Elio Revé
El Rey del Changüí vuelve a sonar los timbales
Con una sonrisa escondida entre sus labios, Elio Revé (1930-1997) hace sonar los timbales y al unísono indica el camino de la música cubana, eternizándose desde el cerón en la memoria de todos.
El museo bayamés de la cera es ahora el escenario perpetuo del conocido Rey del Changüí que el Día de la Cultura nacional “regresó” con los acordes que se desprenden de la anécdota y el verso musical y, sin pretenderlo, robó lágrimas, sonrisas y reflexiones.
Frente a él, sus seguidores, amigos de desafíos y fortunas “cantan” las dulces melodías emanadas de su alma en hechos y desnudan recuerdos de tenacidad que archiva un historial de méritos y reconocimientos.
Tras caer el manto que le abriga, lo extraordinario y bello de las palabras asombran pupilas con el rejuego del pasado y el presente, de lo vivo y lo ausente.
Son 70 años, arropados en una guayabera, que una que otra vez lució en sus espectáculos, y un pantalón gris ceñido a su cuerpo –muy propio de su estilo y cubanía–, donados por la familia con el ánimo de contribuir a la majestuosidad de una obra excepcionalmente lograda.
Papá Changüí parece despertar una nueva década de sentimientos dentro de su carrera artística, desde el retrato de su humildad y la sinceridad de la mirada no se consigue menos que el mérito del cariño popular, ese que se ganó mediante la creatividad.
Elito (hijo), su mejor seguidor, palpita de emociones y resume en el original ¡Uea!, símbolo del Charagón que hoy comenda.
Rafael Lara no se reserva la intimidad en medio de tanta gente que asiste al convite y saca de sus crónicas un pasaje inolvidable.
“Revé fue a La Habana para hacer conocer o implantar el Changüí, acto fallido, porque el chachachá era el dueño de América y había que esperar, pero Revé era muy paciente y esperó 10 años y nació el chan guisé”, contó como preámbulo en la cita.
Mientras, con un orgullo que le empujó el llanto fuera el sonero mayor Cándido Fabré siente aún las tantas veces que le abrazó, confió en el talento incipiente y le dijo “te quiero”.
El regocijo terminó por multiplicarse y ada palabra al aire encontró imborrables huellas, porque papá Changuí vuelve a sonar los timbales.