Enseñanza artística
Homenaje, 60 años de El Alba
Cada academia potencia sus pautas, sus concepciones docentes, sus formas de ver, crear y pensar el hecho artístico; que, aunque se asemejen a otras, le permite irradiar cierto fulgor propio. Distintas miradas, rasgos y criterios, unifican la obra de sus egresados. Y al mismo tiempo –en esa especie de sello, de paradigmas asumidos y trasmitidos, de fragua a fuego lento–, cada escuela es un vórtice a la multiplicidad, un espacio abierto no solo a la experimentación sino a la divergencia, a la dialéctica, a la creación.
Esto lo comprobamos al recorrer la amplia muestra virtual Homenaje, a propósito del aniversario 60 de la holguinera Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, dedicada a los artistas y profesores Lauro Hechavarría y José Aguilar, y que, expuesta en el perfil de Facebook de esta institución, reúne piezas de los docentes y de egresados de la misma.
¿Podemos hablar, entonces, de un cuerpo visible o, al menos, caracterizable en la obra de los egresados de El Alba en las seis décadas transcurridas desde su fundación en 1961? Muchos de ellos reconocidas firmas de las artes visuales cubanas, radicados en la isla y fuera de ella. Ellos –asegura el profesor e investigador Fernando Almaguer Rodríguez en las palabras del catálogo de esta muestra– “se distinguen por un aspecto en su esencia, heredan partículas espirituales de sus consagrados profesores”, docentes entre los que se encuentran Fausto Cristo, Ramiro Ricardo, Miguel Mayan, Argelio Cobiellas, Fernando Bacallao, Lauro Hechavarría, Fernando Gómez y José Aguilar.
Estas prácticas –subraya– se caracterizan “por la búsqueda inquisitiva de estéticas que sondean la realidad social. Se advierte en sus obras –aun en la de aquellos que optaron por la abstracción–, un mordaz análisis comprometido con una entrega consensuada de criterios, no simplemente estéticos o artísticos, sino que se perciben posturas éticas disfrazadas de estéticas visuales; iluminados vestíbulos para comprender fenómenos cotidianos o culturalmente trascendentes. Esto indica algo muy importante, las generaciones de artistas plásticos que se formaron en El Alba entre las décadas de los 80-90 estuvo marcada por la necesidad de ese discurso, un arma estética para designar posturas, un ethos del decir desde la imagen plástica, una imagen plástica deontológica”.
Esta generación, más entrada a los 90, se formó en una academia que “re-semantizó su doxología, asumió técnicas y procedimientos de hacer el arte que enriquecían el discurso estético y ponía a tono nuestra visualidad con la del resto del mundo creacional”, y que “sustituyó materiales tradicionales por artesanales, mientras que, se incluía la fotografía, la documentalística y el video-arte, como argumentos procedimentales urgentes y necesarios para administrar los nuevos códigos de la visualidad”.
Ronald Guillén, Miguel Ángel Salvó, Alejandro Aguilera, Alexander Lobaina, Freddy García Azze, Rubén Hechevarría, Elsa Mora, José Ángel Vincench, Magalis Reyes, Néstor Arenas, entre otros, cuyas piezas integran Homenaje, forman parte de esta oleada de creadores que demuestra –como subraya Fernando Almaguer– que el enfoque social y antropológico fue ganando espacio y que los artistas de El Alba inician, o vienen a consolidar, un proceso de búsqueda y reflejo de lo otro, a través de prismas que van desde lo religioso y lo popular, hasta lo étnico y la identidad de género. “Sin embargo, semejantes transformaciones no hubiesen todo posibles sin la ductilidad de un proyecto pedagógico que reorientara la dinámica de los debates estéticos, todo sin abandonar los componentes neurálgicos de una academia”, destaca.
De esta manera, Homenaje agrupa, en esa especie de crisol abierto a concomitancias y múltiples “senderos bifurcables”, pero que parten de una misma génesis, un punto en común, obras, además de los ya mencionados, de artistas reconocidos como Cosme Proenza Almaguer, Alexis Pantoja, Eduardo Leyva Cabrera, Ernesto Blanco Sanciprián, José Emilio Leyva Azze, María del Pilar Reyes y Rosa Leticia Leyva Azze; y de otros, en perfecto diálogo y al mismo tiempo confrontación fructífera, más jóvenes, graduados recientemente, como Liz Mailys González, Alejandro Ortiz, Emilsy Pérez y Hennier Delgado.
Con coordinación de Guillermo Batista del Toro y curaduría de Ronald Guillén y Freddy García Azze, esta muestra refleja las potencialidades del “espacio cultural y pedagógico” que es El Alba, uno de los principales centros de la enseñanza artística en la región. Tanto así que “encontrar estrategias didácticas para encausar la diversidad creativa ante la inercia del discurso posmoderno, es uno de los mayores retos de nuestro colectivo pedagógico. Sin embargo, en medio de tanta confusión, se declara potencialmente útil y fértil, el ejercicio cultural que germina desde El Alba. Si algún propósito enaltecedor junta el alma humana, si alguna sensibilidad artística es capaz de redimir el dolor, encuentra en nuestras paredes hoy día, espacio para abrigar la esperanza”. La exposición Homenaje, a propósito del aniversario 60 de la fundación de la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, es una pieza más para continuar dándole cuerpo a esa esperanza, que es contribuir a darle cuerpo al arte holguinero y cubano.
Cada artista verdadero tiene su sello auténtico
Si una palabra pudiera definir las esencias de Yalit González González, esa palabra sería la ética. Ha labrado su camino como concertista, músico y pedagoga desde el ara de lo bien hecho, ha transmitido a sus estudiantes no solo el aprendizaje de una técnica, sino también la enseñanza invaluable de que el arte es una materia transformadora de la espiritualidad humana. Con su guitarra, con su Verdad, con su amor, Yalit ha transmutado —para bien— todo a su paso. Tengo el privilegio de considerarla mi amiga. Tuve, además, el privilegio de ser su estudiante de guitarra en la Escuela Nacional de Arte y en el Conservatorio “Amadeo Roldán”. Esta entrevista intenta resumir mi afecto, mi admiración y mi infinito agradecimiento hacia el hermoso ser y hacia la virtuosa guitarrista que es Yalit.
¿Por qué elegiste el camino de la música, y específicamente la guitarra?
La música fue una elección que tomé muy temprano en mi vida. El ambiente de mi hogar fue muy propicio para mis intereses, a todos les gustaba este arte. En casa había un piano «Pleyel», de mi mamá, que estaba destinado a ser mi primera herencia. Mi madre se percató de mis inclinaciones musicales y me llevó a dar clases de piano con Mildred, una excelente maestra que vivía muy cerca de mi casa en mi natal Holguín. Mildred consideraba que yo tenía aptitudes musicales y que debía iniciar estudios académicos.
Cuando tenía unos nueve años, pusieron un documental de María Luisa Anido en la televisión cubana. María Luisa Anido, la extraordinaria guitarrista argentina, la «Gran Dama de la Guitarra», estaba en pantalla tocando un instrumento precioso. Ahí me quedé prendada de la guitarra. El sonido que escuché de esas cuerdas que vibraban me enamoró para siempre. Fue algo fulminante, se me despertó una fascinación, una pasión que ya más nunca me abandonó.
Desde ese momento le dije a mi madre que yo quería tocar ese instrumento. Ella prestó oídos a mi petición y me llevó a hacer las pruebas de ingreso a la escuela de arte.
Mi entrada a la Escuela Vocacional de Arte de Holguín fue el inicio de mis estudios en la carrera de la música clásica; pasé por varios conservatorios hasta culminar los trece años instituidos en Cuba para ello, con la Licenciatura de la Universidad de las Artes (ISA). Tuve el privilegio de recibir en las escuelas y Universidad de música en Cuba, una enseñanza de primer nivel, dentro de un sólido Sistema Nacional de Enseñanza Artística.
De manera que todo comenzó así: el día en que escuché tocar la guitarra a la gran María Luisa Anido, yo elegí este instrumento. Mi familia decidió apoyarme para siempre. Mi madre y mi padre son artífices de mi carrera; sin el apoyo y esfuerzo de ellos, jamás hubiera podido cumplir mis sueños de ser concertista y permanecer siéndolo. A la dedicación de ellos se unió la de mis abuelos, mi tío Alberto y la de mis hermanos Yanot y Alberto, quienes también desde el primer día me apoyaron y disfrutaron cada minuto de mi quehacer artístico; hoy siguen haciéndolo. A esto se sumó, con el tiempo, una conspiración de muchas otras personas para hacer mis sueños realidad.
En la tradición guitarrística cubana, ¿qué voces no pueden faltar?
La tradición guitarrística cubana es vasta y sólida. Innumerables son las voces que no pueden faltar por sus valiosos aportes. ¡Tantos! Simplemente: incontables.
Tu dualidad como guitarrista concertista y como profesora de dicho instrumento, ¿a qué nuevos caminos, tanto espirituales como técnicos, te ha encomendado?
Esta dualidad me ha llevado por muchos caminos
Lo primero de lo que me ocupé, recién graduada, fue de profundizar en estudios que había realizado en el programa de la carrera, pero en los que yo quería ahondar más: la psicología y la pedagogía. Me interesé, entre otros asuntos, por el tema de la psicología del artista, del cual había aprendido mucho con el querido maestro Tajonera en el ISA. Él tenía muchos apuntes y yo me le volví a acercar para seguir profundizando.
También comencé una labor de promoción de jóvenes talentos, invitando a conciertos a estudiantes con un alto rendimiento; lo mismo para actuar como solistas que como integrantes de la orquesta de guitarras de la ENA, que preparé y dirigí durante los trece años de mi jefatura del departamento de guitarra en dicha institución. Posteriormente seguí con estudiantes del Conservatorio «Amadeo Roldán», donde hoy dirijo la Cátedra. Actualmente, se trata de una labor que he extendido ya con estudiantes de diferentes proyectos culturales; todos de altísimo nivel.
Además, expresamente, comencé a hacer una recapitulación mental de todo lo asimilado de mis maestros, para que no se me quedara nada de lo que aprendí sin enseñarles a mis estudiantes. Eso lo he podido hacer porque tuve el privilegio de estudiar con maestros extraordinarios. Mi primer maestro fue Orlando Vega, seguidamente estudié con el maestro Edel Aguiar, luego con el maestro Félix Puig. A mi llegada a La Habana fui alumna de la clase del maestro Jesús Ortega en el ISA. Posteriormente, del maestro Joaquín Clerch.
Puedo decir, con un orgullo inmenso, que estos, mis maestros de guitarra, me hicieron el regalo hermoso del cual soy deudora: todos me enseñaron con gran pasión, haciendo énfasis en lo que ellos sabían que yo tenía que perfeccionar. Tengo que dar, por todo esto, muchas gracias a Dios, a Cuba, a mis queridos maestros, a la Escuela Cubana de Guitarra, al Sistema Nacional de Enseñanza Artística cubano.
Entonces, además de expresar a mis maestros mi agradecimiento por lo que me enseñaron, me siento con el deber de enseñar a otros lo que yo aprendí gratis y de primer nivel.
A esta enseñanza le sumo la recibida en las clases magistrales con el maestro Leo Brouwer; con los maestros Shin-Ichi Fukuda, Costas Cotsiolis, Eliot Fisk, entre otros. También recuerdo las clases magistrales con Nelsys Díaz, Esteban Campuzano, María Elena Mendiola, Louis Aguirre, Harold Gramatges, Alfredo Diez Nieto. Intento y no quisiera que se me quedara nunca un nombre por decir de quienes me aportaron en el instrumento, escuchándome tocar, tanto guitarristas como músicos de otras especialidades. Por ejemplo, estudié el laúd, instrumento afín a la guitarra, con el maestro Manuel Paneque. A este legado de tantos se le unió el de innumerables maestros de otras asignaturas que también hicieron de mí lo que soy como artista.
De manera que lo aprendido de quienes me enseñaron, más lo que he aprendido por mi cuenta sin que nadie me lo dijera, constituyen el arsenal que entrego a mis alumnos cada día. La dualidad concertista-pedagoga ha sido una bendición, porque tener que recordar a cada instante lo aprendido para así enseñarlo, me produce una constante recreación y presencia de las fuentes de las que he bebido.
La enseñanza de la guitarra en Cuba, ¿cuáles son sus principales horizontes y potencialidades?
La enseñanza musical en Cuba es de primer nivel y está apoyada por un sólido Sistema Nacional de Enseñanza Artística. Además, la Escuela Cubana de Guitarra es, a mi modo de ver, una de las mejores del mundo. Su excelencia ha sido probada como se prueban las escuelas: por sus indiscutibles y brillantes resultados. Extraordinarios maestros cubanos y extranjeros se han formado en esta escuela y han mostrado sobrada maestría y altísimo nivel. Funcionan los métodos de enseñanza, la organización, el debate fructífero, el compartir de experiencias. Es un tesoro de Cuba.
En el mundo musical, en el mundo interpretativo, ¿quiénes son tus principales referentes?
Leo Brouwer, David Russell, Manuel Barrueco, Eliot Fisk, Shin-Ichi Fukuda, Costas Cotsiolis, John Williams, Juliam Bream, Pepe Romero, Juan Carlos Laguna, Paco de Lucía, Joaquín Clerch, Sergio Vitier, Vladimir Horowitz, Pancho Amat, César López, José María Vitier, Luciano Pavarotti, Itzhak Perlman, Teresa Carreño, Daniel Baremboim, María Callas, entre otros.
A la hora de enfrentarte a una nueva partitura, ¿cómo divides y entiendes tu proceso creativo?
Generalmente sigo una organización preconcebida, pero eso puede variar. Suelo buscar, desde los primeros momentos, el conocer todo lo posible sobre obra-autor-época. A la par, me voy formando una idea sonora de lo que se trata. Casi de inmediato preparo y decido cuáles digitaciones voy a utilizar. Pienso que se pueden preconcebir algunas cosas predecibles de cierto modo, a la vez que se da paso a interpretar música. En esta interpretación aparece lo impredecible, en una recreación y constante cambio; todo en búsqueda de lo mejor que se pueda alcanzar.
¿Qué papel juega, para un instrumentista, la investigación?
Pienso que un músico dedicado a su instrumento es en sí un investigador. Cuando hablamos del universo investigativo científico académico, sucede como en algunos otros ámbitos, que investigar es el momento de enriquecerse de ideas y compartir con los demás el saber, fruto de la investigación.
En la Universidad de las Artes de Cuba tuve el privilegio de estudiar la Maestría en Interpretación. El maestro Lino A. Neira Betancourt (esa gloria del universo investigativo musical cubano que lamentablemente ya no está entre nosotros) nos impartió Metodología de la Investigación; ahí comencé a sentir la alegría de investigar. Mi tutora de tesis, la maestra Gretchen Jiménez Alonso, toda ella una institución en este universo investigativo, me afianzó una idea que facilita la creatividad: que el músico en activo puede encontrar una alegría especial («quasi» diversión) al tener que teorizar y escribir sobre lo investigado y el cómo lo ha hecho. De manera que mi viaje por este tipo de maestría culminó con esa felicidad de adentrarme en un universo altamente exigente, riguroso, capaz de llevarme a interrogarme a mí misma. Fue un aporte feliz a mi crecimiento personal y artístico.
Otra institución donde luego he encontrado otros horizontes en el campo de la investigación científica académica, ha sido el «Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela». Ahí recibí clases de las maestras Teresa Díaz Canals y Yanais Barzaga Medina; otras grandes conocedoras de la materia. Este prestigioso instituto es un lugar donde quise estudiar otra carrera más: Licenciatura en Humanidades, que espero terminar en breve. Los horizontes investigativos en los que he puesto mi vista son, si se quiere, totalmente ajenos a la música. Esto ha sido para mí una aventura en un mundo igualmente fascinante, exigente y riguroso. El tutor de mi tesis, el presbítero Yosvany Carvajal Sureda, todo una institución en el mundo académico investigativo, ha sido otro maestro que me ha llevado a perfeccionar lo lingüístico, la capacidad de síntesis y la búsqueda de un enfoque más universal en lo que realizo.
Además del rigor del oficio, ¿qué más es indispensable en la vida de un músico? ¿Qué otras herramientas espirituales lo acompañan?
Indispensable en la vida de un músico puede ser encontrar el espacio adecuado y los momentos para la práctica de su instrumento y la creación. Además, en su ámbito más cercano, el músico debería rodearse de personas que le contribuyan espiritualmente a fomentar su crecimiento como artista.
En su individualidad, cada persona puede buscar las herramientas que necesita y que estén más acordes a su personalidad. Yo he utilizado la lectura, el escribir (me encanta escribir crónicas), la práctica de yoga, el contemplar la naturaleza, ver documentales con aval científico y artístico, etc.
Dentro de la técnica del instrumento, ¿qué te resulta esencial y qué visibilizas más a la hora de interpretar?
Específicamente, la relajación.
¿Cuáles son los compositores que más defiendes y las piezas en las que te sientes más cómoda?
Cuando tengo una obra frente a mí, la defiendo y defiendo a su compositor con todo. Nunca he tocado una pieza que yo no crea posee todos los valores para ser interpretada y presentada en cualquier foro.
Dentro de este sentir, puedo decir que ha cobrado en mí una especial responsabilidad la interpretación de la música para guitarra sola de Sergio Vitier García-Marruz. Me encanta la música de este compositor gloria de la cultura cubana. Tuve el honor de que el maestro Sergio me permitiera hacer la primera transcripción de su integral de obras para guitarra sola, con lo cual quedaron escritas esas joyitas que son una síntesis de los elementos conceptuales rítmico-armónicos que están comprendidos en su música en general. Grabar estas piezas en uno de mis discos, con su dirección musical, fue algo extraordinario para mí. Todo esto me incentivó a hacer mi tesis de maestría en interpretación. Por la grandeza musical y personal del compositor, por el honor que me hizo y el gusto que me demostró por mi interpretación de sus obras para guitarra, estas se quedarán para siempre en mi repertorio y las seguiré interpretando adonde quiera que vaya.
Tengo predilección también por autores como Leo Brouwer, Joaquín Rodrigo, Francisco Tárrega, Agustín Barrios (Mangoré), Joaquín Clerch, J.S.Bach, Gaspar Sanz, Mario Castelnuovo Tedesco, etc. Obras que me encantan: «Un día de noviembre», de Leo Brouwer; «Concierto de Aranjuez», de Joaquín Rodrigo; «Milonga», de Jorge Cardoso; «Preludio», de Sergio Vitier; «Recuerdos del Alhambra» y «Variaciones sobre el carnaval de Venecia de Paganini», de Francisco Tárrega; «Guitarresca» de Joaquín Clerch; «Capricho diabólico», de Castelnuovo Tedesco, entre otras.
Para aquellos neófitos en materia musical, ¿qué preparación conllevan los conciertos?
Un músico que domina su instrumento es capaz de tocar un concierto ahora mismo y aquí mismo. El músico al tocar realiza un esfuerzo físico-mental-emocional y vibra con cada nota que toca, y cada nota que hace sonar le produce más y más emoción.
El músico está preparando su concierto desde el mismo instante en que está montando una obra. El músico está trabajando desde que practica a solas: trabaja en cada ensayo, trabaja en el concierto. Todas las veces que hay un músico tocando, hay un músico trabajando. Ser músico es una profesión que lleva profunda y constante dedicación.
De manera que el día del concierto es el día de mostrar un trabajo musical arduo y es la ocasión en la que el músico utiliza especialmente todas sus energías físicas, mentales y emocionales para entregarse en el arte que ama. Esa preparación, que empezó desde su estudio individual y que es interminable, le da la seguridad en lo que va a hacer.
Hay elementos propios de la individualidad de cada artista que se notan especialmente el día del concierto. Hay músicos que no les gusta pensar en otra cosa que en la música cuando van a tocar; por tanto, ese día rehúyen de todo lo musicalmente ajeno. Hay particularidades, tendencias propias de cada cual que son muy bonitas. Lo importante será siempre dar lo mejor al público en el concierto.
A muy temprana edad obtuviste el Premio Especial otorgado por el maestro Leo Brouwer en el 8vo Concurso Internacional de Guitarra de La Habana, ¿puede decirse que ese momento marcó, en tu experiencia creativa, un antes y un después? ¿Por qué?
Marcó mucho en mí. El quehacer musical de Leo Brouwer es indiscutiblemente inmenso y extraordinario, para Cuba y para el mundo. El maestro Leo es un genio de la música y además es una gran persona. Recibir de sus manos mi primera guitarra, su premio en ese Concurso Internacional de Guitarra de La Habana, fue para mí el símbolo de que mis sueños de ser guitarrista concertista no solo estaban haciéndose realidad, sino que nada podría hacerme dudar en mi camino musical. Con un aval así, siendo yo tan joven (con apenas cumplidos 18 años) mi emoción fue indescriptible. Antes sabía que podía tocar; ahora sabía que iba a hacerlo para toda mi vida. Mi gratitud hacia el maestro Leo Brouwer es eterna.
Como concertista te has presentado en los más importantes escenarios nacionales e internacionales, y has sido dirigida por algunos de los grandes maestros del mundo, ¿cuál es el camino del éxito? ¿Puede el éxito contabilizarse, cuantificarse?
Para mí, el camino del éxito precisa estudio, disciplina, perseverancia, organización. Hay que saber lo que se quiere y luchar éticamente por ello. Se necesita ser siempre uno mismo, perseguir una meta realista con tenacidad y amor.
No puede contabilizarse el éxito. Lo tienes, lo vives, te alegra por la emoción que sientes en cada concierto. Cada nueva actuación es un éxito, es un acto nuevo de amor al arte y a la música.
La música es un universo altamente competitivo. ¿La emulación es positiva o negativa para el concertista? ¿Cuándo esa emulación sana cruza los límites y puede convertirse en patológica? ¿Cómo puede un maestro, desde el aula y el atril, ayudar a que el joven concertista forme no solo un cuerpo físico musical, sino también una conciencia ética y espiritual ante el hecho artístico?
En este universo específico, mis ocupaciones y preocupaciones siempre han sido lo que realizo yo. Estoy segura de lo que hago. Pienso que cada cual tiene mucho que aportar. Cada artista verdadero tiene su sello auténtico por el cual brilla. No necesitamos competir con nadie para demostrar lo que somos.
Sabemos que hay emulación en la música, por ejemplo, con la realización de concursos. Pienso que los concursos tienen de positivo la libertad para presentarse, la posibilidad de las personas de auto-medirse, la competencia fraterna, el compartir experiencias, el incentivo a estudiar más, el descubrimiento de talentos, etc. Una emulación se hace patológica cuando ya no se mira con los ojos de la fraternidad y entonces empiezan a surgir celos, envidia, falsos testimonios, etc.
Inculco a mis alumnos lo que yo practico: que cada cual tiene una riqueza que es parte de su individualidad y que lo va a hacer único dentro de su ámbito. Cultivar esa riqueza, con el estudio, es lo que importa.
En todos estos años de experiencia artística, que has sabido conjugar con tu madurez como instrumentista y tu juventud biológica, ¿cuáles son tus memorias más vivas?
Tocar y grabar a dúo con Joaquín Clerch, en su disco homenaje a Carlos Fariñas (la «Música para dos guitarras»). Tocar y grabar a dúo, en mi primer disco, con Sergio Vitier García-Marruz. La actuación bajo la dirección orquestal del maestro japonés Yoshikazu Fukumura con la orquesta «Solistas de La Habana», interpretando el «Concierto Elegíaco», de Leo Brouwer. Mi actuación en Vietnam, en la «Vietnam Ópera House», con su orquesta Sinfónica dirigida por el maestro Fukumura. Tocar junto a Abel Acosta, Pancho Amat y Adel González en el Museo Nacional de la Música. Grabar la emblemática obra «Integración», de Sergio Vitier, junto a Javier Zalba y Luis Bárbaro Rodríguez. Tocar a dúo con Alejandro Acosta en el Teatro «Amadeo Roldán». Mi actuación con la Orquesta Sinfónica de Villa Clara, dirigida por María Elena Mendiola.
Otros momentos inolvidables fueron haber sido invitada por el maestro Leo Brouwer a interpretar su música en el Primer Festival de Música de Cámara «Leo Brouwer» y mi presentación en Pyonyang, Korea del Norte. Además, mi concierto en la «Casa de Arte» en Santiago de los Caballeros y mi concierto final en Dublín, Irlanda.
Cada instante de actuación con mi guitarra ha sido hermoso para mí.
Si tuvieras que aventurar o calibrar cuáles han sido los factores humanos, técnicos y espirituales que han sembrado tu camino, ¿cuáles serían estos?
Dios, mi familia, mis amigos, mis maestros, el amor a la música, el estudio, la fidelidad y la perseverancia.
Creo que vale la pena detenerse y contar. Porque nada de lo que he logrado, lo he logrado sola. Ahora pienso que, durante esta entrevista, ya te había mencionado algunos de estos factores como mi familia con su apoyo extraordinario. Hay algunos que ya no están físicamente, como mi padre, pero lo tanto que luchó por mi carrera, me hace sentir en cada concierto que todo tiene que quedar muy bien para que él siga orgulloso de mí. Hoy, especialmente, quedan mi madre y mis hermanos Yanot y Alberto luchando a mi lado, apoyándome en todo, y sé que lo harán hasta el final. Tengo que agradecerles tanto amor y entrega que me han profesado. Se sumaron, con el tiempo, familiares como mi primo Julián y mi sobrinito Alberto (el más grande de mis fans).
También te he mencionado ya el valor de la enseñanza de mis maestros de guitarra. Cada uno de ellos me dejó un legado especial, sumado al de los de maestros de diferentes especialidades. Hoy, felizmente, sigo aprendiendo y otros me siguen aportando. El ser resultado del sistema de enseñanza artística en Cuba y, además, de la escuela cubana de guitarra, ha sido un elemento decisivo para mí.
Me quedan entonces por decirte otros factores tan imprescindibles como los ya mencionados. Dios, que ha sido mi baluarte, mi imprescindible extraordinario. Nada habría podido hacer sin Dios. Nada puedo hacer sin Dios. En este sentido de la fe, he tenido el privilegio de contar con mi director espiritual que es una personalidad de gran prestigio y reconocimiento en su ámbito: el padre Jaime A. Palacio González (ocd), quien con su fe extraordinaria y radicalidad en la consagración a Dios, me ha inculcado valores éticos que están desde las mismas raíces del cristianismo, como el valor de los demás y el no cansarse de hacer el bien. He aprendido así a «echar las redes» todos los días en la búsqueda de la superación espiritual, personal y artística.
Mis amistades forman parte inseparable de mi existencia. Son tantas que quisiera yo poder decirlas todas, pero mi memoria me podría traicionar en estos momentos y no me lo perdonaría. Puedo asegurarte que estoy muy orgullosa de tener tantos amigos. Tengo amigos «a prueba de balas», tengo amigos de oírles decir: «Tú no estás sola», «Es más, nunca has estado sola», «Si quieres, ven para mi casa a pasar el ciclón», «Si quieres que te acompañe a ese lugar difícil me avisas», «Ven a mi cumpleaños», «Te esperamos para la fiesta y si no vienes, te vamos a buscar». Entonces, yo creo que eso es un privilegio. Por eso, ellos son también parte de mis imprescindibles. Como ves, tengo mucho y muchos a quienes agradecer. Todos estos factores han sembrado mi camino y son mis baluartes.
Más allá de la música, en el sitio donde el cuerpo del instrumentista se desprende del cuerpo del instrumento, ¿quién es Yalit?
Soy una mujer de fe. Creo en Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo, y creo que Dios ha sido muy bueno conmigo. Jesucristo es el centro de mi vida, Amor, todo. En Él y por Él vivo y soy lo que soy.
Soy cubana, orgullosa de serlo: amo y defiendo a mi Cuba.
Creo que lo que importa en la vida no es en quién o en qué se cree, sino cómo se proyecta eso en función del bien común. Cultivo la fidelidad y la sinceridad. Me encanta la Verdad. Tengo mucho que agradecer a Dios, a Cuba, a mi familia, a mis amigos, a mis maestros. Uno de mis deseos es que nunca me sea tarde para decirle a todos los que aprecio, cuánto los aprecio. Por eso, siempre busco y procuro que la vida me dé la oportunidad de mostrarles todo el cariño de mi corazón.
Festival de la Trova dedicado al inmenso Alejandro Almenares
La edición 58 del Festival de la Trova Pepe Sánchez se realizará de manera online entre los días 17 y 19 del presente mes, luego de que el correspondiente a 2020 fuera cancelado ante la detección de los primeros casos de COVID-19 hace un año.
El feeling del alma
Una de las revelaciones que ha traído las jornadas del Jazz Namá, en esta edición de 2021, fue la participación del joven David Gómez Cruz. Estudiante de saxofón del Conservatorio “Esteban Salas” de Santiago de Cuba, ya se encuentra en el último año de esta especialidad. Con solo 20 años este joven, oriundo de Las Tunas, destaca cuando toca el saxofón.
Es por eso que el Portal del Arte Joven Cubano conversó con él sobre este maravilloso mundo de jazz donde ha ido despuntando desde el año 2019.
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¿Qué te motivó a tocar el saxofón?
Desde pequeño siempre me gustaba jugar a abrirle pequeños agujeros a los tubos y soplar, luego de mayor siempre me llamo atención el sonido tan brillante del saxofón; por eso me decidí a estudiarlo.
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¿Qué saxofón tocas?
El Saxofón alto.
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¿Qué te motivo acercarte al jazz?
Siempre he tenido la curiosidad de saber que existe más allá de una simple armonía, de una canción. Creo que con el jazz me ocurrió igual. Solo fue el deseo de tocar y hacer música que se arraigara a mi personalidad.
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¿Por qué el jazz y no otro género de la música popular cubana?
Existen muchos géneros en Cuba, pero el jazz ha sido el género con el cual me he identificado; me siento vivo y puedo expresar mis sentimientos detrás de cada nota que toco.
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¿Cuáles son tus referentes en el mundo jazzístico?
Existen muchos músicos buenos pero siempre he sentido afinidad por tres saxofonistas que nunca dejaré de escuchar: Gerald Albright, Ed Calle y Kenny G.
David, un muchacho de educación cristiana, desde hace varios años tiene una pequeña agrupación en el Conservatorio conocida como DjazzVi, la cual se presentó en una de las jornadas del Jazz Namá.
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¿Qué es DjazzVi, qué significa?
Sale de mi nombre “Deivi”, al quitar “ei” y sustituirlo por jazz, quedaría entonces formado Djazzvi. Significa que el jazz lo intento llevar siempre en mi interior; y así poder lograr mayor musicalidad y profundidad en la música que hago junto a mis colegas músicos de la agrupación.
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¿Qué aspiraciones tienes con tu agrupación?
Tengo muchos sueños, soy una persona que le gusta crear y siempre tener metas por alcanzar, pero todo depende de la ayuda de Dios y de lo que él quiera en mi vida.
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Me confesaste que eres cristiano, de la denominación protestante, Adventista del Séptimo Día. Lo que me llamó la atención, porque en el mundo del jazz normalmente los músicos son practicantes de las religiones de matriz africana como la santería. En los adventistas, el sábado es un día sagrado que solo se determina para adorar a Dios, ¿qué pasaría si tuvieras un concierto el sábado del cual dependería tu carrera futura dentro de la música?
No, no cambio mis creencias por nada. Dios siempre tiene una salida para ese tipo de casos. Ejemplo, mi pase de nivel cayó sábado y a mí me hicieron las pruebas en solitario el domingo, por lo que se demuestra que siempre hay una salida.
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¿Qué se siente tener esa capacidad de improvisar con el saxofón?
Nacemos con un por ciento de musicalidad pero el otro por ciento debemos desarrollarlo en la escuela, en nuestro estudio diario. Pero aún no me siento bien, porque me pasa que mientras más estudio, puedo logro ver cuánto me queda por recorrer. La música es mundo que nunca acaba, pues el arte no tiene edad, a diferencia del deporte. El arte madura como el vino y el artista mientras más viejo, más sabio.
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¿Cuáles son los profesores que han dejado una impronta en tu formación como músico?
Agradecido a mis profesores Juan Borges Fuentes, Bryan Ortíz Verdecia, Aníbal Hernández Hannot y a mi gran maestro Julio César González Simón, quien me ha aportado grandes cambios en mi sonido, en mi manera de pensar, estudiar y hacer la música.
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¿Cómo ha influido la Asociación Hermanos Saíz en tu formación como músico?
Siempre estaré agradecido a la AHS por apoyarme en mi música. Muchas gracias por siempre invitarnos a estos eventos que ayudan a crecer el género en nuestro país.
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¿Cuáles son tus aspiraciones para el futuro?
Mis aspiraciones en primer lugar es graduarme del Conservatorio y después ir a estudiar a la Universidad de las Artes. Todo lo que venga después, depende de Dios y sus planes para mi vida.
Después de esta respuesta me siento muy reconfortado al poder descubrir la espiritualidad de un músico tan joven como David Gómez, en quien se cumple la premisa “que el esfuerzo es la clave del éxito”. Amén de su talento y su capacidad para improvisar con el saxofón, sus principales herramientas ante la vida son su paciencia e inteligencia emocional. Con ellas enfrenta cada desafío en el difícil mundo de la música. Espero en algún momento ver en otros escenarios a este joven y talentoso músico que es una muestra de nuestro sistema de enseñanza artística y del apoyo que brinda la Asociación Hermanos Saíz a las jóvenes promesas de la cultura en Cuba.
Jazz Namá: de vuelta a la raíz (+ programa e infografías)
Es sin dudas Santiago de Cuba una ciudad fértil para el arte. Una ciudad que necesita renovación o actualización en muchos aspectos transversales a la creación artística, pero donde la música es un estandarte para la urbe. Santiago de Cuba es una ciudad musical. Su sonoridad marca el espíritu de su gente, que desfila en una coreografía a ritmo de conga.
No son pocos los espacios destinados para el desarrollo y visualización de la música. La alta gama de estilos, tendencias y géneros son defendidos por los distintos proyectos que hoy habitan en los escenarios de un Santiago bailador y diverso.
En 2021 el festival se propone ofrecer un debate acerca de la influencia de la cultura africana en el jazz cubano. Convirtiéndose en un espacio interactivo que conecte la expresión actual del jazz con las raíces del género.
Aun en las circunstancias excepcionales en la que se encuentra el país, la jornada promete días intensos. Del 25 al 28 de este mes, disímiles plataformas digitales servirán para que el jazz reine en nuestra ciudad con el mismo calor. A través de los canales de Facebook y YouTube de la AHS en la provincia se podrá disfrutar de los grupos y artistas: Cauce, Camilo D´Bess, Mestizaje, DJazzVi, Influencia (AHS Matanzas), Proyecto VT, Iván Sánchez Guardiola, Giselle Lage Gil, Confluencias Sax, Albertico Lescay, y Okan Jazz.
Otras acciones complementarán el programa: Expo Colectiva Online “Raíces y Compás” por Edgar Brielo y Frank Lahera; la conferencia magistral “Identidad Percutida”, por Miguel Rodríguez Zulueta (Director Grupo Mestizaje); y la entrega del reconocimiento especial a la Casa del Caribe por sus aportes al género.
Esta edición, dedicada a los 35 años de la Asociación Hermanos Saíz y a la 40 edición del Festival del Caribe, nos trae una imagen nueva del evento que ha estado a cargo de Carlos Lloga. La campaña de comunicación del Jazz Namá introduce una serie de cambios en la imagen de los posteriores eventos de la AHS en Santiago, los cuales tendrán una visualidad diferente.
No es casualidad que en los últimos años la ciudad sea un escenario anhelado por los jazzistas del país, múltiples eventos vinculados a este género lo validan. El encuentro Amigos del Jazz, y la acogida como subsede del Festival Internacional Jazz Plaza son muestra de la huella cultural que deja esta expresión en el oriente cubano.
El movimiento jazzístico dentro de la ciudad es respaldado (por mencionar algunos exponente), por la búsqueda de un jazz más clásico como el de Jazz DBess, experimental como el de Influencia, o incluso desenfadado como DJazzVi o Confluencias Sax.
Es innegable en cada uno de estos estilos la presencia de ritmos sincopados y armonías nostálgicas propios de esta ciudad, que nutren y enriquecen constantemente la creación de estos artistas. La mirada del comité organizador por pensar el jazz y su práctica desde la herencia de la música africana es un acierto. Volver a la raíz siempre es útil aun cuando el encuentro sea conceptual como es el caso, puesto que el abrazo será simbólico dentro del ciber-mundo.
¡Venga entonces el Jazz Namá!
¡Hágase la música!
¡Y que todos los caminos nos conduzcan a la raíz!
Programa Jazz-Namá
Jueves 25
9:00 a.m. / Inauguración Online / Nataly Ruiz
10:00 a.m. / Expo Colectiva Online “Raíces y Compás” / Edgar Brielo y Frank Lahera
11:00 a.m. / Estreno Cápsulas “Jazz Namá Plus” / José Portillo Herrera (Director Grupo Cauce)
3:00 p.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus” / Camilo D´Bess.
7.00 p.m. / Cierre de la Jornada / Nataly Ruiz.
8:00 p.m. / Concierto Online / Jazz D´Bess.
Viernes 26
9:00 a.m. / Presentación del Programa Diario del Festival / Nataly Ruiz.
9:30 a.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus” / Miguel Rodríguez Zulueta (Director Grupo Mestizaje).
10:00 a.m. / Clase Magistral “Identidad Percutida” / Miguel Rodríguez Zulueta (Director Grupo Mestizaje).
11:00 a.m. / Entrega de reconocimiento a la Casa del Caribe / Transmisión en vivo.
3:00 p.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus” / David Gómez Cruz (Director Grupo DJazzVi)
5:00 a.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus” / Grupo Influencia (AHS Matanzas).
7.00 p.m. / Cierre de la Jornada / Nataly Ruiz.
8:00 p.m. / Concierto Online / Grupo Influencia (AHS Matanzas).
Sábado 27
9:00 a.m. / Presentación del Programa Diario del Festival / Nataly Ruiz.
10:00 a.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus” / José Ernesto González (Proyecto VT; AHS Habana)
11:00 a.m. / Concierto Online / Proyecto VT (AHS Habana)
3:00 p.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus”/ Iván Sánchez Guardiola
5:00 p.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus”/ Giselle Lage Gil
7.00 p.m. / Cierre de la Jornada / Nataly Ruiz.
8:00 p.m. / Concierto Online / Giselle Lage.
Domingo 28
9:00 a.m. / Presentación del Programa Diario del Festival / Nataly Ruiz.
10:00 a.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus” / Carlos Javier Alcántara y Wilfredo Fuentes (Consortes Jazz)
11:00 a.m. / Concierto Online / Consortes Jazz
3:00 p.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus”/ Confluencias Sax
5:00 p.m. / Cápsulas “Jazz Namá Plus”/ Albertico Lescay
7:00 p.m. / Cierre Oficial del Evento / Nataly Ruiz
8:00 p.m. / Descarga Clausura / Invitados: Iván Sánchez Guardiola, Confluencias Sax, Influencia, Proyecto VT, DJazzVi, Okan Jazz.
«No existe una fórmula exacta para el éxito»
Tengo el privilegio de conocer personalmente a no pocos de mis entrevistados. Tengo, además, el doble privilegio de afirmar que compartí con ellos tiempo de vida y de estudios. A Igor Ernesto Corcuera Cáceres lo conocí en las aulas del Nivel Medio de Música en el Conservatorio Amadeo Roldán. En aquel entonces, Igor aún no era el joven director de orquesta que, pocos años después, alcanzaría justo reconocimiento nacional, sino un talentoso trompetista, un amigo que siempre tenía al alcance de la mano una palabra amable y una sonrisa. Siempre he disfrutado el hecho de seguir la carrera y los éxitos de mis antiguos compañeros del mundo musical. Por eso conecté una vez más con Igor y, a través de las palabras, le invité a este tránsito por su memoria.
—¿Percibes que existe un tránsito entre Igor trompetista, e Igor director de orquesta?
—Más que un tránsito, pienso que soy una mezcla de ambos. El director se nutre de la experiencia y sentir del instrumentista y, por otra parte, la sensación de tocar el instrumento es totalmente distinta a la de dirigir. Aun hoy no puedo decidirme por una sola de ellas. Es por eso que, a pesar del gran esfuerzo que conlleva, he decidido mantenerme en ambos roles.
—¿Qué nuevos rigores o desafíos incorporó la carrera de Dirección Orquestal a tu vida como músico?
—Desde niño siempre soñé con ser director de orquesta, sin saber —por supuesto— lo difícil que es. Primero, se trata del hecho de estudiar una carrera difícil y sacrificada, y después dedicarse a eso como modo de vida y profesión. Los desafíos fueron muchos, comenzando con un elemento vital: casi siempre los directores de orquesta provienen de instrumentos como el piano, el violín o la dirección coral. Al ser yo trompetista, al inicio me vieron como algo extraño (a pesar de no ser el primer trompetista en Cuba en ejercer la dirección orquestal) y eso supuso muchos desafíos en cuanto a niveles de conocimientos técnicos y también en cuanto a la capacidad de demostrar la posibilidad real de llevar a cabo el objetivo final. Me obligó a superarme en todos los sentidos y a exigirme más para “suplir” aquellos aspectos que tuviera en mi contra.
—A tu criterio, ¿qué rol juegan los directores de orquesta en la historia musical de nuestro país?
—Nuestro país ha sido cuna y herencia de grandes músicos, entre los cuales han existido grandes directores y compositores. Al inicio, sin muchos estudios profesionales, pero con mucho oficio y talento; en algunos casos, padres fundadores de movimientos sinfónicos, de bandas, de música de cámara: ellos incorporaron nuestra cubanía a las obras universales. Los tenemos desde Guillermo Tomás, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Amadeo Roldán y Manuel Duchesne Cuzán; hasta renombradas figuras de nuestra actualidad como Helena Herrera, Zenaida Romeu o nuestros queridos maestros Guido López-Gavilán, Jorge López Marín o Enrique Pérez Mesa, por solo citar algunos.
—¿Sientes que tu juventud puede ser, o quizá haya sido en el pasado, un hándicap a la hora de enfrentarte a los instrumentistas a los cuales diriges? ¿O acaso esa misma juventud incorpora nuevos matices a la relación instrumentista-director?
—Casi siempre se asocia al director de orquesta como una persona mayor, o al menos de cierta madurez. Ser un director joven exige, en primer lugar, emanar mucha seguridad en el trabajo, prepararse continuamente pero, a la vez, estar dispuesto a aprender de tus músicos y de los años de experiencia del atril. Igualmente pienso que la juventud también puede servir para dar un giro a las cosas, para verlas desde otra mirada y eso también los instrumentistas lo agradecen.
—¿Cómo te enfrentas a una nueva partitura, cómo asumes ese proceso creativo que se engendra en el trabajo colectivo?
—Cada nueva partitura es un desafío, es la incesante búsqueda de información sobre ella, sobre el compositor, sobre los períodos en que fue concebida y todo lo que alrededor de la música existe. Solo así puedes enfrentarte con un trasfondo más amplio al proceso de estudiar y montar la música, para brindar una interpretación distinta pero, a la vez, lo más acertada posible. Y, como en cada proceso colectivo, todos nos nutrimos del conocimiento y la experiencia del conjunto que le da el toque final a la interpretación.
—¿Existen suficientes oportunidades internacionales para que los jóvenes directores de orquesta cubanos se prueben en otras lides más allá de nuestras fronteras geográficas?
—A pesar de que nuestra academia de Dirección cuenta con excelentes profesores de probada calidad y experiencia, las oportunidades internacionales para los directores jóvenes cubanos son escasas, por no decir nulas. Casi siempre se consiguen a título personal y en la mayoría coinciden con la emigración. Al final, como dice el viejo proverbio: “no eres profeta en tu tierra”. Pienso igualmente que aún somos un tanto “desconocidos” en la arena internacional, aunque sí hay algunos directores cubanos con resultados muy loables. En Cuba hay mucho talento joven que merece más oportunidades.
—¿Qué les pides a los músicos a los que diriges? Y cuando asumes tu rol como instrumentista, ¿qué les pides a los directores con los que trabajas?
—Como director, más que pedir, exijo disciplina ante el trabajo y la música. Que cada músico se entregue por completo al hecho artístico tal como lo hago yo. Que confíen en mí y disfruten lo que hacemos. Como instrumentista, me complace trabajar con directores que vayan al detalle, que demuestren que saben trabajar y que me exijan en aras de que el trabajo salga lo mejor posible.
—¿Cuál es el principal reto de la educación musical cubana en estos precisos momentos?
—Los retos son muchos, máxime cuando no tenemos muchas veces las condiciones necesarias para desarrollar nuestro trabajo. Soy profesor desde hace 13 años y me he encontrado con grandes dificultades de todo tipo, pero también uno siente satisfacción cuando ve sus alumnos desarrollarse y pensar que, en algo al menos, se contribuyó a este proceso. Pienso que el principal desafío es mantener nuestra enseñanza artística y, sobre todo, pensar en elevar cada día más el nivel de nuestros estudiantes.
—Desde 2014 asumiste la dirección de la Banda Nacional de Conciertos de Cuba. Luego de seis años de trabajo, ¿cuánto has cambiado como director?
—La Banda Nacional de Conciertos ha sido lo más grande que me ha sucedido en mi carrera profesional. Llegué casi por casualidad con solo 24 años, sin haberme graduado aún como Director de Orquesta. Pienso a veces que fue el destino quien me puso allí, pues ellos necesitaban de mí tanto como yo añoraba un trabajo como ese. Como director ha sido el mayor de los desafíos. Preparar un repertorio distinto cada semana, que sea atractivo para los músicos y para el público, y que a la vez responda a los intereses musicales y culturales de la institución —sin caer en la repetición y el facilismo, y que además eleve el nivel de la orquesta— me ha hecho adquirir madurez y a la vez el tan necesario “oficio” de dirigir cada día, lo que exige estudio y superación constante. Además, se carga con la historia de más de 120 años de una institución y con el hecho de haber sido precedido por grandes como Guillermo Tomás y Gonzalo Roig. Y a eso hay sumarle todo el trabajo extra musical que exige ser el director de una institución nacional. Cada mañana cuando llego a mi oficina pienso que no me alcanzará la vida para todo lo que quisiera hacer en ese lugar, pero a la vez me siento realizado de poder estar allí cumpliendo mi sueño.
—En 2017 te fue conferida la Distinción por la Cultura Nacional, máximo galardón que otorga el Ministerio de Cultura de Cuba. Eres, de hecho, una de las personalidades más jóvenes en ostentar tan importante reconocimiento. Las distinciones, los premios, ¿marcan el camino de un artista u opinas que es un eslabón más, entre muchos otros, que un creador puede o no alcanzar?
—La Distinción por la Cultura Nacional llegó un día inesperadamente. De hecho, me costó interiorizar que me la habían conferido sin siquiera llegar a los 30 años de edad. En lo personal, no trabajo para premios. Los reconocimientos regocijan a uno, pero a la vez comprometen a honrarlos y a trabajar cada día más y mejor. Pienso que para un artista el premio mayor es el público, ese que recibe la energía de la orquesta en cada concierto y se va complacido de que cada uno brindó lo mejor de sí.
—¿Piensas que existe una fórmula para el éxito?
—Creo que no existe una fórmula exacta para el éxito, como también pienso que estoy muy lejos de alcanzarlo. Lo que sí es cierto es que debemos cada día intentar aprender algo nuevo, que nos sirva para nuestra vida y nuestras profesiones. Estudiar y trabajar todo lo que se pueda y disfrutar al máximo lo que hacemos.
—De tu experiencia como creador y como ser humano, ¿cuáles son tus memorias más perdurables?
—Memorias hay muchas, se entrelazan entre sentimientos. Desde aquellos espectáculos con “La Colmenita” cuando apenas contaba siete u ocho años de edad, hasta el más reciente concierto. Cuando uno disfruta lo que hace, queda prendado en la memoria por siempre. Las distintas experiencias, enseñar, tocar, dirigir, pienso que se quedarán conmigo para siempre, así como guardo con celo los momentos de todos los lugares en los que he podido trabajar. En el plano personal, el nacimiento de mis hijas y verlas crecer es lo más grande que me ha sucedido…
—Más allá de la escena y de la música, ¿quién es Igor Ernesto Corcuera Cáceres?
—Realmente, fuera del trabajo, soy una persona normal, común y corriente. Para nada vivo el personaje del “Maestro”, incluso siempre les digo a las personas que ni siquiera luzco como tal. Pienso que soy un joven sencillo, con gustos parecidos a los de todos, padre de dos hijas que son mi mayor tesoro, alguien a quien le gusta la tranquilidad y a veces el silencio. Quisiera tener más tiempo libre en ocasiones para investigar sobre muchos temas que me interesan. Me gusta hacer ejercicios y salir a comer (como todos), y dedicar tiempo a mi familia. Ellos realmente me hacen quien soy.
Recorriendo los trechos de mi Camagüey
Camagüey es una tierra rica en tradiciones culturales, reconocida por su historia, tierra de vaqueros al estilo criollo, criadores de ganado, de pastizales llanos que han perdido con el tiempo su color verde intenso pero donde aún mantiene latente la cultura rural de cada poblado.
Susuki-Camaquito: ¡semilla, tiempo y estímulo! (+Fotos)
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«La enseñanza de música no es mi propósito principal. Deseo formar a buenos ciudadanos, seres humanos nobles. Si un niño oye buena música desde el día de su nacimiento, y aprende a tocarla él mismo, desarrolla su sensibilidad, y disciplina y paciencia. Adquiere un corazón hermoso». Shinichi Suzuki
Lo admito, el proyecto Suzuki-Camaquito para la enseñanza del violín en Santiago de Cuba me resulta muy cercano. Son dos las principales razones por las que me siento parte. Adriana Mercedes, mi hija, otra vez fue guía para el hallazgo. Ya escuchaba noticias sobre el taller a cargo de docentes de la enseñanza artística musical, atriles además de la Orquesta Sinfónica de Oriente y colegas en la Sala Dolores. Y fue con la petición de Adriana por aprender el instrumento que me avecé en este universo. La segunda causa, como con otros aconteceres sonoros, proviene de la participación de la Sala de Conciertos en la labor que protagonizan músicos y pedagogos de la ciudad.
Por esos vínculos familiares y de profesión e informaciones previas, entiendo que el fin del método Suzuki trasciende la intención de que los alumnos lleguen al ejercicio profesional de la música. Su enseñanza se entiende como un concepto de vida más amplio.
Tras el término de una primera etapa con la graduación del Violín de Cartón, y el paso al violín de madera, me vale motivo para esta conversación con la pedagoga y violinista Jana Marieta Perdigón Milá, coordinadora del proyecto.
¿Qué es el Método Suzuki como filosofía para la enseñanza-aprendizaje de la música?
El método Suzuki es novedoso, revolucionario por así decirlo. Entrado el siglo XX el violinista y pedagogo Shinichi Suzuki lo crea para su aplicación en la temprana edad, con la premisa de que el talento no es innato, sino que se desarrolla. Esa idea rompe con la concepción de lo que es la enseñanza tradicional. Siempre se ha dicho que el individuo nace para la música o no, y que quien no posea un oído de Mozart no tiene oportunidad. Tal criterio es una interpretación fatalista.
El musicólogo Alberto Alén, quien además estudió psicología, bajo el rubro “Diagnosticando la musicalidad”, critica el proceso de las pruebas de captación. Plantea que éstas diagnostican lo que el niño desde que nace hasta que llega a esa etapa ha aprendido en su ambiente, y que no garantizan que se desarrolle o no en la música. Ese libro ganó premio Casa de las Américas en 1968 aunque su publicación acontece después. Tiene relación con la filosofía Suzuki aún sin conocerla. En ese pensamiento se basa el método, su idea es que el talento no es una predisposición genética sino que responde a incentivos. Cada pequeño aprende a su ritmo, unos más rápido que otros pero todos logran conocimientos y habilidades a través de esta enseñanza.
La máxima de nuestro método es que todos los niños pueden alcanzar objetivos en la música, lo cual incluye a aquellos con diagnósticos como el autismo, síndrome de Down y otros. Sigo en Facebook a una profesora Suzuki italiana que trabaja con estos infantes.
Suzuki llamó a su método el enfoque de la lengua materna. Hace una analogía entre el proceso de aprendizaje de la lengua y la música. La primera se aprende en un contexto, en un ambiente donde es todo lo que el individuo escucha. Quien está pendiente a la palabra, su pronunciación es la familia. Él hace una traslación de estas nociones a la iniciación musical. A niños muy pequeños se les ponía la música que luego iban a tocar. Esa música se les quedaba en su oído interior y luego eran capaces de replicarla no solo con el sonido sino con la afinación.
Al final el propósito de Suzuki es la educación a través de la música, hacer de los niños personas sensibles. Él sostuvo la afirmación que si cada persona del mundo tocara un instrumento se acabara la guerra. El método tiene muchos beneficios, un menor que desde temprano aprende una disciplina, desde una constancia y sistematicidad, valora el logro desde el esfuerzo. La filosofía se sustenta en el trabajo constante con esencias del pensamiento oriental y la aplicación de un proverbio japonés como Tarde o temprano, la disciplina superará al talento.
Luego de la II Guerra Mundial Suzuki amplía el método al piano, el chelo. En la actualidad se adecua a la flauta, guitarra, trompeta, contrabajo y otros instrumentos.
¿Cómo llega esta metodología a Santiago de Cuba?
Conocimos el método a través de la profesora y chelista Yaqueline Jardines. Nos llegaban audiovisuales de niños asiáticos muy pequeños tocando de manera asombrosa, y la distinción de la palabra Suzuki pero no la información de qué se trataba. Pensamos que era una cuestión de niños prodigios, algo innato.
Jardines tiene la oportunidad de ir a Francia a cursar estudios en un importante Instituto Suzuki. Ella regresa y se encuentra con profesores en Santiago de Cuba, comienza el empleo de los arreglos orquestales del repertorio Suzuki con niños de la Vocacional de Arte. Ese fue el acercamiento dentro de una orquesta infantil en el referido centro, que siempre estuvo a cargo del profesor Ignacio Mora Clavel. En cada ocasión que Jaqueline venía a Cuba se realizaron estos conciertos.
Más tarde llega un amigo suizo, contrabajista, que pertenece a la ONG Camaquito. Nos habla de una profesora suiza Suzuki que viene a Camagüey a impartir unos talleres y por supuesto nos interesamos. Cuando llega a Santiago recibimos por dicha profesora el primer curso de filosofía Suzuki e introducción al Libro I del método, nos enamoramos. Nos introdujo entre otras cuestiones en la noción acerca de las clases individuales y grupales para la socialización de los infantes, la importancia de que aprendan desde los valores. Ese fue el impulso de lo que existe hoy en Santiago de Cuba, ese movimiento que está en nacimiento. Primero a partir de Jaqueline y luego esta profesora que impartió un primer curso en el 2017 y otro en 2019.
A nuestra disposición para iniciar como profesoras Suzuki, recibimos el apoyo de la ONG Camaquito para asistir a un festival en Lima, Perú que acontece cada enero. El evento ofrece capacitación para profesores latinoamericanos en la metodología. Ahí recibimos adiestramiento en el 2018 Cecilia Rosales y yo en Filosofía Suzuki y en Libro I. Al siguiente año sumamos a las profesoras Claudia Rodríguez y Mayra Yeline. Las primeras accedimos al Libro II y III, además de curso de lectura musical y de otro método que se utiliza en muchas escuelas en el mundo, el Dalcroze. Este año vimos la integración de otras dos profesoras que ya trabajaron con nosotras en la comunidad de Ducureaux, Claudia Pantoja y Cecia Machado. Ellas pasan por el proceso de iniciación, yo hago Libro IV más otro método conocido como el Kodály.
En Santiago de Cuba somos hasta el momento un equipo de seis profesoras, cuatro trabajamos en el taller vocacional del Conservatorio, y las otras dos en el primer proyecto que hicimos en 2018 cuando regresamos del primer Festival. Queríamos aplicar el método. Nos invitan en el Conservatorio a exponer nuestra experiencia y se hallaba presente una estudiante teórica y de violín, cuyo padre es pastor en la comunidad de Ducureaux. Ellos tienen una guardería desde los 18 meses a edades tempranas y les interesaban las clases de música. Estuvimos un año completo de trabajo allí.
Se nos dio la oportunidad de presentar el proyecto en el Conservatorio para que formara parte del taller vocacional que cada escuela debe implementar.
El método presupone la participación familiar como guía en la formación de valores en los niños. Compártenos al respecto.
Como cuando un niño aprende a hablar, los padres participan en el aprendizaje musical de su hijo. Asisten a clase con el niño y sirven como maestros en casa durante la semana. Un padre a menudo aprende a tocar antes que el menor, para que comprenda lo que se espera que haga. El objetivo es la educación a través de la música. Este pensamiento incluye a la familia.
La presencia de la familia es muy importante, es otra de las diferencias con respecto al método tradicional. En éste el estudiante llega a la escuela y recibe la clase individual del profesor. El niño en la casa debe tener la capacidad con 8 años de recordar y resolver todos los problemas sin que nadie medie. Después que conozco el Suzuki pienso en cuán difícil lo ya establecido.
El método lo resuelve con la figura de la madre o el padre u otro familiar, en lo que se conoce en esta filosofía como el triángulo Suzuki, que ubica al niño encima y en la base, en una esquina al profesor y en la otra al familiar. El padre se convierte en el profesor en casa. Conozco a una madre en Perú que aprendió violín para enseñarles a sus hijas y hoy es profesora Suzuki. No llega a un nivel de un libro V que tiene conciertos de Bach, Mozart, pero para comenzar con niños pequeños ella funciona a la perfección. Una de sus hijas ha ganado concursos. Incluso esa familia proviene de la cordillera andina. Hacían viajes de horas hasta Lima para que recibieran las clases.
Es un reto, trabajamos con el niño y también con la familia. Nuestra cultura tiene tendencia a la impaciencia con los pequeños. Queremos que el niño aprenda ¡ya! No nos percatamos que cada uno tiene su ritmo de aprendizaje. Vemos familiares que se desesperan a plena clase cuando el niño no realiza un ejercicio o rutina como debe alcanzar. Por eso debemos nuestro trabajo también a la familia para que interiorice el proceso.
La clase comienza con una reverencia muy al estilo de las artes marciales. De esta forma el alumno siente el respeto hacia el maestro y se genera un intercambio de enseñanzas de uno a otro lado. La dinámica de la clase propicia que el niño aprenda desde el disfrute. Cuando finaliza el encuentro repetimos la reverencia. La admiración al maestro es otra de las cuestiones que vemos diluirse en la actualidad.
Para muchos padres la participación quizás sea una práctica normal, cotidiana, mientras para otros que están muy ocupados o piensan que la educación instrucción es solo responsabilidad de las instituciones, constituye un llamado a dedicarle su tiempo a los procesos de crecimiento del hijo. Se trata de conformar un equipo donde los padres son coprotagonistas.
Cuéntanos de la trayectoria del proyecto en Santiago hasta el momento actual.
Pienso que lo más significativo ha sido despertar la atención de los niños y sus familias hacia el mismo. A partir de las características de cada uno está el logro de la motivación y los primeros resultados. Incluso ellos se sienten ya violinistas. Eso incluye sus participaciones en los conciertos de la Orquesta Sinfónica, porque este universo musical necesita de ese ambiente que le aporte conocimiento. Al final es eso lo que vemos como un taller vocacional.
Quizás a la edad requerida el infante por cualquier motivo acceda o no a la Escuela Vocacional de Arte pero tuvo una ganancia, una preparación previa. Lo que se aprende a esas edades es algo que te marca. Es una persona que va a ser asiduo a una sala de concierto, con una sensibilidad y noción cultural.
De esta primera etapa hay niños que alcanzaron pasar la etapa previa del violín de cartón, con habilidades del instrumento como el agarre del arco y una rutina básica con un violincito construido, y la apelación a imágenes infantiles como un conejito, y otras dinámicas que trascienden el mero juego. Con ellos llegamos a una nueva etapa con nuevos retos.
En sentido general el proyecto tiene mucha salud a partir de los logros correspondientes y las expectativas que genera.
¿Existen perspectivas para la posible integración de esta metodología a la enseñanza artística cubana?
Comencemos por reconocer que lamentablemente el Suzuki es un método desconocido por el profesorado cubano. Se le ve hasta con prejuicio por algunos, a causa de lo anterior. Hay quien lo asocia con juegos de niños y le restan credibilidad. La mayoría de los profesores del ámbito tradicional no lo ven como una posibilidad, herramienta o camino hacia la música profesional.
Considero que actualmente no se está preparado para asumir el método Suzuki en las escuelas de arte, porque no hay un referente todavía. Nosotros estamos llamados a ser el referente, con la capacidad que tengamos para demostrar sus aportes. No se trata de imposiciones. Si miramos la filosofía hay varios aspectos diametralmente opuestos a la enseñanza tradicional.
La enseñanza artística prevé formar a la vanguardia artística y se entiende por eso que quienes accedan deban ser los de mejores condiciones desde el inicio. En Suzuki todos los niños pueden. En las escuelas de arte hay un tiempo límite para el cumplimiento de los programas y con ello el pase de año y nivel, y quien no cumpla dicho estándar abandona los estudios.
En Suzuki difiere la idea, ¿qué pasa si no llega? Al final lo que aporta a tu vida es mucho más. El método más bien plantea que el niño debe ser feliz tocando la música. En lo tradicional no siempre se ve eso. Hay quienes sufren porque no llegan o logran en breve tiempo algún objetivo.
Fui educada en lo tradicional y aprendí mucho de mis profesores, a los que respeto y agradezco todo lo que sé. Estoy orgullosa, conocemos el nivel de los músicos cubanos, pero no me conformo.
Qué hago yo, y opto por la responsabilidad de hablar por mí. Además del estudio del método Suzuki, me avezo en otras superaciones y métodos como el Dalcroze y el Kodály. Quisiera que mis colegas en Cuba los conozcan porque brindan herramientas novedosas para el trabajo con las individualidades de cada niño.
Por ejemplo, coloco marcas en los diapasones a los estudiantes de primer año en el nivel elemental y llegan a la escuela y sitúan los dedos donde corresponde. Con asiduidad cito a los padres, ahora no por el tema de la covid, pero lo normal es que con los de primero y segundo tengamos clases en las que les muestro cómo tienen que estudiar con sus hijos en casa. Eso ofrece logros insospechados. Y hablo de padres que no son músicos. Ellos indagan de cómo llegar a los diferentes procederes para hacerles de guía en el estudio y se notan los avances en los estudiantes hijos de madres y padres con profesiones ajenas a la música, tanto como en aquellos que tienen un progenitor músico o violinista. De esa manera aplico herramientas del método en mi clase de enseñanza artística.
En el método tradicional se comienza con sonidos un poco largos; sin embargo nuestro método enseña que el niño puede tocar con movimientos más rápidos y cortos, semicorcheas y corcheas, y ellos lo logran. Esa importancia a ambas manos los hace más atrevidos a la hora de comenzar. Eso lo aplico y me da resultado.
De manera general, lo que veo es la necesidad de abrir el panorama a conocimientos y a nuevas formas de transmitirlo. Así como la sociedad se abre a las tecnologías, nos tenemos que expandir a nuevos métodos de enseñanza. Sería bueno un entendimiento.
Por lo que nos compartes, el Proyecto se adscribe a los talleres de formación vocacional del Conservatorio Esteban Salas…
El CNART en su política 2017-2021 propuso que cada escuela desarrolle talleres vocacionales dirigidos a diferentes beneficiarios, grupos de edades, comunidades con el fin de aumentar la información cultural y los valores de la identidad cultural en la población. El Conservatorio Esteban Salas buscó alternativas entre los propios profesores. Nosotros en paralelo ya teníamos nuestro taller en Ducureaux y coincide con que la ONG Camaquito nos da la noticia del financiamiento para la compra de instrumentos, violines pequeños para los integrantes del proyecto. Camaquito es una ONG suiza que trabaja solamente con el estado cubano. Nuestro proyecto fue aceptado por el Conservatorio como nuestra propuesta de taller vocacional. Así se legitimizó este empeño de colaboración internacional. En noviembre de 2019 nos llega la primera donación de violines que es la que utilizan actualmente los niños. Como taller vocacional es la respuesta que la cátedra de cuerdas dio al Conservatorio como Institución de la enseñanza, con la aplicación de esta metodología para niños preescolares.
Son varias las familias santiagueras que a partir de la reciente graduación de la etapa Violín De Cartón se interesan por la matrícula de sus hijos en el Proyecto. ¿Tienen prevista alguna fecha para la siguiente hornada con niños principiantes?
Ahora mismo no prevemos ese momento. La razón es que somos pocas profesoras y es mucha la demanda. No es correcto comprometer la palabra porque no discriminamos entre los niños, para nosotros quien toque a la puerta tiene las mismas oportunidades que el otro. También trabajamos conforme a la cantidad de instrumentos que tenemos, y ya estamos al límite, aunque se espera que entre otra donación. Eso depende de posibilidades externas. Para el Suzuki en violín debemos esperar transcurra un ciclo de niños que lleguen a la edad límite que podemos tener.
La otra posibilidad es el aumento a otros instrumentos y eso espera a que pase la situación actual de la covid, que rompió algunos planes. Previmos la invitación de una profesora Suzuki de piano, porque tenemos profesores del instrumento con el interés e incluso ya con un núcleo de algunos niños pequeños para el comienzo. Esa y otras capacitaciones se realizarán en posteriores momentos.
Es un tema delicado, para ser profesor Suzuki se recibe una capacitación de su filosofía y herramientas técnicas. No se trata de apelar a cualquier profesor o violinista y asignarle un grupo de niños. Esto se estudia, implica una filosofía. El Suzuki va mucho más allá de tocar un repertorio. Cada una de esas primeras piezas tiene su objetivo para la mano izquierda y su objetivo para la derecha. Solo cuando el docente recibe la formación se le considera un Suzuki.
Cuando escuchaba a otros profesores emitir juicios negativos del método como equivalencia a juego de niños me percato que no se dan cuenta que hablamos de infantes de dos, tres años, edad preescolar. El aprendizaje tiene particularidades y el juego cumple un rol principal. Los más pequeñitos por ejemplo no tienen la claridad de la repartición espacial. Incluso hay diferencias notorias de un año a otro y buscamos las maneras de desarrollarles las habilidades. El método incluso se concibe para que el profesor hable lo menos posible, porque en estas edades tempranas cuando sucede lo contrario el pequeño se distrae. El niño aprende haciendo y a través de la imitación.
Después de cada curso tenemos intercambios con otros profesores a través de clases grabadas y en esa dinámica también crecemos. Lo que más nos señalan a las profesoras cubanas es que hablamos demasiado. La clase debe ir más a lo práctico, con el empleo de la imaginación que proviene del entorno infantil.
Coméntanos acerca de la proyección de Suzuki Camaquito en las redes sociales. ¿Por qué canales se puede acceder a sus informaciones?
Hasta el momento tenemos dos espacios en las redes, uno propio del proyecto, Suzuki Santiago Camaquito, donde brindamos informaciones y para los padres diversas enseñanzas como la importancia de educar al niño con el pensamiento de que sí puede alcanzar los objetivos. Compartimos además nuestros quehaceres pedagógicos y los resultados de nuestra labor cotidiana.
También está la página de Camaquito Español, en la que además de nosotros aparecen todos los proyectos que desarrolla la ONG con la infancia cubana. Existen en Camagüey, Ciego de Ávila y Santiago de Cuba en expresiones como la danza, el teatro, deporte como el fútbol en los barrios, los hay de enfoque comunitario desde Casas de Cultura.
En ambos sitios se ofrecen guías sobre nuestras dinámicas.
Como dijera Shinichi Suzuki, Dos cosas necesita una semilla: tiempo y estímulo, esa es la guía de nuestro proyecto.
Páginas de Facebook de los proyectos:
https://www.facebook.com/suzukisantiagocamaquito
https://www.facebook.com/camaquitoespanol
«El arte es el lenguaje de los sensibles»
Las memorias de la infancia son un mapa ineludible para cualquier ser humano. En las mías, Merlyn Cruz Acosta es más que la silueta desdibujada de una niña que jugaba en el patio de la Escuela Elemental de Música “Alejandro García Caturla”. Con los años, esa silueta y ese recuerdo adquirieron nuevos contornos. Cuando la vi actuar por primera vez, descubrí no solo la calidez de su voz sino también el histrionismo de su paso por la escena. Esta joven mezzosoprano tiene mucho que contarnos porque su lenguaje es el arte.
¿Cuál fue el primer paso que te encaminó en busca de tu carrera?, ¿qué puso en movimiento la pasión por tu oficio?
La primera vez que fui a la ópera llegué en el segundo acto de “La bohème”, de Puccini. La soprano Maite Milian estaba interpretando personaje y yo adoré su intensidad e histrionismo. Cuando terminó la última nota de la ópera lo supe: era aquello lo que quería hacer en mi vida.
Uno de los más reconocidos artistas de nuestra generación afirmó que la creación es un lenguaje y un fenómeno holísticos, ¿sientes que sucede así con tu propia obra?
En lo personal soy bastante espiritual y creo en mundos fantásticos y sobrenaturales: por ende, pienso que cuando uno hace arte —y en especial te hablo del canto— se conecta con un mundo más elevado, se entra en una especie de trance holístico. El arte es una de las cosas que, según mi apreciación, nos hizo ser cúspide en la evolución. Es el lenguaje de los sensibles.
¿Qué es indispensable en la formación de un cantante lírico?
La sensibilidad, la constancia y el estudio… No nos podemos olvidar de la técnica, por eso diría que también es importante la resistencia física y sobre todo la respiración y el apoyo costodiafragmático. Todo eso acompañado por la guía de un buen maestro de canto.
¿Cómo transcurre tu proceso creativo?
Lo primero es enamorarme de la pieza, conocer bien al compositor y a su época; ya luego —y esta es la parte que más disfruto— pongo la pieza en voz y pruebo las diversas formas en que puedo interpretarla y darle diferentes matices.
En materia de arte, ¿cuáles son tus principales búsquedas? ¿De qué manera encaminas tu formación artística e intelectual por diversas sendas de pensamiento?
Trato siempre de interpretar personajes u obras que me gusten y que ericen todas las fibras de mi cuerpo. Adoro a los personajes controversiales. En cuanto a la formación intelectual y artística, eso se lo agradezco al Instituto Superior de Arte (ISA), que me dió una apertura a nuevas formas de pensamiento en cuanto al arte y la manera de asumirlo. También busco otras fuentes no tan artísticas para ver cómo los que no son creadores ven el arte desde diversas aristas de la sociedad: esto enriquece mi campo visual e interpretativo y, de paso, me muestra cómo va la sociedad y cómo hacer el canto lírico de una forma que sea más asequible a todos.
La voz como instrumento, ¿qué retos particulares entraña?
Nunca se deja de aprender formas nuevas en la voz. Según mi apreciación, la voz es el instrumento más difícil, ya que se encuentra dentro de nosotros mismos y depende mucho de factores totalmente internos. Si alguno de estos falla, en ese momento se afecta el proceso creativo. En cuanto a educación creo que hasta el fin de mi carrera tendré siempre en consideración la opinión de mi maestro. Un maestro nunca deja de ser la guía de un cantante, así este sea profesional o tenga una exitosa carrera. Un cantante siempre vive en constante aprendizaje.
¿Cómo enfrentas la escena, la teatralidad acompañada por la música? ¿Cómo unes ambos registros para crear un arte que defienda tanto la calidad del sonido como la calidad histriónica del intérprete?
Es de las cosas más difíciles de conseguir. Son muchas las responsabilidades que recaen sobre el cantante, pues es la cara de todo un proceso que se gesta durante meses desde toda una parafernalia estética (dígase vestuario, maquillaje, dirección artística y demás) hasta el propio rostro de la orquesta. Uno se convierte en orquesta y en cantante. Esto es un reto que exige muchísimo y que en ocasiones paraliza y asusta, pero cuando se estudia, se ensaya y se tiene seguridad en uno mismo, el personaje y el intérprete pasan a ser la misma piel.
¿Cuáles son tus personajes favoritos y las piezas que prefieres interpretar?
Adoro a los personajes negativos y los más dramáticos. Entre mis preferidos está Azucena de “El trovador” y Ulrica de “Un baile de máscaras”, ambas obras de Verdi, y mi preferido de todos es la Carmen de Bizet. Sí, Carmen es mi gran pasión. Adoro el repertorio francés, en especial Massenet y Hahn, también me gusta mucho el Barroco: es cómodo y sano para el cantante. En este periodo, mis preferidos son Händel y Vivaldi.
Musicalmente hablando, ¿qué entraña un reto para ti?
La música contemporánea es el gran reto, ya que me cuesta a veces lograr entenderla del todo; creo que es de las más complejas. También considero un súper que cantar a Wagner es difícil y demanda mucho del cantante.
¿Hasta dónde el pensamiento y el espíritu de un artista condicionan al fruto de su creación?
En mi opinión, muchísimo. El arte es la forma que tiene el espíritu (el alma) para comunicarse con el mundo exterior. Un pensamiento o una experiencia —ya sea positivo o negativo— cambian por completo la forma de hacer del creador. Un pensamiento puede condicionar el resultado de un proceso, sea para bien o para mal.
¿Consideras que existen artistas que no necesitan una formación académica o consideras que este es, cuando menos, un paso fundamental para un creador?
Si te hablo desde mi experiencia personal te diría que no sería nada sin mi formación académica, y la influencia del estudio y de los diversos maestros que tuve. Mi vida es un antes y un después gracias al conocimiento académico pero, por supuesto, esa es solo mi experiencia: hay artistas tremendamente admirables que no tuvieron formación académica y son excelentes en lo que hacen, y también hay otros que, al escucharlos, te das cuenta que si hubieran pasado por un proceso académico pudieran hacer más de lo que hacen.
En tu experiencia, ¿cómo transcurren las dinámicas formativas de tu cuerpo actoral y las de tu voz?
Cuando tengo a asumir un personaje, primero me aprendo la música lo mejor y más completamente que se puede, para luego incorporar el movimiento y la emoción. La música tiene que ser algo seguro para que, cuando la emoción y el movimiento aparezcan, se trate solo de expresar.
No solo has actuado y cantado en obras del repertorio clásico sino también en piezas modernas, que abarcan incluso las dinámicas del teatro musical a la usanza Broadway. ¿Qué te aportan estos diversos modos de entender la escena dentro de un espectáculo?
Me aportan flexibilidad y frescura interpretativa, también recursos nuevos y otra visión del escenario. Hacen a mi voz más dúctil a otras formas de emisión sonora.
¿Piensas que es preciso actualizar escénicamente las obras clásicas para que sean de más fácil acceso al espectador contemporáneo? ¿De qué manera propondrías esta actualización de referentes?
Sí, creo que de vez en cuando hay que hacer puestas antiguas con una visión más moderna, juvenil y fresca. Esto ayudaría mucho al acercamiento de los más jóvenes al género; además, enriquece la historia. Mi propuesta sería hacer obras de pequeño formatos en escenarios poco convencionales y con vestuarios modernos; también se podrían llevar obras del repertorio internacional a nuestro idioma o adaptarlas a nuestra idiosincrasia, es preciso escapar de la idea de la cantante o el cantante lírico estático o en pose.
¿Cuánto valoras la posibilidad de intercambio del arte joven cubano con el arte de otras regiones geográficas?
Es fundamental. Así, el joven cubano se nutre del hacer de otras culturas y a la vez se enriquece la nuestra, ya que la cultura cubana en su inicio fue un amasijo de muchas influencias. De esa forma, también nuestra manera de hacer llega a otras latitudes.
¿Cuáles son tus principales referentes musicales?
Tengo muchos cantantes que son referencias y que admiro por diferentes motivos. Entre mis preferidas en el arte lírico están Cecilia Bartoli, Jessye Norman, Ana Caterina Antonacci, Patricia Petibon, Dolora Zajick y Joyce DiDonato. ¿Cantantes masculinos?: Jonas Kaufmann, Plácido Domingo y Dimitri Hvorostovsky.
Eres una mujer joven, mulata, hermosa, ¿piensas que tu físico te condiciona o te restringe a interpretar determinados roles, o es solo una circunstancia más que la calidad de la voz debe (y puede) traspasar?
Hoy día se intenta la inclusión de todas las razas en todo tipo de manifestaciones del arte, pero a veces determinadas cuestiones físicas frenan algunos procesos; por ejemplo, el peso o la altura. En mi caso, lo que en ocasiones me limita es mi tipo de voz ya que en escena se presentan pocas cosas para las mezzosopranos. Al ser una voz tan escasa, se priorizan más las obras escritas para sopranos.
¿De qué manera defines qué es un sueño creativo y cuál sería el tuyo?
Lo defino como mi mayor realización, mi meta, lo que me completa y me eleva. Es lo que me hace sentir diferente y real, es mi expresión más sublime. Mi mayor sueño es llegar a ser reconocida como una gloria en el arte lírico del mundo y de mi país, poder ser ejemplo positivo a seguir para las nuevas generaciones.
«Muchos trovadores se podrían considerar poetas»
Los pasillos de la ENA nos hicieron conocernos hace ya mucho tiempo. Ángel Lorenzo Ramos es trovador, un joven músico que hace su obra desde la honestidad creativa, esa que no necesita premios ni aplausos excesivos para cimentarse. Imaginemos por un segundo que estas preguntas son la partitura que nos invita a retomar una conversación pendiente entre dos amigos.
Tu tierra de origen, San Antonio de los Baños, ¿ejerce alguna influencia en tu creación?
De cierto modo, sí. Vengo de una generación de ariguanabenses a la que le tocó el recuerdo, las memorias de la gloria pasada de un pueblo que era referente cultural en muchos aspectos, y que quedó relegado en la desidia institucional y los escombros de los 90´s.
No sé los de ahora, pero esa idea caló bastante entre mis contemporáneos e influyó mucho en lo que luego quisimos ser. Cuando éramos niños bebíamos de la utopía de hacer cosas para reanimar San Antonio: las iniciativas no faltaron, las puertas cerradas tampoco se quedaron atrás. Yo crecí y me fui a estudiar a La Habana. Quizás eso provocó un distanciamiento pero no pierdo la oportunidad de sumarme a las aventuras de los que quedan dando la pelea.
Tu primer acercamiento con el mundo del arte provino de tu experiencia con el Movimiento de Artistas Aficionados, ¿cuánto valoras este primer encuentro y de qué manera influyó en tu desarrollo ulterior?
Crecí dentro de la Casa de Cultura de San Antonio. Mi mamá era instructora de música allí y nunca me llevó al círculo infantil. Era el niño pequeño de todos en la casa. Según me cuentan, era además una esponja de conocimiento artístico todo el tiempo, me encantaba observar. Pasaba de una manifestación a otra como un juego infantil pero al final la fijación por la música pudo más que la literatura y el teatro. Aunque la literatura sí la estuve llevando a la par hasta casi los 15 años, escribía cuentos sobre todo y fui a varios eventos de niños escritores. Esto me dio la base para después poder afrontar la enseñanza profesional de forma más orgánica. Es innegable su influencia.
¿Qué valor le concedes a la literatura y su relación con la música en tus composiciones y en la conformación de tu pensamiento creativo?
Muchos trovadores se podrían considerar poetas. Excelentes artesanos de la palabra que decidieron expresar sus musas acompañadas de música; en muchos casos, para llegar a un público mayor. No es mi caso. Me veo más como un músico que aprendió a usar la palabra para expresarse. Eso lleva a que hay días en que me pongo a componer y quizás la balanza se inclina entonces más para un lado que hacia el otro o, como es ideal, se queda en un término medio. En un comienzo lo hacía todo de forma más empírica, luego fui aprendiendo más sobre las estructuras poéticas y su aplicación.
Anécdota simpática: tenía una canción que se llamaba “Sonetos derrotistas” y un buen día descubrí que en mi ignorancia había escrito con la estructura de rimas pero los versos no eran endecasílabos. De nada sirvió tratar de remendarla, ya la canción sonaba así como estaba, lo resolví cambiándole el nombre.
Entras a la Enseñanza Artística gracias a las pruebas de suficiencia, a las cuales te sometiste en octavo grado. ¿Qué puedes contarme de tu formación en la Cátedra de Guitarra, Laúd y Tres?
Muchas personas queridas me dicen en ocasiones: “¿Por qué tocas tan poco el tres si es de lo que te graduaste?”; a lo que respondo: “yo estudié música, el instrumento es la vía, no el fin”.
Respeto y admiro tanto a los treseros que durante la carrera descubrí que no quería formar parte de ese show competitivo que la gente a veces alimenta tanto, el clásico dicho de fulanito es mejor que menganito y esas cosas.
Me dedico actualmente de modo profesional a tocar la guitarra en la agrupación de uno de los mejores treseros del mundo, pero ese logro se lo debo también a la Cátedra. Muchas veces un guitarrista, desde su formación clásica, se las ve difícil a la hora de afrontar la música popular; a mí me fue más sencillo el salto. Eso lo gané a mi favor en la Cátedra de Tres y Laúd, además de una formación que iba más allá de lo académico y en un ambiente donde éramos tan pocos que todos nos conocíamos y éramos casi familia.
En el universo particular de la experiencia humana, ¿qué lugar ocupa la música?
En mi universo es todo. Puede sonar una exageración pero es así. No sirvo para más nada que no sea la música, dicho por mis padres que me malcriaron de más y no me han dejado ser bueno en otra cosa… si hasta en matemáticas soy pésimo. Mi mayor temor adolescente era no entrar a la ENA porque ahí sí que me iba a quedar en la calle, de lo malo que era en todo lo demás.
Creativamente has estado vinculado a artistas del teatro, el performance y las artes visuales. ¿Esta relación es la búsqueda de una experiencia artística “completa” o solo intentas lograr, a través de la síntesis y la asimilación, un vínculo con otros campos de conocimiento?
En algún momento de mi vida no quería hacer las pruebas del ISA. Pensé que la carrera se podía quedar en el título de Nivel Medio. Al final, las hice por embullo y porque me metieron miedo con los dos años de Servicio Militar. Cuando me vi allí descubrí lo equivocado que estaba.
Poder convivir con otras manifestaciones artísticas amplió mi horizonte en muchos aspectos; de hecho, mi época más fructífera como cantautor fueron los años que pasé en el ISA. Mis incursiones en bandas sonoras de ejercicios de FAMCA, la música que hice para varias obras de teatro de un gran amigo y coterráneo, la participación espontánea en algún que otro performance sonoro durante las Bienales de La Habana, todo aquello me aportó considerablemente y me ayudó a aterrizar esa concepción personal de artista que, de otra forma, se hubiera quedado a medias.
Como instrumentista, has trabajado con artistas como Pancho Amat, Liuba María Hevia, Annie Garcés, por solo mencionar a algunos. La observación del hacer de otros creadores musicales, ¿ha influido en tu labor en solitario?
La influencia existe. Quizás no sepa decirte concretamente en qué, pero está. La influencia de Pancho Amat está desde que soy pequeño. Mucho antes de ser parte de su grupo ya había recibido su apoyo y magisterio en varias ocasiones. Estrené una obra suya en mi graduación del ISA y se apareció de sorpresa a pesar de que era el día de su cumpleaños, ¡te imaginas la de nervios! Es una enciclopedia humana, se aprende a diario con él.
Como parte del grupo de Liuba toqué por primera vez en la Casa de las Américas, un lugar que para mí es el templo de la Nueva Trova. Disfruté aquel concierto como pocos.
Annie es un diamante en bruto que tiene mi admiración desde que le conozco, tanto como cantante como por lo bella persona que es. Un día me mandó un SMS diciéndome que necesitaba un guitarrista para el Festival Pepe Sánchez y para Santiago nos fuimos. Después colaboramos muchas veces y hasta me dio la oportunidad de ser director musical de uno de sus conciertos, cosa que hice por primera vez (y única).
¿Quiénes son tus principales influencias musicales?
Lo primero que nos marca es la música que suena en casa mientras uno crece: mi mamá escuchaba mucho a Serrat y teníamos un casete con un variado de Silvio, Pablo y Amaury Pérez que repetíamos hasta rayarlo; mi papá era más de música tradicional cubana, sobre todo bolero: Orlando Contreras, Ñico Membiela, Benny Moré y muchos más. Todos los domingos me despertaba con la “Discoteca del ayer” de Radio Progreso.
Con esta base salí al mundo y aún hoy llevo esa diversidad en mis gustos: si abres mi carpeta de música te puedes chocar con un disco de Los Zafiros o con lo último de Fito Páez, con una recopilación de changüí guantanamero o “Multiviral” de Calle 13. Toda esa heterogeneidad de gustos la he ido llevando a mi obra de manera consciente, no me hace mucha gracia estancarme en ningún género.
Un artista joven, ¿de qué no debe carecer? ¿Qué es para ti la calidad artística y creativa? ¿Es, acaso, un medidor del talento?
No debe carecer de atrevimiento. De saber dar la cara por su obra aunque le viren los mil cañones de la crítica o ciertos públicos se pongan de espalda ante su propuesta. Para todo hay consumidores, no se debe dejar de cantar algo pensando que no sirve pues esa canción le cambiará el día a alguien, en alguna parte.
La calidad es un parámetro, depende de concepciones ya establecidas que no siempre benefician a la creación. Uno debe sentirse bien con sus principios y tener claras sus pretensiones. A veces hay quien dice que lo creativo debe ser un fenómeno social, que se debe escribir para los demás, etcétera… para mí, no es así. Si tu ego no está conforme con lo que engendras, en muchos casos ni saldrá a la luz. El concepto de talento se ha desvirtuado tanto en los últimos tiempos que yo ni emito criterio. Con los años he ido aprendiendo lo que debe quedar exclusivamente en mi conciencia, ahí, bajo llave.
En 2017 obtuviste un Premio Lucas en la categoría Video Opera Prima por tu video clip “Regreso Incierto”. ¿Cómo y por qué nace esta canción? Luego de este premio, que sin dudas consiste en un impulso a tu carrera en solitario, ¿en qué te has enfocado? ¿Qué búsquedas guían hoy en día tus caminos creativos?
“Regreso incierto” la escribí para una banda sonora: se trataba de la obra Nora y él, de Raúl M. Bonachea Miqueli. Me pasó el texto y la verdad es que me daba mucha pereza leerlo en digital, por eso fui a un ensayo de la puesta y de ahí marché de cabeza a escribir la canción. Básicamente es la historia de la obra manifestada en su estado puro: el amor más allá de las adversidades y obstáculos. Fuera del contexto del teatro, la canción ganó aceptación y cuando le propuse varias piezas a Leandro de la Rosa, director del video clip, fue esta la que escogió sin dudar. Era su primer video clip y por eso ganó el premio “Opera Prima”.
Sinceramente no aproveché al máximo la cobertura que me dio el evento y lo mucho que pusieron el video en TV. En ciertos casos, un video clip viene emparejado con la promoción de un trabajo discográfico y yo aún no tengo la segunda pieza del puzle. Mi carrera actualmente sigue un perfil bajo, supeditada a mi trabajo como músico, pero eso no ha frenado lo que escribo y espero que alguna beca o discográfica repare en mí. Me autofinancio los temas que he podido grabar y busco alternativas de difusión… aunque siempre queda el deseo de poder hacer más: en eso estoy.
Has creado música incidental para cine y teatro, ¿cómo transcurre tu proceso creativo? ¿Qué desafíos supone?
No tengo un plan de organización en estos casos. Me ayuda mucho la imagen y me auxilio generalmente de la música por computadora, usando instrumentos sampleados y sintetizadores. En muchos casos he estado en las puestas ejecutando la música, como un híbrido entre instrumentista y DJ. Me meto en camisa de once varas pues errores siempre ha habido y eso para el teatro es fatal, pero se aprende para que en el futuro todo sea más orgánico.