Don Quijote


De paseo por La Mancha: otra lectura a la obra Don Quijote

Hace 415 años, a comienzos de 1605, salía a la luz la primera parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Diez años después comenzaba a circular la segunda entrega de este magno libro, considerada como la verdadera, pues un año antes se imprimió una versión apócrifa con el objetivo de atacar a su autor, debido a que algunos personajes de la época se sintieron agraviados en la primera. Don Quijote, como habitualmente se alude a ella, fue escrita por un soldado, al que por tener inutilizada su mano izquierda, se le conoció como “Manco de Lepanto,” que a decir del filólogo y escritor español José Manuel Lucía Megías,“si hubiera nacido en el siglo XXI, habría sido viajero. Probablemente capitán de vuelo”, lo cual nos describe a un hombre predispuesto a la aventura.

De nombre Miguel, que pudiera llamarse Don Quijote de Cervantes y Saavedra, porque entre él y su personaje se desdibujaron las fronteras, nació en un lugar de España, Alcalá de Henares, un 29 de septiembre de 1547, y falleció un 23 de abril de 1616, día referencial para celebrar el idioma español.  

La obra, un gran paso en el camino hacia la creación de la novela moderna, revolucionó la literatura de tal modo que, según se dice, es la más leída después de La Biblia. Y algo de cierto debe de haber en ello pues desde entonces hasta la fecha todas las artes, los medios de comunicación y la propia literaria, no han dejado de recurrir –volver– a ella, reinterpretarla; tiene la misma un mensaje latente, vivo, perceptible, de resistencia, libertad, honor, fidelidad y amor (el ideal) disponible para dialogar con muchos y diversos públicos. Incluso aquellos que no han pasado de la portada del libro emiten juicos y valoraciones como los que han dejado el hueso en el papel. El cine, la radio, la televisión, el teatro y la danza son los queridos culpables.

Si alguien duda todavía de su impronta y trascendencia, recuérdese que en nuestra geografía insular, heredera del idioma castellano, que hoy se prestigia de ser una nación potencialmente de lectores, El Ingenioso Hidalgo… fue el primer libro encargado a la Imprenta Nacional de Cuba, fundada en 1959, con una tirada de 100 mil ejemplares, con ilustraciones, al precio de 25 centavos. Era una propuesta sugerente, de emprendimiento, del nuevo proyecto cultural cubano en revolución, para dar a conocer a la mayoría los valores humanistas de la obra, para luchar contra todos los obstáculos, y en los que se reflejaron no pocos de nuestros próceres como Martí (“Como Cervantes, con el pie en el estribo”)[1] y el Che (Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo”).[2]

Acerca de lo anterior, la excelsa poetisa Dulce María Loynaz en su discurso de recibimiento del Premio Cervantes 1992 diría:

No sé (…) si la obra cervantina ha sido comentada, absorbida con tanto amor en otros países como lo ha sido en Cuba  (…). Pero de lo que sí estoy cierta es de que en ninguna parte hemos puesto tanto amor en sacar a la luz de nuestro siglo (…) el talento y la imborrable huella que esta pluma ha dejado en todos los que de ella nos servimos para expresar nuestros sentimientos.”[3]

No es de extrañar entonces que en este universo de las publicaciones nos sorprendan algunas novedades cuyo tema gire en torno a…, alrededor de…, a propósito de…, la obra referida. Dígase obras intertextuales vinculadas, explícita o implícitamente, con el texto aludido que influyen, de un modo u otro, en la comprensión de su discurso, hecho plausible, incluso, como metodología didáctica. 

La 29na edición de la Feria Internacional del Libro de la Habana, que se extenderá a las provincias hasta el mes de abril próximo, donde se clausurará en Santiago de Cuba, fue escenario idóneo para colocar, al alcance del público visitante, el más reciente ejemplo de un texto que reafirma la necesidad de leer a Cervantes. Lleva por título El libro de La Mancha (Editorial Oriente, 2019) poemario perteneciente a la Colección Ala y Espuela dedicado a niños y adolescentes. También, por qué no, dedicado a los jóvenes y a los que fuimos niños, pues la literatura destinada a ese grupo social tiene mucho que comunicarnos, de modo que no debemos subestimar tales propuestas.

Su autor se nombra José Manuel Espino, nacido en 1966 en un lugar de Matanzas conocido como Colón. Es, por más señas, dramaturgo, narrador, poeta, promotor, crítico literario y Presidente del Comité Provincial de la Asociación de Artistas y Escritores de la Atenas de Cuba. Además, es considerado por la crítica especializada como uno de los más importantes escritores de literatura infantil y juvenil en nuestro país, quien en 2012 comenzó a cabalgar junto a Alonso Quijano y su escudero con el libro De las sin par andanzas del Guajiriquijote y su escudetero Calvipanzón, publicado por la Editorial Gente Nueva y reeditado en 2014.

Espino, en De las sin par andanzas…, considerado como texto dinámico e hilarante por transitar por diferentes géneros –leyendas tradiciones y campesinas, poemas, teatro y exquisitas recetas–, recreó las aventuras del El Quijote en un escenario campestre, sello este distinguible que puede observarse también en El libro de La Mancha.  

Cabe mencionar que otros autores cubanos que escriben para niños y jóvenes ya habían hecho suyas las historias del Caballero de la triste figura, como el repentista Alexis Díaz-Pimienta con En un lugar de la mancha. (Don quijote en verso, quien sitúa su versión en tiempo y geografía de Cuba guajira y agreste, contada en cuartetas, décimas, octavillas, entre otras formas estróficas de la lírica española.

Acerca de la propuesta del autor matancero, si este no lo sabe (o quizás sí), sirvan estas líneas para trasmitirle –y participarle al público lector- que el poemario que construyó con un elemento fundamental denominado “sensibilidad,” luchó junto a Hospital para gatos locos (Mildre Hernández Barrios) y Une los puntos y verás (Ariel Fonseca Rivero), las otras novedades de la citada Editorial Oriente, contra los molinos de vientos del déficits de materia prima (sobre todo papel) para la producción de libros, que afecta al sector e industria editorial nacional hace más de un año. No obstante, gracias a la gestión institucional de la editorial, el Instituto Cubano del Libro y la Unidad Empresarial de Base Gráfica Caribe, hoy podemos disfrutar y compartir las buenas nuevas de un libro impreso.

Los propósitos de El libro de La Mancha se revelan desde el propio título e ilustración de cubierta, esta última a cargo del artista de la plástica Javier Dueñas (1969), nacido en Cárdenas, Matanzas. Reconocido dibujante, pintor e ilustrador de libros, miembro de la UNEAC, cuyos trabajos se adscriben a la pintura paisajística y abstracta moderna.

Y serán precisamente los motivos paisajísticos, presentes en cada página y aderezados con una imaginería colorida y ostensible, elementos dialógicos para ir redescubrimiento los personajes principales de la obra matriz, véase, Sancho, Dulcinea, Don Quijote, Rucio, Rocinante.

Este libro, divido en tres partes: Los poemas de Sancho Panza (12), Los poemas de Dulcinea (12) y Los poemas del Quijote (13), para un total de 37 trabajos poéticos, cuyos títulos se repiten en cada sección y donde se trabaja con acierto el verso rimado, las coplas, los refranes, trabalenguas, entre otras composiciones, es un producto bellamente ilustrado, donde cada pincelada aporta elementos a la narrativa poética. Véase especialmente los tres retratos, que ofrecen una particular descripción de los protagonistas no tan alejados del referente cervantino. En su conjunto, estos poemas están cargados de ingenio, se alejan de rebuscamientos y por momentos en ellos asoman ribetes de la picaresca, el humor inteligente y la sapiencia de nuestros cantores de la campiña, lo que le añaden valor al libro.

Grosso modo, El libro de La Mancha, como publicación, tiene méritos suficientes para transitar felizmente por la red de librerías y por los diferentes espacios de promoción y comercialización que en lo adelante tiene el –apretado– calendario de eventos del sistema del libro en Cuba. Si queremos que el público más joven lea en el futuro al Ingenioso Hidalgo…, debemos de situarle textos de esta naturaleza y probamente lo hagan con satisfacción.

Por sus singularidades, podría emular para ser incluido –por supuesto, considerándose a los otros libros infantiles anteriormente aludidos– en una nueva edición Del donoso y grande escrutinio del cervantismo en Cuba, si existiera esta posibilidad, que bajo el sello Editorial de la Universidad de La Habana, proyecto iniciado en el 2005 –continuado posteriormente en 2015–, conmemorando los 400 años de la publicación de la primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha.

En sus páginas bien cabría un epígrafe dedicado al cervantismo en la literatura infantil, en el que algún trabajo crítico colocará, en perspectiva, lo que Espino entendió pertinente ilustrar con la palabra para el público más inteligente: el público infantil.

 

Notas y referencias bibliográficas:

[1] José Martí: Obras Completas. Tomo 20 (Epistolario), p. 38.

[2] Carta de despedida del Che a sus padres (1 de abril de 1965). Disponible en http://www.americas-fr.com/es/historia/guevara-padres.html

[3] José Antonio Baujín: “De la cabalgata cervantina por los caminos de la cultura cubana”. Centro Virtual Cervantes. Disponible en https://cvc.cervantes.es/literatura/quijote_america/cuba/baujin.htm


Andanzas y delirios de un Don Quijote cubano (+ galería de fotos)

Desde que Marius Petipa estrenó en 1869 el ballet Don Quijote, la obra ha sido adaptada varias veces. La puesta inaugural ocurrió el 14 de diciembre de 1869 en el Teatro Imperial Bolshói, en Moscú, Rusia, con coreografía y libreto ––que también ha variado–– del importante maestro y coreógrafo francés, y música del austriaco Ludwig Minkus.

Foto Wilker López

Otra de las versiones conocidas es la que realizó el maestro ruso George Balanchine, uno de fundadores del estilo neoclásico, en Estados Unidos, en 1965. A estas se suma la versión coreográfica creada por el cubano Gonzalo Galguera Gómez, al frente del Ballet de Magdeburgo, Alemania, presentada por el Ballet de Camagüey, con dirección de Regina Balaguer, en varios escenarios del país, celebrando el aniversario 52 de la compañía.

Foto Wilker López

La obra de Petipa se basa libremente en Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, en particular en las “bodas de Camacho”, episodio narrado en el capítulo XIX de la segunda parte, donde se cuenta el romance entre el barbero Basilio y la joven Quiteria (Kitri en el ballet). Originalmente con un prólogo y cuatro actos, las puestas a partir del siglo XX han sido reducidas ––como vemos en la versión de Galguera–– a un prólogo y tres actos, por lo que solo se utiliza parte de toda la música original de Minkus.

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La versión de Galguera del Ballet de Camagüey ––con libreto de Johanna Jordan y Ulrike Schröder–– le aporta originalidad y dinamismo a la puesta, a veces solo atenuada con los necesarios intermedios entre actos. En lo particular, creo que el prólogo ––donde se explica la locura de Alonso Quijano a causa de leer tantas novelas de caballería, de las que emerge Dulcinea, mujer ideal dotada de belleza y encanto que corre el peligro de ser secuestrada, por lo que su escudero, Sancho, lo ayuda a engalanarse como caballero andante y salvarla–– distiende la pieza, en un introito que debe ser todo lo contrario, invitarnos a acompañar a Don Quijote en sus andanzas por la Mancha.

La obra, a partir de aquí, empieza a ganar ritmo. “Esta versión de Don Quijote es jovial y muy fresca, pues pone a bailar a toda la compañía sin atender rango”, asegura Regina Balaguer.

Foto Wilker López

Recién presentados de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, donde mostraron esta obra, los integrantes del Ballet de Camagüey son muy jóvenes, podríamos decir que recién graduados la mayoría. A pesar de los riesgos que ello conlleva, sus bailarines le aportan frescura y elegancia, osadía y prestancia, a una pieza clásica, conocida, que el público agradece, porque además, los integrantes del Ballet de Camagüey son buenos actores, virtud no siempre fácil de encontrar en puestas como estas.IMG_9614.JPG

Es necesario destacar las interpretaciones ––al menos la noche en que vi la puesta–– de los jovencísimos Dianailed Dopico, como Kitri, y Jonathan Pérez, como Basilio, su pretendiente, quienes mostraron en escena versatilidad interpretativa y lucimientos técnicos.

Un Quijote de lanza y adarga fue interpretado por Iradiel Rodríguez, Sancho por el actor Aidel Pelegrín, y Camacho, acaudalado aspirante a contraer nupcias con la joven Kitri, por el extrovertido Camilo Santiesteban, quien recibió merecidamente varios aplausos.

Una escenografía básica, sin derroches ni efectismos, apoyada en el manejo de las luces; un vestuario colorido y variopinto, en dependencia de la escena, confeccionados en su mayoría en el propio taller camagüeyano de la compañía; la música de Minkus, acompañamiento vital en toda la obra, y la interpretación de los jóvenes bailarines ––osados, es cierto; que pueden superarse y crecer para bien de la obra, también–– hacen del Don Quijote del Ballet de Camagüey una puesta ya referencial en la historia del colectivo, fundado el 1 de diciembre de 1967 por Vicentina de la Torre y vinculada estrechamente al trabajo de Joaquín Banegas, Alberto Méndez, Iván Tenorio, Jorge Vede y el maestro Fernando Alonso, fundador de la Escuela Cubana de Ballet, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) y pedagogo de prestigio mundial, quien lo dirigió de 1975 hasta 1992.

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Su coreógrafo, Galguera, ganó el premio del primer Certamen Iberoamericano de Coreografía, La Habana, 1998, con auspicio de la Sociedad General de Autores y Editores y el BNC. Entre muchos conjuntos que ha trabajado destacan el Ballet Municipal de Lima, el Joven Ballet de María de Ávila, en España, la agrupación Incolballet (Instituto Colombiano de Ballet Clásico), y el de la Komische Oper de Berlín, en Alemania. Sus adaptaciones de varias piezas del repertorio clásico atraen la atención de la crítica, su versión de Drácula fue nominada como mejor coreografía y producción por la revista TANZ de Alemania, mediante votación de los más importantes críticos europeos de danza.

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