Donald Trump
Nuevos tiempos, viejas lógicas
La victoria de Joe Biden en las recientes elecciones de Estados Unidos tiene múltiples implicaciones para la política interna y externa de la nación norteamericana. Uno de los temas donde se espera un cambio de política es en el caso de Cuba, donde muchos consideran que Biden puede dar continuidad a las políticas iniciadas cuando era vicepresidente de Barack Obama.
El posible retorno a una política de relativo deshielo en las relaciones Cuba-Estados Unidos ha llevado a la maquinaria ideológica que adversa el proyecto de la Revolución cubana a retomar una narrativa que ya se aplicó extensamente durante el acercamiento de la última etapa de Obama.
El sentido fundamental de esta narrativa es la de presentar las relaciones entre ambos países como relaciones simétricas, donde ambos deben hacer concesiones para lograr un pleno entendimiento. Así, mientras se espera del gobierno norteamericano un levantamiento o, al menos una flexibilización del bloqueo, se le exige al gobierno cubano una agresiva reforma económica que acerque las dinámicas de la economía interna a las dinámicas de cualquier economía de mercado. Para este fin, se defiende un proceso de privatización que ponga las principales empresas y recursos del país, hoy propiedad del estado, en manos del sector privado y se cuestiona y torpedea la existencia de una economía planificada.
Solo llevando adelante de forma decidida estas reformas, afirman toda una pléyade de analistas, el estado cubano podrá demostrar la buena voluntad indispensable para avanzar en la normalización de las relaciones con Estados Unidos.
Convendría detenernos con más detenimiento en estos supuestos.
En primer lugar se afirma el equilibrio entre ambas partes en la mesa de negociaciones. Este planteamiento desconoce, o pretende desconocer, la profunda asimetría sobre la cual se sustenta lo que los historiadores han dado en llamar “diferendo Cuba-Estados Unidos”.
Dando un vistazo rápido a la historia de las relaciones comunes, Cuba ha sido siempre la parte vulnerada y vulnerable. Desde su inclusión como una apetencia temprana del joven estado norteamericano a principios del siglos XIX, los Estados Unidos no han hecho otra cosa que torpedear por diversas vías el acceso de los cubanos a la plena independencia y soberanía nacional.
Desde las gestiones iniciales por impedir que la entonces colonia española cayera en manos de otra potencia mejor pertrechada para defenderla que la desgastada metrópoli, pasando por las diversas acciones para boicotear el esfuerzo de los independentistas cubanos, hasta su intervención bajo pretexto en la Guerra del 95, cuyo resultado final sería la ocupación militar de Cuba y la exclusión de los patriotas cubanos del Tratado de París.
La república que nació en el siglo XX era una república condicionada por la Enmienda Platt, penetrada y endeudada por el capital norteamericano y con presencia militar permanente, en virtud del Tratado de Bases Navales y Carboneras ratificado en 1903 por Tomás Estrada Palma. Como resultado de este convenio, todavía hoy Estados Unidos mantiene una base naval en territorio cubano, un síntoma más de asimetría.
La Revolución cubana de 1959 afectó sin dudas al capital norteamericano y sus intereses en la isla, a la cual veían como una dependencia privada. La escalada de tensiones posterior llevó a que Kennedy estableciera en febrero de 1962 el cerco comercial, económico y financiero contra Cuba, que será luego convertido en ley en 1992 y 1995. Esta serie de medidas tienen un carácter esencialmente unilateral y han tenido en la administración de Donald Trump una escalada exponencial.
No hay, atendiendo solamente a lo aquí apuntado, simetría posible entre una potencia y una isla asediada que resiste. Aceptar esta lógica sería montarnos en un tren que nos lleva a ceder posiciones y recibir a cambio lo que no es más que el derecho de cualquier pueblo independiente: el respeto de su soberanía.
Otro de los supuestos, que es casi uno de los mitos fundamentales del modelo económico neoliberal que se viene imponiendo en el mundo desde la década del setenta, es el de la necesidad de liberar las fuerzas del mercado como premisa indispensable para cualquier desarrollo futuro en Cuba y cualquier entendimiento pleno con el vecino norteño.
La base de esta tesis es suponer el mercado como un ente abstracto con capacidad de autorregulación propia. Detrás de esta afirmación esencialmente ideológica, lo que se pretende es ocultar el hecho objetivo de que el misterioso mercado no es otra cosa que relaciones humanas. Relaciones de producción, compra y venta. Relaciones que no funcionan al margen de los seres humanos y del control social, sino que por el contrario son producidas por estos y pueden, y deben, por ende, ser controladas por estos.
Imponer esta visión natural del mercado, como un organismo autónomo con capacidad de funcionar al margen de la sociedad, implica también presentar como naturales las relaciones cosificadas que se derivan de la producción mercantil. Presentar como inevitable, como esencia humana, todas las violencias y desigualdades que el sistema capitalista ejerce sobre las sociedades y legitimar, en última instancia, el predominio del gran capital.
Esta lógica es la que subyace detrás de tantos llamamientos liberalizadores a la economía cubana y de tantos enemigos jurados de la economía planificada. Es un elemento que debemos tener en cuenta a la hora de abordar las necesarias reformas económicas en las que está inmerso actualmente el país.
Aceptar entonces el diálogo con Biden, en caso de que se diera, no solo es necesario, sino también positivo para el mejor entendimiento de dos naciones vecinas geográficamente. Puede contribuir al acercamiento entre dos pueblos y a la reconstitución de vínculos con una comunidad cubana en el exilio con la cual las relaciones no siempre han sido fluidas. También puede ser bueno para la economía de un país pequeño, castigado por duras sanciones, que sin dudas se beneficiaría de cualquier alivio relativo que pueda surgir.
Pero todo el proceso se debe llevar con plena conciencia de la desigualdad entre los actores involucrados y de la intención declarada de subvertir el orden político y social existente en Cuba. Es preciso andar con cuidado, sin prisas ni concesiones que puedan comprometer el futuro socialista y soberano de esta isla rebelde.
*Tomado del blog Me muero como viví
Colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda. ¿Qué hacer? (Transcripción de Dialogar, dialogar + fotos y videos)
*(Transcripción de Dialogar, dialogar)
Yasel Toledo Garnache: Gracias al trovador Yunier Pérez (GAPE), ganador de la beca de creación musical Ignacio Bella 2018, por brindarnos su arte. Gracias también a ustedes por acompañarnos otra vez en el espacio Dialogar, dialogar, impulsado por la Asociación Hermanos Saíz.
Nos alegra ver el Salón de Mayo repleto, con muchos jóvenes, pero también con personas de más experiencia, lo cual puede enriquecer el intercambio.
Veo aquí a dirigentes de varias organizaciones, a los presidentes nacionales de la Federación Estudiantil Universitaria, el Movimiento Juvenil Martiano, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, a miembros del Comité Nacional de la UJC…, muy favorable para aportar visiones diferentes y, sobre todo, para pensar qué más podemos hacer, cuáles son las maneras más pertinentes, atractivas e inteligentes para divulgar nuestras verdades en el ciberespacio, para estar conscientes de cada paso en ese entramado de móviles, pantallas, tabletas electrónicas y redes digitales.
Recordamos que Dialogar, dialogar nació en mayo de 2013, poco después del fallecimiento de Alfredo Guevara, Maestro de Juventudes, quien tuvo siempre la capacidad para debatir, escuchar y convencer desde los argumentos y la pasión. Dialogar intentará ser siempre una plataforma para la polémica valiente y la construcción colectiva, un homenaje a quien tanto hizo por el cine y la cultura en el país.
El tema a debate hoy es Colonialismo 2.0 y los desafíos de la izquierda. ¿Qué hacer? Vivimos en verdad momentos muy complejos, en el que a las dificultades del mundo físico se suman las del virtual.
Ahí está la palabra “colonialismo”, un término que a nosotros no nos parece exagerado, ni desfasado, sino muy actual. Cuando uno analiza las particularidades de Internet y el mundo digital, su funcionamiento…, comprende la dimensión de todo eso, con batallas políticas, ideológicas, económicas y de otros tipos, en las cuales se definen cuestiones que trascienden más allá de ciudades y países.
Para desentrañar todo eso nos acompañan Rosa Miriam Elizalde, doctora en ciencias de la comunicación, Vicepresidenta Primera de la Unión de Periodistas de Cuba, fundadora del prestigioso sitio digital Cubadebate, líder del proyecto Dominio Cuba y ganadora en varias ocasiones del premio nacional de periodismo Juan Gualberto Gómez; y el periodista y catedrático español Ignacio Ramonet, doctor en Semiología y Ciencias de la Cultura, un profundo amigo de Cuba, autor de libros como “El imperio de la vigilancia”, “La explosión del periodismo”, “¿Qué es la globalización?”, “Propagandas silenciosas” y “La tiranía de la comunicación”.
Nosotros hace algunos días realizamos un taller con estudiantes de la Facultad de Matemática de la Universidad de La Habana, con el mismo tema de análisis de hoy, un encuentro que fue muy interesante por las singulares opiniones de ellos y porque conocimos algunos de los proyectos de investigación relacionados con las nuevas tecnologías y las plataformas digitales que se realizan en esa Casa de Altos Estudios.
Los invitamos a ver un audiovisual de apenas cuatro minutos, que recoge algunos momentos de ese intercambio. Y luego, escuchemos a nuestros panelistas.
(POYECCIÓN DEL DOCUMENTAL)
Rosa Miriam Elizalde:
Cuando veníamos para acá, conversábamos Ignacio (Ramonet) y yo sobre el concepto de Colonialismo 2.0. Le dije que se puede explicar en dos palabras, “delicioso despotismo”, el título de una conferencia que impartió Ramonet en el Palacio de las Convenciones de La Habana, en febrero de 2002, organizada por Fidel para presentar el libro Propagandas silenciosas. Si mal no recuerdo se imprimieron miles de ejemplares de ese libro, en formato tipo tabloide, y aunque no fue la primera vez que algunos de nosotros escuchamos hablar de los problemas que traía la joven Internet, sí impulsó que siguiéramos obsesivamente estos temas desde una postura crítica.
Propagandas Silenciosas, de Ignacio Ramonet, se publica por primera vez en 2001, cuando todavía no se había producido el atentado contra las Torres Gemelas, momento en que se produce un cambio espectacular en la comunicación: la gente buscó primero la información en la web. El año 2001 se vivió con mucha intensidad no solo por los acontecimientos que estremecieron a Estados Unidos y desataron la “guerra contra el terrorismo”, sino porque en el mundo se estaba produciendo una revolución de la mano de Internet. Cuba no estaba al margen de ese proceso. Por el contrario. Algunos de los proyectos más innovadores de América Latina en este ámbito se produjeron aquí: la red INFOMED; el renacimiento de los Joven Club de Computación; el Polo Científico que integraba distintas disciplinas, incluida la computación; la concepción de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), que integraría la docencia, la investigación y la producción, y que se inauguraría en 2002.
En mayo de 2001 surge La Jiribilla como semanario cultural de periódico Juventud Rebelde, donde yo trabajaba como subdirectora editorial y me convertí, por obra del azar, en editora de esa publicación digital, sin ninguna experiencia.
Todo nuestro país tenía entonces tanta capacidad de navegación en Internet como un hotel en Miami, y sin embargo, La Jiribilla organizó la primera transmisión en streaming de un concierto, desde el Centro Pablo de la Torriente Brau, al que asistió Fidel, en primera fila. Hicimos cosas definitivamente impensables para las posibilidades de infraestructura del país y para el estado del arte de esos momentos en términos de producción de contenidos digitales, pero estábamos imbuidos de aquel espíritu en que parecía que con aquellas herramientas que prometían, en una sociedad como la nuestra, mejorar las condiciones de vida de los cubanos, en términos de acceso a fuentes de conocimiento y de desarrollo científico. Ramonet, con su libro y su conferencia de 2001, venía a recordarnos la dependencia y la nueva colonización en curso que vivía la humanidad a esa misma hora de la mano de las nuevas tecnologías.
Por tanto, “el delicioso despotismo” es la acepción más corta del colonialismo en el mismo momento en que estaba naciendo ya una nueva generación de la web, la 2.0. Un concepto más largo del colonialismo 2.0 podemos encontrarlo en El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, y que nos sirve perfectamente para el tema que nos convoca aquí:
“El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohíbe hacer, te prohíbe ser. El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser.”
¿Qué ocurrió en los pocos años que median desde principio de los años 80, boom de las llamadas nuevas tecnologías, hasta hoy? El reforzamiento de la colonización mental de la que hablaba Galeano, con nuevas prácticas de despojo. No hay que olvidar el nacimiento de Internet debido a un proyecto financiado por el Pentágono, pero hay un hecho previo que jamás se tiene en cuenta, el detonante que hizo posible que esta red se haya convertido en el sistema nervioso central de la sociedad contemporánea: la Crisis de Octubre -o Crisis de los Misiles- de 1962. Ese año el presidente John Kennedy emite una orden ejecutiva para resolver un dilema técnico de primer orden que pone en riesgo el poderío estadounidense frente a la disputa con la URSS, en plena Guerra Fría: la vulnerabilidad de los sistemas de telecomunicaciones en caso de ataque atómico. Pide al Pentágono crear una red que permita la redundancia de la información. Es decir, que si hay un ataque atómico en un determinado punto, se replique y se enrute la información por vías alternativas para mantener vitales las comunicaciones. Fue una proeza tecnológica que se alcanzó con financiamiento público. Las empresas privadas se negaron a participar, porque dijeron que eso era una locura, una inversión inútil de talento y dinero. Siete años después de la orden de Kennedy nació el bebé Internet, ARPANET, que toma su nombre de las siglas de la Agencia de Desarrollo de Tecnologías Avanzadas del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, que tuvo otra característica inusitada: quedó a merced de los profesores y estudiantes universitarios, que siguen desarrollándola y que va escalando con nuevas funcionalidades y servicios, que aprovecha el desarrollo en paralelo de la microelectrónica y la informática, hasta el nacimiento de la web en 1989.
Aquí comienza un modelo de desarrollo tecnológico que se ha repetido hasta el cansancio: proyectos que se inician en entornos militares y se trasladan al ámbito civil, aprovechando el conocimiento colectivo y generalmente desinteresado de muchísimas personas, para retornar al campo militar como poderosísima herramienta de colonización visible o invisible, o ambas a la vez.
En 1993, Estados Unidos establece la política para el desarrollo de la infraestructura de la información nacional (NII), la “supercarretera” de la administración de William Clinton, que creó las bases doctrinales y jurídicas para imponer el protocolo norteamericano como red internacional de telecomunicaciones, el llamado protocolo TCP-IP –que los muchachos de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de La Habana conocen muy bien–, exportando esta infraestructura y obligando a todo el planeta a adoptarla. Fue un golpe maestro de Estados Unidos. El actual dominio político, económico y social de internet que ejercen autoridades públicas y privadas de Estados Unidos es, en parte, consecuencia de la “victoria” del protocolo TCP/IP sobre otros estándares de comunicación, y esto se logró gracias a la imposición de una política diseñada por la administración de William Clinton.
De hecho Clinton se apareció en una cumbre de la Organización Mundial de Comercio, en Ginebra (1998), vendiendo este protocolo como la gran solución a todos los problemas del mundo, en una intervención que, por cierto, Fidel rebate allí mismo. El sueño ciberutópico de Clinton era que en muy corto tiempo todos los habitantes del mundo integrarían la clase media, y Fidel le responde: “¿Y qué planeta va a sostener eso?”
Es importante entender que esta colonización en curso no sale de la nada. Hay poco o nada natural o espontáneo en los procesos que obedecen a estructuras de poder. Al establecer la primera política para el desarrollo de la infraestructura de la información nacional, Clinton dejó muy claro que si había una infraestructura de redes en el mundo esta tenía que ser estadounidense; que si había unos contenidos populares, estos tenían que ser de la industria cultural estadounidense, y unos valores, que estos tenían aquellos donde los norteamericanos se sintieran cómodos. El jefe de Operaciones del Atlántico de los Estados Unidos, Hugh Pope, declaró en 1997: “El mensaje es que no hay nación sobre la faz de la tierra a la que no podamos llegar”.
La capacidad del imperialismo norteamericano para reinventarse con Internet es extraordinaria. En muy pocos años, por ejemplo, transformaron el Ejército de los Estados Unidos. Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de Estados Unidos de George W. Bush, declaró en el 2001 a Internet como nuevo campo de batalla, y a partir de esa definición se reestructuró toda la institucionalidad del sistema de guerra estadounidense para reordenar departamentos, fundir otros y crear, junto a los ejércitos de Tierra, Agua y Aire, el ejército ciberespacial. La frontera estadounidense se extendió oficialmente a todo el planeta, gracias a esta infraestructura transnacional cuyo poder está basado más en el consentimiento que en la coerción, “el delicioso despotismo”, del que hablaba Ramonet en 2001 y que luego se encargarían de documentar Julián Assange y Edward Snowden, con las revelaciones del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional, no solo fuera del territorio, sino dentro de la frontera estadounidense, con un entramado asfixiante de control y práctica totalitaria de la cual no escapa casi nadie.
La idea de que esto es una lucha por el poder; de que el destino de la humanidad depende de en manos de quién queden estas tecnologías; de que la estructura en red fortalece los valores, y si esos valores son hegemónicos, esos valores se fortalecerán y que, por lo tanto, frente a una red hegemónica, hay que contraponerle una red contrahegemónica…, todo eso puede encontrarse tempranamente en el pensamiento de Fidel Castro a fines de los años 90, cuando nos dijo a los periodistas que la Internet parecía inventada para nosotros. Él estaba convencido de que el problema no eran los nuevos instrumentos, sino los valores de quienes disponían de ellos, y que había que aprender de las luchas descolonizadoras pasadas y presentes para reimaginar nuevas formas de colectividad, de apropiación tecnológica, de conocimiento en común y, sobre todo, de solidaridad.
Hay que estudiar el contexto en que se crea INFOMED, para entender cómo el conocimiento científico que permite el surgimiento de esta red de la Salud en Cuba se enlaza perfectamente con los valores de una sociedad como la cubana. La arquitectura técnica de la red INFOMED, creada en el año 1998, es similar a la de Facebook, con importantes diferencias: la cubana se creó seis años antes que la plataforma del pulgar azul, la hicieron compañeros nuestros, desde Cuba, con otros valores diametralmente opuestos a los que de Zuckerberg en Harvard. INFOMED nació para alcanzar a todos los profesionales de la salud en la Isla las novedades del conocimiento mundial en este campo, y para propiciar que un viejito, aun cuando viviera en el último confín de la montaña de Sagua de Tánamo, por ejemplo, pudiera consultarse con el mejor especialista en el Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana, si allí estaba quien pudiera hacer un diagnóstico a su dolencia.
Facebook surgió seis años después con una arquitectura similar a INFOMED, en la gran meca del desarrollo de tecnológico, para dirimir, en la Universidad de Harvard, quiénes eran las muchachas más “acostables” del campus.
¿Qué nos costó esto, compañeros? Que Cuba fuera el primer país del planeta acusado de ciberterrorismo, en febrero del 2001. Lo hizo un alto oficial del Ejército de EEUU cuando todavía no se había producido el ataque a las Torres Gemelas. Estados Unidos se puso a la defensiva, intentó impedir que un país pobre y bloqueado, pero que había hecho una enorme inversión en instrucción pública y en conocimiento científico, creara un modelo diferente, descolonizador, de apropiación de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.
Este es, a muy a grandes rasgos, el escenario. ¿Y por qué hablamos de colonialismo? Porque esta dominación que se sustenta en una nueva infraestructura y que debe su transnacionalización al ensamblaje del poder político y la innovación liderada por los militares estadounidenses, está intentando aniquilar a nuestros pueblos mediante la aculturación, la negación de sí mismos, la colonización invisible de la que nos hablaba Galeano.
En América Latina esto es evidente y ha sido planificado, con cierto éxito, debemos reconocer. En el 2011 se elaboraron las líneas maestras de un programa que algunos expertos llaman “Doctrina de la Conectividad Efectiva”. Comenzó con un estudio, ordenado por John Kerry -entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos-, para intervenir en cada país en América Latina, de acuerdo con su nivel de acceso a Internet y las políticas para la llamada Sociedad de la Información, de modo que se garantizara que la infraestructura, los contenidos y los valores dominantes fueran los norteamericanos, a partir del cálculo de que el 50 por ciento de la población latinoamericana tenía 30 años o menos, y sus relaciones de confianza se estaban construyendo, fundamentalmente, en las plataformas sociales.
Por lo tanto, ¿qué hemos visto en unos poquitos años, desde el 2011 hasta acá? Que América Latina es la región más dependiente, en términos de infraestructura, tráfico de datos, aplicaciones, contenidos… de los Estados Unidos. El 90 por ciento de todo el tráfico que se genera entre nuestros países, e incluso dentro de nuestros países, pasa por Estados Unidos; más del 70 por ciento de todos los contenidos que se generan en el entorno digital están en plataformas de ese país. En el ranking de los diez países que más tiempo consumen en las redes sociales, fundamentalmente en Facebook, cinco son latinoamericanos, con más de cuatro horas promedio diarias en esa red social.
Un estudio de hace unos días, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo, reconoce que el 81 por ciento de los jóvenes latinoamericanos están en Facebook. Pero el 50 por ciento de las personas que no tienen agua potable y a quienes les cuesta alimentarse una vez al día, están en alguna red social norteamericana.
Entonces, cualquier estadística a la que nos asomemos nos van a dar estos datos abrumadores. A esto se suma algo de lo cual ha hablado Ignacio muchas veces: de las diez empresas de más alta cotización en la Bolsa, cinco son de telecomunicaciones, las GAFAM: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft. Apple, por ejemplo, está valoradas en 3,3 billones de dólares. Eso equivale al PIB de 45 países africanos. Eso explica que, debido al carácter supranacional de estas empresas, los gobiernos constatan las dificultades para controlar los efectos no deseados sobre sus poblaciones, mientras que para las plataformas estadounidenses, los mercados transnacionales constituyen una fuente de oportunidades de negocio e influencia a la vez que un espacio de competencia feroz.
Hace unos días atrás, The Atlantic, una importante revista norteamericana, publicó un artículo que revela que Donald Trump va a invertir mil millones de dólares para reelegirse en el 2020. ¡Es una bestialidad!
Durante la campaña presidencial Argentina, el presidente Mauricio Macri, por ejemplo, llegó a invertir dos millones de dólares diarios en las semanas previas a las PASO, las elecciones primarias que se celebraron en agosto de 2019-
¿Por qué ocurre esto? Porque hoy los momentos más innovadores en comunicación política se está produciendo en los momentos electorales. Los grandes laboratorios de big data e inteligencia artificial permiten elaborar con precisión milimétrica los perfiles de los votantes, crear propaganda personalizada tipo “francotirador”, manipular a la opinión pública. Los partidos políticos participan en grandes subastas para comprar los grandes nichos de datos que venden esas plataformas, en las que el usuario entra gratis, pero deja algo muy valioso: toda su información. También, necesitan muchísimo dinero para pagar las pautas publicitarias y sostener cibertropas, robots y equipos creativos que elaboren mensajes personalizados para convencer a la gente de que “no puede decir, no puede ser…”, como dice Galeano. Un “delicioso despotismo” que pone la ciencia y la tecnología al servicio de la manipulación.
Lo hemos visto recientemente en América Latina, donde se ha desatado una carrera armamentista digital, muy visible en 2019 en Venezuela y Bolivia. En este país, por ejemplo, se crearon en muy pocos días 100 mil cuentas falsas con inteligencia artificial de última generación para apoyar el golpe de estado contra Evo Morales. No son perfiles robots convencionales, en los que se puede descubrir fácilmente la automatización: tienen rostros que parecen reales creados con softwares de manipulación de imagen, con historias de vida personalizadas y creadas por máquinas casi en tiempo real, todo falso para generar la percepción de que había un apoyo al golpe de estado, una falacia en un país que en octubre de 2019 -un mes antes del golpe- tenía poco más del 2 por ciento de la población conectada en Twitter.
Ya lo habían hecho antes, cuando la llamada “Primavera verde iraní”, las protestas electorales de 2009, en la que supuestamente habían participado 100 mil personas en Twitter apoyando el cambio de gobierno en Irán. Después se logró documentar que, de las 100 mil cuentas, solo 60 estaban en Irán. Pero entonces y hasta noviembre de 2019 no se podían crear en cuatro días 100 mil cuentas falsas para apoyar a dos o tres actores golpistas, como vimos en Bolivia.
Estas son las nuevas armas que sostienen la guerra híbrida, que es aquella que se produce en todos los terrenos: simultánea, pero con ritmos diferenciados, envolvente, desconcertante, rápida y eficaz para entorpecer la respuesta del adversario. Hay una guerra en la que participan directamente los militares y las cibertropas de un ejército regular, pero hay otras a la par: guerra económica, de información, medioambiental, simbólica, cultural, parecen descoordinados, pero obedecen a un mismo manual, a una misma estrategia en la que el ciberespacio juega un papel articulador. Los descoordinados somos nosotros que no logramos ver el sistema en su totalidad; ellos lo tienen perfectamente delineado, y nos hacen correr detrás de cada guerra por separado como pollos sin cabeza.
Bien, termino y doy la palabra a Ignacio. Es verdad que tenemos enfrente enormes desafíos, pero también es verdad que existen espacios de resistencia en nuestro propio continente que hablan de las enormes potencialidades y la capacidad de lucha de nuestros pueblos frente a este escenario distópico y a estas armas de nueva generación.
La izquierda en Venezuela, Argentina, México ha enfrentado a los grandes laboratorios de manipulación de la derecha, y venció el movimiento popular. En Venezuela se han desplegado todos los tipos de guerra en esta concepción híbrida, y no han podido derrotar a la Revolución bolivariana. No es nada menor, entre las variables que explican la resistencia de ese país, la comprensión de que la lucha hay que darla simultáneamente en las calles y en las redes.
Entonces, hay una nueva colonización en curso, un colonialismo con esteroides, donde hay muchos inertes frente a esta situación, pero otros siguen y seguirán resistiendo; hay muchos que entienden que no podemos enajenarnos de los espacios donde está la gente -siempre digo que si Martí viviera hoy sería facebookkero. Mientras aparecen nuestras propias herramientas, tenemos que ocupar las plazas, sean virtuales o físicas, generar los liderazgos y emplear las nuevas metodologías liberadoras, promover la educación audiovisual en nuestros niños y jóvenes, y disputar los espacios y los discursos; es una disputa cultural y tenemos que oponer, como decía Fidel, a las redes hegemónicas, nuestras redes contrahegemónicas. El mayor desafío no es tecnológico, aunque hemos estado hablando mucho de esto aquí, sino de conocimiento, de conciencia, de cultura.
Comencé con una frase de Galeano y quiero terminar con Frantz Fanon, en Los condenados de la Tierra, y esta no es solo una idea, sino un ultimátum:
“Nuestra misión histórica, para nosotros, que hemos tomado la decisión de romper las riendas del colonialismo, es ordenar todas las rebeldías, todos los actos desesperados, todas las tentativas abortadas o ahogadas en sangre.”
Esa es la invitación.
Muchísimas gracias, compañeros.
(APLAUSOS)
Yasel Toledo Garnache:
Sin dudas, tienen mucha razón quienes se refieren a Internet como especie de campo de batalla, como gran tablero de ajedrez, incluso como un terreno deportivo en el cual existe una competencia constante por posicionar contenidos. Ahí hay disputas políticas, ideológicas, económicas y de otros tipos.
Rosa nos compartía algunas estadísticas muy interesantes. Solo agregar otras. Por ejemplo, según el libro La dictadura del videoclip, del español Jon Illescas, siete de los diez más reproducidos en Youtube entre 2005 y 2015 son de Estados Unidos.
El 61.5% de las banderas que aparecen en videoclips es también la de ese país, multiplicando por seis la frecuencia de la segunda: la de Gran Bretaña. El 90% del total es cantado en inglés.
A eso sumamos que en casi cuatro de cada diez videos (39.8%) hay apología a drogas legales (casi siempre alcohol) y en más de uno de cada diez ilegales (marihuana casi siempre). El modo de vida que más se refleja es el estadounidense, como también pasa en películas y otros materiales audiovisuales.
Además, entre los sitios webs con mayor alcance predominan los de idioma Inglés. Hay una competencia muy fuerte, que a la vez suele ser desigual, lo cual exige inteligencia y trabajo en equipo.
Sé que una idea de Rosa, compartida en otros espacios, es la necesidad de una agenda de comunicación supranacional, una mayor articulación, una estrategia conjunta de la izquierda, o sea, no solo al interior de cada uno de los países, sino de la izquierda internacional.
Esa es una idea también recurrente en Ramonet, quien hace poco, en un encuentro alertaba que a veces los movimientos de izquierda, aun cuando logran estar en el poder un tiempo considerable, no aprovechan todo lo posible la producción audiovisual. Y, en ocasiones, no queda una película, una novela ni libros de ficción que aborden los sucesos, con frecuencia muy heroicos e interesantes. A veces, hasta vienen otros autores y lo hacen desde una posición completamente contraria, que incluye tergiversación y manipulaciones.
A nosotros hoy nos interesa mucho reflexionar sobre cuánto más podemos hacer. Recientemente, releíamos el libro El imperio de la vigilancia, de Ramonet. Lo hacíamos de conjunto varios amigos, y uno decía: “¿Es que acaso debemos tenerle miedo? ¿Es que acaso debemos apartarnos de estas redes, de las nuevas tecnologías?” Yo creo que esa no debe ser una opción; pero sí tenemos que estar conscientes de cada uno de los pasos, de las complejidades, y sobre todo actuar de manera más inteligente y unida quienes tenemos causas comunes a nivel internacional. Son aspectos que seguramente abordará Ramonet.
Ignacio Ramonet:
Primero agradecer a los organizadores la gentileza de invitarme para estar aquí. Y decir también que la última vez que yo estuve aquí fue con Alfredo Guevara, precisamente en una sala también casi más llena que esta, y una quizás de las últimas intervenciones públicas de Alfredo, que era sobre cine, comunicación e ideología.
Uno siente un muy agradable recuerdo, y estoy muy contento de estar aquí esta tarde, en particular en compañía de Rosa Miriam, que ya formamos un dúo, que vamos a tener que hacerlo depositario legalmente, constituirlo oficialmente para que nos manifestemos regularmente, porque lo hicimos hace poco también en la casa de José Martí, además de en la Mesa Redonda.
Y, bueno, por otra parte, felicitar a Rosa Miriam por su brillantísima intervención, en que nos ha dado una cantidad de datos y con un análisis extremadamente pertinente. Lo que ha dicho es fundamental.
El otro día, estuve visitando aquí el Museo Humboldt, que lo acaban de restaurar, y les recomiendo ir a visitarlo porque está absolutamente interesante. Y en esa ocasión, como estoy leyendo una biografía de Humboldt que me recomendó Luiz Inácio Lula da Silva cuando estuve viéndolo en la cárcel. Lula, en vez de estar leyendo o releyendo textos de Lenin, de Gransci y de Marx, estaba leyendo una biografía de Humboldt, escrita por una joven biógrafa alemana, que describe la importancia de Humboldt en este momento en el que hay un sentimiento ecológico particularmente interesante.
Y entonces el otro día, como estaba en la Feria del Libro presentando unos libros con Sandra Sarmiento, que está aquí con nosotros, compré un librito con textos de Humboldt. Y en uno de esos textos él cuenta cómo en 1806, llegó a Caracas, y encontró que era una ciudad extremadamente agradable.
Curiosamente, dijo que Caracas y La Habana eran las dos ciudades más españolas de las que él conocía en América Latina; pero expresó lo siguiente: “En esta ciudad, donde hay un nivel de vida relativamente alto, un conocimiento interesante, no hay un solo periódico. Y no solo no hay un solo periódico, sino que la imprenta aún no ha llegado.”
Y él comparó: “En cualquier ciudad estadounidense de no más de 30 mil habitantes hay un periódico.” Y entonces, digamos, la imprenta se inventó en 1440. ¡Cuatro siglos después en Caracas no había imprenta! Él dice que había una prensa, que no es lo mismo que una imprenta; una prensa, que solo hace hojas, que tenía un francés.
Entonces podemos decir, basándonos en las cifras que daba antes Rosa Miriam, que eso no ocurre con Internet. Internet se inventó, efectivamente, como ha dicho Rosa Miriam, en los años ’60 para el ejército, pero la Web se inventó en 1989. ¿Qué es lo que ha hecho que estemos más familiarizados con el universo de la Web? Porque antes hacía falta un lenguaje intermediario para poder utilizar el correo electrónico, para poder comunicarnos, esencialmente entre universidades, aunque lo creó el ejército con esa base que daba Rosa Miriam.
Si hubiese una destrucción atómica, ¿cómo podríamos seguir comunicándonos? Por eso hablamos de la red, porque si ustedes cogen una red de un pescador, y si le disparan a la red, evidentemente la bala puede pasar a través de la red sin romper nada; pero si ustedes disparan con una Kalashnikov, por ejemplo, y rompen 20 mallas de la red, aún quedan 200 mallas que funcionan.
Entonces la comunicación –decían los norteamericanos– si los rusos desencadenan primeros el ataque, lo que harán es que destruirán todas nuestras grandes ciudades y nuestros nudos de comunicación. ¿Pero entonces cómo nos vamos a comunicar entre, por ejemplo, el centro, donde se encuentre el Estado Mayor, o lo que quede del Estado Mayor, con las fuerzas que hayan sobrevivido, si no se puede comunicar porque los canales se han cortado?
Entonces hay que inventar un sistema que funcione como una red; es decir, que, en vez de ir en vía directa, de un punto a otro punto, vaya dando muchas vueltas, aunque tenga que dar la vuelta al mundo, pero que llegue del otro lado. Ese es el principio que crea la red.
Lo que quiero decir es que, digamos, 30 años o 50 años después de la invención de Internet, masivamente América Latina utiliza los recursos de Internet; no han pasado 400 años. ¿Pero quiere eso decir que ya no estamos en colonia? No, porque hay que reflexionar sobre lo que es la colonia.
Rosa Miriam ha citado dos frases muy importantes de nuestro amigo Eduardo Galeano, pero en realidad hay varios tipos de colonización. Piensen que hoy día, si tenemos que citar cuáles son las grandes potencias de hoy, geopolíticas, las diez principales grandes potencias geopolíticas de hoy son las mismas –excepto China–, que a principios del siglo XX eran Alemania, Japón, Francia, Estados Unidos, Rusia… Son las mismas. Y ya no son imperios coloniales, pero siguen siendo los principales países que dominan el mundo.
Y entonces, ¿por qué lo dominan, si ya no tienen colonias? Y si nos hemos liberado, digamos, los países colonizados de África, de América Latina, de Asia, ¿por qué no ocupamos?, excepto China –y recuerden que China fue la primera potencia del mundo durante 17 siglos, hasta el siglo XVII; dejó de serlo en el siglo XVII, para volver a serlo, entre las principales potencias, actualmente–, ¿pero por qué siguen siendo colonias? Porque descolonizarse no es tan sencillo.
Por ejemplo, de todos los países de América, el único país que no solo se descolonizó, pero que pasó a formar parte del club de los dominantes es Estados Unidos. Los demás países llevan dos siglos, la mayoría de ellos, descolonizados, pero no están en el grupo de países dominantes.
Entonces, con Internet, lo que Internet nos plantea también, son dos cosas evidentemente, que aquí se han subrayado, tú las subrayabas ahorita Yasel: que, por una parte, está el enfrentamiento cultural, la batalla cultural.
¿Hay que desertar de las redes? Sería absurdo. ¡Hay que estar en las redes! ¿Por qué? Porque, aunque no hayamos inventado Internet, la batalla se da hoy en ese espacio, en el ciberespacio, que es un nuevo espacio en el sentido propio de la palabra; es un nuevo espacio, es un nuevo territorio. Digamos, si antes había un espacio, el espacio en el que vivimos normalmente, el espacio tridimensional, el espacio de nuestra vida cotidiana, ahora también vivimos en ese otro, que se manifiesta para nosotros a través de pantallas. Y cuando estamos frente a la pantalla, tenemos un universo mental, imaginario, cultural, de conocimiento, económico, financiero…, todo eso pasa por una pantalla y por el territorio del ciberespacio, que también evidentemente es un espacio de guerra, en el sentido que Rosa Miriam explicaba. Además, ahora las grandes potencias crean un ejército para luchar por él.
Los ejércitos no siempre han sido las Fuerzas Armadas, no siempre han sido complejas como lo son hoy. Las Fuerzas Armadas históricamente, digamos, eran esencialmente en función de los elementos, ¿verdad?
Decía un filósofo griego que nuestro universo se compone de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Este, Internet, sería el quinto. Y observen que se ha creado un ejército para la tierra, un ejército para el mar; uno para el aire; uno para el fuego -que son los bomberos, llamados en algunos países guerreros del fuego-, y ahora, como hay un quinto elemento, que es el ciberespacio, los países están creando este quinto ejército.
Entonces, en esta relación con el quinto elemento, tenemos, por una parte la batalla de ocupar este espacio y de defendernos desde el punto de vista del mensaje y el contramensaje; pero está la otra batalla, que es la de la tecnología. O sea, tenemos que combatir con las armas del adversario. Eso puede conducir a la victoria.
Fidel Castro demostró que con las armas del ejército de Batista se podía triunfar, no era necesario fabricar sus propias armas, o tener una tecnología específica del armamento para ganar la guerra. Pero aquí nos planteamos la cuestión de la descolonización tecnológica también, cosa que Fidel en cierta medida planteaba cuando creó la UCI, es decir, ser capaces también de fabricar nuestras propias computadoras, estar presentes en la reflexión sobre qué es una computadora hoy, qué debe tener como posibilidades, etcétera, y no solo depender de eso.
El presidente Díaz-Canel ha dicho últimamente, en las últimas 48 horas, una reflexión sobre cómo hay que articular ciencia y tecnología; es decir, no solo desarrollar una reflexión teórica sobre la ciencia, no solo enseñar la ciencia, pero desarrollar una tecnología.
El único país del sur que a principios del siglo XX no era una colonia y que formaba parte de los países dominantes –lo he citado antes–, ¿cuál es entre los que cité antes? Japón. La pregunta es por qué Japón no era una colonia. A finales del siglo XIX varios países no habían sido nunca colonizados: Etiopía, Irán, Marruecos, Japón; no habían sido nunca colonizados, nunca. ¿Por qué los demás, Etiopía, Irán, Marruecos, fueron colonizados, y no Japón? Porque Japón apostó por desarrollar su propia tecnología imitando al Reino Unido e imitando a Alemania. En Japón se conduce a la izquierda –ustedes saben eso, ¿verdad–, igual que en Inglaterra, y la obsesión era la de ser tan organizados como los alemanes, y desarrollaron una tecnología propia, un armamento propio, y derrotaron a los rusos en 1910. Primera victoria militar de un país del sur contra el norte. Entonces los japoneses precisamente han desarrollado una tecnología que hoy les permite estar presentes en este universo, digamos, primero, como potencia industrial, la única potencia industrial del sur.
Estados Unidos salió de esa situación en la primera mitad del siglo XIX. Estados Unidos, cuando gana su independencia, es un país que vive del monocultivo del algodón, como Cuba vivía del monocultivo de la caña. Bueno, la pregunta que los historiadores deben hacerse es por qué Estados Unidos salió de su condición de monoproductor de algodón para transformarse en una superpotencia industrial, vencedor de la Primera Guerra Mundial, vencedor de la Segunda Guerra Mundial, vencedor de la Guerra de Secesión del norte contra el sur, cuando Brasil no lo ha conseguido, Argentina no lo ha conseguido, México no lo ha conseguido, etcétera. Es una verdadera cuestión central, y Japón sí lo ha conseguido.
Entonces hoy tenemos, como, digamos, si la cuestión del colonialismo se plantea, es que una cosa es obtener su independencia y su soberanía, y otra cosa es seguir dependiendo tecnológicamente de lo que produce el país dominante, o los países dominantes.
¿Por qué América Latina, aun cuando había doce países progresistas en América Latina, no consiguieron crear ni una universidad de alto nivel, que impidiera que la mayoría de los Doctorandos de América Latina vayan a hacer sus Doctorados a Estados Unidos, o a Alemania, o a Francia, o a Rusia, o a donde sea? ¿Por qué no se ha conseguido eso?
O sea, yo creo que hay que también plantear la cuestión, cuando hablamos de Internet, de por qué no tenemos, en el sur en particular, no tenemos, ni siquiera se piensa en tener una rivalidad, no en materia de contenidos, si bien que es necesario, pero en materia tecnológica.
Observen lo que está pasando con Huawei y la 5G. Los Estados Unidos están llevando a cabo una verdadera guerra, que es una guerra colonial finalmente contra China, para detener el progreso de Huawei en materia de 5G. Pretenden que si un país le compra Huawei a China con la 5G, China, como Estado, estaría penetrando como con un caballo de Troya en ese país. Inglaterra ya ha dado luz verde para equiparse, pero los norteamericanos acaban de detener en Suiza, acaban de intimidar a Suiza para que no sigan adquiriendo la 5G con Huawei.
El temor es tecnológico, porque los Estados Unidos en definitiva, en materia de teléfonos o de telefonía, aunque tienen aún el Iphone, recuerden que cuando empezó la telefonía digital, la empresa que dominaba la tecnología digital, el primer teléfono digital que se impuso como tal era Motorola, que era un gran teléfono así, que hemos tenido varios; grande, que si lo comparamos con los que hay ahora, es un teléfono, casi como el teléfono de baquelita negro que había antes. Entonces era Motorola. ¿Qué ha sido de Motorola? Yo creo que aquí debe haber generaciones que no han oído hablar de Motorola jamás. Y luego, recuerdan ustedes cuando era Nokia. Un país, Finlandia, tenía el mejor teléfono del mundo, y todo el mundo quería tener un Nokia. ¿Qué es de Nokia hoy? Y el Iphone es posible que siga, aunque sigue fascinándonos, es posible que siga ese destino, mientras que hoy los coreanos del sur, pequeño país, que ha imitado a Japón, que se ha dotado de tecnología, Corea del Sur es un país de 45 millones de habitantes, evidentemente cuatro veces más que Cuba, es obvio; pero es un país menos poblado que España, y es una superpotencia tecnológica; y no solo ahora tecnológica, sino miren lo que ha pasado con los Óscares este año, oigan, que es una revolución: primera película coreana del sur en la historia que recibe el Oscar a la Mejor Película y que es una película de Corea del Sur, o sea, que Corea del Sur produce también cultura popular, produce también contenido que seduce al mundo, miren lo que es la K-pop, que debe haber en la propia Cuba millones de adolescentes fascinados por la K-pop la cultura popular coreana, los grupos musicales coreanos.
Yo estuve en el stand de Corea del Sur aquí. La embajada de Corea del Sur en México tenía un stand en la Feria del Libro. Cantidad de adolescentes llegaban allí para preguntar por la K-pop, y los enviaban al stand de Japón manga, que no es lo mismo, como saben ustedes.
Quiero decir que Corea del Sur es aquí un país que ha emprendido una carrera hacia la descolonización, controlando y produciendo su propia tecnología, el Samsung, el LG, y produciendo sus propios contenidos, que conquistan al mundo. Parásitos no solo es el Oscar a la Mejor Película; es la Palma de Oro en el Festival de Cannes a la mejor película, y derrotó a nuestro amigo Almodóvar con Dolor y gloria, que es una película excelente, en mi opinión; pero Parásitos es una película buenísima, y además es una parábola sobre la situación actual, sobre la drogalización, sobre el neoliberalismo. Es una película extremadamente compleja y muy política.
Bien, como ven, lo que estoy diciendo es que descolonizarse no es tan sencillo, aunque cuesta mucho. Evidentemente muchos países han hecho enormes sacrificios; pienso en Vietnam, pienso en Argelia, pienso en Cuba; un enorme sacrificio, para conquistar la soberanía, para conquistar la independencia; pero, bueno, Fidel lo decía también: la segunda independencia está por conquistar. Y ahora hay que ir por la tercera independencia, que es la independencia digital, la independencia tecnológica, el ser soberanos en el ciberespacio. Esta es la misión, el objetivo de las nuevas generaciones en América Latina en particular, porque América Latina, si es consumidora masiva de redes sociales, no es normal que no produzca sus redes sociales. En definitiva, estas redes sociales solo están pasando; no sabemos si dentro de cinco años existirá Facebook, aparentemente sí, pero es posible que no.
Cuando las redes sociales empezaron a desarrollarse, ya ni nos acordamos de los nombres de las redes sociales que parecían absolutamente indispensables y que acabaron por desaparecer.
Yo siempre digo: que estemos en los 30, 40 o 50 primeros años de Internet, recuerden que cuando Humboldt llega a Caracas la imprenta ya tiene cuatro siglos. ¿Qué pasará cuando Internet tenga cuatro siglos? ¿Qué pasará? ¿Y estaremos como estamos ahora aquí? ¿Llegará un viajero a Cuba dentro de cuatro siglos y dirá: bueno, pues aquí aún no hay la propia red social, o aún no hay el teléfono más avanzado? Yo espero que no porque este es uno de los países que tiene más conciencia de esta problemática; porque Fidel, como lo ha dicho Rosa Miriam, fue uno de los primeros que entendió la importancia de Internet; que se puso él mismo –¿te acuerdas, Rosa Miriam–, él mismo se puso a trabajar en una computadora para aprender a escribir en un teclado y le enseñó a Chávez a usar el correo electrónico, y Chávez después también era un apasionado, lo entendió.
Hoy día podemos decir que el presidente Maduro está presente en todas las redes, y en cuanto se crea una red nueva que tiene influencia, inmediatamente está ahí metido. No hay que, evidentemente, abandonar esa batalla; pero yo digo que hay otras batallas, que son de otro nivel, pero que están al alcance del esfuerzo educacional, el nivel científico en particular que tiene Cuba, porque ha hecho prodigios en términos de biotecnología, en términos farmacéuticos, en términos de investigación médica, como ciencia, ¿verdad? Pero hoy es en la inteligencia artificial donde tenemos que estar presentes. Ahí deben estar los matemáticos, es la inteligencia artificial, es la robótica, es la drónica, que es donde hay que estar muy presente cuando llegue la inteligencia artificial.
Yo lo que digo es que, si la inteligencia artificial avanza, y si no la controlamos, es que la inteligencia artificial acabará por excluir al ser humano del planeta; porque una robótica avanzada con inteligencia artificial ya no necesita todas nuestras debilidades; un robot con inteligencia artificial es inmortal y omnisciente, igual que Dios: sabe todo, ve todo y tiene un cuerpo que es eterno. Bueno, ¿qué diferencia hay con Dios? Definan a Dios, y es el robot dotado de inteligencia artificial. Entonces es obvio que ese Dios o esos dioses no van a necesitar al ser humano.
No sabemos qué mundo será. Tenemos que controlarlo. Ese es un desafío para la humanidad. Por eso se habla mucho… ¿Ustedes han oído hablar de qué tipo de sentimientos hay que darle al robot?, si puede haber robots criminales, ya ha habido robots que han matado a personas. Se está desarrollando una legislación para los robots.
En China, últimamente hubo una decisión judicial a favor de un robot que había escrito unas informaciones para la prensa y que la prensa había difundido, y no le querían pagar al robot. Bueno, el conceptor del robot es el que va a cobrar, obviamente, pero el robot había escrito de manera autónoma la información.
Aquí no se lee mucho las informaciones de Bolsa, me imagino, pero en los países capitalistas, donde se lee la información de Bolsa, está enteramente robotizada; la escriben robots. Muchas de las crónicas deportivas que se leen en la prensa de gran tirada están escritas por robots, porque identifican a los jugadores y tienen textos ya hechos. No quiero decir que los cronistas describen como robots, pero los robots describen como cronistas.
Yo creo que el desafío para las nuevas generaciones tiene que ser en la producción, como lo ha dicho el presidente Díaz-Canel, la producción de tecnología, de nueva tecnología, que nos permita también avanzar en ese terreno.
La batalla del contenido, esa la podemos ganar con relativa facilidad, la batalla de las nuevas tecnologías propias, esa es la que hay que ganar.
Muchas gracias.
(APLAUSOS)
Yasel Toledo Garnache: Muy interesante. No diré nada más. Les doy la palabra a ustedes, al público. Pueden preguntar, opinar, lo que deseen.
(Varias intervenciones del público):
Rosa Miriam Elizalde:
Dominio Cuba es realmente un proyecto de innovación digital, que intenta utilizar metodologías de la comunicación estratégica. Necesita la conjunción de diversas disciplinas y ha sido muy difícil de armar, porque todavía no hay condiciones en los medios para integrar estos equipos multidisciplinarios.
Nosotros hemos partido de un principio: no inventar la rueda. Estudiar los referentes internacionales exitosos, qué narrativas impactan en las audiencias, cómo se derivan los mensajes en cada plataforma, qué estándares funcionan en los móviles -la principal pantalla para compartir contenidos hoy-. Fue lo que hicimos en la Cumbre de las Américas de Perú, en 2018, el primer proyecto con el que se inicia Dominio Cuba, aunque todavía no nos llamábamos así.
Algo que es muy difícil entender para un periodista que trabaja en un medio tradicional es que se acabó la época de los los llaneros solitarios en nuestra profesión. Hace falta equipos, con roles especializados, para poder enfrentar la comunicación que se sostiene en una arquitectura compleja donde la estética y los sentimientos son variables de primera importancia.
Se terminó aquella era en la que Ernest Hemingway, cuando se le resistía un título, tiraba la máquina de escribir por la ventana del Toronto Star. Todo dependía de él y su máquina. Eso se acabó. Estamos transitando hacia la era prealfabética, donde la gente se comunica sobre todo a través de las imágenes, donde se apela a emociones primarias, donde no basta con tener la verdad, donde tienes que pelear porque tu mensaje se escuche y se tenga en cuenta en medio de un ruido descomunal.
La izquierda en este sentido ha sido tradicionalmente muy soberbia. Como tenemos ética, como defendemos a los pobres de la tierra, todo el mundo tiene que escuchar cuando nos encaramamos en un cajón de bacalao y gritamos nuestras verdades.
Cuando nosotros emprendimos en 2009 la segunda versión de Cubadebate, hicimos algo parecido: estudiar los referentes más innovadores del momento. El modelo que sirvió de punto de partida era The Huffington Post, un blog de bloggers que fue esencial en la maquinaria que llevó a Barak Obama a la Casa Blanca. Después lo que hicimos fue montar en esa metodología nuestros valores, nuestra línea editorial.
Los medios públicos en Cuba, tantos los tradicionales como los nativos digitales, tienen grandes dificultades para la gestión de la innovación. No solo no tienen presupuesto para ello, sino que se siguen reproduciendo rutinas en las redacciones ancladas en los tiempos en que los medios tradicionales eran hegemónicos. Eso ha cambiado dramáticamente.
Las posibilidades para la transformación del sistema de medios públicos del país están descritas en la nueva política de comunicación social aprobada en 2018. Esta debe aterrizar en decretos-leyes y en nuevas formas de gestión de los medios, que permita incorporar nuevos roles: diseñadores, cientistas de la información, comunicadores, productores audiovisuales, matemáticos, estadísticos, informáticos, cientistas sociales… en función de las necesidades comunicativas, y no por plantilla. Ese es el secreto de Dominio Cuba, que hemos podido organizar en la Unión de Periodistas para mantener un sistema que nos permita simultanear la investigación, la producción, la innovación y la socialización del conocimiento en este escenario.
La compañera que intervino llamaba la atención sobre la generación de contenidos. El 90 por ciento los contenidos de Internet son basura (spam) o no están al alcance del usuario común. Muchas veces son cartas de amor que se hace la gente a sí mismas. Por lo tanto, se necesita un extra para alcanzar la atención, para comunicar, y eso necesariamente exige saberes profesionales.
Y ahí voy a cerrar, porque le voy a dejar la palabra a Ignacio.
Han sido muy interesantes las preguntas y las reflexiones que han hecho los compañeros, que tienen que ver con la necesidad de interpretar este mundo desde nuestra orilla. Desgraciadamente, no hay suficientes espacios desde la izquierda para debatir estos temas. No es que no haya información; hay mucha información en Internet. Si usted quiere investigar sobre cualquier tema desde una perspectiva liberadora, va a encontrar intelectuales y académicos que están interpretando la realidad y que están intentando la transformación de la realidad no solo generando teorías, sino participando en prácticas sociales liberadores. Ahorita les hablé de los argentinos, hay que estudiar esa experiencia. O la experiencia de MORENA, en México, que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de ese país. A AMLO le aplicaron todo tipo de estrategia de ataque y de fakenews, llegaron a crear clusters comunicacionales de muy alta tecnología para implicarlo en vínculos con los venezolanos, los cubanos, los rusos, y su estrategia de campaña utilizó tanto la defensiva como la ofensiva, muchas veces apelando al humor, a los memes. Me acuerdo de un video que se convirtió en viral en medio del supuesto vínculo con Putin, en que López Obrador se presentó como Andrés Manuelovich, con lo cual se burló de todo eso y capitalizó a su favor la campaña tóxica.
Eso no salió de la nada; salió de equipos que, apropiándose de todo estos saberes, metodologías y técnicas de las cuales que hemos estado hablando aquí -incluida la big data y la inteligencia artificial-, enfrentaron la disputa por la narrativa y por el sentido en condiciones superiores a la de los adversarios. Digo superiores, porque cuando existe una simetría en el acceso a la infraestructura y en el conocimiento, la superioridad de la izquierda llega por la ética, por sus valores. Ellos están dispuestos a mentir y a jugar sucio; nosotros no. La inteligencia artificial no es suficiente. Puede llegar a aberraciones como las que contaba Ignacio, pero la inteligencia artificial no es nada si no tiene detrás los analistas que puedan interpretar los escenarios.
El campo popular está lleno de talentos, y hay mucho talento en Cuba. Y a mí me emocionó mucho el video de los muchachos de Matemáticas con el que empezó este Dialogar, porque ese pensamiento es un pensamiento totalmente descolonizado, y eso se está generando en nuestros espacios. El reto –lo decía Ernesto Vera, quien fue presidente de la UPEC, uno de los fundadores de la Unión de Periodistas de Cuba– es qué hacemos cuando la mentira está organizada y la verdad dispersa. La única solución es organizarnos, generar los espacios de debate, de discusión; generar una cultura para poder entender este escenario, compartir el conocimiento, socializarlo y acortar los ciclos de aprendizaje, madurar con carburo.
Nosotros no podemos esperar por que esa cultura digital de izquierda nos llegue por otros; hay que crear los mecanismos, las instituciones, los espacios que permitan integrar las fuerzas poder avanzar porque, es muy asimétrico el escenario, ¡muy asimétrico!
Y voy a cerrar con una idea: no es difícil enfrentar y vencer en este mundo en el que hay que oponerle a la “inteligencia artificial” de unas élites económicas y políticas, el “general intellect” del que hablaba Carlos Marx, las comunidades humanas conscientes, organizadas y preparadas intelectualmente. Hay experiencias en América Latina y en otras partes del mundo ¿Cuáles han sido los instrumentos de los palestinos, por ejemplo, para reforzar los sentimientos de identidad y de defensa de su territorio en los niños y jóvenes? Los videojuegos. Israel abrió el banderín de la conectividad en la Franja de Gaza con la convicción de que sometería a estos pueblos culturalmente. Se equivocaron. La lucha por el territorio es la lucha también por la subjetividad. Ese es el mensaje palestino y ese es nuestro desafío.
(APLAUSOS)
IGNACIO RAMONET. Una vez más sinceramente creo que Rosa Miriam ha marcado la línea, la buena línea; el buen análisis y la buena línea.
Yo simplemente quisiera insistir sobre esta cuestión. En relación con la información, que han planteado las dos personas que hablaron, en realidad, vivimos algo muy excepcional y no siempre tenemos conciencia de ello. Es decir que, si tomamos la historia de los medios de masas, que es una historia relativamente corta, porque aparece a final del siglo XIX hasta el surgimiento de Internet, globalmente la relación que existe es una relación de emisor activo y receptor pasivo; globalmente es eso. La televisión nos habla y nosotros no tenemos nada que decir, a menos que queramos hablar con el televisor, que siempre es posible, o con mi mascota, puedo hablarle a mi perro, o con mi gato, y decirle: no estoy de acuerdo con esto; no le puedo hablar a la persona que está ahí. Con el periódico, igual, aun menos, porque el periódico no habla; hablo en mi cabeza, cuando lo leo. Y con la radio, idéntico: la radio nos habla y nosotros escuchamos.
La mayoría de los estudios, en términos de funcionamiento de los medios, lo que más abunda es estudios de contenido, por definición. Lo menos conocido –yo lo he dicho muchas veces–, el agujero oscuro que no conocíamos era qué hace la recepción, qué hace el receptor con lo que recibe; porque finalmente lo que nosotros sabíamos era esto: esta emisión ha tenido tantos millones de telespectadores. Bueno, pero esos telespectadores pueden pensar que esa emisión no vale nada; no quiere decir que adhieren a la emisión, pueden recibirla con entusiasmo, o con sentimientos críticos, o con rechazo, o puede reforzar sus sentimientos de rechazo, etcétera.
Esto se conocía muy poco, pero en todo caso los roles estaban definidos: había emisores y había receptores. Eso se transforma con la llegada del Iphone. Al inventarse el Iphone, primero, lo que se produce es que este aparato, que seguimos llamando teléfono pero que obviamente no es más que un aspecto de las mil posibilidades que tiene este aparato, que es globalmente una computadora, primero lo que hace es mezclar tres sistemas de comunicación que histórica y tecnológicamente eran muy diferentes: lo escrito, lo sonoro y lo visual. Se han desarrollado artes diferentes: la literatura para lo escrito, digamos el teatro o la radio, para lo oral, la retórica, y el cine, séptimo arte, etcétera. Y de repente… Por eso hay una palabra que ha desaparecido ya de nuestras conversaciones cuando hablamos ahora de los medios: multimedia. Ya no decimos multimedia; esa palabra se decía en los años ’90 porque teníamos un aparato que mezclaba los tres medios, y no solo los mezclaba, sino que los expresa con la misma tecnología.
Rosa Miriam ha recordado ahora un gesto legendario de Hemingway, que es tirar su máquina por la ventana porque no salía un título. ¿Esa máquina cómo se llamaba? La máquina de escribir, ¿verdad?, lo que tira Hemingway por la ventana es una máquina de escribir. Se llamaba la máquina de escribir porque, ¿para qué servía esa máquina? Para escribir. ¿Servía para dictarle, yo le podía dictar un texto? ¡No! ¿Servía para grabar una imagen? ¡No! Solo servía para escribir. Se llamaba máquina de escribir.
Ustedes, en una computadora, pueden escribir; pero pueden hacer mil cosas.
Los teléfonos de baquelita de los que yo hablaba antes, que son teléfonos que se ven en las películas, ¿servían para escribir? ¡No!, solo servían para el sonido. La radio solo servía para el sonido. Quiero decir, había tecnologías que no se podían cruzar. La imprenta, de la que hablamos antes, de la que hablaba nuestro amigo Humboldt, la imprenta no podía grabar imágenes en movimiento, ni sonidos. Ahora sí lo hacemos mediante un sistema digital, ahora los sistemas son que un texto, una letra, es una ecuación matemática. Aquí hay matemáticos, ¿verdad? Es una ecuación matemática escrita con un sistema binario, de ceros y de unos. La A no es una A; en la computadora, lo que transforma visualmente en una A es una ecuación.
Digamos, antes un árbol se parecía a un árbol, y para tener un árbol tenía que fotografiar un árbol; yo ahora puedo sacar un árbol con simplemente una ecuación. Es lo que hacen las imágenes de síntesis cuando vemos la película de animación: son ecuaciones transformadas en imágenes.
Entonces todo eso ha evolucionado de tal manera, que ahora lo que tenemos en las manos, por primera vez en la historia mediática, es un sistema en el que se confunde el receptor y el emisor, el receptor y el emisor es la misma persona. Eso no ha existido nunca.
Yo decía: están ocurriendo cosas excepcionales, y no nos damos cuenta. Esta es una de ellas. Y, además, yo diría que la aspiración política, durante toda la historia de los medios, era la democratización de los medios. ¿Por qué? Porque los medios pertenecían a las clases dominantes. ¿Cuál era la función de los medios? Domesticar a la sociedad. Porque todo el mundo entiende bien que, si yo soy la persona más rica del país, si tengo la empresa más importante del país, si poseo el banco más importante del país, si tengo todo el poder, hay homogeneidad, y tengo todo el poder político además. Pero resulta que yo tengo todo el poder empresarial, todo el poder financiero, todo el poder comercial, y ahora le doy el poder a la gente, establezco la democracia, y digo: ustedes van a decidir. Oye, hay el peligro de que la gente no me elija a mí.
Entonces, ¿cómo yo hago para darle el poder a la gente y, a la vez, quitárselo? O sea, le doy el poder, pero me apodero de su cerebro. ¿Cómo? Mediante el control mediático, que es lo que se llama la propaganda. Van a introducir en nuestras cabezas ideas que no son las nuestras. Es lo que se ha dicho aquí ahora mediante la red.
Entonces ese sistema partía del principio de que la audiencia, la recepción, era pasiva, y todo lo que habíamos explicado hasta ahora era sobre esa base. De repente, cada uno de nosotros se transforma en emisor. Entonces lo que tenemos es un inmenso ruido, que es lo que ha dicho Rosa Miriam, un inmenso ruido, todo el mundo se ha puesto a comunicar y a contar su vida y a escribir. Ha dicho que el 90 por ciento son historias de amor de sí mismos. La gente se oye escribir, o se oye hablar, se graba, graba su fotografía, envía su fotografía; narcisismo total, exhibicionismo absoluto. Hay capítulos sobre eso en mi libro.
Entonces hoy estamos en un momento en que el ruido es tremendo. Y la pregunta es: ¿cómo distinguir? Muy difícil, obviamente, muy difícil. ¿Por qué, además?
Se han planteado preguntas fundamentales: ¿cómo hago yo para saber que una información no es verdad? A veces salta a la vista, pero a veces no tanto salta a la vista; a veces los medios tradicionales ayudan a desmontar una falsedad que las redes sociales se han encargado de difundir masivamente.
Estoy pensando, Rosa Miriam, en la cuestión del camión incendiado en el puente de Cúcuta en febrero del año pasado, cuando quisieron invadir, bajo pretexto de ayuda humanitaria, a Venezuela.
Entonces ahí hubo una investigación del New York Times, aunque evidentemente el gobierno había desmentido, Arreaza en particular, el canciller, había hecho una demostración en Naciones Unidas; pero, como se dijo aquí, eso no trasciende. Cuando lo dijo el New York Times, ya evidentemente los propios defensores, que son globalmente pronorteamericanos, vieron que el medio norteamericano más respetado, más considerado, desmentía la información, ya no la podían seguir afirmando; pero eso no ocurre todos los días.
Y ahora nosotros sabemos eso porque nosotros mismos somos víctimas. Yo he contado experiencias mías, propias, de cómo yo mismo me creo falsedades y las repercuto. ¿Por qué? Hay una disciplina científica que se llama la Neurociencia, ¿verdad?. tengo entendido que aquí se estudia la Neurociencia, y la Neurociencia nos dice que tenemos tendencia emocional a creer aquello en lo que creemos; parece evidente. Si una información confirma lo que yo creo, lo que yo siempre he creído, me la creo.
Por ejemplo, yo soy antimperialista; aquí hay algunos y algunas antimperialistas. Si leemos una información que nos dice que los Estados Unidos son malos en tal o cual aspecto, globalmente nos lo vamos a creer porque sabemos que son malos, y la vamos a difundir, aunque sea falsa, ¿entienden lo que digo? Porque evidentemente nos toca aquello de lo que estamos convencidos, aunque sea falsa.
Entonces eso es lo que se llama ahora la verdad emocional, porque no toda verdad es dos y dos son cuatro. Es lo que Frantz llama ahora el hecho alternativo: tú tienes tu verdad, yo tengo mi verdad, eso dice Frantz. ¿Pero qué es la verdad?
Recuerden que la humanidad, desde que se inició hasta el siglo XVIII, funcionó con una verdad, que se llama la verdad mágica porque, no sé, el Papa escuchaba a Dios y decía qué es lo que había que hacer; o el santero escuchaba, o se tiraban las cartas, o se degollaba una gallina y se veía cómo se movía. Y esa era la verdad.
Oigan, la Grecia antigua, que inventó la filosofía, creía en el oráculo de Delfos; es decir, que una vez al año, en un momento preciso, en Delfos, había una persona que de repente sabía lo que iba a pasar: que había que hacer la guerra o no hacer la guerra, etcétera. Oiga, cosas que llevaban consecuencias tremendas. Bueno, el mundo funcionó durante milenios con la verdad mágica; hace apenas dos siglos que tenemos verdad científica ahí. Eso no ha impedido el fascismo, que ha sido recordado aquí, no ha impedido horrores como los campos de exterminio, en fin.
Entonces quiero decir: hoy estamos en un momento en el que precisamente las palabras, los conceptos en cºomunicación que han surgido últimamente, ¿cuáles son? Fake news, posverdad, verdad emocional, verdad alternativa. Mira, todo eso te está diciendo que hoy las certidumbres no son tan exactas. ¿Debemos por ello bajar los brazos? ¡No!, yo digo como Rosa Miriam; ¡es la batalla que tenemos que librar! Aquí estamos evidentemente. Y hay que hacer masa. Y pienso que esa batalla, en todo caso, cada vez que se pueda, hay que desmentir lo que obviamente es falso.
En este momento la guerra híbrida –como citó antes Rosa Miriam– más importante es la que se da contra Venezuela. No, se ha reforzado también contra Cuba, pero Venezuela es el objetivo número uno. Y ahí un aspecto fundamental de la guerra híbrida es imponer un relato que les dé la razón a los adversarios del gobierno venezolano y de la revolución bolivariana. Contra eso sí podemos luchar, obviamente.
Muchas gracias.
(Aplausos)
Yasel Toledo Garnache: Les agradecemos a todos la presencia durante estas dos horas de intercambio, y los invitamos a adquirir el libro El imperio de la vigilancia, que está en el fondo de la sala. Los invitamos también al próximo Dialogar, dialogar el 18 de marzo, a las cuatro de la tarde aquí, en el Salón de Mayo, para debatir en torno a las Desigualdades vinculadas al color de la piel. Imaginarios y realidades en la Cuba de hoy. Recuerden que pueden sugerirnos temas para el análisis mediante el correo dialogardialogar@gmail.com. Muchas gracias.
DIALOGAR, DIALOGAR: EL COLONIALISMO 2.0 Y LOS DESAFÍOS DE LA IZQUIERDA. ¿QUÉ HACER?
PABELLÓN CUBA, 19 DE FEBRERO DE 2020.
PANELISTAS: ROSA MIRIAM ELIZALDE E IGNACIO RAMONET
CONDUCTOR: YASEL TOLEDO GARNACHE
Revelaciones de una nueva era de confrontación
El Festival Universitario del Libro y la Lectura, que concluyó recientemente en el Pabellón Cuba, sede de la Asociación Hermanos Saíz, tuvo entre sus principales propuestas la presentación del libro Trump vs Cuba. Revelaciones de una nueva era de confrontación, del escritor Rafael González Morales.
El texto –bajo el sello Editorial Ocean Sur– intenta, más que describir los comportamientos políticos, hacer una reflexión sobre los factores y actores que están determinando la política de los Estados Unidos hacia la nación caribeña.
Al decir de su autor, la obra tiene la intención de dirigirse a un público joven universitario en función de contar con argumentos que le permitan debatir y, sobre todo, enfrentar la política hostil y confrontacional que actualmente está desarrollando el gobierno norteamericano.
Es una manera de brindarle herramientas para que se conozca la perversidad y los odios de quien llevan la política contra nuestra nación.
De acuerdo con González Morales, el compendio toma como premisa la interrogante de cuál es la motivación de Trump hacia Cuba, y mediante sus páginas explica en varios acápites la aproximación del multimillonario neoyorquino a la mayor de las Antillas.
Para el profesor, los hechos no deben ser valorados de forma superficial o desde que el magnate tomó el poder en 2016, sino en los orígenes tan lejanos como 1998 cuando tuvo intenciones de invertir en Cuba y esto se frustró por el debate que le supuso la candidatura y cautivar el voto cubano-americano.
Este suceso estuvo secundado por el registro de su marca en la isla durante 10 años con seis meses como prórroga, algo que, al decir del también investigador del Centro de Estudios Hemisféricos sobre Estados Unidos en la Universidad de La Habana, demuestra cómo el actual mandatario estadounidense es una persona que no lo mueven convicciones y principios, sino intereses, coyunturas y circunstancias, a partir de las cuales juega roles.
Trump vs Cuba… esboza los diferentes rostros de Trump como millonario, candidato y presidente, y explica el acercamiento de la derecha cubano-americana y su pacto con ellos.
Asimismo, muestra un perfil de la vida del exsecretario de Estado, John Bolton, así como las circunstancias que lo llevaron a su destitución.