Entre la carta y el asalto
«Entre la carta y el asalto»: La fuerza de la Historia (Dossier + libro)
Presentación al libro “De la carta al asalto†de Frank Josué Solar Cabrales
Por: Dr. Eduardo Torres-Cuevas
Sin su reconstrucción, la historia tiende a ser pura ficción no siempre novelada y carente de la poesÃa de la vida sobre la cual se construyen mitos y leyendas, juicios prejuiciados, imaginarios colectivos y seudohistorias. Si se trata de los procesos más recientes —piénsese en la relatividad de los tiempos históricos—, la complejidad puede asociarse a vacÃos en la información, documentación incompleta, testimonios interesados —casi siempre vistos los hechos desde el observatorio en el que estaba colocado el testimoniante— y la carga subjetiva del escribidor —seleccionador de textos y testimonios y autor de la lógica e intencionalidad de lo escrito—. El tiempo suele jugar malas pasadas a los analistas porque lo más difÃcil no está solo en la interpretación de textos y contextos, también se halla en el espÃritu de una época; la diversidad de individualidades —visiones y culturas personales—; en el sentir y en el vivir de una generación colocada en situaciones propias e irrepetibles, alguno de cuyos rasgos parecen mutilados por Cronos. El historiador se encuentra conque actores importantes de la época que quiere estudiar perecieron en la vorágine de los acontecimientoso producto del transcurrir de los años. Su silencio es definitivo. Solo tendrá intérpretes interesados.
La historia de la Revolución Cubana no es el estudio ideal de un proceso sin contradicciones —en blanco y negro—; constituye un intrincado campo de opciones, debates, reveses, alternativas —convergencias y divergencias— en el cual la unidad es compleja porque las circunstancias, no pocas veces, alteran el resultado de las intenciones. En ello influye la formación diversa de los hombres y mujeres que participan. El golpe de Estado de Fulgencio Batista y la suspensión de la Constitución de 1940, dan inicio a la creación de una situación revolucionaria. Desde la génesis hay una marcada diferencia entre los viejos polÃticos desplazados y una juventud que no solo quiere combatir al régimen dictatorial, sino a todo el sistema corruptor y corrupto que ha sufrido Cuba desde la década de los años treinta. Fidel Castro llama a su organización: “La Generación del Centenarioâ€.
La Universidad de La Habana es, desde el mismo dÃa del cuartelazo, el más destacado centro contra el régimen impuesto. Una juventud —la mayorÃa entre los 14 y 30 años— siente el deber de liberar a Cuba no solo de la dictadura, sino de los males que introdujeron la corrupción interna y la dependencia externa. Uno de los primeros grupos creados para combatir la dictadura fue el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR). Su lÃder, el profesor Rafael GarcÃa Bárcena, expresó el sentir de la juventud cubana pocos meses después del golpe de Estado: no queremos lo que se instauró el 10 de marzo ni lo que existÃa el 9 de marzo. Muchos de los jóvenes participantes del MNR fueron, en 1956, de los primeros integrantes —junto con los moncadistas y la organización oriental de Frank PaÃs—, del Movimiento Revolucionario 26 de julio, primera organización de unidad revolucionaria.
El 26 de julio de 1953, los jóvenes integrantes de la Generación del Centenario ejecutaron los ataques a los cuarteles Moncada (Santiago de Cuba) y Carlos Manuel de Céspedes (Bayamo). El documento de defensa de su lÃder Fidel Castro, conocido como La historia me absolverá, resultó el más completo texto para un proyecto revolucionario de transformación de la sociedad cubana tal y como lo deseaba lo más avanzado de su juventud. El propio acto insurreccional sirvió de ejemplo: a la dictadura se le combatÃa; no se entraba en falsas negociaciones ante las cuales el batistato nunca harÃa concesiones estratégicas.
En el interior de la Universidad de La Habana, el movimiento estudiantil se radicalizaba bajo el liderazgo de un joven estudiante de Arquitectura, José Antonio EcheverrÃa —con apenas 19 años cuando se produjo el cuartelazo batistiano—. El 30 de septiembre de 1954 era elegido presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU); como vicepresidente lo acompañaba otro indiscutido lÃder revolucionario, Fructuoso RodrÃguez. A partir de ese momento, el enfrentamiento al régimen castrense fue la prioridad de la FEU, lo cual implicaba, no solo la lucha armada en Cuba sino también contra los regÃmenes dictatoriales en América Latina.
El 24 de febrero de 1956 —fecha en que se conmemoraba el inicio de nuestra Guerra de Independencia— José Antonio hace pública la creación del Directorio Revolucionario, no solo como brazo armado de la FEU sino como promotor de la unidad revolucionaria y partÃcipe de “la Revolución Nacionalâ€. El discurso de José Antonio el 9 de marzo de 1956, Contra las dictaduras de América, expresaba el principio latinoamericanista que acompañarÃa a las proyecciones del Directorio.
La obra que presentamos es un riguroso trabajo sobre las búsquedas y dificultades para el logro de la unidad revolucionaria. Más que prejuicios, se resaltan las dificultades que el acontecer diario coloca en un proceso en el que los protagonistas no siempre tienen la comunicación necesaria y lo impredecible deja huellas y heridas profundas. Para lograr la unidad revolucionaria existen estrategias. La de Fidel, centrada en el programa transformador del Moncada, concibe al Movimiento Revolucionario 26 de Julio como la expresión militante activa, ideológica y polÃtica de los revolucionarios desvinculados de la vieja polÃtica y sus personeros; la del Directorio, partÃa de la unión de todas las fuerzas antibatistianas.
Es importante destacar aquà que el Directorio no nació solo para derrocar a la dictadura. Como organización revolucionaria tenÃa una definición revolucionaria. En su Manifiesto al Pueblo de Cuba, en el punto 11, se afirma: “La Revolución se asienta sobre principios fundamentales de Libertad PolÃtica (Democracia), Independencia Económica (Nacionalismo) y Justicia Social (Socialismo)â€. Los referentes históricos eran diferentes a los del 26 de julio. Mientras este último se expresaba como continuador de las luchas mambisas, el Directorio lo hacÃa en el referente universitario de la revolución de 1933: el Directorio Estudiantil de 1930. Ello marcaba dos estrategias de lucha diferentes. El Directorio Revolucionario centraba sus acciones en La Habana, en el “golpear arriba†para desencadenar la huelga general; el 26 de Julio se apegaba a la experiencia mambisa de crear un ejército libertador en las montañas orientales.
No resultaban extraños, en medio del fragor de la lucha, los debates entre las organizaciones revolucionarias. Muchos conceptos están cargados y recargados de incidentes o visiones de época. En un documento publicado en el suplemento de la revista Alma Mater de marzo de 1956, se afirma que los obreros constituyen “la clase revolucionaria por necesidad y conciencia†y que el Directorio tiene su pupila visionaria en “la gran tarea de la Revolución Nacional, a la cual han de prestarle toda su energÃa creadora las fuerzas sanas que integren o coordinen con el Directorio Revolucionarioâ€. La democracia, el nacionalismo y el socialismo conforman los objetivos de la “Revolución Nacional†que promueve el Directorio Revolucionario.
Las interioridades, complejidades y acontecimientos del proceso revolucionario y, en particular, las circunstancias y hechos que marcan la trayectoria del Directorio Revolucionario, con sus antecedentes y consecuencias entre la firma de la Carta de México y el combate del Palacio Presidencial, constituyen el objeto de esta obra. Abunda en información, en muchos casos no conocida. No pretende su autor hacer la historia del Directorio. Lo que nos presenta, apenas es un segmento de ella, pero trascendental para entenderla y comprender las dificultades de la unidad revolucionaria.
El ataque al Palacio Presidencial ha provocado debates no siempre históricamente bien fundamentados. Algunas veces mal intencionados. No se trató de un hecho desesperado, mal planificado o de ingenuidad militar. La tesis del Directorio de “golpear arriba†no descansaba solo en el ajusticiamiento del dictador. Ello se concebÃa como punto de partida para una insurrección con el régimen decapitado y desarticulado. Esa insurrección llevarÃa a una huelga general nacional que pondrÃa fin al batistato y, más importante, abrirÃa las puertas a la Revolución. Esta acción no resultaba un hecho aislado; era la operación principal dentro de una estrategia polÃtica revolucionaria planificada por la dirección del Directorio. La de Radio Reloj le daba su dimensión polÃtica al 13 de marzo. Por ello, el máximo lÃder de la organización, José Antonio EcheverrÃa, a su pesar, no está en el enfrentamiento de Palacio. Su misión consistÃa en dirigirse al pueblo de Cuba y llamarlo al combate; iniciar la insurrección —que tendrÃa su estado mayor en la Universidad— y provocar la resistencia popular que desembocarÃa en la huelga general. Era importante destacar que las acciones las desarrollaba el Directorio Revolucionario con importantes participantes que habÃan pertenecido o pertenecÃan a la Organización Auténtica (OA).
En las reuniones de la dirección del Directorio se valoraron diversas variantes. La incorporación de Menelao Mora Morales y su grupo permitió precisar las caracterÃsticas de la operación; serÃa una acción comando, teniendo en cuenta el armamento, las municiones, los hombres y el tiempo. En la cuestión puramente militar, tres hombres resultaban importantes por su experiencia —que no poseÃan los generales de salón del ejército batistiano—. Adelanto aquà un asunto importante a la hora de valorar, desde el punto de vista militar, el asalto a Palacio. El desarrollo de este tema forma parte de los contenidos de mi obra en preparación Los eslabones quebrados. Los tres militares eran españoles —por lo que, entre los cubanos, se les conocÃa como los tres gallegos—. Sus lugares y destinos en estos acontecimientos fueron diferentes, lo cual tuvo serias consecuencias en el fracaso de la operación.
El primero a tener en cuenta es Daniel MartÃn Labrandero. PoseÃa una historia extraordinaria y un conocimiento en la preparación de operaciones militares. Ex coronel jefe de la décimoquinta Brigada Internacional en la Guerra Civil Española, pasó a Francia al término de esta; al ser ocupado el paÃs por los alemanes, se incorporó a la resistencia; capturado, se le internó en un campo de concentración del que fue liberado en 1945; solicitó de inmediato trasladarse a Cuba; en 1947 participa en los preparativos de Cayo Confite. Para el Directorio, Daniel era el jefe militar indiscutido para la preparación y ejecución de la acción de Palacio. Pero, los acontecimientos frustraron su participación. En medio de los tanteos de los preparativos es apresado por las fuerzas de la tiranÃa. El Directorio organiza su fuga de la prisión del Castillo del PrÃncipe, pero, durante el hecho, cae muerto el 30 de diciembre de 1956. Julio GarcÃa Olivera, segundo jefe de acción del Directorio, en su libro Contra Batista, escribe: “Reflexionando mucho sobre esto, he pensado que con la presencia de MartÃn Labrandero se hubieran salvado muchos de los problemas†(p. 319).
El segundo de los “gallegos†era Carlos Gutiérrez Menoyo. Su historia no era menos impresionante. A los 16 años se incorporó a las fuerzas de la Francia Libre en Ãfrica bajo el mando del famoso general Leclerc, participando en la “guerra del desierto†contra las fuerzas alemanas del Afrika Korps que estaban bajo el mando del mariscal Rommel. Con posterioridad combatió en Italia, en el desembarco de NormandÃa y en Alemania. Fue condecorado y obtuvo el grado de subteniente. Emigrado en Cuba, participó en los preparativos de Cayo Confite, en 1947. Era el hombre ideal para un ataque comando, pero no tenÃa la experiencia organizativa de MartÃn Labrandero. Por ello, se le nombró jefe del comando que atacarÃa el Palacio y le darÃa muerte a Batista. Durante esta acción pierde la vida.
Del tercer “gallego†se tienen pocos datos y estos son confusos. Conocido como Ignacio González, también usaba el nombre de Marcelino Manen, habÃa sido combatiente en la Guerra Civil Española. Se le asignó la jefatura de las fuerzas de apoyo. Estas no entraron en acción. GarcÃa Olivera escribe: “Marcelino Manen jamás se presentó después a dar una explicación sobre lo sucedido. En el mes de junio salió al exilio hacia Costa Rica donde se unió a Eufemio Fernández†(pp. 318-319).
Eufemio era uno de los principales “jefes de acción†de la Organización Auténtica. HabÃa participado en la Guerra Civil Española y tenÃa fuertes vÃnculos con la emigración republicana española en Cuba. Desde 1948 estaba vinculado al presidente Carlos PrÃo Socarrás. Antes, en 1947, fue uno de los principales organizadores de la expedición contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Lo más interesante resulta la composición del Estado Mayor de su batallón, el Guiteras: Daniel MartÃn Labrandero, jefe del Estado Mayor; Carlos Gutiérrez Menoyo, jefe de la 1ra. compañÃa; Ignacio González, jefe de la 3ra. compañÃa. Algunos de los desertores del 13 de marzo también se unieron a Eufemio en Costa Rica, entre ellos “veteranos de la Guerra Civil Españolaâ€. ¿Qué papel desempeñaron la Organización Auténtica, y en particular Eufemio Fernández, en los extraños sucesos que rodean a la acción de Palacio? Mucho queda por estudiar teniendo cuidado con las versiones interesadas.
En su alocución por Radio Reloj, José Antonio precisa que es el Directorio Revolucionario el ejecutor de las acciones del 13 de marzo, al que se le han unido otros grupos independientes, como el de Menelao Mora, caÃdo heroicamente en Palacio.
Los jóvenes del 13 de marzo, como antes los moncadistas, fueron a liberar a Cuba de la tiranÃa siempre conscientes de que la muerte era una posibilidad. Es en ello en lo que radica la valentÃa, el patriotismo, la entrega —si es necesario— de la propia vida. Cuando se leen los documentos, se observa la alegrÃa de poder entrar en combate; de romper la inercia de la espera: la aspiración de ser héroe, pero sabiendo que también se puede ser mártir. A eso es a lo que se está dispuesto. Es una actitud de los jóvenes del Directorio y del 26 de Julio; es la convicción Ãntima y profunda de los revolucionarios de una generación generosa, patriota y revolucionaria.
La documentación del Directorio constituye una fuente importante que invita a la meditación. Las obras de tres de los miembros de la dirección de la organización antes del 13 de marzo y participantes activos en los acontecimientos de ese dÃa glorioso abundan en información, a veces contradictoria, pero complementaria. Me refiero a los libros y escritos de Enrique RodrÃguez-Loeches, Faure Chomón —jefe de acción del Directorio y segundo jefe de la acción de Palacio— y Julio GarcÃa Olivera —segundo jefe de acción del Directorio y responsable militar de la operación de Radio Reloj—. A esta información deben añadirse las diversas entrevistas realizadas a otros miembros de la dirección del Directorio, entre ellos, a Guillermo Jiménez.
En los sucesos del 13 de marzo y de Humboldt 7, el Directorio pierde a sus dos lÃderes, José Antonio EcheverrÃa y Fructuoso RodrÃguez. Resulta la única organización que ha quedado descabezada. Hay otro asunto determinante, José Antonio y Fructuoso tenÃan la doble condición de ser los máximos dirigentes tanto de la FEU, como del Directorio. No existÃa ninguna otra figura que tuviese esa doble pertenencia de dirección. El autor de esta obra analiza con profundidad esta situación y sus consecuencias. Estrategias y tácticas se centran en reconstruir la dañada estructura de la organización, en tanto se continúa la lucha revolucionaria. Ello debe ser objeto de otros estudios, pues no son las pretensiones de la obra que se presenta.
En 1959, el Directorio es un activo participante en las transformaciones que se operan en el paÃs. La lÃnea de su periódico, Combate, dirigido por el comandante Guillermo Jiménez, es de total adhesión y defensa del proceso revolucionario. Sus principales figuras y la mayorÃa de sus militantes están comprometidos con las acciones revolucionarias. De aquellos jóvenes del Directorio que tuvieron un importante papel en la etapa de la Revolución en el poder merecen ser recordados Antonio, Tony, Santiago GarcÃa, infiltrado en los grupos contrarrevolucionarios y asesinado el 9 de enero de 1961; Gustavo MachÃn Hoed de Beche, que formó parte de la guerrilla del Che en Bolivia y cae en combate el 31 de agosto de 1967 en Vado del Yeso y Raúl DÃaz-Argüelles GarcÃa, quien, al frente de las Tropas Especiales del Ministerio del Interior en Angola, muere en combate en la madrugada del 11 de diciembre de 1975. Otros miembros del Directorio participaron en estos últimos 60 años en importantes acontecimientos, entre ellos, VÃctor Emilio Dreke Cruz y Julio GarcÃa Olivera. La mayorÃa de los hombres más destacados del Directorio murieron en Cuba en funciones revolucionarias: el Chino Figueredo, Alberto Mora, Enrique RodrÃguez-Loeches, Humberto Castello, Guillermo Jiménez, el Moro Asef, Tony Castell, entre otros. Quien fuera su secretario general, desde 1957, Faure Chomón Mediavilla, fallece siendo miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 5 de diciembre de 2019.
El 16 de julio del presente año, al conmemorarse el nacimiento de José Antonio (1932) en la Universidad de La Habana, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) develó el busto restaurado del inolvidable lÃder revolucionario. Allà estaban presentes combatientes que aún viven del Directorio Revolucionario.
El proceso de la unidad revolucionaria tuvo un artÃfice, Fidel Castro Ruz. No siempre el camino de la unidad, deseado por el 26 de Julio y por el Directorio, tuvieron los mismos signos y no siempre convergieron. Esta obra reconstruye el difÃcil camino de la unidad. No cubre todas sus etapas, pero permite entender sus dificultades.
El Directorio Revolucionario es, junto al Movimiento 26 de Julio y al Partido Socialista Popular, una de las tres organizaciones que se unen, en 1961, en la Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) como cuerpo polÃtico único de la Revolución.
La lectura de esta obra, cuyos acontecimientos transcurren en apenas seis meses y trece dÃas (entre la firma de la Carta de México y el ataque al Palacio Presidencial), será nutriente para explicar, comprender y pensar mejor la historia de la Revolución Cubana.
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ENTRE LA CARTA Y EL ASALTO.PDF
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13 de marzo: el coraje de la historia
Por: Frank Josué Solar Cabrales
A raÃz de un debate generado en las redes sociales en marzo de 2020 sobre los contenidos, significados y alcances de la Carta de México y las acciones del 13 de marzo de 1957, el sitio digital cubano La Tiza inauguró un espacio dedicado al abordaje de un asunto cardinal, el de las relaciones entre las diversas fuerzas de oposición a la dictadura de Fulgencio Batista, con la intención de «llevar la polémica más lejos, hacerla rendir mejores frutos, sumar al conocimiento de su objeto a más personas y volverla vehÃculo de recuperación de la memoria histórica». Gracias a ese empeño, que bajo el tÃtulo «La unidad no es hija única» continúa abierto hasta hoy, salió publicada una serie de tres artÃculos con los que buscaba contribuir al intercambio mediante el análisis de los vÃnculos entre el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio desde la firma del documento unitario de agosto de 1956 hasta el heroico asalto al Palacio Presidencial.
Por sugerencia del Dr Eduardo Torres Cuevas los artÃculos fueron ampliados y convertidos en el libro que presentamos hoy, fundado en la convicción de que el estudio sobre la historia de la Revolución cubana, más allá de la pasión por el dato y el conocimiento histórico, tiene una repercusión directa en la disputa polÃtica actual sobre su legitimidad y permanencia. En tal sentido, este pretende ser un texto de combate en defensa del proyecto revolucionario cubano. Y la mejor manera de hacerlo desde la investigación histórica no es con el ocultamiento de sus asuntos más controversiales o con la adecuación del pasado a relatos preestablecidos desde el presente, sino con el acercamiento desprejuiciado y riguroso a su historia, que garantice la mayor objetividad posible, y permita entenderla en toda su complejidad, diversidad y grandeza. Los mitos y falsedades que sobre ella se tejen desde el campo contrario se alimentan justamente de nuestros silencios.
Uno de los mitos construidos alrededor del 13 de marzo de 1957 es el que asegura que las acciones de ese dÃa fueron planeadas y ejecutadas exclusivamente por el Directorio Revolucionario, de espaldas al Movimiento 26 de Julio y otras organizaciones, para darles un golpe de mano en el derrocamiento de la dictadura. En realidad, el DR desarrolló las operaciones de ese dÃa “hermanado en este empeño con grupos afines en la acción y en el propósito que nos animóâ€.[1] No fue una empresa individual, sino realizada de conjunto con otros sectores insurreccionales.
Por eso consideraba la fecha como “inicio de la confraternidad revolucionariaâ€,[2] y como la concreción de la unidad por la que habÃa estado abogando desde su proclamación pública. A diferencia del 30 de noviembre de 1956, cuando no se pudieron poner en práctica los acuerdos unitarios alcanzados antes en México y en Miami, el 13 de marzo de 1957 significó para el Directorio que “se hizo verdadera por primera vez la unidad revolucionariaâ€.[3] En el segundo aniversario de la jornada histórica, en 1959, Faure Chomón insistió en calificarla como “la primera acción de unidad revolucionaria que se llevó a cabo en la lucha contra la tiranÃaâ€.[4]
Un examen detenido de los documentos elaborados por el Directorio Revolucionario después del asalto al Palacio Presidencial devela que existÃa un plan general en el cual a la organización le correspondÃa cumplir con una parte,[5] que hubo sectores comprometidos en ese plan pero no obligados directamente con el DR,[6] y que aproximadamente la mitad de los caÃdos en la acción no pertenecÃa a sus filas.[7]
Como otras fuerzas, el Movimiento 26 de Julio también fue invitado a participar, pero no lo hizo, entre otras razones, “porque esa no era su tesis de luchaâ€[8] según explicó Faure Chomón dos años después. En ese momento el Movimiento tenÃa como prioridad el fortalecimiento del destacamento armado de la Sierra Maestra, los planes para la apertura de dos nuevos frentes guerrilleros, en el Escambray y en el norte de Oriente, y el inicio de los preparativos para la convocatoria más adelante de una huelga general. Sin embargo, Faustino Pérez intentó, infructuosamente, apoyar la operación una vez iniciada.
La historiografÃa revolucionaria más útil no es la que elude o deforma acontecimientos y procesos para que encajen en los roles asignados según esquemas actuales, o elabora narrativas apologéticas y edulcoradas, en las que no existen las contradicciones, sino aquella que asume la conflictividad y las tensiones entre revolucionarios como una variable natural de cualquier proceso transformador, y profundiza en el estudio de las causas, los condicionamientos, los contextos y las relaciones de fuerzas, para explicar mejor las distintas actitudes y comportamientos.
El análisis de las dificultades, obstáculos e incomprensiones que rodearon la perenne aspiración de unidad revolucionaria durante el enfrentamiento a la dictadura batistiana facilitará la extracción de lecciones muy valiosas para nuestros retos presentes y por venir.
Notas:
[1] Manifiesto del Directorio Revolucionario al pueblo de Cuba, abril de 1957. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
[2] Ãdem.
[3] “Carta del Directorio Revolucionario a los miembros de las organizaciones revolucionarias y a todos los cubanos sin banderÃas en la lucha por la Libertadâ€, junio de 1957. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
[4] Discurso de Faure Chomón en el 2do. aniversario del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1959, en Combate, La Habana, 15 de marzo de 1959, Época II, Año III, no. 1, p. 6.
[5] “Proclamar, con orgullo, que toda nuestra militancia: Obreros, Estudiantes, Empleados, Profesionales… que participaron en las acciones del dÃa 13, lo hicieron conforme a lo convenido en el plan generalâ€. Circular del Directorio Revolucionario a los militantes, abril de 1957. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
[6] En el caso del dirigente sindical auténtico Calixto Sánchez White se afirmaba lo siguiente: “Si bien no estaba directamente obligado con el Directorio a realizar ese dÃa determinadas acciones, sà se hallaba comprometido en el plan y cobardemente no hizo nadaâ€. Ãdem.
[7] “EL DIRECTORIO REVOLUCIONARIO rinde homenaje póstumo (…) a quienes sin ser militantes de nuestro organismo cayeron heroicamente luchando por nuestra libertad: Carlos Gutiérrez Menoyo, Menelao Mora Morales, José Castellanos, Luis Almeida, Pedro Téllez, Gerardo Medina, Eduardo DomÃnguez, Norberto Hernández, Ãngel González, Salvador Alfaro y Celestino Pachecoâ€. Ãdem.
[8] Resumen de la intervención de Faure Chomón en el programa televisivo “Conferencia de prensaâ€, en Revolución, La Habana, 12 de marzo de 1959, no. 82, p. 15.