad. Traté de representarla en general con los negros y sienas. Plasmé de manera simple, o sea, sin mucho tratamiento pictórico, ciertas prácticas de la religión yoruba, por ejemplo, el empleo de hierbas, velas, cascarillas, miel, ron y condimentos colocados dentro de un estante con tapa de cristal, simulando un botiquín médico, estableciendo la función paralela de útiles para la curación. Esta obra fue instalativa y en las demás planimétricas usé fondo negro y por lo general de manera lineal, simbolicé los caracoles y ojos como estrellas en la noche o como lluvia en el mar.
Incorporé a las obras el título como parte de la composición. Me gustó mucho “Yo, tú, él, nosotros, ustedes, ellos”, donde expongo la silueta de la dueña del mundo y de los mares, que guarda bajo su falda el ánfora; que guarda secretos místicos, empleando los colores negro, azul y gris.
Más de 15 exposiciones personales y 80 colectivas… Obras tuyas en portadas de libros. Trabajo con diferentes técnicas, materiales… Incursiones también en la fotografía. Veo ahora que el diseño escenográfico y de vestuario de una obra de teatro, que es totalmente diferente a lo anterior. Más tu trabajo en el Centro Provincial de Casas de Cultura. Creo que siempre estás haciendo algo, inmenso en algún proyecto… ¿Dime cómo lo haces? Y además, en esta etapa de claustro por la Covid-19 –momento en que inauguraste Rostros en la sede de la Uneac de Holguín–, ¿cómo ha sido el trabajo y la creación artística para Anibal De la Torre?
Nunca estoy tranquilo, o sea, me mantengo creando e incursionando en otras ramas dentro de las artes visuales. Gracias a la tecnología me he enamorado del diseño gráfico. He realizado varios carteles para cortometrajes de trabajos de tesis de estudiantes del ISA; así como diseños escenográficos para una obra de Rosa María Rodríguez, ganadora de una beca de creación de la AHS. He incursionado en la fotografía, que es un soporte con el que me gusta experimentar.
Durante la etapa de cuarentena, al aparecer la Covid-19, fue un momento que casi todos los artistas se dieron a la tarea de desempolvar proyectos. Yo no estaba exento de eso; fue el momento preciso para poner manos a la obra de la serie Rostros, donde uso como modelos a los amigos que tengo a la mano, mis compañeros de trabajo y mi familia. De ellos capto expresiones faciales en diferentes estados de ánimo dando mayor tratamiento al rostro y representando con trazos abstractos el cinturón escapular, mientras que el fondo es plano con tonalidades pastel en la gama de los rosas y ocres, estampándoles elementos recurrentes en mi obra, como los herraduras, caracoles, girasoles, clavos y garabatos.
Creo que hasta yo mismo me sorprendo que en tan poco tiempo haya logrado esto. Mi esposa, Annia Leyva, también artista de la plástica, dice que soy una máquina pintando, que salto de un cuadro hacia otro y de una cosa a la otra, que siempre estoy haciendo algo. Es el resultado de siempre estar creando, ser perseverante y tener fe en uno mismo. Eso es lo fundamental, nunca cansarse y seguir batallando, en un camino que puede tener espinas y pétalos.
Hablemos de la familia, ese eslabón básico para la creación. De tu esposa Ania Leyva (y del trabajo juntos) y de los niños… ¿Cómo trabajas? Alguna rutina, algún método, algo en particular…
Me siento una persona afortunada por compartir mi vida junto a mi esposa Annia y de tener a mis dos hijos, Kevin, de 14 años, y la pequeña Anabella, de cuatro añitos. La vida me ha regalado lo más grande que pueda tener un ser humano, los hijos. Ellos son mi inspiración cada día. Soy de los que digo que detrás de un hombre hay una gran mujer. Trato de llevarlo todo a la par: trabajo, casa, creación artística, ser un buen padre y esposo. Nuestra casa es pequeña, lo mismo pinto en la cocina que en el cuarto, y cuando las obras son muy grandes, las hago en mi trabajo. He acompañado a Annia en varias exposiciones de fotografía; ella es una excelente artista a la que admiro mucho. Tengo mucho que aprender de ella. Me siento bendecido.
Jugando con el nombre de una exposición tuya, Anibal, ¿cómo es llevar la isla dentro?
La patria, o sea este pedacito de tierra en el que vivimos, es lo más grande que pueda tener un cubano, donde confluye tu identidad, tus raíces, tu forma de ser. Anibal De la Torre se siente orgulloso de llevar siempre esa Isla dentro.
Manuel Ojeda, el peso de la quietud y la persistencia de la memoria
“El peso de la quietud surge en parte como una necesidad por retomar el camino de la plástica”, comenta el joven realizador Manuel Ojeda Hernández sobre su proyecto de documental beneficiado por el Fondo de Fomento del Cine Cubano (FFCC), un camino que comenzó en su natal Camagüey cuando se graduó de la Academia de Artes Vicentina de la Torre.
“Soy fotógrafo de formación y el proyecto surge, en sus inicios, por la necesidad de abordar un fenómeno desde mi especialidad; para ese entonces todo era puramente formal. Una vez visibilizado el fenómeno descubrí que se hacía cada vez mayor la necesidad de contar una historia. Fue de esta manera que me acerqué poco a poco al género documental y me distancié un tanto de la fotografía para adentrarme en un proceso completamente narrativo”.
“Hoy en día todo se mezcla y en este caso siento que la narración del documental se construyó a partir de símbolos, elementos conceptuales y referentes plásticos. Uno de los principales objetivos que me tracé fue desprenderme de mi formación como fotógrafo, pensar solamente en el cómo contar la historia y no dejar que la visualidad la contaminara. Siempre había pensado en cómo contar desde la puesta en cámara y desde sus recursos expresivos, pero en este caso dirigir ha sido una experiencia completamente diferente”, cuenta Manuel sobre su proyecto seleccionado –por un comité integrado por los experimentados Amílcar Salatti, Mario Masvidal, Carlos de la Huerta, Magda González Grau y Narciso Jorge Fuentes– para el otorgamiento de todo el financiamiento solicitado en la modalidad de Producción de proyectos de cortometrajes de ficción, documental y animación.
Estudiante de Dirección de Fotografía en la Facultad Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) de la Universidad de las Artes (ISA), miembro del Registro del Creador de Artes Plásticas y del Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico (RECAC), Manuel Ojeda ha trabajado, en diferentes roles, en varios largometrajes de ficción y documentales cubanos y extranjeros, entre ellos Omega 3 (Eduardo del Llano, 2014), Skin (Guy Nattiv, 2018), la premiada Yuli (Icíar Bollaín, 2019), The Cuban (Sergio Navarrete, 2019) y La Red Avispa (Olivier Assayas, 2020). Como director de fotografía labora en la realización del documental El Patio, ganador también del FFCC, y en el cortometraje de ficción Temporada, ambos dirigidos por Josué García, y en futuros proyectos como el corto de animación No Binario y los cortometrajes de ficción La Noche de los Visitantes y Parece Sangre.
Es suya, junto a Ana María González, la dirección de fotografía del documental Romería, la Utopía (2020) de Manuel Alejandro Rodríguez y Carlos Gómez, dedicado al principal evento de la AHS que llena parques y plazas –y escenarios virtuales en las recientes ediciones– de la ciudad de Holguín. Además, su nombre aparece en los créditos de cortometrajes y documentales de David Beltrán, Yoe Pérez, Emmanuel Martin, Sergio Castillo, Diana Moreno, Inti Herrera y Orlando Mora.
Esta entrevista nació como parte de un reportaje –donde dialogaron realizadores y directivos– sobre el trabajo de la Oficina de Ayuda a la Producción y del Fondo de Fomento. Ante una fecha de entrega, las respuestas de Manuel no pudieron ser incorporadas al texto, pero sus opiniones y su experiencia con el trabajo del FFCC, sus expectativas como joven realizador, la importancia del mismo para el cine cubano y el proceso creativo de El peso de la quietud, resultan interesantes para compartirlas con los lectores del Portal del Arte Joven Cubano.
¿Cómo crees ha influido tu formación como artista plástico en la creación audiovisual?
Cuando me gradué tenía dieciocho años y mis aspiraciones se resumían en entrar al ISA. En el 2012 me mudé para la casa de mi padre en La Habana y enseguida comencé a cursar un taller de foto still que se impartió en el ICAIC; fue de esta manera que vi en la fotografía una herramienta para contar una historia. Con anterioridad, en mi formación plástica solo había empleado la fotografía para documentar los procesos creativos (una instalación, un performance o un videoarte). En aquel entonces no tenía en cuenta los recursos expresivos que se podían aprovechar, solo cuanto tuve ese acercamiento fue que descubrí este universo.
De este taller surgió la idea de una serie fotográfica titulada “Sumergidos en la Orilla”. Las piezas que la componían eran un fotograma en sí y cada una de ellas contaba su propia historia. Luego de cursar varios talleres, me fui acercando cada vez más al audiovisual y al mismo tiempo comencé a estudiar en el ISA en la especialidad de Dirección de fotografía; desde ese momento dejé de pintar para dedicarme completamente al estudio de este nuevo lenguaje.
Tener una formación plástica ha influido mucho en mi creación cinematográfica, me reencontré con principios que ya conocía (el comportamiento de la luz, el color, la composición, entre otro) y simplemente tuve que reinterpretar estos conceptos y explorar otros, pero el fin es el mismo: comunicar, ya sea una idea, un sentimiento o transmitir una emoción.
Creo que todavía me falta mucho por aprender, pues va a ser complicado desprenderme por completo de la fotografía, no creo que eso suceda. Pero con cada obra descubrimos algo, y precisamente con “El peso de la quietud” he tenido la posibilidad de reencontrarme con procesos creativos similares a los que sentía cuando pensaba o realizaba una obra plástica.
Hablemos del El peso de la quietud y de la necesidad de atrapar las historias de las cosas…
El peso de la quietud es un documental sobre la persistencia de la memoria, la eterna espera en un desvelo y el silencio del olvido. Es una historia que se cuenta a través de un objeto (la silla), un fenómeno que se hace común e invisible ante la rutina de una ciudad que aparenta estar detenida en el tiempo. Sus tímidos rostros se ocultan entre el agitado paisaje habanero. Abandonadas a su suerte, a la intemperie de una de las esquinas de cualquier basurero, a la orilla del muro del Cementerio Colón o simplemente bajo la sombra de un árbol en las afueras del Teatro Nacional descansan algunas de estas sillas, frágiles e inservibles.
Es por ello que surge la necesidad de encontrar en la memoria de estos objetos los testimonios que atesoran. Sus historias pueden ser simples o poco atractivas, pero el fenómeno surge cuando se establece un diálogo entre la silla y su nuevo contexto, cuando se transforma su apariencia formal por la sustitución y el reciclaje de un material por otro, o con la relación que existió con su antiguo protector y ahora con su nuevo custodio. Claro está, se adquiere un nuevo significado, pero en la mayoría de los casos no se modifica su función objetual.
¿Cómo llegas al Fondo de Fomento? ¿Y cómo, luego de ser seleccionado, ha sido tu experiencia?
La convocatoria del Fondo fue un impulso para terminar el proceso de desarrollo e investigación de mi proyecto. Supe de esto, ya que en su primera convocatoria se presentó en la modalidad de Post producción el largometraje documental Hacia la luz de Aracelys Avilés, que fue beneficiado con el cien por ciento del presupuesto solicitado. En este proyecto tuve la suerte de ser parte del equipo creativo y de filmación, donde asumí la responsabilidad desde la fotografía. Cuando se lanzó la segunda convocatoria para el Desarrollo de cortometrajes de ficción y documental, me presenté con la carpeta de producción del proyecto. Meses después tuve la grata notica, por partida doble: mi proyecto El peso de la quietud y El patio, de Josué García Gómez, en el cual soy el fotógrafo, fueron seleccionados y apoyados con el ciento por ciento del financiamiento para su producción.
En lo personal esta oportunidad significó un gran compromiso, sobre todo porque tuve que asumir la responsabilidad de producir y dirigir el documental. Esto marcó una experiencia completamente diferente ante todo lo que había hecho desde mi perfil como fotógrafo. Producir ha sido todo un reto para mí, pero ante la situación actual que atraviesa el país debido a la Covid-19 y al reordenamiento monetario, tuvimos que ajustarnos a un diseño de producción que fuera lo más práctico posible y de esta manera sacar el proyecto adelante.
Las relaciones con el Fondo siempre han sido muy favorables, desde el comienzo me recibieron con mucha amabilidad y respeto. El trabajo ha sido sobre la base de la comunicación y se mantiene de cerca un interés por el desarrollo y el estatus del proyecto; no solo se le da seguimiento a los recursos productivos y financieros, también se visibilizan los proyectos en forma de promociones por diversos canales de comunicación. En lo particular tengo mucho que agradecer a todas las personas que trabajan allí, en especial a Helda, por su paciencia y los consejos que me ofrece cada vez que me acerco con alguna inquietud.
¿Expectativas?
Estas se resumen a los deseos de que se mantenga esta iniciativa. El Fondo de Fomento es una plataforma necesaria para el desarrollo de nuestro cine cubano. Por muchos años se luchó por algo como esto y hoy, más que disfrutarlo, debemos cuidarlo para seguir avanzando.
Espero que a partir de ahora se lance su convocatoria con mayor frecuencia, y que se desarrolle según las inquietudes del propio lenguaje. Que a su vez se visibilicen más proyectos y que surjan otras plataformas similares para oxigenar nuestra cultura. Que sirva para establecer un precedente y crear una conciencia colectiva entre la industria y el cine independiente.
¿Cuánto crees que apoya el FFCC al desarrollo del cine cubano y al independiente en particular?
Para nadie es un secreto que en los últimos años en nuestro país las producciones cinematográficas han sido insuficientes. Realmente no creo que el problema radique en la falta de exponentes o en la ausencia discursiva de estos; durante muchos años la voluntad de crear ha mantenido viva una voz y muchas han sido las estrategias que han surgido para hacer cine de manera independiente.
Hasta hace muy poco tiempo existía cierto divorcio entre el cine independiente y la institución, ya sea por falta de reconocimiento, apoyo o negación, o tal vez, un poco de todo. Lo cierto es que había un desbalance; por un lado, el ICAIC realizaba muy pocas producciones y prácticamente eran los mismos directores; mientras que a los más jóvenes les costaba mucho trabajo poder completar todo el ciclo, para esto tenían que acudir a otros fondos, que por suerte existían pero que, a su vez, no cubrían la mayor parte de la producción.
Pienso que el FFCC llegó como una respuesta que era necesaria para rescatar el cine nacional; por suerte para todos, hoy es un hecho. Es la posibilidad de poder contar con recursos para materializar los proyectos, también se ofrece como un puente entre las producciones independientes y las instituciones; para que los cineastas jóvenes realicen sus proyectos y de esta manera afirmar que se amplían las opciones de hacer cine desde cualquier parte de Cuba y del mundo, visibilizando y sumando todas las voces en un mismo lenguaje (nuestro cine cubano).
¿En qué crees que puede mejorar el trabajo del Fondo y su relación con los cineastas cubanos?
En estos momentos creo que hay que esperar un poco para ver cómo se comportan los primeros resultados; todo esto es muy reciente, pero hay que seguir con el impulso y llevarlo aún más lejos. Siempre hay cosas que modificar, es parte del desarrollo y no podemos negarnos a eso. Ahora tenemos el Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico, es algo que nos respalda, sobre todo a los independientes, pero todavía falta mucho por hacer. Pienso que podemos avanzar más en términos de información y educación sobre los procesos de la ONAT, el banco y todos los trámites legales que conllevan esta nueva etapa. También creo que, en un futuro no muy lejano, el Fondo debería proponerse cubrir los otros procesos de la producción cinematográfica, que también son importantes para completar el ciclo, hablo de la distribución y la exhibición. Muchas veces no tenemos en cuenta estas etapas y resulta que es algo que debemos considerar desde el principio. El Fondo debería crear su propia plataforma y de esta manera las películas desarrolladas con su apoyo tendrían un recorrido mucho más largo y garantizado.
Creo que es necesario destinar recursos a la restauración patrimonial, es responsabilidad nuestra preservar nuestra memoria cultural. Si hoy no tenemos en cuenta esto, es muy probable que mañana las mismas películas que son apoyadas por el Fondo padezcan este mal.
Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera 2020
PREMIO DE DRAMATURGIA PARA NIÑOS Y DE TÍTERES DORA ALONSO 2020
PREMIO DE TEATROLOGÍA RINE LEAL 2020
PREMIO BIENAL DE CRÍTICA Y GRÁFICA TABLAS 2020
PREMIO DE CRÍTICA
PREMIO DE ENTREVISTA
PREMIO DE FOTOGRAFÍA
¿Cómo crear a la velocidad de La Luz?
Conversación con Luis Yuseff
De los millennials y hasta los post millennials, esa generación nacida junto con Internet y los smartphones, se dice que leen de manera diferente. Dicen que no tienen prejuicios a la hora de elegir dispositivo o estrategia lectora; optan por la digitalización o por comportarse como ermitaños vintages rodeados de papel. Pero si hay una característica que los distingue sobre las demás es su simbiosis con la tecnología y la red de redes.
En medio de todo este entramado digital, donde prevalece una generación hiperconectada, las editoriales luchan cada día por posicionarse o no dejarse morir en una batalla cruenta por elevar el gusto literario sin perder de vista sus seguidores en redes sociales, likes, hashtags, comentarios, pues de ello también dependen sus lecturas y ventas. En Cuba, a pasos lentos, el sistema editorial ha tratado de insertarse en estas rutinas, sin embargo los recursos, muchas veces, limitan el quehacer en las redes; otras tantas, la desidia por lo aparentemente “nuevo”.
Un proyecto que sobresale por su acertada estructuración en las plataformas digitales, insertando una estantería para todo tipo de públicos y otros materiales, es Claustrofobias Promociones Literarias, en Santiago de Cuba, liderado por los escritores Yunier Riquenes y Naskicet Domínguez, y que ha dado frutos más allá de las fronteras cubanas.
En Ediciones La Luz, sello de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín, se ha concebido desde hace algún tiempo un equipo bastante “creativo”, liderados por el ingenio y la sensibilidad de Luis Yuseff, que trabaja incansablemente desde las redes para lograr la promoción de la literatura, enfocada especialmente en estos nuevos públicos, sin descuidar otros tipos de seguidores asiduos a sus creaciones desde lo impreso, que abarca ya más de 200 títulos, así como los espacios físicos (peñas, lecturas).
La Luz tuvo sus primeros pasos hacia lo digital con las campañas de promoción de la lectura lanzadas hace aproximadamente ocho años atrás cuando presentó por primera vez Todos buscan la luz.
«Desde el inicio estas campañas estuvieron diseñadas con la idea de que los títulos que iban saliendo por el catálogo alcanzaran un espacio de promoción desde varios medios de comunicación, en otros espacios y plataformas”, comenta apasionadamente el poeta Luis Yuseff, editor jefe del sello. “Y se mantuvieron, a pesar de que en estos años no existía la experiencia para mantener un trabajo estable y continúo en las redes y no existían las condiciones técnicas mínimas como para acceder a esas plataformas que ya en nuestro país tienen un uso bastante frecuente, como es el caso de Facebook, una de las redes sociales más visitadas por los cubanos.»
Este fue un camino de adelantos, pudiera decirse, sobre muchísimas otras editoriales en el país que permanecen aún anquilosadas en términos de informatización, y esos pasos, a ratos inseguros, contribuyeron a posicionar La Luz hasta hoy, con una campaña pensada también para los internautas y un trabajo de amplia proyección para sus seguidores en cada red social, que “esperan ansiosamente las actualizaciones en las plataformas donde tiene presencia la editorial”.
La actual campaña A la luz se lee mejor, que tuvo un antecedente en Leer seduce, ambas galardonadas con el Premio de la Ciudad en el apartado de Comunicación Promocional, no se queda en la parte gráfica, que incluye poster, almanaques, postales, sino que hábilmente es una acción de promoción con la publicación de una antología que reúne a jóvenes poetas de la sección de literatura de la AHS en Holguín.
«La selección La joven luz. Entrada de emergencias, compilada por Norge Luis Labrada, jefe de la sección de Literatura, y editada por Liset Prego y Elizabeth Soto, tuvo la suerte de ser, dentro del catálogo de Ediciones La Luz, el primer ebook. Con la idea de alcanzar un público mayor, se edita esta antología en formato digital, y a la vez genera un audiolibro homónimo que se incluye en la colección Quemapalabras, diseñada para este género, que ha acompañado a la editorial a lo largo de sus 23 años. La joven luz contiene la voz de estos miembros de la Asociación, bajo la dirección del joven realizador Héctor Ochoa, dando continuidad al trabajo del poeta y director audiovisual Pablo Guerra, y con el acompañamiento de Radio Holguín La Nueva. Este audiolibro también ha sido compartido en diferentes plataformas audibles, como es el caso de iVoox.»
Esta campaña, que se extenderá dos años más hasta llegar al aniversario 25 de la editorial, ha escogido la poesía como género por lo que tendrá presencia el lirismo en todas la peñas que están diseñadas para el 2020, posibilitando espacios como Oda a la joven luz, propia de la sección que se desarrolla todos los miércoles y que escoge a autores poetas del catálogo universal para dialogar sobre su vida y obra, desde Alejandra Pizarnik, Anne Sexton, Julio Cortázar, Edgar Allan Poe, Eliseo Diego hasta Luis Rogelio Nogueras. Dichos autores también se vinculan a la peña Entrada de Emergencias, un espacio reciente de la sección que se desarrolla en el Gabinete Caligary.
«Ambos espacios dialogan entre sí, pues están pensados desde la creación joven, y asume su presencia también en las redes sociales a través de carteles que se realizan especialmente para cada ocasión, con el diseño sugerente de Roberto Ráez, donde se busca un diálogo con la imagen de estos autores universales y con algún poema que se pretenda destacar dentro de su amplísima obra.»
Quince postales a tamaño de cartel con la obra de estos jóvenes poetas, exhibidas como exposición en el salón Abrirse las constelaciones, así como los vistosos carteles de cada espacio, pueden ser disfrutados también por los seguidores de La Luz desde sus perfiles en redes sociales con tan solo un desliz táctil o al alcance de un click, a partir del trabajo esmerado de su generadora de contenido en las redes, la estudiante de periodismo Lilian De la Caridad Sarmiento, junto al trabajo del equipo creativo y amigos de la casa.
Estas campañas se han modificado, lanzándose en nuevos espacios con el mismo objetivo.
«A estas acciones se suman iniciativas como llevar nuestros libros hasta las universidades, escuelas primarias, a un público general, con gran potencial, que no siempre se desplaza hasta los salones de presentaciones habituales que convoca la editorial, incluso hasta en eventos tradicionales como las mismas ferias del libro. Como gestor de estos encuentros siempre recibimos un público más agradecido, más ávido y que asimila con más efectividad la información y la literatura que estás llevando. Alrededor de todos estos años hemos acumulado un amplio compendio de informaciones gráficas que está contenida en los archivos de nuestra casa editora, y que no se habían dado a conocer hasta ahora en las plataformas digitales, pues no había una sistematicidad para socializar todo ese contenido.»
Como melómanos irreductibles también han escogido el camino de las sonoridades acompañadas de literatura, otra forma de atraer “nuevos públicos”, además de que en su catálogo se incluyen proyectos investigativos y cancioneros de exponentes de la música en Cuba.
«La música ha tenido una presencia importante, no solo con ensayos que trabajan este tema, como es el caso de Nadie se va del todo. Músicos de Cuba y del mundo, de Joaquín Borges-Triana; Hierba Mala: una historia del rock en Cuba, de Humberto Manduley, y Escaleras al cielo. El rock en Holguín, de José Raúl Cardona y Zenovio Hernández, sino que además se han creado cancioneros que van desde la antología Quiero una canción, que marcó un punto de giro importante en el catálogo, y que le da nombre a esta colección, hasta Luna del 64, de Liuba María Hevia, Como una luna en pie, de Fernando Cabreja; y Del aire soy, de Manuel Leandro Sánchez.
«Las campañas han tenido la suerte de trabajar con los jóvenes trovadores de la ciudad, quienes han creado temas para la editorial como “Con tu luz”, de Manuel Leandro, que también sirvió de banda sonora del documental Así comenzó esta historia, de Rubén Ricardo Infante y Yaité Luque; y “Hay una luz”, de Lainier Verdecia, regalo por el aniversario 20 de la editorial y que se ha extendido a la campaña de promoción A la luz se lee mejor.»
Recientemente también han vinculado a la peña Entrada de Emergencias al joven productor DjArte, quien fusiona lo electrónico con temas musicales de todos los tiempos y versiona nuevas pistas, acorde al momento poético de este espacio. “El público que asiste a los encuentros de socialización de la literatura no es el mismo de hace veinte años, entonces hemos tratado de acortar distancias con las propuestas, logrando ciertos hermanamientos entre los lectores, como el proyecto de música electrónica que se ha logrado con DjArte, con gran aceptación entre los invitados”. Además integran un interesante proyecto con la Orquesta de Cámara, a cargo del maestro Oreste Saavedra, un recital poético integrado por estos autores de la compilación Entrada de Emergencias…, el cual se realizó en el Teatro Eddy Suñol de Holguín.
Con un diseño sugerente y distinguible en el sistema editorial cubano, La Luz va más allá de la literatura, pues también hermana en su creación a otras manifestaciones artísticas.
«Al poseer un catálogo abierto a diversos géneros literarios, vinculamos varias manifestaciones artísticas. Hemos tratado, sobre todo en los últimos años, de acercar a los fotógrafos, especialmente a los que realizan un trabajo artístico, a ilustradores, pintores que han aportado su obra para embellecer las cubiertas de la editorial.»
A la par, va sucediendo otro trabajo vinculado a la literatura infanto juvenil, con las antologías que ha publicado Ediciones La Luz en los últimos 10 años, y tres títulos fundamentales Retoños de almendros, Mi patio guarda un secreto, y Dice el musgo que brota, esta última, una selección de poesía para niños que recibió en el año 2018 el Premio de la Crítica Literaria, y en 2019 el Premio a la Mejor Edición.
«Estas antologías tienen en común que están bellamente ilustradas por jóvenes artistas de la plástica, creadores que en estos momentos tienen un trabajo bastante atractivo y reconocido dentro del libro infantojuvenil en la isla, con lauros importantes como La Rosa Blanca, que reconoce también el diseño de los libros, y el Premio Raúl Martínez, galardón más importante del diseño en Cuba. Estos títulos tienen la característica de ser dobles muestrarios, pues ponen al alcance del lector o investigador, el panorama más fidedigno de lo que está ocurriendo en Cuba en estos años de la literatura para niños.»
La Luz ha compartido la obra de estos artistas con dos exposiciones, una de ellas con Retoños…, que sigue siendo dentro del catálogo de Ediciones La Luz el título que marcó un antes y un después en el trabajo de promoción de la editorial, y con Dice el musgo que brota, que estos momentos ambienta la sala Exilia Saldaña, de la casa editora.
«Existen otras muestras que, de cierta manera, son retrospectivas con el trabajo de diseño de la casa editora, es el caso de Pensar a La Luz, una gran exhibición en la sala principal del Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín, que abarca todo el trabajo impreso en gigantografías de portadas de varios títulos publicados durante los veinte años de la editorial, las gráficas de diferentes momentos del Premio Celestino de Cuento y diversos materiales de las campañas de promoción. También destaca la exposición personal CMYK, del diseñador y poeta Frank Alejandro Cuesta, quien tuvo un papel definitivo en el cambio de imagen de Ediciones La Luz y también en la consolidación de cada campaña que se lanzó.»
Del mismo modo han insertado las artes escénicas con la presencia permanente en el catálogo de obras teatrales. Han incluido a jóvenes autores que dentro de la dramaturgia cubana hoy son considerados de referencia con una obra importante y que han sido reconocidos con varios premios, entre ellos el Virgilio Piñera, como Yunior García, Roberto Viña, Yerandy Fleites, Margarita Borges, Freddy Núñez, Fabián Suárez y Abel González Melo. Además de incluir en sus audiolibros infantiles a la Compañía de Narración Oral Palabras al Viento, quienes poseen un repertorio distinguible en la isla, a partir de un estilo propio que incorpora las manifestaciones artísticas.
Este sello ya cuenta con otras proyecciones en las redes que los internautas agradecen…
«Sobresale en este sentido el trabajo del joven realizador audiovisual Gerardo Perdomo, estudiante del ISA, quien ha producido para el sello cerca de 15 spots televisivos, surgidos a partir de la promoción en las redes del XXI Premio Celestino de Cuento, que tributan directamente a la campaña actual de promoción vinculada a la antología La Joven luz. Entrada de Emergencias, dichos materiales tienen presencia fundamentalmente en el canal de YouTube de la editorial y son socializados en los diferentes perfiles. Del mismo modo, la sección de Literatura ha trabajado directamente con nosotros, siendo determinante nuestra labor en las redes, dado por el carácter de nucleación de la sección en estos momentos, que se ha enriquecido cuantitativa y cualitativamente, pues tiene una membresía mayor, con autores muy jóvenes, quienes se han involucrado en los mismos procesos de divulgación en las redes, compartiendo y publicando nuestros contenidos.»
«No se ha logrado todo lo que hemos querido, pues para eso se necesita un apoyo tecnológico mayor del que tenemos a mano, que debe incluir una mejor accesibilidad al ancho de banda para lograr mayor cantidad de actualizaciones, que facilite, además, las transmisiones en vivo de las actividades y presentaciones de las peñas que se realizan cada semana, y otras tantas cuestiones técnicas que apoyarían mucho mejor el trabajo.»
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En las redes sociales no importa tanto sumar seguidores como trabajar junto a un grupo de personas comprometidas que finalmente son las que te ayudan a socializar la información; en este sentido el equipo creativo de Ediciones La Luz, integrado por Luis Yuseff, Liset Prego, Elizabeth Soto, Lilian De la Caridad Sarmiento, Roberto Ráez, Norge Luis Labrada y Gerardo Perdomo, han logrado fomentar una marca institucional en las plataformas digitales con un trabajo consolidado, en la búsqueda de nuevas alternativas para compartir y comercializar la literatura, pensando en todos los públicos que consumen sus contenidos.
Con más de 2 452 seguidores en Facebook, la plataforma más utilizada y en la que se puede crear una comunidad, seguida de Twitter, Instagram, Pinterest y YouTube, buscan introducir nuevas maneras de lectura y distribución del libro electrónico, enfrentándose al reto de la visibilidad en Internet, pues ellos lo saben bien, uno de las metas de la era digital ya no es que te publiquen, sino que te lean. Así pues, la visibilidad de los ebooks es un factor necesario para su compra/lectura.
«Considero que el sistema editorial cubano está todavía en un proceso larval en materia de socializar la literatura que se genera desde nuestro país, pues aun se comparte en el formato tradicional, que es el libro impreso. Debían considerarse plataformas donde pueda hospedarse todos los ebook que producen las editoriales del país y que podrían en lo adelante aportar una gran cantidad de libros e insertarse a plataformas que sean mucho más visibles, competitivas y seguras y que esto se traduzca en un logro en el orden cuantitativo para que los autores también reciban el beneficio de sus libros vendidos, y en lo cualitativo serían títulos que alcanzarían a un público mayor fuera del territorio nacional.»
La pasiones de Claudia Damiani
Su amor inicial fue hacia las historietas, pero la pasión de esta joven, graduada de Diseño Gráfico, creció hasta abarcar también la ilustración, la poesía y la narrativa. Claudia Damiani Cavero, autora de los libros Los impares y Seres invisibles, poco a poco da pasos hacia la concreción de más anhelos.
Resulta fácil imaginarla como protagonista de sus propias historias, entre números y situaciones peculiares, las cuales suele resolver con naturalidad, enriquecida a veces por un espíritu bromista. Nacida en La Habana, en 1991, parece ser tímida, tal vez porque su mejor forma de expresión es precisamente la narrativa.
Graduada del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y ganadora de los concursos David (2018) y Calendario (2018), dos de los más importantes para escritores jóvenes en Cuba, esta joven, de cabello rubio y espejuelos, asegura que al principio no pensaba en la literatura…, aunque cuando niña le gustaba hacer historietas y las ilustraba. “Fue en onceno grado cuando redacté mis primeros textos, incluso un intento abortado de novela de ciencia ficción. Sin embargo, esto no era más que una forma de introspección y de entretenimiento, ya que mis pasatiempos de la infancia estaban agotados. También por esa época se despertaba mi afán por la lectura y eso me influyó.
“Con estos escritos me presenté al Centro Onelio y entré, tenía 17 años. Me hacía ilusión vincularme al mundo de la literatura, pero mis intenciones eran sobre todo culturales. El Onelio fue importante porque hizo de mí una mejor lectora y me dio criterio para valorar de forma objetiva las obras de ficción. Sin embargo, me faltaba confianza y madurez para tomarme en serio el empeño de escribir, dependía demasiado de mis momentos de inspiración.
“Durante el curso escribí varias narraciones cortas, mayormente de temática surrealista y de Ciencia Ficción, con las que, de paso, me vinculé al Taller Espacio Abierto. Una de ellas, Raúl Aguiar la incluyó en Deuda Temporal. Antología de narradoras cubanas de ciencia ficción; aunque esta no sería publicada hasta el 2015 y con otra ganaría el 3er premio Juventud Técnica en el 2014. Ambas aparecerían publicadas a destiempo.
“Mientras duró mi paso por la universidad, escribí poca narrativa y me centré sobre todo en la poesía, que siento tiene un tiempo más corto de gestación y ejecución y que, hasta ahora, hago solo para mí. No fue hasta el 2014, cuando surgió el grupo Ariete, que retomé mis inquietudes literarias (un grupo de graduados del Onelio que querían seguir analizando y produciendo literatura en colectivo).
“Muchos de estos miembros eran antiguos amigos míos y yo sentía cierto remordimiento por mi desidia con la escritura. Raúl, que funcionaba como una especie de mentor, nos cedió una Peña que tenía en el patio de la UNEAC. La preparación de la peña, denominada La Mazorca, nos hizo escribir cuentos que fueran susceptibles de ser escuchados y le dio cierta cohesión temática al grupo. A mí particularmente me ayudó a superar la timidez que me provocaba leer en público. También preparamos una revista digital llamada El Mazorkazo, con cuentos de los miembros de entonces, de la cual solo se realizó un primer número que yo diseñé.
“Luego de ese impulso inicial, empecé a escribir lo que sería mi primer libro, Los Impares, que comenzó por dos cuentos de mi etapa en el Ariete y dos mini-cuentos más bien “abstractos” titulados “breves teorías”, uno de ellos escrito durante la adolescencia. De hecho, la forma en que surgió el proyecto del libro fue curiosa: comencé a revisar el montón de cuentos aislados que tenía y me percaté de que, a pesar de su carácter individual, tenían elementos en común: además de las breves teorías (que eran más filosóficas) yo siempre había estado hablando sobre la soledad y las relaciones humanas, con personajes cuyas vidas cotidianas se combinaban con la irrealidad.
“Decidí, entonces, hacer un libro con esta temática y matiz y escribí 10 cuentos que agregué a los cuatro que me sirvieron de punto de partida. Al principio lo único en común fueron las referencias matemáticas, pero poco a poco empecé a relacionar los cuentos, de manera que se convirtió en una cuenti-novela. Así el cuaderno quedó constituido por breves teorías (funcionan como axiomas) y sus demostraciones (historias de sus protagonistas), cada una contada desde un tiempo y un punto de vista diferente, sin seguir un orden cronológico, y de cuya unión resulta la historia individual y común de sus seis personajes.
“Envié una primera versión del libro que incluía solo algunos cuentos al Concurso de Narrativa Breve Eduardo Kovalivsker 2016 y resultó finalista. Eso me dio una especie de visto bueno. Me propuse entonces terminarlo antes del cierre del David 2017 y así lo hice. Recibió una mención y Raúl Flores Iriarte, que era parte del jurado, me hizo algunas sugerencias para mejorarlo. Con estos arreglos lo entregué al Calendario 2018 y gané.
“El proceso de edición en la Editorial Abril fue muy grato. Me entendí muy bien con Adriana, mi editora y tengo la impresión de que ella se sintió igual. Lo que me costó mucho trabajo fue pensarme la ilustración de la cubierta. Los Impares fue mi primer libro y sentía como deber ocuparme de la imagen de cubierta siendo yo diseñadora gráfica; pero no lo podía asociar a una sola imagen y también tenía que respetar y armonizar con el diseño de la colección. Al final, tuve la suerte de que la impresión quedó muy bien y los colores y detalles del dibujo son prácticamente idénticos a como concebí la ilustración original.
“Mi segundo libro, Seres invisibles, me resultó fácil de ilustrar porque desde el principio lo había concebido con imágenes interiores”, expresa quien también recibió una Mención en el David del 2017.
— ¿Cuán difícil o fácil es publicar hoy en Cuba para una escritora joven?
“No lo sé, pues hasta ahora no he tenido que lidiar directamente con la industria editorial. Mis libros han entrado a este proceso por vía de algún concurso cuyo premio incluye la publicación. También he tenido la suerte de que tres cuentos míos aparezcan en antologías, gracias a Raúl Aguiar, a quien debo mucho porque fue de los primeros en entusiasmarse con mis obras”.
— ¿Cuánto de ti hay en tus historias? ¿Cuán favorable o no es que los lectores perciban tu voz en cada relato o novela?
“Admiro la capacidad de algunos escritores de encarnar personajes que les son extremadamente distantes en todos los sentidos, pienso, por ejemplo en Marguerite Youcenar con Adriano. Sobre todo porque me encanta la novela histórica y la biografía novelada. Por supuesto yo no he cultivado estos géneros, creo que requiere de una erudición que no tengo y no sé si algún día tendré.
“Igual me agrada dar vida a personajes con puntos de vistas diferentes, casi es un juego, una forma de meterse en otra piel. Cuando desarrollo un personaje, intento definir qué cosas le interesarían y leo y busco información sobre ello para hacerlo más creíble. Intento comprender su forma de pensar. En Los Impares, narro desde seis puntos de vista diferentes y en Seres Invisibles (la novela con que gané el David 2018) el narrador es un muchacho de provincia que estudia Física y toda la historia está impregnada de referencias biológicas por causa de otro personaje co-protagónico.
“Tengo un tercer libro, con el que aún no hago nada, donde el tema principal es la astronomía. Por eso la búsqueda de información me es imprescindible, son tres libros donde se hace referencia a alguna ciencia a pesar de que no tengo formación científica. También me gusta relacionar sucesos reales con la ficción.
“Sin embargo, mis libros tienen mucho de mí, y ha sido intencional. Todos son sobre mi generación y sus sucesos y personajes pertenecen a mi realidad inmediata, a mi mundo. Esto ha sido una curiosidad para algunos y motivo de identificación para otros lectores. Quería representar personajes de la realidad cubana actual, que no se acogieran a los estereotipos preexistentes, sin dejar por ello de ser cubanos.
“No es del todo posible escribir un libro sin que haya algo del autor, pero también es admirable intentar trascender esa subjetividad”.
— ¿Cómo enfrentas el proceso creativo, es un acto serio que te exiges como autora, o lúdico y espontáneo?
“Tiene parte de los dos, las ideas me vienen de manera espontánea y las apunto, pero es solo eso, una idea; a lo sumo un esquema por capítulos de lo que debe suceder, todo muy elemental. Para escribir un libro, se requiere disciplina, hay que tomarlo seriamente e imponerse metas, obligarse a escribir. Esta disciplina me faltaba a los 17 años cuando pasé el Onelio. Entonces, yo solo respondía al instante de la inspiración, cuando me entraban unos deseos incontenibles de escribir; pero así solo lograba narraciones cortas y aisladas y poemas sin muchas pretensiones.
“Para concebir un libro hay que primero proyectarlo y comprometerse con su ejecución. No obstante, disfruto mucho del proceso de escritura, que llega a sorprenderme y resulta un entretenimiento muy productivo. Tiene algo de místico, pues el resultado siempre trasciende la proyección inicial”.
— ¿Qué referentes tienes en la literatura, cubanos y extranjeros? ¿Por qué?
“Hay libros y autores que me han impactado, en lo cual influye el momento de mi vida en que los leí. Empiezo hablando de Baudelaire, a quien conocí por las clases de español del preuniversitario y cuya obra me fascinó. Al igual que Poe y la poesía de Rubén Martínez Villena.
“En el ámbito nacional, creo que el referente indiscutible es Carpentier, a quien admiro profundamente como novelista. También hay libros impresionantes, como El ojo Dyndimenio, de Daniel Chavarría, (a quien no sé si mencionar como autor cubano o extranjero); La hora fantasma de cada cual y La estrella bocarriba, ambas de Raúl Aguiar; Papyrus, de Osdany Morales, y Ánima fatua, de Ana Lidia Vega Serova.
“Dentro de la literatura extranjera, Julio Cortázar me ha influenciado particularmente (tanto por Rayuela como por sus cuentos), siendo igualmente una de mis primeras lecturas juveniles. Guardo también especial admiración por Robert Graves y su Hércules y yo, En nombre de la rosa, de Umberto Ecco; Memorias de Adriano, de Marguerite Youcenar; Tinísima, de Elena Poniatowska, y El Evangelio según Jesucristo, de Saramago. También por los cuentos y novelas de ciencia ficción de Margaret Atwood, Kafka en la orilla, de Haruki Murakami, e Itzam Na, de Arturo Arias.
¿Qué significó para ti pasar el curso de técnicas narrativas en el centro Onelio
“Fue imprescindible para mi desarrollo como escritora y como persona, no solo porque, como ya he dicho, hizo de mí una lectora más consciente y crítica, sino porque me puso en contacto con el mundo de la literatura. Pienso que a los 17 años todavía nos estamos construyendo y somos especialmente susceptibles a ser influenciados, por ello me es difícil hoy concebirme a mí misma y mi devenir posterior, sin ese paso por el Onelio.
—“Algunos consideran que la literatura cubana no vive un buen momento. Comparan a los autores actuales con los de otras generaciones. ¿Qué piensas?
“No es justo comparar algo inicial con lo que ha sido o ya es y el tiempo lo ha limpiado, haciendo trascender solo lo imprescindible. Toda generación trae hojarasca y obras maestras, negarlo es poco dialéctico. Y tampoco es malo ser hojarasca, que al final es parte del hacer de cada época.
“Más allá de esta realidad, no se conoce cabalmente ni se ha analizado con rigor la literatura cubana de la actualidad, por lo cual esa afirmación me parece más bien un prejuicio.
—Si pudieras promover autores jóvenes o libros específicos de la literatura cubana más reciente, ¿cuáles serían?
“Confieso que no he leído suficiente literatura contemporánea, sea cubana o extranjera; por lo que no conozco la obra de muchos de mis coetáneos y correría el riesgo de dar una opinión sesgada. También hay muchos con quienes tengo una relación de amistad, por lo cual podría caer en nepotismos… Así que, a riesgo de parecer cobarde, prefiero no mencionar a nadie”.
—¿Qué piensas sobre el reflejo y “análisis” de la literatura cubana actual en los medios de comunicación?
“Hace mucha falta una labor crítica y una promoción más eficaz de los libros. Las pocas reseñas son apologéticas y no muy ilustrativas y los canales de difusión llegan a un público muy limitado. Los concursos son importantes y se les da promoción a los resultados; también se presenta el libro; pero todo queda ahí y no trasciende al marco de la gente vinculada al mundo de la literatura o al autor.
“Muchas veces los únicos que leen literatura cubana actual y conocen a los autores, son los propios escritores o aspirantes a serlo, como una especie de estudio de campo, para saber lo premiado. Esta ausencia de promoción a los libros y de actividad crítica, provoca invisibilidad y la falsa apariencia de que no se está haciendo nada bueno, o no se hace nada en absoluto”.
—¿Cómo conjugas el tiempo de redacción literaria con el que dedicas a la familia y las responsabilidades profesionales como profesora?
“Me repito muchas veces que hay tiempo para hacerlo todo. No siempre me convenzo. Me propongo metas a corto plazo y las voy cumpliendo. Esto es válido tanto para mis hobbies como para el trabajo. Creo que la clave está en encontrar placer en todo. Me agrada trabajar como diseñadora e ilustradora, pues cada proyecto representa un reto a la creatividad; y ser profesora, me permite mantenerme en contacto con el mundo académico y con la gente joven. Pero escribir me es ineludible y mi familia es más un apoyo que una responsabilidad.
—¿Cómo te defines como escritora y persona?
“Pienso que en estos tiempos se da demasiada importancia a las apariencias, yo intento sobre todo Ser. Esto implica mantenerme consecuente conmigo misma y con mi manera de pensar, sin dejar de tratar de acercarme lo más posible a los paradigmas. Todo ser humano debe tratar de ser la mejor versión posible de sí. Escribir es una de las formas en que Soy y justifica mi existencia. Me considero una persona inconforme (para bien y para mal) con grandes ansias de comprenderlo todo y de tener siempre algo por descubrir. No hay mayor placer que aprender y crear”.
—¿Cariño especial hacia algún libro o premio?
No sabría decidirme. Los Impares fue un libro importante porque fue el primer libro completo que escribí, resultó mención en el David y premio en el Calendario, que para mí son los concursos más importantes de la actualidad para quienes empezamos en el mundo de la literatura (El David por su historia y El Calendario por la calidad y dedicación que la AHS le imprime). Escribirlo me era algo inevitable, un nexo entre mi adolescencia y mi madurez, en todo sentido, pues incluye cuentos e ideas que guardaba desde hacía mucho tiempo y posee una naturaleza ambigua, entre la narración breve y la novela. Fue como una deuda pendiente que conseguí saldar”.
“Sin embargo Seres Invisibles fue un acto más deliberado de escritura, de alguna forma sentí que yo siempre había querido escribir una novela. La concepción inicial del libro fue menos accidental y la investigación previa fue más rigurosa. Me di el placer de relacionar hechos acontecidos en la realidad y de mezclarlos con la ficción, de investigar y hablar sobre la fauna y la naturaleza cubanas y de crear muchos de sus escenarios a partir de mis propias experiencias.
“Además ganar el David tenía una connotación especial para mí, varios escritores a quienes admiro han empezado con este premio, como Raúl Aguiar, Heras León, Osdany Morales, Senel Paz, Ana Lidia Vega Serova y Mylene Fernánez Pintado. Si Los Impares fue un nexo, Seres invisibles constituyó la concreción de mis inquietudes literarias”.
—¿Cuáles son tus principales sueños en el mundo creativo?
“Siempre tendré la aspiración de escribir una novela histórica. Aunque, por ahora, me conformo con seguir escribiendo y disfrutando lo que hago. Lo más importante sin dudas sería que mis libros lleguen a otras personas, que sean leídos y disfrutados. ¡Esto es pretencioso!, pero debo reconocer que es una sensación placentera escuchar palabras de entusiasmo por un libro nuestro. Con Los Impares me ha sucedido, aunque muchas veces no trascienda a mi círculo de conocidos y en la mayor parte de los casos no sé ni cómo reaccionar; incluso una vez me sucedió con un cuento (Memorias) que apareció publicado en la revista Juventud Técnica, un desconocido me buscó y me escribió por SMS, agradeciendo tras leerlo”.