ediciones Áncoras
Vivir en dos Islas a la vez
Con «El Tiza», alias Yadián Carbonell Hechavarría, todo comenzó por el rap, aunque en realidad «lo que estaba escribiendo tenía un trasfondo distinto. Un día me comentaron de un joven escritor que impartía talleres, al cual acudí cuando los conciertos empezaron a fallar y al notar que pocos entendían mi poesía urbana. Así conocí a Daniel Zayas Aguilera, quien luego se convirtió en mi amigo, en mi familia», rememora el vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la Isla de la Juventud, autor de El viejo, la casa y ellas.
«Hice de todo para que mi empleo como inspector y agente de un Equipo de Seguridad no se interpusiera en mis clases de literatura, las cuales se resumieron en un mes. Tiempo suficiente para darme cuenta de que lo que me gustaba era escribir, que podía encontrar en la escritura las armas para dialogar y comunicar mi visión sobre la realidad toda. De ese modo entré a la AHS y he podido intercambiar con muchos artistas contemporáneos. Vi en el arte el aliento para disipar la oscuridad y la violencia de la vida, vi en el arte el arma más certera para encontrar la luz».
—¿Cómo viviste la llegada de tu primer libro?
—Gracias al equipo de la Editorial Sed de Belleza, dirigido por el poeta Idiel García Romero, mis poemas me llegaron en forma de libro. Y siempre los nacimientos acercan la felicidad o lo más parecido a la felicidad. Disfruté mucho, pero mucho, recorrer el país con mis textos. El escritor que soy ahora no cambiaría ni una sola letra de lo que está escrito en El viejo, la casa y ellas. Es que no podría, sería deshonesto y desleal. Lo digo porque la poesía que escribo tiene como alimento la sinceridad, y la negación de mi voz precaria, joven y gritona de años pasados, me han mostrado el camino que ahora veo como necesario para el crecimiento que noto en mis versos más recientes.
—Eres vicepresidente de la AHS en el territorio. ¿Qué te llevó a asumir tal responsabilidad?
—Me gusta trabajar, y trabajar lo mejor que puedo. Fui elegido por la membresía como vicepresidente y eso exige una entrega constante y concentrada, algo que me encanta. Es cierto que agota, pero te obliga a crecer como persona, como artista. Asumir la responsabilidad de vicepresidente es ser coherente conmigo mismo: nada más simple que eso.
—¿Cómo ha sido la experiencia de dirigir Ediciones Áncoras?
—Un constante aprendizaje; una lucha que debes enfrentar con todo tu cuerpo, ganas y fuerzas. Significa asumir las decisiones erróneas que tomes y enmendar con valentía los fallos, ya sea en la gestión o en cualquier otro aspecto. Es una labor hermosa pero muy sacrificada, si te equivocas puede ser fatal, y los autores pueden ser crueles; yo he sido muy cruel cuando he estado en ese lugar, por eso ahora es mayor mi sensibilidad y apego a mis responsabilidades.
«Te confieso que resulta una experiencia en la cual sigo con mucho miedo, pero con ganas, con deseos de mantener un trabajo editorial digno y que sea cada vez más atractivo para los autores de todo el país».
—¿Por qué enredarse con un taller literario como La pequeña habilidad?
—La pequeña habilidad es un proyecto que comenzó como un taller de haiku y que poco a poco fui enriqueciendo con secciones y actividades para fomentar vocaciones más allá de la escritura. Si bien la idea principal fue dar a conocer la literatura y estimular los hábitos de lectura y el buen decir, me tracé otros objetivos y metas que ya están dando frutos geniales y muy saludables.
«Más que un taller es un grupo literario, en cuyas sesiones hacemos promoción literaria, donaciones de libros, vamos a los campos y pueblos apartados a leer poesía, a dar a conocer el quehacer de todas las editoriales de la AHS y de la organización en sí; fomentamos el colectivismo, la sana diversión, el cuidado a la naturaleza y el aprecio por las pequeñas cosas. Favorecemos también el vínculo con otras manifestaciones, el dominio de la historia local y despertar la vocación investigativa…
«Son muchas actividades que le dan sentido al proyecto, y constituye un trabajo que disfruto tremendamente. La AHS en la Isla me apoyó desde el principio, y poco a poco se han acercado otras instituciones y otros proyectos para contribuir a que el taller y sus integrantes sean parte del movimiento artístico pinero».
—¿Qué ha representado para ti formar parte de República poética?
—La República poética me ha enseñado a respetar, a suprimir la vanidad y el ego, a trabajar pensando siempre en el otro. A crecer como artista. A superarme como escritor y estar en la calle mirando a la gente a los ojos y a entender porqué escribo, por qué sigo confiando en el ser humano. A limpiarme el churre que deja la rapidez con la que se vive. El desapego a la belleza que a veces nos deprime.
«Muchas son las anécdotas que puedo contarte. Porque nuestro objetivo son las personas, han sido muchas las situaciones en las que hemos tenido que poner en práctica la improvisación de los raperos y repentistas, la movilidad de los bailarines, la sagacidad de los sicólogos, el histrionismo y la proyección de los actores, la abstracción de los pintores que decoran nuestros textos, la bondad que nos hace útiles…
«Qué importa que algunos nos crean locos que leen poemas y luego los regalan a los transeúntes. Sí, estamos locos: locos que no se creen estrellas ni candelabros. Somos poetas que intentan ofrecer de corazón su poesía en un acto sincero. Para mí, La República poética es, como lo es para todos sus integrantes, un espacio donde decir el poema y entregar belleza para el otro».
—Es evidente que la poesía tiene en la Isla una fuerza que no consiguen otros géneros literarios, ¿cómo lo explicas?
—La poesía es un impulso que late en cada esquina de esta Isla. La poesía de Paco Mir aún es referente para muchos, como la de Melesio Reynaldo Aguilar, Bellasoe Cobas, Jaime Prendes…, que ya no están físicamente, pero en su obra está el verso en formas distintas.
«La Isla es un lugar de encuentros y de decir adiós, de agua por todas partes, de estrechar manos y mandar cartas, de lomas y ríos de aguas obesas de luz, de encierro y llanto, de historia y conexiones, de emigración, de soledad, de espaldas sudadas, de campos y cítricos rotos, de canciones, de mucho amor… Si con todo eso no salen poetas a cantar, nada tuviera sentido y esta fuera una isla más».
—¿Vivir en la Isla lejos de la Isla…?
—Es un tema sensible que lleva años golpeándonos. Ser una Isla dentro de otra Isla es una realidad con lo cual tendremos que vivir los que apostamos por esta orilla. Es duro, pero cuando hay amor y deseos de hacer, todo tiene sentido.
—¿Cómo es ser joven en un lugar que se nombra Isla de la Juventud?
—Si te digo la verdad, no me siento identificado con el nombre de Isla de la Juventud, creo que Isla de Pinos responde a un sentimiento, a una tradición, que aún persiste en la memoria de la gente. La historia de piratas, de pinos por doquier, de cotorras haciendo ruidos en los campos… me satisface. Yo amo esta Isla como amo a mi país, y es ese amor lo que hace maravilloso ser un joven que vive en dos islas a la vez.
—¿De dónde surgió «El Tiza» que te identifica?
—En la primaria fui un niño muy hiperactivo, me la pasaba en la Dirección porque no me perdía ni un solo alboroto. Muchas maestras intentaron anotarse el punto conmigo disciplinándome, pero solo una, a quien le profeso un enorme cariño, Mirian Adelá, encontró la forma de controlarme. Y un modo era ponerme a escribir el asunto de la clase en la pizarra y todo lo que se le ocurriera, por consiguiente, mis manos siempre andaban llenas de polvo de tiza. Y mis compañeros, para molestarme, me decían «Tizón», lo que de nuevo destapaba mi estado de hiperactividad y un poco de violencia. Mas tuve que acostumbrarme y no coger más lucha cuando terminando el sexto grado se apareció aquel cantante de rap con el tema de «¿Quién tiró la tiza?», que se hizo tan popular y que llegó para ponerle la tapa al pomo: desde entonces, y hasta el sol de hoy soy, para todos, «Tiza» Yadián Carbonell Hechavarría… Mucho gusto…
- *Publicado originalmente en Juventud Rebelde
La masonería y la Isla de Pinos. Un conflicto por la soberanía nacional
La masonería es una de las instituciones más importantes y, a la vez, menos conocidas de nuestra historia. El mismo carácter de esta forma de sociabilidad, que excluye a los profanos de un acercamiento profundo a la forma en que funciona, lleva a que el conocimiento que se tiene de la relación entre la masonería y la historia de Cuba sea fragmentario.
Quizás el episodio más conocido de este entrelazamiento sea el de la relación de la masonería y los masones con el proceso independentista cubano en el siglo XIX. Muchos de nuestros grandes próceres de esta etapa eran masones y las logias fueron espacios conspirativos de primer orden, a pesar del apoliticismo que profesa la masonería como institución al menos de forma nominal. Esta impronta, no exenta de contradicciones, fue la que determinó el gran prestigio del que gozaba la sociabilidad en las primeras décadas del siglo XX y un lema que resultaba recurrente en esos años: “Masonería es Patria”.
En el período 1903-1925, la masonería fue actor principal en una de las pugnas más significativas que en torno a la soberanía nacional se dieron en esos años. El esfuerzo por lograr en el senado norteamericano la ratificación del Tratado Hay-Quesada, que reconocía la soberanía cubana sobre la Isla de Pinos, espacio geográfico que desde la firma del Tratado Permanente entre Cuba y Estados Unidos, el 22 de mayo de 1903, había quedado fuera de los límites de la joven nación.
El libro de los investigadores Javier Negrín y Jorge Fernández, titulado La masonería cubana y el tratado Hay-Quesada (Ediciones Áncoras, 2018), nos abre una puerta para adentrarnos en detalle en la confrontación que, durante más de dos décadas, enfrentó a cubanos y españoles residentes en la Isla de Pinos con la boyante comunidad norteamericana establecida en el enclave de Santa Fe. Mediante el acceso a fuentes privilegiadas, que comprenden desde las publicaciones de esos años y otros documentos en el archivo municipal, hasta las actas de las reuniones de la logia cubana La Evangelista (protagonista de primera línea en estos hechos), archivos privados, revistas masonas de la época y un largo etcétera, los autores logran reconstruir acertadamente el clima político y social de esos años en la localidad, así como la multiplicidad de intereses y contradicciones que pesaron en el accionar de los actores involucrados.
El hecho de dejar fuera a la Isla de Pinos de la autoridad cubana responde, según refiere Hortensia Pichardo (Documentos para la Historia de Cuba, Tomo 3, Ciencias Sociales, 1969) a dos causas fundamentales. Primero, a la ambigüedad con que había sido redactado el artículo II del Tratado de Paz entre Estados Unidos y España el 10 de diciembre de 1898, que cedía a Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que estaban bajo su soberanía en las Indias Occidentales sin precisar los límites geográficos de esta cesión.
La segunda causa está en la ambición de especuladores y empresarios norteños que, desde la etapa de la ocupación norteamericana en Cuba habían comenzado a vender y promocionar en la prensa de su país las extraordinarias posibilidades de la que denominaban como Isle of Pines of West Indies.
El gobierno norteamericano, que había entrado en una nueva fase de dominación regional, se mostró desde el principio más interesado en cimentar su dominio económico y militar en la región, que en continuar el proceso anexionista que a lo largo del siglo XIX había llevado a la nación del Atlántico al Pacífico.
El Tratado Hay-Quesada, firmado entre el diplomático cubano Gonzalo de Quesada y el norteamericano John Hay, el 2 de marzo de 1904, había sido una migaja diplomática a cambio de la aprobación por el senado cubano, verificada en el año 1903, del convenio que permitía a la nación norteña establecer estaciones carboneras y navales en Guantánamo y Bahía Honda. Sin embargo, el Hay-Quesada quedó desde esa fecha hasta 1925 pendiente de la ratificación del Senado norteamericano.
En ese contexto de 21 años transcurre la pugna entre colonos norteamericanos y habitantes cubanos y españoles de la Isla de Pinos. Pugna que involucró directamente a la masonería, pues tanto la logia pinera como la norteamericana Santa Fe usaron sus redes fraternales para lograr sus objetivos contrapuestos. El papel de la institución se refuerza por el peso que esta tenía en la sociedad pinera de la época y en la sociedad cubana en general.
Mediante un exhaustivo análisis, los autores de La masonería cubana… demuestran la pertenencia tanto a la logia La Evangelista como a la logia Santa Fe, de las más importantes figuras políticas y culturales de la sociedad pinera de la época. Aunque ambas sociabilidades mantuvieron buenas relaciones durante la mayor parte del período, lo cierto es que desde etapa bien temprana e intensificándose hacia 1924-1925, se dio una lucha simbólica entre ambas referente al estatus de la isla. Para esta lucha ambas logias hicieron uso de los lazos fraternales que las unían con otras logias y las relaciones de fraternidad de sus Grandes Orientes.
Aunque por falta de documentación es mucho más exhaustivo el seguimiento que se da a las gestiones realizadas por la logia La Evangelista y su Gran Oriente La Gran Logia de la Isla de Cuba (GLIC), cuyas gestiones con los Grandes Orientes de Estados Unidos, a los cuales los unían lazos históricos profundos, influyeron en la ratificación del Tratado Hay-Quesada en 1925.
Pero también el libro trasluce la magnitud de las gestiones que debió llevar la logia Santa Fe por su parte. Gestiones que incluso en 1914 habían tenido un momento significativo con la visita de la alta jerarquía de la logia estadounidense al presidente cubano Menocal, donde presumiblemente intentaron ganarse las simpatías del ejecutivo cubano con su causa.
La pugna en torno a la Isla de Pinos iniciada en 1903 tiene su culminación en el período 1923-1925, cuando gracias las gestiones del entonces embajador cubano en Washintong, Cosme de la Torriente, se pone nuevamente sobre el tapete legislativo la ratificación del Tratado.
Es en esa etapa cuando la masonería criolla juega su rol político más importante en el primer cuarto del siglo XX cubano. Sumado a las gestiones de la GLIC con los Grandes Orientes norteños y a los intercambios de diversa índole que verificaron las logias cubanas entre sí, se desata una campaña nacionalista que tiene su punto culminante en la llamada Misión Patriótica, donde una serie de importantes figuras de la masonería, las artes y la política de la época, recorrieron diversos puntos del territorio nacional recabando apoyo para la causa pinera.
Además de la cuidada investigación que nos lleva a conocer una faceta poco visitada de la historia republicana, La masonería cubana… también nos da una visión crítica de las características sociológicas de la masonería cubana en esas décadas que derivó hacia una organización de clase media, del proyecto de país que asumieron (Cuba como la Suiza de América) y de las contradicciones que la dinámica misma de desarrollo del país les fue imponiendo.
Entre los dilemas fundamentales que debe confrontar la institución en esta etapa pudiéramos señalar la contradicción entre su carácter patriótico y los vínculos estrechos con los Grandes Orientes estadounidenses, lo cual llevaba a ser sumamente cuidadosos y políticos a la hora de criticar cualquier faceta de la dominación norteamericana en Cuba.
El carácter popular que debían tener las logias y el carácter de clase media que fueron adquiriendo, producto de las cuotas relativamente altas que debían pagar los miembros y que determinó que aquellos más insolventes no pudieran continuar en la institución o lo pensaran para ser parte de ella.
La contradicción entre el antimperialismo franco de muchos de sus miembros, que se puso claramente en evidencia en los discursos e iniciativas que acompañaron la Misión Patriótica de 1925, y la actitud más moderada de las jerarquías masónicas, comprometidas por sus profundas relaciones con las sociabilidades norteñas.
También resalta el conflicto entre el carácter apolítico defendido explícitamente por la masonería y la participación constante de sus miembros e incluso de muchas logias en los problemas políticos del país. Prueba de estos son los muchos pronunciamientos y llamamientos dirigidos al gobierno y la opinión pública en medio de los muchos conflictos políticos y sociales de esa etapa o el estrecho vínculo que durante varios años la organización mantuvo con el General Machado.
La masonería cubana… nos ayuda a comprender con mayor profundidad la profunda imbricación de esta institución en el proceso de construcción del ideal patriótico nacional. La riqueza y contradicciones de su desarrollo son la riqueza y contradicciones de un país que, frustrado su ciclo revolucionario del siglo XIX, debía rehacerse nuevamente, apresado en las tenazas de la permanente amenaza de invasión que la Enmienda Platt ponía sobre su cabeza y el ímpetu revolucionario que renacía vigoroso en la joven generación.
Programa General FILH 2018 Pabellón Cuba
Del 1 al 11 de febrero De 10:00 am a 8:00 pm
El espacio de los jóvenes en la feria
Dedicada a Eusebio Leal Spengler
País Invitado de Honor: China
Premio Mangle Rojo 2017
La Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la Isla de la Juventud, con el objetivo de estimular y promover la creación literaria entre los jóvenes escritores de todo el país, convoca al Premio Mangle Rojo 2017 que se regirá por las siguientes bases:
Estoy en cada uno de los personajes que he inventado
En mi afán constante de intentar conocer, acceder a la obra de esos autores más emergentes de otras provincias que, por lo general, no encontramos fácilmente en las librerías de nuestra ciudad, es que me encuentro—en la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana— con el cuaderno «Como mienten los boleros» (Áncoras Ediciones, 2014), de la joven autora Ailín García González (Isla de la Juventud, 1989). [+]
Abierta convocatoria del Premio Mangle Rojo 2016
- La Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la Isla de la Juventud, con el objetivo de estimular y promover la creación literaria entre los jóvenes escritores de todo el país, convoca al Premio Mangle Rojo 2016 que se regirá por las siguientes bases:
- 1-Podrán participar todos los escritores de hasta 35 años, sean miembros o no de la AHS.
- 2-Se concursará con un cuaderno inédito de poesía que oscile entre las 40 y 80 cuartillas, en original y dos copias, a doble espacio, Arial 12.
- 3-Los participantes se acogerán al sistema de lema o seudónimo y en sobre aparte incluirán los siguientes datos: nombre y apellidos del autor, carné de identidad, dirección particular, teléfono y correo electrónico si lo posee, síntesis curricular y una declaración jurada sobre el carácter inédito del texto presentado.
- 4-Los trabajos se recibirán hasta el 25 de noviembre de 2016 en la siguiente dirección:
Asociación Hermanos Saíz
Calle 37 e/32 y 34 s/n (altos)
Nueva Gerona. Isla de la Juventud.
CP: 25 100 - 5-El jurado estará integrado por prestigiosos escritores de relevancia nacional y su fallo será inapelable. El veredicto se dará a conocer el 3 de diciembre, durante la gala de clausura de la XXI edición de la Jornada Literaria Mangle Rojo.
- 6-Se otorgará un premio único e indivisible, consistente en: trofeo elaborado por un artista de la plástica del territorio pinero, diploma acreditativo, stock de libros. Además de la publicación de la obra ganadora por Ediciones Áncoras, al siguiente año, con el consiguiente pago de derecho de autor.
- 7-La participación en este concurso supone la aceptación de todas las bases.
Un muy buen año para Ediciones Áncoras, de la AHS
Por estos días repaso los libros que me han llegado de Ediciones Áncoras de la Isla de la Juventud. Sus coordinadores, Daniel Zayas y Ailín García, han abierto un camino sin pensar en las distancias mar por medio. Así se les ve, con uno y otro título, empeñados siempre en hacer visibles a los autores desde la Feria Internacional del Libro, o participando en algún evento literario cubano. [+]