Documental


De la superficie, el brillo

Sin ser asiduo a la cámara, incluso la mayoría de las veces evitándola, al poeta cubano Delfín Prats, reconocido con el Premio Nacional de Literatura 2022 y Maestro de Juventudes de la Asociación Hermanos Saíz, le han dedicado más de un material audiovisual, entre ellos Delfín Prats: entre el esplendor y el caos (2008), documental de Carlos Y. Domínguez, y el más reciente Saldo, de la también holguinera Alejandra Rodríguez Segura, obra basada en el poema homónimo de Lenguaje de mudos, libro con el que Delfín ganó el Premio David en 1968.

Además de cápsulas promocionales, Delfín ha participado, como entrevistado, en otros documentales y algunos pasajes de su vida han motivado abordajes desde la ficción cinematográfica. Dayana Araujo suma su acuciosa y curiosa visión, la de la joven realizadora —jovencísima, incluso cursa el segundo año de la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, en la Filial de Holguín de la Universidad de las Artes-ISA— interesada en conocer la cotidianidad del poeta, adentrarse en las “pequeñas cosas” que componen no solo el ambiente doméstico entre las paredes de su casa, sino su vida actual: sus perspectivas, pensamientos, dudas y alegrías. El Delfín Prats que hoy, frente a la cámara, confiesa sus puntos de vista, nos dice sus verdades. A esas se acerca El brillo de la superficie, documental presentado en la Selección Oficial del XVIII Festival Internacional de Cine de Gibara.

Foto de la directora

 

¿Cuál fue la motivación para realizar El brillo de la superficie?

Vivo muy cerca de Delfín y sentí que tenía que hacerle algo por toda la historia detrás de él, pero irse al pasado era absurdo porque, como dices, a Delfín se le han hecho otros materiales. Lo que tenía sentido, entonces, era explorar en su vida actual, cómo es la vida de Delfín Prats ahora.

¿Cuál es la tesis? O sea, el objetivo que te planteas, lo que, de alguna manera, te propones…

La tesis está detrás de ver las cosas con una perspectiva distinta, salir del atolladero y proyectarse. Que quiere decir eso: mostrar un estado actual desde una forma íntima, más en interacción con el personaje.

¿A nivel audiovisual qué recursos utilizas y cómo los pones en función de una estética que se mueve entre lo observacional y la metáfora, entre la intervención de los realizadores frente a cámara y la imagen poética, entre la cotidianidad y cierto matiz social?

Pongo la cámara en función totalmente de Delfín; es otra extensión, por lo tanto le corresponde tratar de acercarse lo más posible a él y reaccionar como tal. Incluso me valgo de algo que a veces es delicado tocar: el enfoque. En los primeros planos trato de jugar mucho con el enfoque, porque va de la mano con la proyección actual de Delfín, que a veces es ambigua y difusa.

¿Qué fue lo más difícil del proceso de rodaje?

La incertidumbre de que en cualquier momento Delfín se parara y dijera que no aguantaba más, porque le era sumamente complicado permanecer frente a la cámara.

Algún referente que utilices o sea importante para ti en la realización de El brillo de la superficie.

Mi referente mayor a la hora de tratar esto, incluso en la idea del enfoque-desenfoque, fue Alejandro Alonso. En el documental Brouwer el origen de la sombra (Khaterine T. Gavilán y Lisandra López Fabé, 2019), él pone este recurso en función de la vista de Leo. Fue algo que me encantó y esta misma forma se explora en Diario de la niebla de Rafael de Jesús Ramírez.

Eres estudiante de Famca, de la Filial del ISA de Holguín. Y es primera vez, si no me equivoco, que un estudiante de la Filial integra la selección oficial de FICGibara. Coméntame sobre ambas experiencias: la de participar y la de hacerlo siendo estudiante aún.

No tenía idea de qué es la primera vez. Alucino. Casi siempre mando con la idea de que no pasarán del envío y cuando me llegó la noticia la felicidad fue inmensa. Como estudiante es más loco, porque no esperas tener el nivel suficiente para entrar en festivales así. Es algo lindo.

Algún poema o verso de Delfín que te sea digamos que especial…

«“No quemes la paloma”, tanto silencio no puede soportar…». Es un verso que pertenece a Gestos.

Algo más que desees añadir…

Esperar que lo divino ocurra a más personas y les llegue lo que quise aportar con el documental. Aunque sea un 0.5% de lo que yo sentí haciéndolo y estando frente de la realidad de una persona tan grande como es Delfín Prats, que a pesar de la memoria, el tiempo y las mil cosas que van dejando daños colaterales y quitando privilegios, en lo que siempre fue bello, belleza quedará y la idea era esa, buscar lo bello por encima de todo lo que ha dejado la historia, exaltar el brillo que sigue estando en Delfín a pesar de los años y el dolor.


Santa, clarísima canción

Pensar en el Encuentro Nacional de Trovadores Longina Canta a Corona es recordar descargas, confluencias, descubrimientos; es evocar los nombres de quienes han decidido compartir su obra con el público de Villa Clara (quiero decir: del mundo entero); es lamentar el manto de silencio que se extiende como un sudario sobre festivales verdaderamente valiosos. Pensar en el Longina es recordar la locura de nadar a contracorriente en tiempos que nos lanzan por el barranco de las candilejas.

Juan Carlos Travieso y su muy diligente equipo de trabajo lo saben mejor que nadie. Por eso, cuando llega el Longina, aprovechan cualquier rincón de la ciudad de Santa Clara para grabar entrevistas y conciertos que luego disfrutaremos en el nunca suficientemente bien ponderado espacio televisivo Entre manos. Y quién mejor que Travieso y su equipo para romper (otra vez) la barrera del silencio, para contarnos la historia completa de un encuentro que ha sido escuela de casi todos los trovadores del país.

“El día que se cuente con un poquito de más seriedad, el Longina va a tener que ser Patrimonio de la Cultura Cubana”, dice el trovador Ariel Barreiros en Santa canción, el documental que intentará saldar esa deuda ya histórica. La obra, además de repasar los momentos más significativos de esta fiesta, se propone diseccionar el presente a partir de las ideas de quienes viven, sueñan, analizan y, sobre todo, defienden la trova, en sentido particular, y la canción cubana contemporánea (el término es de Joaquín Borges-Triana), en sentido general. Cuestión de tiempo para que se anuncie su estreno.

A propósito de Santa canción, las historias que narra y los temas que aborda, el Portal del Arte Joven Cubano conversa con su director, Juan Carlos Travieso.

¿Cuándo empiezas a interesarte por la trova?

“Desde la infancia, pero los dos momentos más importantes en mi vínculo con la trova tienen que ver con Argentina: el primero fue cuando vi la película Darse cuenta [Alejandro Doria, 1984], que terminaba con la canción `La masa´, de Silvio Rodríguez. El segundo fue cuando Silvio dio un concierto multitudinario en Buenos Aires, en los 80. Entonces me digo: ¿qué pasa con esta música?, ¿qué tan importante es? y ¿por qué no la conozco? A partir de ahí empezó una motivación por conocer a Silvio y a todos los trovadores de Cuba. Fue tan fuerte que, años más tarde, cuando a partir del 87 comencé a trabajar en una emisora de radio como guionista y director de programas, difundí la trova en mis espacios. Hacía programas de hit parade, donde colocaba temas de trova aunque no estuvieran en la preferencia generalizada.

“Luego estudié en el Instituto Superior de Arte. Mi tesis fue un documental sobre Frank Delgado, trovador que había descubierto en mis andanzas por la radio, en una época en que su obra no se difundía en ningún medio masivo de comunicación. Me fascinaron sus canciones underground, conecté con su discurso, y por eso me propuse hacer ese trabajo. De ahí en lo adelante, mi amor por la trova ha sido totalmente declarado. 

“Un poco después de que se funda Canal Habana, comienzo a dirigir Entre manos. El programa nació —por cierto— en El Mejunje de Santa Clara. Visité la ciudad, invitado por Yamil Díaz, para hacer un documental sobre El Mejunje. Pasé como una semana conociendo el lugar, fascinado con todo ese mundo… Por muchas razones, el proyecto no se realizó. Sin embargo, estando en la descarga del jueves de La Trovuntivitis, le digo a Yamil: `no voy a parar hasta hacer en la televisión eso que estoy viendo aquí. Me encantaría llevar ese espíritu de descarga a la televisión´. Y así surge Entre manos, que va a cumplir 15 años al aire y ahora finalmente está realizando el objetivo de llegar a la pantalla de Cubavisión. En eso estamos.

“Bueno, con 15 años haciendo un programa de trova, es muy difícil que no conozca a un trovador en la Isla, su obra, su nombre y muchas de sus canciones. Lo mejor es que la trova es una fuente inagotable: cada día aparecen nuevos, cada día aparecen mejores. Una fuente inagotable de la que siempre estoy bebiendo”.

foto del proceso de grabación./ cortesía del entrevistado.

¿Cuándo empezaste a asistir al Encuentro Nacional de Trovadores Longina canta a Corona?

“Creo que en 2016 o 2017 nos invitan por primera vez al evento. Incluso, Raúl Marchena y el resto del piquete proponen que hagamos un programa con público. Descubrir el Longina, vivir tantos días de actividades y, a la vez, tener la posibilidad de hacer ese programa, fue una novedad para nosotros. Espectacular, la verdad.

“Desde ese momento aproveché para grabar muchos de los conciertos con la colaboración de sonidistas y realizadores de la provincia. Todo lo que nos ha hecho falta, siempre lo hemos encontrado en esos amigos y colaboradores”.

¿Qué importancia tiene la ciudad de Santa Clara para la trova cubana?

“Bueno, creo que hoy la ciudad es, sin dudas, la cuna de la trova joven. La trova transgresora, que intenta romper esquemas, que busca estéticas nuevas y vínculos con referentes de la cultura cubana y universal. En Santa Clara hay un diapasón muy amplio: se pasean por el jazz, el blues, el rap, incluso hasta por el reggaetón. Es un lugar donde todo el tiempo están creando, compartiendo y consultando sus canciones. No viven en una burbuja: siempre se están inyectando vitaminas nuevas al invitar al Longina a creadores de todo el país. Hay eventos en otras provincias que son más parcializados, pero el Longina ha intentado romper esa barrera, con la ventaja de estar en el medio de la Isla, donde el viaje a nadie le resulta demasiado largo”.

foto del proceso de grabación./ cortesía del entrevistado.

¿Cómo surge la idea de hacer un documental sobre el Longina?

“Nace de los propios realizadores del festival. En algún momento Yordan Romero y Marchena se sientan conmigo y me hacen la propuesta. Ciertamente, yo tenía una buena colección de archivos que me permitían ya hacer un balance del evento y no quedarme en las vivencias de un solo año. Cada vez que voy, grabo muchos conciertos y hago muchos programas. Eso me ha permitido hacer un documental lo más equilibrado posible. Después he tenido que acudir a los mismos trovadores, a periodistas de Villa Clara como Hilda Cárdenas Conyedo, quienes me han facilitado materiales de archivo para el trabajo”.

En Santa canción prescindes del narrador tradicional y la voz en off para que los protagonistas cuenten su propia historia. ¿Cómo viviste el proceso de montaje?

“Me gusta recurrir a esa estética. Pocas veces, cuando me ha sido estrictamente necesario, he utilizado el narrador. Fundamentalmente trato de que los personajes cuenten su historia. En este caso tenía muchas entrevistas: cuando las uní, sumaban siete horas. Había para escoger, y eso me permitió darme cuenta de todo lo que me faltaba. También influyeron otros factores en su realización: el hecho de no hacer el trabajo con apuro, el que viniera la pandemia de Covid 19, la posibilidad de entrevistar a algunas de las grandes figuras que habían participado en el festival para que me hablaran específicamente del Longina… Todo eso llevó a que el documental tuviera testimoniantes de peso como Silvio Rodríguez, Silvia Pérez Cruz, Pedro Pastor. Pude filmar a muchos trovadores, tanto cubanos como extranjeros”.

foto del proceso de grabación./ cortesía del entrevistado.

El documental, además de hablar del Longina, aborda la canción cubana contemporánea y la propia sociedad en la que se desarrolla. ¿Desearías que Santa canción propiciara un debate sobre las maneras de optimizar los procesos de promoción y comercialización que giran en torno a la trova cubana?

“Mi propósito no fue nunca hacer un documental que recogiera solamente la historia del evento. Me interesa mucho el porvenir, el futuro, y todo lo que pasa hoy con la trova, que es Patrimonio, pero todavía no está lo suficientemente cuidada. Falta mucho para que haya un trabajo consecuente a favor de su promoción y la preservación. Hoy en día los problemas tecnológicos y materiales nos ocupan y complican demasiado el tema de patrimoniar algo. Llevo 15 años realizando Entre manos, y todos los programas que se conservan del espacio es porque los tengo guardados en mi casa o los subí a YouTube. Algunos que se guardaron en el Canal Habana, por ejemplo, se borraron porque dio problemas un servidor. De esos no me quedé con ninguna copia.

“Creo que no ha sido coherente el sistema de conservación de los materiales fílmicos. Si hoy uno hace un levantamiento de los documentales que se han hecho sobre la trova, puede que te encuentres cinco o seis, siete, ocho. Y yo estoy seguro de que hay muchísimos más. Pero no existe una preocupación por saber dónde están esos materiales, a quién se les dedicó, cuál es el archivo. Todo eso tiene un valor inigualable, y se pierde porque no se le brinda la atención que debería tener. Es lamentable.

“Hoy declaramos a la trova Patrimonio Cultural de la Nación, y puede que existan algunas acciones en las disqueras, en el Icaic [Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos]; pero a nivel de telecentros y trabajadores independientes faltan muchas puertas por tocar. Falta un trabajo sistemático. No puede ser que hoy sí, y mañana no. Tiene que ser todos los días y a toda hora”.

Una pregunta casi obligatoria: ¿Te sientes satisfecho con el documental?

“Siempre uno se queda con la idea de que sería bueno que la gente conectara con la obra. Ahora que estoy terminando el documental —viene un proceso de posproducción; de sonido, sobre todo—, mi sueño es estrenarlo en Santa Clara, por supuesto. No hay sitio mejor para exhibirlo. Lo más importante es que quede como registro, como testimonio, como provocación, incluso, para entender lo que ha venido pasando con la trova y lo que puede significar a nivel internacional.

“Cuando pienso en trova, pienso en la canción de autor: un movimiento que trasciende nuestras fronteras. En esa internacionalización tiene que proyectarse el festival Longina, y cualquier otra cosa que intente mostrar la trova como un fenómeno cultural. Hacia ahí me gustaría que apuntara el documental: hacia la idea de que la trova es, como dice uno de mis entrevistados, un suceso que atrae a muchos públicos; y culturalmente debería potenciarse también para el turismo, para lo que de Cuba se enseña al mundo. Generalmente no es así: desde las altas esferas en ocasiones se piensa a los trovadores solo para eventos políticos. Sin embargo, existe un trasfondo cultural muy fuerte y muy desaprovechado. Nos hace falta traer gente a la Isla, y la cultura tiene que ser un puente para establecer esos vínculos».


Cosme, autorretrato para un enorme juego con el tiempo

Cosme, un enorme juego con el tiempo es un autorretrato de Cosme Proenza Almaguer. La afirmación anterior podría ser paradójica, si partimos de que un autorretrato es una imagen de la misma persona que lo realiza: el artista se dibuja a sí mismo y sabe captar –él, mejor que nadie– los rasgos de su personalidad. Jandri –como llamamos los amigos a Alejandra Rodríguez Segura– logró lo que no todos concretan cuando se acercan a un creador como Cosme, tan holguinero, cubano y universal: atrapar, con sensibilidad y maestría, la esencia de una obra enorme, que investigó desde Holguín –el único lugar donde le era posible hacerlo, decía– las capas y profundidades de la historia del arte occidental de más de cinco siglos.

Fotos Bernardo Cabrera

Cosme sabía que además de su creación, que ha influido a varias generaciones de artistas, este documental sería como esa carta al mundo que lanzó la poeta Emily Dickinson. Una carta-testimonio; un documental que permite acercarnos, curiosos y motivados también por la admiración, a momentos vitales de su obra: a la génesis y los caminos de un maestro. Por eso este es, sobre todo, un audiovisual sincero, como sincera es la mirada de Cosme Proenza. Él mismo aseguró que “se es personal en la medida que se es sincero consigo mismo”, como aquel Martí de Arche que, con la mano en el pecho, le cautivó en su natal Tacajó.

Fotos Bernardo Cabrera

Jandri nos entrega un autorretrato de Cosme pintado por Cosme, y por ella. Lo hace sin estridencias, luego de cuatro años de profusa investigación y trabajo, con la humildad del orfebre, o del copista e iluminador que en el claustro medieval dejaba que la pluma creara maravillas insospechadas, misterios por imaginar, como aquellos que inquietaron la imaginación de El Bosco y Brueghel El Viejo. La cámara no es intrusa, se detiene o acompaña la mirada de Cosme, en determinados espacios, objetos y sitios, pero no traspasa la intimidad del creador de series como Manipulaciones, Boscomanías y Los dioses escuchan, etapas de un trabajo que estableció diálogos, desde sus inicios, con los grandes maestros, con las bases de la tradición europea: desde el Políptico de Gante de los hermanos Van Eyck –incluso antes, con la estatuaria griega y el canon de Praxíteles– hasta sus búsquedas en El Bosco, las variaciones sobre temas de Matisse o la escuela abstracta norteamericana, pasando por más de cinco siglos de arte occidental. Es una tradición que Cosme estudió e investigó a profundidad, hasta crear una especie de sólida columna vertebral que soportó su discurso, y en la que incorporó disímiles intertextualidades, signos y citas. “Yo no puedo citar a un grande si no puedo ni siquiera asomarme a un diálogo con él”, nos dice aquí Cosme.

Fotos Bernardo Cabrera

A todo ello –como puertas que se nos abren a mundos que apenas vislumbrábamos, incluso quienes nos habíamos detenido en su amplio quehacer– nos acerca un documental que destila una profunda admiración y un cariño tan íntimo como palpable, que Jandri supo trasmitir al resto del equipo. Cosme, un enorme juego con el tiempo –además de una muestra de agradecimiento a quien tanto nos entregó– es una producción de un apreciable valor testimonial, que resguarda la memoria de uno de los grandes artífices de Holguín, Cuba y el mundo; y que nos hace agradecer la dicha de vivir similar tiempo bajo el sol en esta ciudad; incluso que podamos afirmar con orgullo que somos contemporáneos de Cosme.

Fotos Bernardo Cabrera

Una vez Cosme me dijo que “la ventaja de ser viejo es que eres como San Juan en el Apocalipsis, que ves desde más alto cada día”. Posibilidad que nos permite volver, jugando con el tiempo, sobre lo pasado. Desde la altura de hoy, al lado de sus ángeles tutelares y de los maestros a los que tanto admiró, y bajo el manto de la Virgen de la Caridad del Cobre, Cosme Proenza Almaguer nos acompaña –mientras se escucha la Sinfonía no. 4 de Johannes Brahms– en la búsqueda infatigable de la belleza, porque no existe manera de escapar de ella.

Palabras de presentación del documental Cosme, un enorme juego con el tiempo, de Alejandra Rodríguez Segura, el lunes 26 de diciembre de 2022, en la sala Raúl Camayd del Teatro Eddy Suñol de Holguín.

Fotos Bernardo Cabrera

Manuel Ojeda, el peso de la quietud y la persistencia de la memoria

El peso de la quietud surge en parte como una necesidad por retomar el camino de la plástica”, comenta el joven realizador Manuel Ojeda Hernández sobre su proyecto de documental beneficiado por el Fondo de Fomento del Cine Cubano (FFCC), un camino que comenzó en su natal Camagüey cuando se graduó de la Academia de Artes Vicentina de la Torre.

“Soy fotógrafo de formación y el proyecto surge, en sus inicios, por la necesidad de abordar un fenómeno desde mi especialidad; para ese entonces todo era puramente formal. Una vez visibilizado el fenómeno descubrí que se hacía cada vez mayor la necesidad de contar una historia. Fue de esta manera que me acerqué poco a poco al género documental y me distancié un tanto de la fotografía para adentrarme en un proceso completamente narrativo”.

“Hoy en día todo se mezcla y en este caso siento que la narración del documental se construyó a partir de símbolos, elementos conceptuales y referentes plásticos. Uno de los principales objetivos que me tracé fue desprenderme de mi formación como fotógrafo, pensar solamente en el cómo contar la historia y no dejar que la visualidad la contaminara. Siempre había pensado en cómo contar desde la puesta en cámara y desde sus recursos expresivos, pero en este caso dirigir ha sido una experiencia completamente diferente”, cuenta Manuel sobre su proyecto seleccionado –por un comité integrado por los experimentados Amílcar Salatti, Mario Masvidal, Carlos de la Huerta, Magda González Grau y Narciso Jorge Fuentes– para el otorgamiento de todo el financiamiento solicitado en la modalidad de Producción de proyectos de cortometrajes de ficción, documental y animación.

Estudiante de Dirección de Fotografía en la Facultad Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) de la Universidad de las Artes (ISA), miembro del Registro del Creador de Artes Plásticas y del Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico (RECAC), Manuel Ojeda ha trabajado, en diferentes roles, en varios largometrajes de ficción y documentales cubanos y extranjeros, entre ellos Omega 3 (Eduardo del Llano, 2014), Skin (Guy Nattiv, 2018), la premiada Yuli (Icíar Bollaín, 2019), The Cuban (Sergio Navarrete, 2019) y La Red Avispa (Olivier Assayas, 2020). Como director de fotografía labora en la realización del documental El Patio, ganador también del FFCC, y en el cortometraje de ficción Temporada, ambos dirigidos por Josué García, y en futuros proyectos como el corto de animación No Binario y los cortometrajes de ficción La Noche de los Visitantes y Parece Sangre.

Es suya, junto a Ana María González, la dirección de fotografía del documental Romería, la Utopía (2020) de Manuel Alejandro Rodríguez y Carlos Gómez, dedicado al principal evento de la AHS que llena parques y plazas –y escenarios virtuales en las recientes ediciones– de la ciudad de Holguín. Además, su nombre aparece en los créditos de cortometrajes y documentales de David Beltrán, Yoe Pérez, Emmanuel Martin, Sergio Castillo, Diana Moreno, Inti Herrera y Orlando Mora.

Esta entrevista nació como parte de un reportaje –donde dialogaron realizadores y directivos– sobre el trabajo de la Oficina de Ayuda a la Producción y del Fondo de Fomento. Ante una fecha de entrega, las respuestas de Manuel no pudieron ser incorporadas al texto, pero sus opiniones y su experiencia con el trabajo del FFCC, sus expectativas como joven realizador, la importancia del mismo para el cine cubano y el proceso creativo de El peso de la quietud, resultan interesantes para compartirlas con los lectores del Portal del Arte Joven Cubano.

Cortesía del entrevistado

 

¿Cómo crees ha influido tu formación como artista plástico en la creación audiovisual?

Cuando me gradué tenía dieciocho años y mis aspiraciones se resumían en entrar al ISA. En el 2012 me mudé para la casa de mi padre en La Habana y enseguida comencé a cursar un taller de foto still que se impartió en el ICAIC; fue de esta manera que vi en la fotografía una herramienta para contar una historia. Con anterioridad, en mi formación plástica solo había empleado la fotografía para documentar los procesos creativos (una instalación, un performance o un videoarte). En aquel entonces no tenía en cuenta los recursos expresivos que se podían aprovechar, solo cuanto tuve ese acercamiento fue que descubrí este universo.

De este taller surgió la idea de una serie fotográfica titulada “Sumergidos en la Orilla”. Las piezas que la componían eran un fotograma en sí y cada una de ellas contaba su propia historia. Luego de cursar varios talleres, me fui acercando cada vez más al audiovisual y al mismo tiempo comencé a estudiar en el ISA en la especialidad de Dirección de fotografía; desde ese momento dejé de pintar para dedicarme completamente al estudio de este nuevo lenguaje.

Tener una formación plástica ha influido mucho en mi creación cinematográfica, me reencontré con principios que ya conocía (el comportamiento de la luz, el color, la composición, entre otro) y simplemente tuve que reinterpretar estos conceptos y explorar otros, pero el fin es el mismo: comunicar, ya sea una idea, un sentimiento o transmitir una emoción.

Creo que todavía me falta mucho por aprender, pues va a ser complicado desprenderme por completo de la fotografía, no creo que eso suceda. Pero con cada obra descubrimos algo, y precisamente con “El peso de la quietud” he tenido la posibilidad de reencontrarme con procesos creativos similares a los que sentía cuando pensaba o realizaba una obra plástica.

Hablemos del El peso de la quietud y de la necesidad de atrapar las historias de las cosas…

El peso de la quietud es un documental sobre la persistencia de la memoria, la eterna espera en un desvelo y el silencio del olvido. Es una historia que se cuenta a través de un objeto (la silla), un fenómeno que se hace común e invisible ante la rutina de una ciudad que aparenta estar detenida en el tiempo. Sus tímidos rostros se ocultan entre el agitado paisaje habanero. Abandonadas a su suerte, a la intemperie de una de las esquinas de cualquier basurero, a la orilla del muro del Cementerio Colón o simplemente bajo la sombra de un árbol en las afueras del Teatro Nacional descansan algunas de estas sillas, frágiles e inservibles.

Es por ello que surge la necesidad de encontrar en la memoria de estos objetos los testimonios que atesoran. Sus historias pueden ser simples o poco atractivas, pero el fenómeno surge cuando se establece un diálogo entre la silla y su nuevo contexto, cuando se transforma su apariencia formal por la sustitución y el reciclaje de un material por otro, o con la relación que existió con su antiguo protector y ahora con su nuevo custodio. Claro está, se adquiere un nuevo significado, pero en la mayoría de los casos no se modifica su función objetual.

Cortesía del entrevistado

 

¿Cómo llegas al Fondo de Fomento? ¿Y cómo, luego de ser seleccionado, ha sido tu experiencia?

La convocatoria del Fondo fue un impulso para terminar el proceso de desarrollo e investigación de mi proyecto. Supe de esto, ya que en su primera convocatoria se presentó en la modalidad de Post producción el largometraje documental Hacia la luz de Aracelys Avilés, que fue beneficiado con el cien por ciento del presupuesto solicitado. En este proyecto tuve la suerte de ser parte del equipo creativo y de filmación, donde asumí la responsabilidad desde la fotografía. Cuando se lanzó la segunda convocatoria para el Desarrollo de cortometrajes de ficción y documental, me presenté con la carpeta de producción del proyecto. Meses después tuve la grata notica, por partida doble: mi proyecto El peso de la quietud y El patio, de Josué García Gómez, en el cual soy el fotógrafo, fueron seleccionados y apoyados con el ciento por ciento del financiamiento para su producción.

En lo personal esta oportunidad significó un gran compromiso, sobre todo porque tuve que asumir la responsabilidad de producir y dirigir el documental. Esto marcó una experiencia completamente diferente ante todo lo que había hecho desde mi perfil como fotógrafo. Producir ha sido todo un reto para mí, pero ante la situación actual que atraviesa el país debido a la Covid-19 y al reordenamiento monetario, tuvimos que ajustarnos a un diseño de producción que fuera lo más práctico posible y de esta manera sacar el proyecto adelante.

Las relaciones con el Fondo siempre han sido muy favorables, desde el comienzo me recibieron con mucha amabilidad y respeto. El trabajo ha sido sobre la base de la comunicación y se mantiene de cerca un interés por el desarrollo y el estatus del proyecto; no solo se le da seguimiento a los recursos productivos y financieros, también se visibilizan los proyectos en forma de promociones por diversos canales de comunicación. En lo particular tengo mucho que agradecer a todas las personas que trabajan allí, en especial a Helda, por su paciencia y los consejos que me ofrece cada vez que me acerco con alguna inquietud.

Cortesía del entrevistado

 

¿Expectativas?

Estas se resumen a los deseos de que se mantenga esta iniciativa. El Fondo de Fomento es una plataforma necesaria para el desarrollo de nuestro cine cubano. Por muchos años se luchó por algo como esto y hoy, más que disfrutarlo, debemos cuidarlo para seguir avanzando.

Espero que a partir de ahora se lance su convocatoria con mayor frecuencia, y que se desarrolle según las inquietudes del propio lenguaje. Que a su vez se visibilicen más proyectos y que surjan otras plataformas similares para oxigenar nuestra cultura. Que sirva para establecer un precedente y crear una conciencia colectiva entre la industria y el cine independiente.

¿Cuánto crees que apoya el FFCC al desarrollo del cine cubano y al independiente en particular?

Para nadie es un secreto que en los últimos años en nuestro país las producciones cinematográficas han sido insuficientes. Realmente no creo que el problema radique en la falta de exponentes o en la ausencia discursiva de estos; durante muchos años la voluntad de crear ha mantenido viva una voz y muchas han sido las estrategias que han surgido para hacer cine de manera independiente.

Hasta hace muy poco tiempo existía cierto divorcio entre el cine independiente y la institución, ya sea por falta de reconocimiento, apoyo o negación, o tal vez, un poco de todo. Lo cierto es que había un desbalance; por un lado, el ICAIC realizaba muy pocas producciones y prácticamente eran los mismos directores; mientras que a los más jóvenes les costaba mucho trabajo poder completar todo el ciclo, para esto tenían que acudir a otros fondos, que por suerte existían pero que, a su vez, no cubrían la mayor parte de la producción.

Pienso que el FFCC llegó como una respuesta que era necesaria para rescatar el cine nacional; por suerte para todos, hoy es un hecho. Es la posibilidad de poder contar con recursos para materializar los proyectos, también se ofrece como un puente entre las producciones independientes y las instituciones; para que los cineastas jóvenes realicen sus proyectos y de esta manera afirmar que se amplían las opciones de hacer cine desde cualquier parte de Cuba y del mundo, visibilizando y sumando todas las voces en un mismo lenguaje (nuestro cine cubano).

Cortesía del entrevistado

¿En qué crees que puede mejorar el trabajo del Fondo y su relación con los cineastas cubanos?

En estos momentos creo que hay que esperar un poco para ver cómo se comportan los primeros resultados; todo esto es muy reciente, pero hay que seguir con el impulso y llevarlo aún más lejos. Siempre hay cosas que modificar, es parte del desarrollo y no podemos negarnos a eso. Ahora tenemos el Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico, es algo que nos respalda, sobre todo a los independientes, pero todavía falta mucho por hacer. Pienso que podemos avanzar más en términos de información y educación sobre los procesos de la ONAT, el banco y todos los trámites legales que conllevan esta nueva etapa. También creo que, en un futuro no muy lejano, el Fondo debería proponerse cubrir los otros procesos de la producción cinematográfica, que también son importantes para completar el ciclo, hablo de la distribución y la exhibición. Muchas veces no tenemos en cuenta estas etapas y resulta que es algo que debemos considerar desde el principio. El Fondo debería crear su propia plataforma y de esta manera las películas desarrolladas con su apoyo tendrían un recorrido mucho más largo y garantizado.

Creo que es necesario destinar recursos a la restauración patrimonial, es responsabilidad nuestra preservar nuestra memoria cultural. Si hoy no tenemos en cuenta esto, es muy probable que mañana las mismas películas que son apoyadas por el Fondo padezcan este mal.


Bernardo Cabrera: La televisión también es iluminación, fotografía, montaje…

Graduado de periodismo en el 2014 en la Universidad Oscar Lucero de Holguín, mi colega y coterráneo, era un desconocido para mi hasta que fui jurado este año del Concurso Rubén Martinez Villena de la Asociacion Hermanos Sainz.

Su Danza la vida me impactó y encontré muy bien Sembrando sueños, que le valieron el premio del certamen, pero le pedi más y me envió otros como la presentación de un gaitero de nuestra ciudad;  una nota, muy bien elaborada, sobre coreografías a partir de una canción;  el acercamiento a una pareja de instructores de arte y la tan impresionante como conmovedora historia de la Emperatriz, un travesti. Todas las piezas bien contadas y que se dirigen a los sentimientos. 

Luego de ver  esas obras decidí  entrevistarlo vía WhatsApp, al final como siempre le dije “Lo que no te haya preguntado”. Y aquí, Usted lector,  verá esas preguntas y respuestas, pero me reservo decir cuáles:

– ¿Por qué Bernardo (Rodríguez) Cabrera?

– Mi nombre es Bernardo Rodríguez Cabrera, pero desde el primer día que entré a hacer el servicio social en Telecristal omití el Rodríguez. Es la mejor manera de enorgullecer a mi madre, que ha sido también padre para mí.

– ¿El periodismo fue tu sueño infantil?

– Soñaba con ser muchas cosas. Músico, bombero, bailarín, actor, periodista, comentarista deportivo, incluso dice mi madre que yo quería hacer un nuevo ritmo.

– ¿Nunca pensaste en ser otra cosa?

– Normalmente a los que estudian carreras de Letras no les gusta las Ciencias Exactas, en mi caso no era así. Siempre me incliné por las Matemáticas, la Física y la Química en el Instituto Preuniversitario Vocacional “José Martí”, de Holguín, y tenía buenas notas en las demás asignaturas. Pensaba en Telecomunicaciones, Ingeniería Industrial o Licenciatura en Turismo, pero me obsesioné con ser periodista, hice las pruebas de aptitud y aprobé. Agradezco que haya sido así y aunque parezca un cliché, no me imagino haciendo otra cosa.

– ¿Te gusta la locución?

– Mis dos grandes pasiones profesionales ahora mismo son la edición y la locución. Me falta muchísimo por aprender, pero pasarme horas perfeccionando el montaje de los planos y oír en el estudio la frase “Al aire” me da una satisfacción que no tengo cómo explicar. Desde el 2020 soy el presentador del prestigioso programa cultural de mi provincia, Confluencia, y ha sido un desafío y una oportunidad de crear en vivo.

– ¿Y el periodismo escrito?

– Es la escuela de la redacción y de la gramática. Los recursos audiovisuales son imprescindibles para el periodismo televisivo y ello te conduce inevitablemente a economizar las palabras en función del tiempo y de las imágenes. No obstante, desde hace un año formo parte del Centro de Comunicación Cultural “La Luz”, que tiene varias publicaciones impresas, y eso me ha obligado a desdoblarme y escribir de forma más asidua.

– ¿Cuándo llegaste a Telecristal?

– Egresé de la Universidad de Holguín en el año 2014 y me ubicaron en Telecristal. Contradictoriamente estuve casi los 5 años de la carrera haciendo secciones y colaboraciones con las emisoras de radio, pero siempre quise trabajar en la televisión. Una vez que me ubican tuve la oportunidad de coincidir con excelentes realizadores como Abdiel Bermúdez, Marel González, Beatriz Galbán y Salvador Hechavarría, así como jóvenes muy creativas como Esther Díaz y Ary Guerrero. Estar rodeado de tantos profesionales talentosos me hizo enamorarme aun más de este medio y, sobre todo, respetarlo.

– ¿Qué trabajos realizas habitualmente?

– Las rutinas productivas de un telecentro provincial te obligan a hacer muchas informaciones, pero lo que más disfruto son los trabajos de realización: testimonios, entrevistas, documentales. Siempre he tenido muchas inquietudes creativas y seis meses después de entrar a Telecristal me propuse aprender a editar en el Adobe Premiere. Al principio me saltaba el eje o cometía errores y de vez en cuando se me iba algún nivel de sonido, pero creo que el montaje es un arte que te atrapa. Saber editar me ha posibilitado romper con el diarismo y hacer con frecuencia trabajos de realización, que requieren de más tiempo y preciosismo.

– ¿Por qué el arte, especialmente danza y artes escénicas?

– Confieso que me hubiera gustado ser bailarín o actor. El periodismo me permite serlo desde la edición y la realización. Cuando ellos bailan o actúan, en mi mente yo también estoy sobre el escenario.

– ¿Cuál o cuáles son los programas de tus sueños?

– Uno en el que se valore más la calidad que la duración de un trabajo, donde converjan la belleza con el testimonio, la creatividad con la entrevista, la crítica con la preparación, la osadía con la experiencia. Uno donde los trabajos territoriales tengan más representatividad.

-¿Por qué los trabajos de realización no siempre son reconocidos en estos certámenes?

– Cada jurado tiene su “librito”, sus gustos, particularidades y eso es respetable. La televisión tiene muchos recursos audiovisuales para enriquecer cada trabajo y hacer un testimonio o un documental de realización donde no aparezca el periodista implica horas de investigación y de trabajo de mesa, de tener una buena dirección de arte, de buscar la música exacta, corregir cada plano, verificar constantemente el reccord y lograr una sinergia. Me ha pasado antes que he presentado un trabajo y me han dicho estaba muy bueno, pero había otros temas más medulares, cuando la televisión no solo es el tema, también es la iluminación, la fotografía, el montaje…

-¿Obtuviste algún premio antes con trabajos como este?

– He obtenido dos primeros lugares y un segundo en el Concurso Provincial de Periodismo “Eloy Concepción Pérez”, de Holguín, una mención junto a la periodista Marel González en el Concurso Nacional de Periodismo 26 de Julio y ahora el premio en el Villena. Todos han sido con trabajos de realización y aunque uno no trabaja para concursos, es gratificante que te reconozcan el esfuerzo y la consagración, principalmente en tu territorio, porque eso te impulsa a seguir creando y soñando en imágenes.

-Con tantos editores experimentados en tu telecentro, ¿por qué decidiste montarlo tú?

– En el telecentro hay excelentes profesionales y habría quedado mejor si lo editaba uno de ellos. No obstante, estaría circunscrito al tiempo que tuvieran disponible. Editarlo me permitió no tener un reloj presionándome, poder perfeccionarlo de madrugada, tarde o noche, dejarlo refrescar y volver sobre él y, sobre todo, crear sin límites.

 

*Entrevista publicada en https://www.tvcubana.icrt.cu/ 


Festival Santiago Álvarez in Memoriam: virtual pero sin perder importancia

El Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in Memoriam regresó desde este 3 de marzo en su XIX edición. La cita –que concluirá el próximo día 8– es el más importante encuentro del cine documental que se realiza en Cuba desde la década del noventa del pasado siglo XX, por iniciativa de un grupo de jóvenes que formaban parte de la Asociación Hermanos Saíz.

El evento estará dedicado a la especial relación del cineasta con la tierra de los anamitas, país que visitó en quince oportunidades durante sus viajes diplomáticos, y donde, en la década del 70, rodó Abril de Viet Nam. Muchos de estos documentales del gran cineasta muestran la grandeza de este país de Asia, sobre todo en el periodo de enfrentamiento contra la intervención estadunidense.

A diferencia de otras ediciones, esta se enfocará solamente en el disfrute y apreciación de la calidad cinematográfica cubana e internacional. Las obras presentadas este año competirán en el próximo Festival, lo que permitirá un mayor acercamiento a lo mejor del cine documental que se ha realizado dentro de esfera nacional e Internacional.

Como será imposible asistir a las salas de cine, debido a la Covid-19, el espacio se traslada a las plataformas virtuales del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), el Ministerio de Cultura, las redes sociales de la Oficina Santiago Álvarez y el canal Multivisión.

Lázara Herrera, presidenta del evento, expresó en nota de prensa la importancia de llevarle al público un hálito de fuerza en medio del aislamiento social y la lucha contra la pandemia: “A pesar de la situación epidemiológica, nuestra cultura se mantiene viva, activa.”

Por su parte, Rodulfo Vaillant García, presidente del Comité Provincial de la UNEAC en Santiago de Cuba, reitera la importancia de este evento, que no solo prestigia la ciudad, sino que se extiende a las comunidades de la provincia.

Este XIX Festival quedó hoy inaugurado con las palabras de su presidenta Lázara Herrera, y luego se exhibieron los documentales El drama de Nixon, de Santiago Álvarez, sobre la invasión a Laos; Dicen que soy su maestra, producido en 2019 por los realizadores norteamericanos Catherine Murphy y Lucy Massie-Phenix, el cual aborda la historia de una estetista afroamericana de Carolina del sur (Bernice Robinson), quien fue la primera maestra en las llamadas “escuelas de ciudadanía”, que alfabetizaron alumnos afroamericanos para poder registrarse en el sur entre los años 1950 y 1960.

El evento teórico reservó para horas de la tarde las palabras del crítico cubano Frank Padrón, sobre los aportes de Álvarez al cine documental, seguido de la transmisión del Noticiero ICAIC Latinoamericano 376 del 4 de septiembre de 1967, dedicado a la solidaridad con el hermano pueblo de Vietnam y al Campeonato Mundial de Caza Submarina.

El jueves 4 de marzo, los cinéfilos podrán apreciar Iré a Santiago, de Sara Gómez; Nacido en Gambia, de Natxo Leuza Fernández, de España, Gran Premio del XVII Festival; así como el evento teórico que en esta ocasión cuenta con Belkis Vega, documentalista; además del Noticiero ICAIC 395, y entrevistas con Racial Feria y Arnulfo Rodríguez, de las artes visuales.

Y para el viernes 5: Hanoi martes 13, de Santiago Álvarez; Boca de Fuego, de Luciano Pérez Fernández, de Brasil; la entrevista realizada por Álvarez a Ho Chi Minh, entre otras proyecciones y análisis.

El XIX Festival de Documentales prevé para el último día con un gran homenaje por el aniversario 102 del natalicio del maestro Santiago Álvarez, y es que lo más importante de un evento cultural como este se encuentra en la preponderancia del cine documental, un género que está ligado, a nivel simbólico y social, a las lucha de los pueblos.

Santiago Álvarez, el padre del cine documental en nuestro país, es aún hoy un cineasta de referencia para las nuevas generaciones, de ahí que esta cita continúe siendo uno de los asideros culturales de la nación cubana.

*Con información de la Agencia Cubana de Noticias (ACN).


Teatro documental, invocaciones del cuerpo como archivo palpitante

Afuera comienza a salir el manto titilante que es la noche, afuera esperamos que las puertas se abran, algunos confiamos en que la oscuridad despierte a los fantasmas de Frexes #132.

Ellas han tomado la casa. Somos más de una veintena y nos invitan a pasar, a acomodarnos como podamos entre los viejos muebles y libros desparramados por el piso. La sala se llena de su voz. Hoy somos los invitados a la casa de las conspiraciones, y sobre sus paredes se proyecta el ayer. Otra vez la casa que la sobrevive y resucita, nos hace cómplice de su existencia.

Fotos: Carlos Rafael

La luz llega apenas para dejarnos ver el rostro de la muchacha-tiempo que habla de su padre, de la ciudad, de la Historia y de una mujer, poeta del amor diario, Lalita Curvelo

María Victoria Guerra transida de las memorias de Holguín y el tiempo de Lalita nos lleva entre sus amigos; el lucero inolvidable que bajo otro nombre fue su cómplice, Oscar; los niños rescatados de la orfandad; las sentencias de muerte que sus manos sostuvieron contra asesinos y torturadores. María Victoria nos guía al pasado y tras ella avanzamos o retrocedemos en la penumbra hacia una habitación que debió ser oficina.

Teclea, los pies en el suelo como Hemingway, una muchacha pálida, Nathaly Polo, su voz sale desde un sitio invisible, reparte viejas fotos, mezcla sus vivencias con los versos de la dueña de la vieja casa. Regala poemas sueltos, rosas, nos lleva a la pequeña capilla, donde un Jesús adolorido sube la mirada e invita encender en el piso velas por las almas que han de habitar estos espacios, por Lalita, por nosotros y nuestra fe en la belleza, que supongo es el móvil que nos mantiene absortos mientras, a lo lejos se escucha el mar ausente.

Atravesamos el patio interior, algo bulle en la oscuridad, y cuando la luz nos toca vemos una mesa dispuesta para el convite visual, caracolas, piedras, dibujos de Lalita y una cafetera modernísima en la que está lista la bebida que compartimos, otros prefieren té y por primera vez alcanzo a ver los rostros de quienes han venido esta noche.

Fotos: Carlos Rafael

Los espejos colocados al fondo del comedor reflejan a una esbelta joven, Darlin Morales, ella también ha encontrado una Lalita propia, junto a las otras muchachas ha indagado por dos meses en documentos, objetos, los muros, las leyendas. Darlin ha traído su tiempo hasta este espacio un antiquísimo reloj cucú con que marca su existencia desde el inicio, por eso el aparente anacronismo entre él, la casa, y la modernidad de la cafetera eléctrica no son sino expresión del diálogo entre el legado y el descubrimiento, el pretérito y su interpretación bajo el prisma del hoy, son la danza armónica del pasado y el presente concatenándose.

Seguimos invadiendo el aposento. Sobre las viejas lozas de barro del patio ha reposado toda la memoria de sus días. Hemos sido convocados a caminar hacia la atalaya que fue la biblioteca de la escritora. Entre volúmenes vetustos, suvenires, un teléfono obsoleto, parece que va a llegar Lalita. Ya está, su voz la trae entre el olor de la noche y la mirada taciturna de un gato que sobre una tapia nos observa.

Todo es raro y vibrante. Sumergida en la atmósfera de la década de 1950 es esta una pieza raigal, de la casa para la casa y realizable solo en su interior. Las jóvenes autoras se asumen como peformers que convierten sus cuerpos en archivos palpitantes, documentos vivos.

Fotos: Carlos Rafael

La obra es un claro ejemplo de apropiación de la expresión estética de la realidad. Un texto en el que la subjetividad de las autoras se entronca con la de su objeto de investigación y se expresa luego en este resultado en el que recrean las vivencias de Lalita, su tiempo y espacio, permeados de la circunstancia propia de las dramaturgas.

Sustentada en los paradigmas del teatro documental, Otra vez la casa emplea los resortes emotivos de la poesía mezclados con el realismo propio de este género y aprovecha el espacio, la semipenumbra, la intimidad de las puertas y ventanas cerradas, la casa como un vientre fecundo que gesta la memoria.

Volvemos a la sala, a despedirnos de Eulalia y aplaudimos. Algunos de sus contemporáneos, personas de sus afectos, agradecen el acto casi místico de la resurrección.

Salimos otra vez a la calle Frexes, al 2021, con olor a libro antiguo y una flor en las manos. Aún podemos sentir el incienso en nuestras ropas y ver a Lalita en la ventana, reclinada, diciendo adiós.


Cine Andante tomará las calles nuevamente

Entre muestras de audiovisuales e intercambios de realizadores con los públicos transcurrirá en Guantánamo, la VIII jornada Cine Andante, que organiza la Asociación Hermanos Saíz para promover la apreciación de este tipo de productos artísticos que de manera itinerante se exhibirán en comunidades, centros educacionales y laborales a mediados de noviembre.

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Dayron Chang: «El primer jurado debería ser uno mismo» (+Fotos y videos)

En él habita un duende, quizás el más travieso. Anda por ahí provisto de valentías y pasiones, algunas cohibidas, otras desbordadas. A Dayron Chang Arranz, el comunicador y la persona, solo le importa amar, estremecer, descubrir, trascender; se niega a lo fútil.

Periodista, realizador, locutor y declamador, Dayron busca asir el alma de las cosas. No sabe hacerlo de otro modo. Lleva el peso de actuar y pensar de esa forma desde muy joven, por eso lee mucho, investiga, cuestiona y crea. Busca así traspasar el peligroso manto de la superficialidad y el acomodamiento. Se aleja de los lugares sin espíritu pero no se niega a las experiencias que le acerquen lo más posible al encuentro total con la vida.    

El arte y la historia lo acunan en sus atrevimientos y son su pase de entrada al mundo intelectual cubano. En su corta carrera ya le conocen en festivales, concursos y premios de diversa índole, sin embargo, es en las historias de los otros, en el abrazo de sus paradigmas y en el guiño sensible de los amigos donde atesora sus logros. Aunque no les huye a los desafíos sabe poner cautela ante lo inmenso, por eso llegó algo asustadizo y escéptico al concurso Caracol para cosechar luego el reconocimiento de noveles y consagrados. Sobre los derroteros del evento y la participación de los jóvenes realizadores accedió a conversar con nuestro sitio.

Dayron Chang entrevistado en los estudios de Radio Siboney por el periodista y escritor Reinaldo Cedeño Pineda/ cortesía del entrevistado.

—Quizás seas uno de los pocos afiliados de la AHS o de los jóvenes realizadores del oriente del país que ha sido premiado en el Caracol en dos de las áreas en concurso: Radio y Televisión. Cuéntame cuáles fueron las obras con las que resultaste ganador, su origen, características y otros detalles de tu participación.

—Llegar a obtener ese resultado en dos medios como la radio y la televisión, cada una con sus riquezas particulares, no fue para nada una meta. Más bien tiene que ver con mis inquietudes y propósitos, como persona y profesional, de socializar con los demás aquellos saberes que por azar o por intención llegan a mis manos. Al final, eso es lo mejor: el descubrimiento.

Un primer paso lo di con los sonidos, en medio del desafío que implicó reconstruir completamente la historia de la única gran cadena de radio que tuvo su epicentro fuera de la capital antes del Triunfo de la Revolución. Como parte del ejercicio de mi tesis de pregrado en la Licenciatura de Periodismo surgió la serie radiodocumental Sonidos de Ciudad en el año 2013.

Durante una de las transmisiones vía streaming del Festival del Caribe/ cortesía del entrevistado.

Conocí entonces lo que para un joven del este del país pudiera y aún puede parecer distante, tanto geográfica como generacionalmente, el Premio Caracol. En aquel momento obtuve el lauro en dirección de radio con esa investigación que rescataba de la desmemoria el vínculo de la CMKW Cadena Oriental de Radio con acontecimientos de impacto de la cultura nacional y con personalidades como Luis Carbonell, Celina González, Ibrahim Apud, Yolanda Pujols, Salvador Wood, entre otros.

Resultaba casi impensable la posibilidad de ganar, aunque conocía de algunos casos ya premiados con similares edades, en entornos más cercanos a la capital. No obstante, hay que reconocer que no es lo cotidiano. Y decidí aventurarme porque creía en todo aquello que defendía y poseía el material. Cuando vine a ver era un recién graduado con un Caracol en sus manos y comencé a cambiar mi percepción sobre el premio.

En el caso de la televisión competí con la obra Historias entre montañas desde la cual se hace un análisis sobre la rebeldía del cubano. Esta mereció el premio del jurado en las categorías de dirección y guion de programas educativos e históricos. Había pasado ya un tiempo desde la sorpresa de Sonidos de Ciudad, pero para un joven el Caracol siempre es un impulso pues representa la posibilidad de medirte con realizadores a nivel nacional, unos menos conocidos, otros de renombrada trayectoria, pero todos al final creadores que entregan algo de sí en cada obra y que por diversos motivos apuestan por el Caracol. Siento que la intención, más que el acto de ganar, es ver cómo algunos ven y sueñan a Cuba desde el audiovisual. A eso debería aferrarse el concurso.

—Desde hace unos años se ha ido ampliando el número de categorías a premiar en el Festival Caracol. ¿Consideras que esto es beneficioso o no para la calidad y prestigio del evento?

Dayron Chang junto a la cineasta Lourdes de los Santos, presidenta de la sección de Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Uneac, tras la premiación del concurso Caracol en el año 2019/ cortesía del entrevistado.

—La calidad del evento se sustenta en demasiados pilares como para pensar que ampliar el número de categorías pudiera mellar en algún sentido su prestigio. Si bien es necesario respetar esencias y tradiciones dentro de cualquier concurso, también es menester repensarlo en cada tiempo porque la radio, el cine y la televisión evolucionan a la par de la tecnología, los creadores, las estéticas, los soportes… Por tanto, resultará beneficioso en la medida en que el comité organizador y todos aquellos que estén detrás del certamen estudien, antes de elaborar cada convocatoria, esas tendencias para saber qué debe permanecer, qué debe modificarse o qué añadir. Si no se piensa con esa profundidad y entrega podría ser funesto.

El Caracol no se puede permitir lo superfluo o lo improvisado. Estamos hablando de un concurso que por años ha formado parte de la vida cultural y creativa de los realizadores cubanos, que ha sido medidor de la creación a lo largo y ancho del país, que ha legitimado anualmente con sus premios tanto a obras como artistas, y eso es una gran responsabilidad.

Mantener esa exigencia; abrirse cada vez más a nuevas formas; pensarlo sin la etiqueta de las edades como es mi experiencia; expandirlo para que siga siendo plataforma de diálogo entre realizadores; premiar con rigurosidad y respeto… Ahí están los pilares que no deberían faltarle para ser un concurso siempre actualizado.

—Varios realizadores y miembros de la Uneac han planteado en distintos espacios gremiales la necesidad de crear un jurado de admisión como un primer filtro para que resulten nominadas las obras de mayor calidad. ¿Qué opinas al respecto?   

—Podría decirte que soy de los que está de acuerdo con una idea como la que plantean algunos de mis colegas realizadores, pero lo valoro como una decisión circunstancial. No todos los días se concursa en un evento como el Caracol, no haces cotidianamente una obra que crees merecedora de competir. Al concurso no se envía lo común, sino lo que cada cual considera que sobresale entre todo aquello que ha producido. Por eso digo que el jurado de admisión es algo circunstancial.

El primer jurado debería ser uno mismo. No se trata de autolimitarse, pero sí de saber con claridad y autocrítica cuando se ha elaborado un producto que sobresale. Si no se nos va un pedazo de nuestra alma en el arte que hacemos entonces algo le falta. Cada quien sabe cuánto le ponen a su obra; lo que si no puede pasar es que por participar enviemos aquello que no cumpla con las expectativas del evento. Aun así, tener un jurado de admisión permitiría que llegara lo más depurado a manos del jurado que cada edición prestigia el Caracol. Es una decisión que exige respeto y cuidado.  

Dayron Chang junto al Presidente de Honor de la Uneac, el intelectual Miguel Barnet/ cortesía del entrevistado.

—Muchos realizadores jóvenes hoy buscan fuente de financiamiento o auspicio para sus proyectos fuera de los circuitos institucionales ¿Crees que esta situación podría afectar su relación con el concurso Caracol o no?  

—La creación audiovisual está buscando actualmente nuevos mecanismos para organizar procesos que durante largo tiempo han permanecido dispersos y sin dirección en este universo, todavía con grietas y dudas. El Registro del Creador, liderado por la Uneac, el Icaic, el Icrt y otras expresiones de nuestra institucionalidad es una muestra de ese intento del cual hay que seguir aprendiendo porque aún no conocemos todo aquello que ofrece o facilita en cuanto a organización, legitimidad, representación, financiamiento, etc.

Siempre he pensado que por encima de todo importa la creación y eso no tiene por qué entrar en conflicto o afectar el sentido de convocatoria del concurso Caracol. El certamen tiene esencias que ha defendido por años y no creo que la forma en la que se logre financiar o auspiciar la obra, mientras se respete la legalidad, deba entrar en disputa con esas esencias.

Viéndolo como un joven realizador, creo que mientras sea una obra de calidad, con estimables valores estéticos, no hay nada que pueda entrar en conflicto. Son tiempos de abrirse a los discursos que cobran fuerza en diversas partes de la Isla porque juntos contribuimos a esa obra coral que es la cultura. Con el acto de rechazar lo “no institucional” podríamos omitir una parte importante de lo que somos y decimos. El concurso y evento teórico del Caracol deber ser ese espacio de creación y discusión libre donde se exhiba aquello que con calidad se hace en materia de realización audiovisual.

—Podría pensarse que siendo un certamen convocado por la sección de Cine, Radio y TV de la Uneac este sea un espacio solo al alcance de consagrados artistas. ¿Por qué piensas que los jóvenes realizadores debían participar en el concurso y sesiones teóricas del premio Caracol?

—Creo ser un ejemplo, entre muchos otros que conozco en varias provincias del país, de que el Caracol no es un espacio elitista solo para consagrados. Pudiera plantearse sumar a más jóvenes, o “salirse” de La Habana en todo el sentido de la palabra, aunque también podrían ser los jóvenes quienes se atrevan, arriesguen, experimenten o propicien el diálogo.

Por otra parte, los tres días del espacio teórico han demostrado ser insuficientes; en la presente edición la crisis generada por la pandemia de la COVID-19 ha encauzado como nueva vía de socialización las plataformas digitales, experiencia que debería replicarse en los próximos años para que quienes consumen nuestras obras también formen parte de lo que antes se analizaba entre paredes. Pensar un caracol en los móviles, en tablets o un PC, debatir o polemizar con el público desde Instagram, Facebook, iVoox, entre otros soportes, en torno a lo que un jurado decidió que era lo mejor. Hacia ahí debe andar el Caracol, en la búsqueda de un camino que le acerque a los nuevos tiempos.

Siempre he creído en la continuidad. El diálogo generacional que se genera, en ocasiones, entre los pocos realizadores jóvenes y los más experimentados podría ser la piedra filosofal de esa continuidad y esa ruptura que le son inherentes al arte. Pero no lo podemos saber si no vemos al otro, si no escuchamos como lo ven los demás, si no somos capaces de ver más allá de lo que tenemos conceptualizado. ¿Cómo crecer sin interactuar? Por tanto, el Caracol debe buscar vías para crecer. No es malo que aúpe a los consagrados, —son imprescindibles—, lo que importa es que siempre encuentre una manera de ser abierto a todo lo que con calidad se haga en Cuba, porque es la única manera de perpetuarse y sobrevivir. Mi consejo a los jóvenes como yo: atrévanse, quién sabe si mañana ustedes sean los consagrados.

Varias series televisivas y coberturas periodísticas han probado el talento del joven realizador Dayron Chang./ cortesía del entrevistado.

—¿Cómo podría contribuir la AHS a que los noveles realizadores se enfrenten a certámenes como el Caracol mejor cualificados o con más posibilidades de éxito?

—La AHS no deberá carecer jamás de agudeza en sus proyecciones. En esa habilidad se sustentará su vocación para integrar, escoger, consolidar y perpetuar aquello que se quiere definir como lo mejor del arte joven. Sería iluso no pensar que lo mejor puede que también siga allá fuera. Eso le impone a la organización un espíritu de búsqueda, renovación, de contacto y apertura, que se equipare al ritmo de la creación misma; que jamás niegue la esencia de libertad que hay en el arte y el artista; y que sepa andar con los tiempos.

No le debe faltar instinto para esto —al fin y al cabo el arte tiene un poco de ese impulso natural—, pero mejor que se sustente en un pensamiento y una estrategia. Hablamos de una organización de conceptos y filosofías de vida que concomitan para dialogar, que se juntan para hacer crecer al ser humano.

Varias series televisivas y coberturas periodísticas han probado el talento del joven realizador Dayron Chang./ cortesía del entrevistado.

No es solo el artista lo que se elige. También se elige una historia, una leyenda individual, con principios y visiones del mundo que deberán encontrar en la organización vías para crecer, polemizar, revolucionar, aportar a una construcción coral más determinante que es la cultura cubana.

La AHS tiene que ser ese espacio para aprender a escuchar al de al lado, para analizar a Cuba no solo desde mi rincón vital y cercano, sino para entenderla en su profundidad a través del otro. Y qué suerte es tener un lugar de reunión, para ver nuestro arte en contexto, para saber que lo que nace en la individualidad, en el encierro de un taller; en un estudio de grabación, en el tabloncillo de un teatro, en un parque cualquiera de la isla, adquiere mayor sentido cuando interactúa con la realidad que le da vida. Y no es solo el cuadro, la coreografía danzaria, el nuevo libro, la película, es cada una de esas chispas dispersas hallando su verdadera razón cuando moviliza, contradice, embellece, cambia y enriquece lo espiritual y lo físico del entorno local, nacional y universal.

Hay una responsabilidad sobre los hombros de la AHS. Y en ello está en juego la herencia de una creación artística y una obra intelectual que nos trasciende y de la que sabremos o no si queremos o somos merecedores de formar parte. Siempre he creído que todo artista debe ser conocedor de sus raíces, y a partir de ellas trazarse propósitos nuevos. La organización debe prepararnos para momentos así, para circunstancias donde hay que tomar decisiones, para opinar en función de crecer y no de degradar, para madurar en ideas que nos lleven a concursos como el Caracol con obras y discursos que nutran a la nación. Y eso no es el logro de un día. Ese es el camino que deberá estar sembrando siempre la AHS; para ser esa coordenada en la que quieran encontrarse los jóvenes que sueñan y piensan a Cuba desde su arte, ya sea para continuidad y/o cambio.