dirección coral
«No existe una fórmula exacta para el éxito»
Tengo el privilegio de conocer personalmente a no pocos de mis entrevistados. Tengo, además, el doble privilegio de afirmar que compartí con ellos tiempo de vida y de estudios. A Igor Ernesto Corcuera Cáceres lo conocí en las aulas del Nivel Medio de Música en el Conservatorio Amadeo Roldán. En aquel entonces, Igor aún no era el joven director de orquesta que, pocos años después, alcanzaría justo reconocimiento nacional, sino un talentoso trompetista, un amigo que siempre tenía al alcance de la mano una palabra amable y una sonrisa. Siempre he disfrutado el hecho de seguir la carrera y los éxitos de mis antiguos compañeros del mundo musical. Por eso conecté una vez más con Igor y, a través de las palabras, le invité a este tránsito por su memoria.
—¿Percibes que existe un tránsito entre Igor trompetista, e Igor director de orquesta?
—Más que un tránsito, pienso que soy una mezcla de ambos. El director se nutre de la experiencia y sentir del instrumentista y, por otra parte, la sensación de tocar el instrumento es totalmente distinta a la de dirigir. Aun hoy no puedo decidirme por una sola de ellas. Es por eso que, a pesar del gran esfuerzo que conlleva, he decidido mantenerme en ambos roles.
—¿Qué nuevos rigores o desafíos incorporó la carrera de Dirección Orquestal a tu vida como músico?
—Desde niño siempre soñé con ser director de orquesta, sin saber —por supuesto— lo difícil que es. Primero, se trata del hecho de estudiar una carrera difícil y sacrificada, y después dedicarse a eso como modo de vida y profesión. Los desafíos fueron muchos, comenzando con un elemento vital: casi siempre los directores de orquesta provienen de instrumentos como el piano, el violín o la dirección coral. Al ser yo trompetista, al inicio me vieron como algo extraño (a pesar de no ser el primer trompetista en Cuba en ejercer la dirección orquestal) y eso supuso muchos desafíos en cuanto a niveles de conocimientos técnicos y también en cuanto a la capacidad de demostrar la posibilidad real de llevar a cabo el objetivo final. Me obligó a superarme en todos los sentidos y a exigirme más para “suplir” aquellos aspectos que tuviera en mi contra.
—A tu criterio, ¿qué rol juegan los directores de orquesta en la historia musical de nuestro país?
—Nuestro país ha sido cuna y herencia de grandes músicos, entre los cuales han existido grandes directores y compositores. Al inicio, sin muchos estudios profesionales, pero con mucho oficio y talento; en algunos casos, padres fundadores de movimientos sinfónicos, de bandas, de música de cámara: ellos incorporaron nuestra cubanía a las obras universales. Los tenemos desde Guillermo Tomás, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Amadeo Roldán y Manuel Duchesne Cuzán; hasta renombradas figuras de nuestra actualidad como Helena Herrera, Zenaida Romeu o nuestros queridos maestros Guido López-Gavilán, Jorge López Marín o Enrique Pérez Mesa, por solo citar algunos.
—¿Sientes que tu juventud puede ser, o quizá haya sido en el pasado, un hándicap a la hora de enfrentarte a los instrumentistas a los cuales diriges? ¿O acaso esa misma juventud incorpora nuevos matices a la relación instrumentista-director?
—Casi siempre se asocia al director de orquesta como una persona mayor, o al menos de cierta madurez. Ser un director joven exige, en primer lugar, emanar mucha seguridad en el trabajo, prepararse continuamente pero, a la vez, estar dispuesto a aprender de tus músicos y de los años de experiencia del atril. Igualmente pienso que la juventud también puede servir para dar un giro a las cosas, para verlas desde otra mirada y eso también los instrumentistas lo agradecen.
—¿Cómo te enfrentas a una nueva partitura, cómo asumes ese proceso creativo que se engendra en el trabajo colectivo?
—Cada nueva partitura es un desafío, es la incesante búsqueda de información sobre ella, sobre el compositor, sobre los períodos en que fue concebida y todo lo que alrededor de la música existe. Solo así puedes enfrentarte con un trasfondo más amplio al proceso de estudiar y montar la música, para brindar una interpretación distinta pero, a la vez, lo más acertada posible. Y, como en cada proceso colectivo, todos nos nutrimos del conocimiento y la experiencia del conjunto que le da el toque final a la interpretación.
—¿Existen suficientes oportunidades internacionales para que los jóvenes directores de orquesta cubanos se prueben en otras lides más allá de nuestras fronteras geográficas?
—A pesar de que nuestra academia de Dirección cuenta con excelentes profesores de probada calidad y experiencia, las oportunidades internacionales para los directores jóvenes cubanos son escasas, por no decir nulas. Casi siempre se consiguen a título personal y en la mayoría coinciden con la emigración. Al final, como dice el viejo proverbio: “no eres profeta en tu tierra”. Pienso igualmente que aún somos un tanto “desconocidos” en la arena internacional, aunque sí hay algunos directores cubanos con resultados muy loables. En Cuba hay mucho talento joven que merece más oportunidades.
—¿Qué les pides a los músicos a los que diriges? Y cuando asumes tu rol como instrumentista, ¿qué les pides a los directores con los que trabajas?
—Como director, más que pedir, exijo disciplina ante el trabajo y la música. Que cada músico se entregue por completo al hecho artístico tal como lo hago yo. Que confíen en mí y disfruten lo que hacemos. Como instrumentista, me complace trabajar con directores que vayan al detalle, que demuestren que saben trabajar y que me exijan en aras de que el trabajo salga lo mejor posible.
—¿Cuál es el principal reto de la educación musical cubana en estos precisos momentos?
—Los retos son muchos, máxime cuando no tenemos muchas veces las condiciones necesarias para desarrollar nuestro trabajo. Soy profesor desde hace 13 años y me he encontrado con grandes dificultades de todo tipo, pero también uno siente satisfacción cuando ve sus alumnos desarrollarse y pensar que, en algo al menos, se contribuyó a este proceso. Pienso que el principal desafío es mantener nuestra enseñanza artística y, sobre todo, pensar en elevar cada día más el nivel de nuestros estudiantes.
—Desde 2014 asumiste la dirección de la Banda Nacional de Conciertos de Cuba. Luego de seis años de trabajo, ¿cuánto has cambiado como director?
—La Banda Nacional de Conciertos ha sido lo más grande que me ha sucedido en mi carrera profesional. Llegué casi por casualidad con solo 24 años, sin haberme graduado aún como Director de Orquesta. Pienso a veces que fue el destino quien me puso allí, pues ellos necesitaban de mí tanto como yo añoraba un trabajo como ese. Como director ha sido el mayor de los desafíos. Preparar un repertorio distinto cada semana, que sea atractivo para los músicos y para el público, y que a la vez responda a los intereses musicales y culturales de la institución —sin caer en la repetición y el facilismo, y que además eleve el nivel de la orquesta— me ha hecho adquirir madurez y a la vez el tan necesario “oficio” de dirigir cada día, lo que exige estudio y superación constante. Además, se carga con la historia de más de 120 años de una institución y con el hecho de haber sido precedido por grandes como Guillermo Tomás y Gonzalo Roig. Y a eso hay sumarle todo el trabajo extra musical que exige ser el director de una institución nacional. Cada mañana cuando llego a mi oficina pienso que no me alcanzará la vida para todo lo que quisiera hacer en ese lugar, pero a la vez me siento realizado de poder estar allí cumpliendo mi sueño.
—En 2017 te fue conferida la Distinción por la Cultura Nacional, máximo galardón que otorga el Ministerio de Cultura de Cuba. Eres, de hecho, una de las personalidades más jóvenes en ostentar tan importante reconocimiento. Las distinciones, los premios, ¿marcan el camino de un artista u opinas que es un eslabón más, entre muchos otros, que un creador puede o no alcanzar?
—La Distinción por la Cultura Nacional llegó un día inesperadamente. De hecho, me costó interiorizar que me la habían conferido sin siquiera llegar a los 30 años de edad. En lo personal, no trabajo para premios. Los reconocimientos regocijan a uno, pero a la vez comprometen a honrarlos y a trabajar cada día más y mejor. Pienso que para un artista el premio mayor es el público, ese que recibe la energía de la orquesta en cada concierto y se va complacido de que cada uno brindó lo mejor de sí.
—¿Piensas que existe una fórmula para el éxito?
—Creo que no existe una fórmula exacta para el éxito, como también pienso que estoy muy lejos de alcanzarlo. Lo que sí es cierto es que debemos cada día intentar aprender algo nuevo, que nos sirva para nuestra vida y nuestras profesiones. Estudiar y trabajar todo lo que se pueda y disfrutar al máximo lo que hacemos.
—De tu experiencia como creador y como ser humano, ¿cuáles son tus memorias más perdurables?
—Memorias hay muchas, se entrelazan entre sentimientos. Desde aquellos espectáculos con “La Colmenita” cuando apenas contaba siete u ocho años de edad, hasta el más reciente concierto. Cuando uno disfruta lo que hace, queda prendado en la memoria por siempre. Las distintas experiencias, enseñar, tocar, dirigir, pienso que se quedarán conmigo para siempre, así como guardo con celo los momentos de todos los lugares en los que he podido trabajar. En el plano personal, el nacimiento de mis hijas y verlas crecer es lo más grande que me ha sucedido…
—Más allá de la escena y de la música, ¿quién es Igor Ernesto Corcuera Cáceres?
—Realmente, fuera del trabajo, soy una persona normal, común y corriente. Para nada vivo el personaje del “Maestro”, incluso siempre les digo a las personas que ni siquiera luzco como tal. Pienso que soy un joven sencillo, con gustos parecidos a los de todos, padre de dos hijas que son mi mayor tesoro, alguien a quien le gusta la tranquilidad y a veces el silencio. Quisiera tener más tiempo libre en ocasiones para investigar sobre muchos temas que me interesan. Me gusta hacer ejercicios y salir a comer (como todos), y dedicar tiempo a mi familia. Ellos realmente me hacen quien soy.
Sonia García, polifonía de vida
Tiene una apariencia menuda y sosiego en lo que hace. La distingue la mesura en su sonrisa y una modestia que con todo el esfuerzo por pasar desapercibida, desborda su virtud. Quien la ve sin conocerle no imagina cuánta prisa y faena lleva cada una de sus jornadas. Sonia Ivette García Colombat es una mujer que va entre el Orfeón Santiago, la academia, el toque de congas desde la ciencia musical, a la agrupación vocal que le acoge.
La admiro en grado sumo desde hace años, me precio de nuestra lindad amistad profesional. Incluso celebramos la coincidencia de idéntico día de septiembre para contar nacimientos. Esta entrevista es el pretexto que trasciende el diálogo de trabajo para hacerse disfrute.
Acordamos vernos tras la conclusión del ensayo del Orfeón pero imposible sustraerme al deleite. Llegué con el tiempo suficiente como para la apreciación de un concierto en familia.
Egresas del Conservatorio Esteban Salas en la carrera de Dirección Coral, y más adelante, en el 2013, del ISA como musicóloga. De una especialidad a la otra, ¿por qué?
Me gradúo de dirección coral en 2001 en el Conservatorio Esteban Salas. Mis inicios fueron con el estudio del piano básico en la escuela Lauro Fuentes, luego opté por la Dirección Coral porque definitivamente me fue mejor que lo que hubiese sido como pianista (risas). Igual me ayudó mucho el piano pues para la carrera de Dirección hay que tocarlo muy bien y reproducir las obras que se cantan a cuatro voces. Tuve muy buenos profesores.
Cuando egreso, comienzo a trabajar en la Escuela Vocacional de Arte, y confieso que pensé en la carrera de musicología por embullo. Yilian Matos, colega de estudio y entonces de labores en la Vocacional de Arte, manifestó la intención de entrar al ISA por curso dirigido y me invitó a acompañarla. Para la fecha no tenía un conocimiento vasto de lo que aborda la musicología. Decidí hacer las pruebas, nos preparamos en La Habana con la profesora Yanela Pérez Cuza, procedente también de Santiago de Cuba.
Me hubiese gustado el curso del nivel superior en la dirección coral, pero presentamos situaciones con algunas asignaturas, en ocasiones no tenemos muy buenas referencias en las cuestiones metodológicas por lo que era difícil el acceso. Aunque existen las alternativas de carreras sociales y humanísticas en la Universidad, aposté por la ciencia de la música porque tenía el interés en la realización de una disciplina universitaria dentro del universo musical. Me atrajo además la posibilidad de estudiar en La Habana por el hecho de que ya se tenía mayor acceso a la tecnología y a las informaciones actualizadas; el claustro de profesores constituye un referente. De tan solo 11 plazas y para felicidad nuestra fuimos aceptadas.
Entre quienes contribuyó a que me enamorara de la carrera estuvo el profesor Lino Arturo Neira Betancourt. Maestro en la percusión con un doctorado por trabajos realizados con la música abakuá, me abrió al mundo de la cultura en Santiago de Cuba, mucho más de lo que yo conocía. Me instó a la indagación sobre las congas: allá ustedes siempre hablan de la trova y los coros pero tienen una riqueza cultural que no se ha investigado. Y es cierto que Santiago es una ciudad con valores folklóricos pero no abundan las investigaciones de este corte. Se constituyen vivencias culturales cuyos estudios no resultan frecuentes.
En mí influyó la pasión de Lino Neira al momento de impartir sus clases. Nos enseñó una metodología a la que introdujo aportes. Realizó investigaciones de campo con equipos de trabajo conformados por personas de diversos saberes con lo que garantizaba la transdiciplinariedad de los resultados.
En el Instituto además aprendí de otras asignaturas de la mano de grandes profesores y una información al día. Eso junto a una buena biblioteca que disfrutaba muchísimo. Saberes como la Historia de la Música y la Armonía se estudiaron con mayor profundidad.
Cuéntanos acerca del tema con el que defendiste tu tesis de grado, el cual presentaste en eventos de la música en aquel periodo.
Comencé las indagaciones desde primer año alrededor de las congas.
En un inicio quise abordar aspectos en relación con el Orfeón y la personalidad musical de Electo Silva pues ya me hallaba en el coro. Ya esta figura la había investigado la musicóloga Iránea Silva, una parte de su quehacer; pero se mostraba carente la exploración acerca de la música inédita del maestro. Electo tenía reservas al respecto y no daba accesos a su documentación, para él constituía un bien muy personal. Con Electo los ensayos y conversaciones eran momentos para el aprendizaje, pero para la investigación sobre su obra se requería de ser algo más persuasivo.
Yo traía latente la seducción por las congas sobre todo por lo inédito del tópico. El maestro Lino Neira invitó a todas las muchachas del año a trabajar con las raíces de sus provincias. En mi caso esa indagación respondió al tema de mi tesis.
En Santiago hay varias congas, se hizo necesario identificar un estilo único en todas aunque cada una presenta su forma de ejecución. Apliqué un cuestionario para determinar cuál era la de mayor popularidad, lo que no cuestiona la calidad del toque entre unas y otras. Comienzo la labor con la conga de Los Hoyos, siempre se afirma que tiene un estilo único, y me interesó la indagación desde la ciencia de la música. La tesis estuvo dedicada a la identificación y caracterización del toque de esta agrupación, porque la conga siempre implica otras cuestiones.
Se inició la convivencia con la agrupación. Imagínate yo… que las personas me ven y dicen esta muchacha tan delicada… y siempre gusté de la conga. Yo no era de arrollar pero lo disfruto y llevo en sangre aunque no lo exteriorizara. Mi mamá si es fanática, de las que se metía. También admiro la rumba, por la riqueza rítmica de esos géneros.
La convivencia con los integrantes de Los Hoyos era otro tema, que va más allá del concepto musical a las interacciones que generan las prácticas cotidianas, el entorno, la comunidad, que se congenian para llegar a una caracterización de lo musical y extramusical, y esas herramientas las adquirí en el ISA.
Realicé el trabajo de campo, de convivencia, de visitar sus casas, de terminar los ensayos y si se iban a una esquina a compartir me iba con ellos, porque estaba urgida de llegar a su entorno familiar. Al principio me veían de manera extraña y hasta pensaban traía algún interés comercial. Usualmente las congas son investigadas por personas procedentes de otros países, y en muchos casos les reporta un beneficio económico, pues además de ser expresión del patrimonio cubano, la otra lectura es la de “postal”.
Una vez que se creó un clímax de confianza, ellos entendieron de qué iba la tesis, y fueron muy amables. Tuve que realizar transcripciones y cada integrante utilizó su tiempo en favor de esa cuestión. Luego de ensayos o presentaciones se quedaban para tocar cada uno de los instrumentos. Conservo eso con mucho amor y bajo siete llaves en varios almacenes digitales.
Quisiera socializar esos resultados en posteriores eventos y publicaciones pues si en ese momento lo hice, aún aspiro a una mayor inserción.
Como musicóloga has colaborado en el desarrollo de temas relacionados con géneros y figuras de la música cubana en los medios de comunicación de la provincia y nacionales. ¿Consideras que el criterio especializado de los musicólogos debería crecer en estos y otros espacios?
Pienso que sí. Sobre todo desde una perspectiva educativa. El musicólogo tiene vías que, muy académicas o no, tiene la facultad de llegar a todo tipo de público. Existe una creencia de que un especialista del ramo solo emplea palabras enrevesadas. Traigo el ejemplo de la reciente edición del Guzmán, Yanela Pérez Cuza integró el jurado y tuvo una voz importante, sus criterios eran entendibles, sin la necesidad de apelar a valoraciones rebuscadas, siempre evaluó las presentaciones de cada participante con el consecuente cuidado de la imagen de la persona. Apeló a un lenguaje ameno y coloquial, a la vez que implicaba los tecnicismos, una forma muy sutil que caló en la teleaudiencia.
El musicólogo tiene la posibilidad con sus juicios de educar al espectador. Y hace falta no solamente para el público, también para las instituciones que decisión con la música y la cultura.
A veces hay conceptos respecto al funcionamiento de las instituciones de la cultura y las políticas musicales. Al musicólogo le resulta inherente el cómo la música puede adecuarse a los espacios, incluso la cuestión de la afluencia de público al lugar en sí, y hasta la comercialización de un producto cultural. La ciencia va más allá de la crítica o la investigación sobre cuestiones técnicas de la música. Es una disciplina que integra varias aristas como la organografía, la praxis musical, crítica, comercialización de un producto musical, fonografía, y abarca los conceptos para la producción de un disco o la de un espectáculo musical.
Entonces, por nuestra conversación me atrevo a especular que en la práctica, al menos en lo local, la disciplina permanece subvalorada, se ignoran los aportes de la ciencia.
Hace pocos días participé del consejo técnico de la Empresa de la Música y la directora me decía que nosotros podemos ayudar a los administrativos y a los trabajadores con clases y dinámicas acerca de la historia de la música, porque ellos trabajan con quienes la hacemos y con los públicos que asisten a las diversas instituciones y espacios. Urge, por ejemplo, el conocimiento acerca de para qué públicos se presenta el músico; qué géneros se acoplan a cada espacio. Incluso el conocimiento debe llegar hasta el que labora con los recursos humanos. Y luego la crítica es importante porque ayuda a perfilar lo que se consume musicalmente y además educa a las audiencias.
¿Y de regreso a tu caso particular y las colaboraciones con algunos medios de comunicación…?
En 2008 participé en el programa Dando la nota del Telecentro santiaguero, se trasmitió durante el verano de aquel año. Iránea Silva estuvo a cargo del desarrollo de las temáticas musicales y ante la imposibilidad de continuar sugirió que yo lo hiciera. Ahí elaboraba una nota acerca del tema, ya de un género, formato, espectáculos o figuras. Resultó algo muy novedoso para mí pues por ejemplo cuando estudias no se profundiza en aspectos como el espectáculo o la música electrónica. Son temáticas que para la academia no ocupan un lugar significativo en los programas de estudio. Abordé entre otras, temáticas como la música electrónica, el cabaret, que implican cuestiones artísticas que trascienden lo musical.
También comento que en Santiago no tenemos muchos musicólogos. Se da el caso de que a veces disminuye el interés en las cuestiones investigativas porque requiere tiempo, consagración y luego está la cuestión económica que a veces no acompaña el proceso. Te involucras en otros proyectos que no dejan oportunidad a la investigación. Esta labor requiere de paz, consagración, equipamiento tecnológico de los que a veces se carece. Una cuestión preocupante que merma el desarrollo musicológico al menos en nuestro entorno, es la carencia de espacios y eventos teóricos en los que se posibilite la socialización de los procesos. Con anterioridad, Maritza Puig tenía el coloquio Pablo Hernández Balaguer, y teníamos ese incentivo para la acometida de investigaciones y presentar resultados en ese momento. Sí se mantiene el espacio teórico de la Trova.
En la edición del Festival de la Trova Pepe Sánchez correspondiente al 2019, tuvimos la oportunidad de asistir en el espacio teórico a tu conferencia ilustrada acerca de la presencia trovadoresca en el repertorio del Orfeón Santiago. Por favor, comparte con los lectores las motivaciones de esta incursión.
Bien, antes de esta conferencia, ya tuve una participación anterior. Fue cuando se celebró los 90 años de la Estudiantina Invasora. Me solicitaron que impartiera la temática pues se trata de la estudiantina más longeva en activo que existe en el país, y se aprovechó aquella edición para realizarle un homenaje. Así que me fui a recolectar datos, entrevistas, pues yo misma desconocía varios aspectos. Los músicos me colaboraron en grado sumo con tal de que se reconociera y diera valor a la agrupación. Para entonces realizamos una especie de conferencia ilustrada en el Museo de la Música Pablo Hernández Balaguer. Abordamos la historia de la formación, su importancia y aportes para la cultura de Santiago de Cuba. Resultó una vez más algo de valía pues tampoco guardaba relación con lo que había estudiado hasta ese momento. El formato es típico, importante dentro de la música cubana.
Entonces llega la pasada edición del Festival de la Trova y el espacio teórico con Yorisel, ella es una persona muyyyyy persuasiva (risas). Me convenció de realizar una presentación teórico-musical con el Orfeón. A partir del repertorio del coro nos propusimos un recorrido por la presencia trovadoresca en la música coral, y cómo evoluciona el proceso de composición y arreglo de la música trovadoresca hacia la coral. Me atrajo la idea y otra vez abordé una temática inédita. No teníamos mucho tiempo por lo que es una investigación que podemos enriquecer.
Analicé e ilustramos con las ejemplificaciones del coro cómo se comportan los arreglos en cada etapa, los compositores que se avezan en la música trovadoresca, tanto los de hace años como los contemporáneos. Focalizamos la labor de Electo Silva, quien fue uno de los primeros en realizar arreglos ya con una connotación puramente cubana. En su estilo resultan significativos además de los ritmos, el que se reproduzca la sonoridad de las agrupaciones trovadorescas, las emisiones de guitarra, bajo, y otros instrumentos en traslado a la música coral a través de cada una de las cuerdas. Es decir el bajo vocal asume el bajo de la música tradicional, el tenor recrea en un pasaje lo que es de la guitarra, asimismo las contraltos, y la melodía la lleva la soprano, ese sello es de Electo.
De música trovadoresca ya existían muchos arreglos pero cuando los escuchas no percibes el estilo de la trova, solamente una melodía que te remite a la obra en cuestión.
Desde muy joven integras como cantora el emblemático Orfeón Santiago. ¿Qué significación representa en tu formación profesional?
Fui integrante de todos los coros de esta ciudad. Recién graduada en 2001 comencé en el Madrigalista en la etapa en que Reinier Silegas era el director; luego, alrededor del 2008 pasé a integrar la Camerata Música Áurea con Delvis Sánchez; y unos cinco años más tarde vengo para el Orfeón Santiago a solicitud de Daria Abreu. Cuando llego al Orfeón Santiago ya Electo no tenía una presencia física diaria, estable, porque era muy mayor. Venía unas dos veces por semana, hacía años Daria estaba al frente y él llegaba a supervisar el montaje de las obras. En ocasiones Daria iba al ISA en La Habana y me dejaba al frente del coro y Electo podía llegar en cualquier momento.
Imagínalo ya con sus achaques, realmente resultaba difícil, un reto los ensayos cuando él se encontraba. Pero con su presencia mucho aprendí, era buen conversador, a veces lo llamaba a su casa. El maestro poseía una vasta cultura. Yo me fijé en el sonido que se empeñó mantuviera el coro. Asimismo adquirí experiencia a través de Daria porque Electo fue el típico pedagogo que forma discípulos, la palabra del maestro hacia el alumno, que implica varias esencias. Y Daria fue una de ellas. Además crecí y gané seguridad a través de los cantores; comencé y había integrantes de cuando el coro trabajaba a pleno con Electo, y ellos me enseñaron también. En las ocasiones en que tenía que estar frente a la agrupación tuve que aprender hasta que se lograse el sonido del Orfeón, que lleva una forma en particular, que Electo acuñó.
Pertenecer al Orfeón Santiago tiene la significación que implica el tratarse de una agrupación emblemática desde el surgimiento, no solo por el coro sino por la figura del maestro, y los aportes a la música coral cubana. Electo, con todos los arreglos que hizo le imprimió una técnica vocal única al Orfeón, que de alguna forma supo impregnar en sus estudiantes. De esa escuela son fruto Magalys Sánchez, Delvis Sánchez, actuales directoras del Coro Madrigalista y el Vocal Música Áurea; ellas fueron alumnas del maestro e integrantes del Orfeón Santiago. Siempre hay algo que aúna el sonido coral de Santiago de Cuba. Cada una le hace su aporte, tiene que ver con su época.
Desde hace algún tiempo asumes la dirección en funciones de la formación coral. ¿Qué retos implica mantener el legado que acuñó Electo Silva y la continuidad de Daria Abreu?
En lo personal, es de consagración y sacrificio, se me hace corto el tiempo y tengo que estudiar muchísimo. El repertorio del Orfeón hoy asume complicaciones técnicas. En los inicios era un coro de aficionados, Electo enseñó a los cantores obras sencillas o polifonías para empastar, luego el coro evolucionó en sonoridad y repertorio. Requiere de preparación a un alto nivel porque las personas siempre tienen una expectativa de la agrupación. Daria tiene una personalidad fuerte, que impone disciplina y rigor en tantos años que ya lleva frente al Orfeón. En mi caso no tengo el carácter de líder, tuve que reconstruirme, reinventarme como una actriz, y eso sacó de mí algo que agradezco, una fortaleza antes desconocida, y sobre todo la madurez.
Yo había dirigido coros en el Conservatorio pero esas formaciones juveniles responden a otras dinámicas. Cuando dices Orfeón, las personas siempre esperan algo grandioso, y mantener ese nivel tanto en el público como en los cantores fue muy difícil. El reto era casi sobrenatural y lo he logrado, también se debe a que no me gusta quedar mal. Busco que en los lugares donde esté las cosas queden con calidad, y si me comprometo tiene que funcionar, si no más nunca lo hago.
Ha sido un desafío incluso con el repertorio, y la preservación del sonido del Orfeón que fíjate, a Daria le costó y tuvo sus detractores, porque Electo evidentemente tenía un sonido y ella también tiene su idea del mismo a partir de sus conocimientos. Incluso la captación al coro cambia, antes el maestro escogía un determinado sonido de soprano, a veces en este momento se trabaja con lo que nos llegue, pues también disminuye el interés en personas con cualidades para formar parte de un coro. En ocasiones escogemos un cantor y debemos obrar con insistencia hasta que se alcanza el objetivo, eso implica que el sonido cambie.
Además, están las individualidades de cada director. Daria abordó un sonido; en mi caso trato de mantenerlo, porque aunque estoy al frente, ella sigue siendo la maestra del coro. También le pongo un poco de lo mío (sonrisas), pues eso está presente. Por supuesto, Daria me da libertades para la selección del repertorio. Se aproxima el sesenta aniversario del Orfeón, el 15 de Noviembre, y entre las dos hemos conformado el programa. Ella quería estar pero no será posible. El propósito es presentar un digno concierto en celebración a esta fecha.
A las anteriores realizaciones profesionales, integras además tu desempeño en la agrupación Vocal Adalias. Coméntame sobre tu rol en esta formación que a los años de experiencia suma un atractivo repertorio, distinción en los arreglos de voces y coreografías.
Vocal Adalias lo formamos profesoras de la Escuela Vocacional de Arte, en aquel momento todas las integrantes laborábamos allá. En los inicios fue un sexteto, comenzó en 2001. No estuve en el primer año, entré después. Eran muchachas formadas como teóricas de la música, Yurka, Yanet Fernández, Rayzaris como directora… luego sale una de las integrantes, Ileana García, y nos quedamos como quinteto vocal.
Esta ha sido otra gran experiencia, pues desarrolla mi faceta como solista, me ayuda en el logro de la independencia escénica. Cuando cantas en coros te atas al de al lado, tratando de buscar empaste; en el grupo vocal también se empasta pero tienes que estar muy seguro porque son cinco voces diferentes y luego tienes partes solas. En los coros casi nunca hice solos porque como era muy tímida mi proyección no resultaba abundante. Con Adalias sí lo desarrollo con frecuencia.
Con la agrupación vocal se hace un repertorio diferente al coro. El segundo es más académico, con obras con arreglos intensos. La música vocal puede llevar arreglos difíciles pero es más popular, en este caso, porque hay otras formaciones que sí abordan lo que es la música antigua por ejemplo, u otros géneros. Vocal Adalias asume la música popular de cualquier país. Nos enfocamos en la música cubana y como una zona de ésta es tan bailable, integramos las coreografías para hacer de las presentaciones algo más atractivo.
Con el quinteto vocal gano la experiencia de cantar y bailar, y una vez en el escenario se integran varios elementos como la expresión corporal y emisión vocal. Es difícil hacer voces y llevar el baile, las líneas melódicas son muy complicadas, y a eso se añade el tocar un instrumento de percusión menor. Todo eso me enriquece y lo traslado al trabajo coral. En las agrupaciones vocales, por ejemplo, se acude con frecuencia a las onomatopeyas, y eso lo hacemos en lo coral, donde es complejo llevar tantas voces a este recurso con contratiempos, y he aprendido estrategias en la música vocal que aplico a la coral.
Gracias a la agrupación vocal también he conocido otros espacios, festivales, eventos en distintos países, ritmos y músicas foráneas.
¿Cómo resulta la convivencia interior entre la musicóloga, directora del Coro y la integrante de Vocal Adalias? ¿Se entrecruzan uno y otro rol?
Como te dije, todo se involucra y contribuye. Por ejemplo, en el Orfeón cuando vamos a ver un repertorio investigo la obra que se abordará, mucho más si son obras descontextualizadas, es decir, periodos o estilos lejanos en el tiempo. Se investiga de esa pieza como se hacía, cantaba, qué se propuso el compositor con ella; de ahí se comparte con los cantores antes de la interpretación el por qué las características y su significación. Entraña un previo trabajo de indagación, eso me lo aporta la musicología con sus herramientas y sus técnicas, y así mismo se lo explico a los cantores, con la posibilidad de que se sumerjan en el mundo de la pieza. La musicología está en todo, incluso en lo extramusical.
A lo mejor fue de casualidad pero todo lo que estudié, la musicología, la Dirección y hasta el piano me contribuyen inmensamente. Gracias al piano veo mi desarrollo en todo. Hay obras de la dirección coral que casi son obras pianísticas y tienes que tocársela al coro con todas las voces. Mis estudios se imbrican.
¿Cuáles son los sueños y expectativas profesionales de Sonia?
Me gustaría realizar una investigación con todo el rigor que lleva, ir mucho más allá de lo que hice para la tesis del ISA, de las congas, no solamente de una sola sino de todas las que existen en la ciudad. Quiero dar mi contribución al valor de estas agrupaciones, más allá del gozo y del momento en que salen a las calles, que cuenten con el aprecio de la mayoría, hasta de quien no le gusta, a lo mejor no se involucra pero llega al conocimiento de la trascendencia cultural, el entendimiento de que esa expresión es identitaria del cubano.
Aspiro a conciertos de relevancia con ambas agrupaciones. Quisiera se obre la realización de grabaciones de valía, patentadas por un sello, porque el acceso a los estudios de grabaciones todavía se torna difícil, eso es un sueño.
Quiero y veo mi permanencia dentro del sector de la música y que algún día lo que hago tenga valor para alguien. (risas)