Eduardo Heras León
El libro de las presentaciones del Chino Heras
A Eduardo Heras León, el Chino Heras, le conocí solo una vez, en la Feria Internacional del Libro de La Habana en 2019, la que estuvo dedicada a él, y donde se presentaba el libro Eduardo Heras León en el aula inmensa de la vida, publicado por Ediciones La Luz (2018).
Heras me pareció un hombre sencillo y dado a los afectos, con una voz que no alteraba ni un segundo. Su palabra locuaz parecía de sabio, y engranaba como perfecto resorte cada oración o sentencia. Se descubría detrás un hombre que vio y vivió mucho, y que dedicó parte de su vida a servir a los demás. Allí comprobé el cariño y admiración de sus alumnos y colegas. Cariño que le devolvían, esa tarde de febrero, en calurosos abrazos.
Esa vez él era el anfitrión, pero también era invitado con frecuencia a presentar un número incontable de libros, algunos por deber de editor, pero casi siempre a pedido de amigos y colegas muy queridos; presentaciones que terminaban en conversaciones o clases magistrales sobre piezas claves de nuestra memoria cultural. En varias ocasiones le propusieron reunir esos textos breves en un volumen para hacerlos menos efímeros; y así fue como terminó accediendo y conformó El libro de las presentaciones para la Editorial Oriente, publicado en 2018. Un manojo de textos para recordar –del latín re-cordis, “volver a pasar por el corazón” como señala su querido y admirado Eduardo Galeano en la primera página de El libro de los abrazos– momentos importantes de la historia de la literatura de la isla, la isla en sí y de las letras universales.
Aquí está el Chino Heras de mil historias, el Maestro de Juventudes, con su voz pausada y atenta en tono conversacional. Heras maestro, periodista, editor, amigo. Heras muy sincero, pero sobre todas las cosas, humano. Presentaciones donde apuesta más por transmitir afectos y destacar la maestría técnica, más allá de los contenidos.
En una nota con que inicia este título aclara Heras con escualidez: “El presente libro es una selección de presentaciones de obras, principalmente de narrativa, que he realizado durante más de 50 años de trabajo como escritor, crítico, editor, la cual no constituye en modo alguno una antología de textos ni pretende serlo: se trata de notas que ayudaron a promover la lectura de obras relevantes de narrativa cubana y algunas extranjeras (…) Espero sigan siendo útiles como lo fueron cuando en sus presentaciones pudimos compartir no solo sus valores literarios sino también humanos”.
Así las páginas de este libro nos inducen a la lectura de otras. Un acercamiento a la obra de autores de diferentes generaciones, desde Enrique Serpa, Lino Novás Calvo, Félix Pita Rodríguez, pasando por Antón Arrufat, Senel Paz, Francisco López Sacha, Reynaldo González, Abel Prieto, Chely Lima, hasta egresados del Centro Onelio Jorge Cardoso, sus alumnos. Un amplio despliegue de narradores cubanos que combina con escritores foráneos como Eduardo Galeano, Luisa Valenzuela, Juan Villoro y Abelardo Castillo.
Leer este libro es, simplemente, como dice la escritora Aida Bahr en el prólogo, sentarse a escuchar al Chino Heras. Dejar que su voz –la del profesor que fue siempre, la de uno de los grandes narradores cubanos– nos recomiende títulos y autores; nos abra las puertas, como si fuera una conversación, a los misterios y desafíos de la ficción.
Convocan a concurso literario para estudiantes universitarios
La joven literatura cubana busca en sí misma la promoción y el crecimiento, como lo evidencian los organizadores del taller literario Los pasos en la hierba, con sede en Holguín, y fundado desde la Universidad de Ciencias Médicas de esta provincia.
El Chino Heras, el escritor, el maestro
*Tomado del Portal Cubarte
Lo conocimos primero mediante sus historias, cargadas de realismo y sensaciones más allá de las palabras. Todavía recuerdo nuestro primer día como estudiante en el Centro Onelio. Allí estaba él, junto a su esposa Ivonne Galeano y los también escritores Raúl Aguiar y Sergio Cevedo.
Muy pronto el Chino se convirtió en más que un maestro o un referente literario. Fue amigo y especie de hermano grande para nosotros, con críticas, consejos y una facilidad inusual para enseñar. Admiro su talento, pero especialmente la bondad, su fidelidad a la creación y a Cuba, su capacidad para soñar y seguir en el camino de las esencias, incluso en medio de cierto huracán de incomprensiones.
Seguramente los mensajes de felicitación este 5 de agosto, fecha de su cumpleaños 80, son numerosos, el sonido del teléfono debe ser permanente.
Sin dudas, es uno de esos escritores imprescindibles de la literatura de la Revolución, no solo por su calidad narrativa, también por reflejar en su obra sucesos históricos trascendentales, como el enfrentamiento a la invasión mercenaria por Playa Girón, y otras peculiaridades de etapas posteriores a 1959.
Hoy pienso también en el Heras huérfano de padre a los 12 años de edad, que fue limpiabotas, vendedor de periódicos y billetes de lotería, limpiador de portales… durante parte de la década de los ’50, pero que nunca dejó de fantasear. Imagino al muchacho que combatió contra los agresores en Girón y luego reflejó la experiencia en su libro La guerra tuvo seis nombres, por el que ganó el Premio David.
Me parece verlo alegre, cuando recibió la noticia de su Mención única en el concurso Casa de las Américas de 1970, por Los pasos en la hierba. Y después la tristeza, las puertas cerradas… por una muy conocida polémica en el campo ideológico-cultural, provocada sobre todo por la crítica Otra mención a los Pasos, de Roberto Díaz, en el Caimán Barbudo, que desató tempestades.
También con una obra sobresaliente como crítico cultural, Heras es ejemplo de apego a los principios revolucionarios, al país y su gente. Su obra cuentística, incluidos Acero y Cuestión de principio, tiene mucho de autobiográfica.
Resulta inevitable recordar los días en el Centro Onelio, cuando él y otros profesores alimentaban nuestros deseos de ser escritores. Me parece verlo otra vez aconsejar, sonreír y hablar de niveles de realidad, tipos de narradores, corrientes subterráneas de sentidos…, en fin, de ese otro mundo tan suyo: el de las técnicas literarias.
Compilador de Los desafíos de la ficción, Eduardo Heras León está en las entrañas de muchos jóvenes, que le agradecen. Ganador del Premio Nacional de Literatura 2014 por la obra de la vida, el Chino, como lo llaman cariñosamente familiares y amigos, es también símbolo de resistencia, humildad, y bondad, con una admirable trayectoria como literato, pedagogo y cultivador de la cultura. Un maestro, al cual respetamos y queremos.
Lourdes Mazorra: «La literatura es un encuentro con uno mismo»
En menos de un año, la joven escritora camagüeyana Lourdes Mazorra obtuvo dos de los principales galardones disputados por los jóvenes narradores cubanos: el Premio Celestino de Cuento, organizado por Ediciones La Luz, sello de la AHS en Holguín, y el Pinos Nuevos, el pasado mayo. El primero por Las fauces, el segundo por Versiones de la sed.
De esta manera su nombre ha empezado a visibilizarse en el panorama literario cubano, con la fuerza del primer empuje, exitoso además. En ambos casos el jurado subrayó el aliento poético de sus cuentos, la atmósfera, el ritmo y la fluidez de sus historias… El del Celestino estuvo integrado por Félix Sánchez, María Liliana Celorrio y Rubén Rodríguez; y el del Premio Pinos Nuevos, por Julio Travieso, Dazra Novak y Raúl Flores Iriarte. Licenciada en Periodismo y graduada recientemente del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, donde obtuvo la beca Caballo de coral, Lourdes asegura que la literatura, sobre todas las cosas, es un encuentro con uno mismo.
Con ella nos encontramos, a través de las redes, con la excusa del Celestino de por medio.
Recibiste con Las fauces el XX Premio Celestino de Cuento, uno de los galardones más disputados por los jóvenes narradores cubanos. Este será tu primer libro… Y nada menos que con el Celestino. ¿Qué ha significado para ti haber obtenido este Premio?
Siempre he dicho que, de manera general, los premios tienen dos ventajas: comienzan a visibilizarte en un panorama bastante complejo y te alientan a seguir trabajando, más fuerte que antes. El Celestino, al ser el primer premio y también la primera publicación, me deja esa sensación de descubrimiento del mundo del libro en Cuba, iniciación en un proceso editorial desde la autoría y sobre todo reafirmación de certezas que ya venían acompañándome. Pero la razón de escribir no puede ser los premios; sigo convencida de que la escritura es un encuentro con uno mismo, por tanto, del Celestino agradezco formar parte de la familia de Ediciones La Luz.
El jurado destacó “la buena construcción de sus personajes, las atmósferas de los relatos, el aliento poético que embellece las historias, lo que influye positivamente en el ritmo y la fluidez de las narraciones, así́ como la adecuada selección del narrador”. ¿Qué encontrará el lector cuando, ya publicado, se adentre en esas páginas?
No puedo decirte qué encontrará el lector, cuando uno pública hace una ofrenda al público, la obra deja de pertenecerte. Espero que cada lector encuentre sus propias respuestas, sus propias dudas y también sus propias batallas.
¿Existe un hilo conductor en estos cuentos, algo que de alguna manera los una?
Este es un libro que indaga en las significaciones para el ser humano de la pérdida y el dolor. No creo que deba decirte más, por aquello de la ofrenda y de que el lector se acerque a Las fauces buscando sus propios caminos.
Hablemos de tus influencias literarias… ¿Qué autores incluirías –además de Julio Cortázar, que sé te interesa bastante– en una especie de “canon literario” creado por ti?
Más que un canon literario, puedo decirte qué autores prefiero y no precisamente con algún tipo de jerarquía. La literatura argentina me encanta: Julio Cortázar (lo siento, no puedo dejar de mencionarlo), Abelardo Castillo, Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Ernesto Sábato, Adolfo Bioy Casares…
También Gabriel García Márquez, Horacio Quiroga, Alejo Carpentier, Onelio Jorge Cardoso, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Virginia Wolf, Antón Chéjov y Mario Benedetti. Ya ves, no es un canon, no suelo hacer estas listas porque leo bastante variado y cada vez que nombro autores, siento que me falta alguno y quedo en deuda.
Te menciono dos cuestiones que quisiera nos comentes… La primera sobre la relación del periodismo, pues eres periodista de formación, con la literatura y sus convergencias…
Yo siempre he defendido que el periodismo es el hijo moderno de la literatura y me disgusta que los vean escindidos. Siento que nos empeñamos en poner etiquetas cuando lo más importante es narrar y un periodista es también un narrador de hechos.
La diferencia entre un periodista y un escritor de ficción es principalmente de estilo, modalidades de trabajo y técnica. Esto no lo digo yo, sino Alejo Carpentier. Siempre que se habla de periodismo y literatura recomiendo la conferencia de Carpentier que se titula “El periodista: un cronista de su tiempo”, de 1975, en la cual queda zanjada excelentemente esta vieja polémica.
Hay escritores cuya obra periodística parece una antología de cuentos, por el manejo preciso de las técnicas narrativas en el ejercicio periodístico; en Cuba, por ejemplo, Onelio Jorge Cardoso. Muchos grandes escritores de ficción han sido periodistas, porque el periodismo es una escuela imprescindible para la síntesis, el manejo de los adjetivos, la inmediatez, las técnicas narrativas…
Esto me hace pensar que el periodismo cubano hoy necesita retomar ese “estilo narrativo”, potenciándolo en la academia. Tenemos guías certeras en cuanto a todo lo que puede lograrse desde la escritura; Reynaldo Cedeño es uno de esos periodistas.
La segunda cuestión es sobre tu reciente paso por el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, donde obtuviste la beca Caballo de coral que otorgan al finalizar…
El Centro Onelio es una de las mejores experiencias que he tenido. Esta escuela te acorta y te alarga el camino, porque organiza tu manera de leer, recomienda autores, ofrece técnicas y herramientas; pero, al mismo tiempo, abre muchísimas puertas y comienzas a ver todo de manera distinta, a leer con otras pautas, a cuestionarte la realidad y a pensar en otros temas. El “Onelio” me regresó con muchas ganas de escribir; a mí no me dio el famoso bloqueo pos-Onelio. Además, fue la primera experiencia de leer algo en público y esto es muy importante a la hora de aceptar críticas, saber escuchar es una virtud. Yo estoy muy agradecida por la oportunidad de recibir clases de escritores como Eduardo Heras León, Raúl Aguiar y Sergio Cevedo.
Obtuviste también el Pinos Nuevos 2020 con Versiones de la sed… Hablemos un poco de un premio también importante que visibiliza la obra de los jóvenes escritores en Cuba…
Sí, es un premio también importante. Es el segundo concurso en el que participo. Sigo diciendo que me niego a trabajar en base a concursos, pero reconozco que en el complejo panorama editorial del mundo y de la Isla, una de las formas más directas y rápidas de publicación es a través de estos premios, más allá de toda la carga subjetiva del proceso de selección y premiación o de las inconformidades que pudieran generar las decisiones finales. Son riesgos que se corren, por eso no se trata de que digas voy a escribir para tal concurso a ver si público. E
n mi caso, escribo y tengo proyectos terminados, luego aparecen estas oportunidades: la convocatoria del Celestino llegó por esos azares a los que Cortázar llama vida, y la del Pinos Nuevos por una recomendación de otra escritora. Lo que sí tengo claro es que solo presento cuando estoy dispuesta a que un libro tome su propio camino y yo humildemente lo deje ir.
Ambos jurados –el del Celestino y el Pinos Nuevos– han subrayado el “aliento poético” de los cuentos…
Lo dije para el periódico Adelante, “a mí este tipo de elogio me deja sin aliento”. Como autora tengo más posibilidades de enmascarar mi voz a través de la narrativa, pero la poesía me resulta más dolorosa, es un desnudo literario y tiene muchos riesgos, para empezar el lector te ve descubierta en los versos. Ahora recuerdo que mis compañeros y profesores del Onelio también comentaron ese “aliento poético” en el texto que leí en clases. Que mis cuentos me salgan con aliento poético no es un propósito explícito, ellos salen y al parecer me estoy quedando también desnuda en la narrativa.
¿Qué crees caracteriza tu generación, si acaso crees pertenecer a una generación literaria?
No me siento capaz de caracterizar una generación literaria, para ello tendría que haber leído muchísimo a los escritores de esta generación y no lo he hecho con la amplitud que me gustaría, y también creo que deberían pasar unos años más, mirar con la perspectiva que el tiempo te concede.
¿Cómo valoras el panorama literario cubano desde tu perspectiva como joven escritora?
Si me preguntas por la literatura cubana de manera general, pues es indiscutible que Cuba constituye uno de los paradigmas literarios en el continente y en el mundo. Si se trata de cómo una joven escritora se inserta en el panorama literario cubano, eso es ya un proceso más complicado, que el solo hecho de publicar no garantiza, porque entraña niveles de calidad, compromiso y responsabilidad no siempre presentes y esto me lleva a una preocupación: en ocasiones, lamentablemente, la calidad literaria de la obra no está entre los primeros parámetros a la hora de decidir publicar o no un libro. Pero, de manera general y desde mi corta experiencia, considero que el panorama literario cubano es un prolífico paisaje de autores, temáticas y estilos.
¿Expectativas con Las fauces? ¿Con el trabajo de Ediciones La Luz?
Las expectativas con Las fauces han ido cumpliéndose poco a poco. Me quedan algunas que corresponden al proceso en el cual se encuentra el libro. La edición es otro momento de suma creatividad y entendimiento con la obra, que además implica a muchas más personas que el autor. En ese trayecto estamos. Ediciones La Luz ha tenido mucha paciencia conmigo, una autora que se inicia, y por eso le agradezco a su equipo la profesionalidad. Han sido además una escuela y una familia.
José Martí, razones para la música (+ video)
- Cuando proscrito en extranjero suelo/ La dulce patria de mi amor, soñé/
- Su luz buscaba en el azul del cielo/ Y allí su nombre refulgente hallé./
- Perpetuo soñador que no concibo/ El bien enajenado que entre sueños vi./
- Siempre dulce esperanza va conmigo,/Allí estará en mi tumba junto a mí.
( El Proscrito, José Martí)
Preludio
Tal vez sea José Martí el cubano a quien más se ha cantado. Ya en 1906 y 1909 Antonio Morejón, de quien se dice fue el primero en grabar puntos cubanos, dejó registrado para los sellos Edison y Columbia el tema Al Apóstol Martí. Otros títulos musicales y autores del periodo clamaban la resurrección martiana. Particular tratamiento reciben las figuras de los próceres en la primigenia trova, y Martí ocupa eje principal en estas composiciones.
Surgen obras como tributo que rinde el trovador a los héroes de las gestas recientes, en admiración y añoranza por la esperanza perdida. Títulos como Los tres Patriotas (1919) de la firma de Manuel Corona brindan fe de ello. Dos figuras descuellan en estas composiciones: Antonio Maceo y José Martí. Los títulos Dos patrias, de Salvador Adams, y Pobre Cuba, de Manuel Corona, son una síntesis de la vastedad de canciones que al respecto emergieron.
Sindo Garay aseguró en testimonio para Carmela de León que conoció a Martí en Dajabón en 1895, momento a partir del cual y en más de una ocasión le dedicó su poética. Así lo atestigua entre otros, el título Martí.
Canción a Martí (1901), con letra de Francisco Eligio y musicalización de Alberto Villalón, fue cantada en el teatro San Carlos, de Tampa, Cayo Hueso, por la contralto Susana Mellado, el bajo Santiago Lima, y otros músicos.
Recuerdos de Martí, también de Villalón, Clave a Martí, de Emilio Billillo, constituyen unos pocos ejemplos de la vastedad de títulos con temática martiana aportados por los trovadores en la primera mitad del siglo XX.
También, aunque menos conocidos, llega el Apóstol en canción desde los códigos de los soneros. Es el caso de Arsenio Rodríguez en el tema Adórenla como a Martí, en clara referencia a la tierra cubana.
En lo adelante el canto a José Martí es un punto de encuentro entre los cantautores cubanos y otros hacedores del pentagrama. La musicalización de la poesía martiana y otros textos llegó con la Nueva Trova de la guitarra de Pablo, Sara y Amaury. Teresita Fernández brindó sus acordes para el Ismaelillo. Las sucesivas promociones de jóvenes trovadores además de musicalizar textos martianos, entregan temas donde Martí deviene sujeto lírico; en otros, la esencia de su pensamiento deviene motivo textual y paratexto.
La música coral y sinfónica en Cuba cuenta con sendas composiciones, musicalizaciones y arreglos a la obra del universal cubano.
Post-vida: esto nos dice en sus palabras mágicas la música
Pretexto me resultan las canciones que lo evocan.
¿Qué cantos tocaron la sensibilidad de Julián? ¿Cuáles acordes se replicaron en su tarareo? ¿Dónde hallaron musical remanso sus angustias en tiempos de exilio? ¿Quiénes fueron los músicos cubanos en cuyos acordes visualizó Martí la patria a la distancia de una nota? ¿Cómo se trueca música la prosa y la poética martiana? ¿Qué paralelismos acontecen entre el romanticismo literario de Martí y los compositores del homónimo periodo musical?
¿Cuáles sitios frecuentó para asistir a las presentaciones de las que gustaba? ¿Qué compositores e intérpretes hoy considerados “clásicos” conmovieron la pluma del crítico, poeta y periodista?
Estas y otras interrogantes quedan satisfechas a la lectura de José Martí y la música, un volumen del Centro de Estudios Martianos (2014), cuya selección, introducción y ensayo corresponde a la autoría de Salvador Arias, en suma con textos complementarios que indagan en el criterio martiano ante hechos musicales.
Los autores en convite ofrecieron sus estudios y criterios en diversos momentos que van desde la tercera década de la República, a una Cuba reciente y que, desde la diferencia de enfoques evidencia el interés de los estudiosos por la obra martiana y en particular en relación a la temática musical:
De Gonzalo de Quesada y Miranda se acude al título Martí y la música, el que apareció en la revista Bohemia en 1935. Pasión de la música en Martí, es la conferencia que pronunciara Orlando Martínez en conmemoración al centenario del natalicio martiano en La Habana, la que por su extensión solo se presenta para la oportunidad en fragmentos. También de 1953 es la publicación de Alejo Carpentier en El Nacional, de Caracas, en la que el autor descubre al Martí, estudiante de música. De 1972 data uno de los más bellos análisis que guarda la relación martiana con el arte sonoro, de la autoría de Cintio Vitier es el título Música y razón. Este decenio, pero dos años después ve la publicación en el Anuario Martiano, Música en el periódico Patria, por Zoila Lapique. En 1978 la revista moscovita América Latina, publicó de M.A. Sapónov el trabajo José Martí y la música, la versión al español para el Anuario del Centro de Estudios Martianos, 1981, corresponde a Eduardo Heras León. La Gaceta de Cuba, dio luz en el no 3 de 1985 a Referencia martiana al jazz, de Armando Caballero. De las páginas del periódico Granma fueron seleccionados los títulos Martí en la música, cuya autoría responde a Omar Vázquez, 1985, y de Sonnia Moro, Mozart en Martí, 1991. Concluye el volumen con José Martí y la ópera italiana, en la firma de Diana y Rodolfo Sarracino, tomado del Anuario del Centro de Estudios Martianos, 2001.
En síntesis, los principales aspectos que guían estos acercamientos al interés martiano por la música se refieren a la musicalidad inherente a la poética y la prosa martiana en consonancia a ciertas características del Romanticismo literario y algunos paralelismos con el impresionismo pictórico. Otros, versan acerca del periodismo y la crítica musical que ejerció Martí tras su asistencia a presentaciones musicales lo mismo de coterráneos en el exilio norteamericano, que en grandes Salas de Europa con el apogeo de la ópera. Varios autores coinciden en la significación que cobraron las reseñas a las presentaciones de compatriotas cubanos en el exilio, no solo en tanto suceso artístico sino como forma de acercamiento al suelo patrio. Algunas de estas páginas se acercan al Martí cuyos oídos se entregaron a las esencias musicales de los pueblos.
Lapique brinda un acucioso estudio acerca de la presencia de la temática sonora en emisiones del Patria. Aunque era un periódico fundamentalmente político, Martí no se sustrajo a escribir sobre otras cuestiones. Legó numerosas páginas sobre artistas cubanos y extranjeros de su época: Ruiz Espadero, White, Díaz Albertini…, y en especial, de aquellos comprometidos con la causa independentista como el tenor Emilio Agramonte y Piña, y Ana Otero, notable pianista puertorriqueña. Se trata de la primera publicación que dio a conocer La bayamesa, himno patriótico cubano, y la danza La borinqueña, por tradición, himno de los boricuas. Estos dos himnos son las únicas piezas musicales que publican, acompañadas de textos históricos que exaltan el patriotismo y la unidad antillana de esos dos pueblos, entonces bajo el yugo español.
Hermosas son las páginas que coinciden en presentarnos a José Martí en su faceta como autor de un texto para canción. Su liderazgo político y el interés por la música cubana le llevaron a escribir la letra de El proscrito, que musicalizó el tabaquero emigrado Benito O’Hallorans. Llegó a conocerse entre los cubanos de la Florida como La canción del Delegado.
Omar Vázquez recrea en la publicación del Granma correspondiente al 28 de enero de 1985 el relato de cómo 20 años antes, en la entonces popular Peña de Sirique, se le escuchó por primera vez a María Granados, quien la interpretó acompañada por el guitarrista Rafael (Nené) Enrizo.
María —quien falleció en La Habana, el 30 de enero de 1971, a los 91 años de edad, pocas horas después de participar en varias actividades con motivo del aniversario 118 del natalicio del Maestro— gustaba de contar la historia de El proscrito, que por primera vez se la cantara a Martí cuando apenas contaba 11 años de edad.
La canción se redimió para la posteridad gracias al interés del investigador, compositor y apasionado martiano Hilario González. Hoy puede disfrutarse la grabación en las voces del dueto que a tal fin conformaran Eduardo Sosa y la maestra Digna Guerra.
En sus valoraciones, Arias toma como elemento importante los espacios de las presentaciones y divulgación del hecho sonoro a finales de la decimonónica centuria, sobre todo con escenario en el Nueva York entre 1881 y 1895. Sitios diversos cuyo centro según la ocasión se ubica en un teatro, lo mismo que en salones de baile, fiestas populares, paradas militares, circos y parques. Asimismo, la existencia del piano en varios hogares definió momentos importantes al interior de las familias y en el intercambio de éstas con amigos según los intereses sociales. Es Nueva York una ciudad a la que las oleadas de inmigrantes aportan su folclor.
El siglo XIX, con el triunfo del romanticismo, es escenario de intensas y nuevas relaciones entre la música y la literatura. Para Arias Martí se siente atraído por las deslumbrantes sonoridades. Los conocimientos musicales de Martí fueron, si no los de un profesional, si de un fervoroso oyente.
En este sentido, Sapónov atribuye especial interés a aquellos aspectos del sistema creador de Martí en los que se interpreta de manera original las influencias de la estética romántica con su culto a la música, y la aspiración a sintetizar los elementos del arte musical con la literatura. En su prosa, plantea, el romántico descubre en el conjunto de ruidos del paisaje campesino, un legítimo encanto en las leyes musicales.
Un ejemplo de lo anterior lo halla Vitier en tierra cubana, un mes justo antes de caer Martí en Dos Ríos:
La noche bella no deja dormir. Silba el grillo; el lagartijo quiquiquea, y su coro le responde (…) entre los nidos estridentes, oigo la música de la selva, compuesta y suave, como de finísimos violines; la música ondea, se enlaza y desata, abre el ala y se posa, titila y se eleva, siempre sutil y mínima –es la miríada del son fluido; ¿qué alas rozan las hojas? ¿qué violín diminuto, y oleadas de violines, sacan son, y alma, a las hojas? ¿qué danza de almas de hojas?
Para Vitier, la música en el poeta es “sustancia de su propio estilo. Musical en alto grado, tanto como pictórica, fue la palabra de Martí”. Lo describe como al “irreprimible músico de la palabra”, que apoyaba su prosa en octosílabos y endecasílabos.
Otro aspecto relevante para Arias y varias de las voces aupadas en el concierto martiano lo constituyen las cartas a María Mantilla. En este epistolario las alusiones a la música aparecen en repetidas ocasiones, incitándola a estudiar y tocar el piano. En carta escrita desde alta mar, el 2 de febrero de 1895, identifica a la música como alta expresión del afecto, y define la de su preferencia: «A mi vuelta sabré si me has querido, por la música útil y fina que hayas aprendido para entonces: música que exprese y sienta, no hueca y aparatosa: música en que se vea el pueblo, o todo un hombre, y hombre nuevo y superior.»
A las atenciones por su formación cultural y humana, la conduce por primera vez a la ópera cuando María era apenas una adolescente de 12 años. Representaban Carmen, del francés Georges Bizet en la interpretación de Enma Calvé. Se afirma que era vasto el conocimiento que José Martí poseía sobre el argumento y los pasajes musicales.
De estos afectos Gonzalo de Quesada extrae algunas conclusiones de las músicas que pudieron interesarle a José Martí.
Entre las piezas que la niña Mantilla interpretara al piano y que a Martí proporcionaban tanto placer se citan Evening Star de la ópera Tannhauser de Wagner, una Gavotte, de Nebvin, la Rapsodia no.2 de Lizst, y la música de la ópera Carmen, de Bizet.
Por testimonio de María Mantilla se conoce que a él le gustaba tararear El negro bueno, de Francisco Valdés Ramírez. Se presume debió atraerle que esa guaracha se cantó en el Teatro Villanueva de La Habana, el 22 de enero de 1869, hecho que trasciende hasta unos conocidos versos de Martí. Aquella célebre guaracha, cantada en todas partes con más o menos disimulada intención, era una especie de canto de guerra.
Según lo que aportara María a Gonzalo de Quesada, a Martí le gustaban mucho las danzas y también una pieza de Gonzalo Núñez, La mariposa y Las campanillitas del cubano Pedro Fuentes.
El Delegado participó en veladas hogareñas de amigos en las que entre otras músicas se conoce se interpretó al piano La borinqueña, danza típica de Puerto Rico, y la canción cubana La bayamesa. Alguien recordó tarareando, los versos iniciales de esa antigua canción del oriente de Cuba:
No recuerdas, gentil bayamesa,/ que tú fuiste mi sol refulgente…
Al encontrarse en los años de la emigración con destacados músicos cubanos que se encontraban en el exilio, como Ignacio Cervantes, pianista y compositor y uno de los fundadores de la corriente romántica nacional de la música cubana, y con el eminente violinista José White, escribió Martí varios artículos en los que expone las ideas sobre el arte de sus coterráneos, sobre la naturaleza del arte musical y sobre la música clásica europea.
Nicolás Ruiz Espadero también mereció la admiración y el entusiasmo de Martí. De él dijo que puso en música el gemido del alma cubana, y a veces su majestad y su tormenta. En una crónica publicada en Patria, en mayo de 1892, Martí habla del famoso acto celebrado en los talleres de tabaco de Tampa, en el que tomaron parte Ignacio Cervantes y Rafael Díaz Albertini
Muchos de los juicios expresados por Martí sobre compositores están vinculados con sus apreciaciones de intérpretes, incluidos numerosos cantantes de ópera italiana y francesa. Para Diana y Rodolfo Sarracino “la opera ítalo-francesa, escuchada por Martí tanto en La Habana como en Madrid y México, tuvo mucho peso en los inicios de su formación musical. Sobre los contactos del joven Julián con las funciones operísticas en La Habana por la década de los 60, los autores aducen la posibilidad la probabilidad de que las haya presenciado al impulso del preceptor Rafael María de Mendive.
Martí es testigo de cómo las óperas de Wagner ganan terreno en la gran ciudad, incluso imponiéndose a las italianas o francesas. En consecuencia dedica el mayor número de referencias a este compositor. Del concierto sinfónico de fines de mayo de 1882 en Nueva York, encontramos la vivencia de un testigo presencial, particularmente cuando habla de la ejecución de Los troyanos de Berlioz. Otros músicos, como Brahms aparecen en sus textos.
Descubre “las melodías inefables” de Chaikovsky. A la música de Schubert le dedica una sutil definición y de Mozart los elogios. Un músico por quien parece haber sentido indudable empatía fue el polaco Federico Chopin. Su “música vívida”, con “melodías dolientes o rápidas polonesas”, lo lleva a pensar que “solo ama y entiende a Chopin quien le conoce a la música lo más fino y misterioso del alma”, esto fue quizás lo último que escribió públicamente sobre un asunto musical, el 26 de enero de 1895. La empatía tenía una raíz extramusical, al ser el compositor polaco un ardiente defensor de la independencia de su patria.
Mientras convierto este libro en relecturas escucho las mismas músicas que el Apóstol. Su fe de vida inunda los silencios. Cada una de estas páginas da la posibilidad de conocerle un poco más. En sus expresiones se ven identificados con la música a los que aman y fundan, para conseguir ese ideal suyo de Cuba como “futura universalidad americana”.
Diario luminoso
Son las 2 de la mañana y el grupo Luminosos creado en WhatsApp se mantiene activo. Liset Prego incita a colaborar en su narraTK, un proyecto para compartir literatura en la voz de sus propios creadores o de sus lectores, y lo hace a través de audios por Telegram o Messenger, se escucha de fondo las voces de sus hijos y me dice: Elizabeth, cuando te grabes trata de que Luna y Mhía se hayan dormido (se ríe) y de evitar el sonido ambiente.
Es una locura, me entran mensajes por todos lados de los mismos. El diagramador Norge Luis Labrada decide que hablemos solo por WhatsApp, pero el diseñador Robert Ráez, propone que mejor en Telegram porque si hay que mandar una imagen no pierde calidad.
Luis Yuseff está online y es todo un acontecimiento, sabemos que tecleará un poco lento porque no ha tenido tiempo de ajustar la graduación de sus espejuelos después de la operación de miopía. El avatar del grupo es una taza de café, esto sin dudas nos recuerda los días en que estábamos juntos en la oficina del Yuse, como le decimos en la intimidad del trabajo.
LY: Vamos a escoger algunos relatos del Libro de los abrazos, de Eduardo Galeano (Ediciones La Luz, 2016) para hacer postales digitales; Robert, trabaja en eso y lo iremos publicando en las redes poco a poco; Ely, tú eres la encargada para que no tengas que salir a la editorial a diagramar que yo sé que las niñas con este encierro se alteran. Ve haciendo reseñas de lo que hubiésemos presentado en la Feria del Libro, si se pudiera dar promoción por la AHS, en Facebook, en todas las redes, me etiquetas, acuérdate.
Ely: Claro, cómo no te voy a etiquetar si tú eres trending… Ay, a ustedes no les duele el pecho, como una sensación de ahogo…
Norge: Eso es estrés, yo estoy igual.
Ely: Yuse, ya Robert me mandó las imágenes, pero le viré una porque se había desajustado una línea, más o menos 1mm, te imaginarás que no íbamos a poder dormir esta noche, tú conoces mi TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo).
LY: jjajaja, ok no se preocupen fíjense en los track (espacio entre caracteres)
Ely: Sí, eso le dije que hay una que está demasiado apretada, es que tiene el display roto y además en Corel se pierde la perspectiva, no es como en Indesign. De todos modos, yo llamo a Mariela (Mariela Varona, la correctora) para que revise.
El libro de los abrazos, del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015) fue publicado en nuestro sello en el año 2016 bajo la rigurosa edición de Luis Yuseff, editor y director de nuestra casa editora, Ediciones La Luz. Un ejemplar prácticamente agotado en las librerías holguineras que mantuvo los grabados e ilustraciones que el propio autor concibió para la edición paradigmática de Siglo Veintiuno Editores, gracias a la colaboración y el empeño de Eduardo Heras León, Ivonne Galeano y Eduardo Freitas.
Si bien es cierto que la aproximación a su lectura puede ser hecha de dos maneras: de un tirón o por partes, porque son relatos cortos donde algunos no tienen una secuencia. En este libro la belleza radica en las palabras, aunque hable a veces de dolor o exilio, es el peculiar estilo de Galeano que entreteje lo místico y lo jovial, una síntesis perfecta del imaginario del autor, donde celebra o reflexiona, satiriza y encuentra múltiples miradas esperanzadoras a los estados de ánimo, al corazón. Un libro que debe ser leído despacio para que no se acabe. Su lenguaje recto, facilita la comprensión íntegra, absorbe al lector en un acto que hipnotiza y lo devuelve a la realidad con optimismo y otras maneras de enfrentar la vida.
Ediciones La Luz también reajusta su programación en esta difícil etapa que estamos viviendo. Seguimos con el plan editorial, los editores desde sus casas y luego la misma cadena de diagramación, corrección, edición… Somos un equipo, que extraña sin dudas nuestra Casa Editora, porque es precisamente así, una casa, con aires de institución.
La ventaja y la alegría es que todos somos escritores, de esta manera a la hora de trabajar podemos lograr una empatía tal con el autor y comprender sus interioridades. Al estar paralizados por el Coronavirus, hemos querido insistir y hacerle comprender a los jóvenes, a las personas en general, que este es el momento crucial donde el arte salva. Desde sus casas y a través de las redes estaremos incitando a la lectura, porque nuestro sello ha publicado todos los géneros literarios a lo largo de los años. En la última campaña comunicativa, el equipo editorial estuvo inmerso en la creación de libros electrónicos y audiolibros, spots radiales y televisivos haciendo alusión bajo la etiqueta #alaluzseleemejor, porque leer poesía constituye un acto de sanación.
Ofrecemos estas postales digitales que poco a poco se irán compartiendo a través de las redes, como alternativa o abrazo, percibiendo que desde la lectura lo imposible tiene otra perspectiva. Eso lo dicen hasta las paredes…
Lioneski Buquet: La suerte está en los detalles
La vida está hecha de pequeños detalles. De sucesos aleatorios que se unen para formar el todo. Pocas veces podemos percibir esa realidad, casi siempre nos vamos al conjunto y no a las partes.
Lioneski Buquet sabe que la riqueza de la vida está en esos detalles, a veces tejidos por la suerte, otras por el diablo, y en su mayoría por la constancia del artista.
El joven, además de percibir la realidad, sabe manipularla, recrearla desde la literatura. Y aunque su cuaderno de cuentos se llame El diablo está en los detalles, esta vez la suerte y el talento se unieron para hacerlo merecedor del Premio Literario Portus Patris en su vigesimosexta edición.
El texto reúne varias historias que destacan por visualizar y conceptualizar la sociedad desde espacios individuales. El jurado, integrado por los escritores Carlos Esquivel, Nelton Pérez y Félix Sánchez, en el acta de premiación resaltan que el libro “reverencia el juego intertextual con un apreciable flujo de recursos narrativos y un notorio lenguaje”, lo que lo hizo ganador del concurso por mayoría de votos.
El premio constituye un estímulo para el joven avileño que encontró en la literatura más que un oficio: una manera de vivir, una forma de expresión. Buquet participa en los talleres literarios de la AHS en Ciego de Ávila, recientemente se graduó del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y se declara influenciado por la obra de Eduardo Heras León.
Junto a la publicación del libro premiado, El diablo está en los detalles, por la editorial tunera Sanlope, espera la salida de Testamento de las Sombras por Ediciones Ávila, texto que recientemente ganara el premio Poesía de Primavera convocado en su provincia natal.
La naturalidad descriptiva, su aguda fabulación y la certera reflexión sobre el papel del hombre en la sociedad, son los detalles que hacen que la obra de Lioneski Buquet se distinga dentro del panorama literario cubano.
Tras los pasos del Chino Heras
La primera es su magisterio, humilde y desinteresado, al punto de uno pensar que el Chino ha dejado de hacer buena parte de su obra –esa novela o esas memorias que nos debe– por revisar tus cuentos con toda la paciencia del mundo, mientras te habla de las técnicas narrativas que desconoces citando la obra de sus maestros o que has usado, pero sin saber que estabas utilizando una caja china o un dato escondido en tus historias. [+]
Eduardo Heras León en el aula inmensa de la vida
La Asociación Hermanos Saíz (AHS) rindió homenaje al escritor Eduardo Heras León durante Espacio para el elogio que se realiza en el Salón de Mayo del capitalino Pabellón Cuba como parte de la edición 28 de la Feria Internacional del Libro de La Habana. [+]
Todavía estremecen los pasos en la hierba
Han pasado 50 años desde que Eduardo Heras León escribiera ese cuento, Los pasos en la hierba, penúltimo texto de su libro homónimo, y el sentimiento todavía se hace un nudo ante el dolor del hombre que ha visto morir a Julio [+]